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Soja transgénica en Argentina, un
desastre social y económico
-“La soja transgénica lleva al hambre”
- ESTUDIOS SOBRE LOS EFECTOS EN LA SALUD DE
LOS TRANSGÉNICOS
-El Gobierno aprobó una súper soja transgénica de Monsanto
-Expansión de la soja transgénica en la Argentina
-La soja transgénica ya está en nuestra mesa
La amplia experiencia adquirida en Argentina después de trece años de imposición del cultivo de
soja transgénica resistente al glifosato dan la oportunidad al resto del mundo de aprender la
lección y no repetir los errores ni permitir las imposiciones que hicieron posible que Argentina se
convirtiera en apenas una década en una “republiqueta sojera”.
En 1996 y de manera absolutamente solapada y antidemocrática se permitió la introducción de
la soja transgénica de Monsanto en sus campos. Sin estudios de impacto
ambiental independientes, sin ningún tipo de consulta pública, sin ninguna discusión
parlamentaria ni legislación que la avale. Una simple disposición de la Secretaría de Agricultura
creó en 1991 la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que a partir
de allí y con amplia participación de las corporaciones “asesoró” a la secretaría sobre la
aprobación de OGM.
Ahora, mes con mes, se vive en Argentina la emergencia de un nuevo problema socioambiental
debido a la invasión territorial producida por la imposición del monocultivo de soja transgénica de
mano de Monsanto y de un puñado de terratenientes y asociaciones empresariales de siembra.
Los impactos de las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de
alimentos, las inundaciones y
sequías, las nuevas
enfermedades, son moneda
corriente en las noticias pero
solamente desde algunos
medios alternativos aparece
relacionada con la “sojización”.
Todo esto viene de la mano de
la instalación de una visión
fragmentada de los problemas
en que se ocultan las causas
profundas de los mismos para
analizarlos o mostrarlos,
muchas veces de manera
sensacionalista, pero siempre
aislados y producidos casi como “fenómenos naturales”.
Por eso lo primero y fundamental es recuperar la mirada integral de la problemática. Únicamente
mirando y analizando la totalidad y la complejidad de la situación se podrá llegar a alguna
conclusión útil para avanzar en alguna dirección y salir de la rueda destructiva en la que el modelo
de agronegocio-soja-transgénicos nos ha metido.
Después de trece años de expansión del cultivo de la soja transgénica en Argentina las
consecuencias socioambientales son una verdadera catástrofe. Presentamos un breve repaso por
los datos concretos que hablan de la tragedia de la soja en el Cono Sur.
En Argentina se sembrará en el 2010, 18 millones de hectáreas de soja transgénica bajo la técnica
de siembra directa.
Esta superficie representa más del 50% de la superficie agrícola del país.
Prácticamente 100% de la soja que se cultivará es soja transgénica resistente al herbicida glifosato
(SOJA RR).
La SOJA RR es propiedad de Monsanto, la mayor empresa semillera del
mundo y también creadora del glifosato, el herbicida que se debe utilizar
para sembrar la SOJA RR. Monsanto controla 90% de las semillas
transgénicas que se comercializan a nivel mundial.
Monsanto declaró que las ganancias generales aumentaron un 44% en
2007 con respecto al año anterior y un 120% en el 2008 en relación con el
2007.
Este año se aplicarán más de 200 millones de litros de glifosato sobre toda
la superficie cultivada con soja en Argentina mientras en el año 1996 se
utilizaban 13 millones 900 mil litros.
El producto comercial cuyo principio activo es el glifosato (Roundup) contiene además una serie
de coadyuvantes que aumentan notablemente su toxicidad, fundamentalmente el surfactante
poea (polioxietil amina) cuya toxicidad aguda es 3 a 5 veces mayor que la del glifosato.
Por supuesto que este uso intensivo de glifosato ya ha provocado el surgimiento de muchísimas
malezas resistentes al glifosato. Algunas de las ya informadas son: Hybanthus parviflorus
(Violetilla), Parietaria debilis (Yerba Fresca), Viola arvensis (Violeta Silvestre), Petunia axillaris
(Petunia), Verbena litoralis (Verbena), Commelina erecta (Flor de Santa Lucía), Convulvulus
arvensis (Correhuela), Ipomoea purpurea (Bejuco), Iresine difusa (Iresine) y recientemente el
Sorghum halepense (Sorgo de alepo) que por ser una maleza muy difícil de controlar ha
despertado gran alarma.
Luego de pasar más de una década negando el surgimiento de malezas resistentes, Monsanto a
través de su vicepresidente admitió este hecho y propuso una solución: reemplazar a toda la soja
resistente al glifosato por una nueva soja resistente a un nuevo herbicida: el dicamba —de hecho
aún más tóxico que el glifosato.
Además se utilizarán otros herbicidas y agrotóxicos para controlar malezas y plagas del
monocultivo de soja ya que la siembra directa requiere de la aplicación de otros herbicidas antes
de la siembra de la soja: entre 20 y 25 millones de litros de 2-4-D, otros seis millones de litros de
atrazina y unos seis millones de litros de endosulfán.
Esta lluvia de agrotóxicos produce tremendos impactos sobre la salud de la población, animales
domésticos, cultivos alimenticios y contamina suelos, cursos de agua y el aire en toda la extensión
del cultivo de soja. Suman cientos los casos denunciados por distintas organizaciones e
investigadores en los cuales está perfectamente documentado el impacto de los agrotóxicos en las
comunidades y sus producciones.
La difusión pública de estas denuncias ha llevado a que recientemente la Asociación Argentina de
Abogados Ambientalistas solicitara a la Corte Suprema de Justicia de la Nación la prohibición de la
fumigación con glifosato.
Este avance desenfrenado de la soja se ha producido a pesar de que según recientes
investigaciones de la Universidad de Kansas la soja rr produce entre un 6 y un 10% menos que la
soja convencional.
El monocultivo de soja repetido año tras años en los campos produce una intensa degradación de
los suelos con una pérdida de entre 19 y 30 toneladas de suelo en función del manejo, la
pendiente del suelo o el clima.
Cada cosecha de soja extrae año a año miles de toneladas de nutrientes de nuestro suelo que se
exportan. Sólo como ejemplo podemos citar que cada año se van con la soja un millón de
toneladas de nitrógeno y 160 mil toneladas de fósforo.
También cada cosecha de soja que se exporta se lleva unos 42500 millones de metros cúbicos de
agua cada año (datos de la temporada 2004/2005) correspondiendo 28190 millones a la pampa
húmeda.
Cada año se deforestan en Argentina más de 200 mil hectáreas de monte nativo por el avance de
la frontera agrícola debido fundamentalmente a la expansión del monocultivo de soja.
Considerando que cada 500 hectáreas de soja requieren de un trabajador rural es evidente la
expulsión de trabajadores rurales y campesinos de los territorios donde se cultiva.
Los grandes productores sojeros están obteniendo ganancias extraordinarias. El Grupo Los Grobo
que declara cultivar 150 mil hectáreas en Argentina y en todo el Cono Sur (Paraguay, Brasil y
Uruguay) apuesta a controlar 750 mil hectáreas.
El modelo sojero produce una enorme concentración de la tierra en pocas manos ya sea por la
adquisición de la tierra por grandes productores o por su arrendamiento por los “Pooles de
Siembra”. Como consecuencia en los últimos 10 años se han perdido más del 20% de los
establecimientos productivos.
La obvia consecuencia de esta concentración es que ha disminuido de manera dramática la
producción de alimentos básicos para nuestro pueblo. Por citar sólo un ejemplo: el número de
explotaciones lácteas disminuyó 50 por ciento entre 1988 y 2003, pasando de 30 mil a 15 mil.
En el caso del algodón su producción disminuyó en un 40% en la provincia de Chaco y un 78% en la
provincia de Formosa como consecuencia del avance de la soja.
Miles de campesinos son expulsados violentamente de sus tierras para imponer este modelo y son
criminalizados por resistir los desalojos y el avance de la soja. El Mocase-vc y el Movimiento
Nacional Campesino Indígena permanentemente denuncian la persecución de campesinos del
movimiento a causa de resistir la expulsión de sus tierras en forma violenta para imponer el cultivo
de soja.
Finalmente es fundamental tener presente que la introducción de la soja transgénica en Argentina
fue el mecanismo elegido por Monsanto para inundar de transgénicos el Cono Sur ya que fue
desde Argentina desde donde se comercializó de manera ilegal la soja transgénica a Brasil,
Paraguay y Bolivia (países en los que el cultivo de los transgénicos estaba prohibido), inundando
estos países de transgénicos e imponiendo así, a partir de la contaminación, la República Unida de
la Soja que poco tiempo después publicitaba Syngenta.
¿Quién gobierna la República Unida de la Soja?
Los tibios intentos de las frágiles democracias latinoamericanas por poner algún límite al poder
económico dominante generado por dos décadas de globalización y neoliberalización económica
han encontrado en los últimos meses un topetazo contundente en la perversa alianza de grandes
terratenientes con las corporaciones del agronegocio que están actuando de manera brutal en
todos los países del Cono Sur.
No se trata aquí de hacer un juicio sobre los gobiernos democráticos de la región, ni de evaluar su
capacidad de transformación de la realidad o su compromiso con los pueblos latinoamericanos.
Dejamos esto para los pueblos que desde sus propios procesos van respondiendo y creando
espacios para responder y construir nuevas realidades.
Sin embargo creemos que no es posible pasar por alto algunos hechos, unos notoriamente
públicos y otros que apenas ocupan algunas columnas en los medios; todos aparentemente
desconectados entre sí pero profundamente ligados en una raíz común que es la de someter a los
pueblos, controlar su agricultura y su alimentación ocupando y destruyendo sus territorios.
Un hilo común atraviesa todas estas noticias y se fortalece como metáfora aleccionadora de las
pretensiones de estos sectores: la soja [soya] transgénica y su invasión de territorios en el Cono
Sur intenta ser, de hecho, la “República Unida de la Soja”.
Así, el lock-out patronal de los terratenientes sojeros de la Argentina que ocurrió en 2008 mostró
la senda de lo que luego en Bolivia se convirtió en una feroz agresión cargada de odio, desprecio
por la vida humana y racismo contra los pueblos originarios.
Allí aparece en escena como uno de los principales dirigentes de la “Media Luna” el presidente del
Comité Cívico pro Santa Cruz, Branco Marinkovic, que “casualmente” resulta ser uno de los
grandes productores de soja de la región.
En los días de pleno recambio democrático que llenó de esperanzas al pueblo paraguayo, el país se
vio también brutalmente conmocionado por la represión contra campesinos que incluso llevó a la
muerte al campesino Bienvenido Melgarejo y con los grandes terratenientes anunciando que van a
recurrir a las armas para defender sus latifundios.
En Uruguay y en medio de suaves presiones gubernamentales para establecer restricciones sobre
el incremento de las áreas para el cultivo de soja con la creación de un Plan de Producción Agrícola
también los grandes sojeros hicieron oír su voz y sembraron de amenazas los grandes medios.
Desde sus autoridades, Brasil ya se rindió a los transgénicos y ha convertido a la ctnBio en una
puerta de aprobación automática de todo los que las corporaciones desean.
Uruguay levantó la moratoria a la aprobación de nuevos transgénicos y abrió así las puertas para
el ingreso de las “nuevas” mercancías transgénicas de Monsanto. No es casual que la soja
transgénica aparezca en muchas noticias: es simplemente un instrumento del control corporativo
de la agricultura y el control territorial que llega de la mano de las agroempresas y sus patrones,
los grandes productores y las corporaciones transnacionales.
Por supuesto que cada uno de estos actores tiene mecanismos de acción diferenciados: las
corporaciones permanecen silenciosas y hacen sus negocios mientras invierten enormes sumas en
publicidad en los medios masivos de comunicación de manera de tenerlos siempre a su favor y
que nunca se publiquen en ellos los cuestionamientos públicos que reciben. También son quienes
logran los apoyos de Estados Unidos en aquellos casos en que se necesita la intervención política
directa o bajo las sombras.
En cambio, los grandes productores sojeros son los que hacen el trabajo sucio con distinto grado
de brutalidad, pero siempre brutalmente demuestran su desprecio por la vida y la dignidad
humana para consagrarse al único dios que conocen: el Dios Dinero. Entonces ellos sí pueden
cortar rutas, desabastecer ciudades, asesinar campesinos o dividir un país.
La República Unida de la Soja permanece con sus murallas altas y su reino de especulación y
muerte en el poder. Puede ser que detrás de la caída del muro financiero del capitalismo global
también empiecen a caer las murallas de esta República. Los pueblos están listos para seguir
haciéndose cargo de sus vidas y su alimentación.
FUENTE: http://www.arbore.org/contido/soja-transgenica-en-argentina-desastre-social-y-
economico
11.03.2012 | Entrevista a Marie-Monique Robin
“La soja transgénica lleva al hambre”
Reconocida por sus investigaciones sobre el accionar de las multinacionales agrícolas, la periodista
francesa asegura que “si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es a
causa de este modelo”. Está convencida de que el glifosato terminará prohibido. “¿Pero después
de cuántos muertos y cuánta contaminación?”, se pregunta la autora de El mundo según
Monsanto. Además, por qué denunció al director de Clarín Rural.
Marie-Monique Robin (51) es autora de numerosas investigaciones. Quizás, la más famosa de ellas
sea El mundo según Monsanto, publicada en 2008 como libro y documental cinematográfico,
traducida a 16 idiomas y difundida hasta en las regiones más recónditas de África. En ese trabajo,
la periodista francesa reveló los entretelones del agronegocio y denunció a la corporación
Monsanto, líder del mercado mundial de semillas transgénicas y agroquímicos, por ocultar y
falsificar información relativa a los productos que comercializa. Robin dedicó un capítulo entero al
caso de la Argentina, lo que la llevó a conocer diferentes provincias inundadas por el “oro verde” y
constantemente fumigadas.
“Estoy segura de que dentro de algunos años el glifosato va a ser prohibido. ¿Pero después de
cuántos muertos y de cuánta contaminación? Es una bomba sanitaria”, aseguró la autora, que
recientemente publicó una nueva investigación sobre esta problemática: El veneno nuestro de
cada día, donde se ocupa de los químicos que contaminan la cadena alimentaria. Durante la
entrevista telefónica que mantuvo con Tiempo Argentino, Robin adelantó que en abril próximo se
espera que el libro llegue a nuestro país.
–¿Cuándo y cómo comenzó su interés por este tema?
–Llevo más de 25 años trabajando como periodista, con un interés particular por la cuestión
agrícola, porque mis padres son agricultores en Francia. Así fue que comencé a hacer un trabajo
de investigación sobre la pérdida de biodiversidad en el mundo. Cuando fui a México me encontré
con un escándalo tremendo: multinacionales que consiguen patentes de semillas. Dentro de esas
empresas estaba Monsanto, que en aquella época ya tenía más de 600 patentes en plantas. Allí
empecé a investigar a Monsanto y a ver el tema de las patentes, que para mí es central. La única
razón por la que Monsanto hace transgénicos es porque hay patentes, y eso permite que pida
regalías y tenga un monopolio del sistema. Controla toda la cadena alimentaria a través de este
sistema, obligando a los agricultores a comprar cada año sus semillas.
–En El mundo según Monsanto usted denunció el accionar de una de las empresas más poderosas
del mundo. ¿Recibió presiones o amenazas?
–Esa era mi preocupación. Pero pasó una cosa que para mí fue una protección tremenda: el
increíble impacto del material publicado. Si no me pasó nada es porque todo está justificado con
entrevistas y con documentos. Yo estaba en Canadá cuando salió el documental y una de las
periodistas que me entrevistó me dijo que su mejor amiga era la directora de comunicación de
Monsanto Canadá. “La empresa buscó en cada página cómo te podía hacer un juicio y no encontró
nada”, me confesó. Por eso yo digo abiertamente que Monsanto es una empresa criminal.
–¿Cuáles son los principales argumentos para sostener su denuncia?
–Cuando una empresa sabe que un producto es muy tóxico, es decir, que va a contaminar el
medio ambiente o va a enfermar a la gente, y de todas formas hace lo posible para mantenerlo en
el mercado, entonces se trata de un comportamiento criminal. Por ejemplo, en el tema
del Policloruro de Bifenilo (PCB), prohibido en casi todo el mundo, Monsanto acumuló las pruebas
y las escondió, sabiendo cuán altamente tóxicos eran los PCB. Por eso fueron condenados a pagar
700 millones de dólares de multa en los Estados Unidos (N. del R.: Fue por la tragedia de Anniston,
en 2002, cuando la justicia comprobó que de 3516 demandantes de ese pueblo, el 15%
presentaba niveles superiores a 20ppm de PCB en sangre, cuando lo aceptable es de 2ppm).
–Este tema forma parte también de su nuevo libro, Nuestro veneno de cada día.
–Claro. Allí cuento la historia de campesinos que se reunieron para hacer una asociación de más
de 200 miembros. Muchos tienen enfermedades como Parkinson y cáncer. Son campesinos que
manipulan tóxicos adiario. El presidente de esta asociación manipuló Lasso, un herbicida para el
maíz de Monsanto, prohibido en la Unión Europea, y esto le provocó una intoxicación aguda. Cayó
en coma y, después de recuperarse, se enfermó de Parkinson. La enfermedad se desarrolló muy
rápidamente, el hombre sólo tiene 48 años. Fue a juicio y ganó. Monsanto fue reconocido como
culpable de la enfermedad y se pudo demostrar que la empresa disimuló estudios y datos sobre el
Lasso. Por eso hablo de comportamiento criminal: si no saben que tal tóxico contamina, está bien.
Ahora, que lo sepan y lo oculten concientemente es terrible.
–¿Por qué los controles sobre este tipo de multinacionales resultan insuficientes?
–Hay un problema central, que es el sistema de reglamentación de los productos tóxicos. Las
empresas dicen que son productos probados y reglamentados. Todo eso es mentira: los estudios
en que las instituciones gubernamentales se basan son hechos, entregados y pagados por las
propias multinacionales. En general, los expertos de las agencias de reglamentación, que se
supone que van a estudiar esos datos, tienen conflictos de intereses muy grandes, porque al
mismo tiempo trabajan con multinacionales. Es lo que yo llamo “puertas giratorias”: funcionarios
estatales que trabajan en organismos de control y luego lo hacen en las empresas, o al revés. Por
otro lado, es un problema fundamental en la reglamentación de los agroquímicos la falta de
transparencia y democracia. Los expertos se reúnen a puertas cerradas y ningún observador está
autorizado a asistir a los debates. Los datos que van a estudiar son protegidos bajo el secreto
comercial. Es una cosa increíble, porque es información toxicológica que tendría que ser pública
porque afecta a millones de personas.
