SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 4
El Padre Sin Cabeza




Mito seguramente concebido en tiempos de la inquisición, durante la cual
cortaban la cabeza a brujos, hechiceros, hombres y mujeres de mal vivir.

Dice la tradición que se le aparece a los hombres y mujeres que trasnochaban
debajo de un árbol frondoso en el cual se puede ver una gran puerta de un
templo.

La persona pasa la puerta y se encuentra una gran sala y al final un sacerdote
cantando misa en latín.

Atraído y cargado de pecados la persona oye atentamente pero a la hora de la
consagración al dar la cara el sacerdote se le ve sin cabeza y esta chorreando
sangre entre sus manos.

Despavorido sale de aquel lugar y queda varias semanas sin habla, cambiando
así su vida para siempre.




Eran aquellos tiempos del fusil de chispa, no tan distantes que digamos.
Tiempos de oro y de alegrías en que nuestros antepasados, libres del
aorisionamiento fastuoso de la moderna civilización, vivían a su modo, pobre y
humiidemente, pero siempre contentos y alegres.

Nuestro pueblo, de labriegos sencillos formado, conservó de los
conquistadores gallegos que vinieron de la Madre España, en busca de oro y
de tierras para aumentar el poderío del León Ibero, su amor entrañable al
hogar, su fe religiosa y la sonsería peculiar que lo hizo crédulo y creyencero.

A más de las fiestas de la iglesia, que formaban lista en el año, nuestros
abuelos celebraban con menos pompa, pero sí con más alegría, dos festivales
cívicos: el 27 de abril y la independencia. Esto es, el aniversario del golpe de
cuartel del general don Tomás Guardia y el quince de septiembre, adoptado en
Centroamérica como fecha de la emancipación política de España.

El programa era corto: Bailes populares al aire libre y repartición de licor,
estallido de cohetes y bombas; gritos y, de cuando en cuando, algunos
mojicones, por copa de más o de menos.

Y nuestros campesinos, todos guardaban su pala y el machete, limpiaban un
poco sus manos; blanqueaban a fuerza de "'eje" sus agrietados pies, y salían al
anochecer a divertirse con sus respectivas familias, danzando al claror de ía luz
que despedían ios faroles de canfín o los reverberos de manteca. Y aquí
entramos en nuestra relación, respecto al sucedido de la Calle del Cura.

Ñor Juan Rafael Reyes era el viejo más alegre del distrito de Patarra y no
perdía, por nada de este mundo, los festivales del 27 de abril y la
independencia, que bastante tenía que sudar los demás días del año para
atender a su manutención y la de su familia, para no aprovechar la ocasión de
echar una canita al aire.

En su caserío eran bastante recogidos, ajenos a todo, sólo pensaban en la
quema de la piedra de cal que les daba, entonces más que ahora, el sustento.
Las fechas memorables pasaban casi inadvertidas, por lo que Ñor Juan Rafael
se veía obligado a ir hasta la villa para colmar sus ansias de fiesta. Allí era cosa
de ver: Las taquillas permanecían abiertas la noche entera: los vecinos
principales iluminaban los frentes de sus casas. En la plaza pública el
entusiasmo no decaía hasta rayar el nuevo sol y la ilustre corporación
municipal solía disponer el reparto de ''guaro" a todos los ciudadanos que
vitoreaban al ciudadano presidente. Y eso entusiasmaba a Ñor Reyes, que muy
a pesar de sus años que ya eran carga, gustaba de amanecer en vela, bailando
a ratos, libando copas, mascullando su chircagre y enterándose de los corrillos
de cuanto ocurría en el gran mundo, y soltando de cuando en vez su graceja,
para no quedarse atrás con los cuentos, enredos y chistes que los contertulios
iban enhebrando como para amenizar el rato.

Acertó caer la fecha de la independencia en domingo, y desde luego, la fiesta
fue sábado en la noche. Por las vísperas se saca el día, y para cumplir con el
adagio popular, de antes y con antes comenzaba la alegría.

