1. XXVII Domingo del Tiempo O. (Lucas 17, 5-10). 29/09/13.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
Para ti… La vida que nace del Evangelio
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe”. Y el Señor contestó: “Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “arráncate de raíz y plántate en
el mar”. Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor;
cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “Enseguida, ven y ponte en la mesa”? ¿No
le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y
beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo
vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos
hecho lo que teníamos que hacer”.
Tu fe: ¿es una mentira?
La fe no es un atajo para conseguir, rápida y eficazmente, que se haga nuestra voluntad, o
nuestro capricho. La fe no es una manera de salirnos con la nuestra, de ganar para nosotros un
trato preferencial de parte del Señor. La fe no es una fórmula mágica para encontrar respuesta
a todos nuestros interrogantes, ni una maquinilla de hacer milagros a la medida de nuestras
necesidades. Es verdad que Jesús dice: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a
esa morera: Arráncate y plántate en el mar, y os obedecería”. Pero una expresión, tan gráfica,
de Jesús no justifica los enfoques anteriormente dichos de la fe.
Es más, la fe deja casi siempre intactas nuestras angustiosas preguntas: ¿Por qué el sufrimiento
de tantos niños inocentes? ¿Por qué tenía que llegar la muerte, o la enfermedad, precisamente
ahora? “¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?” No. La fe no es una clave
secreta para comprender; sino para confiar, para fiarse de, para esperar, a veces contra toda
esperanza.
La fe no nos exime del esfuerzo, ni de la lucha. No nos lleva en volandas para que nuestro pie
no se lastime con las piedras.
“¡Auméntanos la fe!”, piden hoy los apóstoles a Jesús. Y Él, a partir de ese deseo, quiere
llevarlos a comprender que el problema es otro: que no se trata de la cantidad de la fe, sino de
su calidad. A partir de esa fe –burda y desorientada- a la que ellos se refieren, Él comienza a
llevarlos de la mano hacia otro tipo de fe más auténtica.
Jesús quiere, para los que le siguen, una fe adulta. Quieren que se fíen del Padre. Hasta el
punto de aceptar –como Él mismo hará en su día-, aunque les cueste sudores de muerte, un
cáliz doblemente amargo: porque se tratará de dar la propia vida.
Nosotros también, pedimos al Señor que aumente nuestra fe. Pero hoy hemos notado que Jesús
nos pregunta: “¿Qué clase de fe? Y nos ha invitado a una profunda revisión. A que limpiemos
nuestra fe de hojarasca y adherencias, de polvo y de rutina. Hasta llegar a una fe sin otro punto
de apoyo que la plena confianza en el Padre. Una fe que se guardará bien de pasar recibo a
Dios; porque sabe, de sobra, que no es salario, sino don: puro regalo de un Dios que nos ama.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Tiene un reflejo en nuestra sociedad este evangelio del domingo sobre la fe?
Si es así ¿Qué tipo de aceptación tiene la fe en la sociedad y para ti?
¿Tienes experiencia de esa fe en tu vida?
Finalmente: ¿Cómo te planteas ejercer esta fe en lo cotidiano, será respecto a las obras?.