–En ese contexto, ¿cree que puede existir la independencia científica para evaluar a los
agroquímicos?
–Es muy difícil. Los científicos tienen mucha presión y a veces pierden su empleo. Sé lo que pasó
en la Argentina con el doctor Carrasco. Siempre es la misma historia. En mi último libro dedico tres
capítulos a lo que se llama la “fábrica de la duda”. ¿Qué implica? Si, por ejemplo, un científico
independiente publica un estudio enseñando la relación entre una exposición a un plaguicida y
una enfermedad, la multinacional paga a un laboratorio que saca otro estudio diciendo lo
contrario. Al final, llegan los dos estudios a la agencia de reglamentación y eso se demora años y
años. Mientras tanto, el producto se sigue utilizando. Es algo perverso, criminal, porque hablamos
de productos que en muchos casos dan cáncer.
–Algunas empresas aseguran que los transgénicos son indispensables porque el crecimiento
poblacional demanda mayor producción de alimentos.
–Es mentira. Si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es justamente a
causa de este modelo, que llevó a la concentración de la tierra, como se ve bien en la Argentina,
donde miles de hectáreas están en manos de algunos grandes productores. Por otro lado, este
sistema de producción de alto rendimiento es, en un 90%, para alimentar animales de países
industriales y no para alimentar a la gente. Lo que vi en el mundo entero es que ahí donde existe
este modelo de agricultura, hay pueblos acabados, porque saca del país a los pequeños
campesinos, los despoja de la tierra. Con todo esto, están hambreando al mundo.
–¿Y cuál considera que podría ser la alternativa?
–Tenemos que volver a una agricultura familiar, sin dependencia del petróleo, con biodiversidad
de cultivos, que dé la posibilidad a las familias de alimentarse primero y luego vender en los
mercados locales. Sacar a la agricultura de los grandes mercados internacionales.
–En esta coyuntura, ¿qué fue lo que más le impactó cuando visitó la Argentina?
–Estuve en 2005 y recorrí Santiago del Estero, La Pampa, Formosa, entre otros lugares. En
Santiago estaban desmontando de manera brutal, provocando inundaciones en Santa Fe. También
vimos los problemas en la salud: fuimos a escuelas donde los chicos se habían enfermado porque
fumigaban frente al establecimiento. Un desastre. Pero lo que más me sorprendió fue que nadie
sabía nada. Nadie sabía qué era un transgénico. Nadie se había dado cuenta de que la sojización
era un desastre planificado. Porque el día que no haya más mercado para la soja transgénica,
¿cómo recuperás el suelo?, ¿cómo recuperás a las familias de campesinos que fueron despojados
de sus tierras? La soja lleva a la Argentina al hambre y a la dependencia total.
–Muchos defensores del glifosato dicen que este agroquímico es tan dañino como “una aspirina”.
¿Qué les diría?
–Que si dicen eso, hacen propaganda de Monsanto. Se sabe que el glifosato es un perturbador
endócrino,ataca el sistema de reproducción de las mujeres y los hombres. Da cáncer, los
científicos lo explican. Es un veneno muy poderoso. En Europa acaba de salir una queja contra
Monsanto para revisar la autorización del glifosato Round-Up, porque se escondieron algunos
productos muy tóxicos que están dentro del formulado y que nunca fueron informados ni
publicados. Estoy segura de que dentro de algunos años el glifosato va a ser prohibido. ¿Pero
después de cuántos muertos y de cuánta contaminación? Es una bomba sanitaria.
El desembarco en la Argentina
La soja transgénica ingresó a la Argentina en 1996, de la mano del por entonces secretario de
Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá. Fue el segundo país, después de los Estados Unidos, en
autorizar su llegada, en un proceso plagado de irregularidades.
Según relató en su momento el diario Página/12, se violaron procedimientos administrativos, se
dejaron sin respuesta los cuestionamientos de instancias técnicas y no se realizaron los análisis
especificados por distintos organismos. Ya durante la autorización se vio la mano de las
multinacionales: el expediente administrativo estaba escrito en inglés y nunca se tradujo al
castellano. Además, de sus 136 folios, 108 pertenecían a informes presentados por Monsanto. De
todas formas, el 25 de marzo de 1996, Solá firmó el documento. “Si existe un país en el que la
multinacional haya podido hacer todo lo que le viniera en gana sin el menor obstáculo, ese es
Argentina”, sostuvo Marie-Monique Robin en El mundo según Monsanto.
Clarín, La Nación y el glifosato
El 6 de marzo del año pasado, en un artículo titulado “Por qué Clarín y La Nación apoyan el uso de
glifosato”, Tiempo Argentino puso en evidencia los vínculos comerciales que existen entre los dos
diarios hegemónicos y Monsanto.
Los casos de cáncer denunciados por investigadores independientes no tuvieron lugar en las
páginas de Clarín, mientras que el diario de los Mitre encaró una campaña para deslegitimar los
estudios que advertían sobre los efectos del herbicida. Sucede que ambas empresas están
asociadas en la organización de la feria anual Expoagro, donde se realizan jugosos negocios
vinculados con el comercio de agroquímicos, con la participación de las principales compañías del
rubro.
Por otra parte, a mediados de los ’90, Héctor Huergo, director del Suplemento Rural del diario de
Noble y Magnetto, fue uno de los principales impulsores mediáticos para conseguir el ingreso de la
soja transgénica y el glifosato a la Argentina.
En El mundo según Monsanto, Marie-Monique Robin se refiere a Huergo como “el más firme
defensor argentino” de los transgénicos, quien “animaba al gobierno a sustituir los programas de
ayuda social por una cadena solidaria de coste cero gracias a una red de distribución de soja”. Por
entonces, el director de Clarín Rural consideraba que se trataba de “uno de los alimentos más
completos que basta con hacer que entre en nuestra cultura”.
Robin, quien sostuvo que “este señor tiene un papel muy oscuro en esta historia”, concluyó: “Me
gustaría saber cómo vive, porque no me puedo imaginar que hizo esto sólo por ideología. Aquí hay
intereses muy fuertes.”
Por: Manuel Alfieri
(La negrita es mia)
FUENTE: http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/14360392/La-soja-transgenica-lleva-al-
hambre.html
ESTUDIOS SOBRE LOS EFECTOS EN LA SALUD DE
LOS TRANSGÉNICOS.
Estudios publicados en revistas científicas, sobre los efectos en la salud de los transgénicos.En
total aquí aparecen 41 estudios. Los coloco organizados, de la siguiente manera; en 6 grupos y en
cada grupo numerados para poder atender mejor a las posibles futuras modificaciones si se
añaden nuevos estudios en cada grupo. Si conocéis más estudios os agradecería lo incluyérais en
los comentarios.
Posteriormente sería interesante ir analizando la información de los estudios para estar bien
informados; el estar organizados en grupos puede facilitar que se pueda compartir la información
más rápidamente a aquel que la pida. Los seis grupos:
Maiz MON 810 y otras plantas Bt.
Soja transgénica.
Herbicida Roundup (Glifosato), asociado a las plantas resistentes a este herbicida. (Soja
transgénica).
Efectos alergénicos y tóxicos de otros transgénicos. (Patatas, Guisantes, etc…).
Mutaciones genéticas en el proceso de fabricación de los transgénicos y la impredictibilidad de
las plantas OMG en la interacción con el entorno.
Valoraciones generales del riesgo y otros problemas de los transgénicos relacionados con la
salud humana y animal.
Antes que nada una reflexión: Es mucho más sencillo atender a la agricultura ecológica, mucho
más conectada a la sabiduría de la naturaleza, respetando en lo posible la biodiversidad y la fauna
auxiliar, y con muchos menos riesgos para la salud que los transgénicos.
Los Estudios están en Inglés, se citan con el nombre del estudio y el nombre de los autores. Para
acceder a ellos haz clic en el nombre del estudio.
MAIZ MON 810 Y OTRAS PLANTAS BT:
1) Intestinal and Peripheral Immune Response to MON810 Maize Ingestion in Weaning and Old
Mice – 2008. Alberto Finamore.
2) Biological effects of transgenic maize NK603xMON810 fed in long term reproduction studies in
mice – 2008. Alberta Velimirov.
3) Effects on health and environment of transgenic (or GM) Bt brinjal – 2009. Gilles-Eric Seralini.
4) New Analysis of a Rat Feeding Study with a Genetically Modified Maize Reveals
Signs of Hepatorenal Toxicity – 2007. Gilles-Eric Seralini.
5) A three-year longitudinal study on the effects of a diet containing genetically modified Bt176
maize on the health status and performance of sheep – 2008. Massimo Trabalza-Marinucci.
6) Evaluation of stress- and immune-response biomarkers in Atlantic salmon, Salmo salar L., fed
different levels of genetically modified maize (Bt maize), compared with its near-isogenic parental
line and a commercial suprex maize – 2007. A. Sagstad.
7) A three generation study with genetically modified Bt corn in rats: Biochemical and
histopathological investigation – 2008. Aysun Kılıc, M. Turan Akay.
8 ) Safety assessment of transgenic Bacillus thuringiensis VIP insecticidal protein gene by feeding
studies – 2007 – Food and Chemical Toxicology. Donghai Peng.
9) Characterization of the mucosal and systemic immune response induced by Cry1Ac protein from
Bacillus thuringiensis HD 73 in mice – 2000 - Brazilian Journal of Medical and Biological Research.
Vazquez-Padron.
10) Protoxin from Bacillus thuringiensis sp. kurstaki HD 73 binds to surface proteins in the mouse
small intestine – 2000 - Biochemical and Byophysical Research communication. Vazquez-Padron.
11) Detection of corn intrinsic and recombinant DNA fragments and Cry1Ab protein in the
gastrointestinal contents of pigs fed genetically modified corn Bt11; 2003. 81:2546-2551. E. H.
Chowdhury, H. Kuribara, A. Hino, P. Sultana, O. Mikami, N. Shimada, K. S. Guruge, M. Saito and Y.
Nakajima, J Anim Sci.
12) Tracing residual recombinant feed molecules during digestion and rumen bacterial diversity in
cattle fed transgene maize. Ralf Einspanier, Bodo Lutz, Stefanie Rief, Oksana Berezina, Vladimir
Zverlov, Wolfgang Schwarz, Johann Mayer.
SOJA TRANSGÉNICA:
1) A long-term study on female mice fed on a genetically modiWed soybean: eVects on liver ageing
– 2008. Manuela Malatesta.
2) Ultrastructural analysis of pancreatic acinar cells from mice fed on genetically modified soybean
– 2002. Manuela Malatesta.
3) Ultrastructural analysis of testes from mice fed on genetically modified soybean – 2004. L.
Vecchio.
4) Proteomic sensitivity to dietary manipulations – 2003 – Biochimica and Biophysica Acta.Martin.
HERBICIDA ROUNDUP (GLIFOSATO), ASOCIADO A LAS PLANTAS RESISTENTES A ESTE HERBICIDA.
(SOJA TRANSGÉNICA).
1) Differential Effects of Glyphosate and Roundup on Human Placental Cells and Aromatase –
2005. Sophie Richard.
2) Glyphosate Formulations Induce Apoptosis and Necrosis in Human Umbilical, Embryonic, and
Placental Cells – 2009. Nora Benachour / Gilles-Eric Seralini.
3) Time- and Dose-Dependent Effects of Roundup on Human Embryonic and
Placental Cells – 2007. N. Benachour.
EFECTOS ALERGÉNICOS Y TÓXICOS DE OTROS TRANSGÉNICOS. (Patatas, Guisantes, etc…).
1) Transgenic Expression of Bean r-Amylase Inhibitor in Peas Results in Altered Structure and
Immunogenicity – 2005. Vanessa E. Prescott.
2) Genetically Modified Foods: Potential Human Healt Effects – 2003. A. Pusztai.
3) Nutritional assessment of genetically modified rapeseed synthesizing high amounts of mid-
chain fatty acids including production responses of growing-finishing pigs Archives of Animal
Nutrition. August 2007; 61(4): 308 – 316. Hartwig Bohme, Eike Rudloff, Friedrich Schone.
4) Fine Structural Changes in the Ileum of Mice Fed on d Endotoxin-Treated Potatoes and
Transgenic Potatoes – 1998. Nagui H. Fares and Adel K. El-Sayed.
5) Effect of diets containing genetically modified potatoes expressing Galanthus nivalis lectin on
rat small intestine – 1999. Stanley WB Ewen. Arpad Pusztai.
MUTACIONES GENÉTICAS EN EL PROCESO DE FABRICACIÓN DE LOS TRANSGÉNICOS Y LA
IMPREDICTIBILIDAD DE LAS PLANTAS OMG EN LA INTERACCIÓN CON EL ENTORNO.
1) Characterisation of 30 transgene insertion site and derived mRNAs in MON810 YieldGard maize
– 2008. Alessio Rosati.
2) Detection of RNA variants transcribed from the transgene in Roundup Ready soybean –
2005.Andreas Rang.
3) The Mutational Consequences of Plant Transformation – 2006. Jonathan R. Latham.
VALORACIONES GENERALES DEL RIESGO Y OTROS PROBLEMAS DE LOS TRANSGÉNICOS
RELACIONADOS CON LA SALUD HUMANA Y ANIMAL.
1) A different perspective on GM food – 2002. David Schubert.
2) The problem with Nutritionally Enhanced Plants – 2008. David Schubert.
3) In vivo studies on possible health consequences of genetically modified food and feed—with
particular regard to ingredients consisting of genetically modified plant materials – 2003. Ian f.
Pryme / Rolf Lembcke.
4) Health risks of genetically modified foods – 1999. The Lancet.
5) Protecting the Food Supply in an Era of Pharmaceutical and Industrial Crops – 2004. David
Andow.
6) Critically important antibacterial agents for human medicine for risk management strategies of
non-human use – 2005. Canberra – Australia.
7) Presence of the antibiotic resistance marker gene nptII in GM plants for food and feed uses –
2007. European Medicines Agency.
8 ) Biotechnological, molecular and ecophysiological aspects of nutrition – 2003. A.Puztai and S.
Bardocz.
9) Genetically modified foods: Potential Human Health Effects – 2006. A. Puztai – S. Bardocz –
S.W.B. Ewen.
10) Transformation-induced mutations in transgenic plants: analysis and
biosafety implications – 2006 – Biotechnology and Genetic Engineering Reviews. Allison Wilson.
11) Genome Scrambling – Myth or Reality? Transformation-Induced Mutations in Transgenic Crop
Plants – 2004. Allison Wilson – Jonathan Latham – Ricarda Steinbrecher.
12) Toxicity Studies of Genetically Modified Plants: A Review of the Published Literature – 2007 –
Critical Reviews in Food Science and Nutrition. 47:721–733. Jose Luis Domingo.
13) Secondary metabolism and the risks of GMOs – 1999 – Department of Biology, University of
York. Richard D. Firn, Clive G. Jones.
14) Health Risks of Genetically Modified Foods – 2009 – Critical Reviews in Food Science and
Nutrition, 49:164–175. Artemis Dona, Ioannnis S. Arvanitoyannis.
Gracias a Somloquesembrem.
FUENTE: http://semillasysalud.wordpress.com/estudios-sobre-los-efectos-en-la-salud-de-los-
transgenicospagina/
El Gobierno aprobó una súper soja transgénica de Monsanto
POR MATÍAS LONGONI
16/08/12
En 1996, cuando era secretario de Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá firmó una resolución
técnica que parecía poco importante, pero que terminó transformando no solo la agricultura sino
toda la economía : aprobó la soja RR de Monsanto, el primer cultivo transgénico que llegó al país y
lo convirtió en una potencia sojera, con sus pros y contras. Ahora, con igual disimulo, el
kirchnerismo acaba de autorizar a la sucesora de aquella soja, consolidando un proceso de más de
quince años.
Fuentes oficiales confirmaron a Clarín que el secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, ya firmó la
resolución que dispone la liberación comercial de la soja “Intacta RR2 Pro”, que fue modificada
genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo que como su antecesor será resistente al
glifosato(el más popular herbicida) y le agregará resistencia al ataque de insectos . Era una vuelta
de tuerca necesaria, pues la soja RR original es una tecnología que tras 17 años que estaba
comenzando a mostrar flaquezas.
Por caso, hay malezas que han ido adquiriendo resistencia.
Monsanto, que además de esas correcciones promete un aumento de los rindes de hasta 8% (en la
cosecha argentina, eso significaría 4 millones de toneladas más), había lanzado esta innovación en
Estados Unidos, Brasil y Paraguay. Pero la retaceaba en Argentina -donde toda la soja es
transgénica- porque aquí jamás logró cobrar regalías por su primera variedad. En 2004, incluso, el
gobierno kirchnerista mantuvo una dura batalla jurídica en tribunales europeos con la
multinacional. Monsanto perdió porque nunca había patentado aquí esa semilla. Pero en 2009 si
obtuvo patente por la “Intacta”. Y ya acordó con la industria semillera un sistema que le permita
cobrar de los productores los royalties correspondientes.
De todos modos, la decisión de apurar el paso y liberar comercialmente el nuevo evento OGM se
dio luego de una reunión a fines de junio entre directivos de Monsanto y la presidenta Cristina
Kirchner. Luego de escuchar anuncios de inversiones millonarias, ella misma dio garantías de que
se respetará la patente de la nueva soja RR2.
Un estudio del experto Eduardo Trigo, a fin de 2011, afirmó que la superficie sembrada con soja
sería de apenas 10 millones de hectáreas (y no de 20 millones, como llegó a ser) si Solá no hubiese
firmado aquella resolución de 1996. Trigo calculó también que toda la soja de más que se produjo
en estos 15 años permitió el ingreso de 62.000 millones de dólares adicionales al país. El dato
sirve, al menos, para entender la verdadera dimensión de estos latosos temas técnicos.
