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Curso sobre Liturgia
Lección 1
La Liturgia
La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público, generalmente
ofrecido
por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para desginar todo el conjunto de la oración pública
de la Iglesia y de la celebración sacramental.
El Concilio Vaticano II en la "Constitución sobre la Liturgia" nos presenta un tratado amplio,
profundo y pastoral sobre el tema. Citamos algunos conceptos para darnos una idea de lo
importante que es vivir la Liturgia, si queremos enriquecernos de los dones que proceden de la
acción redentora de Nuestro Señor.
"La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada
uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es
decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración
litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción
de la Iglesia" (SC 7).
En esta amplia descripción encontramos lo que es realmente la Liturgia. Señalamos que: 1.-Es el
ejercicio del sacerdocio de Cristo. Es decir, en la Liturgia, Cristo actúa como sacerdote,
ofreciéndose al Padre, para la salvación de los hombres. 2.-Los signos sensibles realizan la
santificación de los hombres en lo que quieren decir. Por ejemplo, el agua en el Bautismo significa
y realiza la purificación y es principio de vida, el pan en la Eucaristía alimenta el espíritu del
hombre.
3.-En la acción litúrgica, Cristo y los cristianos, que forman el Cuerpo Místico, ejercen el culto
público.
4.-Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción humana puede igualar por ser
obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Para asimilar mejor los
conceptos que nos revelan la importancia de la liturgia, citamos otro texto del Concilio:
"La Liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de
donde mana toda su fuerza".
Significación de la palabra "Liturgia"
1069 La palabra "Liturgia" significa originariamente "obra o quehacer público", "servicio de parte
de y en favor del pueblo". En la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma
parte en "la obra de Dios" (cf. Jn 17,4). Por la liturgia, Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote,
continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención.
1070 La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente la
celebración del culto divino (cf Hch 13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio (cf. Rm
15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En todas estas
situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres. En la celebración litúrgica, la Iglesia es
servidora, a imagen de su Señor, el único "Liturgo" (cf Hb 8,2 y 6), del cual ella participa en su
sacerdocio, es decir, en el culto, anuncio y servicio de la caridad:
Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que,
mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la
santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros,
ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su
Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el
mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7).
Qué es la liturgia? en corto
Etimología
El termino liturgia procede del griego clásico, leitourgía ( de la raíz lêit – leôs-laôs- : pueblo,
popular; y érgon: obra) lo mismo que sus correlativos leitourgeîn y leitourgós, y se usaba en
sentido absoluto sin necesidad de especificar el objeto, para indicar el origen o el destino popular
de una acción o de una iniciativa, independientemente del modo como se asumía ésta. Con el
tiempo la presentación popular perdió su carácter libre para convertirse en un servicio oneroso a
favor de la sociedad.
Liturgia vino a designar un servicio público. Cuando este servicio afectaba al ámbito religioso,
liturgia se dirigía al culto oficial de los dioses. En todos los casos la palabra tenía un valor técnico
Uso del término “liturgia” en la Biblia
En el AT: El verbo leitourgeô y el sustantivo leitourgía se encuentran 100 y 400 veces,
respectivamente en la versión de los LXX, y designan el servicio cultual de los sacerdotes y levitas
en el templo. El término en hebreo es algunas veces shêrêr (cf. Núm 16,9) y otras abhâd y
abhôdâh, que designa prácticamente siempre el servicio cultual del Dios verdadero realizado en el
santuario por los descendientes de Aarón y de Leví. Para el culto privado y para el culto de todo el
pueblo los LXX se sirven de las palabras latreía y doulía (adoración y honor). En los textos griegos
solamente, leitourgía tiene el mismo sentido cultual levítico (cf. Sab 18,21; Eclo 4,14; 7,29-30;
24,10, etc.).
Esta terminología supone ya una interpretación, distinguiendo entre el servicio de los levitas y el
culto que todo el pueblo debía dar al Señor (cf. Ex 19,5; Dt 10,12). No obstante, la función cultual
pertenecía a todo el pueblo de Israel, aunque era ejercida de forma especial y pública por los
sacerdotes y levitas.
En el griego bíblico del Nuevo Testamento, leitourgía no aparece jamás como sinónimo de culto
cristiano, salvo en el discutido pasaje de Hch 13,2.
En el NT: La palabra liturgia se utiliza con los siguientes sentidos
en el NT:
a) En sentido civil de servicio público oneroso, como en el griego clásico (cf. Rm 13,6; 15,27; Flp
2,25.30; 2 Cor 9,12; Heb 1,7.14)
b) En sentido técnico del culto sacerdotal y lévitico del AT (cf. Lc 1,23; Heb 8.2.6; 9,21; 10,11). La
Carta a los Hebreos aplica a Cristo, y sólo a él, esta terminología para acentuar el valor del
sacerdocio de la Nueva Alianza.
c) En sentido de culto espiritual: San Pablo utiliza la palabra leitourgía para referirse tanto al
ministerio de la evangelización como al obsequio de la fe de los que han creído por su predicación
(cf. Rm 15,16; Flp 2,17).
d) En sentido de culto comunitario cristiano: El texto de Hch 13,2 («leitourgoúntôn») es el único
del NT donde la palabra liturgia puede tomarse en sentido ritual o celebrativo. La comunidad
estaba reunida orando, y la plegaria desembocó en el envío misionero de Pablo y de Bernabé
mediante el gesto de la imposición de manos (cf. Hch 6,6).
Esta reserva en el uso de la palabra liturgia por el Nuevo Testamento obedece a su vinculación al
sacerdocio levítico, el cual perdió su razón de ser en la Nueva Alianza.
Evolución posterior
En los primeros escritores cristianos, de origen judeocristiano, la palabra liturgia fue usada de
nuevo de nuevo en el sentido del Antiguo Testamento, pero aplicada al culto de la Nueva Alianza
(cf. Didaché 15,1; 1 Clem. 40,2.5).
Después la palabra liturgia ha tenido una utilización muy desigual. En las Iglesias orientales de
lengua griega leitourgía designa la celebración eucarística. En la Iglesia latina liturgia fue ignorada,
al contrario de lo que ocurrió con otros términos religiosos de origen griego que fueron
latinizados. En lugar de liturgia se usaron expresiones como munus, oficcium, ministerium, opus,
etc. No obstante San Agustín la empleo para referirse al ministerio cultual, identificándola con
latría (cf. S. Agustín, Enarr. in Ps 135, en PL 39, 1757.).
A partir del siglo XVI liturgia aparece en los títulos de algunos libros dedicados a la historia y al
explicación de los ritos de la Iglesia. Pero, junto a este significado, el término liturgia se hizo
sinónimo de ritual y de ceremonia. En el lenguaje eclesiástico la palabra liturgia empezó a aparecer
a mediados del siglo XIX, cuando el Movimiento litúrgico la hizo de uso corriente.
Qué es la liturgia?
La palabra liturgia proviene del griego clásico profano ("obra para la comunidad"). La traducción
del Antiguo Testamento al griego, realizada por los judíos de la ciudad de Alejandría, en Egipto,
durante los siglos III y II antes de Cristo, conocida como la Versión de los LXX, así como el Nuevo
Testamento (NT) cristiano suelen utilizarla en un sentido cultual. Cfr. Hebr. 8, 2 y Rom. 15, 16
donde a Cristo y Pablo se les llama "liturgos".
En la iglesia primitiva griega se redujo el uso de la palabra al de "culto divino", y más tarde al de
"misa". En el occidente europeo la palabra entró mucho más tarde con el humanismo renacentista
con ese sentido restringido, y sólo desde el siglo XIX lo utilizan los documentos eclesiásticos en un
sentido amplio de culto divino en la Iglesia.
La discusión sobre cuál es la correcta definición de "liturgia" entró en una nueva fase a partir de
documentos eclesiásticos sobre ese tema: Encíclica "Mediator Dei" (MD), 1947; Instrucción de la
Sagrada Congregación de Ritos del 3-IX-1958; Constitución "Sacrosantum Concilium" (SC) del
Concilio Vaticano II aprobada el 4-XII-1963 sobre la sagrada liturgia.
En la MD se rechaza como definición insuficiente a la que entienda a la liturgia únicamente como
la parte externa de las ceremonias y rúbricas (reglas que enseñan la ejecución y práctica de las
ceremonias) del culto divino. La liturgia es el mismo culto divino: El culto público íntegro del
cuerpo místico de Jesucristo, de su cabeza y de sus miembros.
Jurídicamente, en el Código de Derecho Canónico, su primera promulgación fue en 1917, se
entendía únicamente como liturgia a los actos realizados según los libros litúrgicos de la Santa
Sede, y a todos los demás actos cultuales se les llamaba "pia exercitia" (ejercicios piadosos). Hasta
los tiempos del Vaticano II y especialmente después de la promulgación del Nuevo Código de
Derecho Canónico, 1983 se distinguía claramente entre "actos litúrgicos" (la Misa) y "actos no
litúrgicos" (el rezo del rosario), que hoy se consideran como actos litúrgicos en un sentido amplio,
a los que la MD considera "incluidos de alguna manera en el orden litúrgico".
Lección 2
Objetos Litúrgicos
ACETRE Etim. Del árabe as-satl, el vaso con asa, y este del latín situla.
Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas. El agua se recoge
del acetre y se dispersa con el hisopo.
BOLSA DE CORPORAL
Donde se guarda el corporal una vez terminada la Santa Misa
CALIZ
Etim.: latín calix, taza, copa, vasija donde se bebe.
Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el
vaso sagrado por excelencia, indispensable para el sacrificio de la Santa Misa ya que
debe contener el vino que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo.
El cáliz nos recuerda ciertos pasajes bíblicos en los cuales Jesús asocia a si mismo y de una nueva
manera, el uso de una copa: los discípulos ¨tomarán de la copa que Jesús tomarᨠ(Mc 10: 38). En
al Última Cena, la copa contenía vino que ¨es Su Sangre¨, y en Getsemaní Jesús ora para que si es
posible, se aparte de él ¨la copa¨.
Su forma, materia y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de
oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe, preferiblemente, para el cáliz metales
preciosos. No puede ser hecho de ningún material que absorba líquidos. El pie o soporte puede ser
de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para el uso sagrado en la
Santa Misa.
Ver: Cáliz de la Última Cena
COPÓN
Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias, para poder llevarlas a los
enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la actualidad los copones suelen
ser de menos estatura que los cálices para distinguirlos de estos.
CORPORAL
Etim.: latín corporalis, del cuerpo
Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía. Sobre ella se pone la
patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba
directamente sobre el corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se
pone debajo de la custodia durante la Exposición del Santísimo.
Debe de ser de lino o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado mas que una pequeña
cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales.
CRISMERA
Vaso o ampolla donde se guarda el crisma.
CUSTODIA (ostensorio)
Etim. del latín custodia.
Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se pueda ver para
la adoración. También se le llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar.
Hay gran variedad de tamaños y el estilos. Generalmente alrededor de la
Eucaristía se representan rayos que simbolizan las gracias conferidas a los que
adoran.
GREMIAL Etim.: del latín gremium, regazo. Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante
ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo. El
gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede
utilizarse.
HIJUELA Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular), o sobre el cáliz (paño
cuadrado).
HISOPO Etim. del latín hyssopus; este del griego y este del hebreo ’ezob.
Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en
su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se
usa con el acetre.
INCIENSO Etim.: del latín, incensum, incienso.
Resinas aromáticas, en forma granulada o en polvo, que se queman en el incensario durante
algunas liturgias. Su humo tiene fragancia. Cuando se bendicen son un sacramental. Quema
incienso significa celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que
ascienden al cielo. Se usa en la Misa para el libro de los Evangelios, el altar, el pueblo de Dios, los
ministros y el pan y el vino. Se usa también en la bendición con el Santísimo, en
procesiones.
