SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 81
Descargar para leer sin conexión
.
Judas
Siempre
Está
Dentro
Luis Zaror
La publicación de este libro
fue posible gracias al aporte de la
Corporación Cultural Municipal de Valdivia
Luis Zaror
Judas
Siempre
Está
Dentro
.
Luis Zaror  5  Cuentos
••
Prólogo
Erwin Haverbeck O.
Hay una frase ya célebre que refleja una vivencia plenamente
humana: «Yo y mi circunstancia». Esta reflexión de José Or-
tega y Gasset sintetiza un rasgo esencial de la creación artístico-
literaria y, obviamente, permite entender, comprender, vivir más
plenamente el texto elaborado por nuestro poeta valdiviano, Luis
Zaror Cornejo.
Resulta evidente que JUDAS ESTÁ SIEMPRE DENTRO muestra las
experiencias, las vivencias personales del creador. Es su visión de
la vida, de sus experiencias humanas, de su sociedad, del momento
histórico en que le correspondió vivir. Luis Zaror nos comunica su
visión del amor, del sexo, de la realidad municipal, de la política, de
la religión, de la universidad. Nos muestra una visión profunda, a
veces irónica, a veces crítica, a veces un tanto desilusionada por las
deslealtades humanas. Un aspecto interesante. Su creación litera-
ria no puede adscribirse a algún modelo tradicional. No es ni lírica,
ni narrativa, ni dramática.
Es una propuesta literaria atractiva, diferente, llamativa, origi-
nal; a veces los textos, breves, utilizando un lenguaje muy cuidado
y original, tienen rasgos narrativos, con otros más próximos al en-
sayo, junto con otras características que parecen aproximarse a un
texto lírico o a reflexiones derivados de las situaciones humanas
descritas.
Pero, por otro lado, ¡y no podría ser de otra manera!, Luis Zaror
nos muestra su visión de la sociedad, del momento histórico que
le correspondió vivir en la universidad, en la municipalidad, en la
política. Su propuesta literaria se produce en una determinada co-
munidad y nace determinada y condicionada por ella; es una crea-
ción literaria, personal y original, pero, además, condicionada por
su entorno histórico-social. El creador, y este es un rasgo esencial
de la literatura, conoce, interpreta, influye en la sociedad y ésta
Luis Zaror  6  Cuentos
••
en él. Esta inevitable articulación, vinculación entre la creación,
la visión del autor y la sociedad, le otorgan sentido, validez, tras-
cendencia al texto literario. La misión de los lectores es ineludible:
comprender, valorar los textos creados por Luis Zaror en esta do-
ble realidad: la propuesta, la intención comunicativa del autor y la
interpretación –irónica y crítica– que se hace de la sociedad, con
sus limitaciones y grandezas, con la calidad humana de algunos y
las pequeñeces y deslealtades de otros; con el altruismo y profun-
do sentido de responsabilidad social de algunos y la búsqueda del
provecho personal o de determinados grupos.
Estas breves reflexiones iniciales significan una invitación para
leer la propuesta creativa de Luis Zaror, con la seguridad que guia-
rá a los lectores a diversas y profundas reflexiones sobre nuestra
realidad humana, social, política y universitaria.
Un poco al azar, se comentarán algunas de las creaciones, con el
propósito de estimular el interés, la inquietud, quizás la curiosidad
y hasta el sentido del humor de los lectores.
En Ex‑Alumna, un profesor, después de varios años, se reencuen-
tra con una simpática y hermosa ex‑alumna. En el diálogo el profe-
sor recuerda que ella le gustaba como mujer; pero que él nunca se
involucraría con una alumna. La respuesta de la joven es ingenio-
sa, desinhibida: «Ella, sonriendo, replicó rápidamente: pero ya no
soy tu alumna». Seguramente el lector esbozará más de una sonrisa
ante la respuesta de la joven.
«El enfermo José Soto no come por culpa del administrador» es
un texto irónico, crítico, que muestra las terribles consecuencias
negativas de la burocracia, la falta de sentido de lo humano de al-
gunos profesionales. Refleja más de alguna reconocida experiencia
cotidiana. ¡Vale la pena leerlo!
«Cristianismo Estremecido» muestra una de las tantas contra-
dicciones humanas. Una persona que en la iglesia no tolera pordio-
seros hediondos, mal olientes. Le incomoda el momento del «signo
de la paz». Con un sentido crítico parafrasea la parábola: «no olvi‑
des que Jesús convirtió el agua en perfume».
En una «Conferencia» el maestro desarrolló sus mayores capa-
cidades comunicativas. Una ovación cerró la conferencia. Alguien
preguntó quien era el conferenciante: «Es un don nadie, un tal Je‑
sús, hijo de un carpintero».
Luis Zaror  7  Cuentos
••
«Felicidad Eterna» contiene una profunda ironía crítica. Un je-
suita proclamaba a varios indios que estábamos de paso por la tie-
rra, que en el otro mundo alcanzaríamos la felicidad. Un día apare-
cieron varios indios colgados para llegar más rápido a la felicidad.
La tristeza del jesuita condujo a que él también muriera («para que
él también fuera feliz»).
¿Qué se dice de la política?
Se alude a un rasgo muy frecuente: la búsqueda de figuración
social. La actitud de algunos concejales de utilizar la sección de
«varios» para solicitar apoyo a iniciativas que le permitan obtener
algunas ventajas políticas personales. Un caso irónico, crítico, se
muestra cuando un concejal, solicitando apoyo para entregar ropa
a niños recién nacidos, solicita la adquisición de «jaguares» para
niños.
También se analizan los «robos y justicia»: se sostiene que hay
ladrones inocentes de cuello y corbata; un abogado sostiene que
«Hay que robar bastante para que el ladrón salga libre y queden con
dinero él y el abogado».
Un texto que no puede olvidarse: «Fraternalmente, camarada».
Se alude a la salida del Intendente que fue evaluado por el Presiden-
te como uno de los mejores. A pesar de esta evaluación positiva, se
le solicita la renuncia gracias a la petición de un parlamentario del
partido del ex‑intendente. La ironía cruel reside en que el exquisito
Judas «ayer estuvo en mi cumpleaños».
También se formulan severas críticas a la elección de los Conse-
jeros Regionales y a la de Rector. En este último caso, en la univer-
sidad se vive una situación caótica para enfrentar la elección de
rector. El candidato a rector concurre a dialogar con el académico.
Este sostiene la necesidad de arreglar la situación de profesores ti-
tulares y adjuntos. ¿Que se percibe una baja productividad? Grupo
de arranados, sin disciplina laboral y, lo que es peor, sin conduc-
ción. «Sabe Rector?: estamos llenos de ganapanes, lo que nos falta
son maestros».
Estimado lector: lo invito a leer JUDAS ESTá SIEMPRE DENTRO,
debería generar en Ud. un conjunto de reacciones diversas que lo
obligarán a mirarse y a observar nuestra sociedad, nuestra com-
pleja y contradictoria realidad, sus luces y sombras.
.
••
Luis Zaror  9  Cuentos
••
Cerro Santa Ana
Semana Santa en Guayaquil. Gonzalo en su Chrysler
azul brillante sube el cerro Santa Ana. El puerto se ve
tranquilo. Toca su bolsillo nerviosamente. No era el dine-
ro lo que palpaba.
Detuvo el auto y subió las largas escaleras del cerro.
Había que tener piernas para eso y lo que vendría.
No importaba la hora ni el día. Tenía que ser fuera de
casa, papá estaba allá. Sólo quería sexo.
La Pilar, acostumbrada, tiró sus ropas y se preparó
para ejercer su oficio.
Gonzalo tocó a la mujer, la acarició lo necesario y co-
menzó la ancestral rutina del acto. Casi al mismo tiempo
miró hacia la ventana y vio a su misma altura la cruz del
campanario.
Siguió sus movimientos. Escuchó las campanas y per-
dió el punto. Reinició su tarea, volvió a escuchar las cam-
panas y los cantos del Jueves Santo.
Trató de abstraerse y siguió su ritmo; total, para eso
había pagado.
Miró hacia la pared y vio un poster de la Virgen María.
Por la ventana seguía escuchando los cánticos sagrados.
Sintió que su miembro se tornaba levemente blando.
Las campanas volvieron a sonar.
Luis Zaror  10  Cuentos
••
Día de los enamorados
Hijo, qué triste ha sido tu vida, primero se murió tu
hermano, ahora tu novia, pero no te preocupes,
mamá te va a ayudar y vas a salir adelante.
Como si entendiese todo, él movió su rabo y se tendió
en un rincón de la sala.
Luis Zaror  11  Cuentos
••
El enfermo José Soto no come por culpa
del administrador
José Soto viajó todo el día, para llegar al amanecer con
fiebre, sudando a medias, entre canastos y el olor a co-
midas del bus.
Lo enviaban al hospital provincial para interconsul-
ta. Sólo Dios sabe por cuántas manos pasó hasta que se
tomó la decisión de enviarlo a un especialista. Casi se sin-
tió importante: no tenía cualquier enfermedad y lo man-
daban donde los médicos de la ciudad.
Eran las ocho de la mañana y hacía una hora que es-
taba sentado en el pasillo frente al servicio, esperando.
Mientras tanto, observaba las filas que hacían los pacien-
tes desde las seis de la mañana. Siempre el auxiliar a car-
go cita a los pacientes para las ocho de la mañana, como
si los fuesen atender a todos colectivamente.
A eso de las diez llamaron al primer enfermo. José fue
atendido a las once y media, inicialmente, dejándolo en
espera para las cuatro de la tarde.
José no comía desde el día anterior. De repente sentía
esos dolores que provoca el hambre. Más todavía cuando
veía a alguien comiendo.
La auxiliar del hospital, que vino acompañándolo, só-
lo había tomado desayuno. Como derivasen a su paciente
para la tarde, habló del asunto con la jefa de enfermeras.
Luis Zaror  12  Cuentos
••
Esta, después de escucharla, decidió sabiamente que eso
era de competencia de la asistente social.
Esta mantenía aún vigentes sus postulados profesio-
nales, de ser fermento de pueblo y de lograr potenciar a la
gente para alcanzar el mayor goce de sus derechos a los
que debe y puede tener acceso.
Era como un oasis dentro de la rutina hospitalaria.
Escuchó a la auxiliar y a José mientras los observaba a
través de sus lentes. No lograba entender como la buro-
cracia se impone al buen sentido. Llenó un par de fichas
sociales e hizo un informe para el sub-director adminis-
trativo del hospital, sobre la pertinencia de dar alimenta-
ción a la funcionaria y al enfermo remitido para intercon-
sulta, y los envió donde él.
Obviamente, hubo que hacer antesala nuevamente.
El joven ingeniero comercial era elegante. Como buen
burócrata, enfermo de facha.
Tomó el informe, lo leyó sesudamente y con trazo
fuerte escribió: NO CORRESPONDE, subrayado. Algo alte-
rado, dijo con su tino y tono característicos: Este no es un
hospital de beneficencia, aquí hay que recaudar.
José recordó que la Constitución dice «salud para
todos, una obligación del Estado, un derecho de los más
desamparados», pero nadie cree en las historias del viejo
pascuero.
Por esos días el aire estaba lleno de propaganda polí-
tica para las próximas elecciones. Democracia, salud, ha-
bitación, educación, seguridad ciudadana, etc., eran las
promesas reiteradas cada cierto número de años. Como
Luis Zaror  13  Cuentos
••
si se dijese ahora sí que va la cosa.
José Soto no comió ese día.
El sub-director almorzó papas fritas, bistec, ensala-
da, postre y café. Como ejecutivo que se precie, volvió al
hospital a las 15 horas y algo más.
Luis Zaror  14  Cuentos
••
es mucha responsabilidad irse al cielo
Habían pasado varios días de su llegada al cielo. Todo
se veía bien, tranquilo, agradable y sin problemas.
Recordó las frases del responso: «Que brille para él
la luz de la eterna gloria». Y después ese contradictorio:
«Descanse en paz».
También se acordó de los discursos del cementerio,
donde se descubrió o creyeron que era casi un santo.
Sin embargo, pasada la misa del séptimo día, las co-
sas cambiaron.
Comenzó a recibir peticiones de la más diversa natu-
raleza y a cualquier hora (en la tierra se respetaban, al
menos, los horarios de oficina): peticiones para interce-
der por otros difuntos, para que se curen algunas enfer-
medades de parientes y amigos; peticiones para iluminar
a los hijos para que estudien, para casarse bien, para en-
contrar trabajo.
Fueron tantas las solicitudes, que decidió hablar con
el responsable del cielo.
—¿Qué quieres hermano?–, le dijo.
—Jefe, quiero que me mande de vuelta a la tierra.
—Pero hijo, qué absurdo es ese. Estás en el cielo, en la
vida eterna.
—Sí jefe, en la tierra siempre me dijeron que cuando
Luis Zaror  15  Cuentos
••
muriese alcanzaría el goce eterno; que nos pasaríamos en
buena compañía y mucho más. Pero desde que llegué sólo
he recibido pedidos y más pedidos: pedidos para encon-
trar trabajo, para hallar algo perdido, para recuperar la
salud, y así suma y sigue. Y todos a cualquier hora. Así no
voy a poder gozar del cielo. ¡Devuélvame a la tierra por
favor!
Luis Zaror  16  Cuentos
••
INSOMNIO
Detrás de cada familia se esconde una gran tragedia.
Tal vez, ésta sea la de Felipe. Creía y aún trataba de
creer en la alegría de vivir.
Allá abajo están las luces de la ciudad. Son las cuatro
y treinta de la madrugada. La mujer que duerme a su lado
es, aún, su esposa.
Ya no se agita con las caricias. El contacto de sus ma-
nos y sus besos se volvió rutina para ella. Tal vez, incluso
le asquee. Uno nunca sabe.
No hay nada de los deliciosos momentos de los inicios;
de la pasión de las bocas y las manos.
Hay quienes no entienden que, a través de la comu-
nión de los cuerpos, se puede llegar a descubrir el camino
del alma y que la juventud es más para los cuerpos y la
madurez para las almas.
Acurrucado en un rincón de su cama, sin tocarla
siquiera, va desarrollando, de tanto darle vueltas a las
ideas, su impotencia psicológica, después de tanto recha-
zo y olvido. Después de tanto insomnio.
Su amor murió olvidado en un aeropuerto, abando-
nado como colilla de cigarrillo, pisoteado como goma de
mascar.
Tal vez vive con un espejismo o con una persona físi-
Luis Zaror  17  Cuentos
••
camente muy parecida o está aferrado a un fantasma o
pudiera ser que se quedó en el pasado.
Por las noches, ella sueña y murmura nombres, que-
jidos en la privacidad del mundo de sus sueños, donde
puede liberarse de él, y debe ser como el sueño que tuvo
cuando estuvo al otro lado del planeta.
El viento aúlla afuera. En la oscuridad, adentro, tra-
ta de buscar en su alma la placidez del silencio. Entonces
recuerda a su padre, cuando niño, el brillo de la luz de su
cigarrillo, por las noches.
Tal vez él supo de lo duro que es ser alguien, de las
frustraciones y ambiciones que murieron prematura-
mente –pensaba como él–, lo difícil que es vivir. También
entiende, ahora, a muchos que buscan en otra parte lo
que se les niega.
Un día, a lo mejor, uno dejará al otro. Mientras tanto,
como muchas veces antes, se sigue despidiendo en esta
larga despedida que comenzó al nacer.
El suicidio debería ser una dulce solución, sin dolor,
con alegría y sin castigo. O a lo mejor, a medida que avan-
zan los años, se debería entrar en una suerte de amnesia
y de regresión endocrina.
Todo lo que amaba se ha ido muriendo, hasta la con-
fianza.
Asiste a la despedida de esas cosas. Tal vez como en la
historia de la vieja dama, su castigo sea vivir y ver proyec-
tada su amargura.
Luis Zaror  18  Cuentos
••
Murió Pedro Peredo
«Murió Pedro Peredo», anunciaba el periódico, in-
dicando la hora del funeral y la iglesia en que se
despediría al difunto.
La iglesia estaba repleta de gente. Había de todo. No
en vano Peredo había sido un concejal conocido y respe-
tado.
El cura celebró la misa. En su sermón destacó las vir-
tudes del muerto, comparándolas con un texto del evan-
gelio que habla de quienes vienen a servir y no a ser servi-
dos, ni a servirse de los demás.
Finalizado el oficio fúnebre, el hombre de la funeraria
sacó las luces para facilitar el traslado del cajón. Mien-