FUENTE: http://www.clarin.com/politica/Gobierno-aprobo-super-transgenica-
Monsanto_0_756524412.html
Expansión de la soja transgénica en la Argentina
Por Miguel Teubal
El boom de la soja incluye una serie de consecuencias negativas como la desaparición de la
agricultura familiar, la dependencia del productor agropecuario de las transnacionales y la pérdida
de soberanía alimentaria. ¿Es posible revertir este proceso? ¿Qué cambios son necesarios?
Economista, Doctor por la Universidad de California (Berkeley, California, EE.UU.). Investigador del
CONICET, IIGG-FSOC-UBA. Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales - UBA
El presente trabajo está basado en un artículo del mismo nombre aparecido en la revista Realidad
Económica Nº 220
A más de una década del colapso del modelo neoliberal en nuestro país, existe sin embargo un
aspecto del mismo que se mantiene intacto en la Argentina: el modelo agrario, de agricultura
industrial. Tal modelo se manifiesta, entre otros factores, por el auge fenomenal que ha tenido el
cultivo de la soja. Este cultivo, que comenzó a producirse en gran escala en los años setenta,
adquiere un cariz muy especial a partir de mediados de los noventa, cuando se libera al mercado la
semilla de soja transgénica. Rápidamente esta variedad sustituyó a la convencional,
transformando a la soja en uno de los principales productos de exportación. En efecto, a partir de
este desarrollo, la Argentina se ha transformado en uno de los principales países en los que se
impulsan los cultivos transgénicos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR
resistente al glifosato y las empresas transnacionales, que se han convertido en sus principales
beneficiarias. Se trata del boom de la soja transgénica, que coyunturalmente permite la expansión
de grandes superávits fiscales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los servicios de
la deuda externa. Sin embargo, cabría preguntarse si también significa mayor bienestar para todos
los ciudadanos argentinos, ahora y en el largo plazo.
A lo largo de su período de implantación en el país, fueron pocas las voces que señalaban los
efectos nocivos de este modelo –sociales, económicos, medioambientales, y relativos a la salud
pública, etc.–. En términos generales pocas voces se preguntaban en qué medida era perjudicial
una excesiva especialización en este cultivo y la gran vulnerabilidad a una excesiva dependencia de
un producto casi exclusivamente de exportación. Asimismo, se hacía caso omiso de la desaparición
y expulsión del sector de medianos y pequeños productores, campesinos, comunidades indígenas
y trabajadores rurales debido al avance ejercido por grandes productores sojeros sobre el
territorio nacional; se negaba la creciente pérdida de la soberanía alimentaria; el deterioro
ambiental; el avance de la soja sobre la yunga norteña, así como su incidencia sobre la
deforestación masiva que se produce en el país con todas las consecuencias que ello entraña,
incluyendo el desplazamiento con violencia de comunidades campesinas e indígenas de sus
hábitat habituales. Tampoco se consideraba la pérdida de la biodiversidad; la dependencia
respecto de grandes empresas transnacionales; la incidencia sobre la desocupación, el hambre, la
pobreza y la regresividad de la distribución del ingreso a nivel nacional.
Es en años recientes que se ha venido tomando más conciencia del impacto de las fumigaciones
masivas por aire de glifosato y otros agrotóxicos sobre poblaciones locales del interior del país y
sobre las agriculturas de pequeños productores, las cuales se manifiestan en un aumento de los
casos de cáncer, malformaciones en niños recién nacidos, y otras enfermedades.
Políticas globales y sectoriales aplicables al agro
Fueron múltiples las políticas que incidieron sobre la constitución del modelo que encarna la
expansión sojera en el país. El marco general en el que se desenvolvió tiene que ver con el auge
del neoliberalismo, particularmente a partir de mediados de los años setenta, y con medidas
vinculadas con las políticas agrarias enmarcadas en ese proceso.
Durante el gobierno militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)
comenzó la flexibilización de las leyes de arrendamiento que habían sido reguladas fuertemente a
fin de proteger a medianos y pequeños productores agropecuarios durante el primer gobierno
peronista (1946-1955). La posibilidad de que se hicieran contratos accidentales por una cosecha
les permitió a los grandes propietarios obtener el concurso de contratistas para sembrar soja y
otros cereales y oleaginosas y, por consiguiente, lograr determinadas rentas que de otro modo no
hubieran podido obtener.
Igual situación afectó a los medianos y pequeños productores que, al no poseer necesariamente
los medios suficientes para impulsar una producción en escala, también arrendaron sus campos a
contratistas. Asimismo, comenzaron a difundirse en los años setenta y a masificarse durante los
noventa los pools de siembra, que acercaban fondos financieros para inversiones en el agro.
La política madre que posibilitó un cambio institucional importante en la política agraria y que fue
la base de sustentación de estas transformaciones fue el decreto de desregulación de 1991. A
partir de esa medida fueron eliminados de cuajo los organismos que existían desde los años
treinta a esta parte: la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carne, la Dirección Nacional
del Azúcar, etc., organismos que tenían por finalidad regular la actividad agraria (por ejemplo,
manteniendo precios sostén para la producción de cereales en apoyo de los chacareros
pampeanos). Desde entonces el sector agrario argentino se transformó en uno de los menos
regulados del mundo, sujeto como ningún otro a los vaivenes de la economía mundial.
Estas y otras medidas adoptadas durante los años noventa contribuyeron a la desaparición de
numerosas explotaciones agropecuarias, fundamentalmente aquellas que tenían menos de 200
hectáreas. Otro hito importante a favor del modelo de la soja transgénica fue la liberación al
mercado de la semilla transgénica Roundup Ready (RR) en 1996. A partir de entonces consolidan
en el país los agronegocios de las grandes empresas del sistema agroalimentario.
Fue así como el Estado favoreció al modelo sojero. Este apoyo se extendió al ámbito de la semilla.
Si bien tradicionalmente existía un régimen jurídico que permitía a los productores agropecuarios
reproducir su propia semilla, han surgido presiones de las grandes empresas semilleras
internacionales (fundamentalmente Monsanto) para limitar esta prerrogativa, obligando al
productor agropecuario a pagar royalties por su utilización, y prohibiéndole la posibilidad de
reproducirla incluso para uso propio.
El nuevo perfil productivo en la Argentina: de los alimentos a loscommodities
Durante el siglo XX la Argentina –junto a países como Australia, Canadá, Nueva Zelanda e, incluso,
Estados Unidos– se constituyó en un importante exportador de carne vacuna y cereales (trigo,
maíz, girasol, entre otros granos) a la economía mundial. Al mismo tiempo, esos productos eran
alimentos básicos de consumo popular en el mercado interno. Se trataba de una producción
centrada en la región pampeana, ya que en las regiones extrapampeanas se producían los
tradicionales cultivos industriales, orientados en su mayor parte hacia el mercado interno: caña de
azúcar en el Noroeste (provincias de Tucumán y Salta); algodón, yerba mate en el Noreste; frutales
diversos (manzanas, peras, uvas) en el Valle del Río Negro, y Cuyo, que, hacia mediados y fines del
siglo, comenzaron también a exportarse. En la Argentina se producía la casi totalidad de los
alimentos que consumía su población, salvo algunos productos tropicales como el café, los
palmitos, etcétera.
Este potencial productivo lo concretaban fundamentalmente medianos y pequeños productores,
que constituían una parte importante del conjunto de los productores agropecuarios nacionales. Si
bien en 1960 las denominadas “propiedades rurales multifamiliares medianas y grandes” (sector
que podía ser asemejado al latifundio) controlaban más de la mitad de la superficie y producción
agropecuaria, las “propiedades rurales familiares” (productores medianos y pequeños) ocupaban
el 45% de la superficie y producían el 47% de la producción nacional.
En la década de los setenta se establecieron nuevas variedades de cereales y oleaginosas en el
campo pampeano y se introdujo la doble cosecha. Esto es, en vez de alternar la producción
agrícola con la ganadería, se originó una mayor “agriculturización” expresada en la siembra de dos
cultivos agrícolas anuales. Esta técnica se difundió rápidamente en la región pampeana,
especialmente en la zona maicera típica, provocando una parcial sustitución del maíz y del sorgo,
así como de actividades ganaderas que anteriormente participaban con estos cultivos en sistemas
de explotación mixta.
El campo argentino comenzó a sustentarse en la soja y en el paquete tecnológico que la
acompaña, a costa de la ganadería y la producción de otros cereales tradicionales.
En 1996 comenzó la implantación de la semilla transgénica de la soja, comercialmente llamada
“RR”. El paquete tecnológico consiste en combinar esta semilla con el sistema de la “siembra
directa”, complementado con el glifosato (para la eliminación de las malezas que quedan). Tanto
la semilla RR como el glifosato son producidos por Monsanto, pero la distribución de la semilla
luego fue transferida a su licenciataria Asgrow, la que a su vez fue adquirida por Nidera. Con esta
base, Monsanto y sus licenciatarias en la Argentina han logrado inducir a los productores agrícolas
a incorporar el paquete tecnológico controlado por ellas, lo que determinó la dependencia de los
agricultores nacionales respecto de estas grandes empresas transnacionales.
Dada la difusión que tuvieron estas tecnologías en la Argentina, el glifosato llegó convertirse en el
principal insumo fitosanitario empleado, con ventas totales que pasaron de 1,3 millones de litros
en 1991 a 8,2 millones en 1995, y a más de 30 millones en 1997. Hacia el 2008 se utilizaban ente
160 y 180 millones de litros de glifosato.
La crisis de 2001/02 no modificó en lo sustancial estas tendencias. Sin embargo, la devaluación del
tipo de cambio de la moneda nacional, junto a mejoras en los precios internacionales de la soja,
significaron un aumento de los ingresos globales del sector. Por lo tanto, el modelo de agricultura
industrial, centrado en la soja, siguió expandiéndose, favorecido por diversas políticas públicas.
El boom sojero
Desde los años setenta el cultivo de la soja ha crecido sostenidamente en la Argentina. La
producción pasó de 3,7 millones de toneladas en 1980/81 a 10,8 millones en 1990/91 y a 35
millones en 2002/03. En la campaña del 2006 alcanzó 40 millones de toneladas. Esto significó que
la soja pasó de representar 10,6% de la producción de cereales y oleaginosas en 1980/81 a 28,4%
en 1990/91 y a más del 50% en el período 2002/03. Otro tanto ocurrió con la superficie destinada
a la producción sojera, pues en 1980/81 representaba el 9,1% del total del área cultivada con
cereales y oleaginosas, en la campaña 1990/91 pasó al 24,8%, y en 2002/03 a más del 46%. En la
actualidad la cantidad de hectáreas ocupadas por la producción sojera constituye más de la mitad
de la superficie que se destina a la producción de granos en el país. Asimismo, la casi totalidad de
la producción de soja es transgénica y se destina a exportación. La mayor parte de estas
exportaciones son harinas y otros subproductos de la soja, destinados fundamentalmente al
consumo del ganado de los países europeos, ya que después de la crisis de la “vaca loca”, la soja se
transformó en uno de los alimentos balanceados más apetecibles para alimentar los pollos, las
vacas y los cerdos del antiguo continente.
Estas tendencias se han dado en detrimento de la producción ganadera, de otros cereales
tradicionales, de los tambos (productores de ganadería lechera), de las explotaciones que
producen frutales y los tradicionales cultivos industriales del interior del país. En efecto, entre las
campañas agrícolas de 1997/98 y 2004/05 la producción sojera aumentó casi 20 millones de
toneladas, mientras que la de girasol cayó 2 millones, la de arroz 0,5 millones y la de maíz se
mantuvo más o menos constante. En la provincia de Córdoba el auge de la soja fue acompañado
por la pérdida del 17% de las cabezas de ganado. A nivel nacional, de 1988 a 2003, la cantidad de
tambos pasó de 30.141 a aproximadamente 15.000 establecimientos. En los últimos años el auge
de la soja también ha desplazado a frutas y hortalizas producidas en los entornos de las grandes
ciudades, incidiendo en el alza de los precios de productos básicos de consumo popular, como el
tomate y la papa.
Este fenómeno constituye un modelo que tiende a menoscabar la tradicional agricultura familiar.
Entre los censos de 1960 y 1988 desaparecieron 51.000 explotaciones agropecuarias, 1.800 por
año. Entre los censos de 1988 y 2002 –en plena era neoliberal– desaparecieron 87.000
explotaciones agropecuarias, esto es, 6.263 por año. Y las que desaparecieron fueron
fundamentalmente las de menos de 200 hectáreas (75.293 explotaciones). En cambio,
aumentaron las de más de 500 hectáreas, particularmente las del estrato de entre 1.000 a 2.500.
El agro argentino se fue transformando a paso acelerado en una agricultura sin agricultores, ya
que las explotaciones que desaparecieron fueron principalmente las medianas y las pequeñas.
Efectos ambientales del modelo
El modelo trajo aparejada una serie de consecuencias en la biodiversidad, en los ecosistemas
naturales y en las especies vegetales y animales que son parte de ellos, todos esenciales para
sustentar la vida humana y su calidad. A ello se debe agregar sus posibles efectos sobre la salud
humana, no sólo de los productores agropecuarios que manipulan los agrotóxicos requeridos por
este modelo, sino también la del público en general que consume alimentos transgénicos
fumigados con glifosato.
Hacia una agricultura sin agricultores
Uno de los argumentos esgrimidos para impulsar los transgénicos en la Argentina es que son
necesarios para acabar con el hambre. Sin embargo, el período de implantación de la soja
transgénica –de 1996 a 2003, aproximadamente– coincide con la época de mayor aumento de la
pobreza e indigencia en el país.
Hasta hace dos décadas las tierras en las que vivían y trabajaban muchos de los pequeños
productores agrarios de la Argentina –que producían en gran medida para autoconsumo y/o el
mercado interno local– eran consideradas marginales. Sin embargo, con los cambios en el régimen
de lluvias que tuvieron lugar en los últimos años, estas tierras de bajo valor productivo se
transformaron en tierras aptas para el cultivo de la soja y se revalorizaron.
Asimismo, a partir del decreto de necesidad y urgencia de desregulación de 1991, se cambiaron los
arreglos institucionales que habían permitido durante el siglo XX la coexistencia de la pequeña
unidad agraria con la gran explotación ganadera y agraria. Tal como fuera señalado más arriba, los
campesinos constituían un pequeño núcleo dentro del gran estrato de explotaciones familiares
capitalizadas cuyo corte en superficie de tierra se establecía “hasta 200 hectáreas”. Con este corte,
el estrato llegaba al 80% de las explotaciones en el período anterior a 1960 y dinamizaba la
economía agraria como productor de agroalimentos para el mercado interno y como exportador
(y generador de divisas) acompañando a los sectores más capitalistas.
Dentro de este estrato estaba el subsector denominado “minifundista”. Se trataba de unidades
que no sobrepasaban las 25 hectáreas, producían para la subsistencia o estaban articuladas a las
agroindustrias regionales desarrolladas al calor de la expansión del mercado interno: caña de
azúcar, té, yerba mate, algodón, tabaco, algunos productos de la fruticultura, etcétera.
Con la propagación de la semilla transgénica se expandió la frontera agrícola, acentuándose el
“arrinconamiento” de los pequeños productores o campesinos.
Los dispositivos utilizados fueron variados. En algunos casos, donde las familias estaban asentadas
desde hacía décadas pero sin tener regularizada la tenencia, se presentaban los “nuevos dueños”
esgrimiendo los títulos u órdenes judiciales y exigiendo el desalojo de los campos. En otros casos
se producía el desmonte de campos para destinarlos a la agricultura, impidiendo la tradicional
utilización como zonas de pastoreo de las comunidades indígenas y campesinas.
A comienzos de los años ’90 muchos productores agropecuarios pampeanos se endeudaron para
comprar maquinaria y equipo a fin de poder adaptarse al nuevo patrón de “agricultura
profesional” propiciado desde sectores oficiales. Pero pronto ese endeudamiento se transformó
en una rémora. Se fue multiplicando la deuda ante la imposibilidad de generar los ingresos
necesarios para pagarla y, mediante punitivos y demás elementos inherentes al modelo financiero
vigente, pronto se transformó en una bola de nieve de imposible abordaje. De este modo, en
algún momento 12 millones de hectáreas en la pampa estaban hipotecadas. Fue en este contexto
que surgió el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, una organización dedicada a parar
los remates de los campos. También está el caso del Movimiento Campesino de Santiago del
Estero (Mocase), conformado por campesinos (muchos de ellos ocupantes de tierras veinteañales)
que repentinamente comenzaron a ser desalojados. Asimismo, en la zona del Noroeste, las
comunidades indígenas luchan para no ser desalojadas de sus tierras, al igual que en el Sur lo
hacen aquellas desplazadas por los grandes compradores de tierras patagónicas.
En años recientes han cobrado relevancia dentro de estos procesos de “arrinconamiento” dos
mecanismos cada vez más recurrentes: la violencia rural por parte de “policías” o guardias
privados al servicio de particulares, contra los bienes y la seguridad personal de los campesinos y
pequeños productores, y los casos de contaminación, en los que el paquete tecnológico utilizado
en los grandes emprendimientos agrícolas perjudica directamente la viabilidad de los cultivos y la
salud de las familias campesinas. Estos dos mecanismos expresan de forma dramática la expulsión
de agricultores de sus tierras y constituyen el escenario más frecuente en el que se desenvuelve la
desarticulación de la agricultura familiar.
Neoliberalismo y sistema agroalimentario
Los ajustes estructurales de corte neoliberal aplicados a la economía argentina repercutieron de
forma considerable sobre las tendencias y la variabilidad de la actividad agropecuaria, los precios
de su producción y de sus insumos, el acceso al crédito, la rentabilidad general de la actividad y las
condiciones de vida de los grupos mayoritarios del sector. Se produjeron procesos de
concentración y centralización de capital en la agroindustria y la distribución final de los alimentos
(por ejemplo, el denominado “supermercadismo”) y en la provisión de semillas y otros insumos a
los productores agropecuarios. Estas tendencias se dieron junto a una fuerte extranjerización en
estos sectores a partir de fines de los noventa. Creció la agricultura de contrato y otras formas de
articulación “agroindustrial” y adquirieron mayor poder las grandes empresas extra-agrarias con
relación a los medianos y pequeños productores agropecuarios, quienes comenzaron a perder
significativamente su autonomía de decisión.
