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Transcripción de la Charla del Dr. Zaffaroni realizada en las pasadas Jornadas
del Centro de Estudios de Ejecución Penal.1



      Queridas amigas, amigos, ante todo muchísimas gracias. A mi los homenajes me
perturban un poco, primero porque pienso que en una de esas los homenajes se hacen
porque estás mas cerca del arpa que del violín. Esto, es un poco alarmante, pero bueno me
conservo en estado.

      En realidad, lo que quería significarles es que los homenajes a veces se personalizan
pero ninguno de nosotros es merecedor de todo lo que en algún momento puede llegar a
representar, porque nos vamos construyendo a lo largo de la vida, a lo largo de la carrera, a
lo largo de las experiencias; vamos aprendiendo y en definitiva encarnamos a muchos, a
muchos que nos fueron dando cosas, que nos fueron enseñando.

     No quisiera en este momento incurrir en omisiones pero les puedo demostrar que sí
son muchos. Yo soy un accidente más, pero no estaría acá, no sería este accidente, de no ser
por –quizás- las lejanas clases de criminología en México hace muchas décadas de la mano
de Don Alfonso Quiroz Cuarón - el criminólogo que investigó el asesinato de Trotsky -.

     Quizás tampoco lo sería sin algunos republicanos españoles como Manuel de
Rivacoba y Rivacoba, ese profesor de derecho penal de Santa Fe, del Litoral, después de
Chile, que fue condenado a treinta años por el franquismo porque estaba por poner un
cohete o algo parecido cuando Ortega y Gasset volvía a la cátedra, y que vivió exiliado
entre nosotros unos cuantos años. Y quizás tampoco lo sería sin Francisco Blasco
Fernández de Moreda, otro exiliado republicano español catedrático en Corrientes, que
había salido de España como procurador general de la República, no porque lo fuera antes,
sino porque no quedaba nadie en la Procuración cuando estaba a punto de caer el último
baluarte republicano en la frontera francesa.

      Quizás tampoco lo fuese si no hubiese conocido a Antonio Beristain, el jesuita que
encarnó la victimología en España, a quien tuvimos un día acá en la Argentina en plena
dictadura, en aquellos años que recuerda nuestro colega y vino de España y habló entre
nosotros de derechos humanos, habló de Criminología Crítica, mientras unos cuantos se
fueron zapateando, golpeando puertas y nos denunciaron a la SIDE.



1
 Texto corregido de la conferencia, realizada en la Facultad de Derecho de la UBA el día 12 de octubre de
2012, en el marco de las III Jornadas de Ejecución Penal, organizado por el CEEP, Departamento de Derecho
Penal y Criminología.

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Quizás tampoco estaría acá de no ser por Don Isidoro De Benedetti, nuestro gran
penalista, hombre perseguido después del 55´, marginado de la cátedra universitaria; uno de
los penalistas más cultos que hemos tenido en nuestro país. Quizás tampoco si no lo
hubiese conocido a Don Roberto Pettinato, el transformador del servicio penitenciario allá
por los años 50´, el que terminó y cerró la etapa de los gallegos, el que consiguió el cierre
del penal de Ushuaia y terminó con lo grilletes y el uniforme cebrado.

     Quizás si no hubiese tenido algún contacto con Giuseppe Bettiol, viejo reaccionario
que decía que el último Papa había sido Pio XII, pero un liberal en materia penal realmente
profundo, quizás el más profundo pensador penalista que haya tenido Italia en el siglo XX.

      Quizás tampoco si no lo hubiese conocido a Alessandro Baratta, que tanta falta nos
hace, que nos iluminó tanto el camino. Quizás un artículo de Alessandro Baratta que
intenté contestar en su momento me hizo dar un giro en los finales de los 80´, cuando me di
cuenta que el artículo que había escrito para responderle no tenía ningún sentido; en
realidad Sandro tenía razón.

      En fin, quizás tampoco si no lo hubiese conocido a Louk Hulsman, con quien
mientras cortaba rosas en el jardín de casa para preparar alguna ensalada, discutíamos la
cuestión del abolicionismo. Ni tampoco si no hubiese conocido a Rosita del Olmo, la
criminóloga venezolana que junto a Lola Aniyar de Castro revolucionaron la criminología
del continente.

      En fin, y quizás tampoco si no hubiese hablado con los presos, y si no hubiese
hablado tanto, tanto con los familiares de presos, si no hubiese tenido en la Cámara “la
corte de los milagros”, que me esperaba, donde me di cuenta que muchas veces no venían a
pedir nada, simplemente que se los escuche, porque nadie los escuchaba.

      Y quizás si no hubiese conocido a alguien que no se menciona, Alba Castillo, que por
entonces fundó una cosa rara, más o menos parecida al Krupp de un sueco, noruego o
danés, una organización rara en la que se juntaban ex presos, familiares de presos,
profesores de derecho penal, abogados, etc. Una cosa extraña, casi terminamos todos
presos, pero aprendí mucho. Quizás ahora si no hubiese conocido a Enrique Olivera, el
cura de devoto, después colgó los hábitos, un gran cura por cierto.

     En fin todo esto, creo que les demuestra suficientemente que yo no soy yo, soy yo
pero no soy yo, soy un poco el resultado de todo esto, como cada uno de nosotros lo es.
Los homenajes no son personales en el sentido de que a uno se le ocurrió un día mientras se
esta afeitando nada genial, sino que nos vamos formando y debemos cosas. Me he
permitido mencionar a casi todos los que ya no están con nosotros, tendría que mencionar
a muchos más que están con nosotros pero aquí podría haber omisiones, entonces les

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agradezco y les acepto el homenaje en nombre de todos aquellos, fundamentalmente de
todos aquellos que ya no están, de todos aquellos a los que ya no le puedo decir maestro en
forma personal. Bueno, muchísimas gracias y mil perdones por esta digresión.

      Si vamos a charlar un rato sobre lo que hay en torno de la ejecución penal les diría
que tampoco he inventado la pólvora nunca. Estamos viviendo un momento muy particular,
el marco ideológico de este momento. Es decir, desde el trabajo de Erving Gooffman han
pasado varias décadas y ha pasado más de un siglo desde los trabajos pioneros de Peter
Kropotkin sobre la cárcel y también han pasado varias décadas desde los trabajos de Franco
Basaglia sobre el manicomio.

       Es decir, sabemos perfectamente cuál es el efecto que tienen las instituciones totales.
Sabemos que la institución total tiene un efecto iatrogénico, reproduce lo que dice que está
designada a resolver. Provoca una situación regresiva, una sintomatología regresiva, de
alguna manera conocemos perfectamente que los rituales de incorporación a la institución
total son rituales que alteran gravemente la personalidad y la autopercepción de la persona
sometida a ellos. La persona que hasta ese momento, como decía Gooffman, tenía sus
ámbitos de actividad separados, el lugar de trabajo, el lugar de diversión o de
esparcimiento, el lugar de descanso. De pronto los tiene todos dentro de una misma
institución, y no solo dentro de una misma institución, sino reglamentados, es decir todo lo
que en nuestra vida de adultos hacemos en ámbitos que están separados, de pronto
pasamos a realizarlos en el mismo ámbito y reglamentado. Es decir de la misma manera en
la que lo hacíamos cuando éramos niños, cuando éramos adolescentes. Es una clara vuelta a
una etapa superada de la vida. No en vano creo que cada vez que uno visita una cárcel tiene
la sensación de que está asistiendo a un extraño internado de niños grandes, donde
empiezan trampas, cosas y valores que son extraños a la vida común y corriente, donde
aparecen casi travesuras extrañas –raras-, donde cobran importancia cosas que en la vida
común y corriente no la tienen. Donde se pierde la sensación del espacio y donde sucede
algo que es más grave, y que es el efecto iatrogénico de la prisión.