INCENSARIO
Utencilio para incensar en las ceremonias litúrgicas.
LAVABO
Etim. Del latín lavabo, lavaré, primera persona del sing. del futuro de ind. de lavare.
LECCIONARIO
Libro que contiene las lecturas de las Sagradas Escrituras organizadas según se utilizan en la Santa
Misa: Un el ciclo de tres años para los domingos y fiestas solemnes; un ciclo de dos años para los
días de semana y un ciclo de un año para las fiestas de los santos. Contiene además lecturas para
una variedad de misas, como para fiestas de pastores, doctores, vírgenes, etc. El leccionario actual
se promulgó el 22 de marzo de 1970.
LIBROS: Los libros de la liturgia son el misal y el leccionario
LUNETA
Etim.: de luna. Pieza de oro, o dorada, en que se encierra la Sagrada Hostia para ser expuesta. Ver
también "custodia" y "luneta".
MISAL: contiene las oraciones de la Santa Misa. El sacerdote lo tiene sobre el altar.
MITRA
Utilizada por los obispos en la liturgia, símbolo del episcopado. En el "Cæremoniale Romanum"
aparecen tres tipos de mitras: 1- la "mitra pretiosa" para cuando se utiliza el Te Deum en el Oficio
Divino, es la mas ornamentada , 2- "auriphrygiata", para el adviento y la cuaresma y 3- "simplex",
para días de ayuno y penitencia, Viernes Santo y funerales.
NAVETA
Recipiente, muchas veces en forma de pequeña nave, para el incienso que se utiliza en las
ceremonias.
PALIA :Lienzo para cubrir el cáliz
PATENA
Etim.: Latín, Patena.
Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser de metal precioso como el cáliz y
también debe ser consagrado exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa.
PECTORAL Del Latín, pectoralis. Cruz que llevan al pecho los obispos.
PURIFICADOR
Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la Misa para purificar el cáliz.
VASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y patena
VELO HUMERAL
Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el Santísimo Sacramento en procesión o
cuando da la bendición con El.
VELO DEL CÁLIZ
El que cubre el cáliz fuera del ofertorio y el canon de la misa. Es del mismo color litúrgico que los
ornamentos.
VINAJERAS
Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa. Generalmente son de cristal y se
colocan en una bandeja pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e
incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos.
Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para
evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el
latín vinum yaqua.
Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles
y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio.
VIRIL
Etim. de vidrio.
Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con borde de oro o dorado, en que se
pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la Custodia. También se usa un viril para guardar
reliquias en un relicario. Ver también "luneta"
Lección 3
Los colores litúrgicos
Las acciones litúrgicas (en particular la misa) de cada día se celebran con ornamentos de diversos
colores: blanco, morado, verde, rojo y otros.
La diversidad de colores en los ornamentos tiene por objeto expresar con más eficacia, también en
el exterior, la particularidad de la celebración de cada misterio de la fe, y el sentido de la vida
cristiana, que progresa en el curso del año litúrgico.
En cuanto al color de los ornamentos:
El color blanco expresa alegría y pureza. Por eso se usa en los oficios y Misas del Tiempo Pascual y
de Navidad; en las fiestas o conmemoraciones del Señor que no se refieran al misterio de su
Pasión; en las fiestas y conmemoraciones de la santísima Virgen María, de los Santos Angeles, y de
Santos no Mártires; en las fiestas de Todos los Santos (1°de noviembre), san Juan Bautista (24 de
junio), san Juan Evangelista (27 de diciembre), Cátedra de San Pedro (22 de febrero) y la
Conversión de San Pablo (25 de enero).
El color rojo es el color de la sangre y del fuego. Por eso se usa el Domingo de Pasión y el Viernes
Santo, en la fiesta de Pentecostés, en las fiestas de la Pasión del Señor, en las fiestas de los
Apóstoles y Evangelistas, y en las fiestas de los santos Mártires.
El color verde se usa en los oficios y Misas del «ciclo anual».
El color morado es signo de penitencia y austeridad; se usa en el tiempo de Adviento y de
Cuaresma. También puede usarse en los Oficios y Misas de difuntos.
El color negro, expresión de duelo, puede usarse en las Misas de difuntos.
El color rosado (un morado "suavizado", menos intenso) puede usarse en los domingos Gaudete
(III de Adviento) y Laetare (IV de Cuaresma).
Sin embargo, las Conferencias Episcopales pueden determinar y proponer a la Sede Apostólica,
adaptaciones que respondan a las necesidades y a la índole de los pueblos.
En los días más solemnes pueden emplearse ornamentos más nobles, aunque no sean del color
del día (por ejemplo ornamentos dorados o plateados).
Las Misas rituales (durante las cuales se celebra otro sacramento o sacramental) se dicen con el
color propio conveniente a la Misa que se celebra o también con el color propio del día o del
tiempo
Lección 4
Los vestidos litúrgicos
Pedagogía Del Vestido
No es indiferente el modo de vestir una persona, para determinadas actividades y situaciones.
Es una ley cultural, que tiene su fuerza pedagógica, el llevar especiales vestidos para especiales
ocasiones, sean éstas reuniones políticas, fiestas sociales o simplemente la distinción de un
domingo en relación con los días de trabajo.
Normalmente una novia acude a su boda vestida como tal y no simplemente de calle. Y si va de
calle, es un gesto el suyo que sigue teniendo una fuerza expresiva, que bien puede ser por ejemplo
señal de contestación o de luto.
El vestido diferencia las personas (autoridades, militares, jueces, distintas clases de familias
religiosas...) y las circunstancias (luto, fiesta). Es un elemento, no esencial, pero muy expresivo en
todo el complejo de las comunicaciones humanas y sociales.
No es extraño que también en la celebración cristiana el vestido tenga su importancia. Además de
obedecer a las leyes de la psicología humana o de las diferenciaciones sociales, en este caso el
vestido apuntará a la naturaleza del misterio que los cristianos celebramos. Una Misa en la que el
presidente no se reviste de modo especial, "valdría" igual: pero ciertamente sería una celebración
muy poco digna y poco expresiva de lo que la comunidad cristiana entiende de la Eucaristía. Se
puede celebrar el sacramento de la Reconciliación sin vestidos litúrgicos. Pero el nuevo Ritual
indica que, si se hace en la iglesia, el ministro reciba a los penitentes revestido de alba y estola: el
vestido quiere de alguna manera expresar que lo que allí sucede no es un mero diálogo entre
amigos, sino una "celebración" eclesial.
No es el caso de absolutizar la importancia de un vestido o de otro. Jesús criticó duramente a los
fariseos y sacerdotes de su tiempo por la idolatría en que habían caído en relación a pequeños
detalles, entre ellos el del vestido. Pero el otro extremo sería el descuidar la función que tanto. en
la vida como, sobre todo, en la celebración cristiana pueden tener las formas de vestir, sobre todo
cuando se trata de los ministros que actúan en ella.
¿También los fieles revestidos?
Cuando en una de las persecuciones romanas fue confiscada una casa en Cirta, en el Norte de
Africa, el año 303, los guardias hicieron un cuidadoso inventario de todo lo que requisaron en el
lugar de reunión de los cristianos de la ciudad. Entre los diversos objetos de valor que anotaron,
además de dos cálices de oro y seis de plata, de códices y lámparas, constan también unos
vestidos que nos pueden extrañar: 82 túnicas para mujeres y 16 para hombres... Aparte de que ya
se nota que había más mujeres que hombres ya en aquellas Eucaristías, (cosa que se nota también
en el número de sandalias especiales que requisaron los perseguidores), lo raro es que en aquella
comunidad no parece que se revistieran sólo los ministros, sino toda la asamblea expresaba su
acción festiva con túnicas especiales...
El que los fieles cristianos acentúen con vestidos diferentes la solemnidad o las características de
lo que celebran, ha quedado todavía en algunas ocasiones: así, por ejemplo, en la celebración del
Matrimonio, sobre todo por parte de la novia; en la primera Comunión; en los vestidos austeros y
especiales que en otros siglos llevaban los "penitentes", y ahora los miembros de las hermandades
de la Semana Santa; en la profesión religiosa, sobre todo en la imposición de los diferentes hábitos
de las varias familias religiosas...
En el sacramento del Bautismo, después del gesto central del agua, entre las acciones simbólicas
"complementarias", está también la de la imposición de un paño blanco sobre el bautizado. La
intención es clara; el nuevo "estado" del cristiano es un estado de gracia, de "revestimiento de
Cristo" (Gal 3,26; Rom 13,14). Su dignidad y el don de la nueva vida en Cristo, se significan
oportunamente con un vestido blanco, a ser posible bordado por la misma familia, y que se puede
conservar como recuerdo del sacramento celebrado. En este caso, el vestido quiere ayudar a
entender en profundidad lo que sucede en el sacramento del Bautismo. Con una resonancia clara
de los pasajes del Apocalipsis, en que los seguidores victoriosos de Cristo aparecen también con
túnicas blancas, cantando a su Señor (Apoc 7,9), como "invitados a las bodas del Cordero" (Apoc
19,9).
Por lo general, la comunidad cristiana puede considerarse que subraya la Eucaristía dominical con
sus vestidos de fiesta. También aquí el vestido tiene su elocuencia: los cristianos se "endomingan"
el día del Señor, distinguiéndolo de los días de trabajo, acudiendo así a su reunión más festiva de
la Eucaristía. ¿No es esto una señal de libertad, de victoria, de celebración?
Los vestidos de los ministros: historia
Pero son los ministros, sobre todo el presidente de la celebración, los que tradicionalmente se
revisten con atuendos especiales en el ejercicio de su ministerio.
Ya en la liturgia de los judíos se concedía importancia a veces exagerada a los vestidos de los
celebrantes. Se veía en ellos un signo del carácter sagrado de la acción, de la gloria poderosa de
Dios y de la dignidad de los ministros. Así se describen, por ejemplo, los ornamentos litúrgicos de
un sumo sacerdote: "cuando se ponía su vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al
subir al santo altar, llenaba de gloria el recinto del santuario" (Ecclo 50,11).
En los primeros siglos no parece que los ministros cristianos significaran tal condición con vestidos
diferentes, ni dentro ni fuera del culto. En todo caso lo hacían con vestidos normales de fiesta, con
las túnicas grecorromanas largas.
Todavía en el siglo V el papa san Celestino I, en una carta a los obispos de las provincias galas de
Vienna y Narbona, se queja de que algunos sacerdotes hayan introducido vestidos especiales: ¿por
qué introducir distinciones en el hábito, si ha sido tradición que no? "Nos tenemos que distinguir
de los demás por la doctrina, no por el vestido; por la conducta, no por el hábito; por la pureza de
mente, no por los aderezos exteriores" (PL 50,431).
Pero poco a poco se dio una evolución: se estilizaron los hábitos normales hasta adquirir una
identidad de vestidos litúrgicos. A medida que el traje civil fue cambiando -acortándose- se prefirió
que para el ministerio litúrgico continuara usándose la túnica clásica. Con ello a la vez se denotaba
el carácter diferente de la actividad celebrativa, la distinción de los ministros y el tono festivo de la
celebración.
No se ponía en ello ningún énfasis exagerado, al principio. Más bien se buscaba una pedagogía
para el momento del culto sagrado y se deseaba que fuera, en la vida normal, no hubiera ninguna
distinción entre los ministros y los demás fieles (así el año 530, el papa Esteban prohibía a los
sacerdotes ir vestidos de forma especial fuera de la iglesia, y lo mismo S. Gregorio Magno). Fue a
partir más o menos del siglo IX cuando se "sacralizó" con mayor fuerza el tema de los vestidos,
buscándoles un sentido más bien alegórico, interpretando cada uno de ellos en sentido moral (el
alba indicaba la pureza, la casulla el yugo suave de Cristo ... ) 0 como referencia a la Pasión de
Cristo o como imitación de los sacerdotes del AT y a ala vez se empezó a bendecir los ornamentos
y a prescribir unas oraciones al momentos de revestirlos.