Los procesos de liberalización, apertura y desregulación les brindaron a las grandes empresas el
marco propicio para expandir su control sobre distintas áreas del sistema agroalimentario y
obtener así una posición dominante en lo referido al almacenaje, procesamiento,
comercialización, producción y provisión de semillas e insumos para la actividad agrícola. Estas
innovaciones facilitaron la consolidación de oligopsonios y oligopolios en segmentos clave de
diversos complejos agroindustriales. Por ejemplo, en el complejo lácteo siete compañías –entre las
que se destacan SanCor y Mastellone (La Serenísima)– controlan el 80% del mercado; el 90% de las
ventas de aceite refinado de girasol es manejado por apenas seis empresas lideradas por Molinos
Río de la Plata y Aceitera General Deheza. En panificación, Fargo, Bimbo y La Veneciana acumulan
el 85% de las ventas. En otros casos, la concentración y centralización del capital facilitó la captura
de negocios altamente rentables, como es el caso de la cuota Hilton, donde cinco empresas (Swift
Armour, Quickfood, Friar, Gorina y Finexcor) dominan el 55% del mercado.
Al analizar el caso de las empresas multinacionales dedicadas a la exportación de cereales, se
observa que siete empresas (Cargill, Bunge, Nidera, Vincentín, Dreyfus, Pecom-Agra y AGD)
concentran el 60% del volumen de granos exportados. En consonancia con lo anterior, también se
observa que creció la concentración en el mercado de insumos.
En el sector oleaginoso, fundamentalmente sojero, también hubo una creciente concentración del
capital. El complejo oleaginoso es el segundo más importante del país después del cerealero, pero
se ha transformado en el principal grupo exportador. Sin embargo, el sector del procesamiento
industrial de oleaginosas genera muy poco empleo, menos aún que el tabacalero.
En conclusión, los cambios profundos que se han dado en el sistema agroalimentario del país han
cercenado la capacidad de decisión del productor agropecuario sobre su producción y han incidido
sobre los insumos utilizados y las técnicas productivas desarrolladas. A ello se suma una merma de
la capacidad de negociación del precio de venta que tiene el productor frente a la industria o al
acopiador y, en el caso de los transgénicos, frente a su proveedor de semilla. Se agrega también la
imprevisión que genera la gran variabilidad de los precios agrícolas internacionales, que afectan
directamente al productor agropecuario a partir de la desregulación y apertura externa. A partir
del decreto de desregulación de 1991, quedó eliminada toda reglamentación que establecía un
precio mínimo o sostén para los productores agropecuarios. Ello le permitió al polo integrador de
cada complejo agroindustrial incrementar su rentabilidad y reducir los precios agropecuarios
percibidos por los medianos y pequeños productores, así como imponer condiciones de calidad,
presentación y traslado del producto e incluso de la variedad del cultivo y de los insumos que debe
usar el productor.
Impactos sobre la estructura agraria y otras consecuencias
Una parte importante de este vasto sistema que hemos denominado “de agronegocios” se
manifiesta en función de la primacía que adquiere la producción sojera y el paquete tecnológico
que la acompaña.
Grandes empresas que se conectan con el sector financiero forman los denominados “pools de
siembra”, transformando al sector en un negocio financiero. Algunas veces compran tierras, otras
operan con “contratistas” que arriendan tierras y proveen la maquinaria, el equipo y los
agroquímicos necesarios para impulsar la producción de los commodities requeridos por el
mercado (fundamentalmente externo).
El agro se transforma cada vez más en productor de commodities y cada vez menos en medio de
vida para la mayoría de los productores agropecuarios, especialmente para los familiares.
Asimismo, tal cual ya se destacó, el país va perdiendo su calidad de productor de alimentos
básicos. Se van conformando los denominados complejos agroindustriales, con grandes empresas
que extienden su poderío “hacia adelante” y “hacia atrás” en la cadena agroindustrial.
En torno a la problemática de la semilla
Históricamente, desde que se “inventó” la agricultura hace diez mil años, los productores
agropecuarios reproducen su propia semilla e impulsan su mejoramiento genético mediante los
cruces de las diversas variedades de una misma especie. Como consecuencia, surgió un consenso
mundial para defender ese potencial del productor agropecuario y, por ende, su existencia como
tal.
Durante el siglo XX, el Estado argentino (a través de sus respectivos organismos) impulsó el
mejoramiento genético de la semilla y, años más tarde, también algunas empresas privadas
comenzaron a hacerlo. La creciente participación privada en la investigación agropecuaria –que
surge de la capacidad de apropiación de los bienes creados que antes habían sido de libre
disponibilidad– fue acompañada paulatinamente por la implementación de sistemas legales de
patentamiento de seres vivos, en varios países.
En 1994 la Argentina accedió a la Unión Internacional de Protección de Obtentores de Variedades
(UPOV), como forma de darle cierta seguridad y credibilidad a la industria semillera extranjera.
Como lo señala Van Wijk, la existencia de un sistema de Plant Breeders’ Rights influye sobre la
forma en que puede proveerse de la semilla el productor, quien tiene tres opciones:
a) Obtener semillas para cada ciclo de cultivo a través de los canales oficiales de institutos
públicos, las compañías semilleras o sus licenciatarias; b) intercambiar granos por semilla, a través
de canales de intercambio informales o no oficiales, con otros productores, comercializadores o
elevadores de granos, y c) ahorrar una porción de su propia cosecha para sembrar en su propio
campo. Según Van Wijk, en los países en desarrollo más del 80% de las semillas requeridas por los
agricultores es provisto por semilla ahorrada u obtenida por canales no oficiales. Evidentemente,
la legislación instituida a favor de los Plant Breeders’ Rights tiende a restringir estas formas de
provisión de la semilla e induce a los productores a abastecerse año tras año en las semilleras
oficiales privadas.
Con el surgimiento de los transgénicos comenzaron a tener una enorme primacía a escala mundial
las grandes empresas semilleras transnacionales, que combinan su producción o difusión de
semilla con la de los agroquímicos producidos por ellas.
La cuestión semillera entraña todo un modelo agrario basado en grandes empresas semilleras,
agropecuarias y de comercialización y distribución de productos e insumos al sector. Frente a esto,
en 2005 Vía Campesina propone una alternativa como parte de la Campaña Mundial de Semillas,
al sostener que: “Las semillas son el inicio y fin de los ciclos de producción campesina. La
diversidad y existencia de semillas campesinas permite asegurar la abundancia y la diversidad
alimentaria en cada localidad, sirviendo de base para una nutrición adecuada y permitiendo el
desarrollo de las formas culinarias culturalmente adecuadas y deseadas. Por tanto, las semillas y el
conocimiento asociado a ellas son parte fundamental e insustituible de la soberanía alimentaria de
los pueblos. Las semillas son obra campesina e indígena, una creación colectiva que refleja la
historia de los pueblos y especialmente de sus mujeres, quienes fueron sus creadoras iniciales y se
han mantenido a través de la historia como sus principales guardianas y mejoradoras. Entendemos
que la semilla es muchísimo más que un recurso productivo. Las semillas son simultáneamente
fundamento y producto de culturas y sociedades a través de la historia. En ellas se incorporan
valores, afectos, visiones, y formas de vida que las ligan al ámbito de lo sagrado. Sin las semillas, es
imposible el sustento y la soberanía de los pueblos. Al desaparecer las semillas, desaparecen las
culturas y los pueblos rurales y comunidades; la desaparición de las culturas, a su vez, lleva a la
desaparición de las semillas. Por lo anterior, las semillas no son apropiables. Ellas deben mantener
en todo momento su carácter de patrimonio colectivo, frente al cual hay deberes ineludibles que
cumplir, incluso sobre el derecho a gozar de él. La Campaña Mundial de la Semilla de Vía
Campesina, por lo tanto, se opone a la propiedad intelectual y a toda forma de apropiación de la
vida”.
Reflexiones finales
La consolidación de este modelo va acompañada por la difusión de los denominados “pools de
siembra” no sólo a grandes propietarios, sino también, en gran medida, a campos pertenecientes
a medianos y pequeños productores agropecuarios.
El sector se transforma cada vez más en un negocio de unos pocos, perdiendo su capacidad
histórica de constituirse en un medio de vida para vastos sectores sociales: rápidamente se
transforma en una agricultura sin agricultores.
Son múltiples las consecuencias de este modelo. Se constata cómo el país va perdiendo su
capacidad para producir los alimentos básicos de consumo popular masivo, o sea, va perdiendo
su soberanía alimentaria. Por otra parte, están sus efectos medioambientales de largo plazo
altamente perjudiciales como el avance de la soja hacia la yunga, su impacto sobre la
deforestación, la pérdida de la biodiversidad, etc. Puede incluso señalarse su impacto sobre otros
aspectos (por ejemplo, las inundaciones en vastas regiones de Santa Fe y Salta, entre otras
provincias). Se señala también que la soja enmarcada en la “siembra directa” genera una capa
impermeable sobre el suelo que hace escurrir el agua hacia los ríos en vez de que sea retenida.
Simultáneamente la deforestación impulsada por la expansión sojera contribuye a un
acrecentamiento de sequías en diversas regiones del país.
Cabría entonces preguntarse acerca de las perspectivas que tiene el modelo para seguir
impulsándose en el futuro.
Existen dos factores que señalan elementos “auspiciosos” para el modelo y los intereses
involucrados en su expansión continua: a) la nueva “revolución” que se impulsa en América latina
en torno a los biocombustibles debido al interés de Estados Unidos y demás potencias mundiales
de sustituir su dependencia del petróleo por otras fuentes energéticas, y b) el papel de China en el
panorama mundial. A medida que este gran país va adoptando una serie de pautas productivas
para ir transformándose en una potencia mundial, su sistema económico y productivo (incluyendo
su agro y sistema agroalimentario) también se transforma sustancialmente. No es difícil de
percibir que China ya tiene nuevas necesidades y demandas a medida que su economía sigue
creciendo a tasas exorbitantes, y que, como consecuencia, va pautando en la economía mundial
una creciente demanda de commodities, entre ellos la soja.
No cabe duda de que si se concretan estas tendencias se va a acrecentar la conflictividad
manifiesta entre el modelo de los agronegocios, los grandes intereses vinculados a los recursos
naturales en general, y los del campesinado, productores agropecuarios y vecinos y
ambientalistas. Es importante que se extienda lo más posible el debate en torno a las
características esencialmente contradictorias que manifiestan ambos modelos. Se trata de una
cuestión que va más allá de lo meramente “sectorial”. Tiene que ver con el futuro de nuestras
sociedades y la forma de convivencia que se establezca (si es posible) entre ellas en el futuro.
FUENTE: http://www.vocesenelfenix.com/content/expansi%C3%B3n-de-la-soja-
transg%C3%A9nica-en-la-argentina
La soja transgénica ya está en nuestra mesa
para bajar en formato rtf
Advertencias sobre su consumo para personas alérgicas, niños menores de dos años, y no se
recomienda su uso para menores de cinco años.
De acuerdo con el más reciente informe del Servicio Internacional para la Adquisición de
Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAA) -una organización que promueve la transferencia de
métodos biotecnológicos a las naciones del Sur-, entre 2002 y 2003 el área de cultivos
transgénicos aumentó en los países en desarrollo un 28%, mientras que en los países
industrializados del Norte creció sólo un 11%.
El documento, emitido a finales de enero, destaca que en 2003 un reducido grupo de seis países -
encabezado por Estados Unidos y seguido por Argentina, Canadá, Brasil, China y República
Sudafricana- aportó el 99% de la producción mundial de transgénicos.
El principal cultivo transgénico es la soja (41,4 millones de hectáreas sembradas, que equivalen al
61% del área total de cultivos de plantas genéticamente modificadas). Las estadísticas muestran
también el incremento de las variedades transgénicas: del área total plantada de soja en 2003 (76
millones de hectáreas a nivel global) un 55% era modificada genéticamente, frente a 51% en 2002.
A pesar de las dudas e inquietudes que generan los posibles impactos negativos de los cultivos
transgénicos sobre la salud y el medio ambiente, los alimentos genéticamente modificados van
ganando terreno en los países en vías de desarrollo a un ritmo nunca antes imaginado, como
resultado de las agresivas campañas de comercialización de las principales multinacionales del
sector. Uruguay no escapa a esa realidad.
En Uruguay se está cultivando soja transgénica desde 1999. La nueva tecnología genética se nos
"vende" como la tecnología "del futuro", pero se nos impone HOY, sin haber dado tiempo al
tiempo para evaluar sus peligros y sin opción a opinar. De hecho, como el 60% de los alimentos
procesados contienen derivados de la soja, en los estantes de los comercios de alimentos ya están
presentes productos que contienen transgénicos. Dado que en Uruguay no es obligatorio el
etiquetado con esta información, el público consume transgénicos sin saberlo. El caso más visible
del consumo de soja transgénica es a través de alimentos que tienen como ingrediente la lecitina
de soja, que se obtiene a partir del contenido graso de la soja.
Si observamos a nuestro alrededor, vemos que el 95% de la soja argentina es transgénica y lo
mismo ocurre con Brasil y nuestro país. La soja es el principal cultivo de grano de Argentina desde
mediados de la década del '90, cuando superó la producción de trigo y maíz. La soja transgénica
también avanza aceleradamente en Brasil y ahora en Uruguay, donde ha tenido un aumento muy
importante en este último año, duplicando el área sembrada (llegando a unas 260.000 hectáreas)
e incluso desplazando a otros cultivos.
Si bien gran parte de la soja producida se destina a la exportación hacia países donde se la utiliza
para alimentar ganado vacuno, porcino y avícola, no es menos cierto que ya la estamos
consumiendo en nuestro país, pese a que diversos estudios científicos concluyen que los alimentos
manipulados genéticamente pueden provocar alergias, intoxicaciones, alteraciones nocivas del
valor nutritivo, resistencia a los antibióticos y alteraciones del sistema inmunológico.
En efecto, en nuestro país ya se constata un uso masivo de lecitina de soja en galletas, alfajores,
budines, margarina, mayonesas, chocolates, papas fritas, jugos, helados, postres, arroz pre
preparado, pastas rellenas, etc. La lista es muy larga y ahora se pretende modificar nuestros
hábitos alimentarios, tratando de convencernos de las supuestas bondades de la mal llamada
"leche de soja" y de las milanesas de soja, para reemplazar a la leche de vaca y a la carne vacuna.
Se pone como ejemplo el consumo milenario de soja por algunas culturas orientales, sin
mencionar que ésta es transgénica.
En ese sentido, es necesario enfatizar que la soja no reemplaza a la carne, que entre otras muchas
virtudes, tiene la de ser la principal fuente de hierro, elemento imprescindible para el desarrollo
infantil. Peor aún, la soja interfiere en la absorción del hierro.
El jugo o bebible de soja no reemplaza a la leche. La mal llamada "leche de soja " no es leche, y no
la sustituye de ninguna manera. Debe evitarse su consumo por niños pequeños y se han
documentado casos de desnutrición y de raquitismo graves por la utilización de estos jugos como
sustitutos de la leche. Los bebibles o jugos de soja, con el añadido de azúcar y jugos frutales y
vegetales, representan un factor de riesgo para el aumento de las caries dentales y la erosión
dentaria en niños, debido a que poseen una capacidad erosiva del esmalte dentario. A todos estos
riesgos, se agregan los elevados residuos de agroquímicos que contiene la soja transgénica.
Algunos médicos recomiendan a la soja como tratamiento hormonal natural de la menopausia,
aduciendo que ayuda en los síntomas climatéricos por contener fitoestrógenos, que son
compuestos derivados de determinadas plantas que contienen isoflavonas y que han demostrado
tener algún tipo de actividad estrogénica. Sin embargo, dado que la soja actualmente disponible
en el mercado es transgénica, resulta más razonable sustituir ésta por otras plantas que también
contienen isoflavonas, tales como garbanzos, cereales, lino, coles, brotes de alfalfa y porotos.
Dado que la soja contiene elevadas cantidades de isoflavonas, que tienen una actividad hormonal
comparable a los estrógenos, es importante tener en cuenta que en caso de ser consumida por
niños podría tener efectos adversos. En efecto, se cree que los efectos estrogénicos de las
isoflavonas pueden ser perjudiciales en la salud infantil, pudiendo ser responsables de la aparición
de la menarca precoz y el adelanto de los eventos puberales en niñas, y producir anormalidades
inmunológicas y desórdenes hormonales en los varones.
La soja no puede solucionar la desnutrición infantil, no reemplaza los alimentos básicos de nuestra
cultura, y las orientales que la utilizan, la consumen fermentada por largos períodos sin que sea la
base de su dieta, sino sólo condimento y complemento de la misma.
Es importante señalar que, si bien la lecitina es importante en una dieta equilibrada, nuestro
cuerpo no necesita la soja para ello. En efecto, la lecitina está presente de forma natural en
nuestro cuerpo. Se trata de un compuesto graso que tiene un enorme valor por su acción sobre los
lípidos del organismo, especialmente en la sangre, ya que juega un papel importante en el
metabolismo de la grasa. Está presente en todas las células de nuestro cuerpo y es esencial para la
estructura de los tejidos nerviosos y para el correcto funcionamiento de las glándulas, incluidas las
sexuales. El cuerpo humano puede producir la lecitina cuando la dieta contiene los componentes
adecuados (cereales integrales, aceites no refinados y prensados en frío, huevos, frutos secos,
germen de trigo, hígado...). La lecitina es producida en el hígado, pasa al intestino y se absorbe por
la sangre. Ayuda a mantener en suspensión el colesterol presente en la sangre, impidiendo que se
deposite en las paredes arteriales y venosas. La lecitina forma también parte de la estructura de la
pared de las células y aporta un antioxidante importante -la vitaminas E- además de fósforo.
En resumen, la promoción de la soja nada tiene que ver ni con dietas adecuadas ni con soluciones
al hambre en el mundo y tiene mucho que ver con rentabilidades económicas. No debemos
permitir que mientras unos pocos se enriquecen, nuestra seguridad alimentaría sea cada día más
frágil y aumente considerablemente el uso de agrotóxicos que envenenan el ambiente y afectan
nuestra salud. La invasión de los transgénicos en nuestro país y los países de la región es una
muestra de las políticas erróneas que están desarrollando instituciones internacionales y
gobiernos locales con el supuesto objetivo de combatir el hambre y la pobreza. Esas políticas
erróneas, que no responden a nuestros intereses tendrán consecuencias graves en el futuro del
sistema alimentario mundial, con efectos impredecibles, incontrolables e irreversibles.