      Es decir durante cinco, diez años, o el tiempo que sea, hay una persona a la cual el
resto la está viendo conforme a un rol desviado y le estaré afirmando y confirmando el rol
desviado permanentemente. Entendámonos: no es que yo sea un interaccionista furioso o
rabioso, pero el interaccionismo existe. Es decir cada uno de nosotros es, más o menos en
alguna medida como nos ven el resto y asumimos los roles que el resto nos demanda
porque los tenemos que asumir, porque si no los asumimos el resto se enoja, ese es el
problema, se producen lo que se llama disrupciones, y la disrupción genera una respuesta
agresiva, porque nos quedamos sin libreto, no sabemos cómo seguir, hay en toda la relación
social una suerte de dramaturgia que no la podemos negar.


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Si ustedes ven en poco lo que estamos haciendo en este momento, tengo sentado a mi
lado al organizador de un espectáculo, ustedes son el público y yo soy el actor. Todos,
ustedes, el organizador y yo suponemos que el resto se va a comportar como organizador,
como público y como actor. Nos demandamos roles recíprocamente y si alguno de nosotros
rompe, se sale del rol, del rol que estamos demandado recíprocamente, nos enojamos.
Imagínense cómo me pondría yo si ustedes se paran y se ponen a cantar el himno. No se,
que se yo, el organizador me dirá “cuando los invitamos no sabíamos que se iban a
emborrachar, parecían personas serias, etc.”. Si en lugar de eso me levanto yo en este
momento y me pongo a cantar lunita tucumana, los que se enojan son ustedes, el
organizador dice “no un momento cuando lo invitamos no estaba tan loco”. Es una
reacción agresiva la que se produce porque nos quedamos sin libreto. Imagínense que la
organización hoy nos corte la luz, ¿pero que están haciendo?, váyanse todos, nos enojamos
todos con el organizador y si, efectivamente esto es así, es así en la vida común y corriente
y en la vida de la institución total esto se reafirma.

       No es que el personal esté viendo al preso como tal, son los mismos presos que se
están viendo como tal. Entra una distribución de roles interior, asume un papel dentro de la
institución total, será el grupo de los pesados, de esto, de aquello, del otro y desempeña el
papel que el resto de los presos le asignan también, porque si no lo desempeñan el resto de
los presos se van a enojar y le van a hacer un agujero complementario en el baño con una
púa.

      Si efectivamente y durante años el sujeto tiene que responder a esa demanda de
rol,qué nos vamos a extrañar que el día que salga siga comportándose conforme ese rol. Si
no lo hace es un milagro.

      Entonces, por supuesto, la crítica a la institución total fue mal entendida, en muchos
sentidos. Respecto de la crítica al manicomio, por ejemplo, que provocaba el mismo efecto,
es decir una reproducción, se dice: bueno, hay que acabar con el manicomio porque no
existe la enfermedad mental. No, no es que no existe la enfermedad mental, no es que no
existen conflictos o que no existan conductas sociales tremendamente agresivas, crueles,
violentas, criminales, etc. No, claro que existen, no caben dudas.

     El problema es otro, es que el abuso de la institución total lo que provoca es una
reproducción del problema. La enfermedad mental existe, pero en qué medida el
manicomio no enferma más. O en qué medida el manicomio no potencia la enfermedad de
personas que -después de todo- tenían unos errores de conducta no tan graves. En qué
medida no se convierte en un asilo que resta toda posibilidad de salud mental a la persona.

     No se trata de suprimir porque sí. No se trata de convertir la supresión del
manicomio, de la cárcel, en un negocio inmobiliario-como algunos pueden hacerlo o aspirar

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a hacerlo-. No, efectivamente, e incluso la supresión de la cárcel, cuidado, cuidado con
esto, que es algo sumamente riesgoso. Yo no se si llegaré a verlo, pero estoy seguro que en
este siglo la cárcel como la conocemos va a desaparecer, va a ser remplazada por otros
controles de conducta, pero no en el sentido en el que podemos aspirar. No falta mucho
para que haya una nueva generación de chips y como resultado de esto vamos a tener el
control electrónico de conducta, altamente tecnificado. Vamos a tener la casa inteligente
que sabe cuándo me levanto, si quiero ir al baño o si quiero desayunar, todas esas cosas.
También va a ser la cárcel inteligente.

      El sistema de control a través de chips subcutáneos, ínfimos, casi invisibles, este
sistema, de alguna forma, vencerá las dificultades tecnológicas que hay hoy. Las
dificultades tecnológicas siempre se resuelven a lo largo del tiempo. Una vez resueltas
estas dificultades, una vez desestimulados los fabricantes de cárceles prefabricadas que
andan por el mundo ofreciendo sus catálogos y vendiéndolas en leasing a los gobiernos, o
los que andan haciendo propaganda de que la mejor cárcel es la privatizada. Ahora ya no
hablan de privatización, hablan de tercerización de todos los servicios. Claro, también
tercerizan el servicio de seguridad, el servicio psicológico, etc. con lo cual tercerizan todo,
privatizan. Andan mintiendo, diciendo que eso es más barato que la cárcel estatal.

      En fin, desestimulados todos esos intereses que están de por medio, el control
electrónico de conducta puede presentar un panorama que es tremendamente amenazador,
sobre todo en una sociedad donde estamos viviendo una etapa política mundial muy grave.
Estamos viviendo un momento mundial de lucha de poder que no se resuelve, creo que
corresponde a dos modelos de sociedad. Si lo tuviera que decir groseramente diría que no
sé quién manda si Obama o Wall Street. ¿El poder es político o el poder es de las grandes
corporaciones económicas?, esa es la lucha de hoy en el mundo, esta es una guerra abierta,
una tercera guerra mundial ya desatada directamente, sorda, pero que funciona de esa
manera.

      Y que corresponden por un lado al modelo político que razonablemente sería un
modelo de estado social de derecho, una sociedad que tratase de ser medianamente
incorporativa, y por otro al modelo de las grandes corporaciones que es un modelo
excluyente, un modelo de una sociedad 30-70, y por ende un modelo de estado reducido a
la mera función de represión para mantener controlados a los excluidos. Se los controla a
través de la televisión, se los controla a través del ocio, de la regulación del ocio o se los
controla a través de la represión.

     Ese es el marco en que nos movemos, y en la medida que avanza este segundo
modelo de sociedad excluyente, este segundo modelo de estado reducido a garantizar la
soberanía del contrato y la represión, en la medida que este modelo avanza, lo que se

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provoca es una creciente institucionalización y prisionización. Es decir un empoderamiento
de las instituciones totales, que en algunos países es posible sostenerlo a través de grandes
esfuerzos presupuestarios no se hasta qué momento. Algo que en nuestra región
latinoamericana no podemos sostener, no podemos copiar ese modelo, y eso va creando las
deterioradas condiciones de nuestras instituciones totales.