En rigor habría que decir que los actuales vestidos litúrgicos son herencia de los trajes normales de
los primeros siglos; cuando en la vida profana se dejaron de usar, se decidió seguir utilizándolos en
el culto, porque se veía la pedagogía expresiva que podían tener para entender mejor el papel de
los ministros y la naturaleza de la celebración.
Vestidos actuales
Actualmente es distinta la costumbre respecto a los varios ministros de la celebración: mientras el
organista y los cantores no se revisten, los lectores y ministros de la comunión sí lo hacen a veces;
los monaguillos generalmente tienen su vestidura especial; pero los que como norma se revisten
son los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos.
El vestido litúrgico básico para estos ministros ordenados es el alba, blanca túnica, a la que se va
buscando dar una forma más estética, de modo que no requiera amito (porque cierra bien el
cuello) ni cíngulo (porque adquiere una forma elegante).
Sobre el alba los ministros ordenados se ponen la estola.- esa franja de diversos colores (su
nombre viene del griego "stolizo", adornar) que los diáconos se colocan en forma cruzada,
mientras que los presbíteros y obispos lo hacen colgándola por ambos lados del cuello; también la
estola se tiende a que sea de materia más digna y estética, para los casos, cada vez más
numerosos, en que se celebra sin casulla (diáconos, concelebrantes, etc.).
Además del alba y la estola, el presbítero o el obispo que preside la Eucaristía se reviste la casulla:
su nombre ya indica que es como una especie de "casa pequeña", a modo de manto amplio que
cubre a la persona (como el "poncho" americano actual). La casulla es el indumento litúrgico que
ha venido a caracterizar sobre todo la celebración eucarística. Mientras que se va perdiendo la
"dalmática" (que vendría a ser como una casulla con mangas) que llevaban antes los diáconos.
Hay otros vestidos menos usados: el "palio", que es como una estola que utilizan los arzobispos a
modo de escapulario, de tela blanca salpicada de cruces, que les envía el Papa como distintivo de
su especial dignidad; la "capa pluvial" que se utiliza principalmente en las procesiones; las
vestiduras corales de los canónigos (por ejemplo el manto coral y la muceta negra); las "insignias"
distintivas (por ejemplo para el obispo, la cruz pectoral, el anillo, el báculo pastoral, el solideo
color violeta -para el Papa es blanco el solideo, para los cardenales, rojo, y para los abades,
negro)...
Ultimamente diversos Episcopados, ateniéndose a la flexibilidad que el mismo Misal sugiere (IGMR
304), han pedido y obtenido de Roma un reajuste en el vestido litúrgico del que preside la
Eucaristía, con una soluci6n que tiende a unificar la casulla, el alba y la estola.
La casulla que, durante siglos, había sido amplia y elegante, había adquirido con el correr del
tiempo unas formas más recortadas y de poco gusto, hasta llegar a la forma de guitarra que todos
hemos conocido, recargada, además, con adornos y bordados que hacían de ella más un
"ornamento" que un vestido.
En 1972, a petición de los obispos franceses, se aprobó el uso de una especie de alba con una gran
estola encima, que por su amplia forma de corte se puede decir que es a la vez alba y casulla. Se
ha ido aprobando) por Roma para todos los países que lo han pedido (Argentina, Brasil, Canadá,
Filipinas ... ), sobre todo para las celebraciones de grupos, concelebraciones o actos de culto que
se tienen fuera de la iglesia, quedando en pie que el vestido litúrgico del que preside la Eucaristía
es la casulla sobre el alba y la estola, y reconociendo que esta forma de alba-casulla cumple, en
esas circunstancias mencionadas, la finalidad buscada. La búsqueda de una estilización de los
vestidos litúrgicos, más en consonancia con el gusto estético de nuestros días, no quiere
oscurecer, sino por el contrario favorecer, la razón de ser que tienen en la liturgia cristiana:
expresar pedagóigicamente, con el lenguaje simbólico que les es propio, la dignidad de lo que
celebramos, y el ministerio característico de cada uno de los ministros que intervienen en la
celebración. (Cfr. En Phase 72 (1972) 570-571 la carta de concesión de esta casulla-alba a los
obispos franceses). Ya antes se había hecho una sabia "modernización" en este terreno, cuando en
1968 se dieron normas para la simplificación de las insignias y vestidos pontificales. Entonces ya se
invitó a que el obispo, para la celebración solemne, se revistiera aparte (y no delante de la
asamblea, como sucedía hasta entonces); que no hacía falta que se pusiera diversos distintivos
como los guantes o las sandalias; que bastaba con el alba debajo de la casulla (sin necesidad de
otras túnicas que antes se sobreponía); que la "cátedra", su sede, no debía parecerse a un trono,
con su baldaquino y todo... Se quería conjugar a la vez la expresión gráfica de lo que es un obispo
para la diócesis -maestro, animador espiritual, signo genuino de Cristo Pastor- con una sencillez
más evangélica en los signos de esa dignidad...
El sentido de que los ministros se revistan
¿Por qué se revisten los ministros en la celebración cristiana?
La respuesta la da el mismo Misal, en su introducción: "En la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, no
todos los miembros desempeñan un mismo oficio. Esta diversidad de ministerios se manifiesta en
el desarrollo del sagrado culto por la diversidad de las vestiduras sagradas, que, por consiguiente,
deben constituir un distintivo propio del oficio que desempeña cada ministro. Por otro lado, estas
vestiduras deben contribuir al decoro de la misma acción sagrada" (IGMR 297).
Los vestidos en la liturgia no tienen una finalidad en sí mismos, como si fueran algo sagrado.
Tienen una función que podemos llamar pedagógica, en la línea que hemos visto funcionar en la
vida social, con el lenguaje expresivo y simbólico que les es propio.
Ante todo, estas vestiduras distinguen las diversas categorías de los ministros.
Es lógico que el obispo, por la plenitud de ministerio que tiene en la comunidad cristiana,
signifique con algún distintivo su identidad: el báculo, la cruz pectoral, el anillo, el solideo, la
mitra... Es lógico que el que preside la Eucaristía, presbítero u obispo, en nombre de Cristo, se
revista de un modo determinado, que ha venido a ser con la casulla.
Naturalmente que estos vestidos no están pensados para "separar" a los ministros de la
comunidad. Toda la comunidad cristiana que celebra la Eucaristía es "pueblo sacerdotal", con una
dignidad radicalmente igual, que le viene del Bautismo. Todos son hermanos en la casa de Dios.
Estos vestidos no son signos de poder o de superioridad, por parte de los ministros. Son unos
signos simbólicamente eficaces, que recuerdan a todos en primer lugar a los mismos ministros-
que ahora no están actuando como personas particulares en su oración o en su predicación, sino
como ministros de Cristo y de la Iglesia. Que están actuando "in persona Christi" y también "in
persona Ecclesiae". El vestido tiene, para esta finalidad, una contrastada eficacia, como en la vida
civil, judicial, política o académica. Aquí, en la celebración, "distinguen" sin separar. Ejercen una
cierta mediación pedagógica para favorecer el clima y la identidad de la celebración cristiana, en la
que hay una alternancia interesante entre una comunidad y sus ministros.
Estos vestidos ayudan también al decoro, a la estética festiva de la celebración.
No se trata de hacer ostentación de riqueza, sino de mostrar, por el mismo modo exterior de
actuar, el aprecio que se tiene a lo que celebramos. Se unta el valor de la Palabra, de la Eucaristía,
de la asamblea misma, del día del Señor- si es domingo-, del misterio de la presencia del Señor en
medio de los suyos: todo esto hace que la celebración cristiana sea un momento privilegiado en el
conjunto de la vida de fe. Un momento que pide signos exteriores de aprecio; y el vestido, junto a
las imágenes y los cantos y tantos otros signos, es uno de los elementos más fácilmente inteligibles
para subrayar el carácter festivo de la acción.
En el fondo está siempre la proporción pedagógica entre lo que celebramos y el modo exterior de
comportarnos. Y aquí lo que celebramos es en verdad algo importante y festivo. Y cuanto más
festivo, tanto más significativo debería ser también el vestido litúrgico que nos ponemos. Un
domingo no es lo mismo que otro día de la semana. La noche de Pascua no es como cualquier otro
domingo... La estética y la "festividad" (lo que el Misal llama "decoro") son los objetivos de estos
vestidos litúrgicos que se endosan los ministros.
Al decoro festivo de toda la celebración contribuye ciertamente el que se respeten las leyes e a
estética y la dignidad en esas vestiduras.
Unas leyes que hoy están presididas por la sencillez (contra el barroquismo que antes gustaba),
por la dignidad en la belleza, sin ampulosidad, pero también sin tacañería, de modo que exista
autenticidad también en este signo: unos verdaderos "vestidos", nobles y dignos, que favorezcan
el aprecio a la misma celebración y el ejercicio del ministerio por parta de los ministros.
De alguna manera los vestidos litúrgicos ayudan a entender el misterio que celebramos.
Expresan elocuentemente que estos ministros -sobre todo el presidente- están animando una
celebración sagrada. Lo que está sucediendo aquí no es como otros encuentros que se pueden
tener en una comunidad o en una parroquia, sino una verdadera experiencia sacramental de la
gracia de Cristo, un encuentro con el Cristo presente en su Palabra, en su Eucaristía, en la misma
comunidad reunida en su nombre. Y como tal acción misteriosa y sagrada, se realiza con signos
exteriores diversos de los ordinarios.
El que los ministros se revistan de modo especial quiere expresar el sentido de este "salto" que
existe entre las otras acciones y ésta: la "ruptura" con la vida normal. Porque la Palabra que aquí
se proclama no es lo mismo que las mil palabras que nos envuelven continuamente. La comunión
con el Cristo de la Eucaristía no es como una comida de hermandad cualquiera.
Así como a un ministro, el vestido especial le recuerda que no actúa como persona privada, sino
como ministro de Cristo y de la Iglesia, le recuerda también que él no es "dueño de la Eucaristía",
ni de la Palabra. Que está realizando, en nombre de Cristo y de la Iglesia, una acción que le
sobrepasa totalmente a él: que está sirviendo a un misterio de comuni6n entre Dios y su Pueblo.
Claro que todo esto no lo dice sólo la indumentaria: es todo un conjunto de comportamientos, de
signos, de palabras y de acciones lo que nos introduce pedagógicamente a la experiencia de este
misterio cristiano de comunión con Cristo. Pero no es indiferente el factor del vestido. Tampoco
en el caso de los grupos más reducidos (una asamblea de niños, de jóvenes, de grupos o
comunidades): precisamente porque son grupos más pequeños y homogéneos, a ellos también les
hace falta subrayar con signos exteriores que ellos no son dueños de lo que celebran, sino que lo
hacen en unión con toda la Iglesia, y el ministro que les preside no lo hace porque es un amigo
suyo, sino como ministro de toda la comunidad.
Dejar hablar a los signos
También en el caso de los vestidos litúrgicos habría que evitar los dos extremos: la supervaloración
cuasi-idolátrica, y el abandono o menosprecio de su función pedagógica. No tienen un tono
fetichista de valor en sí mismos. Pero siguen expresando pedagógicamente la dignidad de la acción
sagrada, siguen "ambientando" el encuentro con Dios, siguen recordando a los ministros su papel
de tales en este encuentro misterioso.
No son lo más importante en liturgia ni lo más eficaz en la pastoral.
No hace falta resucitar las oraciones alegóricas con que antes nos revestíamos cada uno de los
ornamentos. Ni obligar a las mujeres a llevar "velo". Ni tachar de pecado mortal al sacerdote que
celebra sin casulla. Pero lo que sí hay que decir es que estos vestidos son un factor válido en el
conjunto de la celebración.