Maria Isabel Cárcamo / RAPAL - Uruguay
Maldonado 1858 Tel:+598 2 4132989
Montevideo 11200 - Uruguay Fax: + 598 2 410 0985
Web: http://www.chasque.net/rapaluy E-mail: rapaluy@chasque.net
Fuentes:
Papp, Edith.- Los alimentos transgénicos, aumentaron un 28%, ya son imparables en el Sur
http://www.uruguay.com/LaOnda/LaOnda/173/A6.htm
¿Come soja? ¡Cuidado!
www.politicassociales.org.ar
Lecitina de soja http://www.consumer.es/web/es/nutricion/aprender_a_comer_bien/
complementos_dieteticos/2001/08/16/37687.php
Cáncer de mama y terapia de reemplazo hormonal
http://www.alfinal.com/Salud/canceryhormonas.shtml
FUENTE: http://webs.chasque.net/~rapaluy1/transgenicos/Soja/ArticuloSoja.html

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Soja transgénica en Argentina catástrofe social

  • 1. Soja transgénica en Argentina, un desastre social y económico -“La soja transgénica lleva al hambre” - ESTUDIOS SOBRE LOS EFECTOS EN LA SALUD DE LOS TRANSGÉNICOS -El Gobierno aprobó una súper soja transgénica de Monsanto -Expansión de la soja transgénica en la Argentina -La soja transgénica ya está en nuestra mesa La amplia experiencia adquirida en Argentina después de trece años de imposición del cultivo de soja transgénica resistente al glifosato dan la oportunidad al resto del mundo de aprender la lección y no repetir los errores ni permitir las imposiciones que hicieron posible que Argentina se convirtiera en apenas una década en una “republiqueta sojera”. En 1996 y de manera absolutamente solapada y antidemocrática se permitió la introducción de la soja transgénica de Monsanto en sus campos. Sin estudios de impacto
  • 2. ambiental independientes, sin ningún tipo de consulta pública, sin ninguna discusión parlamentaria ni legislación que la avale. Una simple disposición de la Secretaría de Agricultura creó en 1991 la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que a partir de allí y con amplia participación de las corporaciones “asesoró” a la secretaría sobre la aprobación de OGM. Ahora, mes con mes, se vive en Argentina la emergencia de un nuevo problema socioambiental debido a la invasión territorial producida por la imposición del monocultivo de soja transgénica de mano de Monsanto y de un puñado de terratenientes y asociaciones empresariales de siembra. Los impactos de las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de alimentos, las inundaciones y sequías, las nuevas enfermedades, son moneda corriente en las noticias pero solamente desde algunos medios alternativos aparece relacionada con la “sojización”. Todo esto viene de la mano de la instalación de una visión fragmentada de los problemas en que se ocultan las causas profundas de los mismos para analizarlos o mostrarlos, muchas veces de manera sensacionalista, pero siempre aislados y producidos casi como “fenómenos naturales”. Por eso lo primero y fundamental es recuperar la mirada integral de la problemática. Únicamente mirando y analizando la totalidad y la complejidad de la situación se podrá llegar a alguna conclusión útil para avanzar en alguna dirección y salir de la rueda destructiva en la que el modelo de agronegocio-soja-transgénicos nos ha metido. Después de trece años de expansión del cultivo de la soja transgénica en Argentina las consecuencias socioambientales son una verdadera catástrofe. Presentamos un breve repaso por los datos concretos que hablan de la tragedia de la soja en el Cono Sur. En Argentina se sembrará en el 2010, 18 millones de hectáreas de soja transgénica bajo la técnica de siembra directa. Esta superficie representa más del 50% de la superficie agrícola del país. Prácticamente 100% de la soja que se cultivará es soja transgénica resistente al herbicida glifosato (SOJA RR).
  • 3. La SOJA RR es propiedad de Monsanto, la mayor empresa semillera del mundo y también creadora del glifosato, el herbicida que se debe utilizar para sembrar la SOJA RR. Monsanto controla 90% de las semillas transgénicas que se comercializan a nivel mundial. Monsanto declaró que las ganancias generales aumentaron un 44% en 2007 con respecto al año anterior y un 120% en el 2008 en relación con el 2007. Este año se aplicarán más de 200 millones de litros de glifosato sobre toda la superficie cultivada con soja en Argentina mientras en el año 1996 se utilizaban 13 millones 900 mil litros. El producto comercial cuyo principio activo es el glifosato (Roundup) contiene además una serie de coadyuvantes que aumentan notablemente su toxicidad, fundamentalmente el surfactante poea (polioxietil amina) cuya toxicidad aguda es 3 a 5 veces mayor que la del glifosato. Por supuesto que este uso intensivo de glifosato ya ha provocado el surgimiento de muchísimas malezas resistentes al glifosato. Algunas de las ya informadas son: Hybanthus parviflorus (Violetilla), Parietaria debilis (Yerba Fresca), Viola arvensis (Violeta Silvestre), Petunia axillaris (Petunia), Verbena litoralis (Verbena), Commelina erecta (Flor de Santa Lucía), Convulvulus arvensis (Correhuela), Ipomoea purpurea (Bejuco), Iresine difusa (Iresine) y recientemente el Sorghum halepense (Sorgo de alepo) que por ser una maleza muy difícil de controlar ha despertado gran alarma. Luego de pasar más de una década negando el surgimiento de malezas resistentes, Monsanto a través de su vicepresidente admitió este hecho y propuso una solución: reemplazar a toda la soja resistente al glifosato por una nueva soja resistente a un nuevo herbicida: el dicamba —de hecho aún más tóxico que el glifosato. Además se utilizarán otros herbicidas y agrotóxicos para controlar malezas y plagas del monocultivo de soja ya que la siembra directa requiere de la aplicación de otros herbicidas antes de la siembra de la soja: entre 20 y 25 millones de litros de 2-4-D, otros seis millones de litros de atrazina y unos seis millones de litros de endosulfán. Esta lluvia de agrotóxicos produce tremendos impactos sobre la salud de la población, animales domésticos, cultivos alimenticios y contamina suelos, cursos de agua y el aire en toda la extensión del cultivo de soja. Suman cientos los casos denunciados por distintas organizaciones e investigadores en los cuales está perfectamente documentado el impacto de los agrotóxicos en las comunidades y sus producciones. La difusión pública de estas denuncias ha llevado a que recientemente la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas solicitara a la Corte Suprema de Justicia de la Nación la prohibición de la fumigación con glifosato.
  • 4. Este avance desenfrenado de la soja se ha producido a pesar de que según recientes investigaciones de la Universidad de Kansas la soja rr produce entre un 6 y un 10% menos que la soja convencional. El monocultivo de soja repetido año tras años en los campos produce una intensa degradación de los suelos con una pérdida de entre 19 y 30 toneladas de suelo en función del manejo, la pendiente del suelo o el clima. Cada cosecha de soja extrae año a año miles de toneladas de nutrientes de nuestro suelo que se exportan. Sólo como ejemplo podemos citar que cada año se van con la soja un millón de toneladas de nitrógeno y 160 mil toneladas de fósforo. También cada cosecha de soja que se exporta se lleva unos 42500 millones de metros cúbicos de agua cada año (datos de la temporada 2004/2005) correspondiendo 28190 millones a la pampa húmeda. Cada año se deforestan en Argentina más de 200 mil hectáreas de monte nativo por el avance de la frontera agrícola debido fundamentalmente a la expansión del monocultivo de soja. Considerando que cada 500 hectáreas de soja requieren de un trabajador rural es evidente la expulsión de trabajadores rurales y campesinos de los territorios donde se cultiva. Los grandes productores sojeros están obteniendo ganancias extraordinarias. El Grupo Los Grobo que declara cultivar 150 mil hectáreas en Argentina y en todo el Cono Sur (Paraguay, Brasil y Uruguay) apuesta a controlar 750 mil hectáreas. El modelo sojero produce una enorme concentración de la tierra en pocas manos ya sea por la adquisición de la tierra por grandes productores o por su arrendamiento por los “Pooles de Siembra”. Como consecuencia en los últimos 10 años se han perdido más del 20% de los establecimientos productivos. La obvia consecuencia de esta concentración es que ha disminuido de manera dramática la producción de alimentos básicos para nuestro pueblo. Por citar sólo un ejemplo: el número de explotaciones lácteas disminuyó 50 por ciento entre 1988 y 2003, pasando de 30 mil a 15 mil.
  • 5. En el caso del algodón su producción disminuyó en un 40% en la provincia de Chaco y un 78% en la provincia de Formosa como consecuencia del avance de la soja. Miles de campesinos son expulsados violentamente de sus tierras para imponer este modelo y son criminalizados por resistir los desalojos y el avance de la soja. El Mocase-vc y el Movimiento Nacional Campesino Indígena permanentemente denuncian la persecución de campesinos del movimiento a causa de resistir la expulsión de sus tierras en forma violenta para imponer el cultivo de soja. Finalmente es fundamental tener presente que la introducción de la soja transgénica en Argentina fue el mecanismo elegido por Monsanto para inundar de transgénicos el Cono Sur ya que fue desde Argentina desde donde se comercializó de manera ilegal la soja transgénica a Brasil, Paraguay y Bolivia (países en los que el cultivo de los transgénicos estaba prohibido), inundando estos países de transgénicos e imponiendo así, a partir de la contaminación, la República Unida de la Soja que poco tiempo después publicitaba Syngenta. ¿Quién gobierna la República Unida de la Soja? Los tibios intentos de las frágiles democracias latinoamericanas por poner algún límite al poder económico dominante generado por dos décadas de globalización y neoliberalización económica han encontrado en los últimos meses un topetazo contundente en la perversa alianza de grandes terratenientes con las corporaciones del agronegocio que están actuando de manera brutal en todos los países del Cono Sur. No se trata aquí de hacer un juicio sobre los gobiernos democráticos de la región, ni de evaluar su capacidad de transformación de la realidad o su compromiso con los pueblos latinoamericanos. Dejamos esto para los pueblos que desde sus propios procesos van respondiendo y creando espacios para responder y construir nuevas realidades. Sin embargo creemos que no es posible pasar por alto algunos hechos, unos notoriamente públicos y otros que apenas ocupan algunas columnas en los medios; todos aparentemente desconectados entre sí pero profundamente ligados en una raíz común que es la de someter a los pueblos, controlar su agricultura y su alimentación ocupando y destruyendo sus territorios. Un hilo común atraviesa todas estas noticias y se fortalece como metáfora aleccionadora de las pretensiones de estos sectores: la soja [soya] transgénica y su invasión de territorios en el Cono Sur intenta ser, de hecho, la “República Unida de la Soja”. Así, el lock-out patronal de los terratenientes sojeros de la Argentina que ocurrió en 2008 mostró la senda de lo que luego en Bolivia se convirtió en una feroz agresión cargada de odio, desprecio por la vida humana y racismo contra los pueblos originarios.
  • 6. Allí aparece en escena como uno de los principales dirigentes de la “Media Luna” el presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, Branco Marinkovic, que “casualmente” resulta ser uno de los grandes productores de soja de la región. En los días de pleno recambio democrático que llenó de esperanzas al pueblo paraguayo, el país se vio también brutalmente conmocionado por la represión contra campesinos que incluso llevó a la muerte al campesino Bienvenido Melgarejo y con los grandes terratenientes anunciando que van a recurrir a las armas para defender sus latifundios. En Uruguay y en medio de suaves presiones gubernamentales para establecer restricciones sobre el incremento de las áreas para el cultivo de soja con la creación de un Plan de Producción Agrícola también los grandes sojeros hicieron oír su voz y sembraron de amenazas los grandes medios. Desde sus autoridades, Brasil ya se rindió a los transgénicos y ha convertido a la ctnBio en una puerta de aprobación automática de todo los que las corporaciones desean. Uruguay levantó la moratoria a la aprobación de nuevos transgénicos y abrió así las puertas para el ingreso de las “nuevas” mercancías transgénicas de Monsanto. No es casual que la soja transgénica aparezca en muchas noticias: es simplemente un instrumento del control corporativo de la agricultura y el control territorial que llega de la mano de las agroempresas y sus patrones, los grandes productores y las corporaciones transnacionales. Por supuesto que cada uno de estos actores tiene mecanismos de acción diferenciados: las corporaciones permanecen silenciosas y hacen sus negocios mientras invierten enormes sumas en publicidad en los medios masivos de comunicación de manera de tenerlos siempre a su favor y que nunca se publiquen en ellos los cuestionamientos públicos que reciben. También son quienes logran los apoyos de Estados Unidos en aquellos casos en que se necesita la intervención política directa o bajo las sombras. En cambio, los grandes productores sojeros son los que hacen el trabajo sucio con distinto grado de brutalidad, pero siempre brutalmente demuestran su desprecio por la vida y la dignidad humana para consagrarse al único dios que conocen: el Dios Dinero. Entonces ellos sí pueden cortar rutas, desabastecer ciudades, asesinar campesinos o dividir un país. La República Unida de la Soja permanece con sus murallas altas y su reino de especulación y muerte en el poder. Puede ser que detrás de la caída del muro financiero del capitalismo global también empiecen a caer las murallas de esta República. Los pueblos están listos para seguir haciéndose cargo de sus vidas y su alimentación. FUENTE: http://www.arbore.org/contido/soja-transgenica-en-argentina-desastre-social-y- economico
  • 7. 11.03.2012 | Entrevista a Marie-Monique Robin “La soja transgénica lleva al hambre” Reconocida por sus investigaciones sobre el accionar de las multinacionales agrícolas, la periodista francesa asegura que “si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es a causa de este modelo”. Está convencida de que el glifosato terminará prohibido. “¿Pero después de cuántos muertos y cuánta contaminación?”, se pregunta la autora de El mundo según Monsanto. Además, por qué denunció al director de Clarín Rural. Marie-Monique Robin (51) es autora de numerosas investigaciones. Quizás, la más famosa de ellas sea El mundo según Monsanto, publicada en 2008 como libro y documental cinematográfico, traducida a 16 idiomas y difundida hasta en las regiones más recónditas de África. En ese trabajo, la periodista francesa reveló los entretelones del agronegocio y denunció a la corporación Monsanto, líder del mercado mundial de semillas transgénicas y agroquímicos, por ocultar y falsificar información relativa a los productos que comercializa. Robin dedicó un capítulo entero al caso de la Argentina, lo que la llevó a conocer diferentes provincias inundadas por el “oro verde” y constantemente fumigadas. “Estoy segura de que dentro de algunos años el glifosato va a ser prohibido. ¿Pero después de cuántos muertos y de cuánta contaminación? Es una bomba sanitaria”, aseguró la autora, que recientemente publicó una nueva investigación sobre esta problemática: El veneno nuestro de cada día, donde se ocupa de los químicos que contaminan la cadena alimentaria. Durante la entrevista telefónica que mantuvo con Tiempo Argentino, Robin adelantó que en abril próximo se espera que el libro llegue a nuestro país.
  • 8. –¿Cuándo y cómo comenzó su interés por este tema? –Llevo más de 25 años trabajando como periodista, con un interés particular por la cuestión agrícola, porque mis padres son agricultores en Francia. Así fue que comencé a hacer un trabajo de investigación sobre la pérdida de biodiversidad en el mundo. Cuando fui a México me encontré con un escándalo tremendo: multinacionales que consiguen patentes de semillas. Dentro de esas empresas estaba Monsanto, que en aquella época ya tenía más de 600 patentes en plantas. Allí empecé a investigar a Monsanto y a ver el tema de las patentes, que para mí es central. La única razón por la que Monsanto hace transgénicos es porque hay patentes, y eso permite que pida regalías y tenga un monopolio del sistema. Controla toda la cadena alimentaria a través de este sistema, obligando a los agricultores a comprar cada año sus semillas. –En El mundo según Monsanto usted denunció el accionar de una de las empresas más poderosas del mundo. ¿Recibió presiones o amenazas? –Esa era mi preocupación. Pero pasó una cosa que para mí fue una protección tremenda: el increíble impacto del material publicado. Si no me pasó nada es porque todo está justificado con entrevistas y con documentos. Yo estaba en Canadá cuando salió el documental y una de las periodistas que me entrevistó me dijo que su mejor amiga era la directora de comunicación de Monsanto Canadá. “La empresa buscó en cada página cómo te podía hacer un juicio y no encontró nada”, me confesó. Por eso yo digo abiertamente que Monsanto es una empresa criminal. –¿Cuáles son los principales argumentos para sostener su denuncia? –Cuando una empresa sabe que un producto es muy tóxico, es decir, que va a contaminar el medio ambiente o va a enfermar a la gente, y de todas formas hace lo posible para mantenerlo en el mercado, entonces se trata de un comportamiento criminal. Por ejemplo, en el tema del Policloruro de Bifenilo (PCB), prohibido en casi todo el mundo, Monsanto acumuló las pruebas y las escondió, sabiendo cuán altamente tóxicos eran los PCB. Por eso fueron condenados a pagar 700 millones de dólares de multa en los Estados Unidos (N. del R.: Fue por la tragedia de Anniston, en 2002, cuando la justicia comprobó que de 3516 demandantes de ese pueblo, el 15% presentaba niveles superiores a 20ppm de PCB en sangre, cuando lo aceptable es de 2ppm). –Este tema forma parte también de su nuevo libro, Nuestro veneno de cada día. –Claro. Allí cuento la historia de campesinos que se reunieron para hacer una asociación de más de 200 miembros. Muchos tienen enfermedades como Parkinson y cáncer. Son campesinos que manipulan tóxicos adiario. El presidente de esta asociación manipuló Lasso, un herbicida para el maíz de Monsanto, prohibido en la Unión Europea, y esto le provocó una intoxicación aguda. Cayó en coma y, después de recuperarse, se enfermó de Parkinson. La enfermedad se desarrolló muy rápidamente, el hombre sólo tiene 48 años. Fue a juicio y ganó. Monsanto fue reconocido como culpable de la enfermedad y se pudo demostrar que la empresa disimuló estudios y datos sobre el Lasso. Por eso hablo de comportamiento criminal: si no saben que tal tóxico contamina, está bien. Ahora, que lo sepan y lo oculten concientemente es terrible.
