1. LOS EXPLOSIVOS AÑOS `60. La moda que nace
en Londres cambia
Institución: Escuela Normal Superior Nº6.
Carrera: Tecnicatura Superior en Producción de los códigos conoci-
Indumentaria. dos. El comienzo del
Año: 2013. boom juvenil.
Profesora: Ma. Virginia Graciotti.
Materia: Aplicación de Recursos Informáticos I.
Alumna: Lourdes Solimano.
Curso: 1ºB turno vespertino.
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El comienzo de la década del 60’ marcó por un lado, el retroceso de la alta costura, y por otro, el surgimien-
to de una moda rupturista que modificó de forma radical los gustos y tendencias establecidas, y tuvo como
símbolo e inspiración a la juventud.
Se modificaron muchos preconceptos. Los adolescentes, personas no gratas en el pasado, comenzaron a tener poder
de decisión y opiniones.
El maquillaje y las modelos adoptaron estilos diferentes, las boutiques comenzaron a mezclar los géneros dando
lugar así al estilo unisex. La ropa de segunda mano, considerada en su momento como de caridad, paso a ser elegan-
te y personal.
Estas nuevas formas en el vestir encuentran su causa en fenómenos sociales y culturales, y en el surgimiento de una
nueva generación que desconfiaba de los preconceptos antiguos.
El aumento de la población joven los posicionó de manera diferente ante el mercado, convirtiéndose en una nueva
clase influyente para la cual la elegancia y la moda tenían otros parámetros.
Hasta entonces el estilo se generaba en los sectores más pudientes y poderosos de la sociedad, pero al comenzar ésta
década, el estilo comenzó a emerger de sectores inferiores, marginados, y a través de personas que durante años
fueron el sector apartado, donde el mundo del arte, la fotografía y la moda no encontraban cabida.
De esta manera en la moda fueron eliminándose los símbolos de status, volviéndose ésta más individual y sin reglas
fijas.
Los jeans, camisetas y la recién nacida minifalda sustituyeron a las prendas más armadas de los años 50.
Los modistos comenzaron a crear líneas de segunda y tercera mano más baratas llamadas de “difusión” que apunta-
ban al público joven.
Proporción de ventas según
los estilos de las prendas
Prendas informales
Prendas futuristas
Prendas
estructuradas
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La juventud de esa época se rebeló contra todo tipo de autoridad, padres, iglesia, estado, convirtiendo a la músi-
ca en su único credo, incluso por encima de las diferencias de clase, raza y sexo.
A partir de esta década la relación de la moda y la música se intensificó de tal manera, al punto que también
las estrellas de rock fueron impulsores de nuevas tendencias, por ejemplo Los Beatles fueron el grupo que
más contribuyó a difundir lo que en la moda se conoció como “el aspecto ingles”.
Así como cada década tuvo una ciudad símbolo (los años 40 tuvieron su epicentro en Nueva York, los 50 en
la Roma de la “Dolce Vita”) los años 60 tuvieron su capital en Londres, por lo tanto el epicentro de la moda
también se hallaba allí.
Una de las diseñadoras destacadas de la época fue Mary Quant. Ella y su boutique fueron un ícono en el mun-
do de la indumentaria, ya que introdujo mundialmente la minifalda cuando en 1965 la presentó en su colección
y la convirtió en el símbolo más potente de la década. Sus creaciones sesentistas con estampados florales y faldas
cortas impactaron al mundo de la moda.
La visión de la juventud se basaba en tomar a la moda como una diversión, y se traducía en minifaldas y cal-
zas, impermeables cortos de vinilo, maquillaje pálido y pestañas postizas. El corte de pelo que hizo furor
constaba de una forma puramente geométrica.