Seguir, también en esto, las sobrias normas de la Iglesia actual, es un signo de eclesialidad y de
pedagogía celebrativa. Despreciarlos -actuando sin estos vestidos en la celebración- creo que,
además de ser falta de disciplina, es un empobrecimiento del lenguaje simbólico de la liturgia. En
una liturgia que está ya muy llena de palabras, tenemos que dejar hablar también a los signos. Y
los vestidos, aunque en el conjunto son menos trascendentales, en comparación con la
proclamación de la Palabra o de las oraciones o los gestos sacramentales, son un elemento muy
visible y que ayuda al tono general de la celebración y a destacar la identidad de los ministros.
Desde el Concilio se ha dado mayor libertad para que en las diversas regiones las correspondientes
Conferencias Episcopales adapten, si lo creen conveniente, las vestiduras litúrgicas a la propia
cultura y costumbres (IGMR 304, siguiendo a SC 128).
Esta adaptación, allí donde se realice, irá aportando ciertamente vestidos más convenientes, más
estéticos, como hemos visto en el caso de la casulla-alba. Buscar una mejor estética es también
importante para la dignidad del culto cristiano, evitando los diversos abusos que en esto se habían
producido (sensiblería, imaginaría, barroquismo, ostentación).
Junto a la estética, se irán respetando siempre los fines por los que están pensados estos vestidos,
y de lo que hemos hablado repetidamente: resaltar el papel de los ministros, subrayar el carácter
sagrado de la celebración, y ayudar a su tono festivo y estético. Cuando Roma, el año 1972,
permitió la casulla-alba a los países que se lo iban pidiendo, vino a razonar así: no está de acuerdo
con la "letra" que hasta ahora era norma (por ejemplo, en el Misal), pero un vestido así sirve muy
bien al "espíritu" de la norma.
Lección 5
Libros litúrgicos
I. INTRODUCCIÓN
Por libro litúrgico, en sentido estricto, entendemos un libro que sirve para una celebración
litúrgica y está escrito con vistas a ella. En sentido más amplio, es tal también el libro que, aun no
habiendo sido escrito con vistas a la celebración, contiene, sin embargo, textos y ritos de
una celebración, tanto si han sido usados como si no.
En el primer sentido, el libro es un elemento de la celebración, y a él también se le respeta e
incluso se le venera; en el segundo sentido, el libro se convierte en fuente para la historia de la
liturgia, y en particular del rito o de los elementos que contiene.
Además de estas fuentes directas, existen también aquellos escritos que nos informan sobre el
hecho litúrgico sin ser por ello libros litúrgicos, como textos de historia, escritos de los padres,
documentos del magisterio, etc.
Por tanto, los libros litúrgicos contienen los ritos y los textos escritos para la celebración. Son un
vehículo de la tradición, en cuanto que expresan la fe de la iglesia, y generalmente son fruto del
pensamiento no de un solo autor, sino de una iglesia particular en comunión con las demás
iglesias. Pero son también fruto de una cultura, determinada en cuanto al tiempo y al espacio
geográfico. En efecto, si bien la liturgia cristiana es sobre todo acción divina que se realiza en el
signo sacramental, los libros litúrgicos contienen, sin embargo, las palabras y los gestos con que
una cultura ve y expresa esta acción divina.
Pero esto se verá más claramente haciendo la historia de los libros litúrgicos. Podemos dividirla en
cinco períodos.
II. EL TIEMPO DE LA IMPROVISACIÓN
Se trata de los tres primeros siglos cristianos. En este tiempo no hay libros litúrgicos propiamente
tales, excepto, si así podemos llamarlo, el texto de la biblia. Para el resto, todo se deja a la libre
creatividad, salvo en los elementos esenciales.
Hallamos rastro de estos esquemas y de esta libertad en textos no propiamente litúrgicos, como
la Didajé, que nos da indicaciones sobre el bautismo, sobre la eucaristía, sobre la oración diaria y
sobre el ayuno; como los escritos de Clemente de Roma y la Apología de Justino. Hacia el 215
encontramos la Tradición apostólica del presbítero romano Hipólito. En sentido amplio, éste es el
primer libro litúrgico, porque contiene sólo descripciones de ritos litúrgicos con algunas
fórmulas más importantes: consagración de los obispos, de los presbíteros, de los diáconos y de
los demás ministros; esquema de plegaria eucarística, catecumenado y bautismo; oraciones y
normas para las vírgenes, las viudas; la oración de las horas, los ayunos, bendición del óleo.
La importancia de este documento es múltiple: nos da por primera vez fórmulas de plegaria
eucarística, de ordenaciones, del bautismo...; testimonia claramente que no es necesario que el
obispo "pronuncie literalmente las palabras citadas, como esforzándose por recordarlas de
memoria, sino que cada uno ore según su capacidad. Si alguno es capaz de orar largamente y con
solemnidad, está bien. Pero si pronuncia una oración con mesura, no se le impida, con tal que diga
una oración de una sana ortodoxia" (c. 9).
El texto de Hipólito ha tenido una influencia muy considerable en varios ambientes, como
testimonian la traducción copta, árabe, etiópica y latina.
III. EL TIEMPO DE LA CREATIVIDAD
Desde el siglo IV se precisan los contornos de los diversos ritos litúrgicos, tanto orientales como
occidentales. Y esto se debe a la creación de textos que cada iglesia compone y comienza a fijar
por escrito, aunque no en forma oficial. Deteniéndonos en la iglesia de Roma, se había producido
un fenómeno importante: el paso del griego al latín como lengua litúrgica.
Se forma en este siglo el canon romano (la actual primera plegaria eucarística), y se empiezan a
componer textos eucológicos en latín. Se continúa así hasta el siglo VI, componiendo cada vez los
textos que sirven para las diferentes celebraciones. Es tos se conservan, pero no para ser utilizados
de nuevo.
Cierta cantidad de tales libelli se encontró en Letrán, y se reunieron en un códice que actualmente
se encuentra en la biblioteca capitular de Verona, cod. 85. Descubierto en 1713 por Escipión
Maffei y publicado en 1735 por J. Bianchini, recibió de éste el título
de Sacramentarium Leonianum, por considerarlo una composición de León Magno (440461). A
continuación se descubrió que era obra de diversas manos; entre ellas, además de la del
papa León, la intervención de los papas Gelasio 1 (492-496) y Vigilio (537-555). La edición más
reciente y mejor es la de L. C. Mohlberg (RED 1,Roma 1956), con el nombre de Sacramentarium
Veronense.
El texto presenta unos 300 formularios, más o menos completos, divididos en 43 secciones. El
redactor los ordenó por meses. Pero faltan los primeros folios, y comienza con el mes de abril.
Normalmente cada formulario comprende colecta, secreta, prefacio, poscomunión y super-
populum. Falta todo el texto del canon y toda la cuaresma y la pascua. De las demás fiestas a
veces tenemos muchos formularios, mientras que algunas celebraciones están ausentes. Por todos
estos motivos, no es exacto ni siquiera el término sacramentario.
De todos modos, el códice reviste una importancia fundamental para la eucología romana, porque
se trata de las primeras composiciones seguramente romanas. En efecto, se encuentra varias
veces romana civitas, devotio, nomen, principes, urbs, securitas. Muchas oraciones tienen
en cuenta situaciones contingentes de la ciudad de Roma, hasta el punto de que se puede
reconstruir su tiempo, a veces también el año, de su composición. Signo éste de una liturgia viva.
IV. LOS LIBROS LITÚRGICOS PUROS
A partir del siglo VII aumenta la documentación litúrgica. Tenemos libros litúrgicos propiamente
tales en uso. Se trata de libros puros, en el sentido de que contienen cada uno un elemento de la
celebración, y que por tanto sirven para cada ministro. Así distinguimos:
1. EL SACRAMENTARIO:
Es el libro del celebrante, obispo o presbítero, y contiene las fórmulas eucológicas
para la eucaristía y los sacramentos.
El primero es el así llamado Sacramentario gelasiano antiguo. Se conserva únicamente en el
cod. Vat. reg. lat. 316. Transcrito hacia el 750 en Chelles, cerca de París, fue publicado en 1680 por
G. Tomas. La última edición de Mohlberg tiene como título Liber sacramentorum
romanaeecclesiae ordinis anni circuli (RED 4, Roma 1960). El título gelasiano es impropio. Se debe
al hecho de que se ha querido identificar este libro con las "Sacramentorum praefationes et
orationes" que, según el Liber Pontificales (ed. Duchesne, París 1925, 1, 225), Gelasio
compuso "cauto sermone".
El sacramentario está dividido en tres libros: I. Propio del tiempo (de la vigilia de navidad a
pentecostés), más los textos para algunos ritos, como las ordenaciones, el catecumenado y el
bautismo, la penitencia, la dedicación de la iglesia, la consagración de vírgenes; II. Propio de
los santos y el tiempo de adviento; III. Domingos ordinarios, con el canon, y celebraciones varias.
Característica del gelasiano es la presencia de dos o incluso tres oraciones antes de la oración
sobre las ofrendas. Se discute si la segunda hay que asimilarla a la super sindonem del rito
ambrosiano. Pero la discusión más amplia versa sobre el origen del gelasiano. Es claro que hay en
el códice influjos galicanos. Pero si el núcleo es romano, ¿cómo explicar la presencia al mismo
tiempo en Roma de dos sacramentarios: gelasiano y gregoriano?. La tesis más defendida, salvo
detalles, es la de A. Chavasse, según el cual el gregoriano era de uso exclusivo del papa, mientras
que el gelasiano era de uso de los títulos (iglesias) presbiterales.
El reg. 316 es de importancia fundamental para los ritos del, catecumenado y del bautismo,
distribuidos en el ámbito de la cuaresma, con los tresescrutinios y las entregas de los evangelios,
del símbolo y del padrenuestro, como también para la celebración del triduo sacro.
Encontramosademás en él los ritos de la re conciliación de los penitentes y de la misa crismal, etc.
Aludíamos al sacramentario gregoriano. Deberíamos hablar más bien de familia gregoriana,
porque hay muchos manuscritos. En general, derivarían de una fuente atribuida al papa
Gregorio Magno (590 604), pero redactada bajo Honorio (625 - 638). En general, la
estructura gregoriana difiere de la gelasiana por tres aspectos: el gregoriano no está dividido en
libros, sino que el santoral está mezclado con el del tiempo, e incluso a veces los domingos toman
la denominación de un santo celebrado precedentemente (los apóstoles Pedro y Pablo,
Lorenzo...); tiene sólo una oración antes de la oración sobre las ofrendas; indica la estación, o sea;
el lugar en que el papa celebraba en un determinado día. Es, en general, un libro más sencillo y
menos rico que el gelasiano (muy reducido el número de prefacios, no existen ya las bendiciones
sobre el pueblo más que en cuaresma).
Los dos tipos principales del gregoriano son el Adriano y el Paduense. El primero se llama así
porque deriva de una copia del auténtico gregoriano, que el papa Adriano I (772 795) mando a
Carlomagno, que se la había pedido, y que éste conservó en Aquisgrán. De estas copias más
o menos directas quedan muchos manuscritos. El mejor es el cod. 164 de Cambrai. Pero al ser
incompleto el gregoriano recibido de Roma (faltaban, entre otras cosas, los formularios de los
domingos después de pentecostés), fue necesario proveer a un suplemento. Éste, que antes
se atribuía a Alcuino, parece ser, por el contrario, obra de Benito de Aniane.
Un manuscrito adrianeo sin suplemento es el de Trento.