tras tanto, el público comenzó a colocarse a los lados del
pasillo y en doble fila fuera de la iglesia.
Entre el público, un par de viejos comenzó a abrirse
paso. Apúrate, le dijo uno al otro, colócate en primera fila
para que nos vean y no olvides colocar la tarjetas de pésa‑
me de las tías que no quisieron venir.
Luis Zaror  19  Cuentos
••
Panadería
Su alma gemela, tácitamente, sin decírselo, le estaba
avisando con sus mensajes que tenía problemas. Que
estaba iniciando una nueva experiencia.
La otra alma entendió y como sabía que en el amor no
existen jaulas, la dejó volar.
Le dijo: sé feliz, tú te lo mereces y ojalá que tu búsqueda
te lleve al encuentro de tu otra mitad.
Habló: Ve, vamos a hacer de cuentas que tú vas al ne‑
gocio de la esquina para comprar pan y demoras un poco.
Pasaron los días. Golpearon a su puerta. Era su alma
gemela de regreso.
Ella dijo: no había pan y procuré en otras panaderías y
tampoco encontré. Tengo frío y necesito acurrucarme.
Él la dejo entrar, le dio de regalo una sonrisa y cerró
la puerta.
Luis Zaror  20  Cuentos
••
Tiempo de angustia
Había pasado la Navidad, el año nuevo y las vacacio-
nes. Todo aquello que nos hace felices.
Ahora venía la Cuaresma, tiempo de angustia, que
María no lograba entender. Cada vez que entraba a la
iglesia, ese sentimiento de tortura la habitaba, la poseía
profundamente.
¿Cómo era posible que Jesús se muriese cada año?
¿Que hubiese gente tan mala que, aunque resucitase,
lo volvía a matar al año siguiente?
María recordó las tardes de domingo, en Lanco, don-
de a sus escasos seis años tenía otro conflicto, no menor,
al ver morir a algunos de los personajes en las películas
de vaqueros, y volver a verlos vivos a la semana siguiente,
en otra película.
Sin embargo, había algo difícil de entender: no tenía
problemas con ver morir a los actores.
Luis Zaror  21  Cuentos
••
Elección de rector
Esa tarde, Alberto recibió una visita inesperada. Era el
rector. Su visita era electoral, pero no se alejaba de las
visitas políticas en las que se aparece para renovar con-
trato.
—Alberto –le dijo–, como tú sabes mi intención es
postularme a un tercer periodo como rector. El motivo de
mi visita es que conozcas mis planteamientos y solicitar
tu apoyo.
Alberto, un poco incómodo, buscando las palabras
menos dolorosas, dijo:
—Rector, como usted sabe, yo nunca he estado con su
proyecto de universidad. Es más, pienso que perdió una
magnífica oportunidad de proyectar la universidad. Esta
universidad no la arregla usted ni los otros candidatos.
La deberíamos arreglar nosotros, los profesores titulares
y adjuntos, pero ya ve, un número importante de ellos es-
tá reducido a su escritorio, con una baja productividad,
muy pocos con un libro publicado y soñando en irse. Oja-
lá lo hagan luego, para que retomemos el camino. Nos he-
mos vuelto un grupo de arranados sin disciplina laboral
y, lo que es peor, sin conducción. Nos parecemos al siste-
ma de educación básica, basta entrar y después esperar
a jubilar.
Luis Zaror  22  Cuentos
••
¿Sabe Rector?: estamos llenos de ganapanes, lo que
nos falta son maestros. Y ahora, le ruego me excuse pero
en 10 minutos más tengo que dar una clase. Ha sido un
placer haberlo visto por aquí.
Luis Zaror  23  Cuentos
••
CRISTIANISMO ESTREMECIDO
Como todos los días de una Opus Dei, asistió a misa.
Sin embargo, no todo tenía olor a santidad y supe-
ración.
No toleraba esos pordioseros hediondos y mal olien-
tes a la entrada de la iglesia. Todo su cristianismo se es-
tremecía hasta los cimientos y ella lo sabía.
Peor aún cuando uno de esos pobres piojosos, sucios,
de cabellos grasientos y olor a orina vieja, se ubicaba a su
lado en el templo.
Tampoco soportaba esos curas que improvisaban su
prédica y se daban vueltas sobre la misma idea, abusando
de la paciencia y benevolencia de los feligreses.
Seguía la misa, con la consagración del pan y del vi-
no. Luego venía el Padre Nuestro y la hora crucial de su
religión, el instante en que el sacerdote decía «ahora dé‑
monos el signo de la paz».
Ella se repetía, desde antes, que cuando ese momento
llegase, no le daría la mano a aquel pordiosero. Tampoco
se atrevía a cambiarse de lugar por lo notoria que sería su
contradicción cristiana, aunque muchos estuviesen pen-
sando hacer lo mismo.
Se dijo, irritada, que no le daría el saludo de la paz.
Quizás qué cosas habría agarrado y seguro que no cono-
cía ni el agua.
Socarronamente, le dije, parafraseando la parábola:
—No olvides que Jesús convirtió el agua en perfume.
Luis Zaror  24  Cuentos
••
No corte, le van a hablar
–Aló, por favor no corte, le van a hablar.
—Aló, Sonia, por favor no cortes. Esta llamada
tiene cincuenta años de distancia.
—Sí, aló. ¿Con quién hablo?
—Sonia, por favor no cortes, si no adivinas quien soy
en dos minutos, con las pistas que te daré, sabrás quien
soy.
—Cuando llegabas al pueblo, en enero, era el primero
en pasearme frente a tu ventana.
—No. No sé quién eres. No te recuerdo.
—Tu ventana estaba sobre el garaje de la farmacia y
allí aparecías sonriendo. Tus amigas eran la Viviana, la
Marina y la Carmen.
—Sí, es cierto.
—Con tu prima, actuamos en el circo del pueblo. Yo
era el príncipe y ella la princesa.
—Sí, recuerdo eso, pero no sé quien eres.
—Tu tío, el boticario, recorría las calles del pueblo en
bicicleta, como esquivando los postes de luz, silbando
«qué será, qué será, qué será…»
—Sí, me acuerdo.
—Me fui del pueblo hace cincuenta años, primero al
seminario y después a la universidad. Tu hijo también es-
Luis Zaror  25  Cuentos
••
tuvo aquí. Siempre has estado presente. Los amigos que
te han visto, dicen que estás tan bella como antes.
—Gracias, pero no sé quién eres. Lo lamento. Adiós.
Luis Zaror  26  Cuentos
••
Coquetería
Era su cuarta intervención, aquella mañana, en distin-
tas escuelas. Cuando llegó a la última, al entrar, co-
menzó a sentir un picor en el paladar y la faringe. Luego
sintió que se ahogaba. Soltó el cigarrillo. Ya había consu-
mido unos veinte esa mañana. Corrieron sus colegas para
ayudarla. Buscó algo en su cartera, inútilmente.
Una profesora, tal vez con el mismo problema, sacó
de su bolso una bomba, se la aplicó en la boca y le dio tres
instilaciones.
Rápidamente comenzó a sentirse bien. Pasado el sus-
to, regresó al departamento de educación. Sacó los ciga-
rrillos de su cartera y le dijo a su secretaria:
—Hoy dejé de fumar.
Todos en la oficina:
—No le creemos, jefa– dijeron–, vamos a guardarlos
por si acaso.
Ella insistió, casi molesta:
—Dejé de fumar. No quiero morir ahogada y que los
curiosos miren en el cajón que estoy morada o toda viole-
ta. Al fin de cuentas, hasta muerta hay que tener un toque
de elegancia y dignidad. No va a faltar un curioso que me
va a encontrar morada y construirá su propia hipótesis
sobre la muerte.
Creo que me merezco una muerte digna. Dejé de fu-
mar.
Luis Zaror  27  Cuentos
••
Robo y Justicia
El escándalo en las oficinas de gobierno, sobre el robo
de documentos, minimizó los juicios de corrupción
previos. La guerra también opacó todo eso, en un mon-
taje noticioso.
El escándalo mostró que existían cuadrillas de cuello
y corbata, organizadas para robar. Nada de ladrones ar-
tesanales de cuchillo y revólver.
Apenas sucedió, aparecieron en acción los abogados,
para demostrar que los ladrones eran inocentes, gente de
familias distinguidas, o para crear la imagen de delin-
cuentes primerizos al entregarse, para hacerse merece-
dores de disminución de pena.
Un abogado colocó brutalmente la situación en su
verdadero contexto. Dijo:
—Hay que robar bastante para que el ladrón salga li-
bre y queden con dinero él y el abogado.
Luis Zaror  28  Cuentos
••
¿Qué nos pasa a los suecos?
Carlos y Lore hacía un tiempo que vivían en las afue-
ras de Lund. Latinoamericanos, procuraban ser
siempre gentiles. Saludaban al comienzo a todo el mun-
do, pero raramente recibían recíprocamente una res-
puesta. Comenzaban a entender aquello tan común de oír
en América, «hacerse el sueco». Sentían hasta una actitud
evasiva de parte de sus vecinos.
Una fría mañana, a poco de estar viviendo allí, vieron
venir una señora cargada de cosas, caminando con difi-
cultad, casi tambaleándose en la nieve.
Presurosos se acercaron para agarrar sus paquetes y
ayudarla a llegar a casa. Sin embargo, la mujer reaccionó
airadamente indicándoles que se alejen, que no la moles-
tasen, que se retirasen.
Carlos y Lore insistieron en ayudar, volviendo a reci-
bir la misma descarga de desconfianza.
—Señora no se moleste, sólo queremos ayudar, somos
sus nuevos vecinos.
La mujer, una pintora, se detuvo, los miró y comenzó
a llorar. Entre sollozos la escucharon decir
—¿Qué nos pasó a los suecos?
Luis Zaror  29  Cuentos
••
Inmigrante de cafetería
Todos los días me preguntan de dónde soy, como si a
alguien le importase algo.
Soy inmigrante, vivo de la explotación, la segunda
después del descubrimiento. La que aún no aceptan. Vi-
vo de allegado, duermo en una bodega y espero mi turno
para lavarme. Nos mezclaron ellos en América, con sus
genes y ahora no nos reconocen. Somos sudakas. O mejor
dicho sí: nos reconocen en sus papeles, que sólo sirven pa-
ra pasárselos por el culo y que nadie respeta.
Aquí estoy, de nuevo viendo a mis compatriotas, con
una palabra amable, deseándome éxito, con una propina
que más que pagar un servicio amable, parece limosna.
Mis compañeros son africanos. Más explotados aun. Sus
mejores rutas por las noches de Madrid son las calles de
la Gran vía, Hortaleza y Fuentalba. Allí algunos descu-
brieron su lado gay o simplemente encontraron un medio
más para subsistir.
De a poco nos comenzarán a tratar mejor, después de
todo nos reproducimos y crearemos la nueva fuerza de
trabajo. Estos ya ni fornican, menos procrean. Es parte de
su cultura, europea la llaman.
Luis Zaror  30  Cuentos
••
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Luis tenía motivos para celebrar: asumía su presiden-
te. Él había trabajado intensamente para obtener ad-
hesiones para su candidato.
Durante esa etapa de la campaña presidencial y hasta
altas horas de la noche estuvo buscando el voto, con ar-
gumentos. Como parte del equipo del diputado y desde
su puesto en organizaciones comunitarias, colaboraba
en las organización de eventos, preparando documentos,
trabajando con grupos vecinales y en muchas otras acti-
vidades. Era, como se llama en jerga política del «equipo
duro» de la campaña.
Luis tenía motivos para estar alegre. Como recono-
cimiento a su entrega y capacidad, fue propuesto por su
partido, a las nuevas autoridades, para un cargo en el go-
bierno provincial o regional.
Ese día, a las 18:25 horas, el intendente recién asumi-
do, ahijado de un senador y llegado hacía poco tiempo a
la ciudad, lo llamó a su oficina y le dijo:
—Quiero que pongas el cargo a disposición porque no
estás en los planes de mi equipo.
Ante la pregunta ¿Cuándo?, agregó:
—De inmediato.
Irónico o burlesco fue el agregado:
Luis Zaror  31  Cuentos
••
—Habla con el asesor jurídico, para que no se te per-
judique.
Recordó que aquel intendente dijo una vez: La demo‑
cracia no es solo la forma, pero la forma también importa
en la democracia. Pensó ¡Que delicadeza! También se le
vino a la memoria una de esas frases para el bronce del
senador, pero que son absolutamente desechables: A los
perdedores en política, no se les puede premiar.
Luis tenía motivos para celebrar ese día. Su familia,
lógicamente, estaba enfurecida. Fraternalmente les qui-
taron el pan. En su dolor mantenía la calma, mientras a
las 21 horas miraba en la televisión las escenas de la fies-
ta del presidente, que era su fiesta. Con dolor, con pena,
mantenía su apoyo. No se achicó.
Quien lo echaba, sin la más mínima deferencia, su
compañero de partido, había obtenido escasos votos para
su intento de ser el candidato a diputado de su colectivi-
dad. Inclusive, inicialmente, su candidato para presiden-
te había sido otro. Ahora, producto de una negociación, el
presidente lo nombraba intendente.
Le molestaba que fuesen más importantes los padri-
nos que la eficiencia preconizada por el nuevo gobernan-
te.
Ese día, Luis tenía motivos para celebrar. En el fondo
de su alma celebró: Ningún protegido o aparecido me po‑
drá privar de eso. Estoy para mucho más que «la patá y el
combo».
Luis Zaror  32  Cuentos
••
RESPONSABILIDAD
Mientras se llevaban detenido al estudiante univer-
sitario, por terrorista, se escuchó su grito: ¡Díganle
a la profesora que no podré ir a dar la prueba!
Luis Zaror  33  Cuentos
••
David Copperfield sobrepasado
–Mis queridos niños, ustedes acaban de iniciar
una de las mejores experiencias de sus vidas.
Sus padres, sabedores del nivel de este internado y de su
prestigio, decidieron traerlos aquí para hacerlos hombres
de bien.
La voz del anfitrión sonaba rimbombante, melodra-
mática, y casi creyéndose el cuento.
Claudio tenía diez años. Llegó en 1954, al internado
del pueblo, colindante con la escuela básica. El dueño era,
además, el director de la escuela, un señor de mediana
estatura, regordete, de cabellos y bigote blanco.
Claudio era un niño normal, con atención en clases,
con alegría desbordante y, a veces, no bien entendida en
el recreo. En ocasiones no trajo alguna tarea. El castigo
era tener que colocar la mano abierta para que con una
varilla de mimbre o una regla de madera se le aplicase la
pedagógica corrección. En cada varillazo sintió dolor, el
calor del castigo y hasta el verdugón de la inflamación del
área castigada. No pocas veces la varilla o regla se quebró
en su mano o en su trasero, de tantos golpes, pero jamás
lloró. No les daría ese placer.
El internado era además la casa del director. Tenía un
área adicional, donde existía un comedor, una sala de es-
tudio y un dormitorio común, para unos veinte internos.
Luis Zaror  34  Cuentos
••
A las ocho y media de la noche todo el mundo debía
estar en su cama. Claudio dejaba pasar una media hora,
para luego sentarse, discretamente, a estudiar ayudado
por la luz del farol de la calle.
La comida era de regular a mala. A veces guatitas que
olían a mierda, recuerdo que lo acompaña hasta hoy; da-
ban ganas de vomitar. Otras, la sopa de trigo mote pare-
cía salmuera; varias veces terminó comiéndose la sopa de
rodillas.
El profesor era de aquéllos que creían que la letra con
sangre entra. Su código establecía que cada falta, según
sus padrones, tenía castigo los viernes por la noche, de
tres rebencazos con un rebenque de caballo. Las reinci-
dencias eran acumulativas, de seis, nueve y doce, para
comenzar de nuevo otro ciclo.
Los viernes eran de silencio profundo. Llegada la hora
de acostarse, pasaba el director con su libreta de anota-
ciones, avisando quienes serían objeto de su pedagógico
castigo. Los castigados debían colocarse boca abajo, con
pijama o a trasero desnudo, para someterse a ser flagela-
dos. Claudio se juró que nunca lloraría ni le oirían quejar-
se. Recordaba al Meón Martínez, que tenía seis años y a
veces se orinaba en la cama. El director, parece ser, creía
fehacientemente en su método para evitar que se siguiese
orinando. El caso es que muchas veces, todavía, Claudio
cree escuchar los gritos del Meón Martínez pidiendo cle-
mencia y ver a la mañana siguiente al profesor comulgan-
do y cantando a voz en cuello, con las puntas de la camisa
doblada, notándose entre todos los fieles de la iglesia.
Luis Zaror  35  Cuentos
••
Mormones
Corría el año del Señor de 1990. Religiones por aquí,
por allá. Cada una publicitando que es la verdadera,
con argumentos a su modo.
Llaman a la puerta. Es una pareja de norteamerica-
nos: pertenecen a la Iglesia de Nuestro Señor de los Últi-