  • 9. –¿Por qué los controles sobre este tipo de multinacionales resultan insuficientes? –Hay un problema central, que es el sistema de reglamentación de los productos tóxicos. Las empresas dicen que son productos probados y reglamentados. Todo eso es mentira: los estudios en que las instituciones gubernamentales se basan son hechos, entregados y pagados por las propias multinacionales. En general, los expertos de las agencias de reglamentación, que se supone que van a estudiar esos datos, tienen conflictos de intereses muy grandes, porque al mismo tiempo trabajan con multinacionales. Es lo que yo llamo “puertas giratorias”: funcionarios estatales que trabajan en organismos de control y luego lo hacen en las empresas, o al revés. Por otro lado, es un problema fundamental en la reglamentación de los agroquímicos la falta de transparencia y democracia. Los expertos se reúnen a puertas cerradas y ningún observador está autorizado a asistir a los debates. Los datos que van a estudiar son protegidos bajo el secreto comercial. Es una cosa increíble, porque es información toxicológica que tendría que ser pública porque afecta a millones de personas. –En ese contexto, ¿cree que puede existir la independencia científica para evaluar a los agroquímicos? –Es muy difícil. Los científicos tienen mucha presión y a veces pierden su empleo. Sé lo que pasó en la Argentina con el doctor Carrasco. Siempre es la misma historia. En mi último libro dedico tres capítulos a lo que se llama la “fábrica de la duda”. ¿Qué implica? Si, por ejemplo, un científico independiente publica un estudio enseñando la relación entre una exposición a un plaguicida y una enfermedad, la multinacional paga a un laboratorio que saca otro estudio diciendo lo contrario. Al final, llegan los dos estudios a la agencia de reglamentación y eso se demora años y años. Mientras tanto, el producto se sigue utilizando. Es algo perverso, criminal, porque hablamos de productos que en muchos casos dan cáncer. –Algunas empresas aseguran que los transgénicos son indispensables porque el crecimiento poblacional demanda mayor producción de alimentos. –Es mentira. Si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es justamente a causa de este modelo, que llevó a la concentración de la tierra, como se ve bien en la Argentina,
  • 10. donde miles de hectáreas están en manos de algunos grandes productores. Por otro lado, este sistema de producción de alto rendimiento es, en un 90%, para alimentar animales de países industriales y no para alimentar a la gente. Lo que vi en el mundo entero es que ahí donde existe este modelo de agricultura, hay pueblos acabados, porque saca del país a los pequeños campesinos, los despoja de la tierra. Con todo esto, están hambreando al mundo. –¿Y cuál considera que podría ser la alternativa? –Tenemos que volver a una agricultura familiar, sin dependencia del petróleo, con biodiversidad de cultivos, que dé la posibilidad a las familias de alimentarse primero y luego vender en los mercados locales. Sacar a la agricultura de los grandes mercados internacionales. –En esta coyuntura, ¿qué fue lo que más le impactó cuando visitó la Argentina? –Estuve en 2005 y recorrí Santiago del Estero, La Pampa, Formosa, entre otros lugares. En Santiago estaban desmontando de manera brutal, provocando inundaciones en Santa Fe. También vimos los problemas en la salud: fuimos a escuelas donde los chicos se habían enfermado porque fumigaban frente al establecimiento. Un desastre. Pero lo que más me sorprendió fue que nadie sabía nada. Nadie sabía qué era un transgénico. Nadie se había dado cuenta de que la sojización era un desastre planificado. Porque el día que no haya más mercado para la soja transgénica, ¿cómo recuperás el suelo?, ¿cómo recuperás a las familias de campesinos que fueron despojados de sus tierras? La soja lleva a la Argentina al hambre y a la dependencia total. –Muchos defensores del glifosato dicen que este agroquímico es tan dañino como “una aspirina”. ¿Qué les diría? –Que si dicen eso, hacen propaganda de Monsanto. Se sabe que el glifosato es un perturbador endócrino,ataca el sistema de reproducción de las mujeres y los hombres. Da cáncer, los científicos lo explican. Es un veneno muy poderoso. En Europa acaba de salir una queja contra Monsanto para revisar la autorización del glifosato Round-Up, porque se escondieron algunos productos muy tóxicos que están dentro del formulado y que nunca fueron informados ni publicados. Estoy segura de que dentro de algunos años el glifosato va a ser prohibido. ¿Pero después de cuántos muertos y de cuánta contaminación? Es una bomba sanitaria. El desembarco en la Argentina La soja transgénica ingresó a la Argentina en 1996, de la mano del por entonces secretario de Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá. Fue el segundo país, después de los Estados Unidos, en autorizar su llegada, en un proceso plagado de irregularidades. Según relató en su momento el diario Página/12, se violaron procedimientos administrativos, se dejaron sin respuesta los cuestionamientos de instancias técnicas y no se realizaron los análisis especificados por distintos organismos. Ya durante la autorización se vio la mano de las multinacionales: el expediente administrativo estaba escrito en inglés y nunca se tradujo al castellano. Además, de sus 136 folios, 108 pertenecían a informes presentados por Monsanto. De
  • 11. todas formas, el 25 de marzo de 1996, Solá firmó el documento. “Si existe un país en el que la multinacional haya podido hacer todo lo que le viniera en gana sin el menor obstáculo, ese es Argentina”, sostuvo Marie-Monique Robin en El mundo según Monsanto. Clarín, La Nación y el glifosato El 6 de marzo del año pasado, en un artículo titulado “Por qué Clarín y La Nación apoyan el uso de glifosato”, Tiempo Argentino puso en evidencia los vínculos comerciales que existen entre los dos diarios hegemónicos y Monsanto. Los casos de cáncer denunciados por investigadores independientes no tuvieron lugar en las páginas de Clarín, mientras que el diario de los Mitre encaró una campaña para deslegitimar los estudios que advertían sobre los efectos del herbicida. Sucede que ambas empresas están asociadas en la organización de la feria anual Expoagro, donde se realizan jugosos negocios vinculados con el comercio de agroquímicos, con la participación de las principales compañías del rubro. Por otra parte, a mediados de los ’90, Héctor Huergo, director del Suplemento Rural del diario de Noble y Magnetto, fue uno de los principales impulsores mediáticos para conseguir el ingreso de la soja transgénica y el glifosato a la Argentina. En El mundo según Monsanto, Marie-Monique Robin se refiere a Huergo como “el más firme defensor argentino” de los transgénicos, quien “animaba al gobierno a sustituir los programas de ayuda social por una cadena solidaria de coste cero gracias a una red de distribución de soja”. Por entonces, el director de Clarín Rural consideraba que se trataba de “uno de los alimentos más completos que basta con hacer que entre en nuestra cultura”. Robin, quien sostuvo que “este señor tiene un papel muy oscuro en esta historia”, concluyó: “Me gustaría saber cómo vive, porque no me puedo imaginar que hizo esto sólo por ideología. Aquí hay intereses muy fuertes.” Por: Manuel Alfieri (La negrita es mia) FUENTE: http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/14360392/La-soja-transgenica-lleva-al- hambre.html ESTUDIOS SOBRE LOS EFECTOS EN LA SALUD DE LOS TRANSGÉNICOS. Estudios publicados en revistas científicas, sobre los efectos en la salud de los transgénicos.En total aquí aparecen 41 estudios. Los coloco organizados, de la siguiente manera; en 6 grupos y en cada grupo numerados para poder atender mejor a las posibles futuras modificaciones si se añaden nuevos estudios en cada grupo. Si conocéis más estudios os agradecería lo incluyérais en los comentarios.
  • 12. Posteriormente sería interesante ir analizando la información de los estudios para estar bien informados; el estar organizados en grupos puede facilitar que se pueda compartir la información más rápidamente a aquel que la pida. Los seis grupos: Maiz MON 810 y otras plantas Bt. Soja transgénica. Herbicida Roundup (Glifosato), asociado a las plantas resistentes a este herbicida. (Soja transgénica). Efectos alergénicos y tóxicos de otros transgénicos. (Patatas, Guisantes, etc…). Mutaciones genéticas en el proceso de fabricación de los transgénicos y la impredictibilidad de las plantas OMG en la interacción con el entorno. Valoraciones generales del riesgo y otros problemas de los transgénicos relacionados con la salud humana y animal. Antes que nada una reflexión: Es mucho más sencillo atender a la agricultura ecológica, mucho más conectada a la sabiduría de la naturaleza, respetando en lo posible la biodiversidad y la fauna auxiliar, y con muchos menos riesgos para la salud que los transgénicos. Los Estudios están en Inglés, se citan con el nombre del estudio y el nombre de los autores. Para acceder a ellos haz clic en el nombre del estudio. MAIZ MON 810 Y OTRAS PLANTAS BT: 1) Intestinal and Peripheral Immune Response to MON810 Maize Ingestion in Weaning and Old Mice – 2008. Alberto Finamore. 2) Biological effects of transgenic maize NK603xMON810 fed in long term reproduction studies in mice – 2008. Alberta Velimirov. 3) Effects on health and environment of transgenic (or GM) Bt brinjal – 2009. Gilles-Eric Seralini. 4) New Analysis of a Rat Feeding Study with a Genetically Modified Maize Reveals Signs of Hepatorenal Toxicity – 2007. Gilles-Eric Seralini. 5) A three-year longitudinal study on the effects of a diet containing genetically modified Bt176 maize on the health status and performance of sheep – 2008. Massimo Trabalza-Marinucci. 6) Evaluation of stress- and immune-response biomarkers in Atlantic salmon, Salmo salar L., fed different levels of genetically modified maize (Bt maize), compared with its near-isogenic parental line and a commercial suprex maize – 2007. A. Sagstad.
  • 13. 7) A three generation study with genetically modified Bt corn in rats: Biochemical and histopathological investigation – 2008. Aysun Kılıc, M. Turan Akay. 8 ) Safety assessment of transgenic Bacillus thuringiensis VIP insecticidal protein gene by feeding studies – 2007 – Food and Chemical Toxicology. Donghai Peng. 9) Characterization of the mucosal and systemic immune response induced by Cry1Ac protein from Bacillus thuringiensis HD 73 in mice – 2000 - Brazilian Journal of Medical and Biological Research. Vazquez-Padron. 10) Protoxin from Bacillus thuringiensis sp. kurstaki HD 73 binds to surface proteins in the mouse small intestine – 2000 - Biochemical and Byophysical Research communication. Vazquez-Padron. 11) Detection of corn intrinsic and recombinant DNA fragments and Cry1Ab protein in the gastrointestinal contents of pigs fed genetically modified corn Bt11; 2003. 81:2546-2551. E. H. Chowdhury, H. Kuribara, A. Hino, P. Sultana, O. Mikami, N. Shimada, K. S. Guruge, M. Saito and Y. Nakajima, J Anim Sci. 12) Tracing residual recombinant feed molecules during digestion and rumen bacterial diversity in cattle fed transgene maize. Ralf Einspanier, Bodo Lutz, Stefanie Rief, Oksana Berezina, Vladimir Zverlov, Wolfgang Schwarz, Johann Mayer. SOJA TRANSGÉNICA: 1) A long-term study on female mice fed on a genetically modiWed soybean: eVects on liver ageing – 2008. Manuela Malatesta. 2) Ultrastructural analysis of pancreatic acinar cells from mice fed on genetically modified soybean – 2002. Manuela Malatesta. 3) Ultrastructural analysis of testes from mice fed on genetically modified soybean – 2004. L. Vecchio. 4) Proteomic sensitivity to dietary manipulations – 2003 – Biochimica and Biophysica Acta.Martin. HERBICIDA ROUNDUP (GLIFOSATO), ASOCIADO A LAS PLANTAS RESISTENTES A ESTE HERBICIDA. (SOJA TRANSGÉNICA). 1) Differential Effects of Glyphosate and Roundup on Human Placental Cells and Aromatase – 2005. Sophie Richard. 2) Glyphosate Formulations Induce Apoptosis and Necrosis in Human Umbilical, Embryonic, and Placental Cells – 2009. Nora Benachour / Gilles-Eric Seralini. 3) Time- and Dose-Dependent Effects of Roundup on Human Embryonic and Placental Cells – 2007. N. Benachour.
  • 14. EFECTOS ALERGÉNICOS Y TÓXICOS DE OTROS TRANSGÉNICOS. (Patatas, Guisantes, etc…). 1) Transgenic Expression of Bean r-Amylase Inhibitor in Peas Results in Altered Structure and Immunogenicity – 2005. Vanessa E. Prescott. 2) Genetically Modified Foods: Potential Human Healt Effects – 2003. A. Pusztai. 3) Nutritional assessment of genetically modified rapeseed synthesizing high amounts of mid- chain fatty acids including production responses of growing-finishing pigs Archives of Animal Nutrition. August 2007; 61(4): 308 – 316. Hartwig Bohme, Eike Rudloff, Friedrich Schone. 4) Fine Structural Changes in the Ileum of Mice Fed on d Endotoxin-Treated Potatoes and Transgenic Potatoes – 1998. Nagui H. Fares and Adel K. El-Sayed. 5) Effect of diets containing genetically modified potatoes expressing Galanthus nivalis lectin on rat small intestine – 1999. Stanley WB Ewen. Arpad Pusztai. MUTACIONES GENÉTICAS EN EL PROCESO DE FABRICACIÓN DE LOS TRANSGÉNICOS Y LA IMPREDICTIBILIDAD DE LAS PLANTAS OMG EN LA INTERACCIÓN CON EL ENTORNO. 1) Characterisation of 30 transgene insertion site and derived mRNAs in MON810 YieldGard maize – 2008. Alessio Rosati. 2) Detection of RNA variants transcribed from the transgene in Roundup Ready soybean – 2005.Andreas Rang. 3) The Mutational Consequences of Plant Transformation – 2006. Jonathan R. Latham. VALORACIONES GENERALES DEL RIESGO Y OTROS PROBLEMAS DE LOS TRANSGÉNICOS RELACIONADOS CON LA SALUD HUMANA Y ANIMAL. 1) A different perspective on GM food – 2002. David Schubert. 2) The problem with Nutritionally Enhanced Plants – 2008. David Schubert. 3) In vivo studies on possible health consequences of genetically modified food and feed—with particular regard to ingredients consisting of genetically modified plant materials – 2003. Ian f. Pryme / Rolf Lembcke. 4) Health risks of genetically modified foods – 1999. The Lancet. 5) Protecting the Food Supply in an Era of Pharmaceutical and Industrial Crops – 2004. David Andow. 6) Critically important antibacterial agents for human medicine for risk management strategies of non-human use – 2005. Canberra – Australia.
  • 15. 7) Presence of the antibiotic resistance marker gene nptII in GM plants for food and feed uses – 2007. European Medicines Agency. 8 ) Biotechnological, molecular and ecophysiological aspects of nutrition – 2003. A.Puztai and S. Bardocz. 9) Genetically modified foods: Potential Human Health Effects – 2006. A. Puztai – S. Bardocz – S.W.B. Ewen. 10) Transformation-induced mutations in transgenic plants: analysis and biosafety implications – 2006 – Biotechnology and Genetic Engineering Reviews. Allison Wilson. 11) Genome Scrambling – Myth or Reality? Transformation-Induced Mutations in Transgenic Crop Plants – 2004. Allison Wilson – Jonathan Latham – Ricarda Steinbrecher. 12) Toxicity Studies of Genetically Modified Plants: A Review of the Published Literature – 2007 – Critical Reviews in Food Science and Nutrition. 47:721–733. Jose Luis Domingo. 13) Secondary metabolism and the risks of GMOs – 1999 – Department of Biology, University of York. Richard D. Firn, Clive G. Jones. 14) Health Risks of Genetically Modified Foods – 2009 – Critical Reviews in Food Science and Nutrition, 49:164–175. Artemis Dona, Ioannnis S. Arvanitoyannis. Gracias a Somloquesembrem. FUENTE: http://semillasysalud.wordpress.com/estudios-sobre-los-efectos-en-la-salud-de-los- transgenicospagina/ El Gobierno aprobó una súper soja transgénica de Monsanto POR MATÍAS LONGONI 16/08/12 En 1996, cuando era secretario de Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá firmó una resolución técnica que parecía poco importante, pero que terminó transformando no solo la agricultura sino toda la economía : aprobó la soja RR de Monsanto, el primer cultivo transgénico que llegó al país y lo convirtió en una potencia sojera, con sus pros y contras. Ahora, con igual disimulo, el kirchnerismo acaba de autorizar a la sucesora de aquella soja, consolidando un proceso de más de quince años. Fuentes oficiales confirmaron a Clarín que el secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, ya firmó la resolución que dispone la liberación comercial de la soja “Intacta RR2 Pro”, que fue modificada genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo que como su antecesor será resistente al
  • 16. glifosato(el más popular herbicida) y le agregará resistencia al ataque de insectos . Era una vuelta de tuerca necesaria, pues la soja RR original es una tecnología que tras 17 años que estaba comenzando a mostrar flaquezas. Por caso, hay malezas que han ido adquiriendo resistencia. Monsanto, que además de esas correcciones promete un aumento de los rindes de hasta 8% (en la cosecha argentina, eso significaría 4 millones de toneladas más), había lanzado esta innovación en Estados Unidos, Brasil y Paraguay. Pero la retaceaba en Argentina -donde toda la soja es transgénica- porque aquí jamás logró cobrar regalías por su primera variedad. En 2004, incluso, el gobierno kirchnerista mantuvo una dura batalla jurídica en tribunales europeos con la multinacional. Monsanto perdió porque nunca había patentado aquí esa semilla. Pero en 2009 si obtuvo patente por la “Intacta”. Y ya acordó con la industria semillera un sistema que le permita cobrar de los productores los royalties correspondientes. De todos modos, la decisión de apurar el paso y liberar comercialmente el nuevo evento OGM se dio luego de una reunión a fines de junio entre directivos de Monsanto y la presidenta Cristina Kirchner. Luego de escuchar anuncios de inversiones millonarias, ella misma dio garantías de que se respetará la patente de la nueva soja RR2. Un estudio del experto Eduardo Trigo, a fin de 2011, afirmó que la superficie sembrada con soja sería de apenas 10 millones de hectáreas (y no de 20 millones, como llegó a ser) si Solá no hubiese firmado aquella resolución de 1996. Trigo calculó también que toda la soja de más que se produjo en estos 15 años permitió el ingreso de 62.000 millones de dólares adicionales al país. El dato sirve, al menos, para entender la verdadera dimensión de estos latosos temas técnicos. FUENTE: http://www.clarin.com/politica/Gobierno-aprobo-super-transgenica- Monsanto_0_756524412.html Expansión de la soja transgénica en la Argentina Por Miguel Teubal El boom de la soja incluye una serie de consecuencias negativas como la desaparición de la agricultura familiar, la dependencia del productor agropecuario de las transnacionales y la pérdida de soberanía alimentaria. ¿Es posible revertir este proceso? ¿Qué cambios son necesarios?
