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La ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se pierde,
al pasar de una clase de operación a otra, es mucho mayor de lo que
a primera vista podría imaginarse. Es imposible pasar con mucha
rapidez de una labor a otra cuando la segunda se hace en un sitio
distinto y con instrumentos completamente diferentes.
Cuando comienza la nueva tarea, rara vez se está alerta y se pone
total interés; la mente no está en lo que hace y durante algún tiempo
se distrae, y no se aplica su esfuerzo de una manera diligente.
La división del trabajo, que tanta ventajas reporta, es la
consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta
propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan
grande: la propensión a permutar, a cambiar y negociar una cosa por
otra.
Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la
amplitud de esta división de halla limitada por la extensión de aquella
facultad o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado.
Cuando este es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por
entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el
sobrante del producto de su trabajo, en exceso del propio consumo,
por la parte que necesita de los resultados de la labor de otros.
Tan pronto como de hubo establecido la división del trabajo, solo una
pequeña parte de las necesidades de cada hombre se pudo satisfacer
con el producto de su propia labor. El hombre subviene a la mayor parte
de sus necesidades cambiando el remanente del producto de su
esfuerzo, en exceso de lo que consume, por otras porciones del producto
ajeno, que necesita.
El hombre vive así, gracias al cambio convirtiéndose, en cierto modo, en
mercader, y la sociedad misma prospera hasta ser lo que realmente es,
una sociedad comercial.
Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de
cambio se vio con frecuencia cohibida y entorpecida en sus
operaciones, ya que un hombre tenía de una mercancía más de lo que
necesitaba, en tanto otro disponía de menos. El primero quería
desprenderse del sobrante, pero a veces el segundo, no contaba con
nada de lo que el primero podría necesitar. En estas condiciones era
imposible que el cambio de efectuara entre ellos.
En todos los países, resolvieron, luego de diversas selecciones, dar
preferencia para el intercambio al uso de los metales, por sobre todas
las demás mercaderías.
Es así como la moneda se convirtió en instrumento universal de
comercio en todas las naciones civilizadas, ya que las transacciones
con metales preciosos, que presentaban diferentes formas
dependiendo del lugar (lingotes, aros, placas, polvo, navajas,
cuchillos). Estos eran poco prácticos por lo cual se adoptó la forma
circular, en forma de discos de diferentes tamaños pero fácilmente
transportables.
La palabra valor tiene dos significados diferentes, a veces expresa la
utilidad de un objeto particular, y otras, la capacidad de comprar
otros bienes, capacidad que se deriva de la posesión del dinero. Al
primero lo podemos llamar «valor en uso», y al segundo, «valor en
cambio».
Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente
escaso o ningún valor en cambio, y por el contrario, las que tienen un
gran valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor
en uso o ninguno.
Por ejemplo, no hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas
se puede comprar cosa alguna ni recibir nada en cambio. Por el
contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente
se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes.
El trabajo es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes.
El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre
que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone.
Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer
de ella, o cambiarla por otros bienes son las penas y fatigas de que los
liberan.
El trabajo fue el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para
pagar y comprar todas las cosas.
Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos
los bienes, generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor.
Podemos decir que el trabajo, como los otros bienes, tiene un precio
real y otro nominal.
El precio real diríamos que consiste en la cantidad de cosas
necesarias y convenientes que mediante él se consiguen.
El precio nominal, sería la cantidad de dinero.
El trabajador es rico o pobre, se halla bien o mal remunerado, en
proporción al precio real del trabajo que ejecuta, pero no al nominal.
Parece, evidente, que el trabajo es la medida universal y más exacta
del valor, la única regla que nos permite comprar los valores de las
diferentes mercancías en distintos tiempos y lugares.

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  • 1.
  • 2. La ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se pierde, al pasar de una clase de operación a otra, es mucho mayor de lo que a primera vista podría imaginarse. Es imposible pasar con mucha rapidez de una labor a otra cuando la segunda se hace en un sitio distinto y con instrumentos completamente diferentes. Cuando comienza la nueva tarea, rara vez se está alerta y se pone total interés; la mente no está en lo que hace y durante algún tiempo se distrae, y no se aplica su esfuerzo de una manera diligente.
  • 3. La división del trabajo, que tanta ventajas reporta, es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la propensión a permutar, a cambiar y negociar una cosa por otra. Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la amplitud de esta división de halla limitada por la extensión de aquella facultad o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado. Cuando este es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, en exceso del propio consumo, por la parte que necesita de los resultados de la labor de otros.
  • 4. Tan pronto como de hubo establecido la división del trabajo, solo una pequeña parte de las necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propia labor. El hombre subviene a la mayor parte de sus necesidades cambiando el remanente del producto de su esfuerzo, en exceso de lo que consume, por otras porciones del producto ajeno, que necesita. El hombre vive así, gracias al cambio convirtiéndose, en cierto modo, en mercader, y la sociedad misma prospera hasta ser lo que realmente es, una sociedad comercial. Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de cambio se vio con frecuencia cohibida y entorpecida en sus operaciones, ya que un hombre tenía de una mercancía más de lo que necesitaba, en tanto otro disponía de menos. El primero quería desprenderse del sobrante, pero a veces el segundo, no contaba con nada de lo que el primero podría necesitar. En estas condiciones era imposible que el cambio de efectuara entre ellos.
  • 5. En todos los países, resolvieron, luego de diversas selecciones, dar preferencia para el intercambio al uso de los metales, por sobre todas las demás mercaderías. Es así como la moneda se convirtió en instrumento universal de comercio en todas las naciones civilizadas, ya que las transacciones con metales preciosos, que presentaban diferentes formas dependiendo del lugar (lingotes, aros, placas, polvo, navajas, cuchillos). Estos eran poco prácticos por lo cual se adoptó la forma circular, en forma de discos de diferentes tamaños pero fácilmente transportables.
  • 6. La palabra valor tiene dos significados diferentes, a veces expresa la utilidad de un objeto particular, y otras, la capacidad de comprar otros bienes, capacidad que se deriva de la posesión del dinero. Al primero lo podemos llamar «valor en uso», y al segundo, «valor en cambio». Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o ningún valor en cambio, y por el contrario, las que tienen un gran valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso o ninguno. Por ejemplo, no hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede comprar cosa alguna ni recibir nada en cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes.
  • 7. El trabajo es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes. El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiarla por otros bienes son las penas y fatigas de que los liberan. El trabajo fue el precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas. Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos los bienes, generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor.
  • 8. Podemos decir que el trabajo, como los otros bienes, tiene un precio real y otro nominal. El precio real diríamos que consiste en la cantidad de cosas necesarias y convenientes que mediante él se consiguen. El precio nominal, sería la cantidad de dinero. El trabajador es rico o pobre, se halla bien o mal remunerado, en proporción al precio real del trabajo que ejecuta, pero no al nominal. Parece, evidente, que el trabajo es la medida universal y más exacta del valor, la única regla que nos permite comprar los valores de las diferentes mercancías en distintos tiempos y lugares.