mos Días o algo así. Indican que están trabajando en la
ciudad, lo que sería una bendición, para convertir a las
personas a su religión, la única verdadera, según procla-
mó su profeta Smith.
Cometió un error: hacerlos pasar. Le hablan de su mi-
sión; parecen bien intencionados. Lo invitan a una ora-
ción y acepta. Después de mucho argumentar, comete su
segundo error: acepta una segunda sesión.
Volvieron a la semana siguiente.
Después de mucho cavilar en cómo sacárselos de en-
cima, recuerda algo de su formación inicial en el semina-
rio. Les pregunta: ¿Uds. son de esa religión que no acepta
la transfusión de sangre?
Como si les hubiese dado un mejor argumento para
seguir su labor, abundan en detalles y razones, principal-
mente porque las escrituras dirían que no hay que comer
sangre.
Se sintió en su cancha y arremetió con todo.
Luis Zaror  36  Cuentos
••
—Totalmente de acuerdo: eso de comer prietas o mor-
cillas de sangre sin duda es un acto reprobable, pero esta-
rán de acuerdo conmigo en que ese Dios en que creemos
ustedes y yo, no reprobará un acto de amor como es donar
sangre para salvar la vida de otros.
Se despidieron cortésmente. Nunca más los vio.
Luis Zaror  37  Cuentos
••
La india dormida
En las montañas de Pucón habitaba Rayen. Era alta y
destacaba entre las demás mujeres. Eso despertaba la
envidia de más de alguna. Tenía una larga y bella cabe-
llera. En la tribu, según hacia donde ondease su cabello,
vendrían los vientos y las lluvias.
Cuando se volvió mujer, encontró el amor y descuidó
el ondear de su cabellera.
Los dioses decidieron castigarla, y un día que ella des-
cansaba de sus agitados amores, la petrificaron. Allí está
ahora, tendida para siempre con sus pechos erectos y su
cabellera larga revelada en las tardes de nevazón.
Luis Zaror  38  Cuentos
••
DE REUS A BARCELONA
Subió al tren. Saludó. Largó sobre la señora de enfrente
la historia de su vida y su historial médico.
La pobre prestó atención unos diez minutos.
Luego, con la mirada perdida, deseaba que parara de
hablar.
De repente, el marido de la parlanchina le dice:
—¿Y la bolsa?
Ella dijo:
— Sabes que pierdo la memoria y tú debes encargarte
de eso. El almuerzo se lo comerá otro.
Luego él se levanta agitadamente porque no ve su ma-
leta y comienzan una discusión de viejos.
Fue el minuto que aprovechó la señora de enfrente
para escapar.
Apoyó su rostro en el hombro de su acompañante pa-
ra dormir o hacerse la dormida.
Luis Zaror  39  Cuentos
••
FELICIDAD ETERNA
El jesuita dijo a los pobres indios que estábamos de pa-
so en la tierra, que íbamos para otro mundo donde
seríamos felices, eternamente, después de morir.
Un día aparecieron varios indios colgados.
El jesuita sufría con lo sucedido y como andaba muy
triste y cabizbajo, una noche lo colgaron, para que él tam-
bién fuera feliz.
Luis Zaror  40  Cuentos
••
La viuda llora
El marido se retiró a su cuarto, pero fue inevitable es-
cuchar la conversación, a través de las delgadas pa-
redes.
—¡Ojalá que este viejo de mierda se muera luego! Que
se vaya a la cresta y no moleste más.
Mientras más escuchaba, más le dolía el alma.
Cuando murió se llevó una sorpresa.
La viuda lloraba y decía:
—Enfermo y jodido, ojalá estuviese aquí.
Luis Zaror  41  Cuentos
••
CASTIGO
El médico examinó al niño. Frunció el ceño. Escribió
la receta e indicó que debería permanecer en cama
por varios días. Sin bulla y en silencio. Sin el ruido de la
televisión ni la música.
—¡Doctor, no haga eso, por favor, que ya es mucho
castigo ser ciego!
Luis Zaror  42  Cuentos
••
FRATERNALMENTE, CAMARADA
«Acaba de caer el intendente», anunció la radio. Dije-
ron que fue por mal evaluado.
El presidente, días antes, había dicho que era uno de
sus mejores colaboradores. Igual lo cambió.
El despedido, en una entrevista, le dijo a su ex jefe:
Deme una razón para decírsela cara a cara a mis hijos.
El presidente se sorprendió. Se le borró su sonrisa y su
pedagogía política.
—Qué quieres que le haga: fue pedido por un parla-
mentario de tu partido y no puedo con eso. Necesito los
votos.
—Curioso –respondió el dimitido–, ¿cuándo fue eso?
—El jueves –respondió el presidente.
—Exquisito este Judas –dijo el ex intendente–, ayer
estuvo en mi cumpleaños.
Luis Zaror  43  Cuentos
••
Madre soltera
Sales del colegio, estás aprendiendo una nueva lección,
nadie te puede ayudar. La tienes que aprender sola.
Sales del colegio, la levadura de aprender te crece en el
vientre y el alma. Sola tienes que aprender.
Quien debió acompañarte se echó a volar.
Se necesitan dos para amar un pichón.
Luis Zaror  44  Cuentos
••
María Asunción
El periódico local anunciaba que había fallecido Doña
María Asunción, madre, cuñada, tía, abuela y bis-
abuela. Doña María Asunción fue una distinguida mili-
tante del partido de gobierno; sin embargo, o nadie lee el
periódico en ese partido o ya no les importaba la Señora.
En cambio ella, en cada fiesta familiar, hasta en el casa-
miento de sus 14 hijos hacía cuestión de enorgullecerse de
su partido y los valores que el representaba y que espera-
ba que sus hijos fuesen sus fieles seguidores.
El funeral estuvo muy concurrido. Después que el cu-
ra bendijo la urna, comenzaron los discursos. Habló el
representante de la Junta Vecinal, la presidenta del gru-
po de la tercera edad del barrio y muchos otros. Los del
partido de la señora María Asunción no aparecieron por
ninguna parte.
Eso fue imperdonable. Un descuido como ese sin duda
iba a ser cobrado a la hora de tocar la puerta y pedir los
votos. Además era una falta de delicadeza con la difunta,
que basaba su ascendiente en la población por lo que ella
representaba y el respaldo y prestigio que le daba su par-
tido. Al menos, así lo creía ella. Y eso la familia no lo iba
a perdonar.
María Asunción mueve su cabeza sonriendo.
Luis Zaror  45  Cuentos
••
Orientadora
La peruana había llegado para poder estudiar y lo lo-
gró. Al poco tiempo se transformó en orientadora,
pero era una persona frágil, y no infundía confianza a
quienes requerían de sus servicios profesionales. Vulne-
rable, fue víctima de un amor apasionado.
Su embarazo no fue nada fácil. Con hambre, durmien-
do mal, y peor vestida con un poncho que lo disimulaba
todo, cada vez se veía más débil. Llegó la hora del parto y
tuvo que correr a la posta de salud más cercana, no había
tiempo para llegar al hospital.
En medio de su prisa y sus síntomas, primero debía
rendir pleitesía a la burocracia. Sin embargo, pidió que
avisasen a su único contacto, su maestra en la univer-
sidad. A su llamada ésta corrió. La vio esperando en un
rincón oscuro de la sala, como queriendo pasar desaper-
cibida, donde respiraba agitadamente y contaba sus con-
tracciones.
—¿Cómo no me avisaste que tenías problemas?– le
dijo su maestra.
—Profesora, cómo le voy a contar mis miserias, si Ud.
es tan bonita y feliz.
A lo que ella respondió, mirando su abdomen disten-
dido como masa de pan:
—Tal vez, pero tú tienes algo que yo no puedo tener.
Luis Zaror  46  Cuentos
••
Pudo haber sido un buen sacerdote
Pudo haber sido un buen sacerdote y un mejor teólogo,
pero lo suyo estaba afuera.
Una profesora se encandiló con sus palabras y le abrió
su corazón. No era apuesto, pero sus palabras y su cultura
le abrían muchas puertas. No pasó mucho tiempo y otra
maestra le abrió sus piernas y ancló allí. Cuatro fueron
los hijos y aun así siguió su deambular, y por otra lo dejó
todo. A esa altura ya era un alcohólico en camino, lo que
se acentuaría con la soledad. Nunca un gran militante en
su partido político, pero amigo de las personas claves; fue
jefe de servicios públicos y gobernador. No destacó allí.
A su funeral no asistieron los que fueron sus subordi-
nados, ni sus compañeros de partido. Pasó a ser un alco-
hólico anónimo.
Habría sido un buen sacerdote o tal vez un mejor teó-
logo.
Luis Zaror  47  Cuentos
••
EXISTIR
Estaban sentados en torno de la mesa. El ex marido, su
amiga confidente, los hijos y su madre.
La conversación giraba alrededor del amor. Entonces
la dueña de casa dijo:
—Amar es dar gracias porque el otro existe.
—Interesante –dijo el ex marido, casi con un aire de
macho insuperable–, pero en tu caso eso no existe.
—No estés tan seguro –respondió ella–, justamente
ayer le dije eso a quien es mi pareja.
Se percibía el silencio.
La hija lo disolvió, un poco jocosamente, diciendo:
—Necesito una grabadora, urgente.
El hermano aplaudía.
Luis Zaror  48  Cuentos
••
Regreso a casa
–Estar contigo es como volver a casa.
—¿Cómo es eso?
Ella respondió:
—Entro a casa, me saco los zapatos, tiro la ropa, me
quedo desnuda de cuerpo y de alma, me siento en mi ca-
ma y me como un plato de frutas.
Cuando me tocas descubro que tengo piel.
Luis Zaror  49  Cuentos
••
Ex alumna
De repente escuchó una voz: ¿Cómo está profesor? Se
dio vuelta y vio una linda mujer. La reconoció de in-
mediato. Era una ex alumna. Se saludaron, conversaron
de cosas banales, hasta que él le dijo: Vamos a tomar un
café y hablamos.
En el transcurso de la conversación recordaron los
días en la Universidad.
—Te acuerdas –le dijo el profesor– cuando te llamé a
mi oficina, ya que corría el rumor entre los alumnos que
nosotros teníamos una relación amorosa.
—Sí recuerdo– dijo ella.
—Y recuerdas que te dije que si bien me gustabas co-
mo mujer, nunca me involucraría con alumnas.
Ella, sonriendo, respondió rápidamente:
—Pero ya no soy tu alumna.
Luis Zaror  50  Cuentos
••
Moral política
–Estamos mal –dijo Carlos–. Es una crisis de la ci-
vilización, de la humanidad. Viste lo que pasó en
la última elección de Consejeros Regionales, los hay ape-
nas con educación media, decidiendo los destinos de la
región. ¿Y quiénes tienen la culpa? Los partidos políticos
–se respondió–, que arrogantemente informan que han
colocado en ese u otro cargo a su mejor gente. Picantes,
como dijo un realista ex parlamentario de gobierno.
—Pero Carlos, no seas tan reaccionario–, le replica
José.
—¡Como que reaccionario! –exclamó Carlos–. Lo
que pasa es que te has adormecido con el lenguaje frí-
volo de los políticos de moda. Nadie defiende nada y te
dejas avasallar por quienes sistemáticamente debilitan
la convivencia social. Usan mañosamente la palabra pro-
gresista. También se es progresista cuando se evoluciona
y perfecciona lo bueno y no se lo debilita. Hay toda una
tergiversación del significado de las palabras. Cada vez
se prostituye su sentido. No hay nada más prostituido que
las palabras.
—Estás exagerando, Carlos, tienes que ser más pro-
gresista, no ser tan reaccionario.
—Ves, ves –replicó Carlos–, tú también con ese len-
Luis Zaror  51  Cuentos
••
guaje. Te has fijado que ahora las mujeres de los políticos,
que antes no salían de su casa, son concejales, alcalde-
sas y hasta diputadas. Viste la información de un país
cercano donde el nepotismo es lo normal. Señoras de
ministros, de quienes llegaron al poder para defender al
pueblo, contratadas como asesoras de otros ministros.
Diputados o concejales, con dinero para 20 cargos, donde
se contrata a la mujer, los hijos y otros que nunca han tra-
bajado y que sólo aparecen en la planilla de sueldos. Esos
son nuestro impuestos en acción. ¡Qué burla! Y parece
que vamos para allá también nosotros.
—Estás llevando las cosas al límite, casi caricaturi-
zando lo que sucede.
—Nada de eso. ¿Qué te parece el escándalo de la Di-
rección de deportes? ¿Te acuerdas cuando uno de nues-
tros concejales dijo que esas reparticiones eran verdade-
ras cajas electorales? Y viste cuando los sorprendieron
justificando gastos electorales con facturas de empresas
fantasmas y después encubren la figura del delito con la
explicación de que fue un error involuntario o que no sa-
bían qué había sucedido y, lo que es peor aun, un parla-
mentario justificándose porque a su juicio todos hacían
lo mismo. Me recordé de Kalil Gibran Kalil, cuando dice
«Siete veces he odiado mi alma», y en la cuarta dice: «Por‑
que me justifiqué diciendo que todos hacían lo mismo».
Carlos continuó, casi con rabia:
—¡Como que caricatura! ¿Acaso no eres capaz de ver
lo que pasa? ¿Acaso no sabes que en la última elección de
concejales fueron electos al menos dos para los cuales el
Luis Zaror  52  Cuentos
••
cargo es su modo de sobrevivir.
—Bueno, bueno, tienes razón en eso. Sin duda es ver-
gonzoso lo que pasó.
—Y qué decir de la droga en los colegios, si parece que
mientras más campañas se hacen, hay más drogadictos.
Las campañas son el mejor signo del fracaso de las polí-
ticas mal llevadas.
—¿Me vas a decir, Carlos, que nunca probaste un pito
o no diste una jalada?, esa no te la creo. Aunque te parez-
ca de dinosaurio, nunca. ¿Sabes por qué?
—No, ¿ por que?
—Porque me formé en la generación que creía que el
vencerse a sí mismo no era una frustración, sino una ma-
nera de ser mejor.
—A propósito, ¿viste ese pordiosero jorobado que ins-
piraba lástima tirado en la calle y le iba bien con la limos-
na? Un periodista lo siguió y consiguió ser invitado a su
casa; la sorpresa fue tamaña cuando el limosnero le ofre-
ció una copa de whisky a elegir de las diferentes marcas
que tenía en su bar.
—No sigas, Carlos –dijo José–, sin duda algo anda
mal.
Luis Zaror  53  Cuentos
••
FEMINISMO
–¿Oíste que la ministra viajó al sur? Pidió reunirse
sólo con empresarias mujeres. Obviamente, si eso
lo hubiese hecho un ministro hombre el grito se habría
escuchado en todas partes: ¡Discriminación!
¿Y leíste que, días atrás, los diarios españoles expre-
saban su protesta de igual manera ante una cena organi-
zada por el gobierno español en honor de una presidenta?
Protestaron porque la igualdad no la entendían como
discriminación y ponían como ejemplo una pregunta: ¿Si
el presidente hubiese sido un negro o un gay la cena sería
con puros negros o sólo con gays?
La discriminación, falsamente llamada positiva, tie-
ne implícito considerar inferiores a quienes se pretende
beneficiar y, por otra parte, da espacio para que medio-
cridades oportunistas reclamen espacios que no serían
capaces de ganar por mérito y capacidad.
Sólo voy a creer en la democracia y en la igualdad de
oportunidades cuando nombren en un cargo de impor-
tancia a una mujer tonta.
Y para sellar su argumentación, exclamó:
—Eso del feminismo debió inventarlo un hombre,
así nos creemos el cuento de que somos madres, jefas de
hogar, amantes, compañeras y además profesionales efi-
Luis Zaror  54  Cuentos
••
cientes y a la par con los hombres y con tarjeta de crédito
para pagar tus cuentas. El feminismo sólo pudo inventar-
lo un hombre.
Su amiga la miraba incrédula, no lograba reponerse
de tan personal perspectiva, pero no fue suficiente. No
repuesta aun de la sorpresa, la otra siguió:
—Lo único que quiero es llegar a casa y tener alguien
que me cuide, que compre las cosas, no tener que trabajar
y poder acurrucarme para ser acariciada.
Luis Zaror  55  Cuentos
••
Profesora abandonada
–Lo que quiero plantearle, señora Directora, es un
problema que me tiene muy complicada.
—Por favor, colega, sea directa y sin rodeos, ambas
tenemos poco tiempo.
La profesora era más bien fea y además mantenida
por un oficinista, arrancado de la pobreza, que en busca
de estatus se hizo masón, pero sin renunciar a su añejo
ideal marxista destruido.
—Bueno, sucede que mi colega se ha ido a vivir con
mi hombre y, como usted comprenderá eso no lo puedo
aceptar y necesito de su ayuda.
La Directora no salía de su asombro, pero con esa
calma que la caracterizaba en situaciones como esas, le
preguntó con falsa ingenuidad:
—¿Y cómo espera que la ayude?
—Bueno –dijo, reacomodándose en su asiento–, ob-
viamente trasladándola a una escuela rural y además ha-
ciéndole ver su mal proceder.
Ahí fue cuando la directora no aguantó más y le re-