      No hay un sistema penal latinoamericano, hay muy buenas leyes de ejecución penal
en todos nuestros países; las podemos ir leyendo, las podemos comparar, algunas mejores,
otras peores, pero realmente son leyes programáticas cuya realización es bastante relativa.
Y es bastante relativa porque falta la infraestructura para llevar a la práctica esas leyes en
casi todos nuestros países. El esfuerzo por llevarlas a la práctica es un esfuerzo que no diría
que es inútil, es bueno. Podemos hacer avanzar los estándares de realización, pero de
alguna manera tenemos que redefinir el concepto de resocialización o de repersonalización
o de reinclusión o de re-educación, o de todas las ideologías que, en definitiva, en la
medida que las sigamos interpretando en el sentido positivista son empresas imposibles.

      Para el positivismo y para todos los inventores de las ideologías re o de prevención
especial positiva desde le siglo XIX hasta hoy la función de prevención especial positiva
indica que se debe tomar a una persona, mejorarla, arreglarla, repararla en una institución
total que funcionaría como una especie de taller y después ponerla de nuevo en circulación.
Esta ideología, que aparte de ser una ideología autoritaria, muy reñida con los principios de
respeto a la dignidad de la persona y la autonomía de la persona, y que por otra parte es
absolutamente irrealizable, es un absurdo, es una contradicción en los términos que yo
tenga que privar de libertad a una persona en una institución total para enseñarle a vivir en
libertad.

      No obstante eso de que se puede enseñar a nadar sin agua o que se puede enseñar a
jugar al futbol adentro de un ascensor, realmente ha cundido, es una de las tesis
legitimantes de la pena, una de las tantas tesis legitimantes de las penas. Desde sus
comienzos se ha percibido su fracaso en la práctica pero sin embargo nos es inevitable tener
una cierta cantidad de población prisionizada.

     Por más que luchemos, el objetivo inmediato que tendríamos que obtener es una
reducción de la prisionización, una radical reducción de la prisionización. No soñar con ir
más lejos ni tratar de cambiar la sociedad, porque eso desde nuestra posición no lo vamos a
hacer.

      La dinámica social es otra. Pero, ¿reducir la prisionización en América Latina
significa cambiar los códigos penales? No. Porque lamentablemente la prisionización no
esta legitimada a través de disposiciones penales. Es curioso. Está legitimada a través de
disposiciones procesales. El 60, 70, 80 por ciento de nuestros presos no están condenados,

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están procesados. Varía según se regule la prisión preventiva o según se regule la
excarcelación -eso tiene mucha más incidencia en el incide de prisionización que el
aumento de las penas en el código penal-, y eso en cualquier país de nuestra región.

      Si nos dejamos de ficciones y pensamos; bueno, a fines del siglo XIX al compañero
Carl Stooss en Suiza, se le ocurrió decir: al lado de las penas hay medidas de seguridad, por
qué, porque hay algunos tipos que son medios intratables, entonces para la gente como uno
vamos a tener penas con las medidas de la culpabilidad, para los otros vamos a tener
medidas de seguridad en la medida de la peligrosidad.

      Después, en 1930 el código Rocco, el código fascista perfecciona este sistema: si no
nos alcanza con atribuirle el mal uso de la libertad, entonces le vamos a dar con la
peligrosidad, entonces le ponemos la pena, y después la medida de seguridad. Nosotros no
lo tuvimos en esos términos pero mas o menos nuestro art. 52 de reclusión accesoria por
tiempo indeterminado respondía a lo mismo.

      ¿Y acá, ahora, cuál es nuestra realidad? nos sentimos muy afanosos los penalistas,
¿hemos dejado la peligrosidad? No. Miren hay sentencias de la Corte Interamericana, ya la
mera peligrosidad no. La peligrosidad sin delito, peligrosidad pre delictual de los
positivistas, leyes de peligrosidad social, no mire, eso no lo tenemos.

      Momentito, momento por favor, si tenemos al 70 por ciento de los presos, presos por
una medida de seguridad sin delito, porque no tenemos la prueba de que hayan delinquido,
no están condenados.¿Qué hemos hecho? hemos generalizado la peligrosidad sin delito por
una mera sospecha, por una semiplena prueba. Tenemos un sistema punitivo cautelar, por
las dudas funciona. Salvo aquel que hizo una barbaridad muy grande, bueno le doy
sentencia y se queda unos años más. Pero el resto, si no agota la pena en prisión preventiva
le pasa raspando o sale en libertad condicional.

      Tenemos un sistema penal cautelar, un sistema penal que funciona por las dudas, un
sistema penal de medidas de seguridad pre-delictuales, y nos bajan una solución hermosa,
genial: nos dicen “conviértalos en condenados rápido”,¿a través de qué? de la negociación,
del juicio abreviado. Entonces conviertan a estos presos sin condena en condenados sin
juicio.

      Esta es nuestra realidad, esto es lo que hay que tratar de controlar como primer
objetivo, reducir el ámbito de la prisionización. No es que no existen los crímenes, claro
que existen; no es que no existe la enfermedad metal, claro que existe, pero estamos
haciendo un uso iatrogénico, un uso reproductor de la institución total, ese es el problema.




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De cualquier manera tenemos que tratar a una población que está prisionizada. Si
efectivamente. La ideología re en el sentido positivista no funciona. ¿Qué hacemos? hay
que depararle un trato, necesariamente hay que depararle un trato. Estamos en una
situación análoga de institución total a la situación que tenía el manicomio hace treinta o
cuarenta años y que todavía subsiste en gran parte de nuestros países, más aun les diría que
hay algo común entre el manicomio y la cárcel, huelen de la misma manera. Uno entra a
una cárcel y a un manicomio y siente el mismo olor, y generalmente es olor a sucio, olor a
amontonamiento humano, y si efectivamente esas instituciones cumplen funciones y son
des-socializantes.

      ¿Cómo controlamos ese efectos des-socializante, cómo controlamos ese efecto des-
personalizante? -esa generación de una sintomatología regresiva a la que me refería hace un
rato-. Bueno ante todo creo que hay que cambiar el concepto mismo de re socialización.
Entender re socialización en sentido positivista no tiene ningún sentido. Tenemos que ser
conscientes de que de alguna forma lo que se ha provocado, lo que se ha producido es un
efecto des socializante que lo produce el propio contacto y la propia intervención del poder
punitivo.

      A partir de ahí nuestra función es revertir eso en la medida de lo posible. Revertirlo
¿cómo?, revertirlo ofreciendo la posibilidad de un cambio de autopercepción, ofreciendo no
imponiendo, a nadie se le puede imponer, ofreciendo la posibilidad. A veces me dicen
bueno pero esto es mas o menos igual que lo otro. No, no es mas o menos igual que lo otro.
Es distinto, es distinto porque la consigna en el trato con el preso no debe ser “sé bueno”,
¿por qué? porque no es legítimo y el preso lo sabe. Se puede dar vuelta y decirme ¿por qué
tengo que ser bueno yo que soy un infeliz, y mirá a aquel otro lo que está haciendo y está
suelto? Y tiene razón, en una sociedad discriminatoria, en una sociedad clasista, en una
sociedad con distintos niveles, con una injusta distribución de la riqueza, etc.,eso pasa, y
sucede, si es cierto. Quien está más cerca del poder es impune, quien está más lejos del
poder, la liga, y naturalmente estos que están presos, ¿por qué están presos?, están presos
porque están mas lejos del poder, claro, son más vulnerables, y son mas tontos por
supuesto.