Otro tipo de gregoriano es el de Padua (bibl. capitular D 47), redactado en Lieja hacia la mitad del
siglo IX y luego llevado a Verona, con adiciones de los siglos X y XI. No es del todo clara, entre los
estudiosos, la sucesión y la dependencia dedos dos tipos: si viene antes la línea de Padua, como
pensaba Mohlberg, o al contrario, como piensa Chavasse.
Una tercera serie de sacramentarios está constituida por los que se llamaban Missalia regis
Pipini, y que hoy llamamos "gelasianos del siglo VIII". Parece tratarse de una fusión de estructura
gregoriana con textos gelasianos. Dichos sacramentarios son muchos. Por probable orden
deimportancia: Gellone, Angulema, san Galo, el llamado Triplex, Rheinau, Monza.
2. EL LECCIONARIO
Al principio se leían directamente de la Biblia las lecturas para la celebración litúrgica, de modo
más o menos continuo. Cuando se comenzó a escoger fragmentos para determinados días, éstos
fueron marcados en el margen del texto sagrado. En un segundo momento se hizo, primero
comoapéndice del libro y luego como códice aparte, un elenco de perícopas distribuidas para
varios días. De ahí el término capitularia, porque hacían la lista de los capitula con la indicación del
comienzo y del fin de cada fragmento (faltaba la actual división en capítulos y versículos).
Encontramos así leccionarios que contienen sólo los evangelios (llamados capitularía
evangeliorum), o sólo las lecturas no evangélicas (llamadosComes, o Liber Comitis, o Liber
commicus) o también ambos.
De los primeros se ha ocupado Th. Klauser, que ha cotejado un millar de manuscritos,
clasificándolos en cuatro tipos, designados con las letras griegas, ІІ, Λ, Σ (romanos) y Δ (franco-
romano). En cuanto al tiempo, van del 645 al 750. Hay que emparentar el primero con el
sacramentario gregoriano, los demás con los gelasianos del siglo VIII.
Los Comes más antiguos son el de Würzburgo, que corresponde al gelasiano antiguo, y el de
Alcuino, que hay que relacionar con el gregoriano. Siguen, para los gelasianos del siglo VIII, los de
Murbach (que luego pasó al Misal) y de Corbie, como principales.
3. EL ANTIFONARIO
Es el libro que contiene los cantos de la misa, y está destinado al cantor, o al coro.
Los más antiguos antifonarios, que hay que emparentar con los gelasianos del siglo VIII, no tienen
todavía notación musical. Se trata de seis códices, publicados en sinopsis por Hesbert, el primero
de los cuales es sólo un cantatorium o graduale, porque contiene sólo los cantos interleccionales.
Es el Cantatorio de Monza. Los demás no son italianos: Rheinau, Mont-Blandin, Compiégne,
Corbie, Senlis. Son todos del siglo IX.
4. LOS ORDINES.
Para una celebración litúrgica no bastan los diferentes libros que contienen los textos, sino que se
necesita conocer el modo de estructurar el desarrollo de la celebración misma. Los
libros mencionados sólo rara vez llevan rúbricas (así llamadas por estar escritas en rojo
= ruber). De éstas se encargan libros especiales, que se
llamarán Ordo (plural, Ordines) u Ordinarium.
El origen de tales libros se debe sobre todo a la necesidad del clero franco, que quiere saber cómo
se desarrollan en Roma las diversas celebraciones.
Después de las ediciones parciales de G. Cassander (1558-1561) y M. Hittorp (1568), J. Mabillon-
M. Germain (1687-1689), E. Marténe (1700-1702),L. Duchesne (1889), finalmente M. Andrieu
publica la edición crítica de todos los Ordines romani hasta ahora conocidos Contra los quince
ordices de Mabillon, él distingue cincuenta, divididos en diez secciones, y reducibles a dos
familias: A (romana pura) y B (romanofranca). Entre ellos los más importantes son el I, que trata
de la misa papal en el siglo VIII; el XI, que describe los ritos del catecumenado (aquí los escrutinios
se convierten sin más en siete y se trasladan a los días laborables), y el L, llamado también Ordo
romanus antiquus, que será el núcleo del Pontifical romano-germánico del siglo X.
Para la historia de la liturgia medieval no se subrayará nunca bastante la importancia de tales
ordines, junto con las Consuetudines monasticae y los Capitularia (aquí en el sentido de decisiones
administrativojurídicas, disciplinares de sínodos, concilios particulares, etc.).
V. LOS LIBROS MIXTOS O PLENARIOS
En los umbrales del año 1000 asistimos a un fenómeno de fusión de los diferentes libros por
motivos funcionales. Se comienzan a recoger en un solo libro todos los elementos que sirven para
una celebración. Un primer paso se dará insertando por extenso en los Ordines los
textos eucológicos que antes sólo se mencionaban. Nacen así los libros mixtos o plenarios.
1. EL PONTIFICAL.
Con este nombre se designa el libro que contiene fórmulas y ritos de las celebraciones reservadas
al obispo (pontífice), como la confirmación, las ordenaciones, las consagraciones de iglesias, de
vírgenes, la bendición de abades, pero también la coronación de reyes y de emperadores...
El primer libro de este género es el Pontifical Romano-Germánico del siglo X (= PRG). Compuesto
hacia el 950 en Maguncia, es un interesante ejemplo de la obra de adaptación de la liturgia
romana a los países franco-germánicos. Se presenta como una mina de ritos y de fórmulas, pero
también de partes didácticas, como sermones, moniciones, exposiciones de misa, con
doscientos cincuenta y ocho títulos de celebraciones diferentes lo. El PRG, llevado a Roma por los
Otones, luego fue simplificado y reducido, especialmente a partir de Gregorio VII
(10731085).Encontramos así algunos pontificales reducibles a un tipo, llamado por el editor
Andrieu "el pontifical romano del siglo XII”.
En el siglo siguiente, bajo Inocencio III (1198-1216), se creó un pontifical adaptado a las exigencias
de la curia papal de Letrán.
A finales del siglo, durante el tiempo de cautividad en Avignon, el obispo de Mende, Guillermo
Durando, preparó para su diócesis un pontifical basándose en los precedentes, pero con mayor
claridad. Se divide en tres libros: ritos sobre las personas; sobre las cosas; celebraciones
varias(acciones).
Con éste tenemos el primer pontifical, que será sustancialmente el que luego se apropiará toda la
iglesia.
2. EL MISAL
Por la misma exigencia de orden práctico y en el mismo período (finales del siglo X) comienzan a
aparecer libros que contienen todos los elementos para la celebración de la eucaristía (oraciones,
lecturas, cantos, ordo missae).
Se llama a ese libro Missale, o Liber missalis, o Missale plenarium.
La rapidez de difusión del Misal (con la consiguiente extinción gradual de los sacramentarios) se
debe al hecho de la multiplicación de las misasprivadas, en que el celebrante decía todo, incluso lo
que correspondía a los otros ministros. Esto continuará siendo normal incluso en lascelebraciones
comunitarias, en las que tales ministros estaban presentes. El Misal es así el libro en que confluyen
el Sacramentario, el Leccionario (de Murbach), el antifonario y los primeros Ordines.
El más importante es el llamado Missale secundum consuetudinem curiae, que tuvo una gran
difusión por haberlo aceptado la orden de los Frailes menores, que prácticamente lo llevaron en
todas sus peregrinaciones misioneras. Será el primer Misal impreso, como editio princeps, en
Milán el año 1474.
3. EL RITUAL
Como los obispos tenían en el Pontifical su libro, así también era necesario un libro que contuviese
los ritos realizados por los presbíteros (además, claro está, del Misal para la eucaristía).
Desde el siglo XII, y especialmente en el XIV, surgen muchos libros del género, con nombres
diversos:Agenda, Ordinarium, Manuale. Se trata comúnmente de libros privados, redactados por
los mismos sacerdotes con cura de almas.
El que tuvo mayor importancia fue el Sacerdotale, de Alberto Castellani de 1555, que, sin
embargo, no suprimirá la libertad de que cada cual continuara creándose su propio ritual.
4. EL BREVIARIO
El mismo proceso que hemos visto para el Misal se produjo con el libro de las horas.
Antes había libros distintos: 1) El Salterio, que en el uso litúrgico ha tenido dos redacciones: la
romana (por haberse usado en Roma hasta el siglo VIII), que corresponde a la primera revisión de
san Jerónimo sobre el texto griego de los LXX, y la galicana (llamada así porque, usada primero en
Galia, luego se difundió en todo el Occidente, excepto en la basílica vaticana), que reproduce
el texto de la segunda revisión jeronimiana sobre la Hexapla de Orígenes, y que luego entró en la
Vulgata. A menudo en los salterios se insertan para uso litúrgico los cánticos bíblicos, para los
nocturnos y los laudes. 2) El Homiliario, o sea, el libro que recoge las lecturas patrísticas. El
más importante, que luego pasó al Breviario, es el que Pablo el Diácono, monje de Montecasino,
preparó para Carlomagno. 3) El Himnario, que recoge los himnos de composición eclesiástica para
las diversas horas canónicas. Parece que el rito romano acogió los himnos sólo en el siglo XII; pero
ya san Ambrosio los había compuesto para la liturgia de Milán, y san Benito los había acogido en
la liturgia monástica. Así el más antiguo manuscrito de himnario es el cod. Vat. regin. lat. 11, del
siglo VIII,publicado por Tomas en 1683. La publicación de los himnos que se fueron componiendo
a lo largo del medievo fue reanudada en 1892 por U. Chevalier y por Dreves-Blume, que iniciaron
la serie de Analecta Hymnica. 4) El Antifonal del oficio, que R.J. Hesbert ha publicado
recientemente. 5) El Oracional, del que encontramos huellas en el sacramentario de Verona y en el
Gelasiano, que comprende las oraciones para las diversas horas canónicas.
Todos estos libros, después del año 1000, confluyen en uno solo, llamado Breviarium, porque era
de hecho una reducción de los diferenteselementos, especialmente de las lecturas. El más
conocido es el Breviarium secundum consuetudinem romanae curiae, difundido también por obra
de los Frailes menores, que lo adoptaron oficialmente en 1223.
De este Breviario se hizo en 1525 una reforma desde el punto de vista de la latinidad. Más
importante es la reforma del cardenal Quiñones (llamado de la Santa Cruz, por su
título cardenalicio), por encargo de Clemente VII. Pero esta reforma, bien hecha bajo el aspecto
racional, no tenía en cuenta que el oficio divino de suyo está destinado al coro, y no al rezo
privado (como de hecho sucedía). Publicado en 1535 y reimpreso varias veces, fue acogido
universalmente con entusiasmo, pero en 1556 Pablo IV lo suprimió por el motivo mencionado
arriba, volviendo al Breviario de la curia romana.
VII. LOS LIBROS DEL VATICANO II
El concilio Vaticano II quiso una reforma general de los libros litúrgicos, con la posibilidad de la
traducción en las lenguas vernáculas. Por eso el papa Pablo VI, ya el 21-1-1964, creaba
un Consilium para la recta ejecución de la constitución litúrgica.
El Consilium elaboró diversos documentos, entre los que figuran: Inter oecumenici, de
1964; Musicam sacram, de 1967; Tres abhinc annos, de 1967 (segunda instrucción); Eucharisticum
mysterium, de 1967, y Liturgicae instaurationes, de 1970 (tercera instrucción). Con tales
instrucciones se daba la posibilidad de introducir la lengua vulgar en las diferentes partes de la
celebración, por lo que cada una de las conferencias episcopales toma disposiciones para traducir
el viejo Misal, prepara leccionarios ad experimentum, se traduce parte del Ritual, etc. Entretanto,
el Consilium trabajaba, con grupos especiales de expertos, en la composición de los nuevos
libros. Así, de 1968 hasta hoy se han publicado en la edición típica latina:
• CALENDARIUM ROMANUM (1969) (= CR).
