Este documento presenta varios párrafos de diferentes obras literarias que abordan temas como la perspectiva narrativa, el tiempo y el espacio en la narrativa, el discurso narrativo y escenas de personajes.
7. ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente
nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La
enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o
embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que
puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el
infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y
observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento
mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza
por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día.
Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico.
Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás
me insultó.
El corazón delator – Edgar Allan Poe
8. Le entregué el reloj, ocultando un ligero sentimiento de burla, pues, en
mi opinión, la prueba era imposible y la había propuesto como una
lección contra el tono, en cierto modo dogmático, que Holmes asumía a
veces. Mi amigo volvió el reloj de un lado a otro, miró fijamente la
esfera, abrió las tapas de atrás, y examinó la máquina, primero a simple
vista y luego con un poderoso lente convexo. Trabajo me costó no
reírme al ver la expresión de su rostro, cuando por fin cerró las tapas y
me devolvió el reloj.
-Apenas si he encontrado algo -observó-. Ese reloj ha sido limpiado
recientemente y sustrae de mi vista los hechos más sugerentes.
-Tiene usted razón -le contesté-. Antes de enviármelo lo limpiaron.
Las aventuras de Sherlock Holmes – Sir Conan Doyle
9. Todavía llevaban pantalón corto ese
año, aún no fumábamos, entre todos los
deportes preferían el fútbol y estábamos
aprendiendo a correr olas, a zambullirnos
desde el segundo trampolín del Terrazas,
y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy
ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar
entró al Colegio Champagnat.
10. EL TIEMPO Y EL
ESPACIO
FLASH
FORWARD
RACCONTO
RELATO
LINEAL
ANTICIPACIÓN
FLASHBACK
Se considera el inicio, nudo y
desenlace ordenado y
secuencial.
Extenso retroceso en el tiempo.
Breve retroceso en el tiempo.
Recuerdos breves.
Proyección breve hacia el futuro.
Anuncia hechos que sucederán
más adelante.
crea expectativa en el lector.
11. Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había
de recordar aquella tarde remota en que su padre
lo llevó a conocer el hielo. Macondo era
entonces una aldea de veinte casas de barro y
cañabrava construidas a la orilla de un río de
aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho
de piedras pulidas, blancas y enormes como
huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente,
que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarías con el dedo.
Todos los años, por el mes de marzo, una familia
de gitanos desarrapados plantaba su carpa
cerca de la aldea, y con un grande alboroto de
pitos y timbales daban a conocer los nuevos
inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano
corpulento, de barba montaraz y manos de
gorrión, que se presentó con el nombre de
Melquiades, hizo una truculenta demostración
pública de lo que él mismo llamaba la octava
maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia.
12. 3
—Siempre me sospeché que acabarías acostándote
con él —dijo Oliveira. La Maga tapó a su hijo que
berreaba un poco menos, y se frotó las manos con
un algodón.
—Por favor lavate las manos como Dios manda —dijo
Oliveira—. Y sacá toda esa porquería de ahí.
—En seguida —dijo la Maga. Oliveira aguantó su
mirada (lo que siempre le costaba bastante) y la
Maga trajo un diario, lo abrió sobre la cama, metió los
algodones, hizo un paquete y salió de la pieza para ir
a tirarlo al water de rellano.
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En setiembre del 80, pocos meses después del
Y las cosas que lee, una novela, mal escrita,
fallecimiento de mi padre, resolví apartarme de los
para colmo una edición infecta, uno se pregunta
negocios, cediéndolos a otra casa extractora de Jerez
cómo puede interesarle algo así. Pensar que se ha
tan acreditada como la mía; realicé los créditos que
pasado horas enteras devorando esta sopa fría y de
arrendé los predios, traspasé las bodegas y sus
sabrida, tantas otras lecturas increíbles, Elle y
Franexistencias, y me fui a vivir a Madrid. Mi tío (primo
ce Soir, los tristes magazines que le prestaba Babs.
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Otro suisida
Ingrata sorpresa fue leer en «Ortográfiko» la notisia
de aber fayesido en San Luis Potosí el 1° de marso
último, el teniente koronel (acendido a koronel
para retirarlo del serbisio), Adolfo Abila Sanhes.