      Cualquiera de nosotros que en la vida esté acostumbrado a leer expedientes-y yo ya
estoy un poco cansado de mirarlos-no puede dejar en algún momento de tener una reacción
a medida que va leyendo uno y otro y otro expediente. En algún momento vas diciendo
pero que tonto. Porque a uno se le hace una mente criminal, y uno dice: si yo hubiera hecho
esto lo hubiera hecho de otro manera, no, no lo haría así, mira este estúpido lo que hizo, no
se da cuenta? Y si, efectivamente, uno dice: este tipo está buscando la pena. Eso se ve
directamente, constantemente, es un grado de torpeza, es más diría, hay veces que uno ve
tentativas de robo, hurto, tentativas de robo a mano armada, y uno tendría ganas de

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llamarlos y decirles: mirá pibe, parece que sos un fracasado, buscá otra actividad porque
esta no va. Y si, esto, llega un momento dado que uno se dice, pero ¿qué es lo que estamos
haciendo? estamos encerrando al menos hábil, estamos encerrando al más tonto. Entonces
la consigna no es sé bueno, sino no seas idiota que es otra cosa. No le pongas la cara al
aparato.

      Bueno, todos sabemos que en un 80 por ciento de los casos esto es así, habrá un 20
por ciento de medio psicópata, puede ser. Pero en la inmensa mayoría, en el delito contra la
propiedad, en el delito de tráfico de alguna cosa prohibida, que es el delito como medio de
vida, esto es así, esto se produce de esta manera.

      Entonces lo que tenemos es una población prisionizada, no tanto por la gravedad de lo
que haya hecho, que tampoco en la gran mayoría de los casos se sabe si lo ha hecho, porque
no están condenados, sino que están prisionizados por su vulnerabilidad. Vulnerabilidad
social por un lado, porque pertenecen a las capas más subalternas de la población, y por el
otro lado, por una fragilidad personal; porque no se prisioniza toda una capa subalterna,
sino que hay algunos.

      Es decir hay algunas características de fragilidad de personalidad entre algunas de las
personas que pertenecen a esas capas que es lo que va a determinar su prisionización.
Entonces los presos no están presos tanto por lo que hicieron sino porque lo hacen mal. El
problema es revertir de alguna manera esa vulnerabilidad que la da la conjunción de esa
fragilidad personal con la pertenencia a las capas subalternas.

      Ofreciendo la posibilidad, muchas veces hay quienes entienden que esta
resocialización en sentido positivista, en el viejo tradicional sentido de arreglar el aparato
descompuesto ha funcionado y dicen:¡miren que bien funcionó!, fulanito entró acá semi-
analfabeto y ahora resulta que salió como ingeniero, sociólogo, abogado. No, pare. Hizo
prosa sin saberlo usted.

      Lo que pasa es que a través de este proceso, el sujeto cambió su autopercepción y por
ende comenzó a comportarse de otra manera. Más aun, la autopercepción se cambia por
simple razones etarias también. Fíjense ustedes por qué cae la población penal después de
los treinta años. Hay una baja de población penal: no están los viejos en la cárcel.¿Por qué?
porque se jubilan, y se jubilan porque se caen del estereotipo. El estereotipo no es una cosa
externa solo, sino que se introyecta en razón de esas demandas de rol, uno asume el
estereotipo, entonces no sólo se viste conforme al estereotipo y tiene cara de estereotipo,
sino que introyecta el estereotipo, se comporta conforme a él, y al comportarse conforme a
éste, y bueno, el día que se me cayó ya los otros no me miran cómo, ni me demandan eso;
entonces paso a ser otra cosa y bueno el chorro es joven, ya a cierta edad uno no puede ser
arrebatador, porque no puede correr a la misma velocidad entonces bueno se jubila.

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Esta salida del estereotipo, esta extroyección del estereotipo se puede ofrecer, esta sí
es una tarea posible sin pretensiones omnipotentes. En algunos casos no tendremos éxito,
tengamos en cuenta que estamos manejando población prisionizada que presenta esa
característica de fragilidad, y esa característica de fragilidad, muchas veces,
lamentablemente, lleva a ocasiones de violencia que en definitiva son suicidios
triangulares; por otra parte tengamos en cuenta que cuando le decimos a alguien no sea
idiota y le mostramos el papel que se le ha hecho cumplir o el papel que se le destina,
cuidado que estamos provocando un cambio en la situación personal pero también podemos
provocar una situación depresiva. A ninguno le agrada que lo estafen, la víctima de estafa
sufre un efecto depresivo y mayor será el efecto depresivo cuando la estafa ha sido en algo
tan fundamental como una elección existencial.

      Con todo eso, tenemos que chocar, con una terapia de la vulnerabilidad en un
tratamiento de la vulnerabilidad que podemos ofrecer. Vamos a encontrar muchos fracasos,
si efectivamente, la red se tiende sobre personas frágiles, y a veces esa fragilidad que
proviene de razones mucho más lejanas, mucho mas profundas, que la sociedad ha
profundizado pero son irreversibles y son muy difíciles de manejar. De cualquier manera
esa si es una tarea que podemos hacer, esa es una tarea factible, es una tarea que le puede
devolver al operador de la ejecución penal la confianza que no le da una falsa
resocialización.

      Es decir hay una cierta anomia, si a mi me quieren obligar a hacer algo imposible, y la
tarea de resocialización en el sentido positivista es imposible, por consiguiente eso provoca
anomia en el operador, provoca desconcierto, provoca desconfianza en el propio personal y
provoca necesariamente una carencia de objetivos seguros.

      Creo que revertir el concepto de resocialización, rellenarlo con este concepto de
ofrecer la posibilidad de un cambio de autopercepción, ofrecer la posibilidad de una
elevación del nivel de invulnerabilidad a la red que capta personas para someterlas al poder
punitivo, a la red de criminalización secundaria; creo que ésta es no sólo una tarea factible
sino una tarea que le otorgaría mucha más seguridad a los propios intervinientes en la
ejecución penal.

      Todo esto lo tenemos que hacer en condiciones sociales y políticas tremendamente
negativas, todo esto lo tenemos que hacer en momentos en que la prisionización, como les
decía, responde fundamentalmente a una medida de seguridad, medida de seguridad pre-
sentencia, medida de seguridad a veces pre-delictual porque no sabemos si el sujeto
cometió el delito y que no se impone ya en razón de culpabilidad sino en razón de
peligrosidad. Pero no la peligrosidad positivista. Ahora se ha inventado una peligrosidad



                                                                                           10
judicial que se llama “riesgo procesal”:es decir la posibilidad, el riesgo, el peligro de que el
sujeto quede rebelde.

      Pero esto es una especie de cobertura también, porque lo que prima en definitiva es
una peligrosidad judicial en otro sentido, es peligrosidad para el juez. Si, cada juez que
tiene que decidir una excarcelación se siente en peligro, en peligro de un linchamiento
mediático, en peligro de un juicio político promovido por políticos deshonestos u
oportunistas; es peligrosidad para el juez, es peligrosidad judicial en ese sentido. Esto es en
la gran mayoría de los casos el fundamento último y real de la prisión preventiva o de la
denegación de la excarcelación.

