2. Aparece en revistas de moda, y en la televisión. Su retrato la vuelve irresistible. Cada pestaña se le nota perfecta, exquisitos colores encienden sus mejillas. Se da el tiempo necesario para que penetren las cremas de belleza. Ojos cerrados, con la yema de sus dedos, en movimientos circulares, alimenta su piel, se aplica aquella base susceptible de borrar cualquier imperfección.
3. Los labios húmedos resumen sensualidad, se vuelven frutas o promesas de besos. Y mientras esas mujeres deslumbrantes, promueven perfumes, ropa o cosméticos en la televisión, otras mujeres frente a su espejo, contemplan con melancolía, el lento, e inexorable deterioro que provocan las angustias reprimidas, la menopausia con su posible secuela de catástrofes, temor a la vejez, se anuncia desde lejos.
4. Senos que crecieron como flores, se volvieron frutas tensas luego se crisparon o cayeron; frente que no pudo esquivar aquellos surcos que surgieron por el tiempo, el sol, las preocupaciones, pobreza que solo permitía comprar jabón barato en el almacén de la esquina... Algunos hombres no perdonan que una mujer envejezca.. Ella se queda con las cicatrices de alguna que otra cesárea, las manos rugosas de tanto cortar el pan, lavaron, criaron, mecieron, acariciaron, amaron. Y hay sin embargo, abuelas resplandecientes,
5. mujeres arrugadas como manzanas solas, capaces de volverse diosas ignoradas al disfrutar cada día en batallas desiguales... Y hay también mujeres, que llevan con orgullo heridas inocentes, ocultan tímidamente cada pena, siguen soñando todas las noches al lado de un hombre que duerme olímpicamente, mientras ellas sueñan que el amor es aquel sentimiento mágico capaz de volver invisibles a los estragos del tiempo.
6. Son las que aman con el corazón, y no solamente con los ojos. Siguen viendo hermoso al marido, aunque ahora tenga panza, y no le quede rastro de la melena salvaje de otros tiempos... ¿Cómo no amar a todas las mujeres? A las jóvenes y hermosas, porque florecen sin malicia. A las que descubren el paso del tiempo y los estragos del amor no compartido...
7. A las ancianas, por ocultar en las rejillas de sus arrugas, la sabiduría de quienes saben que la vida es apenas un soplo, y que solamente nos salva el amor que día a día, tratamos de desparramar a manos llenas. Desconozco su autor