Por primera vez la moda y las prendas comenzaron a venir de las calles, en tanto los jóvenes empezaron a vestir-
se para ilustrar sus roles y sus intereses, utilizando todo lo que estuviera disponible. Entre algunos sectores de la
juventud, la búsqueda de valores llevó a algunos hacia los movimientos Hippie y Flower Power, y a un interés
hacia el ocultismo, la astrología, la filosofía, la música y las religiones orientales. La gamuza y la ropa étnica se
pusieron de moda como símbolo del retorno a la naturaleza.
La minifalda fue una de las nuevas tendencias que llegó desde las calles. Nació en Manchester, y las prime-
ras en usarla fueron estudiantes de arte de esa ciudad. En 1965 Mary Quant la comercializó en el mundo
tras incluirla en una de sus colecciones. En 1969 el fotógrafo Berry Berenson retrató a su hermana (una re-
conocida modelo de la época) mientras caminaba por una calle muy concurrida vestida con una minúscula
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creación de Saint Laurent. La imagen quedó como el símbolo gráfico que con más elocuencia transmite el
espíritu de liberación en la moda de los años 60.
Como consecuencia de una “década espacial” (en 1961 Yuri Gagarin realizó el primer viaje alrededor de la
tierra y en 1969 Neil Amstrong pisó por primera vez la luna) en 1964 apareció el estilo “Space Age”. Su
creador fue el francés André Courréges, quien rompió con todo lo que se había visto hasta entonces: bo-
tas blancas sin tacón, vestidos geométricos blancos y plateados, sombreros que parecían cascos. Fue el autor
de una verdadera revolución que lo convertiría en el diseñador más espectacular de la década. Su formación
técnica y artística (fue un ingeniero civil con pasión por la arquitectura, el diseño y el estilo) le resultó ideal
para capitalizar la incipiente apertura de la alta costura hacia la industria.
La sensación que causó su colección blanca en 1965 dejó una marca imborrable en los libros de historia de la
moda. Courréges fue quien introdujo la minifalda en Francia. También impuso los pantalones, los atuendos
coordinados de tejidos flojos y la ropa con austeras líneas minimalistas, tenía un estilo que no hacía referencia
alguna al pasado.
En esa misma línea futurista, Francisco Rabaneda Cuervo (Paco Rabanne) presentó en 1966 sus dise-
ños sofisticados en los que mezcló elementos como aluminio, nylon, vinilo y plásticos rígidos. Sus prendas
eran similares a las de los astronautas y desde un primer momento produjo diseños decididamente moder-
nos.
Sus atuendos confeccionados con materiales no tradicionales provocaron todo un revuelo en la presentación de
sus desfiles, pero a pesar de crear diseños experimentales, estaban muy a tono con lo que las mujeres jóvenes
modernas querían usar.
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Entre sus innovaciones se encuentran: el vestido descartable de papel y fibra de nylon que lanzó en 1967, y el
vestido sin costuras que luego de muchos experimentos, se logró mediante el rociado de cloruro de vinilo sobre
un molde. Fue también, en 1966, el primer diseñador que convocó modelos negras, lo que casi derivó en su ex-
pulsión de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne, todavía no muy adaptada a los nuevos tiempos.
El uso de artificios en la moda se incrementó con la carrera espacial. Antes de que el hombre llegara a la lu-
na, regía una ley no escrita que determinaba que el plástico se usaba en botellas, el metal para fabricar cu-
biertos y el papel para escribir sobre él, pero esta ley implícita terminó en la basura.
Los vestidos estaban confeccionados con cualquier material que se pudiera imaginar: desde papel hasta discos
de plástico, desde cuero hasta pvc, todo cortado siguiendo la figura de los baby-dolls. Había pelucas sumamente
obvias y pestañas escandalosas, cabellos cortados en ángulos obtusos.
Los estilistas, las modelos y los fotógrafos, quienes en general se encontraban en la periferia de la industria de la
moda, se habían convertido en las nuevas personalidades vip. Fue el momento en que el mundo se dio cuenta
que las celebridades despertaban más fascinación que los miembros de la realeza.