• MISSAI.E ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes Missale
Romanum (1970; 19752) (= MR); Ordo Lectionum Missae(1970; 19812) (= OLM); Lectionarium (3
vols., 1970-1972); Ordo Cantus Missae (1973).
• OFFICIUM DIvINUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes: Liturgia Horarum (por
ahora en 4 vols., 1971-1972; 198011) (= LH).
• PONTIFICALE ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en fascículos: De Ordinatione
Diaconi, Presbyteri et Episcopi (1968) (= ODPE);Ordo Consecrationis Virginum (1970) (= OCV); Ordo
Benedicendi Oleum catechumenorum el infirmorum el conficiendi chrisma (1971) (= OBO); Ordo
Benedictionis Abbatis el Abbatissae (1971) (= OBAA); Ordo Confirmationis (1972) (= OC); De
Institutione Lectorum el Acolytorum... (1973) (=1LA); Ordo Dedicationis Ecclesiae el Altaris (1978)
(= ODEA); Caeremoniale Episcoporum (1984).
• RITUALE ROMANUM. Bajo este título tenemos, en fascículos: Ordo Baptismi Parvulorum (1969)
(= OBP); Ordo Celebrandi Matrimonium (1969) (= OCM); Ordo Exsequiarum (1969) (= OE) Ordo
Professionis Religiosae (1970; 1975, pero ya no bajo el encabezamiento Rituale Romanum) (=
OPR), Ordo Unctionis Infirmorum eorumque pastoralis curae (1972) (=0UI); Ordo Initiationis
Christianae Adul torum (1972) (= OICA);
De Sacra Communione el dé Cultu Mysterii Eucharistici extra Missam (1973); Ordo Paenitentiae
(1974) (= 0O); De Benedictionibus (1984) (= B).
• A éstos hay que añadir: Graduale simplex (19752); Ordo Coronandi Imaginem Beatae Mariae
Virginis (1981).
Presentamos brevemente los correspondientes textos oficiales en versión española (el año entre
paréntesis indica la primera edición).
1. EL MISAL ROMANO (1971)
Comprende también la Ordenación General del Misal Romano (= OGMR). Esta última es un
texto muy denso, en el que se presenta la teología de la misa, la articulación del rito, los cometidos
de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las
posibilidades de una sana adaptación. Después de las Normas universales sobre el año litúrgico y
sobre el calendario (extractadas delCalendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en
propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oracionesad
diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está colocado entre el propio
del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para la celebración con el
pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo.
El MR ya no es un misal plenario, porque ya no comprende las lecturas; pero no se le puede llamar
simplemente un sacramentario, porque incluye también las antífonas de entrada y de comunión;
en efecto, éstas debe decirlas el mismo celebrante, en el caso en que no se haga un canto o no las
recite ningún otro.
Respecto al Misal de Pío V, la parte eucológica está muy incrementada, comprendiendo alrededor
de ochenta prefacios (contra los quince del precedente), cuatro plegarias eucarísticas (otras se
autorizarán a continuación). Ha sido repensado ex novo en su totalidad.
2. EL LECCIONARIO (véase “El Leccionario de la Misa”)
3. LA LITURGIA DE LAS HORAS
(1979) (= LH). Se llama así la oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las
diversas horas (canónicas) de la jornada aquella glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la
oración eucarística. Este nuevo nombre especifica el de oficio divino (dado a la oración) y sustituye
al de breviario (dado antes al libro). La edición está dividida en cuatro volúmenes: I. Tiempo de
adviento y de navidad; II. Tiempo de cuaresma y de pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-
17); IV. Tiempo ordinario (semanas 1834). En el primer volumen se encuentra la Ordenación
General de la Liturgia de las Horas (OGLH) que, a semejanza de la OGMR, ilustra la teología, la
espiritualidad, las diversas partes, los diversos elementos ycometidos de los ministros de la
Liturgia de las Horas. Son dos las perspectivas nuevas (o renovadas) de este libro: 1) está
destinado no sólo a sacerdotes, diáconos y religiosos con votos solemnes (que siguen teniendo la
obligación de recitarlo), sino a toda la comunidad cristiana (religiosas y laicos); 2) se recomienda la
celebración comunitaria, especialmente de las dos horas más importantes (laudes y vísperas).
Se espera todavía un quinto volumen (himnos; cánticos de libre elección; oraciones sálmicas;
textos para las celebraciones de vigilia, etc.).
4. EL PONTIFICAL
Podemos ordenarlo así:
• Ritual de la Confirmación (1976) (= RC). Se celebra normalmente durante la misa, o al
menos después de una liturgia de la palabra. La renovación de las promesas bautismales pone de
manifiesto su relación con el bautismo. El ministro es el obispo (o el sacerdote que tiene licencia
especialpara ello), pero pueden ayudarle otros sacerdotes en la crismación.
• Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (1977) (= RO). Estos son los
ministerios ordenados. El conjunto de los ritos, aunque conserva los textos esenciales de la
tradición, resulta más ordenado, dando mayor relieve a la imposición de manos y a la oración
consagratoria, y menos a los ritos suplementarios. La restauración de la concelebración hace más
sencillos los ritos de la ordenación del obispo y de los presbíteros.
• Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la
promesa de observar el celibato (= RLA). Ritual de la consagración de vírgenes (= RCV). Ritual de la
bendición de un abad o una abadesa (= RBnA). Se trata de tres ritos diversos. Los ministerios
instituidos son los del lector y del acólito (se han abolido los del ostiario y del exorcista,
como también el subdiaconado). Son dos las novedades a este respecto: a) el ministro no es ya el
obispo, sino el ordinario (esto significa que en las órdenes y congregaciones religiosas puede serlo
el superior mayor); b) los candidatos son laicos (que permanecen tales), los cuales pueden aspirar
o no a las órdenes. La consagración de vírgenes es un rito antiquísimo y venerable, por el que
una virgen (religiosa o no) consagra públicamente su virginidad como signo deja iglesia virgen que
sólo tiene a Cristo por esposo. La bendición de un abad o de una abadesa se ha creado ex
novo, porque en el viejo Pontifical tenía más el aspecto de una ordenación episcopal. Los nuevos
textos expresan mejor la función del padre y maestro de una comunidad monástica.
• Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (=
RBO). Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (= DCA) (1980). El primer rito, que se ha de
celebrar durante la misa crismal de jueves santo (mañana) en las catedrales, donde el obispo
concelebra con su presbiterio, trae los textos tradicionales (con ligeras adaptaciones) de la
bendición de los óleos santos. Los otros dos ritos se han renovado y simplificado sustancialmente,
de suerte que forman con la celebración de la eucaristía, que es cumbre del rito, una sola acción
ritual.
• Ceremonial de los Obispos ( = CO). Éste es uno de los últimos libros promulgados por la
reforma general que decretó el Vaticano II (1984). Se trata de un volumen en parte
muy tradicional y en parte también bastante novedoso. Hay que reconocer que el CO tiene unas
características que lo distancian bastante de los otros libros litúrgicos emanados de la reforma
litúrgica del siglo XX. Su principal característica frente a los demás libros litúrgicos actuales es
que no ofrece textos eucológicos; aparentemente, por lo menos, se presenta sólo como un
volumen de simple normativa litúrgica, como su mismo título -Ceremonial- parece ya sugerir. No
obstante, leído a la luz de la historia y de la teología litúrgica, el CO debe situarse en el
ámbito sacramental con tanta razón como puedan colocarse en este ámbito los demás libros
litúrgicos, pues si los demás libros ofrecen los textos bíblicos y eucológicos de la liturgia, es
decir, las palabras sacramentales, éste presenta los gestos simbólicos de los misterios cristianos. El
CO es, pues, un libro que, en la misma línea que la Institutio que encabeza el Misal de Pablo VI,
aleja el peligro de ver la celebración sólo como un conjunto de textos que se van proclamando
unos después de otros, acompañados únicamente de gestos simplemente espontáneos del
ministro. Uno de los principales valores del CO es el hecho de que sitúa los gestos litúrgicos en su
realidad más teológica: la de acciones sacramental-comunitarias de la iglesia, no simplemente del
ministro ni de la comunidad concreta que celebra la liturgia común de la iglesia.
El CO es un volumen tradicional en un doble sentido: a) porque con la descripción de los gestos
celebrativos mayores conserva y transmite latradición litúrgica de la iglesia, y b) porque se sitúa en
línea de continuidad con los Ordines romani de la edad media. Pero a la vez que tradicional es
también un libro nuevo, porque en su mismo estilo lleva innegablemente la impronta de los libros
del Vaticano II: las referencias doctrinales que justifican las normas son continuas y explícitas; con
este estilo el CO -a pesar del título de ceremonial que lo encabeza se aleja de lo que podría seruna
simple descripción de ceremonias, enlazando así, por lo menos en cierta manera, con la visión que
de la liturgia tenían los padres (cf, porejemplo, las explicaciones de la Tradición apostólica de
Hipólito sobre el significado de las diversas imposiciones de manos en las ordenaciones, o
las Catequesis mistagógicas de Ambrosio, de Cirilo de Jerusalén, de Juan Crisóstomo o Teodoro de
Mopsuestia.
Al ser uno de los últimos libros publicados por la reforma litúrgica, al CO le ha sido fácil apoyar su
normativa en los libros litúrgicos publicados anteriormente. No obstante, hay que decir también
que en algunas pocas ocasiones presenta interesantes variantes, introducidas o bien para unificar
algunas rúbricas que variaban de un Ordo o Ritual a otro o bien con vistas a mejorar algunos ritos
o incluso algunos usos introducidos y que no siempre resultaban correctos.
El CO está dividido en ocho partes, precedidas de un proemio y seguidas de un apéndice.
El proemio presenta una breve síntesis histórica de lo que han sido las diversas descripciones de
los ritos litúrgicos que se elaboraron a través de los siglos hasta llegar al actual CO. Después de una
breve alusión a los Ordines romani -verdadera raíz primitiva del CO-, el texto se refiere a
los distintos Ceremoniales papales, que fueron como el puente que ha enlazado los antiguos
Ordines con el nuevo CO. En el cuerpo del volumen la primera parte describe algunos principios
teológicos de la liturgia episcopal, presentada no a la manera de ceremonias fastuosas, sino a la
luz de la constitución conciliar Lumen gentium. Un aspecto particularmente importante y delicado
de esta primera parte ha sido el de aunar aquella "noble sencillez" de los ritos decretada por el
Vaticano II (SC 34) con los necesarios signos de respeto inspirados por la fe que ve en el obispo la
imagen o sacramento de Jesús, el Señor.
La segunda parte trata de laparticipación y presidencia del obispo y de sus ministros en la misa.
En esta parte es importante el cambio de perspectiva con que se presenta lacelebración de la
misapresidida por el obispo, acción culminante de la liturgia cristiana (SC41); de acuerdo con los
otros libros litúrgicos renovados que ya no dan nunca a los obispos el título de pontífices, tampoco
el CO habla nunca de misa pontifical, sino de missa stationalis (término de versión ciertamente
difícil, pues si en latín cristiano statio significaba reunión plena de la iglesia local, en las lenguas
modernas es difícil encontrar un término que exprese esta misma realidad). La tercera
parte describe la celebración solemne del oficio divino y de la palabra cuando preside el obispo;
lacuarta parte describe las diversas celebraciones del año litúrgico: en esta parte merecen
destacarse tanto las breves catequesis que introducen elsentido de cada una de las
fiestas principales como la insistencia con que se subraya la importancia del domingo, para el que
se pide que sucelebración no quede recubierta con la celebración de diversos días consagrados a
distintas necesidades de la comunidad cristiana (cf n. 223). Laquinta parte habla de la celebración
de los sacramentos, presidida por el obispo; en esta parte se separan claramente los sacramentos
de la celebración de los sacramentales, a los que se consagra la sexta parte (así, la institución de
acólitos y lectores, por ejemplo, viene debidamente separada de las ordenaciones de ministros).
