4. Desde el momento en que
nuestros
cuerpos se transforman en
moradas del Espíritu
Santo es menester
que le rindamos el
homenaje debido a Dios,
y que en griego se llama
latreía, latría.
De ahí que, consecuente
dice:
Glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo'
(1 Cor 6,19.15.20)".
5. Jesús, después de haber
sido glorificado con la
resurrección y la
ascensión,
mediante la efusión del
Espíritu Santo hizo que
muchos ricos llegasen a
despreciar este mundo
y les enriqueció con
mucho más riqueza por
haber puesto fin a la
locura de las riquezas...
6. El Espíritu Santo impele a los
santos a suplicar con gemidos
inenarrables inspirando en ellos el
deseo de un bien tan grande,
pero todavía desconocido,
que esperamos por medio de la
esperanza".
7. "El gemido es propio de las palomas,
como todos sabéis,
y es gemido de amor...
El Espíritu Santo no gime, pues,
en sí mismo ni dentro de sí mismo en
aquella Trinidad, en aquella felicidad,
en aquella eternidad de sustancia;
gime en nosotros, porque nos hace
gemir.
8. No es pequeña cosa la que nos enseña
el Espíritu Santo.
Nos insinúa que somos peregrinos
y nos enseña a suspirar por la patria,
y los gemidos son esos mismos suspiros...
El que se da cuenta de la opresión de su
mortalidad,
y de que está alejado del Señor,
y de que todavía no posee aquella eterna
felicidad
prometida sino en esperanza y luego en
realidad,
cuando el mismo Señor venga lleno de gloria,
quien primero vino oculto por la humildad,
el que se da cuenta de esto, gime.
9. Y mientras sus gemidos sean por esto,
son gemidos santos.
El Espíritu Santo es quien le enseña a gemir
así;
10. de la paloma aprende ese gemido...
La paloma indica que los santificados por el
Espíritu tienen que ser sencillos,
y el fuego enseña que la sencillez no debe ser
fría...
11. Así era como convenía que se mostrara el
Espíritu Santo en su venida sobre el Señor,
para que sepa cada uno que, si tiene el
Espíritu
Santo, debe ser sencillo como la paloma,
debe tener con los hombres paz verdadera,
que es lo que significa el beso de la paloma".
12. 'Lo que nace de la carne, es carne,
y lo que nace del Espíritu,
es espíritu.
Nacemos, pues, espiritualmente,
y este nacimiento en el Espíritu
es en virtud de las palabras
y del sacramento.
13. El Espíritu está presente para que nazcamos.
El Espíritu de donde naces está
invisiblemente presente, porque
invisiblemente naces tú.
'No te extrañes que te haya dicho:
Es necesario que nazcas de nuevo;
el espíritu sopla donde quiere y oyes su voz,
pero no sabes de donde viene y adónde va'.
14. No hay quien vea al Espíritu;
¿cómo, pues, se oye su voz? ¿Se oye un
salmo?
Es la voz del Espíritu.
¿Se oye el Evangelio? Es la voz del Espíritu.
¿Se oye la palabra divina?
Es también la voz del Espíritu.
'Se oye su voz y no se sabe de dónde viene ni
a dónde va'.
15. Y si tú naces del Espíritu serás
tal que quien no ha nacido aún del Espíritu
no sabrá de ti ni de dónde vienes
ni adónde vas.
Esto es lo que añade el Señor:
'Así es todo el que ha nacido del Espíritu'".
El don de Dios es el
Espíritu Santo.
16. "Pero la carne tiene todavía sus debilidades.
No era así en el paraíso;
por el pecado se hizo así;
por el pecado tiene el lazo de la discordia
para nosotros.
Pero vino el único que está sin pecado a
poner de acuerdo nuestra alma y nuestra
carne,
y se dignó darnos como prenda al Espíritu
Santo.
'Quienes se dejan conducir por el Espíritu,
ésos son los hijos de Dios' (Rom 8,14).
17. Este es el misterio escondido desde
la eternidad en Dios,
y ahora revelado a sus santos,
a sus pequeños, a sus humildes,
sobre los que reposa su Espíritu,
tranquilos y temerosos
de sus palabras:
Todas las cosas, dice, me han sido
entregadas por mi Padre".
18. "Cuando en los sacramentos se
da la remisión de los pecados,
se limpia la casa;
pero es necesario que
habite el Espíritu Santo,
el cual no habita sino en los
humildes de corazón.
19. '¿Sobre quién descansará
mi Espíritu?'.
Y responde al propósito:
'Sobre el humilde y tranquilo,
y quien teme mis palabras'
(Is 66,2).
20. Cuando el Espíritu
habita, llena, rige, obra, frena para el
mal, excita para el bien, hace
suave la justicia, para que el hombre
obre el bien por amor a la
rectitud, no por el temor del suplicio.
21. El hombre por sí mismo nos es
totalmente idóneo para ejecutar todo
eso que he dicho.
Pero si tiene al Espíritu Santo como
huésped, lo halla como auxiliar en toda
obra buena.
22. En cambio, los soberbios,
si cuando se les perdonan los pecados
presumen que para vivir bien les basta
el libre albedrío
de la voluntad humana,
por su soberbia arrojan de sí al Espíritu
Santo:
la casa quedó limpia de pecados,
pero vacía de todo bien.
23. Se te perdonaron los pecados,
careciste del mal;
pero sólo el Espíritu Santo
te llenará de bienes,
y tu soberbia lo rechaza.
Presumes de ti y él te deja;
confías en ti,
te entregas a ti mismo...".
24. El Espíritu es Espíritu de Dios,
porque lo otorga,
y nuestro, porque lo recibimos...
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