  • 17. Economista, Doctor por la Universidad de California (Berkeley, California, EE.UU.). Investigador del CONICET, IIGG-FSOC-UBA. Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales - UBA El presente trabajo está basado en un artículo del mismo nombre aparecido en la revista Realidad Económica Nº 220 A más de una década del colapso del modelo neoliberal en nuestro país, existe sin embargo un aspecto del mismo que se mantiene intacto en la Argentina: el modelo agrario, de agricultura industrial. Tal modelo se manifiesta, entre otros factores, por el auge fenomenal que ha tenido el cultivo de la soja. Este cultivo, que comenzó a producirse en gran escala en los años setenta, adquiere un cariz muy especial a partir de mediados de los noventa, cuando se libera al mercado la semilla de soja transgénica. Rápidamente esta variedad sustituyó a la convencional, transformando a la soja en uno de los principales productos de exportación. En efecto, a partir de este desarrollo, la Argentina se ha transformado en uno de los principales países en los que se impulsan los cultivos transgénicos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR resistente al glifosato y las empresas transnacionales, que se han convertido en sus principales beneficiarias. Se trata del boom de la soja transgénica, que coyunturalmente permite la expansión de grandes superávits fiscales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los servicios de la deuda externa. Sin embargo, cabría preguntarse si también significa mayor bienestar para todos los ciudadanos argentinos, ahora y en el largo plazo. A lo largo de su período de implantación en el país, fueron pocas las voces que señalaban los efectos nocivos de este modelo –sociales, económicos, medioambientales, y relativos a la salud pública, etc.–. En términos generales pocas voces se preguntaban en qué medida era perjudicial
  • 18. una excesiva especialización en este cultivo y la gran vulnerabilidad a una excesiva dependencia de un producto casi exclusivamente de exportación. Asimismo, se hacía caso omiso de la desaparición y expulsión del sector de medianos y pequeños productores, campesinos, comunidades indígenas y trabajadores rurales debido al avance ejercido por grandes productores sojeros sobre el territorio nacional; se negaba la creciente pérdida de la soberanía alimentaria; el deterioro ambiental; el avance de la soja sobre la yunga norteña, así como su incidencia sobre la deforestación masiva que se produce en el país con todas las consecuencias que ello entraña, incluyendo el desplazamiento con violencia de comunidades campesinas e indígenas de sus hábitat habituales. Tampoco se consideraba la pérdida de la biodiversidad; la dependencia respecto de grandes empresas transnacionales; la incidencia sobre la desocupación, el hambre, la pobreza y la regresividad de la distribución del ingreso a nivel nacional. Es en años recientes que se ha venido tomando más conciencia del impacto de las fumigaciones masivas por aire de glifosato y otros agrotóxicos sobre poblaciones locales del interior del país y sobre las agriculturas de pequeños productores, las cuales se manifiestan en un aumento de los casos de cáncer, malformaciones en niños recién nacidos, y otras enfermedades. Políticas globales y sectoriales aplicables al agro Fueron múltiples las políticas que incidieron sobre la constitución del modelo que encarna la expansión sojera en el país. El marco general en el que se desenvolvió tiene que ver con el auge del neoliberalismo, particularmente a partir de mediados de los años setenta, y con medidas vinculadas con las políticas agrarias enmarcadas en ese proceso. Durante el gobierno militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) comenzó la flexibilización de las leyes de arrendamiento que habían sido reguladas fuertemente a fin de proteger a medianos y pequeños productores agropecuarios durante el primer gobierno peronista (1946-1955). La posibilidad de que se hicieran contratos accidentales por una cosecha les permitió a los grandes propietarios obtener el concurso de contratistas para sembrar soja y otros cereales y oleaginosas y, por consiguiente, lograr determinadas rentas que de otro modo no hubieran podido obtener. Igual situación afectó a los medianos y pequeños productores que, al no poseer necesariamente los medios suficientes para impulsar una producción en escala, también arrendaron sus campos a contratistas. Asimismo, comenzaron a difundirse en los años setenta y a masificarse durante los noventa los pools de siembra, que acercaban fondos financieros para inversiones en el agro. La política madre que posibilitó un cambio institucional importante en la política agraria y que fue la base de sustentación de estas transformaciones fue el decreto de desregulación de 1991. A partir de esa medida fueron eliminados de cuajo los organismos que existían desde los años treinta a esta parte: la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carne, la Dirección Nacional del Azúcar, etc., organismos que tenían por finalidad regular la actividad agraria (por ejemplo, manteniendo precios sostén para la producción de cereales en apoyo de los chacareros
  • 19. pampeanos). Desde entonces el sector agrario argentino se transformó en uno de los menos regulados del mundo, sujeto como ningún otro a los vaivenes de la economía mundial. Estas y otras medidas adoptadas durante los años noventa contribuyeron a la desaparición de numerosas explotaciones agropecuarias, fundamentalmente aquellas que tenían menos de 200 hectáreas. Otro hito importante a favor del modelo de la soja transgénica fue la liberación al mercado de la semilla transgénica Roundup Ready (RR) en 1996. A partir de entonces consolidan en el país los agronegocios de las grandes empresas del sistema agroalimentario. Fue así como el Estado favoreció al modelo sojero. Este apoyo se extendió al ámbito de la semilla. Si bien tradicionalmente existía un régimen jurídico que permitía a los productores agropecuarios reproducir su propia semilla, han surgido presiones de las grandes empresas semilleras internacionales (fundamentalmente Monsanto) para limitar esta prerrogativa, obligando al productor agropecuario a pagar royalties por su utilización, y prohibiéndole la posibilidad de reproducirla incluso para uso propio. El nuevo perfil productivo en la Argentina: de los alimentos a loscommodities Durante el siglo XX la Argentina –junto a países como Australia, Canadá, Nueva Zelanda e, incluso, Estados Unidos– se constituyó en un importante exportador de carne vacuna y cereales (trigo, maíz, girasol, entre otros granos) a la economía mundial. Al mismo tiempo, esos productos eran alimentos básicos de consumo popular en el mercado interno. Se trataba de una producción centrada en la región pampeana, ya que en las regiones extrapampeanas se producían los tradicionales cultivos industriales, orientados en su mayor parte hacia el mercado interno: caña de azúcar en el Noroeste (provincias de Tucumán y Salta); algodón, yerba mate en el Noreste; frutales diversos (manzanas, peras, uvas) en el Valle del Río Negro, y Cuyo, que, hacia mediados y fines del siglo, comenzaron también a exportarse. En la Argentina se producía la casi totalidad de los alimentos que consumía su población, salvo algunos productos tropicales como el café, los palmitos, etcétera. Este potencial productivo lo concretaban fundamentalmente medianos y pequeños productores, que constituían una parte importante del conjunto de los productores agropecuarios nacionales. Si bien en 1960 las denominadas “propiedades rurales multifamiliares medianas y grandes” (sector que podía ser asemejado al latifundio) controlaban más de la mitad de la superficie y producción agropecuaria, las “propiedades rurales familiares” (productores medianos y pequeños) ocupaban el 45% de la superficie y producían el 47% de la producción nacional. En la década de los setenta se establecieron nuevas variedades de cereales y oleaginosas en el campo pampeano y se introdujo la doble cosecha. Esto es, en vez de alternar la producción agrícola con la ganadería, se originó una mayor “agriculturización” expresada en la siembra de dos cultivos agrícolas anuales. Esta técnica se difundió rápidamente en la región pampeana, especialmente en la zona maicera típica, provocando una parcial sustitución del maíz y del sorgo, así como de actividades ganaderas que anteriormente participaban con estos cultivos en sistemas de explotación mixta.
  • 20. El campo argentino comenzó a sustentarse en la soja y en el paquete tecnológico que la acompaña, a costa de la ganadería y la producción de otros cereales tradicionales. En 1996 comenzó la implantación de la semilla transgénica de la soja, comercialmente llamada “RR”. El paquete tecnológico consiste en combinar esta semilla con el sistema de la “siembra directa”, complementado con el glifosato (para la eliminación de las malezas que quedan). Tanto la semilla RR como el glifosato son producidos por Monsanto, pero la distribución de la semilla luego fue transferida a su licenciataria Asgrow, la que a su vez fue adquirida por Nidera. Con esta base, Monsanto y sus licenciatarias en la Argentina han logrado inducir a los productores agrícolas a incorporar el paquete tecnológico controlado por ellas, lo que determinó la dependencia de los agricultores nacionales respecto de estas grandes empresas transnacionales. Dada la difusión que tuvieron estas tecnologías en la Argentina, el glifosato llegó convertirse en el principal insumo fitosanitario empleado, con ventas totales que pasaron de 1,3 millones de litros en 1991 a 8,2 millones en 1995, y a más de 30 millones en 1997. Hacia el 2008 se utilizaban ente 160 y 180 millones de litros de glifosato. La crisis de 2001/02 no modificó en lo sustancial estas tendencias. Sin embargo, la devaluación del tipo de cambio de la moneda nacional, junto a mejoras en los precios internacionales de la soja, significaron un aumento de los ingresos globales del sector. Por lo tanto, el modelo de agricultura industrial, centrado en la soja, siguió expandiéndose, favorecido por diversas políticas públicas. El boom sojero Desde los años setenta el cultivo de la soja ha crecido sostenidamente en la Argentina. La producción pasó de 3,7 millones de toneladas en 1980/81 a 10,8 millones en 1990/91 y a 35 millones en 2002/03. En la campaña del 2006 alcanzó 40 millones de toneladas. Esto significó que la soja pasó de representar 10,6% de la producción de cereales y oleaginosas en 1980/81 a 28,4% en 1990/91 y a más del 50% en el período 2002/03. Otro tanto ocurrió con la superficie destinada a la producción sojera, pues en 1980/81 representaba el 9,1% del total del área cultivada con cereales y oleaginosas, en la campaña 1990/91 pasó al 24,8%, y en 2002/03 a más del 46%. En la actualidad la cantidad de hectáreas ocupadas por la producción sojera constituye más de la mitad de la superficie que se destina a la producción de granos en el país. Asimismo, la casi totalidad de la producción de soja es transgénica y se destina a exportación. La mayor parte de estas exportaciones son harinas y otros subproductos de la soja, destinados fundamentalmente al consumo del ganado de los países europeos, ya que después de la crisis de la “vaca loca”, la soja se transformó en uno de los alimentos balanceados más apetecibles para alimentar los pollos, las vacas y los cerdos del antiguo continente. Estas tendencias se han dado en detrimento de la producción ganadera, de otros cereales tradicionales, de los tambos (productores de ganadería lechera), de las explotaciones que producen frutales y los tradicionales cultivos industriales del interior del país. En efecto, entre las campañas agrícolas de 1997/98 y 2004/05 la producción sojera aumentó casi 20 millones de toneladas, mientras que la de girasol cayó 2 millones, la de arroz 0,5 millones y la de maíz se
  • 21. mantuvo más o menos constante. En la provincia de Córdoba el auge de la soja fue acompañado por la pérdida del 17% de las cabezas de ganado. A nivel nacional, de 1988 a 2003, la cantidad de tambos pasó de 30.141 a aproximadamente 15.000 establecimientos. En los últimos años el auge de la soja también ha desplazado a frutas y hortalizas producidas en los entornos de las grandes ciudades, incidiendo en el alza de los precios de productos básicos de consumo popular, como el tomate y la papa. Este fenómeno constituye un modelo que tiende a menoscabar la tradicional agricultura familiar. Entre los censos de 1960 y 1988 desaparecieron 51.000 explotaciones agropecuarias, 1.800 por año. Entre los censos de 1988 y 2002 –en plena era neoliberal– desaparecieron 87.000 explotaciones agropecuarias, esto es, 6.263 por año. Y las que desaparecieron fueron fundamentalmente las de menos de 200 hectáreas (75.293 explotaciones). En cambio, aumentaron las de más de 500 hectáreas, particularmente las del estrato de entre 1.000 a 2.500. El agro argentino se fue transformando a paso acelerado en una agricultura sin agricultores, ya que las explotaciones que desaparecieron fueron principalmente las medianas y las pequeñas. Efectos ambientales del modelo El modelo trajo aparejada una serie de consecuencias en la biodiversidad, en los ecosistemas naturales y en las especies vegetales y animales que son parte de ellos, todos esenciales para sustentar la vida humana y su calidad. A ello se debe agregar sus posibles efectos sobre la salud humana, no sólo de los productores agropecuarios que manipulan los agrotóxicos requeridos por este modelo, sino también la del público en general que consume alimentos transgénicos fumigados con glifosato. Hacia una agricultura sin agricultores Uno de los argumentos esgrimidos para impulsar los transgénicos en la Argentina es que son necesarios para acabar con el hambre. Sin embargo, el período de implantación de la soja transgénica –de 1996 a 2003, aproximadamente– coincide con la época de mayor aumento de la pobreza e indigencia en el país. Hasta hace dos décadas las tierras en las que vivían y trabajaban muchos de los pequeños productores agrarios de la Argentina –que producían en gran medida para autoconsumo y/o el mercado interno local– eran consideradas marginales. Sin embargo, con los cambios en el régimen de lluvias que tuvieron lugar en los últimos años, estas tierras de bajo valor productivo se transformaron en tierras aptas para el cultivo de la soja y se revalorizaron. Asimismo, a partir del decreto de necesidad y urgencia de desregulación de 1991, se cambiaron los arreglos institucionales que habían permitido durante el siglo XX la coexistencia de la pequeña unidad agraria con la gran explotación ganadera y agraria. Tal como fuera señalado más arriba, los campesinos constituían un pequeño núcleo dentro del gran estrato de explotaciones familiares capitalizadas cuyo corte en superficie de tierra se establecía “hasta 200 hectáreas”. Con este corte, el estrato llegaba al 80% de las explotaciones en el período anterior a 1960 y dinamizaba la
  • 22. economía agraria como productor de agroalimentos para el mercado interno y como exportador (y generador de divisas) acompañando a los sectores más capitalistas. Dentro de este estrato estaba el subsector denominado “minifundista”. Se trataba de unidades que no sobrepasaban las 25 hectáreas, producían para la subsistencia o estaban articuladas a las agroindustrias regionales desarrolladas al calor de la expansión del mercado interno: caña de azúcar, té, yerba mate, algodón, tabaco, algunos productos de la fruticultura, etcétera. Con la propagación de la semilla transgénica se expandió la frontera agrícola, acentuándose el “arrinconamiento” de los pequeños productores o campesinos. Los dispositivos utilizados fueron variados. En algunos casos, donde las familias estaban asentadas desde hacía décadas pero sin tener regularizada la tenencia, se presentaban los “nuevos dueños” esgrimiendo los títulos u órdenes judiciales y exigiendo el desalojo de los campos. En otros casos se producía el desmonte de campos para destinarlos a la agricultura, impidiendo la tradicional utilización como zonas de pastoreo de las comunidades indígenas y campesinas. A comienzos de los años ’90 muchos productores agropecuarios pampeanos se endeudaron para comprar maquinaria y equipo a fin de poder adaptarse al nuevo patrón de “agricultura profesional” propiciado desde sectores oficiales. Pero pronto ese endeudamiento se transformó en una rémora. Se fue multiplicando la deuda ante la imposibilidad de generar los ingresos necesarios para pagarla y, mediante punitivos y demás elementos inherentes al modelo financiero vigente, pronto se transformó en una bola de nieve de imposible abordaje. De este modo, en algún momento 12 millones de hectáreas en la pampa estaban hipotecadas. Fue en este contexto que surgió el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, una organización dedicada a parar los remates de los campos. También está el caso del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), conformado por campesinos (muchos de ellos ocupantes de tierras veinteañales) que repentinamente comenzaron a ser desalojados. Asimismo, en la zona del Noroeste, las comunidades indígenas luchan para no ser desalojadas de sus tierras, al igual que en el Sur lo hacen aquellas desplazadas por los grandes compradores de tierras patagónicas. En años recientes han cobrado relevancia dentro de estos procesos de “arrinconamiento” dos mecanismos cada vez más recurrentes: la violencia rural por parte de “policías” o guardias privados al servicio de particulares, contra los bienes y la seguridad personal de los campesinos y pequeños productores, y los casos de contaminación, en los que el paquete tecnológico utilizado en los grandes emprendimientos agrícolas perjudica directamente la viabilidad de los cultivos y la salud de las familias campesinas. Estos dos mecanismos expresan de forma dramática la expulsión de agricultores de sus tierras y constituyen el escenario más frecuente en el que se desenvuelve la desarticulación de la agricultura familiar. Neoliberalismo y sistema agroalimentario Los ajustes estructurales de corte neoliberal aplicados a la economía argentina repercutieron de forma considerable sobre las tendencias y la variabilidad de la actividad agropecuaria, los precios