Ñor Reyes no prescindía de bajar a la "suida a mercar" su manutención, lo que
hacía todos los sábados al amanecer, y menos dejar pasar la parranda. Había
que compaginar la obligación con la devoción. Verdad es que podía ajilar por la
calle de Dos Ríos y evadir así la atención de la villa, pero solo una vez se
celebraba al año la independencia y para el siguiente ya podía estar bajo tierra.
Había que aprovechar la oportunidad, que algo la suele pintar calva. ÑorReyes,
- lo decía su mujer - sería parrandero y bebedor, eso sí my cumplido con sus
obligaciones. Compraba el diario, y lo que quedaba libre era lo que podía
beberse en ron o guaro de la Fábrica Nacional. Y cayendo y levantando, podía
llegar ya al anochecer a su casa, pero con sus alforjas repletas, con provisión
para la semana. También lo decía él: Los almadiados todo lo pierden, menos la
memoria.

Ella se lo perdonaba a su marido, porque en su alacena todo abundaba; porque
nunca la hizo ayunar, excepto los viernes de cuaresma - ya que era buen
católico -, ni la obligó a solicitar prestado el puñadito de frijoles ni de sal, o la
jarra de arroz, como le sucedía a la Piedades, su vecina, que a más de la vigilia
en que vivía eternamente por las largas y repetidas parrandas de su hombre,
que le duraban hasta ocho días larguitos, solía recibir un ajuste de azotes. Y
todo se puede aguantar, menos eso de que un "mangúela" alce la mano contra
su mujer.

Pues Ñor Reyes salió aquel sábado muy temprano, caballero con su yegua
rosilla, vistiendo los trapitos de dominguear, los de coger misa. Lucía su banda
tinta, de seda, que le daba varias vueltas en la cintura dejaba que las barbas
salieran afuera del ruedo del chaquetón; no faltaba el pañuelo floreado al cuello
ni la realera de puño de hueso y plata, compañera de los días de gran
solemnidad.

Estuvo en la ciudad; hizo sus compras; provocó más de una risa sabrosota, con
sus chistes y sus relatos, que salían de la boca a borbotones; sorbió sus copas
de guaro nacional, más sabroso y más claro que el de "charral", según su
opinión de buen bebedor, y al atardecer dispuso el regreso pasando por los
"Samparados".

Ya preludiaban las marimbas y chisporroteaban los candiles, cuando hizo su
entrada a la villa llevando sobre la al-barda sus grandes alforjas bien repletas.
En la casa del compadre, Ñor Pedro el matador, amarró su ruco, sin
desensillarla; dejó a buen recauda las alforjas y su ramita de espino, que le
servía de espuela y la varillita de añono, que hacía de fuete y, tras un saludo en
que hacia recuento de la salud de todos los de la casa, se salió a comenzar la
juerga, relamiéndose de gusto, porque no había dejado de salir sin sorber la
jicara de chocolate con sus bizcochos y embustes.

Bailó fandango y punto y sorbió copas. Tuvo más de una disputa y pudo
regresar a casa del compadre, sano y salvo, gracias a la intervención de
algunos amigos. Allí lo montaron en su bestia y lo pusieron en camino,
tocándole el corazón, con el recuerdo de los suyos, que estarían en vela,
deseosos de verlo llegar. Y la bestiecilla cogió el trote, calle arriba...

Era la madrugada oscura y fría. Mientras el jinete dormitaba, dejando floja la
rienda, la ruca trotaba. Bien sabía Ñor Reyes que montado en un animal
manso, que conocía el trillo de la casa como de memoria, podría dejarse llevar
confiado y tranquilo.
Pasó por San Antonio sin novedad. Todo mundo dormía. Uno que otro perro
ladró a su paso y vino a ahuyentar eí sueño. Cuando cruzó Río Damas y entró
en su jurisdicción, apuró la yegua el trote, porque ya estaba próximo el
momento de probar bocado y quedar libre del aparejo, el jinete y la carga.

