1. Keith Lerma
La democracia política vacía
Como no es algo nuevo los dueños de las economías más grandes o los de las
multinacionales, son quienes apoyan y financian las campañas electorales de los
futuros gobernantes de las democracias formales los cuales a cambio
evidentemente prometen defender mejor sus intereses, el punto es que cuando
lleguen al poder se legisla a favor de quienes lo ayudaron. Como el caso del ex
presidente George W. Bush quien recibió apoyo de los medios masivos de
comunicación.
Así es como las empresas multinacionales tienen un control indiscutible sobre el
sistema político mundial y lo que pasa por consecuencia es que son ellos quienes
no fueron elegidos democráticamente quienes toman decisiones que afectan la
vida de millones de personas. Esta especie de poder invisible se ha denominado
plutocracia superestatal.
Las decisiones se toman en función de los intereses de las grandes
corporaciones, no de los intereses de la ciudadanía y que ésta no tiene fuerza
para influir en las decisiones políticas y las regulaciones legales.
El gobierno oculto
Las multinacionales han aprendido que es mucho más efectivo utilizar acuerdos
internacionales para cercar de una vez a los gobiernos nacionales y locales. Con
tal finalidad se han creado organismos multilaterales como la OMC, FM, BM,
OCDE, etc, que se encargan de establecer las normas y tratados internacionales.
Los tratados comerciales como el Tratado de Libre Comercio de las américas y el
Acuerdo Multilateral de Inversiones, pretenden que las corporaciones
empresariales puedan demandar a los Estados por expropiación, interpretada
como la negativa a satisfacer sus demandas de libre acceso a los recursos y
mercados de este Estado.
Pero en esta nueva constitución global, las instituciones y los derechos que nos
habían protegido están siendo desmantelados y criminalizados, a favor de los
intereses de los monopolios empresariales, y en nombre de una mayor
competitividad y eficiencia. A las normas que regulan la seguridad y la salud de los
trabajadores se les tacha de proteccionismo.
La democracia de mercado
2. Keith Lerma
Los acuerdos y normativas de las instituciones globales y la casi irreversibilidad de
las mismas una vez acordadas son verdaderos caballos de Troya en la ciudad de
la democracia. Estas normativas proporcionan una coartada a los gobiernos para
justificar políticas neoliberales antipopulares ofreciéndoles el argumento de una
obligación ineludible de atenerse al credo neoliberal, sea cual sea el partido
gobernante, fuerza a asumir la dictadura del mercado de una forma irrevocable.
De esta forma tratan de convencernos de que tenemos que resignarnos pues no
hay más remedio que aceptar estas reglas si queremos ser competitivos y jugar en
el “monopoly” internacional. Esto provoca un déficit democrático creciente. La
ausencia o debilidad de las instituciones democráticas globales para defender el
bien común y para reflejar la voluntad de las gentes significa que el poder se está
desplazando de los líderes gubernamentales elegidos a los líderes no elegidos del
capital global. Son las reglas que dictan otros y que hemos de asumir, pues se
disfrazan de razones técnicas y económicas, argumentos incontestables.
El sufragio universal, la división de poderes, la existencia de un parlamento, una
carta constitucional y la garantía de la alternancia en la gobernación no es real; los
parlamentos son presionados por los lobbies profesionales y sirven a los intereses
de quienes financian sus campañas electorales; la carta institucional es
interpretada según quienes detentan el poder. Pero se considera que cualquier
otro punto de vista distinto conduce necesariamente al totalitarismo, el fanatismo,
el terrorismo o el fanatismo, el terrorismo o la dictadura. Es la doctrina el mal
menor, que acaba convirtiéndose en un bien.
Se produce una desvalorización de la política que hace aparecer la democracia
como algo inútil al conjunto de la ciudadanía. La aplicación progresiva del modelo
neoliberal lleva a una lenta, pero persistente, despolitización de la ciudadanía,
caracterizada por la apatía y el cinismo. Desaparece el horizonte político, de la
inmensa mayoría de la población, la posibilidad, incluso la necesidad de una
alternativa al modelo imperante. Se llega a aceptar que no hay otro mundo
posible. Lo cual asegura el mantenimiento del indiscutido dominio de las grandes
corporaciones. La desilusión se ha convertido en antipolítica.
El estado policial
Los que realmente se reduce a los estados es su capacidad de garantizar los
derechos económicos y sociales de las mayorías de sus poblaciones y su función
de redistribución de los recursos nacionales. Mientras, aumentan su estructura y
aparato legislativo, policial y militar para defender los intereses de sus grandes
3. Keith Lerma
empresas trasnacionales y por la promoción de las inversiones y de las
exportaciones de la empresa.
Los delitos empresariales son sumamente difíciles de detectar y de separar de la
densa red de transacciones empresariales. No llega a la justicia y a la luz pública
salvo en unos casos extremos. Además tienen posibilidades de acuerdos
extrajudiciales infinitamente mayores que los carteristas y ladrones de casas. La
nueva élite global goza de un estatus traslocal, mientras que los guardianes del
orden son locales. Si se vuelven estos demasiado molestos, siempre se pueden
apelar las leyes globales para cambiar los conceptos del orden y las reglas del
juego local e incluso en último extremo, elegir la opción de partir y evadirse a otros
lugares donde los guardianes locales del orden estén dispuestos a hacer la vista
gorda.