  • 23. de su producción y de sus insumos, el acceso al crédito, la rentabilidad general de la actividad y las condiciones de vida de los grupos mayoritarios del sector. Se produjeron procesos de concentración y centralización de capital en la agroindustria y la distribución final de los alimentos (por ejemplo, el denominado “supermercadismo”) y en la provisión de semillas y otros insumos a los productores agropecuarios. Estas tendencias se dieron junto a una fuerte extranjerización en estos sectores a partir de fines de los noventa. Creció la agricultura de contrato y otras formas de articulación “agroindustrial” y adquirieron mayor poder las grandes empresas extra-agrarias con relación a los medianos y pequeños productores agropecuarios, quienes comenzaron a perder significativamente su autonomía de decisión. Los procesos de liberalización, apertura y desregulación les brindaron a las grandes empresas el marco propicio para expandir su control sobre distintas áreas del sistema agroalimentario y obtener así una posición dominante en lo referido al almacenaje, procesamiento, comercialización, producción y provisión de semillas e insumos para la actividad agrícola. Estas innovaciones facilitaron la consolidación de oligopsonios y oligopolios en segmentos clave de diversos complejos agroindustriales. Por ejemplo, en el complejo lácteo siete compañías –entre las que se destacan SanCor y Mastellone (La Serenísima)– controlan el 80% del mercado; el 90% de las ventas de aceite refinado de girasol es manejado por apenas seis empresas lideradas por Molinos Río de la Plata y Aceitera General Deheza. En panificación, Fargo, Bimbo y La Veneciana acumulan el 85% de las ventas. En otros casos, la concentración y centralización del capital facilitó la captura de negocios altamente rentables, como es el caso de la cuota Hilton, donde cinco empresas (Swift Armour, Quickfood, Friar, Gorina y Finexcor) dominan el 55% del mercado. Al analizar el caso de las empresas multinacionales dedicadas a la exportación de cereales, se observa que siete empresas (Cargill, Bunge, Nidera, Vincentín, Dreyfus, Pecom-Agra y AGD) concentran el 60% del volumen de granos exportados. En consonancia con lo anterior, también se observa que creció la concentración en el mercado de insumos. En el sector oleaginoso, fundamentalmente sojero, también hubo una creciente concentración del capital. El complejo oleaginoso es el segundo más importante del país después del cerealero, pero se ha transformado en el principal grupo exportador. Sin embargo, el sector del procesamiento industrial de oleaginosas genera muy poco empleo, menos aún que el tabacalero. En conclusión, los cambios profundos que se han dado en el sistema agroalimentario del país han cercenado la capacidad de decisión del productor agropecuario sobre su producción y han incidido sobre los insumos utilizados y las técnicas productivas desarrolladas. A ello se suma una merma de la capacidad de negociación del precio de venta que tiene el productor frente a la industria o al acopiador y, en el caso de los transgénicos, frente a su proveedor de semilla. Se agrega también la imprevisión que genera la gran variabilidad de los precios agrícolas internacionales, que afectan directamente al productor agropecuario a partir de la desregulación y apertura externa. A partir del decreto de desregulación de 1991, quedó eliminada toda reglamentación que establecía un precio mínimo o sostén para los productores agropecuarios. Ello le permitió al polo integrador de cada complejo agroindustrial incrementar su rentabilidad y reducir los precios agropecuarios
  • 24. percibidos por los medianos y pequeños productores, así como imponer condiciones de calidad, presentación y traslado del producto e incluso de la variedad del cultivo y de los insumos que debe usar el productor. Impactos sobre la estructura agraria y otras consecuencias Una parte importante de este vasto sistema que hemos denominado “de agronegocios” se manifiesta en función de la primacía que adquiere la producción sojera y el paquete tecnológico que la acompaña. Grandes empresas que se conectan con el sector financiero forman los denominados “pools de siembra”, transformando al sector en un negocio financiero. Algunas veces compran tierras, otras operan con “contratistas” que arriendan tierras y proveen la maquinaria, el equipo y los agroquímicos necesarios para impulsar la producción de los commodities requeridos por el mercado (fundamentalmente externo). El agro se transforma cada vez más en productor de commodities y cada vez menos en medio de vida para la mayoría de los productores agropecuarios, especialmente para los familiares. Asimismo, tal cual ya se destacó, el país va perdiendo su calidad de productor de alimentos básicos. Se van conformando los denominados complejos agroindustriales, con grandes empresas que extienden su poderío “hacia adelante” y “hacia atrás” en la cadena agroindustrial. En torno a la problemática de la semilla Históricamente, desde que se “inventó” la agricultura hace diez mil años, los productores agropecuarios reproducen su propia semilla e impulsan su mejoramiento genético mediante los cruces de las diversas variedades de una misma especie. Como consecuencia, surgió un consenso mundial para defender ese potencial del productor agropecuario y, por ende, su existencia como tal. Durante el siglo XX, el Estado argentino (a través de sus respectivos organismos) impulsó el mejoramiento genético de la semilla y, años más tarde, también algunas empresas privadas comenzaron a hacerlo. La creciente participación privada en la investigación agropecuaria –que surge de la capacidad de apropiación de los bienes creados que antes habían sido de libre disponibilidad– fue acompañada paulatinamente por la implementación de sistemas legales de patentamiento de seres vivos, en varios países. En 1994 la Argentina accedió a la Unión Internacional de Protección de Obtentores de Variedades (UPOV), como forma de darle cierta seguridad y credibilidad a la industria semillera extranjera. Como lo señala Van Wijk, la existencia de un sistema de Plant Breeders’ Rights influye sobre la forma en que puede proveerse de la semilla el productor, quien tiene tres opciones: a) Obtener semillas para cada ciclo de cultivo a través de los canales oficiales de institutos públicos, las compañías semilleras o sus licenciatarias; b) intercambiar granos por semilla, a través de canales de intercambio informales o no oficiales, con otros productores, comercializadores o
  • 25. elevadores de granos, y c) ahorrar una porción de su propia cosecha para sembrar en su propio campo. Según Van Wijk, en los países en desarrollo más del 80% de las semillas requeridas por los agricultores es provisto por semilla ahorrada u obtenida por canales no oficiales. Evidentemente, la legislación instituida a favor de los Plant Breeders’ Rights tiende a restringir estas formas de provisión de la semilla e induce a los productores a abastecerse año tras año en las semilleras oficiales privadas. Con el surgimiento de los transgénicos comenzaron a tener una enorme primacía a escala mundial las grandes empresas semilleras transnacionales, que combinan su producción o difusión de semilla con la de los agroquímicos producidos por ellas. La cuestión semillera entraña todo un modelo agrario basado en grandes empresas semilleras, agropecuarias y de comercialización y distribución de productos e insumos al sector. Frente a esto, en 2005 Vía Campesina propone una alternativa como parte de la Campaña Mundial de Semillas, al sostener que: “Las semillas son el inicio y fin de los ciclos de producción campesina. La diversidad y existencia de semillas campesinas permite asegurar la abundancia y la diversidad alimentaria en cada localidad, sirviendo de base para una nutrición adecuada y permitiendo el desarrollo de las formas culinarias culturalmente adecuadas y deseadas. Por tanto, las semillas y el conocimiento asociado a ellas son parte fundamental e insustituible de la soberanía alimentaria de los pueblos. Las semillas son obra campesina e indígena, una creación colectiva que refleja la historia de los pueblos y especialmente de sus mujeres, quienes fueron sus creadoras iniciales y se han mantenido a través de la historia como sus principales guardianas y mejoradoras. Entendemos que la semilla es muchísimo más que un recurso productivo. Las semillas son simultáneamente fundamento y producto de culturas y sociedades a través de la historia. En ellas se incorporan valores, afectos, visiones, y formas de vida que las ligan al ámbito de lo sagrado. Sin las semillas, es imposible el sustento y la soberanía de los pueblos. Al desaparecer las semillas, desaparecen las culturas y los pueblos rurales y comunidades; la desaparición de las culturas, a su vez, lleva a la desaparición de las semillas. Por lo anterior, las semillas no son apropiables. Ellas deben mantener en todo momento su carácter de patrimonio colectivo, frente al cual hay deberes ineludibles que cumplir, incluso sobre el derecho a gozar de él. La Campaña Mundial de la Semilla de Vía Campesina, por lo tanto, se opone a la propiedad intelectual y a toda forma de apropiación de la vida”. Reflexiones finales La consolidación de este modelo va acompañada por la difusión de los denominados “pools de siembra” no sólo a grandes propietarios, sino también, en gran medida, a campos pertenecientes a medianos y pequeños productores agropecuarios. El sector se transforma cada vez más en un negocio de unos pocos, perdiendo su capacidad histórica de constituirse en un medio de vida para vastos sectores sociales: rápidamente se transforma en una agricultura sin agricultores.
  • 26. Son múltiples las consecuencias de este modelo. Se constata cómo el país va perdiendo su capacidad para producir los alimentos básicos de consumo popular masivo, o sea, va perdiendo su soberanía alimentaria. Por otra parte, están sus efectos medioambientales de largo plazo altamente perjudiciales como el avance de la soja hacia la yunga, su impacto sobre la deforestación, la pérdida de la biodiversidad, etc. Puede incluso señalarse su impacto sobre otros aspectos (por ejemplo, las inundaciones en vastas regiones de Santa Fe y Salta, entre otras provincias). Se señala también que la soja enmarcada en la “siembra directa” genera una capa impermeable sobre el suelo que hace escurrir el agua hacia los ríos en vez de que sea retenida. Simultáneamente la deforestación impulsada por la expansión sojera contribuye a un acrecentamiento de sequías en diversas regiones del país. Cabría entonces preguntarse acerca de las perspectivas que tiene el modelo para seguir impulsándose en el futuro. Existen dos factores que señalan elementos “auspiciosos” para el modelo y los intereses involucrados en su expansión continua: a) la nueva “revolución” que se impulsa en América latina en torno a los biocombustibles debido al interés de Estados Unidos y demás potencias mundiales de sustituir su dependencia del petróleo por otras fuentes energéticas, y b) el papel de China en el panorama mundial. A medida que este gran país va adoptando una serie de pautas productivas para ir transformándose en una potencia mundial, su sistema económico y productivo (incluyendo su agro y sistema agroalimentario) también se transforma sustancialmente. No es difícil de percibir que China ya tiene nuevas necesidades y demandas a medida que su economía sigue creciendo a tasas exorbitantes, y que, como consecuencia, va pautando en la economía mundial una creciente demanda de commodities, entre ellos la soja. No cabe duda de que si se concretan estas tendencias se va a acrecentar la conflictividad manifiesta entre el modelo de los agronegocios, los grandes intereses vinculados a los recursos naturales en general, y los del campesinado, productores agropecuarios y vecinos y ambientalistas. Es importante que se extienda lo más posible el debate en torno a las características esencialmente contradictorias que manifiestan ambos modelos. Se trata de una cuestión que va más allá de lo meramente “sectorial”. Tiene que ver con el futuro de nuestras sociedades y la forma de convivencia que se establezca (si es posible) entre ellas en el futuro. FUENTE: http://www.vocesenelfenix.com/content/expansi%C3%B3n-de-la-soja- transg%C3%A9nica-en-la-argentina La soja transgénica ya está en nuestra mesa para bajar en formato rtf Advertencias sobre su consumo para personas alérgicas, niños menores de dos años, y no se recomienda su uso para menores de cinco años.
  • 27. De acuerdo con el más reciente informe del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAA) -una organización que promueve la transferencia de métodos biotecnológicos a las naciones del Sur-, entre 2002 y 2003 el área de cultivos transgénicos aumentó en los países en desarrollo un 28%, mientras que en los países industrializados del Norte creció sólo un 11%. El documento, emitido a finales de enero, destaca que en 2003 un reducido grupo de seis países - encabezado por Estados Unidos y seguido por Argentina, Canadá, Brasil, China y República Sudafricana- aportó el 99% de la producción mundial de transgénicos. El principal cultivo transgénico es la soja (41,4 millones de hectáreas sembradas, que equivalen al 61% del área total de cultivos de plantas genéticamente modificadas). Las estadísticas muestran también el incremento de las variedades transgénicas: del área total plantada de soja en 2003 (76 millones de hectáreas a nivel global) un 55% era modificada genéticamente, frente a 51% en 2002. A pesar de las dudas e inquietudes que generan los posibles impactos negativos de los cultivos transgénicos sobre la salud y el medio ambiente, los alimentos genéticamente modificados van ganando terreno en los países en vías de desarrollo a un ritmo nunca antes imaginado, como resultado de las agresivas campañas de comercialización de las principales multinacionales del sector. Uruguay no escapa a esa realidad. En Uruguay se está cultivando soja transgénica desde 1999. La nueva tecnología genética se nos "vende" como la tecnología "del futuro", pero se nos impone HOY, sin haber dado tiempo al tiempo para evaluar sus peligros y sin opción a opinar. De hecho, como el 60% de los alimentos procesados contienen derivados de la soja, en los estantes de los comercios de alimentos ya están presentes productos que contienen transgénicos. Dado que en Uruguay no es obligatorio el etiquetado con esta información, el público consume transgénicos sin saberlo. El caso más visible del consumo de soja transgénica es a través de alimentos que tienen como ingrediente la lecitina de soja, que se obtiene a partir del contenido graso de la soja. Si observamos a nuestro alrededor, vemos que el 95% de la soja argentina es transgénica y lo mismo ocurre con Brasil y nuestro país. La soja es el principal cultivo de grano de Argentina desde mediados de la década del '90, cuando superó la producción de trigo y maíz. La soja transgénica también avanza aceleradamente en Brasil y ahora en Uruguay, donde ha tenido un aumento muy importante en este último año, duplicando el área sembrada (llegando a unas 260.000 hectáreas) e incluso desplazando a otros cultivos. Si bien gran parte de la soja producida se destina a la exportación hacia países donde se la utiliza para alimentar ganado vacuno, porcino y avícola, no es menos cierto que ya la estamos consumiendo en nuestro país, pese a que diversos estudios científicos concluyen que los alimentos manipulados genéticamente pueden provocar alergias, intoxicaciones, alteraciones nocivas del valor nutritivo, resistencia a los antibióticos y alteraciones del sistema inmunológico.
  • 28. En efecto, en nuestro país ya se constata un uso masivo de lecitina de soja en galletas, alfajores, budines, margarina, mayonesas, chocolates, papas fritas, jugos, helados, postres, arroz pre preparado, pastas rellenas, etc. La lista es muy larga y ahora se pretende modificar nuestros hábitos alimentarios, tratando de convencernos de las supuestas bondades de la mal llamada "leche de soja" y de las milanesas de soja, para reemplazar a la leche de vaca y a la carne vacuna. Se pone como ejemplo el consumo milenario de soja por algunas culturas orientales, sin mencionar que ésta es transgénica. En ese sentido, es necesario enfatizar que la soja no reemplaza a la carne, que entre otras muchas virtudes, tiene la de ser la principal fuente de hierro, elemento imprescindible para el desarrollo infantil. Peor aún, la soja interfiere en la absorción del hierro. El jugo o bebible de soja no reemplaza a la leche. La mal llamada "leche de soja " no es leche, y no la sustituye de ninguna manera. Debe evitarse su consumo por niños pequeños y se han documentado casos de desnutrición y de raquitismo graves por la utilización de estos jugos como sustitutos de la leche. Los bebibles o jugos de soja, con el añadido de azúcar y jugos frutales y vegetales, representan un factor de riesgo para el aumento de las caries dentales y la erosión dentaria en niños, debido a que poseen una capacidad erosiva del esmalte dentario. A todos estos riesgos, se agregan los elevados residuos de agroquímicos que contiene la soja transgénica. Algunos médicos recomiendan a la soja como tratamiento hormonal natural de la menopausia, aduciendo que ayuda en los síntomas climatéricos por contener fitoestrógenos, que son compuestos derivados de determinadas plantas que contienen isoflavonas y que han demostrado tener algún tipo de actividad estrogénica. Sin embargo, dado que la soja actualmente disponible en el mercado es transgénica, resulta más razonable sustituir ésta por otras plantas que también contienen isoflavonas, tales como garbanzos, cereales, lino, coles, brotes de alfalfa y porotos. Dado que la soja contiene elevadas cantidades de isoflavonas, que tienen una actividad hormonal comparable a los estrógenos, es importante tener en cuenta que en caso de ser consumida por niños podría tener efectos adversos. En efecto, se cree que los efectos estrogénicos de las isoflavonas pueden ser perjudiciales en la salud infantil, pudiendo ser responsables de la aparición de la menarca precoz y el adelanto de los eventos puberales en niñas, y producir anormalidades inmunológicas y desórdenes hormonales en los varones. La soja no puede solucionar la desnutrición infantil, no reemplaza los alimentos básicos de nuestra cultura, y las orientales que la utilizan, la consumen fermentada por largos períodos sin que sea la base de su dieta, sino sólo condimento y complemento de la misma. Es importante señalar que, si bien la lecitina es importante en una dieta equilibrada, nuestro cuerpo no necesita la soja para ello. En efecto, la lecitina está presente de forma natural en nuestro cuerpo. Se trata de un compuesto graso que tiene un enorme valor por su acción sobre los lípidos del organismo, especialmente en la sangre, ya que juega un papel importante en el metabolismo de la grasa. Está presente en todas las células de nuestro cuerpo y es esencial para la estructura de los tejidos nerviosos y para el correcto funcionamiento de las glándulas, incluidas las
  • 29. sexuales. El cuerpo humano puede producir la lecitina cuando la dieta contiene los componentes adecuados (cereales integrales, aceites no refinados y prensados en frío, huevos, frutos secos, germen de trigo, hígado...). La lecitina es producida en el hígado, pasa al intestino y se absorbe por la sangre. Ayuda a mantener en suspensión el colesterol presente en la sangre, impidiendo que se deposite en las paredes arteriales y venosas. La lecitina forma también parte de la estructura de la pared de las células y aporta un antioxidante importante -la vitaminas E- además de fósforo. En resumen, la promoción de la soja nada tiene que ver ni con dietas adecuadas ni con soluciones al hambre en el mundo y tiene mucho que ver con rentabilidades económicas. No debemos permitir que mientras unos pocos se enriquecen, nuestra seguridad alimentaría sea cada día más frágil y aumente considerablemente el uso de agrotóxicos que envenenan el ambiente y afectan nuestra salud. La invasión de los transgénicos en nuestro país y los países de la región es una muestra de las políticas erróneas que están desarrollando instituciones internacionales y gobiernos locales con el supuesto objetivo de combatir el hambre y la pobreza. Esas políticas erróneas, que no responden a nuestros intereses tendrán consecuencias graves en el futuro del sistema alimentario mundial, con efectos impredecibles, incontrolables e irreversibles. Maria Isabel Cárcamo / RAPAL - Uruguay Maldonado 1858 Tel:+598 2 4132989 Montevideo 11200 - Uruguay Fax: + 598 2 410 0985 Web: http://www.chasque.net/rapaluy E-mail: rapaluy@chasque.net Fuentes: Papp, Edith.- Los alimentos transgénicos, aumentaron un 28%, ya son imparables en el Sur http://www.uruguay.com/LaOnda/LaOnda/173/A6.htm ¿Come soja? ¡Cuidado! www.politicassociales.org.ar Lecitina de soja http://www.consumer.es/web/es/nutricion/aprender_a_comer_bien/ complementos_dieteticos/2001/08/16/37687.php Cáncer de mama y terapia de reemplazo hormonal http://www.alfinal.com/Salud/canceryhormonas.shtml FUENTE: http://webs.chasque.net/~rapaluy1/transgenicos/Soja/ArticuloSoja.html