La séptima parte contempla las celebraciones extraordinarias del obispo desde su nombramiento y
ordenación hasta su muerte, exequias y tiempo de sede vacante. También se trata de los ritos del
concilio plenario y provincial y del sínodo diocesano. Finalmente, en el apéndice se sintetizan las
varias disposiciones posconciliares ya vigentes antes del CO sobre las vestiduras de los prelados y
se ofrece una tabla, esquematizando las normas propias de las misas rituales, votivas y
de difuntos. El libro concluye con un extenso y pormenorizado índice de un centenar de páginas
que facilita encontrar cualquiera de los ritos contenidos en el volumen.
5. EL RITUAL
Publicado también en fascículos, comprende:
• Ritual del bautismo de niños (1970) (= RB). Es un rito sustancialmente nuevo, porque nunca
habíamos tenido un rito propio para el bautismo de niños que tuviese en cuenta su situación real.
Antes era un rito de bautismo para adultos adaptado a los niños. Ahora se tiene en cuenta que se
los bautiza en la fe de la iglesia, y principalmente de los padres y de los padrinos. La celebración,
prevista para el domingo, se hace de forma comunitaria, inserta en una celebración de la palabra
(o también, aunque sólo excepcional mente, durante la misa).
• Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1976) (= RICA). Es un rito que, descuidado en los
siglos más recientes, recobra toda la praxiscatecumenal de la iglesia de los siete/ocho primeros
siglos. Después de la introducción general sobre la iniciación cristiana, y la particular para la
iniciación de adultos, siguen cinco capítulos dispuestos así: 1. Rito del catecumenado, dispuesto
por grados, que son: a) el tiempo del catecumenado y su comienzo; b) tiempo de la elección y su
comienzo; c) celebración de los sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación y primera
eucaristía) y tiempo de la mistagogia; 2. Rito más sencillo para la imitación de un adulto; 3. Rito
más breve para un adulto en peligró próximo de muerte; 4. Indicaciones para la preparación
de adultos ya bautizados cuando niños a la confirmación y a la primera comunión; 5. Indicaciones
para lainiciación de los niños en edad catequística. Tras un sexto capítulo en que se prevén textos
alternativos, se tiene un apéndice para la admisión en la iglesia católica de cristianos válidamente
bautizados en otras confesiones. Este rito de iniciación de adultos, previsto principalmente para
las tierras de misión, tiene indicaciones utilísimas también para nuestras regiones, con vistas a
una revalorización y una mejor práctica de los sacramentos de la iniciación.
• Ritual de la penitencia (1975) (= RP). El rito parte de una nueva concepción de este sacramento.
Ya no se le llama confesión, que era la parte por el todo, sino penitencia o reconciliación. Por
tanto, no se pone ya el acento en el momento de la acusación, sino en la conversión. Se prevén
tres formas de celebración: a) individual: es el modo que ha sido tradicional en los últimos
siglos, pero se ha modificado en el planteamiento (prevé también una lectura bíblica, aunque
breve) y en la fórmula; b) comunitaria, con confesión y absolución individual (es la forma
preferible); c) comunitaria, con confesión y absolución general (para usarse en casos
determinados, y con el consentimiento del obispo).
• Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974). El rito tiene en
cuenta diversas situaciones cambiadas: a) lacomunión fuera de la misa debe hacer siempre
referencia a la celebración de la misma; b) debe insertarse en una celebración de la palabra; c) la
eucaristía puede ser distribuida también por ministros extraordinarios; d) se regulan las
exposiciones y la adoración de la eucaristía, las procesiones y los congresos eucarísticos.
• Ritual del matrimonio (1970) (= RM). El rito, si bien conserva la estructura precedente, presenta
algunas perspectivas renovadas: se celebra normalmente durante la misa (o, al menos, durante
una celebración de la palabra), da mayor relieve a la bendición solemne de los esposos, prevé
diversos formularios de textos eucológicos, una riqueza de textos bíblicos y destaca más la
teología y la espiritualidad del sacramento.
Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (1974) (= R UE). Se ve el sacramento de la unción
en el contexto de la solicitud que la iglesia tiene por el estado de debilidad de los enfermos. Ya no
se llama extrema unción, y se puede conferir en todas las enfermedades de cierta gravedad,
también a los ancianos. Ha cambiado la fórmula (más ceñida al texto de la carta de Santiago); la
materia es el aceite (ya no necesariamente de oliva, sino de cualquier tipo vegetal), el cual, a falta
del bendecido por el obispo, puede bendecirse cada vez. Se prevé la concelebración por varios
sacerdotes, y la celebración comunitaria para varios enfermos, también en la iglesia.
• Ritual de la profesión religiosa (1979) (= RPR). Es un texto que sirve de base y de modelo para los
rituales de cada una de las familias religiosas. Prevé un rito para el comienzo del noviciado, visto
como tiempo de preparación y de opción, el rito de la profesión temporal y el de la profesión
perpetua, como también un rito para la promesa que sustituye a los votos religiosos. Los ritos de
profesión o de promesa se hacen durante la misa.
• Ritual de exequias (1971) (= RE). El rito se presenta como una mina de indicaciones, textos
eucológicos, bíblicos y cantos para utilizar, según los diferentes usos de las iglesias locales, en la
casa del difunto, en la procesión a la iglesia, en la misa exequial y en el acompañamiento al
cementerio. La perspectiva es claramente pascual: el cristiano que muere realiza. su éxodo de
este mundo con la esperanza de la resurrección.
• Bendicional (= B). El B constituye de hecho una de las partes del Ritual romano reformado según
los decretos del Vaticano II (SC 79); su edición típica latina fue promulgada en 1984 y la castellana,
común a todos los países de habla hispana, aparece en 1986. En el conjunto de las partes del
actual Ritual, el B es el capítulo más extenso, como lo era ya también en la última edición
del Ritual de Paulo V, aumentada y reordenada por mandato de Pío XII. Hay que decir que, sin
duda alguna, en su extensión influye sobremanera el hecho de que el B es el libro litúrgico en el
que la piedad popular más se avecina a la celebración litúrgica.
Conforme a los votos del Vaticano II, frente a la anterior edición del Ritual romano, el nuevo B ha
sido profundamente reformado "teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación
consciente, activa y fácil de los fieles y atendiendo a las necesidades de nuestro tiempo" (SC 79).
El B consta de cuarenta y un Ordines o ritos de bendición; muchos de estos ritos de bendición
aparecen además desdoblados en rito habitual y rito breve o bien presentan diversas posibilidades
para ocasiones parcialmente distintas (por ejemplo, la bendición de niños ofrece un formulario
para los niños bautizados y otro para los niños que se preparan al bautismo). La edición
castellana del B añade aún a estas cuarenta y un bendiciones algunas otras o bien nuevas o en
otros casos tradicionales en algún país de América o en España; con ellas el número de
bendiciones en esta edición alcanza a cuarenta y ocho formularios.
El conjunto de estas bendiciones está precedido de una extensa introducción y va seguida de tres
índices alfabéticos -de bendiciones, de lecturas bíblicas y de salmos responsoriales-, de los cuales,
en vistas al uso del volumen, es particularmente útil el primero (un índice de este tipo aparecía ya
en las ediciones del antiguo Ritual romano).
La Introducción, de carácter teológico, pastoral y jurídico, expone sucesivamente la naturaleza y
significado de la bendición tanto en la historia de la salvación como en la vida de la iglesia, los
ministros de las mismas, su ordenamiento -desde lo que es la estructura fundamental de toda
bendición hasta los signos que se emplean en las mismas y las maneras de unir las bendiciones con
las restantes celebraciones litúrgicas o entre sí- y, finalmente, las posibilidades que tienen las
conferencias episcopales en el campo de las adaptaciones o de las incorporaciones de nuevas
bendiciones.
En el cuerpo mismo del libro, su primera parte presenta las diversas bendiciones que se refieren a
las personas (bendiciones relativas a la vidafamiliar, bendiciones de los enfermos, de los
misioneros enviados a anunciar el evangelio, de las personas destinadas a impartir la catequesis,
de los peregrinos, de los que van a emprender un viaje, etc.). En esta parte la edición castellana
añade las bendiciones de acólitos y lectores noinstituidos.
La segunda parte trata de las bendiciones que atañen a los edificios no sagrados y alas diversas
actividades de los cristianos (bendiciones de un nuevo edificio -que no sea una iglesia- de una
escuela, de una universidad, de un hospital); bendiciones de los medios de
transporte (automóviles, ferrocarriles, naves, aviones, etc.); bendiciones de instrumentos técnicos
(central eléctrica, acueducto, etc.); bendiciones de los animales, de los campos, de los nuevos
frutos, de la mesa. En esta parte la edición castellana añade la tradicional bendición de los
términos de una población.
La tercera parte agrupa las bendiciones de las cosas que se destinan, en la iglesia, al uso litúrgico o
a las prácticas de devoción (fuente bautismal, sede, ambón, sagrario, cruz, imágenes del Señor, de
la Virgen María o de los santos, etc.). En esta parte la edición castellana añade las bendiciones de
la corona de advien to, del belén y del árbol de navidad.
En la cuarta parte se presentan las bendiciones que o bien sirven para fomentar la piedad (bebidas
y comestibles) o bien son objetos de devoción privada (objetos de devoción, rosarios,
escapularios, etc.). La edición española añade en esta parte la bendición de los hábitos,
tradicional sobre todo en Perú.
Finalmente, en la quinta parte se contienen dos bendiciones de carácter más bien genérico: la
bendición de acción de gracias, que viene a suplir los antiguos y poco apropiados Te Deum
(poco apropiados porque el antiguo texto de este precioso canto no tiene demasiado que ver con
el uso al que a veces se destinaba), y la bendición para diversas circunstancias, que ofrece unos
formularios en vistas a las bendiciones no previstas explícitamente en el B (en cierta manera es la
réplica de la antigua bendición.
Lección 6
Templos litúrgicos
Dentro de la Iglesia Católica hemos escuchado algunas veces que se mencionen Catedrales,
Capillas, Basílicas, Iglesias. ¿Cual es la diferencia?
CATEDRAL
Una catedral es un templo cristiano, donde tiene sede o cátedra el obispo, siendo así la iglesia
principal de cada diócesis o Iglesia Particular. La sede o cátedra episcopal es el lugar desde donde
cada obispo preside y guía a su grey, enseñando, desde el servicio a la comunidad, la vida de fe y la
doctrina de la Iglesia.
La Iglesia ortodoxa se refiere a sus catedrales como gran iglesia, aunque suele traducirse como
catedral.
Etimología
El vocablo catedral deriva del griego καθέδρα (cathedra) que se traduce como asiento y se refiere
a la presencia de la silla o trono del obispo oarzobispo, es decir, la cátedra.
Por tanto, pese a usarse como sustantivo, la palabra catedral era adjetivo en la expresión iglesia
catedral, del Latín ecclesia cathedralis. La cátedra, simboliza la importancia de esa iglesia dentro
de la diócesis.
Tamaño
Las catedrales son de gran tamaño, cuentan con grandes agujas y vitrales, típicos de las catedrales
góticas (conjunto de vidrios de colores que hacen que la luz que entra sea de colores) aunque la
catedral es una de las mayores iglesias de la diócesis o arquidiócesis, especialmente en
el Medievo y el Renacimiento, no es norma a seguir (mucho menos en la época actual, donde
prima la funcionalidad sobre la grandeza); una iglesia catedral puede ser modesta en cuanto a
tamaño se refiere.
Origen
Las catedrales surgieron como una nueva construcción, o como evolución de una primigenia
iglesia monacal elevada al estatus de catedral. Las actividades misioneras, el poder eclesiástico y
las cuestiones demográficas son las que han ido determinando qué iglesias merecían y merecen el
calificativo de catedral.