plicó:
—Si mal no recuerdo, usted también vivía con el hom-
bre de otra colega y amiga suya. Supongo que esperaba
que en esa ocasión yo tomase la misma decisión que aho-
Luis Zaror  56  Cuentos
••
ra me pide. Vamos a dejar las cosas en claro. Y de una vez.
Y prosiguió con su mejor sonrisa:
—Con quien se meta en la cama es su problema, sus
conductas son su problema, pero no mezcle su vida per-
sonal con su trabajo docente.
Y siguió hablando con una voz casi dulce.
—No sea de esas que andan todo el día predicando
con la Biblia en la mano, pero cuando se acuestan la cie-
rran. No olvide que se espera que seamos modelos, pero
tengamos dignidad cuando se trata de diecisiete centí-
metros de ternura. Espero que nos hayamos entendido.
Puede irse.
Luis Zaror  57  Cuentos
••
SOLICITUD Y PROMESA
Sentada en la cama, protegiendo su desnudez, ella le
pidió tres cosas:
—Nunca trates de cambiarme.
—No me tomes como parte de tu propiedad
—No tengas proyecto de futuro conmigo, que no sea
el resto de la tarde.
Él le respondió:
—Que nunca trataría de cambiarla, porque dejaría de
ser lo que ama.
—Que nunca la consideraría un objeto personal, por-
que lo que quiere es una compañera.
—El último pedido fue el más difícil, pero le dijo que
trataría de prolongar infinitamente la tarde.
Ella le prometió en cambio:
—Que nunca le haría daño.
—Que siempre sería muy leal, una palabra y conteni-
do que adoraba
—Y que habría muchas tardes. Así, la tendría siempre
que la necesitase.
Luis Zaror  58  Cuentos
••
Paseo
Los niños salieron de clases en orden, hacia el exterior
del edificio. Sintieron el ruido del motor del minibus
y se alocaron rápidamente.
—¡Profesora, yo quiero ir adelante! ¡No, profesora,
ahora me toca a mí ir adelante! –gritaban otros.
El chofer no entendía nada con esos niños ciegos.
Luis Zaror  59  Cuentos
••
¿Me convida una cerveza?
–¿Me convida una cerveza?
Miró al rubio pidiendo limosna. Le chocó. No es-
taba acostumbrado. Su estereotipo de limosnero era un
andrajoso de piel morena, casi analfabeto. Claro está que
en España había visto limosneros vestidos como él, con la
mano estirada. Sintió un escalofrío inmenso.
Por curiosidad lo invitó.
Hablaron largas horas sobre la vida. Finalmente llegó
la hora de la despedida.
El pordiosero le dijo:
—Aquí no puedes ser pobre. Si lo soy, me dan una ca-
sa. Si quiero vivir en la calle, no puedo. Está todo ordena-
do y desinfectado, todo aséptico. ¡Por fin encontré un ser
humano!
Luis Zaror  60  Cuentos
••
Día Internacional de la Mujer
–Acto seguido, procederemos a homenajear a la
señora Marta María Flores. La Señora Flores es
una destacada militante del partido y en los cargos que
ha desempeñado ha desarrollado una fructífera labor que
nos honra a todos. Largo sería enumerar sus atributos, a
los que además acompaña su belleza.
Y el locutor oficial procedió, entre zalameras inflexio-
nes de voz, a leer un largo e inflado curriculum que con-
tribuía a crear el mito.
—Por favor, señora Flores, tenga la bondad de acer-
carse al estrado.
La sala olía a una mezcla de colonias finas y baratas.
Lentamente se acercó al escenario, con una sonrisa so-
carrona.
Mientras lo hacía y recibía un inútil galvano más, de
esos que algunos mandan colgar en un lugar privilegiado
de su casa, pensaba: ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?
Recordó la imagen del día anterior en la televisión:
una diputada decía que el país va a cambiar, desde ahora,
porque tiene una mujer como presidenta de la Cámara de
Diputados. ¿Será que la parlamentaria se creía ese chiste?
Y lo más divertido fue que los honorables diputados que
acompañaban la escena, detrás de ella, cínicamente, pu-
sieron cara de solidarios.
Luis Zaror  61  Cuentos
••
En su ironía, también pensó: Este cuento me lo voy a
creer cuando nombren un hombre inteligente en un cargo
importante.
Le molestaba profundamente la llamada discrimina-
ción positiva, que más bien consideraba una discrimina-
ción electoral, para ganarse al segmento femenino. Una
concesión para las mediocres, una ofensa a su inteligen-
cia, ya que nunca se sintió discriminada
Su ironía llegó al máximo cuando pensó: Estamos ce‑
lebrando el día de la mujer, para atender a los hombres el
resto del año. Me gustaría tanto, ser mujer del siglo 19, y
tener un hombre que me cuide y no tener que preocuparme
por trabajar. Eso del feminismo lo debe haber inventado un
hombre o mejor una lesbiana en su rol de macho.
Se dijo: No soy machista ni feminista. Mi categoriza‑
ción de los seres humanos es otra.
Recibió su galvano, su ramo de flores y con un muchas
gracias retornó a su asiento.
Luis Zaror  62  Cuentos
••
CONVERSANDO CON YO MISMA
Sus relaciones estaban cada vez más deterioradas. Ella
hacía hincapié que no buscaba sexo. Quería cariño,
respeto, un diálogo adecuado y compartir las horas sin
sobresaltos. Agregaba que cuando pasasen los años, se
iba a buscar un viejo, para cuidarlo y conversar.
Una mañana, entró violentamente una mujer a su
oficina, con el subterfugio de que quería venderle jabón,
o sea limpieza, no sólo externa, y usando como ancla el
siguiente argumento: que el hombre con el que estaba te-
niendo un caso, era su hombre.
Que ese hombre era un energúmeno, que la llamaba
siempre, que hacía poco habían tenido sexo. Que no era
verdad que hubiese terminado con ella. Y todo eso dicho
compulsivamente.
La señora se quedó helada, palideció, lo cual aprove-
chó la otra para arremeter de nuevo.
—¡Ve! Se asustó, usted no imagina como es ese in-
dividuo. Es perverso. No se detiene ante nada con tal de
conseguir lo que quiere y después establece relaciones
por años. Ve lo que hacemos las mujeres, solas, por unos
centímetros de cariño.
No había duda, desde el otro lado del escritorio la
señora trataba de ordenar su cabeza. Ella había tenido
Luis Zaror  63  Cuentos
••
otros hombres antes, pero nunca había enfrentado una
situación como la que estaba viviendo. Pero algo morboso
la llevó a seguir escuchando. ¿Sería cierto que la persona
que amaba era aquella que le estaban describiendo?
Lívida aun, le pidió a la mujer que se retirara. Esta en-
tendió que se había excedido y debía partir, agregando un
patético: Siempre será mío, aunque esté con otras.
Se quedó sola en su oficina, respiró profundo y llamó
a su amado.
—Quiero que pases por mi oficina; estuvo aquí una
loca que me dijo una enorme cantidad de cosas sobre ti,
que espero no sean ciertas.
Conversaron largamente. Él no negó situaciones an-
teriores con aquella mujer, pero obviamente la construc-
ción mitómana que esta había hecho, estaba lejos de ser
la verdad.
—No –dijo–, voy a tener que conversar esto con al-
guien. Es mucho para soportarlo sola.
Al día siguiente, ella llamó temprano. Le dijo:
—Encontré una amiga inteligente, yo misma. Mira,
le dije, mira yo misma, este es un sentimiento que si va a
morir va a ser de muerte natural y no por asalto. Conversé
mucho con yo misma y ella me dijo que era culpable de
haberla escuchado.
Luis Zaror  64  Cuentos
••
HISTÓRICOS
Los llamaban los históricos. Eran un grupo de funcio-
narios de carrera, que habían asumido claramente su
rol de permanentes al interior del municipio.
Inclusive, a veces eran explícitos al decir que ellos
eran permanentes, que el alcalde y su equipo de confian-
za eran aves de paso. No dejaban de tener razón.
Esta situación complicaba a cada nueva alcaldía que
se instalaba. Más aun cuando esos equipos no tenían cla-
ra visión de lo que era ejercer el poder y de los errados
cálculos electorales que acompañaban a cada decisión.
En la última reunión del concejo municipal, en la sec-
ción reservada, el alcalde expresó los problemas que, a su
juicio, generaba a él y su equipo ese tipo de funcionarios.
El diálogo giró en torno a diferentes ponencias; al-
gunos defendiendo a los funcionarios porque eran de su
partido o por simple amistad, otros pidiendo ver la eva-
luación de estos, si es que la había.
Fue el turno del último concejal, el que no iba a la re-
elección. Con voz firme dijo:
—Alcalde y colegas, lamentablemente, por la estruc-
tura de la ley, fuimos elegidos para administrar la ciudad,
no para gobernarla.
Cuando el alcalde encarga una tarea a su equipo o a
Luis Zaror  65  Cuentos
••
los funcionarios bajo su autoridad, ya sea para una sema-
na, dos o un mes más, y esa no se cumple, ese funcionario
no sirve y debe irse o al menos registrar en su hoja de vida
una evaluación negativa.
Como decía, usted fue elegido para administrar la
comuna. En el ejercicio del poder se debe tener claras al
menos cuatro cosas. Primero: que no se puede satisfacer
al cien por ciento. Cuando eso está claro, nunca tendrá
miedo de tomar decisiones y podrá gobernar. Segundo:
funcionario de confianza que no construye la imagen
del jefe, haciendo sus tareas, no sirve. Tampoco se trata
de que anden como la barra del Boca Juniors, tocando el
bombo todo el tiempo. Tercero: lo que no se sabe no exis-
te, por lo tanto debe tener un adecuado y eficiente equipo
periodístico. Hubo un alcalde que, según él, construyó
diez escuelas, pero le dije que nadie lo ubicaba como el
alcalde de la educación. Y cuarto: en el ejercicio del poder
nunca se debe confundir la amistad y los calzones. Roma
se perdió por un calzón. Si no, pregúntele a Marco Anto-
nio y Cleopatra. El león nunca come cerca de su cueva.
Luis Zaror  66  Cuentos
••
LOS NIÑOS HACEN LO QUE VEN
Escuchó ruidos en un cuarto: se asomó. Era su hija agi-
tando violentamente una muñeca, mientras le grita-
ba:
—¡Me tienes «histórica»!
Luis Zaror  67  Cuentos
••
Nueva justicia
El mapuche estaba sentado en el sitio de los acusados.
A pesar de su horrible crimen, tenía derecho a aboga-
do defensor.
El juez le preguntó su nombre. Luego su fecha de na-
cimiento y el número de su cédula de identidad. El pobre
preguntó que era eso.
Nunca había salido del villorrio donde vivía en los fal-
deos cordilleranos.
Su crimen fue horrible. Mató a la machi, empalándola
a través de la vagina. Era el método que él conocía para
librarse del mal de ojo que suponía ella le había echado.
Los jóvenes estudiantes de derecho sintieron náuseas
con la descripción y la vista del video y fotos de la occisa.
Al acusado, el crimen le dio identidad, y conoció las
calles de la capital provincial.
Luis Zaror  68  Cuentos
••
CONFERENCIA
La conferencia había sido todo un éxito. El expositor
había desplegado toda la sabiduría que mostraba el
maestro que era.
Una ovación sostenida cerró la conferencia. Sin em-
bargo, entre el público había unos que murmuraban.
Una persona que asistía al evento, desconcertada por
la insidia, les preguntó: ¿Quién es ese? Uno de los murmu-
radores le respondió: Es un don nadie, un tal Jesús, hijo de
un carpintero.
Luis Zaror  69  Cuentos
••
Colostomía
Cuando despertó, descubrió que le habían hecho una
colostomía.
Un poco más tarde, con la cabeza despejada, tuvo un
pálpito de de culo: su trasero no le serviría nunca más.
Lo peor fue que ya no habría esos momentos de priva-
cidad donde descansaba y leía el periódico.
Aún así seguía intentándolo.
Luis Zaror  70  Cuentos
••
Poncio Texas
El presidente despierta en la noche, agitado. Su mujer
también, ambos con la misma pesadilla: el rostro
inocente de Alí, con sus diez años y sus brazos y piernas
amputadas por la guerra.
Abren un sobre y otra vez la imagen del niño, impresa,
y la frase Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo.
La televisión muestra al niño hablando. No cercena-
ron sus sueños.
Vuelve a dormir el Presidente.
Lo despierta nuevamente su mujer. Ella le dice:
—Tuve un sueño: vi un niño inocente mirando tu ca-
ra. Cuando te lavaste las manos, la televisión mostró que
el agua estaba roja.
Luis Zaror  71  Cuentos
••
Paraísos migratorios
Era tan bueno el paraíso comunista que construyeron
una muralla, para que nadie lo abandonara o se fuera
por error.
Pero eso se volvió un acto egoísta que no permitía a
los de fuera entrar al paraíso a conocer las maravillas y
contárselas al resto.
En la ciudad santa el muro fue más alto: el egoísmo
fue mayor, nadie podría fugarse ni entrar, ni tampoco
mirar a la distancia.
En Cuba no necesitan muralla: la isla es un paraíso
rodeado de mar, vigilado por tiburones.
Luis Zaror  72  Cuentos
••
Propiedad intelectual
El juez que debe dictar sentencia, compra en la feria CD
piratas.
Luis Zaror  73  Cuentos
••
Suplemento literario
Los escritores de izquierda se buscan todos los domin-
gos en el diario El Mercurio.
Luis Zaror  74  Cuentos
••
Sentencia
¿Cómo pruebo que a esa tontona –con su coeficiente
intelectual por el suelo, que va a inspirar lástima–,
le gusta el hueveo y van a condenar a mi representado por
caliente y aceptar la invitación?
Luis Zaror  75  Cuentos
••
El último vitalicio
Después de 45 años de dirigir el grupo, uno de los
miembros le dijo:
—Hagamos elecciones.
Le respondió:
—Aún no es tiempo.
Luis Zaror  76  Cuentos
••
Error de fondo
Estaba redactando su informe. Se equivocó. Escribió
el vocablo Dios en vez de días. Colocó el cursor sobre
la palabra equivocada y apareció una pregunta: «¿Desea
eliminarlo?»
No se atrevió: lo envió a reciclaje.
.
.
Cerro Santa Ana  9
Día de los enamorados  10
El enfermo José Soto no come por
culpa del administrador  11
Es mucha responsabilidad irse al
cielo 14
Insomnio 16
Murió Pedro Peredo  18
Panadería   19
Tiempo de angustia  20
Elección de rector  21
Cristianismo estremecido  23
No corte, le van a hablar  24
Coquetería   26
Robo y justicia  27
¿Qué nos pasa a los suecos?  28
Inmigrante de cafetería  29
La otra cara de la moneda  30
Responsabilidad 32
David Copperfield
sobrepasado 33
Mormones 35
La india dormida  37
De Reus a Barcelona  38
Felicidad eterna  39
La viuda llora  40
Castigo 41
Fraternalmente, camarada  42
Madre soltera  43
María Asunción  44
Orientadora 45
Pudo haber sido un buen
sacerdote 46
Existir 47
Regreso a casa  48
Ex alumna  49
Moral política  50
Feminismo 53
Profesora abandonada  55
Solicitud y promesa  57
Paseo 58
¿Me convida una cerveza?  59
Día Internacional de la
Mujer 60
Conversando con yo misma  62
Históricos 64
Los niños hacen lo que ven  66
Nueva justicia  67
Conferencia 68
Colostomía 69
Poncio Texas  70
Paraísos migratorios  71
Propiedad intelectual  72
Suplemento literario  73
Abogado defensor  74
El último vitalicio  75
Error de fondo  76
Contenido
Prólogo, Erwin Haverbeck  5
Esta primera edición, en 500 ejemplares, de
Judas Siempre Está dentro
de
Luis Zaror,
se terminó de imprimir en Valdivia
en Febrero de 2011
en los talleres de Imprenta América,
☎ (63) 212003, info@iamerica.cl
para Ediciones Kultrún,
☎ (09) 873 5924,  653,
e.kultrun@gmail.com
Valdivia, Chile.
Diseño y cuidado de la edición a cargo de
Ricardo Mendoza Rademacher.
Todos los derechos reservados.
Se autoriza su reproducción parcial
para fines periodísticos,
debiendo mencionarse la fuente editorial.
© Luis Zaror Cornejo, 2011.
RPI 200.978 / 02.02.2011.
••
Luis Zaror (1943),
Tecnólogo Médico, M.
Sc. y Dr. en Ciencias,
es profesor de Micro-
biología de la Universi-
dad Mayor (sede Temu-
co), ex profesor de la
Universidad Austral
de Chile, y autor de nu-
merosas publicaciones
científicas. Miembro fundador del grupo liter-
ario Trilce, y miembro del directorio de la Cor-
poración Cultural Municipal de Valdivia. Apa-
rece antologado en Antología del Grupo Trilce
(1964), poesía chilena 1960-1966; en la antología
Doce Poetas Chilenos de Origen Árabe (1993),
edición bilingüe español‑árabe, publicada en
Egipto; y en el año 2000 en Poesía Universitaria
de Valdivia, Antología.
En 1988 publica Primer Diálogo; en 1991, Ar-
chipiélago de Palabras; en 1995, Fractales,
en el 2000, Candil; y Búsqueda en 2001.