      Por supuesto no se lo dice, como no se dice que el fundamento último de la pena
después de todo es la venganza, no se lo puede decir porque no se lo puede confesar y no se
lo puede reducir a términos racionales, pero si nos sacamos la careta éste es el fundamento
actual de la prisionización en la mayoría de los casos. Muchas gracias.




                                                                                             11

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  • 1. Transcripción de la Charla del Dr. Zaffaroni realizada en las pasadas Jornadas del Centro de Estudios de Ejecución Penal.1 Queridas amigas, amigos, ante todo muchísimas gracias. A mi los homenajes me perturban un poco, primero porque pienso que en una de esas los homenajes se hacen porque estás mas cerca del arpa que del violín. Esto, es un poco alarmante, pero bueno me conservo en estado. En realidad, lo que quería significarles es que los homenajes a veces se personalizan pero ninguno de nosotros es merecedor de todo lo que en algún momento puede llegar a representar, porque nos vamos construyendo a lo largo de la vida, a lo largo de la carrera, a lo largo de las experiencias; vamos aprendiendo y en definitiva encarnamos a muchos, a muchos que nos fueron dando cosas, que nos fueron enseñando. No quisiera en este momento incurrir en omisiones pero les puedo demostrar que sí son muchos. Yo soy un accidente más, pero no estaría acá, no sería este accidente, de no ser por –quizás- las lejanas clases de criminología en México hace muchas décadas de la mano de Don Alfonso Quiroz Cuarón - el criminólogo que investigó el asesinato de Trotsky -. Quizás tampoco lo sería sin algunos republicanos españoles como Manuel de Rivacoba y Rivacoba, ese profesor de derecho penal de Santa Fe, del Litoral, después de Chile, que fue condenado a treinta años por el franquismo porque estaba por poner un cohete o algo parecido cuando Ortega y Gasset volvía a la cátedra, y que vivió exiliado entre nosotros unos cuantos años. Y quizás tampoco lo sería sin Francisco Blasco Fernández de Moreda, otro exiliado republicano español catedrático en Corrientes, que había salido de España como procurador general de la República, no porque lo fuera antes, sino porque no quedaba nadie en la Procuración cuando estaba a punto de caer el último baluarte republicano en la frontera francesa. Quizás tampoco lo fuese si no hubiese conocido a Antonio Beristain, el jesuita que encarnó la victimología en España, a quien tuvimos un día acá en la Argentina en plena dictadura, en aquellos años que recuerda nuestro colega y vino de España y habló entre nosotros de derechos humanos, habló de Criminología Crítica, mientras unos cuantos se fueron zapateando, golpeando puertas y nos denunciaron a la SIDE. 1 Texto corregido de la conferencia, realizada en la Facultad de Derecho de la UBA el día 12 de octubre de 2012, en el marco de las III Jornadas de Ejecución Penal, organizado por el CEEP, Departamento de Derecho Penal y Criminología. 1
  • 2. Quizás tampoco estaría acá de no ser por Don Isidoro De Benedetti, nuestro gran penalista, hombre perseguido después del 55´, marginado de la cátedra universitaria; uno de los penalistas más cultos que hemos tenido en nuestro país. Quizás tampoco si no lo hubiese conocido a Don Roberto Pettinato, el transformador del servicio penitenciario allá por los años 50´, el que terminó y cerró la etapa de los gallegos, el que consiguió el cierre del penal de Ushuaia y terminó con lo grilletes y el uniforme cebrado. Quizás si no hubiese tenido algún contacto con Giuseppe Bettiol, viejo reaccionario que decía que el último Papa había sido Pio XII, pero un liberal en materia penal realmente profundo, quizás el más profundo pensador penalista que haya tenido Italia en el siglo XX. Quizás tampoco si no lo hubiese conocido a Alessandro Baratta, que tanta falta nos hace, que nos iluminó tanto el camino. Quizás un artículo de Alessandro Baratta que intenté contestar en su momento me hizo dar un giro en los finales de los 80´, cuando me di cuenta que el artículo que había escrito para responderle no tenía ningún sentido; en realidad Sandro tenía razón. En fin, quizás tampoco si no lo hubiese conocido a Louk Hulsman, con quien mientras cortaba rosas en el jardín de casa para preparar alguna ensalada, discutíamos la cuestión del abolicionismo. Ni tampoco si no hubiese conocido a Rosita del Olmo, la criminóloga venezolana que junto a Lola Aniyar de Castro revolucionaron la criminología del continente. En fin, y quizás tampoco si no hubiese hablado con los presos, y si no hubiese hablado tanto, tanto con los familiares de presos, si no hubiese tenido en la Cámara “la corte de los milagros”, que me esperaba, donde me di cuenta que muchas veces no venían a pedir nada, simplemente que se los escuche, porque nadie los escuchaba. Y quizás si no hubiese conocido a alguien que no se menciona, Alba Castillo, que por entonces fundó una cosa rara, más o menos parecida al Krupp de un sueco, noruego o danés, una organización rara en la que se juntaban ex presos, familiares de presos, profesores de derecho penal, abogados, etc. Una cosa extraña, casi terminamos todos presos, pero aprendí mucho. Quizás ahora si no hubiese conocido a Enrique Olivera, el cura de devoto, después colgó los hábitos, un gran cura por cierto. En fin todo esto, creo que les demuestra suficientemente que yo no soy yo, soy yo pero no soy yo, soy un poco el resultado de todo esto, como cada uno de nosotros lo es. Los homenajes no son personales en el sentido de que a uno se le ocurrió un día mientras se esta afeitando nada genial, sino que nos vamos formando y debemos cosas. Me he permitido mencionar a casi todos los que ya no están con nosotros, tendría que mencionar a muchos más que están con nosotros pero aquí podría haber omisiones, entonces les 2
  • 3. agradezco y les acepto el homenaje en nombre de todos aquellos, fundamentalmente de todos aquellos que ya no están, de todos aquellos a los que ya no le puedo decir maestro en forma personal. Bueno, muchísimas gracias y mil perdones por esta digresión. Si vamos a charlar un rato sobre lo que hay en torno de la ejecución penal les diría que tampoco he inventado la pólvora nunca. Estamos viviendo un momento muy particular, el marco ideológico de este momento. Es decir, desde el trabajo de Erving Gooffman han pasado varias décadas y ha pasado más de un siglo desde los trabajos pioneros de Peter Kropotkin sobre la cárcel y también han pasado varias décadas desde los trabajos de Franco Basaglia sobre el manicomio. Es decir, sabemos perfectamente cuál es el efecto que tienen las instituciones totales. Sabemos que la institución total tiene un efecto iatrogénico, reproduce lo que dice que está designada a resolver. Provoca una situación regresiva, una sintomatología regresiva, de alguna manera conocemos perfectamente que los rituales de incorporación a la institución total son rituales que alteran gravemente la personalidad y la autopercepción de la persona sometida a ellos. La persona que hasta ese momento, como decía Gooffman, tenía sus ámbitos de actividad separados, el lugar de trabajo, el lugar de diversión o de esparcimiento, el lugar de descanso. De pronto los tiene todos dentro de una misma institución, y no solo dentro de una misma institución, sino reglamentados, es decir todo lo que en nuestra vida de adultos hacemos en ámbitos que están separados, de pronto pasamos a realizarlos en el mismo ámbito y reglamentado. Es decir de la misma manera en la