El Maestro buscaba una vasija para servir. Varias vasijas de materiales valiosos como oro, plata y cristal se ofrecieron, presumiendo de sus cualidades. Sin embargo, el Maestro eligió una vasija de barro que estaba rota e indefensa. La arregló, limpió y llenó para que derramara su contenido a otros. El Maestro no juzga por logros o talentos, sino por el corazón, especialmente el amor y la humildad.
3. — ¡Elígeme! —gritó la de oro—. Mi brillo no tiene igual. Soy muy valiosa y, lo que hago, lo hago bien. Mi belleza y esplendor opacarán a las otras. Para Ti, Maestro, el oro sería lo mejor.
4. El Maestro pasó de largo sin decir nada, y se fijó en una urna de plata, grande y alta: — Te serviré, Maestro; verteré Tu vino; adornaré Tu mesa cuando a comer te sientes. Mis líneas son gráciles, fiel a la verdad mi tallado. Además, la plata siempre te complementará.
5. Desoyendo, el Maestro se fijó en una de latón ancha, poco profunda y pulida como el vidrio. — ¡Heme aquí! —gritó la vasija—. Te serviré bien. Colócame en la mesa. Deja que me contemplen.
6. — Fíjate en mí —gritó la copa de cristal—. Mi transparencia revela lo que contengo. Soy frágil, mas con orgullo te serviré. Además, viviré feliz en Tu casa.
7. — Utilízame —dijo el tazón de madera—. Mas prefiero que coloques fruta en mi interior. Miró el Maestro luego una de madera, tallada, pulida y bastante sólida.
8. Sin esperanza de que sería la elegida, de quedar limpia, arreglada y llena. — ¡Ah! —exclamó Él—. Esta es la que quería. La arreglaré, la utilizaré y haré Mía. El Maestro bajó la vista y vio una vasija de arcilla. Estaba rota. Indefensa. Vacía.
9. No necesito la vasija orgullosa de sí, ni la que es muy estrecha para el estante, ni la de boca grande, poco profunda y ruidosa. Tampoco la que su contenido exhiba orgullosa, ni la que cree que todo lo hace bien. Elijo esta de barro. La dotaré de fuerza.
10. Con delicadeza recogió la vasija de arcilla, la arregló, la limpió y la llenó ese día. Y le dijo con ternura y gentileza: —Mi bien, tienes trabajo: Derrama a otros lo que en ti Yo vierta.
11. El Señor no juzga a las personas por sus logros, ni por sus talentos, ni por lo mucho que sepan o lo buenas que sean. Juzga según el corazón. Lo que mejores calificaciones se lleva, más que ninguna otra cualidad, es el amor y la humildad. Esas cualidades hacen que uno sea una dicha para los demás en todos sus actos, aun en las cosas más mínimas.