Más contenido relacionado

La actualidad más candente (16)

Dossier "Maggie & Maggy" de La Ida
Dossier "Maggie & Maggy" de La IdaDossier "Maggie & Maggy" de La Ida
Dossier "Maggie & Maggy" de La Ida
 
Sujeto fugado
Sujeto fugadoSujeto fugado
Sujeto fugado
 
La otra guerra
La otra guerraLa otra guerra
La otra guerra
 
Yo, claudia
Yo, claudiaYo, claudia
Yo, claudia
 
Una mujer, una historia. historia de colombia, con visión de mujer
Una mujer, una historia. historia de colombia, con visión de mujerUna mujer, una historia. historia de colombia, con visión de mujer
Una mujer, una historia. historia de colombia, con visión de mujer
 
Cristina cuenca proyecto de la asignatura
Cristina cuenca proyecto de la asignaturaCristina cuenca proyecto de la asignatura
Cristina cuenca proyecto de la asignatura
 
Reporte de lectura: "Égloga de Plácida y Vitoriano".
Reporte de lectura: "Égloga de Plácida y Vitoriano".Reporte de lectura: "Égloga de Plácida y Vitoriano".
Reporte de lectura: "Égloga de Plácida y Vitoriano".
 
Las primas
Las primasLas primas
Las primas
 
Episodio uno
Episodio unoEpisodio uno
Episodio uno
 
Rev Encuentros Nueva Epoca3 1 S2009
Rev Encuentros Nueva Epoca3 1 S2009Rev Encuentros Nueva Epoca3 1 S2009
Rev Encuentros Nueva Epoca3 1 S2009
 
Una vida, varias vida
Una vida, varias vidaUna vida, varias vida
Una vida, varias vida
 
Donde esta el presidente
Donde esta el presidenteDonde esta el presidente
Donde esta el presidente
 
En el mismo hechizo de san secario
En el mismo hechizo de san secarioEn el mismo hechizo de san secario
En el mismo hechizo de san secario
 
Relato actual
Relato actualRelato actual
Relato actual
 
Leyendas
LeyendasLeyendas
Leyendas
 
Perfiles y secuencias
Perfiles y secuenciasPerfiles y secuencias
Perfiles y secuencias
 

Similar a Libro luis zaror judas siempre está dentro

LA MUERTE EN EL IMAGINARIO SANTAELENENSE
LA  MUERTE  EN EL  IMAGINARIO  SANTAELENENSELA  MUERTE  EN EL  IMAGINARIO  SANTAELENENSE
LA MUERTE EN EL IMAGINARIO SANTAELENENSEoscar jose Méndez
 
Presentacion mirar con inocencia
Presentacion mirar con inocenciaPresentacion mirar con inocencia
Presentacion mirar con inocenciaisaura trejos
 
Rummie Quintero: No soy trans
Rummie Quintero: No soy transRummie Quintero: No soy trans
Rummie Quintero: No soy transYeniter Poleo
 
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresiones
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, TransgresionesObsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresiones
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresionesberoiza
 
Vustabmanga79126420120709141251
Vustabmanga79126420120709141251Vustabmanga79126420120709141251
Vustabmanga79126420120709141251Ismael Nova
 
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS"
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS" Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS"
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS" Jose Aguirre
 
El orden natural carlos alberto sacheri
El orden natural   carlos alberto sacheriEl orden natural   carlos alberto sacheri
El orden natural carlos alberto sacheriLeonardo Rodriguez
 
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...Catalina Uribe
 
Lazarillo , Primera Novela Moderna
Lazarillo , Primera Novela ModernaLazarillo , Primera Novela Moderna
Lazarillo , Primera Novela Modernatonera
 
Contenido cientifico secuencia 3
Contenido cientifico secuencia 3Contenido cientifico secuencia 3
Contenido cientifico secuencia 3Paty Rojas
 
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1nidree
 
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1nidree
 
Corredor Mediterráneo
Corredor MediterráneoCorredor Mediterráneo
Corredor MediterráneoIsa Rezmo
 
Clase 9 Corrección Perfiles
Clase 9 Corrección PerfilesClase 9 Corrección Perfiles
Clase 9 Corrección PerfilesCarina Novarese
 
Oscar lewis los hijos de sanchez
Oscar lewis   los hijos de sanchezOscar lewis   los hijos de sanchez
Oscar lewis los hijos de sanchezEsperanza Molina
 

Similar a Libro luis zaror judas siempre está dentro (20)

LA MUERTE EN EL IMAGINARIO SANTAELENENSE
LA  MUERTE  EN EL  IMAGINARIO  SANTAELENENSELA  MUERTE  EN EL  IMAGINARIO  SANTAELENENSE
LA MUERTE EN EL IMAGINARIO SANTAELENENSE
 
Presentacion mirar con inocencia
Presentacion mirar con inocenciaPresentacion mirar con inocencia
Presentacion mirar con inocencia
 
Rummie Quintero: No soy trans
Rummie Quintero: No soy transRummie Quintero: No soy trans
Rummie Quintero: No soy trans
 
Él era como un buen libro
Él era como un buen libroÉl era como un buen libro
Él era como un buen libro
 
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresiones
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, TransgresionesObsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresiones
Obsenidad: Cuerpos, Discursos, Transgresiones
 
Vustabmanga79126420120709141251
Vustabmanga79126420120709141251Vustabmanga79126420120709141251
Vustabmanga79126420120709141251
 
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS"
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS" Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS"
Comentario literario "COLGADO DE LOS TOBILLOS"
 
El orden natural carlos alberto sacheri
El orden natural   carlos alberto sacheriEl orden natural   carlos alberto sacheri
El orden natural carlos alberto sacheri
 
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...
‎"El cuerpo presente de Jaime Galté Carré: entre el positivismo y la voz...
 
La posada del silencio nº 67, curso v
La posada del silencio nº 67, curso vLa posada del silencio nº 67, curso v
La posada del silencio nº 67, curso v
 
Lazarillo , Primera Novela Moderna
Lazarillo , Primera Novela ModernaLazarillo , Primera Novela Moderna
Lazarillo , Primera Novela Moderna
 
Contenido cientifico secuencia 3
Contenido cientifico secuencia 3Contenido cientifico secuencia 3
Contenido cientifico secuencia 3
 
El discurso que no será
El discurso que no seráEl discurso que no será
El discurso que no será
 
Libro barcos anclados en poemas
Libro barcos anclados en poemasLibro barcos anclados en poemas
Libro barcos anclados en poemas
 
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
 
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
 
Corredor Mediterráneo
Corredor MediterráneoCorredor Mediterráneo
Corredor Mediterráneo
 
Clase 9 Corrección Perfiles
Clase 9 Corrección PerfilesClase 9 Corrección Perfiles
Clase 9 Corrección Perfiles
 
Ficha de lectura Un viejo que leía novelas de amor
Ficha de lectura Un viejo que leía novelas de amorFicha de lectura Un viejo que leía novelas de amor
Ficha de lectura Un viejo que leía novelas de amor
 
Oscar lewis los hijos de sanchez
Oscar lewis   los hijos de sanchezOscar lewis   los hijos de sanchez
Oscar lewis los hijos de sanchez
 