Próximo al recodo llamado la "Calle del Cura sin Cabeza", se bifurca el camino
y dan sombra los altos higuerones. Era un sitio temido, porque decía el rumor
popular que asustaban. Muchas historietas de aparecidos circulaban de boca
en boca. Pero Ñor Reyes ni era hombre de miedo ni padecía de nervios, más
bien se envalentonaba cuando sorbía sus copas.

Frente a la plazuela, donde solamente se levantaba una casa de peones de la
finca, vio una ermita. Se restregó bien los ojos, porque no tenía memoria de
que allí hubiera existido esa construcción. Pero como para desvanecer sus
dudas, replicó campana llamando a misa. Y deseoso de enterarse por sus
propios ojos de que no eran visiones ni cosas de! otro mundo, se desmontó y
entró al templo, que estaba iluminado a media luz. Se hincó a cantar el
"DominusVobiscwn " y se dio cuenta de que al padre le faltaba la cabeza. La
impresión lo levantó como con resortes y lo hizo abrirse en estampida. Al pasar
bajo el coro, oyó un ruido infernal y sintió que la campana le seguía repicando
su badajo... ¡No supo más!

Allí cerca, sobre el zacate, fue encontrado, sin sentido, por los carreteros
madrugadores, que llevaban carga a !a ciudad. Lo recogieron y lo trasladaron a
su residencia, donde pasó muy malito algunos días. Costó que volviera en sí.
Hasta la pronuncia había perdido. Tenía que ser cosa mala la que vio,
comentaban los familiares.

Pronto cundió la noticia del aparecido de la "Calle del Cura sin Cabeza". Los
curiosos llegaban a adquirir detalles del suceso y se tejían los más variados y
fantásticos comentarios. El tío Melitón, que era muy ladino, definió el asunto:
"Acechanzas del demonio". Ñor Reyes había asistido a sus propios funerales,
en castigo de sus pecados. Naturalmente, nunca más volvió a pasar en
'"deshoras" por ese camino. Si iba a la ciudad, regresaba tempranito y por si
tenía que viajar en carreta, para evitar que los bueyes se asolearan,
madrugaba, pero siempre esperaba a otros compañeros. Que dos hombres se
valen mejor que uno.

La moralidad pública habría ganado mucho, ya que se consumía menos licor
nacional en la villa, si no se le ocurre a un vivo llevar al barrio licor clandestino
de Agua Caliente, evitando así e! viaje a la villa, pasando por la "Calle del Cura
sin Cabeza" en horas de la noche.

Han pasado muchos años y el suceso apenas si se recuerda. El trecho de
camino conserva el nombre de la "Calle del Cura sin Cabeza". Y la conseja del
aparecido sigue siendo como una lección de moral, pero nadie escarmienta en
cabeza ajena...

Relato realizado por: José María Artavia

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

La actualidad más candente (20)

Cuentos de terror
Cuentos de terrorCuentos de terror
Cuentos de terror
 
Los siete cabritillos y el lobo
Los siete cabritillos y el loboLos siete cabritillos y el lobo
Los siete cabritillos y el lobo
 
El jinete sin cabeza
El jinete sin cabezaEl jinete sin cabeza
El jinete sin cabeza
 
Biografia de leona vicario
Biografia de leona vicario Biografia de leona vicario
Biografia de leona vicario
 
50 oraciones-simples1
50 oraciones-simples150 oraciones-simples1
50 oraciones-simples1
 
10 fabulas
10 fabulas10 fabulas
10 fabulas
 
Mitos y leyendas l.k
Mitos y leyendas l.kMitos y leyendas l.k
Mitos y leyendas l.k
 
El jardín de mi abuelo fin
El jardín de mi abuelo   finEl jardín de mi abuelo   fin
El jardín de mi abuelo fin
 
Leyendas
LeyendasLeyendas
Leyendas
 
La leyenda de cantuña Ecuador
La leyenda de cantuña Ecuador La leyenda de cantuña Ecuador
La leyenda de cantuña Ecuador
 