que lo hacíamos cuando éramos niños, cuando éramos adolescentes. Es una clara vuelta a una etapa superada de la vida. No en vano creo que cada vez que uno visita una cárcel tiene la sensación de que está asistiendo a un extraño internado de niños grandes, donde empiezan trampas, cosas y valores que son extraños a la vida común y corriente, donde aparecen casi travesuras extrañas –raras-, donde cobran importancia cosas que en la vida común y corriente no la tienen. Donde se pierde la sensación del espacio y donde sucede algo que es más grave, y que es el efecto iatrogénico de la prisión. Es decir durante cinco, diez años, o el tiempo que sea, hay una persona a la cual el resto la está viendo conforme a un rol desviado y le estaré afirmando y confirmando el rol desviado permanentemente. Entendámonos: no es que yo sea un interaccionista furioso o rabioso, pero el interaccionismo existe. Es decir cada uno de nosotros es, más o menos en alguna medida como nos ven el resto y asumimos los roles que el resto nos demanda porque los tenemos que asumir, porque si no los asumimos el resto se enoja, ese es el problema, se producen lo que se llama disrupciones, y la disrupción genera una respuesta agresiva, porque nos quedamos sin libreto, no sabemos cómo seguir, hay en toda la relación social una suerte de dramaturgia que no la podemos negar. 3
  • 4. Si ustedes ven en poco lo que estamos haciendo en este momento, tengo sentado a mi lado al organizador de un espectáculo, ustedes son el público y yo soy el actor. Todos, ustedes, el organizador y yo suponemos que el resto se va a comportar como organizador, como público y como actor. Nos demandamos roles recíprocamente y si alguno de nosotros rompe, se sale del rol, del rol que estamos demandado recíprocamente, nos enojamos. Imagínense cómo me pondría yo si ustedes se paran y se ponen a cantar el himno. No se, que se yo, el organizador me dirá “cuando los invitamos no sabíamos que se iban a emborrachar, parecían personas serias, etc.”. Si en lugar de eso me levanto yo en este momento y me pongo a cantar lunita tucumana, los que se enojan son ustedes, el organizador dice “no un momento cuando lo invitamos no estaba tan loco”. Es una reacción agresiva la que se produce porque nos quedamos sin libreto. Imagínense que la organización hoy nos corte la luz, ¿pero que están haciendo?, váyanse todos, nos enojamos todos con el organizador y si, efectivamente esto es así, es así en la vida común y corriente y en la vida de la institución total esto se reafirma. No es que el personal esté viendo al preso como tal, son los mismos presos que se están viendo como tal. Entra una distribución de roles interior, asume un papel dentro de la institución total, será el grupo de los pesados, de esto, de aquello, del otro y desempeña el papel que el resto de los presos le asignan también, porque si no lo desempeñan el resto de los presos se van a enojar y le van a hacer un agujero complementario en el baño con una púa. Si efectivamente y durante años el sujeto tiene que responder a esa demanda de rol,qué nos vamos a extrañar que el día que salga siga comportándose conforme ese rol. Si no lo hace es un milagro. Entonces, por supuesto, la crítica a la institución total fue mal entendida, en muchos sentidos. Respecto de la crítica al manicomio, por ejemplo, que provocaba el mismo efecto, es decir una reproducción, se dice: bueno, hay que acabar con el manicomio porque no existe la enfermedad mental. No, no es que no existe la enfermedad mental, no es que no existen conflictos o que no existan conductas sociales tremendamente agresivas, crueles, violentas, criminales, etc. No, claro que existen, no caben dudas. El problema es otro, es que el abuso de la institución total lo que provoca es una reproducción del problema. La enfermedad mental existe, pero en qué medida el manicomio no enferma más. O en qué medida el manicomio no potencia la enfermedad de personas que -después de todo- tenían unos errores de conducta no tan graves. En qué medida no se convierte en un asilo que resta toda posibilidad de salud mental a la persona. No se trata de suprimir porque sí. No se trata de convertir la supresión del manicomio, de la cárcel, en un negocio inmobiliario-como algunos pueden hacerlo o aspirar 4
  • 5. a hacerlo-. No, efectivamente, e incluso la supresión de la cárcel, cuidado, cuidado con esto, que es algo sumamente riesgoso. Yo no se si llegaré a verlo, pero estoy seguro que en este siglo la cárcel como la conocemos va a desaparecer, va a ser remplazada por otros controles de conducta, pero no en el sentido en el que podemos aspirar. No falta mucho para que haya una nueva generación de chips y como resultado de esto vamos a tener el control electrónico de conducta, altamente tecnificado. Vamos a tener la casa inteligente que sabe cuándo me levanto, si quiero ir al baño o si quiero desayunar, todas esas cosas. También va a ser la cárcel inteligente. El sistema de control a través de chips subcutáneos, ínfimos, casi invisibles, este sistema, de alguna forma, vencerá las dificultades tecnológicas que hay hoy. Las dificultades tecnológicas siempre se resuelven a lo largo del tiempo. Una vez resueltas estas dificultades, una vez desestimulados los fabricantes de cárceles prefabricadas que andan por el mundo ofreciendo sus catálogos y vendiéndolas en leasing a los gobiernos, o los que andan haciendo propaganda de que la mejor cárcel es la privatizada. Ahora ya no hablan de privatización, hablan de tercerización de todos los servicios. Claro, también tercerizan el servicio de seguridad, el servicio psicológico, etc. con lo cual tercerizan todo, privatizan. Andan mintiendo, diciendo que eso es más barato que la cárcel estatal. En fin, desestimulados todos esos intereses que están de por medio, el control electrónico de conducta puede presentar un panorama que es tremendamente amenazador, sobre todo en una sociedad donde estamos viviendo una etapa política mundial muy grave. Estamos viviendo un momento mundial de lucha de poder que no se resuelve, creo que corresponde a dos modelos de sociedad. Si lo tuviera que decir groseramente diría que no sé quién manda si Obama o Wall Street. ¿El poder es político o el poder es de las grandes corporaciones económicas?, esa es la lucha de hoy en el mundo, esta es una guerra abierta, una tercera guerra mundial ya desatada directamente, sorda, pero que funciona de esa manera. Y que corresponden por un lado al modelo político que razonablemente sería un modelo de estado social de derecho, una sociedad que tratase de ser medianamente incorporativa, y por otro al modelo de las grandes corporaciones que es un modelo excluyente, un modelo de una sociedad 30-70, y por ende un modelo de estado reducido a la mera función de represión para mantener controlados a los excluidos. Se los controla a través de la televisión, se los controla a través del ocio, de la regulación del ocio o se los controla a través de la represión. Ese es el marco en que nos movemos, y en la medida que avanza este segundo modelo de sociedad excluyente, este segundo modelo de estado reducido a garantizar la soberanía del contrato y la represión, en la medida que este modelo avanza, lo que se 5