Así, los fotógrafos de la moda comenzaron a convertirse en héroes de la cultura y en eso tuvo mucho que ver el
cine. De ésta manera, películas, personajes, fotógrafos, modelos y sumado a esto, la influencia que comenzó a
tener la televisión en la difusión de estrellas y fenómenos, terminaron de consolidar la nueva alianza entre la
moda y la cultura popular.
Las portadas de revistas femeninas de los sesenta expresaron claramente los cambios que se vivían en la so-
ciedad y en la moda. Anteriormente, la misión de las modelos de portada había sido la de transmitir gla-
mour y elegancia a las lectoras. Sus imágenes eran señoriales, su belleza conservadora y tranquila. Expresa-
ban el ideal de la mujer de entonces: buena posición social, buena esposa, excelente anfitriona. Esos eran
los argumentos de venta.
A partir de los sesenta los conceptos predominantes pasaron a ser otros: las modelos transmitieron sexualidad y
la imagen de una mujer más joven, menos comprometida con el romance y más afecta a las relaciones ocasiona-
les.
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Como primer variante, el rostro se convirtió en la imagen central de la portada. La modelo pasó a mirar ha-
cia fuera, a tener contacto visual con la lectora y a componer una imagen que en su totalidad debía transmi-
tir emociones. Dentro de ese marco el foco de atención se puso en los ojos y en la boca de la modelo en cues-
tión, y la vista invariablemente debía focalizar hacia el centro de la cámara. Los labios, en cambio, daban el
toque sensual de la imagen: debían estar entreabiertos, ser provocativos, dar la sensación de libertad sexual.
Asimismo, la portada de revista pasó a informar más sobre tendencias e íconos de la moda y la belleza, que a dar
ideas prácticas. Se mostraban las novedades en sus extremos y no las distintas alternativas para adaptar esa mo-
da en forma parcial o moderada.
Si la exageración estaba de moda en el maquillaje, la portada exageraba aún más esa tendencia con imágenes
pintadas alrededor de las pestañas o en las mejillas. Si se usaban flores en los accesorios, las portadas se llenaban
de flores. Si el corte de pelo era en punta, los peinados de las modelos tenían todo tipo de formas verticales u
oblicuas, exagerando el corte original. Sea como sea, con modelos o actrices, las portadas de los sesenta fueron
las más osadas, exageradas y rupturistas de la historia de las revistas, en síntesis, expresaron el espíritu de una
época.
El personaje más famoso en el mundo de la moda de la década fue Diana Vreeland, primero directora de
la revista Harper`s Bazaar y luego de Vogue. Fue una de las editoras de moda más extravagantes de la histo-
ria. Ella misma fabricaba tendencias, inventaba nuevos modelos, combinaciones o telas que a través de las
revistas ponía de moda.
Vreeland cambió todo, reinventó la ropa, sostenía que la moda “provenía de los sueños”. Si para la temporada
de invierno imaginaba que el color que se imponía era el blanco ártico, y no había prendas adecuadas para este
estilo, las inventaba y hacía fabricar suntuosas capas de pieles o capuchas de ese color.
Más que nunca, con Vreeeland, Vogue influyó sobre las últimas noticias de la moda y marcó el camino a las
demás revistas. Ella planteó la revista como un gran escenario en el cual, sobre sus páginas, se desarrollaba un
gran espectáculo llamado moda. Y sobre ese escenario debía haber una gran escenografía.
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Para lograrla, realizó locaciones en los lugares más recónditos y exóticos para una producción de moda, como el
desierto en Libia o los hielos del Polo Norte, las pirámides de México y Egipto, en Turquía, Perú, India o Japón.
Algunas de las características de la moda de los años 60 también se extendieron a los años siguientes. Por un
lado, se desarrolló la moda disco para acompañar un estilo de música. Las grandes plataformas comenzaron
a ganar lugar en las pistas de las discotecas, junto con las vestimentas de colores fuertes. Los vestidos enta-
llados se popularizaron en los clubes, en parte motorizados por el auge de la lycra y las prendas ajustadas.