Sorpresa fue porke no teníamos notisia de ke se
ayara en kama. Por lo demás, ya ase tiempo lo
teníamos katalogado entre nuestros amigos los
suisidas, i en una okasión se refirió «Renovigo» a
siertos síntomas en él obserbados. Solamente ke
Abila Sanhes no eskojió el rebólber komo el eskritor
antiklerikal Giyermo Delora, ni la soga como el
esperantista fransés Eujenio Lanti.
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Apenas él le amalaba el noema, a ella se le
agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en
salvajes ambonios, en sustalos exasperantes.
Cada vez que él procuraba relamar las
incopelusas, se enredaba en un grimado
quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al
nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas
se espejunaban, se iban
apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar
tendido como el trimalciato de ergomanina al
que se le han dejado caer unas fílulas de
cariaconcia. Y sin embargo era apenas el
principio, porque en un momento dado ella se
tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él
aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se
entreplumaban, algo como un ulucordio los
encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de
pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de
las mátricas, la jadehollante embocapluvia del
orgumio, los esproemios del merpasmo en una
sobrehumítica agopausa.
¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del
murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos.
Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y
todo se resolviraba en un profundo pínice, en
niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi
crueles que los ordopenaban hasta el límite de las
gunfias.
Obra: RAYUELA – Julio Cortázar
TABLERO DE DIRECCIÓN
A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros.
El primero se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres
vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin
remordimientos de lo que sigue. El segundo se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo
luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará
consultar la lista siguiente:
73 - 1 - 2 - 116 - 3 - 84 - 4 - 71 - 5 - 81 - 74 - 6 - 7 - 8 - 93 - 68 - 9 - 104 - 10 - 65 - 11 - 136 - 12
106 - 13 - 115 - 14 - 114 - 117 - 15 - 120 - 16 - 137 - 17 - 97 - 18 - 153 - 19 - 90 - 20 - 126 - 21
79 - 22 - 62 - 23 - 124 - 128 - 24 - 134 - 25 - 141 - 60 - 26 - 109 - 27 - 28 - 130 - 151 - 152 - 143
100 - 76 - 101 - 144 - 92 - 103 - 108 - 64 - 155 - 123 -145 - 122 - 112 - 154 - 85 - 150 - 95 - 146
29 - 107 - 113 - 30 - 57 - 70 - 147 - 31 - 32 - 132 - 61 - 33 - 67 - 83 - 142 - 34 - 87 - 105 - 96 - 94
91 - 82 - 99 - 35 - 121 - 36 - 37 - 98 - 38 - 39 - 86 - 78 - 40 - 59 - 41 - 148 - 42 - 75 - 43 - 125- 44
102 - 45 - 80 - 46 - 47 - 110 - 48 - 111 - 49 - 118 - 50 - 119 - 51 - 69 - 52 - 89 - 53 - 66 - 149 - 54
129 - 139 - 133 - 40 - 138 - 127 - 56 - 135 - 63 - 88 - 72 - 77 - 131 - 58 – 131
Con el objeto de facilitar la rápida ubicación de los capítulos, la numeración se va repitiendo en lo
alto de las páginas correspondientes a cada uno de ellos.
13. EL DISCURSO
NARRATIVO
DISCURSO
INDIRECTO
DISCURSO
DIRECTO LIBRE
DISCURSO
DIRECTO
DISCURSO
INDIRECTO
LIBRE
El narrador cede la palabra al personaje, pero él sigue
presente introduciendo las palabras del personaje
mediante un verbo declarativo.
El narrador se acerca más a las palabras o pensamientos
del personaje, pero sigue sin reproducirlas. Las integra en
su propio discurso, las interpreta.
Narrador y personaje se confunden. Ausencia de verbo
declarativo.
Ella se acercó y preguntó: ¿Hay alguien
allí?
Ella se acercó y preguntó si había
alguien.
Ella se acercó. ¿Había alguien allí?
Se diferencia del anterior en que no emplea verbos ni
guiones o comillas para introducir el diálogo
Ella se acercó. ¿Hay alguien allí?