Libro luis zaror judas siempre está dentro

  • 2. La publicación de este libro fue posible gracias al aporte de la Corporación Cultural Municipal de Valdivia
  • 4. .
  • 5. Luis Zaror  5  Cuentos •• Prólogo Erwin Haverbeck O. Hay una frase ya célebre que refleja una vivencia plenamente humana: «Yo y mi circunstancia». Esta reflexión de José Or- tega y Gasset sintetiza un rasgo esencial de la creación artístico- literaria y, obviamente, permite entender, comprender, vivir más plenamente el texto elaborado por nuestro poeta valdiviano, Luis Zaror Cornejo. Resulta evidente que JUDAS ESTÁ SIEMPRE DENTRO muestra las experiencias, las vivencias personales del creador. Es su visión de la vida, de sus experiencias humanas, de su sociedad, del momento histórico en que le correspondió vivir. Luis Zaror nos comunica su visión del amor, del sexo, de la realidad municipal, de la política, de la religión, de la universidad. Nos muestra una visión profunda, a veces irónica, a veces crítica, a veces un tanto desilusionada por las deslealtades humanas. Un aspecto interesante. Su creación litera- ria no puede adscribirse a algún modelo tradicional. No es ni lírica, ni narrativa, ni dramática. Es una propuesta literaria atractiva, diferente, llamativa, origi- nal; a veces los textos, breves, utilizando un lenguaje muy cuidado y original, tienen rasgos narrativos, con otros más próximos al en- sayo, junto con otras características que parecen aproximarse a un texto lírico o a reflexiones derivados de las situaciones humanas descritas. Pero, por otro lado, ¡y no podría ser de otra manera!, Luis Zaror nos muestra su visión de la sociedad, del momento histórico que le correspondió vivir en la universidad, en la municipalidad, en la política. Su propuesta literaria se produce en una determinada co- munidad y nace determinada y condicionada por ella; es una crea- ción literaria, personal y original, pero, además, condicionada por su entorno histórico-social. El creador, y este es un rasgo esencial de la literatura, conoce, interpreta, influye en la sociedad y ésta
  • 6. Luis Zaror  6  Cuentos •• en él. Esta inevitable articulación, vinculación entre la creación, la visión del autor y la sociedad, le otorgan sentido, validez, tras- cendencia al texto literario. La misión de los lectores es ineludible: comprender, valorar los textos creados por Luis Zaror en esta do- ble realidad: la propuesta, la intención comunicativa del autor y la interpretación –irónica y crítica– que se hace de la sociedad, con sus limitaciones y grandezas, con la calidad humana de algunos y las pequeñeces y deslealtades de otros; con el altruismo y profun- do sentido de responsabilidad social de algunos y la búsqueda del provecho personal o de determinados grupos. Estas breves reflexiones iniciales significan una invitación para leer la propuesta creativa de Luis Zaror, con la seguridad que guia- rá a los lectores a diversas y profundas reflexiones sobre nuestra realidad humana, social, política y universitaria. Un poco al azar, se comentarán algunas de las creaciones, con el propósito de estimular el interés, la inquietud, quizás la curiosidad y hasta el sentido del humor de los lectores. En Ex‑Alumna, un profesor, después de varios años, se reencuen- tra con una simpática y hermosa ex‑alumna. En el diálogo el profe- sor recuerda que ella le gustaba como mujer; pero que él nunca se involucraría con una alumna. La respuesta de la joven es ingenio- sa, desinhibida: «Ella, sonriendo, replicó rápidamente: pero ya no soy tu alumna». Seguramente el lector esbozará más de una sonrisa ante la respuesta de la joven. «El enfermo José Soto no come por culpa del administrador» es un texto irónico, crítico, que muestra las terribles consecuencias negativas de la burocracia, la falta de sentido de lo humano de al- gunos profesionales. Refleja más de alguna reconocida experiencia cotidiana. ¡Vale la pena leerlo! «Cristianismo Estremecido» muestra una de las tantas contra- dicciones humanas. Una persona que en la iglesia no tolera pordio- seros hediondos, mal olientes. Le incomoda el momento del «signo de la paz». Con un sentido crítico parafrasea la parábola: «no olvi‑ des que Jesús convirtió el agua en perfume». En una «Conferencia» el maestro desarrolló sus mayores capa- cidades comunicativas. Una ovación cerró la conferencia. Alguien preguntó quien era el conferenciante: «Es un don nadie, un tal Je‑ sús, hijo de un carpintero».
  • 7. Luis Zaror  7  Cuentos •• «Felicidad Eterna» contiene una profunda ironía crítica. Un je- suita proclamaba a varios indios que estábamos de paso por la tie- rra, que en el otro mundo alcanzaríamos la felicidad. Un día apare- cieron varios indios colgados para llegar más rápido a la felicidad. La tristeza del jesuita condujo a que él también muriera («para que él también fuera feliz»). ¿Qué se dice de la política? Se alude a un rasgo muy frecuente: la búsqueda de figuración social. La actitud de algunos concejales de utilizar la sección de «varios» para solicitar apoyo a iniciativas que le permitan obtener algunas ventajas políticas personales. Un caso irónico, crítico, se muestra cuando un concejal, solicitando apoyo para entregar ropa a niños recién nacidos, solicita la adquisición de «jaguares» para niños. También se analizan los «robos y justicia»: se sostiene que hay ladrones inocentes de cuello y corbata; un abogado sostiene que «Hay que robar bastante para que el ladrón salga libre y queden con dinero él y el abogado». Un texto que no puede olvidarse: «Fraternalmente, camarada». Se alude a la salida del Intendente que fue evaluado por el Presiden- te como uno de los mejores. A pesar de esta evaluación positiva, se le solicita la renuncia gracias a la petición de un parlamentario del partido del ex‑intendente. La ironía cruel reside en que el exquisito Judas «ayer estuvo en mi cumpleaños». También se formulan severas críticas a la elección de los Conse- jeros Regionales y a la de Rector. En este último caso, en la univer- sidad se vive una situación caótica para enfrentar la elección de rector. El candidato a rector concurre a dialogar con el académico. Este sostiene la necesidad de arreglar la situación de profesores ti- tulares y adjuntos. ¿Que se percibe una baja productividad? Grupo de arranados, sin disciplina laboral y, lo que es peor, sin conduc- ción. «Sabe Rector?: estamos llenos de ganapanes, lo que nos falta son maestros». Estimado lector: lo invito a leer JUDAS ESTá SIEMPRE DENTRO, debería generar en Ud. un conjunto de reacciones diversas que lo obligarán a mirarse y a observar nuestra sociedad, nuestra com- pleja y contradictoria realidad, sus luces y sombras.
  • 9. Luis Zaror  9  Cuentos •• Cerro Santa Ana Semana Santa en Guayaquil. Gonzalo en su Chrysler azul brillante sube el cerro Santa Ana. El puerto se ve tranquilo. Toca su bolsillo nerviosamente. No era el dine- ro lo que palpaba. Detuvo el auto y subió las largas escaleras del cerro. Había que tener piernas para eso y lo que vendría. No importaba la hora ni el día. Tenía que ser fuera de casa, papá estaba allá. Sólo quería sexo. La Pilar, acostumbrada, tiró sus ropas y se preparó para ejercer su oficio. Gonzalo tocó a la mujer, la acarició lo necesario y co- menzó la ancestral rutina del acto. Casi al mismo tiempo miró hacia la ventana y vio a su misma altura la cruz del campanario. Siguió sus movimientos. Escuchó las campanas y per- dió el punto. Reinició su tarea, volvió a escuchar las cam- panas y los cantos del Jueves Santo. Trató de abstraerse y siguió su ritmo; total, para eso había pagado. Miró hacia la pared y vio un poster de la Virgen María. Por la ventana seguía escuchando los cánticos sagrados. Sintió que su miembro se tornaba levemente blando. Las campanas volvieron a sonar.
  • 10. Luis Zaror  10  Cuentos •• Día de los enamorados Hijo, qué triste ha sido tu vida, primero se murió tu hermano, ahora tu novia, pero no te preocupes, mamá te va a ayudar y vas a salir adelante. Como si entendiese todo, él movió su rabo y se tendió en un rincón de la sala.
  • 11. Luis Zaror  11  Cuentos •• El enfermo José Soto no come por culpa del administrador José Soto viajó todo el día, para llegar al amanecer con fiebre, sudando a medias, entre canastos y el olor a co- midas del bus. Lo enviaban al hospital provincial para interconsul- ta. Sólo Dios sabe por cuántas manos pasó hasta que se tomó la decisión de enviarlo a un especialista. Casi se sin- tió importante: no tenía cualquier enfermedad y lo man- daban donde los médicos de la ciudad. Eran las ocho de la mañana y hacía una hora que es- taba sentado en el pasillo frente al servicio, esperando. Mientras tanto, observaba las filas que hacían los pacien- tes desde las seis de la mañana. Siempre el auxiliar a car- go cita a los pacientes para las ocho de la mañana, como si los fuesen atender a todos colectivamente. A eso de las diez llamaron al primer enfermo. José fue atendido a las once y media, inicialmente, dejándolo en espera para las cuatro de la tarde. José no comía desde el día anterior. De repente sentía esos dolores que provoca el hambre. Más todavía cuando veía a alguien comiendo. La auxiliar del hospital, que vino acompañándolo, só- lo había tomado desayuno. Como derivasen a su paciente para la tarde, habló del asunto con la jefa de enfermeras.
  • 12. Luis Zaror  12  Cuentos •• Esta, después de escucharla, decidió sabiamente que eso era de competencia de la asistente social. Esta mantenía aún vigentes sus postulados profesio- nales, de ser fermento de pueblo y de lograr potenciar a la gente para alcanzar el mayor goce de sus derechos a los que debe y puede tener acceso. Era como un oasis dentro de la rutina hospitalaria. Escuchó a la auxiliar y a José mientras los observaba a través de sus lentes. No lograba entender como la buro- cracia se impone al buen sentido. Llenó un par de fichas sociales e hizo un informe para el sub-director adminis- trativo del hospital, sobre la pertinencia de dar alimenta- ción a la funcionaria y al enfermo remitido para intercon- sulta, y los envió donde él. Obviamente, hubo que hacer antesala nuevamente. El joven ingeniero comercial era elegante. Como buen burócrata, enfermo de facha. Tomó el informe, lo leyó sesudamente y con trazo fuerte escribió: NO CORRESPONDE, subrayado. Algo alte- rado, dijo con su tino y tono característicos: Este no es un hospital de beneficencia, aquí hay que recaudar. José recordó que la Constitución dice «salud para todos, una obligación del Estado, un derecho de los más desamparados», pero nadie cree en las historias del viejo pascuero. Por esos días el aire estaba lleno de propaganda polí- tica para las próximas elecciones. Democracia, salud, ha- bitación, educación, seguridad ciudadana, etc., eran las promesas reiteradas cada cierto número de años. Como
  • 13. Luis Zaror  13  Cuentos •• si se dijese ahora sí que va la cosa. José Soto no comió ese día. El sub-director almorzó papas fritas, bistec, ensala- da, postre y café. Como ejecutivo que se precie, volvió al hospital a las 15 horas y algo más.
  • 14. Luis Zaror  14  Cuentos •• es mucha responsabilidad irse al cielo Habían pasado varios días de su llegada al cielo. Todo se veía bien, tranquilo, agradable y sin problemas. Recordó las frases del responso: «Que brille para él la luz de la eterna gloria». Y después ese contradictorio: «Descanse en paz». También se acordó de los discursos del cementerio, donde se descubrió o creyeron que era casi un santo. Sin embargo, pasada la misa del séptimo día, las co- sas cambiaron. Comenzó a recibir peticiones de la más diversa natu- raleza y a cualquier hora (en la tierra se respetaban, al menos, los horarios de oficina): peticiones para interce- der por otros difuntos, para que se curen algunas enfer- medades de parientes y amigos; peticiones para iluminar a los hijos para que estudien, para casarse bien, para en- contrar trabajo. Fueron tantas las solicitudes, que decidió hablar con el responsable del cielo. —¿Qué quieres hermano?–, le dijo. —Jefe, quiero que me mande de vuelta a la tierra. —Pero hijo, qué absurdo es ese. Estás en el cielo, en la vida eterna. —Sí jefe, en la tierra siempre me dijeron que cuando
  • 15. Luis Zaror  15  Cuentos •• muriese alcanzaría el goce eterno; que nos pasaríamos en buena compañía y mucho más. Pero desde que llegué sólo he recibido pedidos y más pedidos: pedidos para encon- trar trabajo, para hallar algo perdido, para recuperar la salud, y así suma y sigue. Y todos a cualquier hora. Así no voy a poder gozar del cielo. ¡Devuélvame a la tierra por favor!
  • 16. Luis Zaror  16  Cuentos •• INSOMNIO Detrás de cada familia se esconde una gran tragedia. Tal vez, ésta sea la de Felipe. Creía y aún trataba de creer en la alegría de vivir. Allá abajo están las luces de la ciudad. Son las cuatro y treinta de la madrugada. La mujer que duerme a su lado es, aún, su esposa. Ya no se agita con las caricias. El contacto de sus ma- nos y sus besos se volvió rutina para ella. Tal vez, incluso le asquee. Uno nunca sabe. No hay nada de los deliciosos momentos de los inicios; de la pasión de las bocas y las manos. Hay quienes no entienden que, a través de la comu- nión de los cuerpos, se puede llegar a descubrir el camino del alma y que la juventud es más para los cuerpos y la madurez para las almas. Acurrucado en un rincón de su cama, sin tocarla siquiera, va desarrollando, de tanto darle vueltas a las ideas, su impotencia psicológica, después de tanto recha- zo y olvido. Después de tanto insomnio. Su amor murió olvidado en un aeropuerto, abando- nado como colilla de cigarrillo, pisoteado como goma de mascar. Tal vez vive con un espejismo o con una persona físi-
  • 17. Luis Zaror  17  Cuentos •• camente muy parecida o está aferrado a un fantasma o pudiera ser que se quedó en el pasado. Por las noches, ella sueña y murmura nombres, que- jidos en la privacidad del mundo de sus sueños, donde puede liberarse de él, y debe ser como el sueño que tuvo cuando estuvo al otro lado del planeta. El viento aúlla afuera. En la oscuridad, adentro, tra- ta de buscar en su alma la placidez del silencio. Entonces recuerda a su padre, cuando niño, el brillo de la luz de su cigarrillo, por las noches. Tal vez él supo de lo duro que es ser alguien, de las frustraciones y ambiciones que murieron prematura- mente –pensaba como él–, lo difícil que es vivir. También entiende, ahora, a muchos que buscan en otra parte lo que se les niega. Un día, a lo mejor, uno dejará al otro. Mientras tanto, como muchas veces antes, se sigue despidiendo en esta larga despedida que comenzó al nacer. El suicidio debería ser una dulce solución, sin dolor, con alegría y sin castigo. O a lo mejor, a medida que avan- zan los años, se debería entrar en una suerte de amnesia y de regresión endocrina. Todo lo que amaba se ha ido muriendo, hasta la con- fianza. Asiste a la despedida de esas cosas. Tal vez como en la historia de la vieja dama, su castigo sea vivir y ver proyec- tada su amargura.
  • 18. Luis Zaror  18  Cuentos •• Murió Pedro Peredo «Murió Pedro Peredo», anunciaba el periódico, in- dicando la hora del funeral y la iglesia en que se despediría al difunto. La iglesia estaba repleta de gente. Había de todo. No en vano Peredo había sido un concejal conocido y respe- tado. El cura celebró la misa. En su sermón destacó las vir- tudes del muerto, comparándolas con un texto del evan- gelio que habla de quienes vienen a servir y no a ser servi- dos, ni a servirse de los demás. Finalizado el oficio fúnebre, el hombre de la funeraria sacó las luces para facilitar el traslado del cajón. Mien- tras tanto, el público comenzó a colocarse a los lados del pasillo y en doble fila fuera de la iglesia. Entre el público, un par de viejos comenzó a abrirse paso. Apúrate, le dijo uno al otro, colócate en primera fila para que nos vean y no olvides colocar la tarjetas de pésa‑ me de las tías que no quisieron venir.
  • 19. Luis Zaror  19  Cuentos •• Panadería Su alma gemela, tácitamente, sin decírselo, le estaba avisando con sus mensajes que tenía problemas. Que estaba iniciando una nueva experiencia. La otra alma entendió y como sabía que en el amor no existen jaulas, la dejó volar. Le dijo: sé feliz, tú te lo mereces y ojalá que tu búsqueda te lleve al encuentro de tu otra mitad. Habló: Ve, vamos a hacer de cuentas que tú vas al ne‑ gocio de la esquina para comprar pan y demoras un poco. Pasaron los días. Golpearon a su puerta. Era su alma gemela de regreso. Ella dijo: no había pan y procuré en otras panaderías y tampoco encontré. Tengo frío y necesito acurrucarme. Él la dejo entrar, le dio de regalo una sonrisa y cerró la puerta.
  • 20. Luis Zaror  20  Cuentos •• Tiempo de angustia Había pasado la Navidad, el año nuevo y las vacacio- nes. Todo aquello que nos hace felices. Ahora venía la Cuaresma, tiempo de angustia, que María no lograba entender. Cada vez que entraba a la iglesia, ese sentimiento de tortura la habitaba, la poseía profundamente. ¿Cómo era posible que Jesús se muriese cada año? ¿Que hubiese gente tan mala que, aunque resucitase, lo volvía a matar al año siguiente? María recordó las tardes de domingo, en Lanco, don- de a sus escasos seis años tenía otro conflicto, no menor, al ver morir a algunos de los personajes en las películas de vaqueros, y volver a verlos vivos a la semana siguiente, en otra película. Sin embargo, había algo difícil de entender: no tenía problemas con ver morir a los actores.
  • 21. Luis Zaror  21  Cuentos •• Elección de rector Esa tarde, Alberto recibió una visita inesperada. Era el rector. Su visita era electoral, pero no se alejaba de las visitas políticas en las que se aparece para renovar con- trato. —Alberto –le dijo–, como tú sabes mi intención es postularme a un tercer periodo como rector. El motivo de mi visita es que conozcas mis planteamientos y solicitar tu apoyo. Alberto, un poco incómodo, buscando las palabras menos dolorosas, dijo: —Rector, como usted sabe, yo nunca he estado con su proyecto de universidad. Es más, pienso que perdió una magnífica oportunidad de proyectar la universidad. Esta universidad no la arregla usted ni los otros candidatos. La deberíamos arreglar nosotros, los profesores titulares y adjuntos, pero ya ve, un número importante de ellos es- tá reducido a su escritorio, con una baja productividad, muy pocos con un libro publicado y soñando en irse. Oja- lá lo hagan luego, para que retomemos el camino. Nos he- mos vuelto un grupo de arranados sin disciplina laboral y, lo que es peor, sin conducción. Nos parecemos al siste- ma de educación básica, basta entrar y después esperar a jubilar.
  • 22. Luis Zaror  22  Cuentos •• ¿Sabe Rector?: estamos llenos de ganapanes, lo que nos falta son maestros. Y ahora, le ruego me excuse pero en 10 minutos más tengo que dar una clase. Ha sido un placer haberlo visto por aquí.
  • 23. Luis Zaror  23  Cuentos •• CRISTIANISMO ESTREMECIDO Como todos los días de una Opus Dei, asistió a misa. Sin embargo, no todo tenía olor a santidad y supe- ración. No toleraba esos pordioseros hediondos y mal olien- tes a la entrada de la iglesia. Todo su cristianismo se es- tremecía hasta los cimientos y ella lo sabía. Peor aún cuando uno de esos pobres piojosos, sucios, de cabellos grasientos y olor a orina vieja, se ubicaba a su lado en el templo. Tampoco soportaba esos curas que improvisaban su prédica y se daban vueltas sobre la misma idea, abusando de la paciencia y benevolencia de los feligreses. Seguía la misa, con la consagración del pan y del vi- no. Luego venía el Padre Nuestro y la hora crucial de su religión, el instante en que el sacerdote decía «ahora dé‑ monos el signo de la paz». Ella se repetía, desde antes, que cuando ese momento llegase, no le daría la mano a aquel pordiosero. Tampoco se atrevía a cambiarse de lugar por lo notoria que sería su contradicción cristiana, aunque muchos estuviesen pen- sando hacer lo mismo. Se dijo, irritada, que no le daría el saludo de la paz. Quizás qué cosas habría agarrado y seguro que no cono- cía ni el agua. Socarronamente, le dije, parafraseando la parábola: —No olvides que Jesús convirtió el agua en perfume.
  • 24. Luis Zaror  24  Cuentos •• No corte, le van a hablar –Aló, por favor no corte, le van a hablar. —Aló, Sonia, por favor no cortes. Esta llamada tiene cincuenta años de distancia. —Sí, aló. ¿Con quién hablo? —Sonia, por favor no cortes, si no adivinas quien soy en dos minutos, con las pistas que te daré, sabrás quien soy. —Cuando llegabas al pueblo, en enero, era el primero en pasearme frente a tu ventana. —No. No sé quién eres. No te recuerdo. —Tu ventana estaba sobre el garaje de la farmacia y allí aparecías sonriendo. Tus amigas eran la Viviana, la Marina y la Carmen. —Sí, es cierto. —Con tu prima, actuamos en el circo del pueblo. Yo era el príncipe y ella la princesa. —Sí, recuerdo eso, pero no sé quien eres. —Tu tío, el boticario, recorría las calles del pueblo en bicicleta, como esquivando los postes de luz, silbando «qué será, qué será, qué será…» —Sí, me acuerdo. —Me fui del pueblo hace cincuenta años, primero al seminario y después a la universidad. Tu hijo también es-