La moda de la época fue tan ecléctica que en ella hasta convivieron pacíficamente las “mini”, las “midi” y las
“maxi” faldas.
Por otro lado, florecían los “afghans” o atuendos indios, las túnicas con estampados florales, los kimonos, bol-
sos y bikinis de crochet de las islas griegas, ponchos sudamericanos y hasta chalecos tibetanos. Los jeans se
mantuvieron con remiendos y acampanados en la parte inferior, y la moda unisex pasó a ser algo diario.
Los años 60 fueron testigos también del nacimiento de un nuevo fenómeno de la moda y quizás, del logoti-
po más famoso de todo el siglo xx: YSL.
Oriundo de Argelia, se convirtió en un revolucionario de la moda, responsable de la creación de un nuevo len-
guaje, que incorporaba tanto el vestido de noche como la chaqueta safari, la ropa formal y el impermeable, las
lentejuelas, las camperas con cierres y prendas inspiradas en el folclore ruso.
Su estilo tenía un carácter atemporal, con la indudable influencia de Chanel, y diseños que conservaban el aura
de discreción de los años Dior. Su capacidad de sintetizar esos dos mundos opuestos en su momento, agregán-
doles un soplo de juventud y su percepción extrasensorial de las necesidades de sus contemporáneos hizo que el
monograma YSL dejara una marca emblemática en la historia de la moda.
A los 17 años emigró a Paris, para formarse en el ámbito de la indumentaria.
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Uno de sus primeros trabajos, fue al lado de Christian Dior en su casa de moda, donde trabajó hasta la muerte
de su dueño, cuando fue elegido su sucesor. Pronto, se convertiría allí en una estrella con su famosa “línea tra-
pecio” que libró a las mujeres de la tiranía de los vestidos de cintura de avispa sin perder la elegancia.
Sin embargo, los constantes desacuerdos con los propietarios de la firma lo llevaron hacia otros rumbos, hasta
que en 1961, junto a su socio comercial, abrió las puertas de su propia casa de moda.
Teniendo suma conciencia de la realidad comercial, vendía a precios accesibles ropa de excelente calidad que fa-
bricaban las experimentadas costureras de la fábrica Mendés.
Lejos de considerar ese primer intento de diversificación como una forma inferior de costura, creó un tipo espe-
cífico de moda que tenía sus propias reglas. La concurrencia de una multitud de clientas, fue lo que permitió ex-
portar el estilo y los productos, a decenas de franquicias a lo largo del mundo, todas estrictamente controladas y
sujetas a los mismos términos.
Recibiendo apoyo de los periodistas más progresistas de la época y de los personajes más famosos, reformuló la
vieja alta costura y sentó las bases del prêt-á-porter. También produjo varios escándalos, creando, entre otros
aciertos, el “Nude Look” y en 1966 lanzó el primer traje de vestir o “esmoquin”. Éste, fue una de sus grandes
creaciones adaptada de una prenda masculina.
A través de ángulos justos y proporcionados con bellas curvas, presentó una chaqueta práctica y llamativa que
hacía lucir a la mujer elegante a toda hora.
Además de la exclusividad de sus productos, toda la colección tenía una notable homogeneidad.
A pesar de su retiro en el año 2000, dejó innumerables creaciones que fueron hitos en el vestir y que hicieron de
Yves Saint Lauren el hombre que marcó la transición entre la moda de ayer y la de hoy.
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Bibliografía:
I. “El gran libro de la moda clarín”, 2010.
II. Revista Elle y Conde Nast.
III. Express-Getty Images.
IV. Gamma-Keyston-Gett Images.
V. Bill Ray-Time Life Pictures.
VI. Vogue-Conde Nast.
VII. Archives Christian Dior.
VIII. Bill Ray-Time Life Pictures.
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