2. Ingreso y primeras semanas. En la primera fase en la que el menor se está adaptando a la normativa, surgirán determinados conflictos (oposición y desafío en mayor o menor grado). Nuestro trabajo consistirá en trabajar a través del conflicto, no entendido como algo negativo en sí mismo, sino como un proceso normalizado y natural de ajuste y adaptación. En este periodo serán más frecuentes las medidas correctoras y pérdida de privilegios. La firmeza del educador y su ajuste a la normativa de convivencia jugarán un papel primordial. Comenzaremos a utilizar el refuerzo positivo para generar conductas adaptativas y la extinción para reducir y eliminar aquellas conductas no deseadas.
3. Ingreso y primeras semanas. Será fundamental iniciar y fortalecer vínculos afectivos y de comunicación fluida y efectiva. Las habilidades de comunicación y de relación del equipo educativo suponen el sustrato fundamental sobre el que edificar una relación cálida, basada en el respeto, la cercanía, la confianza y la seguridad. Favoreceremos la integración con el resto de compañeros tanto en las actividades dentro del centro como en la comunidad, a través de dinámicas de grupo y juegos de carácter cooperativo. El menor debe sentirse seguro y protegido por lo que debemos detectar y controlar relaciones de tipo conflictivo con el resto de compañeros, mediando para reconducir dicha situación en la medida de lo posible.
4. Ingreso y primeras semanas. Nuestra supervisióndebe ser más estrecha con objeto de facilitar un mejor ajuste a las condiciones de convivencia establecidas en el centro. Progresivamente esta supervisión se irá reduciendo. Procuraremos que su evolución inicial se fundamente en dos principios básicos: seguir las indicaciones proporcionadas por los educadores y mostrar una conducta respetuosa con las personas que conviven en el centro. En este momento, nuestra labor consistirá en organizar, planificar y establecer las condiciones necesarias para garantizar una adaptación adecuada y satisfactoria para el menor.