3 cuentos para niños eduardo benitez
3 cuentos para niños   eduardo benitez3 cuentos para niños   eduardo benitez
3 cuentos para niños eduardo benitez
 
El mito de pandora
El mito de pandoraEl mito de pandora
El mito de pandora
 
El charro negro
El charro negroEl charro negro
El charro negro
 
El gato con botas
El gato con botasEl gato con botas
El gato con botas
 
LA BELLA DURMIENTE
LA BELLA DURMIENTELA BELLA DURMIENTE
LA BELLA DURMIENTE
 
Cuentos de terror
Cuentos de terrorCuentos de terror
Cuentos de terror
 
Cuentos terror II
Cuentos terror IICuentos terror II
Cuentos terror II
 
La taconuda
La taconudaLa taconuda
La taconuda
 
miguel de santiago
miguel de santiagomiguel de santiago
miguel de santiago
 
El fantasma de canterville
El fantasma de cantervilleEl fantasma de canterville
El fantasma de canterville
 

Similar a El padre sin cabeza

Dichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y masDichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y masGabyMusic
 
Gabriel garcia marquez vivir para contarla
Gabriel garcia marquez   vivir para contarlaGabriel garcia marquez   vivir para contarla
Gabriel garcia marquez vivir para contarlaCarolina Loaiza
 
Mitos y leyendas de tacna
Mitos y leyendas de tacnaMitos y leyendas de tacna
Mitos y leyendas de tacnachaparropro777
 
El cuento de la viuda
El cuento de la viudaEl cuento de la viuda
El cuento de la viudaMayo zamora
 
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdf
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdfLos-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdf
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdfWilliamMayorga10
 
Perez galdos, benito bodas reales
Perez galdos, benito   bodas realesPerez galdos, benito   bodas reales
Perez galdos, benito bodas realesLoqueSea .
 
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.Nombre Apellidos
 
Guía de recursos digitales Andrés Bastidas
Guía de recursos digitales Andrés BastidasGuía de recursos digitales Andrés Bastidas
Guía de recursos digitales Andrés BastidasAndresBastidas33
 
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdf
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdfAlarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdf
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdfMilitinaMontalvanMon
 
Amado, jorge dona flor y sus dos maridos
Amado, jorge   dona flor y sus dos maridosAmado, jorge   dona flor y sus dos maridos
Amado, jorge dona flor y sus dos maridosMassssi
 
Concurso como se le un cuento
Concurso   como se le un cuentoConcurso   como se le un cuento
Concurso como se le un cuentoCaleb Vidalon
 
A todo honor de Felipe Trigo
A todo honor de Felipe TrigoA todo honor de Felipe Trigo
A todo honor de Felipe TrigoEURIDICECANOVA
 

Similar a El padre sin cabeza (20)

Actividades textos REALISMO
Actividades textos REALISMOActividades textos REALISMO
Actividades textos REALISMO
 
La abducción
La abducciónLa abducción
La abducción
 
Cantuña
CantuñaCantuña
Cantuña
 
LEYENDAS URBANAS
LEYENDAS URBANASLEYENDAS URBANAS
LEYENDAS URBANAS
 
Dichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y masDichos,refranes,y mas
Dichos,refranes,y mas
 
REVISTA NUMERO 33 CANDÁS MARINERO
REVISTA NUMERO 33 CANDÁS MARINEROREVISTA NUMERO 33 CANDÁS MARINERO
REVISTA NUMERO 33 CANDÁS MARINERO
 
Gabriel garcia marquez vivir para contarla
Gabriel garcia marquez   vivir para contarlaGabriel garcia marquez   vivir para contarla
Gabriel garcia marquez vivir para contarla
 
Mitos y leyendas de tacna
Mitos y leyendas de tacnaMitos y leyendas de tacna
Mitos y leyendas de tacna
 
El cuento de la viuda
El cuento de la viudaEl cuento de la viuda
El cuento de la viuda
 
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdf
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdfLos-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdf
Los-Cuentos-y-leyendas-de-Imbabura-2020.pdf
 
Perez galdos, benito bodas reales
Perez galdos, benito   bodas realesPerez galdos, benito   bodas reales
Perez galdos, benito bodas reales
 
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.
Mujeres libres. Women in freedown. Spanish writers women.
 
Guía de recursos digitales Andrés Bastidas
Guía de recursos digitales Andrés BastidasGuía de recursos digitales Andrés Bastidas
Guía de recursos digitales Andrés Bastidas
 
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdf
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdfAlarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdf
Alarcón, Pedro Antonio de - El Sombrero de Tres Picos.pdf
 
Amado, jorge dona flor y sus dos maridos
Amado, jorge   dona flor y sus dos maridosAmado, jorge   dona flor y sus dos maridos
Amado, jorge dona flor y sus dos maridos
 
Concurso como se le un cuento
Concurso   como se le un cuentoConcurso   como se le un cuento
Concurso como se le un cuento
 
A todo honor de Felipe Trigo
A todo honor de Felipe TrigoA todo honor de Felipe Trigo
A todo honor de Felipe Trigo
 
Joaquín sabina
Joaquín sabinaJoaquín sabina
Joaquín sabina
 
Maridos
MaridosMaridos
Maridos
 
El arriero
El arrieroEl arriero
El arriero
 

El padre sin cabeza

  • 1. El Padre Sin Cabeza Mito seguramente concebido en tiempos de la inquisición, durante la cual cortaban la cabeza a brujos, hechiceros, hombres y mujeres de mal vivir. Dice la tradición que se le aparece a los hombres y mujeres que trasnochaban debajo de un árbol frondoso en el cual se puede ver una gran puerta de un templo. La persona pasa la puerta y se encuentra una gran sala y al final un sacerdote cantando misa en latín. Atraído y cargado de pecados la persona oye atentamente pero a la hora de la consagración al dar la cara el sacerdote se le ve sin cabeza y esta chorreando sangre entre sus manos. Despavorido sale de aquel lugar y queda varias semanas sin habla, cambiando así su vida para siempre. Eran aquellos tiempos del fusil de chispa, no tan distantes que digamos. Tiempos de oro y de alegrías en que nuestros antepasados, libres del aorisionamiento fastuoso de la moderna civilización, vivían a su modo, pobre y humiidemente, pero siempre contentos y alegres. Nuestro pueblo, de labriegos sencillos formado, conservó de los conquistadores gallegos que vinieron de la Madre España, en busca de oro y
  • 2. de tierras para aumentar el poderío del León Ibero, su amor entrañable al hogar, su fe religiosa y la sonsería peculiar que lo hizo crédulo y creyencero. A más de las fiestas de la iglesia, que formaban lista en el año, nuestros abuelos celebraban con menos pompa, pero sí con más alegría, dos festivales cívicos: el 27 de abril y la independencia. Esto es, el aniversario del golpe de cuartel del general don Tomás Guardia y el quince de septiembre, adoptado en Centroamérica como fecha de la emancipación política de España. El programa era corto: Bailes populares al aire libre y repartición de licor, estallido de cohetes y bombas; gritos y, de cuando en cuando, algunos mojicones, por copa de más o de menos. Y nuestros campesinos, todos guardaban su pala y el machete, limpiaban un poco sus manos; blanqueaban a fuerza de "'eje" sus agrietados pies, y salían al anochecer a divertirse con sus respectivas familias, danzando al claror de ía luz que despedían ios faroles de canfín o los reverberos de manteca. Y aquí entramos en nuestra relación, respecto al sucedido de la Calle del Cura. Ñor Juan Rafael Reyes era el viejo más alegre del distrito de Patarra y no perdía, por nada de este mundo, los festivales del 27 de abril y la independencia, que bastante tenía que sudar los demás días del año para atender a su manutención y la de su familia, para no aprovechar la ocasión de echar una canita al aire. En su caserío eran bastante recogidos, ajenos a todo, sólo pensaban en la quema de la piedra de cal que les daba, entonces más que ahora, el