Los aztecas eran un pueblo agresivo que cubría sus rostros con pintura de guerra y practicaban un politeísmo con dioses como Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. Rendían culto mediante sacrificios humanos en pirámides escalonadas para obtener favores de los dioses como alimentos y sangre, y su vida después de la muerte dependía de su clase social y tipo de fallecimiento.
1. La Religió n Azteca
Profesora Nataly Sánchez T.
Colegio Particular Melipilla
2. Los aztecas
"Gentes que ocultan el rostro"
Pueblo agresivo que cubría el rostro con pinturas
de guerra
3. DIOSES AZTECAS
Monoteísmo Teotl
Dios masculino - Sol Dios femenino- Luna o Tierra
Cuatro puntos cardinales:
Norte/negro, Sur/azul, Este/ rojo y Oeste/ blanco
Politeísmo
Quetzlcoatl
dios civilizador o serpiente emplumada
Huitzilopochtli
dios guerrero o espejo humeante
4. CULTO
1. Pirámide escalonada Templo/Observatorio
astronómico
Altar sacrificios
2. Sacrificios Humanos
A cambio de favores del Dios:
Alimentos, sangre del devoto.
Sacrificios humanos de esclavos,
niños, prisioneros
Decapitación y
Banquete caníbal
5. MÁS ALLÁ
No es igual para todos No depende del comportamiento de vida actual
Clase social Tipo de muerte
Cielo
Cielo del sol: sacerdotes, clase
dirigente, guerreros muertos en
combate y víctimas de los
sacrificios.
Muerte natural
Peregrinación
Los dioses los aniquilaban según su
capricho
La mayoría iban al Mictlan, la
sombría morada del norte, la
casa sin puertas ni ventanas
donde reinaba Mictlantecuhtli.
6. Los ahogados, los fulminados por un rayo, los enfermos de hidropesía, lepra,
gota o afecciones pulmonares podían acceder al jardín de Tláloc, un jardín
florido.
La mujeres muertas de parto eran el equivalente
femenino a los guerreros y tomaban también un
lugar en el cortejo del sol.
Para los niños que nacían muertos los dioses habían creado una estancia
en el décimo tercer cielo. Ahí pasaban el resto de la eternidad bajo el
“árbol de leche”, un sustituto de la madre que manaría toda la leche que el
infante pudiera desear.
7. Los ahogados, los fulminados por un rayo, los enfermos de hidropesía, lepra,
gota o afecciones pulmonares podían acceder al jardín de Tláloc, un jardín
florido.
La mujeres muertas de parto eran el equivalente
femenino a los guerreros y tomaban también un
lugar en el cortejo del sol.
Para los niños que nacían muertos los dioses habían creado una estancia
en el décimo tercer cielo. Ahí pasaban el resto de la eternidad bajo el
“árbol de leche”, un sustituto de la madre que manaría toda la leche que el
infante pudiera desear.