  • 6. provoca es una creciente institucionalización y prisionización. Es decir un empoderamiento de las instituciones totales, que en algunos países es posible sostenerlo a través de grandes esfuerzos presupuestarios no se hasta qué momento. Algo que en nuestra región latinoamericana no podemos sostener, no podemos copiar ese modelo, y eso va creando las deterioradas condiciones de nuestras instituciones totales. No hay un sistema penal latinoamericano, hay muy buenas leyes de ejecución penal en todos nuestros países; las podemos ir leyendo, las podemos comparar, algunas mejores, otras peores, pero realmente son leyes programáticas cuya realización es bastante relativa. Y es bastante relativa porque falta la infraestructura para llevar a la práctica esas leyes en casi todos nuestros países. El esfuerzo por llevarlas a la práctica es un esfuerzo que no diría que es inútil, es bueno. Podemos hacer avanzar los estándares de realización, pero de alguna manera tenemos que redefinir el concepto de resocialización o de repersonalización o de reinclusión o de re-educación, o de todas las ideologías que, en definitiva, en la medida que las sigamos interpretando en el sentido positivista son empresas imposibles. Para el positivismo y para todos los inventores de las ideologías re o de prevención especial positiva desde le siglo XIX hasta hoy la función de prevención especial positiva indica que se debe tomar a una persona, mejorarla, arreglarla, repararla en una institución total que funcionaría como una especie de taller y después ponerla de nuevo en circulación. Esta ideología, que aparte de ser una ideología autoritaria, muy reñida con los principios de respeto a la dignidad de la persona y la autonomía de la persona, y que por otra parte es absolutamente irrealizable, es un absurdo, es una contradicción en los términos que yo tenga que privar de libertad a una persona en una institución total para enseñarle a vivir en libertad. No obstante eso de que se puede enseñar a nadar sin agua o que se puede enseñar a jugar al futbol adentro de un ascensor, realmente ha cundido, es una de las tesis legitimantes de la pena, una de las tantas tesis legitimantes de las penas. Desde sus comienzos se ha percibido su fracaso en la práctica pero sin embargo nos es inevitable tener una cierta cantidad de población prisionizada. Por más que luchemos, el objetivo inmediato que tendríamos que obtener es una reducción de la prisionización, una radical reducción de la prisionización. No soñar con ir más lejos ni tratar de cambiar la sociedad, porque eso desde nuestra posición no lo vamos a hacer. La dinámica social es otra. Pero, ¿reducir la prisionización en América Latina significa cambiar los códigos penales? No. Porque lamentablemente la prisionización no esta legitimada a través de disposiciones penales. Es curioso. Está legitimada a través de disposiciones procesales. El 60, 70, 80 por ciento de nuestros presos no están condenados, 6
  • 7. están procesados. Varía según se regule la prisión preventiva o según se regule la excarcelación -eso tiene mucha más incidencia en el incide de prisionización que el aumento de las penas en el código penal-, y eso en cualquier país de nuestra región. Si nos dejamos de ficciones y pensamos; bueno, a fines del siglo XIX al compañero Carl Stooss en Suiza, se le ocurrió decir: al lado de las penas hay medidas de seguridad, por qué, porque hay algunos tipos que son medios intratables, entonces para la gente como uno vamos a tener penas con las medidas de la culpabilidad, para los otros vamos a tener medidas de seguridad en la medida de la peligrosidad. Después, en 1930 el código Rocco, el código fascista perfecciona este sistema: si no nos alcanza con atribuirle el mal uso de la libertad, entonces le vamos a dar con la peligrosidad, entonces le ponemos la pena, y después la medida de seguridad. Nosotros no lo tuvimos en esos términos pero mas o menos nuestro art. 52 de reclusión accesoria por tiempo indeterminado respondía a lo mismo. ¿Y acá, ahora, cuál es nuestra realidad? nos sentimos muy afanosos los penalistas, ¿hemos dejado la peligrosidad? No. Miren hay sentencias de la Corte Interamericana, ya la mera peligrosidad no. La peligrosidad sin delito, peligrosidad pre delictual de los positivistas, leyes de peligrosidad social, no mire, eso no lo tenemos. Momentito, momento por favor, si tenemos al 70 por ciento de los presos, presos por una medida de seguridad sin delito, porque no tenemos la prueba de que hayan delinquido, no están condenados.¿Qué hemos hecho? hemos generalizado la peligrosidad sin delito por una mera sospecha, por una semiplena prueba. Tenemos un sistema punitivo cautelar, por las dudas funciona. Salvo aquel que hizo una barbaridad muy grande, bueno le doy sentencia y se queda unos años más. Pero el resto, si no agota la pena en prisión preventiva le pasa raspando o sale en libertad condicional. Tenemos un sistema penal cautelar, un sistema penal que funciona por las dudas, un sistema penal de medidas de seguridad pre-delictuales, y nos bajan una solución hermosa, genial: nos dicen “conviértalos en condenados rápido”,¿a través de qué? de la negociación, del juicio abreviado. Entonces conviertan a estos presos sin condena en condenados sin juicio. Esta es nuestra realidad, esto es lo que hay que tratar de controlar como primer objetivo, reducir el ámbito de la prisionización. No es que no existen los crímenes, claro que existen; no es que no existe la enfermedad metal, claro que existe, pero estamos haciendo un uso iatrogénico, un uso reproductor de la institución total, ese es el problema. 7
  • 8. De cualquier manera tenemos que tratar a una población que está prisionizada. Si efectivamente. La ideología re en el sentido positivista no funciona. ¿Qué hacemos? hay que depararle un trato, necesariamente hay que depararle un trato. Estamos en una situación análoga de institución total a la situación que tenía el manicomio hace treinta o cuarenta años y que todavía subsiste en gran parte de nuestros países, más aun les diría que hay algo común entre el manicomio y la cárcel, huelen de la misma manera. Uno entra a una cárcel y a un manicomio y siente el mismo olor, y generalmente es olor a sucio, olor a amontonamiento humano, y si efectivamente esas instituciones cumplen funciones y son des-socializantes. ¿Cómo controlamos ese efectos des-socializante, cómo controlamos ese efecto des- personalizante? -esa generación de una sintomatología regresiva a la que me refería hace un rato-. Bueno ante todo creo que hay que cambiar el concepto mismo de re socialización. Entender re socialización en sentido positivista no tiene ningún sentido. Tenemos que ser conscientes de que de alguna forma lo que se ha provocado, lo que se ha producido es un efecto des socializante que lo produce el propio contacto y la propia intervención del poder punitivo. A partir de ahí nuestra función es revertir eso en la medida de lo posible. Revertirlo ¿cómo?, revertirlo ofreciendo la posibilidad de un cambio de autopercepción, ofreciendo no imponiendo, a nadie se le puede imponer, ofreciendo la posibilidad. A veces me dicen bueno pero esto es mas o menos igual que lo otro. No, no es mas o menos igual que lo otro. Es distinto, es distinto porque la consigna en el trato con el preso no debe ser “sé bueno”, ¿por qué? porque no es legítimo y el preso lo sabe. Se puede dar vuelta y decirme ¿por qué tengo que ser bueno yo que soy un infeliz, y mirá a aquel otro lo que está haciendo y está suelto? Y tiene razón, en una sociedad discriminatoria, en una sociedad clasista, en una sociedad con distintos niveles, con una injusta distribución de la riqueza, etc.,eso pasa, y sucede, si es cierto. Quien está más cerca del poder es impune, quien está más lejos del poder, la liga, y naturalmente estos que están presos, ¿por qué están presos?, están presos porque están mas lejos del poder, claro, son más vulnerables, y son mas tontos por supuesto. Cualquiera de nosotros que en la vida esté acostumbrado a leer expedientes-y yo ya estoy un poco cansado de mirarlos-no puede dejar en algún momento de tener una reacción a medida que va leyendo uno y otro y otro expediente. En algún momento vas diciendo pero que tonto. Porque a uno se le hace una mente criminal, y uno dice: si yo hubiera hecho esto lo hubiera hecho de otro manera, no, no lo haría así, mira este estúpido lo que hizo, no se da cuenta? Y si, efectivamente, uno dice: este tipo está buscando la pena. Eso se ve directamente, constantemente, es un grado de torpeza, es más diría, hay veces que uno ve tentativas de robo, hurto, tentativas de robo a mano armada, y uno tendría ganas de 8