sustento. Las fechas memorables pasaban casi inadvertidas, por lo que Ñor Juan Rafael se veía obligado a ir hasta la villa para colmar sus ansias de fiesta. Allí era cosa de ver: Las taquillas permanecían abiertas la noche entera: los vecinos principales iluminaban los frentes de sus casas. En la plaza pública el entusiasmo no decaía hasta rayar el nuevo sol y la ilustre corporación municipal solía disponer el reparto de ''guaro" a todos los ciudadanos que vitoreaban al ciudadano presidente. Y eso entusiasmaba a Ñor Reyes, que muy a pesar de sus años que ya eran carga, gustaba de amanecer en vela, bailando a ratos, libando copas, mascullando su chircagre y enterándose de los corrillos de cuanto ocurría en el gran mundo, y soltando de cuando en vez su graceja, para no quedarse atrás con los cuentos, enredos y chistes que los contertulios iban enhebrando como para amenizar el rato. Acertó caer la fecha de la independencia en domingo, y desde luego, la fiesta fue sábado en la noche. Por las vísperas se saca el día, y para cumplir con el adagio popular, de antes y con antes comenzaba la alegría. Ñor Reyes no prescindía de bajar a la "suida a mercar" su manutención, lo que hacía todos los sábados al amanecer, y menos dejar pasar la parranda. Había que compaginar la obligación con la devoción. Verdad es que podía ajilar por la calle de Dos Ríos y evadir así la atención de la villa, pero solo una vez se celebraba al año la independencia y para el siguiente ya podía estar bajo tierra. Había que aprovechar la oportunidad, que algo la suele pintar calva. ÑorReyes,
  • 3. - lo decía su mujer - sería parrandero y bebedor, eso sí my cumplido con sus obligaciones. Compraba el diario, y lo que quedaba libre era lo que podía beberse en ron o guaro de la Fábrica Nacional. Y cayendo y levantando, podía llegar ya al anochecer a su casa, pero con sus alforjas repletas, con provisión para la semana. También lo decía él: Los almadiados todo lo pierden, menos la memoria. Ella se lo perdonaba a su marido, porque en su alacena todo abundaba; porque nunca la hizo ayunar, excepto los viernes de cuaresma - ya que era buen católico -, ni la obligó a solicitar prestado el puñadito de frijoles ni de sal, o la jarra de arroz, como le sucedía a la Piedades, su vecina, que a más de la vigilia en que vivía eternamente por las largas y repetidas parrandas de su hombre, que le duraban hasta ocho días larguitos, solía recibir un ajuste de azotes. Y todo se puede aguantar, menos eso de que un "mangúela" alce la mano contra su mujer. Pues Ñor Reyes salió aquel sábado muy temprano, caballero con su yegua rosilla, vistiendo los trapitos de dominguear, los de coger misa. Lucía su banda tinta, de seda, que le daba varias vueltas en la cintura dejaba que las barbas salieran afuera del ruedo del chaquetón; no faltaba el pañuelo floreado al cuello ni la realera de puño de hueso y plata, compañera de los días de gran solemnidad. Estuvo en la ciudad; hizo sus compras; provocó más de una risa sabrosota, con sus chistes y sus relatos, que salían de la boca a borbotones; sorbió sus copas de guaro nacional, más sabroso y más claro que el de "charral", según su opinión de buen bebedor, y al atardecer dispuso el regreso pasando por los "Samparados". Ya preludiaban las marimbas y chisporroteaban los candiles, cuando hizo su entrada a la villa llevando sobre la al-barda sus grandes alforjas bien repletas. En la casa del compadre, Ñor Pedro el matador, amarró su ruco, sin desensillarla; dejó a buen recauda las alforjas y su ramita de espino, que le servía de espuela y la varillita de añono, que hacía de fuete y, tras un saludo en que hacia recuento de la salud