2. DEL LIBRO DEL DEUTERONOMIO En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: “El Señor Dios hará surgir de en medio de sus hermanos un profeta como yo;
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4. “ No queremos volver escuchar más la voz del Señor nuestro Dios ni volver a ver aquel gran fuego, para no morir.”
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6. Al que no escuche las palabras que él diga en mi nombre yo mismo le pediré cuentas.
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8. Vengan, cantemos al Señor que nos salva. Entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con cánticos. SALMO 94 Señor, que no seamos sordos a tu voz.
9. Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, ovejas de su rebaño. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
10. ¡Ojalá escuchen hoy mi voz! «No endurezcan el corazón como en Meribá, como el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres, me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras». Señor, que no seamos sordos a tu voz.
11. DE LA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS Yo quisiera que ustedes vivan sin preocupaciones. El hombre soltero debe de vivir preocupado de las cosas del Señor, de cómo agradarle,
12. el casado ha de preocuparse de las cosas del mundo y de cómo agradar a su mujer, y por tanto está dividido.
13. Igualmente, la mujer que ya no tiene marido y la soltera se preocupan de las cosas del Señor, consagrándose a É l en cuerpo y alma. La que está casada, en cambio,
14. se preocupa de las cosas del mundo y de cómo agradar a su marido. Les digo esto para bien de ustedes. Para que puedan vivir constantemente sin distracciones en presencia del Señor. Palabra de Dios
15. Aleluya, Aleluya El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una intensa luz; a los que habitaban en tierras y sombras de muerte una luz les brilló. Aleluya, Aleluya
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17. En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaún y el sábado, entró en la sinagoga y se puso a enseñar a la gente, que quedó admirada de sus palabras, porque enseñaba con autoridad, y no como los maestros de la ley.
18. Había en la sinagoga un hombre poseído, que se puso a gritar: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quien eres: el Santo de Dios!
19. Jesús le ordenó: ¡Cállate y sal de é l! El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él. Todos quedaron asombrados y se preguntaban: