El movimiento arquitectónico deconstructivista se caracteriza por abandonar la verticalidad y horizontalidad tradicionales en favor de rotaciones sobre ángulos pequeños y descomposiciones estructurales que generan edificios de apariencia caótica. La deconstrucción hace evidentes ciertos fallos estructurales dentro de edificios aparentemente estables de forma controlada, produciendo un efecto decorativo de peligro ambiguo a través de paredes torturadas, partidas y dobladas de forma irregular.