3. Victoria a los cuatro años (cuadro
de Stephen Poyntz Denning).
La reina Victoria en 1897, durante
las ceremonias que conmemoraron
el 60º aniversario de su coronación
La reina Victoria de Inglaterra ascendió al trono a los dieciocho años y se
mantuvo en él más tiempo que ningún otro soberano de Europa. Durante
su reinado, Francia conoció dos dinastías regias y una república, España
tres monarcas e Italia cuatro. En este dilatado período, que precisamente
se conoce como "era victoriana", Inglaterra se convirtió en un país
industrial y en una potencia de primer orden, orgullosa de su capacidad
para crear riqueza y destacar en un mundo cada vez más dependiente
de los avances científicos y técnicos. En el terreno político, la ausencia
de revoluciones internas, el arraigado parlamentarismo inglés, el
nacimiento y consolidación de una clase media y la expansión colonial
fueron rasgos esenciales del victorianismo; en lo social, sus fundamentos
se asentaron en el equilibrio y el compromiso entre clases,
caracterizados por un marcado conservadurismo, el respeto por la
etiqueta y una rígida moral de corte cristiano. Todo ello protegido y
fomentado por la figura majestuosa e impresionante, al mismo tiempo
maternal y vigorosa, de la reina Victoria, verdadera protagonista e
inspiradora de todo el siglo XIX europeo.
La familia real británica en 1880.
4. La que llegaría a ser soberana de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India nació el 24 de mayo de 1819, fruto de
la unión de Eduardo, duque de Kent, hijo del rey Jorge III, con la princesa María Luisa de Sajonia-Coburgo,
descendiente de una de las más antiguas y vastas familias europeas. No es de extrañar, por lo tanto, que muchos años
después Victoria no encontrase grandes diferencias entre sus relaciones personales con los distintos monarcas y las de
Gran Bretaña con las naciones extranjeras, pues desde su nacimiento estuvo emparentada con las casas reales de
Alemania, Rumania, Suecia, Dinamarca, Noruega y Bélgica, lo que la llevó muchas veces a considerar las coronas de
Europa como simples fincas de familia y las disputas internacionales como meras desavenencias domésticas.
La niña, cuyo nombre completo era Alejandrina Victoria, perdió a su padre cuando sólo contaba un año de edad y fue
educada bajo la atenta mirada de su madre, revelando muy pronto un carácter afectuoso y sensible, a la par que
despabilado y poco proclive a dejarse dominar por cualquiera. El vacío paternal fue ampliamente suplido por el enérgico
temperamento de la madre, cuya vigilancia sobre la pequeña era tan tiránica que, al alborear la adolescencia, Victoria
todavía no había podido dar un paso en el palacio ni en los contados actos públicos sin la compañía de ayas e
institutrices o de su misma progenitora. Pero como más tarde haría patente en sus relaciones con los ministros del
reino, Victoria resultaba indomable si primero no se conquistaba su cariño y se ganaba su respeto.
Victoria recibiendo de Lord Conyngham
y del Arzobispo de Canterbury la noticia
de su ascensión al trono.
La reina Victoria y el príncipe
en el castillo de Windsor.