  • 9. llamarlos y decirles: mirá pibe, parece que sos un fracasado, buscá otra actividad porque esta no va. Y si, esto, llega un momento dado que uno se dice, pero ¿qué es lo que estamos haciendo? estamos encerrando al menos hábil, estamos encerrando al más tonto. Entonces la consigna no es sé bueno, sino no seas idiota que es otra cosa. No le pongas la cara al aparato. Bueno, todos sabemos que en un 80 por ciento de los casos esto es así, habrá un 20 por ciento de medio psicópata, puede ser. Pero en la inmensa mayoría, en el delito contra la propiedad, en el delito de tráfico de alguna cosa prohibida, que es el delito como medio de vida, esto es así, esto se produce de esta manera. Entonces lo que tenemos es una población prisionizada, no tanto por la gravedad de lo que haya hecho, que tampoco en la gran mayoría de los casos se sabe si lo ha hecho, porque no están condenados, sino que están prisionizados por su vulnerabilidad. Vulnerabilidad social por un lado, porque pertenecen a las capas más subalternas de la población, y por el otro lado, por una fragilidad personal; porque no se prisioniza toda una capa subalterna, sino que hay algunos. Es decir hay algunas características de fragilidad de personalidad entre algunas de las personas que pertenecen a esas capas que es lo que va a determinar su prisionización. Entonces los presos no están presos tanto por lo que hicieron sino porque lo hacen mal. El problema es revertir de alguna manera esa vulnerabilidad que la da la conjunción de esa fragilidad personal con la pertenencia a las capas subalternas. Ofreciendo la posibilidad, muchas veces hay quienes entienden que esta resocialización en sentido positivista, en el viejo tradicional sentido de arreglar el aparato descompuesto ha funcionado y dicen:¡miren que bien funcionó!, fulanito entró acá semi- analfabeto y ahora resulta que salió como ingeniero, sociólogo, abogado. No, pare. Hizo prosa sin saberlo usted. Lo que pasa es que a través de este proceso, el sujeto cambió su autopercepción y por ende comenzó a comportarse de otra manera. Más aun, la autopercepción se cambia por simple razones etarias también. Fíjense ustedes por qué cae la población penal después de los treinta años. Hay una baja de población penal: no están los viejos en la cárcel.¿Por qué? porque se jubilan, y se jubilan porque se caen del estereotipo. El estereotipo no es una cosa externa solo, sino que se introyecta en razón de esas demandas de rol, uno asume el estereotipo, entonces no sólo se viste conforme al estereotipo y tiene cara de estereotipo, sino que introyecta el estereotipo, se comporta conforme a él, y al comportarse conforme a éste, y bueno, el día que se me cayó ya los otros no me miran cómo, ni me demandan eso; entonces paso a ser otra cosa y bueno el chorro es joven, ya a cierta edad uno no puede ser arrebatador, porque no puede correr a la misma velocidad entonces bueno se jubila. 9
  • 10. Esta salida del estereotipo, esta extroyección del estereotipo se puede ofrecer, esta sí es una tarea posible sin pretensiones omnipotentes. En algunos casos no tendremos éxito, tengamos en cuenta que estamos manejando población prisionizada que presenta esa característica de fragilidad, y esa característica de fragilidad, muchas veces, lamentablemente, lleva a ocasiones de violencia que en definitiva son suicidios triangulares; por otra parte tengamos en cuenta que cuando le decimos a alguien no sea idiota y le mostramos el papel que se le ha hecho cumplir o el papel que se le destina, cuidado que estamos provocando un cambio en la situación personal pero también podemos provocar una situación depresiva. A ninguno le agrada que lo estafen, la víctima de estafa sufre un efecto depresivo y mayor será el efecto depresivo cuando la estafa ha sido en algo tan fundamental como una elección existencial. Con todo eso, tenemos que chocar, con una terapia de la vulnerabilidad en un tratamiento de la vulnerabilidad que podemos ofrecer. Vamos a encontrar muchos fracasos, si efectivamente, la red se tiende sobre personas frágiles, y a veces esa fragilidad que proviene de razones mucho más lejanas, mucho mas profundas, que la sociedad ha profundizado pero son irreversibles y son muy difíciles de manejar. De cualquier manera esa si es una tarea que podemos hacer, esa es una tarea factible, es una tarea que le puede devolver al operador de la ejecución penal la confianza que no le da una falsa resocialización. Es decir hay una cierta anomia, si a mi me quieren obligar a hacer algo imposible, y la tarea de resocialización en el sentido positivista es imposible, por consiguiente eso provoca anomia en el operador, provoca desconcierto, provoca desconfianza en el propio personal y provoca necesariamente una carencia de objetivos seguros. Creo que revertir el concepto de resocialización, rellenarlo con este concepto de ofrecer la posibilidad de un cambio de autopercepción, ofrecer la posibilidad de una elevación del nivel de invulnerabilidad a la red que capta personas para someterlas al poder punitivo, a la red de criminalización secundaria; creo que ésta es no sólo una tarea factible sino una tarea que le otorgaría mucha más seguridad a los propios intervinientes en la ejecución penal. Todo esto lo tenemos que hacer en condiciones sociales y políticas tremendamente negativas, todo esto lo tenemos que hacer en momentos en que la prisionización, como les decía, responde fundamentalmente a una medida de seguridad, medida de seguridad pre- sentencia, medida de seguridad a veces pre-delictual porque no sabemos si el sujeto cometió el delito y que no se impone ya en razón de culpabilidad sino en razón de peligrosidad. Pero no la peligrosidad positivista. Ahora se ha inventado una peligrosidad 10
  • 11. judicial que se llama “riesgo procesal”:es decir la posibilidad, el riesgo, el peligro de que el sujeto quede rebelde. Pero esto es una especie de cobertura también, porque lo que prima en definitiva es una peligrosidad judicial en otro sentido, es peligrosidad para el juez. Si, cada juez que tiene que decidir una excarcelación se siente en peligro, en peligro de un linchamiento mediático, en peligro de un juicio político promovido por políticos deshonestos u oportunistas; es peligrosidad para el juez, es peligrosidad judicial en ese sentido. Esto es en la gran mayoría de los casos el fundamento último y real de la prisión preventiva o de la denegación de la excarcelación. Por supuesto no se lo dice, como no se dice que el fundamento último de la pena después de todo es la venganza, no se lo puede decir porque no se lo puede confesar y no se lo puede reducir a términos racionales, pero si nos sacamos la careta éste es el fundamento actual de la prisionización en la mayoría de los casos. Muchas gracias. 11