  • 25. Luis Zaror  25  Cuentos •• tuvo aquí. Siempre has estado presente. Los amigos que te han visto, dicen que estás tan bella como antes. —Gracias, pero no sé quién eres. Lo lamento. Adiós.
  • 26. Luis Zaror  26  Cuentos •• Coquetería Era su cuarta intervención, aquella mañana, en distin- tas escuelas. Cuando llegó a la última, al entrar, co- menzó a sentir un picor en el paladar y la faringe. Luego sintió que se ahogaba. Soltó el cigarrillo. Ya había consu- mido unos veinte esa mañana. Corrieron sus colegas para ayudarla. Buscó algo en su cartera, inútilmente. Una profesora, tal vez con el mismo problema, sacó de su bolso una bomba, se la aplicó en la boca y le dio tres instilaciones. Rápidamente comenzó a sentirse bien. Pasado el sus- to, regresó al departamento de educación. Sacó los ciga- rrillos de su cartera y le dijo a su secretaria: —Hoy dejé de fumar. Todos en la oficina: —No le creemos, jefa– dijeron–, vamos a guardarlos por si acaso. Ella insistió, casi molesta: —Dejé de fumar. No quiero morir ahogada y que los curiosos miren en el cajón que estoy morada o toda viole- ta. Al fin de cuentas, hasta muerta hay que tener un toque de elegancia y dignidad. No va a faltar un curioso que me va a encontrar morada y construirá su propia hipótesis sobre la muerte. Creo que me merezco una muerte digna. Dejé de fu- mar.
  • 27. Luis Zaror  27  Cuentos •• Robo y Justicia El escándalo en las oficinas de gobierno, sobre el robo de documentos, minimizó los juicios de corrupción previos. La guerra también opacó todo eso, en un mon- taje noticioso. El escándalo mostró que existían cuadrillas de cuello y corbata, organizadas para robar. Nada de ladrones ar- tesanales de cuchillo y revólver. Apenas sucedió, aparecieron en acción los abogados, para demostrar que los ladrones eran inocentes, gente de familias distinguidas, o para crear la imagen de delin- cuentes primerizos al entregarse, para hacerse merece- dores de disminución de pena. Un abogado colocó brutalmente la situación en su verdadero contexto. Dijo: —Hay que robar bastante para que el ladrón salga li- bre y queden con dinero él y el abogado.
  • 28. Luis Zaror  28  Cuentos •• ¿Qué nos pasa a los suecos? Carlos y Lore hacía un tiempo que vivían en las afue- ras de Lund. Latinoamericanos, procuraban ser siempre gentiles. Saludaban al comienzo a todo el mun- do, pero raramente recibían recíprocamente una res- puesta. Comenzaban a entender aquello tan común de oír en América, «hacerse el sueco». Sentían hasta una actitud evasiva de parte de sus vecinos. Una fría mañana, a poco de estar viviendo allí, vieron venir una señora cargada de cosas, caminando con difi- cultad, casi tambaleándose en la nieve. Presurosos se acercaron para agarrar sus paquetes y ayudarla a llegar a casa. Sin embargo, la mujer reaccionó airadamente indicándoles que se alejen, que no la moles- tasen, que se retirasen. Carlos y Lore insistieron en ayudar, volviendo a reci- bir la misma descarga de desconfianza. —Señora no se moleste, sólo queremos ayudar, somos sus nuevos vecinos. La mujer, una pintora, se detuvo, los miró y comenzó a llorar. Entre sollozos la escucharon decir —¿Qué nos pasó a los suecos?
  • 29. Luis Zaror  29  Cuentos •• Inmigrante de cafetería Todos los días me preguntan de dónde soy, como si a alguien le importase algo. Soy inmigrante, vivo de la explotación, la segunda después del descubrimiento. La que aún no aceptan. Vi- vo de allegado, duermo en una bodega y espero mi turno para lavarme. Nos mezclaron ellos en América, con sus genes y ahora no nos reconocen. Somos sudakas. O mejor dicho sí: nos reconocen en sus papeles, que sólo sirven pa- ra pasárselos por el culo y que nadie respeta. Aquí estoy, de nuevo viendo a mis compatriotas, con una palabra amable, deseándome éxito, con una propina que más que pagar un servicio amable, parece limosna. Mis compañeros son africanos. Más explotados aun. Sus mejores rutas por las noches de Madrid son las calles de la Gran vía, Hortaleza y Fuentalba. Allí algunos descu- brieron su lado gay o simplemente encontraron un medio más para subsistir. De a poco nos comenzarán a tratar mejor, después de todo nos reproducimos y crearemos la nueva fuerza de trabajo. Estos ya ni fornican, menos procrean. Es parte de su cultura, europea la llaman.
  • 30. Luis Zaror  30  Cuentos •• LA OTRA CARA DE LA MONEDA Luis tenía motivos para celebrar: asumía su presiden- te. Él había trabajado intensamente para obtener ad- hesiones para su candidato. Durante esa etapa de la campaña presidencial y hasta altas horas de la noche estuvo buscando el voto, con ar- gumentos. Como parte del equipo del diputado y desde su puesto en organizaciones comunitarias, colaboraba en las organización de eventos, preparando documentos, trabajando con grupos vecinales y en muchas otras acti- vidades. Era, como se llama en jerga política del «equipo duro» de la campaña. Luis tenía motivos para estar alegre. Como recono- cimiento a su entrega y capacidad, fue propuesto por su partido, a las nuevas autoridades, para un cargo en el go- bierno provincial o regional. Ese día, a las 18:25 horas, el intendente recién asumi- do, ahijado de un senador y llegado hacía poco tiempo a la ciudad, lo llamó a su oficina y le dijo: —Quiero que pongas el cargo a disposición porque no estás en los planes de mi equipo. Ante la pregunta ¿Cuándo?, agregó: —De inmediato. Irónico o burlesco fue el agregado:
  • 31. Luis Zaror  31  Cuentos •• —Habla con el asesor jurídico, para que no se te per- judique. Recordó que aquel intendente dijo una vez: La demo‑ cracia no es solo la forma, pero la forma también importa en la democracia. Pensó ¡Que delicadeza! También se le vino a la memoria una de esas frases para el bronce del senador, pero que son absolutamente desechables: A los perdedores en política, no se les puede premiar. Luis tenía motivos para celebrar ese día. Su familia, lógicamente, estaba enfurecida. Fraternalmente les qui- taron el pan. En su dolor mantenía la calma, mientras a las 21 horas miraba en la televisión las escenas de la fies- ta del presidente, que era su fiesta. Con dolor, con pena, mantenía su apoyo. No se achicó. Quien lo echaba, sin la más mínima deferencia, su compañero de partido, había obtenido escasos votos para su intento de ser el candidato a diputado de su colectivi- dad. Inclusive, inicialmente, su candidato para presiden- te había sido otro. Ahora, producto de una negociación, el presidente lo nombraba intendente. Le molestaba que fuesen más importantes los padri- nos que la eficiencia preconizada por el nuevo gobernan- te. Ese día, Luis tenía motivos para celebrar. En el fondo de su alma celebró: Ningún protegido o aparecido me po‑ drá privar de eso. Estoy para mucho más que «la patá y el combo».
  • 32. Luis Zaror  32  Cuentos •• RESPONSABILIDAD Mientras se llevaban detenido al estudiante univer- sitario, por terrorista, se escuchó su grito: ¡Díganle a la profesora que no podré ir a dar la prueba!
  • 33. Luis Zaror  33  Cuentos •• David Copperfield sobrepasado –Mis queridos niños, ustedes acaban de iniciar una de las mejores experiencias de sus vidas. Sus padres, sabedores del nivel de este internado y de su prestigio, decidieron traerlos aquí para hacerlos hombres de bien. La voz del anfitrión sonaba rimbombante, melodra- mática, y casi creyéndose el cuento. Claudio tenía diez años. Llegó en 1954, al internado del pueblo, colindante con la escuela básica. El dueño era, además, el director de la escuela, un señor de mediana estatura, regordete, de cabellos y bigote blanco. Claudio era un niño normal, con atención en clases, con alegría desbordante y, a veces, no bien entendida en el recreo. En ocasiones no trajo alguna tarea. El castigo era tener que colocar la mano abierta para que con una varilla de mimbre o una regla de madera se le aplicase la pedagógica corrección. En cada varillazo sintió dolor, el calor del castigo y hasta el verdugón de la inflamación del área castigada. No pocas veces la varilla o regla se quebró en su mano o en su trasero, de tantos golpes, pero jamás lloró. No les daría ese placer. El internado era además la casa del director. Tenía un área adicional, donde existía un comedor, una sala de es- tudio y un dormitorio común, para unos veinte internos.
  • 34. Luis Zaror  34  Cuentos •• A las ocho y media de la noche todo el mundo debía estar en su cama. Claudio dejaba pasar una media hora, para luego sentarse, discretamente, a estudiar ayudado por la luz del farol de la calle. La comida era de regular a mala. A veces guatitas que olían a mierda, recuerdo que lo acompaña hasta hoy; da- ban ganas de vomitar. Otras, la sopa de trigo mote pare- cía salmuera; varias veces terminó comiéndose la sopa de rodillas. El profesor era de aquéllos que creían que la letra con sangre entra. Su código establecía que cada falta, según sus padrones, tenía castigo los viernes por la noche, de tres rebencazos con un rebenque de caballo. Las reinci- dencias eran acumulativas, de seis, nueve y doce, para comenzar de nuevo otro ciclo. Los viernes eran de silencio profundo. Llegada la hora de acostarse, pasaba el director con su libreta de anota- ciones, avisando quienes serían objeto de su pedagógico castigo. Los castigados debían colocarse boca abajo, con pijama o a trasero desnudo, para someterse a ser flagela- dos. Claudio se juró que nunca lloraría ni le oirían quejar- se. Recordaba al Meón Martínez, que tenía seis años y a veces se orinaba en la cama. El director, parece ser, creía fehacientemente en su método para evitar que se siguiese orinando. El caso es que muchas veces, todavía, Claudio cree escuchar los gritos del Meón Martínez pidiendo cle- mencia y ver a la mañana siguiente al profesor comulgan- do y cantando a voz en cuello, con las puntas de la camisa doblada, notándose entre todos los fieles de la iglesia.
  • 35. Luis Zaror  35  Cuentos •• Mormones Corría el año del Señor de 1990. Religiones por aquí, por allá. Cada una publicitando que es la verdadera, con argumentos a su modo. Llaman a la puerta. Es una pareja de norteamerica- nos: pertenecen a la Iglesia de Nuestro Señor de los Últi- mos Días o algo así. Indican que están trabajando en la ciudad, lo que sería una bendición, para convertir a las personas a su religión, la única verdadera, según procla- mó su profeta Smith. Cometió un error: hacerlos pasar. Le hablan de su mi- sión; parecen bien intencionados. Lo invitan a una ora- ción y acepta. Después de mucho argumentar, comete su segundo error: acepta una segunda sesión. Volvieron a la semana siguiente. Después de mucho cavilar en cómo sacárselos de en- cima, recuerda algo de su formación inicial en el semina- rio. Les pregunta: ¿Uds. son de esa religión que no acepta la transfusión de sangre? Como si les hubiese dado un mejor argumento para seguir su labor, abundan en detalles y razones, principal- mente porque las escrituras dirían que no hay que comer sangre. Se sintió en su cancha y arremetió con todo.
  • 36. Luis Zaror  36  Cuentos •• —Totalmente de acuerdo: eso de comer prietas o mor- cillas de sangre sin duda es un acto reprobable, pero esta- rán de acuerdo conmigo en que ese Dios en que creemos ustedes y yo, no reprobará un acto de amor como es donar sangre para salvar la vida de otros. Se despidieron cortésmente. Nunca más los vio.
  • 37. Luis Zaror  37  Cuentos •• La india dormida En las montañas de Pucón habitaba Rayen. Era alta y destacaba entre las demás mujeres. Eso despertaba la envidia de más de alguna. Tenía una larga y bella cabe- llera. En la tribu, según hacia donde ondease su cabello, vendrían los vientos y las lluvias. Cuando se volvió mujer, encontró el amor y descuidó el ondear de su cabellera. Los dioses decidieron castigarla, y un día que ella des- cansaba de sus agitados amores, la petrificaron. Allí está ahora, tendida para siempre con sus pechos erectos y su cabellera larga revelada en las tardes de nevazón.
  • 38. Luis Zaror  38  Cuentos •• DE REUS A BARCELONA Subió al tren. Saludó. Largó sobre la señora de enfrente la historia de su vida y su historial médico. La pobre prestó atención unos diez minutos. Luego, con la mirada perdida, deseaba que parara de hablar. De repente, el marido de la parlanchina le dice: —¿Y la bolsa? Ella dijo: — Sabes que pierdo la memoria y tú debes encargarte de eso. El almuerzo se lo comerá otro. Luego él se levanta agitadamente porque no ve su ma- leta y comienzan una discusión de viejos. Fue el minuto que aprovechó la señora de enfrente para escapar. Apoyó su rostro en el hombro de su acompañante pa- ra dormir o hacerse la dormida.
  • 39. Luis Zaror  39  Cuentos •• FELICIDAD ETERNA El jesuita dijo a los pobres indios que estábamos de pa- so en la tierra, que íbamos para otro mundo donde seríamos felices, eternamente, después de morir. Un día aparecieron varios indios colgados. El jesuita sufría con lo sucedido y como andaba muy triste y cabizbajo, una noche lo colgaron, para que él tam- bién fuera feliz.
  • 40. Luis Zaror  40  Cuentos •• La viuda llora El marido se retiró a su cuarto, pero fue inevitable es- cuchar la conversación, a través de las delgadas pa- redes. —¡Ojalá que este viejo de mierda se muera luego! Que se vaya a la cresta y no moleste más. Mientras más escuchaba, más le dolía el alma. Cuando murió se llevó una sorpresa. La viuda lloraba y decía: —Enfermo y jodido, ojalá estuviese aquí.
  • 41. Luis Zaror  41  Cuentos •• CASTIGO El médico examinó al niño. Frunció el ceño. Escribió la receta e indicó que debería permanecer en cama por varios días. Sin bulla y en silencio. Sin el ruido de la televisión ni la música. —¡Doctor, no haga eso, por favor, que ya es mucho castigo ser ciego!
  • 42. Luis Zaror  42  Cuentos •• FRATERNALMENTE, CAMARADA «Acaba de caer el intendente», anunció la radio. Dije- ron que fue por mal evaluado. El presidente, días antes, había dicho que era uno de sus mejores colaboradores. Igual lo cambió. El despedido, en una entrevista, le dijo a su ex jefe: Deme una razón para decírsela cara a cara a mis hijos. El presidente se sorprendió. Se le borró su sonrisa y su pedagogía política. —Qué quieres que le haga: fue pedido por un parla- mentario de tu partido y no puedo con eso. Necesito los votos. —Curioso –respondió el dimitido–, ¿cuándo fue eso? —El jueves –respondió el presidente. —Exquisito este Judas –dijo el ex intendente–, ayer estuvo en mi cumpleaños.
  • 43. Luis Zaror  43  Cuentos •• Madre soltera Sales del colegio, estás aprendiendo una nueva lección, nadie te puede ayudar. La tienes que aprender sola. Sales del colegio, la levadura de aprender te crece en el vientre y el alma. Sola tienes que aprender. Quien debió acompañarte se echó a volar. Se necesitan dos para amar un pichón.
  • 44. Luis Zaror  44  Cuentos •• María Asunción El periódico local anunciaba que había fallecido Doña María Asunción, madre, cuñada, tía, abuela y bis- abuela. Doña María Asunción fue una distinguida mili- tante del partido de gobierno; sin embargo, o nadie lee el periódico en ese partido o ya no les importaba la Señora. En cambio ella, en cada fiesta familiar, hasta en el casa- miento de sus 14 hijos hacía cuestión de enorgullecerse de su partido y los valores que el representaba y que espera- ba que sus hijos fuesen sus fieles seguidores. El funeral estuvo muy concurrido. Después que el cu- ra bendijo la urna, comenzaron los discursos. Habló el representante de la Junta Vecinal, la presidenta del gru- po de la tercera edad del barrio y muchos otros. Los del partido de la señora María Asunción no aparecieron por ninguna parte. Eso fue imperdonable. Un descuido como ese sin duda iba a ser cobrado a la hora de tocar la puerta y pedir los votos. Además era una falta de delicadeza con la difunta, que basaba su ascendiente en la población por lo que ella representaba y el respaldo y prestigio que le daba su par- tido. Al menos, así lo creía ella. Y eso la familia no lo iba a perdonar. María Asunción mueve su cabeza sonriendo.
  • 45. Luis Zaror  45  Cuentos •• Orientadora La peruana había llegado para poder estudiar y lo lo- gró. Al poco tiempo se transformó en orientadora, pero era una persona frágil, y no infundía confianza a quienes requerían de sus servicios profesionales. Vulne- rable, fue víctima de un amor apasionado. Su embarazo no fue nada fácil. Con hambre, durmien- do mal, y peor vestida con un poncho que lo disimulaba todo, cada vez se veía más débil. Llegó la hora del parto y tuvo que correr a la posta de salud más cercana, no había tiempo para llegar al hospital. En medio de su prisa y sus síntomas, primero debía rendir pleitesía a la burocracia. Sin embargo, pidió que avisasen a su único contacto, su maestra en la univer- sidad. A su llamada ésta corrió. La vio esperando en un rincón oscuro de la sala, como queriendo pasar desaper- cibida, donde respiraba agitadamente y contaba sus con- tracciones. —¿Cómo no me avisaste que tenías problemas?– le dijo su maestra. —Profesora, cómo le voy a contar mis miserias, si Ud. es tan bonita y feliz. A lo que ella respondió, mirando su abdomen disten- dido como masa de pan: —Tal vez, pero tú tienes algo que yo no puedo tener.
  • 46. Luis Zaror  46  Cuentos •• Pudo haber sido un buen sacerdote Pudo haber sido un buen sacerdote y un mejor teólogo, pero lo suyo estaba afuera. Una profesora se encandiló con sus palabras y le abrió su corazón. No era apuesto, pero sus palabras y su cultura le abrían muchas puertas. No pasó mucho tiempo y otra maestra le abrió sus piernas y ancló allí. Cuatro fueron los hijos y aun así siguió su deambular, y por otra lo dejó todo. A esa altura ya era un alcohólico en camino, lo que se acentuaría con la soledad. Nunca un gran militante en su partido político, pero amigo de las personas claves; fue jefe de servicios públicos y gobernador. No destacó allí. A su funeral no asistieron los que fueron sus subordi- nados, ni sus compañeros de partido. Pasó a ser un alco- hólico anónimo. Habría sido un buen sacerdote o tal vez un mejor teó- logo.
  • 47. Luis Zaror  47  Cuentos •• EXISTIR Estaban sentados en torno de la mesa. El ex marido, su amiga confidente, los hijos y su madre. La conversación giraba alrededor del amor. Entonces la dueña de casa dijo: —Amar es dar gracias porque el otro existe. —Interesante –dijo el ex marido, casi con un aire de macho insuperable–, pero en tu caso eso no existe. —No estés tan seguro –respondió ella–, justamente ayer le dije eso a quien es mi pareja. Se percibía el silencio. La hija lo disolvió, un poco jocosamente, diciendo: —Necesito una grabadora, urgente. El hermano aplaudía.
  • 48. Luis Zaror  48  Cuentos •• Regreso a casa –Estar contigo es como volver a casa. —¿Cómo es eso? Ella respondió: —Entro a casa, me saco los zapatos, tiro la ropa, me quedo desnuda de cuerpo y de alma, me siento en mi ca- ma y me como un plato de frutas. Cuando me tocas descubro que tengo piel.
  • 49. Luis Zaror  49  Cuentos •• Ex alumna De repente escuchó una voz: ¿Cómo está profesor? Se dio vuelta y vio una linda mujer. La reconoció de in- mediato. Era una ex alumna. Se saludaron, conversaron de cosas banales, hasta que él le dijo: Vamos a tomar un café y hablamos. En el transcurso de la conversación recordaron los días en la Universidad. —Te acuerdas –le dijo el profesor– cuando te llamé a mi oficina, ya que corría el rumor entre los alumnos que nosotros teníamos una relación amorosa. —Sí recuerdo– dijo ella. —Y recuerdas que te dije que si bien me gustabas co- mo mujer, nunca me involucraría con alumnas. Ella, sonriendo, respondió rápidamente: —Pero ya no soy tu alumna.
  • 50. Luis Zaror  50  Cuentos •• Moral política –Estamos mal –dijo Carlos–. Es una crisis de la ci- vilización, de la humanidad. Viste lo que pasó en la última elección de Consejeros Regionales, los hay ape- nas con educación media, decidiendo los destinos de la región. ¿Y quiénes tienen la culpa? Los partidos políticos –se respondió–, que arrogantemente informan que han colocado en ese u otro cargo a su mejor gente. Picantes, como dijo un realista ex parlamentario de gobierno. —Pero Carlos, no seas tan reaccionario–, le replica José. —¡Como que reaccionario! –exclamó Carlos–. Lo que pasa es que te has adormecido con el lenguaje frí- volo de los políticos de moda. Nadie defiende nada y te dejas avasallar por quienes sistemáticamente debilitan la convivencia social. Usan mañosamente la palabra pro- gresista. También se es progresista cuando se evoluciona y perfecciona lo bueno y no se lo debilita. Hay toda una tergiversación del significado de las palabras. Cada vez se prostituye su sentido. No hay nada más prostituido que las palabras. —Estás exagerando, Carlos, tienes que ser más pro- gresista, no ser tan reaccionario. —Ves, ves –replicó Carlos–, tú también con ese len-