14. Todavía llevaban pantalón corto ese
año, aún no fumábamos, entre todos los
deportes preferían el fútbol y estábamos
aprendiendo a correr olas, a zambullirnos
desde el segundo trampolín del Terrazas, y
eran traviesos, lampiños, curiosos, muy
ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar
entró al Colegio Champagnat. Hermano
Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo?
, ¿Para el «Tercero A», Hermano? Sí, el
Hermano Leoncio apartaba de un manotón
el moño que le cubría la cara, ahora a callar.
Apareció una mañana, a la barra de la
formación, de la mano de su papá, y el
Hermano Lucio lo puso a la cabeza de la fila
porque era más chiquito todavía que Rojas, y
en la clase el Hermano Leoncio lo sentó
atrás, con nosotros, en esa carpeta
vacía, jovencito. ¿Cómo se llamaba?
Cuéllar, ¿y tú? Choto, ¿y tú? Chingolo, ¿y tú?
Mañuco, ¿y tú? Lalo. ¿Miraflorino? Sí, desde el
mes pasado, antes vivía en San Antonio y
ahora en Mariscal Castilla, cerca del Cine
15. -Cuatro -dijo el Jaguar.
Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante
que el globo de luz difundía por el recinto, a través
de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro
había desaparecido para todos, salvo para Porfirio
Cava. Los dados estaban quietos, marcaban tres y
uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.
-Cuatro -repitió el Jaguar- ¿Quién?
-Yo -murmuró Cava- Dije cuatro.
-Apúrate -replicó el Jaguar- Ya sabes, el segundo
de la izquierda.
Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las
cuadras, separados de ellas por una delgada puerta
de madera, y no tenían ventanas. En años
anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de
los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las
rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún
rincón de] colegio se libraba del viento, que, en las
noches, conseguía penetrar hasta en los
baños, disipar la hediondez acumulada durante el
día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había
nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al
invierno: era el miedo lo que erizaba su piel.
16. Yo estaba en el Sáenz Peña y a la salida volvía a
Bellavista caminando. A veces me encontraba con
Higueras, un amigo de mi hermano, antes que a
Perico lo metieran al Ejército. Siempre me preguntaba:
"¿qué sabes de él?". "Nada, desde que lo mandaron a
la selva nunca escribió." "¿A dónde vas tan apurado?,
ven a conversar un rato." Yo quería regresar a
Bellavista lo más pronto, pero Higueras era mayor que
yo, me hacía un favor tratándome como a uno de su
edad. Me llevaba a una chingana y me decía: "¿qué
tomas?". "No sé, cualquier cosa, lo que tú." "Bueno,
decía el flaco Higueras; ¡chino, dos cortos!" Y después
me daba una palmada: "cuidado te emborraches”. El
pisco me hacía arder la garganta y lagrimear. Él
decía:" chupa un poco de limón. Así es más suave. Y
fúmate un cigarrillo". Hablábamos de fútbol, del
colegio, de mi hermano. Me contó muchas cosas de
Perico, al que yo creía un pacífico y resulta que era un
gallo de pelea, una noche se agarró a chavetazos por
una mujer. Además, quién hubiera dicho, era un
enamorado.
17. Pero mejor que la gallina y el enano, la del cine. Quieta
Malpapeada, estoy sintiendo tus dientes. Mucho mejor. Y eso que
estábamos en cuarto, pero aunque había pasado un año desde
que Gamboa mató el Círculo grande, el Jaguar seguía diciendo:
"un día todos volverán al redil y nosotros cuatro seremos los jefes".
Y fue mejor todavía que antes, porque cuando éramos perros el
Círculo sólo era la sección y esa vez fue como si todo el año
estuviera en el Círculo y nosotros éramos los que en realidad
mandábamos y el Jaguar más que nosotros. Y también cuando lo
del perro que se quebró el dedo se vio que la sección estaba con
nosotros y nos apoyaba. "Súbase a la escalera, perro, decía el
Rulos, y rápido que me enojo." Cómo miraba el muchacho, cómo
nos miraba. "Mis cadetes, la altura me da vértigos." El Jaguar se
retorcía de risa y Cava estaba enojado: "¿sabes de quién te vas a
burlar, perro?". En mala hora subió, pero debía tener tanto miedo.
"Trepa, trepa, muchacho", decía el Rulos. "Y ahora canta, le dijo el
Jaguar, …