de todos los de la casa, se salió a comenzar la juerga, relamiéndose de gusto, porque no había dejado de salir sin sorber la jicara de chocolate con sus bizcochos y embustes. Bailó fandango y punto y sorbió copas. Tuvo más de una disputa y pudo regresar a casa del compadre, sano y salvo, gracias a la intervención de algunos amigos. Allí lo montaron en su bestia y lo pusieron en camino, tocándole el corazón, con el recuerdo de los suyos, que estarían en vela, deseosos de verlo llegar. Y la bestiecilla cogió el trote, calle arriba... Era la madrugada oscura y fría. Mientras el jinete dormitaba, dejando floja la rienda, la ruca trotaba. Bien sabía Ñor Reyes que montado en un animal manso, que conocía el trillo de la casa como de memoria, podría dejarse llevar confiado y tranquilo.
  • 4. Pasó por San Antonio sin novedad. Todo mundo dormía. Uno que otro perro ladró a su paso y vino a ahuyentar eí sueño. Cuando cruzó Río Damas y entró en su jurisdicción, apuró la yegua el trote, porque ya estaba próximo el momento de probar bocado y quedar libre del aparejo, el jinete y la carga. Próximo al recodo llamado la "Calle del Cura sin Cabeza", se bifurca el camino y dan sombra los altos higuerones. Era un sitio temido, porque decía el rumor popular que asustaban. Muchas historietas de aparecidos circulaban de boca en boca. Pero Ñor Reyes ni era hombre de miedo ni padecía de nervios, más bien se envalentonaba cuando sorbía sus copas. Frente a la plazuela, donde solamente se levantaba una casa de peones de la finca, vio una ermita. Se restregó bien los ojos, porque no tenía memoria de que allí hubiera existido esa construcción. Pero como para desvanecer sus dudas, replicó campana llamando a misa. Y deseoso de enterarse por sus propios ojos de que no eran visiones ni cosas de! otro mundo, se desmontó y entró al templo, que estaba iluminado a media luz. Se hincó a cantar el "DominusVobiscwn " y se dio cuenta de que al padre le faltaba la cabeza. La impresión lo levantó como con resortes y lo hizo abrirse en estampida. Al pasar bajo el coro, oyó un ruido infernal y sintió que la campana le seguía repicando su badajo... ¡No supo más! Allí cerca, sobre el zacate, fue encontrado, sin sentido, por los carreteros madrugadores, que llevaban carga a !a ciudad. Lo recogieron y lo trasladaron a su residencia, donde pasó muy malito algunos días. Costó que volviera en sí. Hasta la pronuncia había perdido. Tenía que ser cosa mala la que vio, comentaban los familiares. Pronto cundió la noticia del aparecido de la "Calle del Cura sin Cabeza". Los curiosos llegaban a adquirir detalles del suceso y se tejían los más variados y fantásticos comentarios. El tío Melitón, que era muy ladino, definió el asunto: "Acechanzas del demonio". Ñor Reyes había asistido a sus propios funerales, en castigo de sus pecados. Naturalmente, nunca más volvió a pasar en '"deshoras" por ese camino. Si iba a la ciudad, regresaba tempranito y por si tenía que viajar en carreta, para evitar que los bueyes se asolearan, madrugaba, pero siempre esperaba a otros compañeros. Que dos hombres se valen mejor que uno. La moralidad pública habría ganado mucho, ya que se consumía menos licor nacional en la villa, si no se le ocurre a un vivo llevar al barrio licor clandestino de Agua Caliente, evitando así e! viaje a la villa, pasando por la "Calle del Cura sin Cabeza" en horas de la noche. Han pasado muchos años y el suceso apenas si se recuerda. El trecho de camino conserva el nombre de la "Calle del Cura sin Cabeza". Y la conseja del aparecido sigue siendo como una lección de moral, pero nadie escarmienta en cabeza ajena... Relato realizado por: José María Artavia