  • 51. Luis Zaror  51  Cuentos •• guaje. Te has fijado que ahora las mujeres de los políticos, que antes no salían de su casa, son concejales, alcalde- sas y hasta diputadas. Viste la información de un país cercano donde el nepotismo es lo normal. Señoras de ministros, de quienes llegaron al poder para defender al pueblo, contratadas como asesoras de otros ministros. Diputados o concejales, con dinero para 20 cargos, donde se contrata a la mujer, los hijos y otros que nunca han tra- bajado y que sólo aparecen en la planilla de sueldos. Esos son nuestro impuestos en acción. ¡Qué burla! Y parece que vamos para allá también nosotros. —Estás llevando las cosas al límite, casi caricaturi- zando lo que sucede. —Nada de eso. ¿Qué te parece el escándalo de la Di- rección de deportes? ¿Te acuerdas cuando uno de nues- tros concejales dijo que esas reparticiones eran verdade- ras cajas electorales? Y viste cuando los sorprendieron justificando gastos electorales con facturas de empresas fantasmas y después encubren la figura del delito con la explicación de que fue un error involuntario o que no sa- bían qué había sucedido y, lo que es peor aun, un parla- mentario justificándose porque a su juicio todos hacían lo mismo. Me recordé de Kalil Gibran Kalil, cuando dice «Siete veces he odiado mi alma», y en la cuarta dice: «Por‑ que me justifiqué diciendo que todos hacían lo mismo». Carlos continuó, casi con rabia: —¡Como que caricatura! ¿Acaso no eres capaz de ver lo que pasa? ¿Acaso no sabes que en la última elección de concejales fueron electos al menos dos para los cuales el
  • 52. Luis Zaror  52  Cuentos •• cargo es su modo de sobrevivir. —Bueno, bueno, tienes razón en eso. Sin duda es ver- gonzoso lo que pasó. —Y qué decir de la droga en los colegios, si parece que mientras más campañas se hacen, hay más drogadictos. Las campañas son el mejor signo del fracaso de las polí- ticas mal llevadas. —¿Me vas a decir, Carlos, que nunca probaste un pito o no diste una jalada?, esa no te la creo. Aunque te parez- ca de dinosaurio, nunca. ¿Sabes por qué? —No, ¿ por que? —Porque me formé en la generación que creía que el vencerse a sí mismo no era una frustración, sino una ma- nera de ser mejor. —A propósito, ¿viste ese pordiosero jorobado que ins- piraba lástima tirado en la calle y le iba bien con la limos- na? Un periodista lo siguió y consiguió ser invitado a su casa; la sorpresa fue tamaña cuando el limosnero le ofre- ció una copa de whisky a elegir de las diferentes marcas que tenía en su bar. —No sigas, Carlos –dijo José–, sin duda algo anda mal.
  • 53. Luis Zaror  53  Cuentos •• FEMINISMO –¿Oíste que la ministra viajó al sur? Pidió reunirse sólo con empresarias mujeres. Obviamente, si eso lo hubiese hecho un ministro hombre el grito se habría escuchado en todas partes: ¡Discriminación! ¿Y leíste que, días atrás, los diarios españoles expre- saban su protesta de igual manera ante una cena organi- zada por el gobierno español en honor de una presidenta? Protestaron porque la igualdad no la entendían como discriminación y ponían como ejemplo una pregunta: ¿Si el presidente hubiese sido un negro o un gay la cena sería con puros negros o sólo con gays? La discriminación, falsamente llamada positiva, tie- ne implícito considerar inferiores a quienes se pretende beneficiar y, por otra parte, da espacio para que medio- cridades oportunistas reclamen espacios que no serían capaces de ganar por mérito y capacidad. Sólo voy a creer en la democracia y en la igualdad de oportunidades cuando nombren en un cargo de impor- tancia a una mujer tonta. Y para sellar su argumentación, exclamó: —Eso del feminismo debió inventarlo un hombre, así nos creemos el cuento de que somos madres, jefas de hogar, amantes, compañeras y además profesionales efi-
  • 54. Luis Zaror  54  Cuentos •• cientes y a la par con los hombres y con tarjeta de crédito para pagar tus cuentas. El feminismo sólo pudo inventar- lo un hombre. Su amiga la miraba incrédula, no lograba reponerse de tan personal perspectiva, pero no fue suficiente. No repuesta aun de la sorpresa, la otra siguió: —Lo único que quiero es llegar a casa y tener alguien que me cuide, que compre las cosas, no tener que trabajar y poder acurrucarme para ser acariciada.
  • 55. Luis Zaror  55  Cuentos •• Profesora abandonada –Lo que quiero plantearle, señora Directora, es un problema que me tiene muy complicada. —Por favor, colega, sea directa y sin rodeos, ambas tenemos poco tiempo. La profesora era más bien fea y además mantenida por un oficinista, arrancado de la pobreza, que en busca de estatus se hizo masón, pero sin renunciar a su añejo ideal marxista destruido. —Bueno, sucede que mi colega se ha ido a vivir con mi hombre y, como usted comprenderá eso no lo puedo aceptar y necesito de su ayuda. La Directora no salía de su asombro, pero con esa calma que la caracterizaba en situaciones como esas, le preguntó con falsa ingenuidad: —¿Y cómo espera que la ayude? —Bueno –dijo, reacomodándose en su asiento–, ob- viamente trasladándola a una escuela rural y además ha- ciéndole ver su mal proceder. Ahí fue cuando la directora no aguantó más y le re- plicó: —Si mal no recuerdo, usted también vivía con el hom- bre de otra colega y amiga suya. Supongo que esperaba que en esa ocasión yo tomase la misma decisión que aho-
  • 56. Luis Zaror  56  Cuentos •• ra me pide. Vamos a dejar las cosas en claro. Y de una vez. Y prosiguió con su mejor sonrisa: —Con quien se meta en la cama es su problema, sus conductas son su problema, pero no mezcle su vida per- sonal con su trabajo docente. Y siguió hablando con una voz casi dulce. —No sea de esas que andan todo el día predicando con la Biblia en la mano, pero cuando se acuestan la cie- rran. No olvide que se espera que seamos modelos, pero tengamos dignidad cuando se trata de diecisiete centí- metros de ternura. Espero que nos hayamos entendido. Puede irse.
  • 57. Luis Zaror  57  Cuentos •• SOLICITUD Y PROMESA Sentada en la cama, protegiendo su desnudez, ella le pidió tres cosas: —Nunca trates de cambiarme. —No me tomes como parte de tu propiedad —No tengas proyecto de futuro conmigo, que no sea el resto de la tarde. Él le respondió: —Que nunca trataría de cambiarla, porque dejaría de ser lo que ama. —Que nunca la consideraría un objeto personal, por- que lo que quiere es una compañera. —El último pedido fue el más difícil, pero le dijo que trataría de prolongar infinitamente la tarde. Ella le prometió en cambio: —Que nunca le haría daño. —Que siempre sería muy leal, una palabra y conteni- do que adoraba —Y que habría muchas tardes. Así, la tendría siempre que la necesitase.
  • 58. Luis Zaror  58  Cuentos •• Paseo Los niños salieron de clases en orden, hacia el exterior del edificio. Sintieron el ruido del motor del minibus y se alocaron rápidamente. —¡Profesora, yo quiero ir adelante! ¡No, profesora, ahora me toca a mí ir adelante! –gritaban otros. El chofer no entendía nada con esos niños ciegos.
  • 59. Luis Zaror  59  Cuentos •• ¿Me convida una cerveza? –¿Me convida una cerveza? Miró al rubio pidiendo limosna. Le chocó. No es- taba acostumbrado. Su estereotipo de limosnero era un andrajoso de piel morena, casi analfabeto. Claro está que en España había visto limosneros vestidos como él, con la mano estirada. Sintió un escalofrío inmenso. Por curiosidad lo invitó. Hablaron largas horas sobre la vida. Finalmente llegó la hora de la despedida. El pordiosero le dijo: —Aquí no puedes ser pobre. Si lo soy, me dan una ca- sa. Si quiero vivir en la calle, no puedo. Está todo ordena- do y desinfectado, todo aséptico. ¡Por fin encontré un ser humano!
  • 60. Luis Zaror  60  Cuentos •• Día Internacional de la Mujer –Acto seguido, procederemos a homenajear a la señora Marta María Flores. La Señora Flores es una destacada militante del partido y en los cargos que ha desempeñado ha desarrollado una fructífera labor que nos honra a todos. Largo sería enumerar sus atributos, a los que además acompaña su belleza. Y el locutor oficial procedió, entre zalameras inflexio- nes de voz, a leer un largo e inflado curriculum que con- tribuía a crear el mito. —Por favor, señora Flores, tenga la bondad de acer- carse al estrado. La sala olía a una mezcla de colonias finas y baratas. Lentamente se acercó al escenario, con una sonrisa so- carrona. Mientras lo hacía y recibía un inútil galvano más, de esos que algunos mandan colgar en un lugar privilegiado de su casa, pensaba: ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Recordó la imagen del día anterior en la televisión: una diputada decía que el país va a cambiar, desde ahora, porque tiene una mujer como presidenta de la Cámara de Diputados. ¿Será que la parlamentaria se creía ese chiste? Y lo más divertido fue que los honorables diputados que acompañaban la escena, detrás de ella, cínicamente, pu- sieron cara de solidarios.
  • 61. Luis Zaror  61  Cuentos •• En su ironía, también pensó: Este cuento me lo voy a creer cuando nombren un hombre inteligente en un cargo importante. Le molestaba profundamente la llamada discrimina- ción positiva, que más bien consideraba una discrimina- ción electoral, para ganarse al segmento femenino. Una concesión para las mediocres, una ofensa a su inteligen- cia, ya que nunca se sintió discriminada Su ironía llegó al máximo cuando pensó: Estamos ce‑ lebrando el día de la mujer, para atender a los hombres el resto del año. Me gustaría tanto, ser mujer del siglo 19, y tener un hombre que me cuide y no tener que preocuparme por trabajar. Eso del feminismo lo debe haber inventado un hombre o mejor una lesbiana en su rol de macho. Se dijo: No soy machista ni feminista. Mi categoriza‑ ción de los seres humanos es otra. Recibió su galvano, su ramo de flores y con un muchas gracias retornó a su asiento.
  • 62. Luis Zaror  62  Cuentos •• CONVERSANDO CON YO MISMA Sus relaciones estaban cada vez más deterioradas. Ella hacía hincapié que no buscaba sexo. Quería cariño, respeto, un diálogo adecuado y compartir las horas sin sobresaltos. Agregaba que cuando pasasen los años, se iba a buscar un viejo, para cuidarlo y conversar. Una mañana, entró violentamente una mujer a su oficina, con el subterfugio de que quería venderle jabón, o sea limpieza, no sólo externa, y usando como ancla el siguiente argumento: que el hombre con el que estaba te- niendo un caso, era su hombre. Que ese hombre era un energúmeno, que la llamaba siempre, que hacía poco habían tenido sexo. Que no era verdad que hubiese terminado con ella. Y todo eso dicho compulsivamente. La señora se quedó helada, palideció, lo cual aprove- chó la otra para arremeter de nuevo. —¡Ve! Se asustó, usted no imagina como es ese in- dividuo. Es perverso. No se detiene ante nada con tal de conseguir lo que quiere y después establece relaciones por años. Ve lo que hacemos las mujeres, solas, por unos centímetros de cariño. No había duda, desde el otro lado del escritorio la señora trataba de ordenar su cabeza. Ella había tenido
  • 63. Luis Zaror  63  Cuentos •• otros hombres antes, pero nunca había enfrentado una situación como la que estaba viviendo. Pero algo morboso la llevó a seguir escuchando. ¿Sería cierto que la persona que amaba era aquella que le estaban describiendo? Lívida aun, le pidió a la mujer que se retirara. Esta en- tendió que se había excedido y debía partir, agregando un patético: Siempre será mío, aunque esté con otras. Se quedó sola en su oficina, respiró profundo y llamó a su amado. —Quiero que pases por mi oficina; estuvo aquí una loca que me dijo una enorme cantidad de cosas sobre ti, que espero no sean ciertas. Conversaron largamente. Él no negó situaciones an- teriores con aquella mujer, pero obviamente la construc- ción mitómana que esta había hecho, estaba lejos de ser la verdad. —No –dijo–, voy a tener que conversar esto con al- guien. Es mucho para soportarlo sola. Al día siguiente, ella llamó temprano. Le dijo: —Encontré una amiga inteligente, yo misma. Mira, le dije, mira yo misma, este es un sentimiento que si va a morir va a ser de muerte natural y no por asalto. Conversé mucho con yo misma y ella me dijo que era culpable de haberla escuchado.
  • 64. Luis Zaror  64  Cuentos •• HISTÓRICOS Los llamaban los históricos. Eran un grupo de funcio- narios de carrera, que habían asumido claramente su rol de permanentes al interior del municipio. Inclusive, a veces eran explícitos al decir que ellos eran permanentes, que el alcalde y su equipo de confian- za eran aves de paso. No dejaban de tener razón. Esta situación complicaba a cada nueva alcaldía que se instalaba. Más aun cuando esos equipos no tenían cla- ra visión de lo que era ejercer el poder y de los errados cálculos electorales que acompañaban a cada decisión. En la última reunión del concejo municipal, en la sec- ción reservada, el alcalde expresó los problemas que, a su juicio, generaba a él y su equipo ese tipo de funcionarios. El diálogo giró en torno a diferentes ponencias; al- gunos defendiendo a los funcionarios porque eran de su partido o por simple amistad, otros pidiendo ver la eva- luación de estos, si es que la había. Fue el turno del último concejal, el que no iba a la re- elección. Con voz firme dijo: —Alcalde y colegas, lamentablemente, por la estruc- tura de la ley, fuimos elegidos para administrar la ciudad, no para gobernarla. Cuando el alcalde encarga una tarea a su equipo o a
  • 65. Luis Zaror  65  Cuentos •• los funcionarios bajo su autoridad, ya sea para una sema- na, dos o un mes más, y esa no se cumple, ese funcionario no sirve y debe irse o al menos registrar en su hoja de vida una evaluación negativa. Como decía, usted fue elegido para administrar la comuna. En el ejercicio del poder se debe tener claras al menos cuatro cosas. Primero: que no se puede satisfacer al cien por ciento. Cuando eso está claro, nunca tendrá miedo de tomar decisiones y podrá gobernar. Segundo: funcionario de confianza que no construye la imagen del jefe, haciendo sus tareas, no sirve. Tampoco se trata de que anden como la barra del Boca Juniors, tocando el bombo todo el tiempo. Tercero: lo que no se sabe no exis- te, por lo tanto debe tener un adecuado y eficiente equipo periodístico. Hubo un alcalde que, según él, construyó diez escuelas, pero le dije que nadie lo ubicaba como el alcalde de la educación. Y cuarto: en el ejercicio del poder nunca se debe confundir la amistad y los calzones. Roma se perdió por un calzón. Si no, pregúntele a Marco Anto- nio y Cleopatra. El león nunca come cerca de su cueva.
  • 66. Luis Zaror  66  Cuentos •• LOS NIÑOS HACEN LO QUE VEN Escuchó ruidos en un cuarto: se asomó. Era su hija agi- tando violentamente una muñeca, mientras le grita- ba: —¡Me tienes «histórica»!
  • 67. Luis Zaror  67  Cuentos •• Nueva justicia El mapuche estaba sentado en el sitio de los acusados. A pesar de su horrible crimen, tenía derecho a aboga- do defensor. El juez le preguntó su nombre. Luego su fecha de na- cimiento y el número de su cédula de identidad. El pobre preguntó que era eso. Nunca había salido del villorrio donde vivía en los fal- deos cordilleranos. Su crimen fue horrible. Mató a la machi, empalándola a través de la vagina. Era el método que él conocía para librarse del mal de ojo que suponía ella le había echado. Los jóvenes estudiantes de derecho sintieron náuseas con la descripción y la vista del video y fotos de la occisa. Al acusado, el crimen le dio identidad, y conoció las calles de la capital provincial.
  • 68. Luis Zaror  68  Cuentos •• CONFERENCIA La conferencia había sido todo un éxito. El expositor había desplegado toda la sabiduría que mostraba el maestro que era. Una ovación sostenida cerró la conferencia. Sin em- bargo, entre el público había unos que murmuraban. Una persona que asistía al evento, desconcertada por la insidia, les preguntó: ¿Quién es ese? Uno de los murmu- radores le respondió: Es un don nadie, un tal Jesús, hijo de un carpintero.
  • 69. Luis Zaror  69  Cuentos •• Colostomía Cuando despertó, descubrió que le habían hecho una colostomía. Un poco más tarde, con la cabeza despejada, tuvo un pálpito de de culo: su trasero no le serviría nunca más. Lo peor fue que ya no habría esos momentos de priva- cidad donde descansaba y leía el periódico. Aún así seguía intentándolo.
  • 70. Luis Zaror  70  Cuentos •• Poncio Texas El presidente despierta en la noche, agitado. Su mujer también, ambos con la misma pesadilla: el rostro inocente de Alí, con sus diez años y sus brazos y piernas amputadas por la guerra. Abren un sobre y otra vez la imagen del niño, impresa, y la frase Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo. La televisión muestra al niño hablando. No cercena- ron sus sueños. Vuelve a dormir el Presidente. Lo despierta nuevamente su mujer. Ella le dice: —Tuve un sueño: vi un niño inocente mirando tu ca- ra. Cuando te lavaste las manos, la televisión mostró que el agua estaba roja.
  • 71. Luis Zaror  71  Cuentos •• Paraísos migratorios Era tan bueno el paraíso comunista que construyeron una muralla, para que nadie lo abandonara o se fuera por error. Pero eso se volvió un acto egoísta que no permitía a los de fuera entrar al paraíso a conocer las maravillas y contárselas al resto. En la ciudad santa el muro fue más alto: el egoísmo fue mayor, nadie podría fugarse ni entrar, ni tampoco mirar a la distancia. En Cuba no necesitan muralla: la isla es un paraíso rodeado de mar, vigilado por tiburones.
  • 72. Luis Zaror  72  Cuentos •• Propiedad intelectual El juez que debe dictar sentencia, compra en la feria CD piratas.
  • 73. Luis Zaror  73  Cuentos •• Suplemento literario Los escritores de izquierda se buscan todos los domin- gos en el diario El Mercurio.
  • 74. Luis Zaror  74  Cuentos •• Sentencia ¿Cómo pruebo que a esa tontona –con su coeficiente intelectual por el suelo, que va a inspirar lástima–, le gusta el hueveo y van a condenar a mi representado por caliente y aceptar la invitación?
  • 75. Luis Zaror  75  Cuentos •• El último vitalicio Después de 45 años de dirigir el grupo, uno de los miembros le dijo: —Hagamos elecciones. Le respondió: —Aún no es tiempo.
  • 76. Luis Zaror  76  Cuentos •• Error de fondo Estaba redactando su informe. Se equivocó. Escribió el vocablo Dios en vez de días. Colocó el cursor sobre la palabra equivocada y apareció una pregunta: «¿Desea eliminarlo?» No se atrevió: lo envió a reciclaje.
  • 77.
  • 78. .
  • 79. . Cerro Santa Ana  9 Día de los enamorados  10 El enfermo José Soto no come por culpa del administrador  11 Es mucha responsabilidad irse al cielo 14 Insomnio 16 Murió Pedro Peredo  18 Panadería   19 Tiempo de angustia  20 Elección de rector  21 Cristianismo estremecido  23 No corte, le van a hablar  24 Coquetería   26 Robo y justicia  27 ¿Qué nos pasa a los suecos?  28 Inmigrante de cafetería  29 La otra cara de la moneda  30 Responsabilidad 32 David Copperfield sobrepasado 33 Mormones 35 La india dormida  37 De Reus a Barcelona  38 Felicidad eterna  39 La viuda llora  40 Castigo 41 Fraternalmente, camarada  42 Madre soltera  43 María Asunción  44 Orientadora 45 Pudo haber sido un buen sacerdote 46 Existir 47 Regreso a casa  48 Ex alumna  49 Moral política  50 Feminismo 53 Profesora abandonada  55 Solicitud y promesa  57 Paseo 58 ¿Me convida una cerveza?  59 Día Internacional de la Mujer 60 Conversando con yo misma  62 Históricos 64 Los niños hacen lo que ven  66 Nueva justicia  67 Conferencia 68 Colostomía 69 Poncio Texas  70 Paraísos migratorios  71 Propiedad intelectual  72 Suplemento literario  73 Abogado defensor  74 El último vitalicio  75 Error de fondo  76 Contenido Prólogo, Erwin Haverbeck  5
  • 80. Esta primera edición, en 500 ejemplares, de Judas Siempre Está dentro de Luis Zaror, se terminó de imprimir en Valdivia en Febrero de 2011 en los talleres de Imprenta América, ☎ (63) 212003, info@iamerica.cl para Ediciones Kultrún, ☎ (09) 873 5924,  653, e.kultrun@gmail.com Valdivia, Chile. Diseño y cuidado de la edición a cargo de Ricardo Mendoza Rademacher. Todos los derechos reservados. Se autoriza su reproducción parcial para fines periodísticos, debiendo mencionarse la fuente editorial. © Luis Zaror Cornejo, 2011. RPI 200.978 / 02.02.2011. ••
  • 81. Luis Zaror (1943), Tecnólogo Médico, M. Sc. y Dr. en Ciencias, es profesor de Micro- biología de la Universi- dad Mayor (sede Temu- co), ex profesor de la Universidad Austral de Chile, y autor de nu- merosas publicaciones científicas. Miembro fundador del grupo liter- ario Trilce, y miembro del directorio de la Cor- poración Cultural Municipal de Valdivia. Apa- rece antologado en Antología del Grupo Trilce (1964), poesía chilena 1960-1966; en la antología Doce Poetas Chilenos de Origen Árabe (1993), edición bilingüe español‑árabe, publicada en Egipto; y en el año 2000 en Poesía Universitaria de Valdivia, Antología. En 1988 publica Primer Diálogo; en 1991, Ar- chipiélago de Palabras; en 1995, Fractales, en el 2000, Candil; y Búsqueda en 2001.