Usos
En un principio, en el interior de las catedrales se impartían cátedras a todo tipo de estudiantes
pero especialmente a seminaristas, concernientes en Teología, Gramática y Latín. Poco a poco las
actividades de la catedral se fueron extendiendo para realizar en ellas las prácticas del culto.
Nombres
Uno de los primeros usos del término ecclesia cathedralis aparece en las actas del Concilio
de Tarragona en 516. Otro nombre para una catedral es ecclesia mater, que hace hincapié en la
función de madre que dicha iglesia tiene respecto a las demás de la diócesis. Por ser la más
importante, también se la conocía como 'ecclesia major.
Como casa principal de Dios se le llama Domus Dei en Latín. Las palabras domus (casa) y dominus
(señor) comparten un mismo origen. De esta raíz latina derivan los términos alemán —Dom—
e italiano —Duomo—. En español a veces se llama la seo (la sede), quizás debido a alguna
influencia del idioma catalán.
En Estrasburgo (en la región francesa de Alsacia), y otros muchos sitios de Alemania, y varios
de Inglaterra, la catedral se conoce comoMünster (alemán) o Minster (inglés), del Latín
monasterium, porque fueron usadas por clérigos para vivir en comunidad.
Otros tipos de grandes templos cristianos en Europa Occidental son las Abadías y
las Concatedrales. Se denomina concatedral al edificio religioso con rango de catedral que
comparte la sede episcopal con otro templo catedralicio. Ejemplos de concatedrales son las
deSanta María en Cáceres, o las del mismo nombre en Guadalajara, Logroño, Castellón y la de San
Pedro en Soria, todas ellas en España.
El termino pro-catedral es usado cuando una iglesia parroquial es temporalmente elevada al rango
de catedral de una diócesis mientras se define o se construye la definitiva.
BASILICA
El término basílica proviene del latín basílica que a su vez deriva del griego βασιλική
(fonéticamente, basiliké) que significa regia o real (fem.), y viene a ser una elipsis de la expresión
completa βασιλική οἰ κία (basiliké oikía) que quiere decir «casa real». Una basílica es un suntuoso
edificio público que en Grecia y Roma solía destinarse al tribunal, y que en las ciudades romanas
ocupaba un lugar preferente en el foro.
Más adelante, los cristianos aprovecharon la forma basilical y, en muchos casos, los propios
edificios romanos para utilizarlos como templo y en este sentido se utiliza hoy la denominación,
tanto desde el punto de vista arquitectónico, como religioso.
Tras el edicto de Milán de 313 promulgado por Constantino el Grande (313–337) el Imperio
Romano acepta oficialmente la religión cristiana. A partir de entonces los cristianos utilizan la
tipología arquitectónica basilical para la construcción de los nuevos templos. Se entiende por
basílica cristiana propiamente dicha en sentido arquitectónico toda planta rectangular con uno o
más ábsides en el testero y con naves a lo largo determinadas por columnas (o pilastras), sobre las
cuales se apoyan sus correspondientes arcos o arquitrabes de tipo romano. Las referidas naves
(tres por lo común) terminan en el ábside. En el ábside se coloca el altar y en torno a él se
disponen los oficiantes. Delante, en el presbiterio, se sitúan los presbíteros, mientras que los fieles
ocupan el resto de la nave o naves. En las iglesias de planta basilical no existe transepto y, por
tanto, tampoco crucero. Aunque inicialmente los templos cristianos seguían las pautas
constructivas de las basílicas, pronto dieron paso a otras formas, como la planta de cruz latina o la
de cruz griega, que se generalizaron sin que por ello desapareciera la forma basilical.
La cubierta de las naves suele consistir en una armadura de madera artísticamente decorada y
visible desde el interior o bien oculta por un artesonado: a veces, tienen bóveda en naves laterales
y siempre el ábside remata en bóveda de cuarto de esfera. La iluminación de las basílicas se
obtiene por ventanas abiertas en la parte superior de la nave central más elevada que las laterales
y por otras ventanas que se sitúan en el ábside y en el frontis del edificio. Todas ellas solían
cerrarse con láminas de mármol perforado o calado para dar entrada a la luz e impedir la acción
de elementos destructores. Pero también se usaban láminas transparentes de alabastro sin
perforar e incluso vidrieras de color en basílicas suntuosas según se infiere de algunos textos
de San Juan Crisóstomo y de Prudencio. La decoración interior se logra por las mismas líneas
arquitectónicas del edificio con sus clásicas molduras y por diferentes adornos de pintas
ymosaicos, sobre todo, en el muro superior del arco triunfal y en los ábsides siempre
magníficamente decorados. Con frecuncia, se disponían orientadas las basílicas según el eje
principal de la nave de modo que el ábside cayera hacia Occidente. Pero desde el siglo VI dando
ejemplo las iglesias bizantinas, se orientaron en opuesto sentido ya que el sacerdote (que al
ofrecer el sacrificio miraba a Oriente) no celebraba ya de cara al pueblo como antes.
Además de las iglesias de tipo basilical, había en esta primera época de la paz constantiniana otras
menores de planta simplemente rectangular o cuadrada e incluso redonda, que servían
de oratorios o capillas sepulcrales o memorias de los mártires (cellae memoriae) y no faltaban
otras de forma poligonal o circular destinadas a baptisterios. Todas ellas e incluso casi todas las
grandes basílicas se construyeron desde sus fundamentos y sólo algunas en escaso número habían
sido antes edificios públicos o templos de que se habilitaron para el culto católico.
La distribución interior de las basílicas en los primeros siglos de la paz, siguiendo el modelo de las
constantinianas, es como sigue:
el atrio, con su entrada, su peristilo y su fuente o cántharus en medio, precedido a veces de
un pórtico o vestíbulo exterior
el nárthex o vestíbulo interior
justo después, las tres puertas correspondientes a las tres naves
las tres naves, separadas por columnas y, a veces, por verjas y cortinajes
el coro de los cantores
el bema o ábside o presbiterio elevado con dos o tres gradas con su arco de triunfo sobre la
entrada y su único altar en medio cubierto con un templete o baldaquino y situado sobre
la cripta o sepultura de un mártir
(confessio o ciborio: http://es.wikipedia.org/wiki/Ciborio_(arquitectura)). Además, tiene el ábside
su cátedra episcopal
los ábsides laterales o nichos para servir de sacristías o secretarium, donde se colocaban las
vestiduras y diferentes objetos sagradas en el de la derecha, llamada diaconium y las ofrendas de
los fieles en el de la izquierda que por esto se denominaba zophylacium. No siempre existían los
ábsides secundarios ni se destinaban en todo caso a servir de sacristía. Pero en algunas iglesias se
colocaban a los lados del presbiterio dos altares menores para la preparación y terminación del
sacrificio (próthesis y apódosis, respectivamente)
En la entrada del presbiterio, como para aislarlo del resto de la iglesia, se elevaban unas columnas
que sostenían un arquitrabe de mármol o de madera para fijar sobre él exvotos ylámparas. A este
conjunto arquitectónico se le llama pérgula y corresponde al iconostasio de las iglesias orientales
el cual es un cuerpo más cerrado y completo y se halla decorado con multitud de imágenes
devotas. Sobre una parte de las naves laterales había en algunas basílicas un piso con tribunas que
daban vista a la central y que se reservaban, generalmente, a las vírgenes y viudas. Este sitio se
llamaba gynnaeceum. La planta baja de la nave izquierda (o sea, del Evangelio) se destinaba a las
mujeres y se denominaba matronikion. A la derecha, para los hombres, se llamaba andron y cada
grupo entraba en la basílica por su puerta correspondiente. La de en medio, que se
llamaba argéntea y speciosa, servía de entrada a los clérigos. En la parte derecha y con separación
de verja o pretil, se situaban los hombres de distinción y a la izquierda las matronas. De aquí los
nombres de senatorium y matronaeumque, respectivamente, se les daba. A los lados del coro se
situaban anchos púlpitos o ambones para la lectura del Evangelio y la Epístola.
La colocación de los fieles era la siguiente:
en el atrium o, en su defecto, en el nárthex pero a distancia de la puerta interior de entrada se
colocaban los penitentes del primer grado (flentes)
en el nárthex o pronaos, junto a la puerta interior, los penitentes del segundo grado (audientes) y
los catecúmenos del primero (que también se llamaban audientes)
dentro ya de las naves y cerca de las puertas, los penitentes del tercero y cuarto grados
(prostrati y consistentes) con los catecúmenos prostrati y competentes
más adelante estaban los fieles comunicantes o que participaban de los divinos misterios.
La basílica litúrgica
Este género de arquitectura basilical siguió imperando en Roma y sus cercanías con bastante
firmeza y exclusivismo hasta la época moderna (salvo raras excepciones) pero en las demás
regiones del mundo católico evolucionó mucho después transformándose en diferentes géneros y
estilos. decimos q tambien es importante xq la basilica romana es un imperio romano europeo
Con independencia de su trazado arquitectónico, una iglesia puede titularse «Basílica» por
prerrogativa del Romano Pontífice. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias
que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve,
obtengan ese privilegio papal. Se distinguen las basílicas mayores y las basílicas menores.
Cuando el papa eleva a una iglesia a la condición de Basílica Menor le otorga el derecho a lucir en
el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo o
mosquitero==umbraculum(se ve en la foto) y el tintinábulo,con 8 o mas campanillas (tambien se
ve). Además, el Santo Padre concede a la comunidad que rinde culto en la Básilica la gracia de
ganar la indulgencia plenaria si visita el templo en cuatro ocaciones especiales: San Pedro y San
Pablo, el 29 de junio, la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, la fiesta de Santa María de la
Porciúncula (el llamadoPerdón de Asis o indulgencia porziuncola), el 2 de agosto, y otra fecha
elegida libremente, una vez al año.
Tambien se asocian al templo ciertos deberes, entre ellos:
Que el oficio celebrado en ella sea un ejemplo para los demás templos de la Diocesis a la que
pertenece,
Promover la formación bíblica y religiosa de los fieles, como el estudio y divulgación de los
documentos con los que se propone el magisterio del Sumo Pontífice.
La obligatoreidad para la celebración de las fiestas de la La Cátedra del Apóstol San Pedro (22 de
febrero), de San Pedro y San Pablo (29 de junio), y el aniversario de la exaltación del Sumo
Pontífice.
CAPILLA
Una capilla es un tipo de oratorio que puede ser independiente o formar parte de una estructura o
edificio mayor.
Con el término capilla se engloban muy diferentes construcciónes e instituciones.
Por un lado se encuentran los diferentes departamentos alojados a lo largo de las iglesias,
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  • 1. Curso sobre Liturgia Lección 1 La Liturgia La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para desginar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental. El Concilio Vaticano II en la "Constitución sobre la Liturgia" nos presenta un tratado amplio, profundo y pastoral sobre el tema. Citamos algunos conceptos para darnos una idea de lo importante que es vivir la Liturgia, si queremos enriquecernos de los dones que proceden de la acción redentora de Nuestro Señor. "La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC 7). En esta amplia descripción encontramos lo que es realmente la Liturgia. Señalamos que: 1.-Es el ejercicio del sacerdocio de Cristo. Es decir, en la Liturgia, Cristo actúa como sacerdote, ofreciéndose al Padre, para la salvación de los hombres. 2.-Los signos sensibles realizan la santificación de los hombres en lo que quieren decir. Por ejemplo, el agua en el Bautismo significa y realiza la purificación y es principio de vida, el pan en la Eucaristía alimenta el espíritu del hombre. 3.-En la acción litúrgica, Cristo y los cristianos, que forman el Cuerpo Místico, ejercen el culto público. 4.-Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción humana puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Para asimilar mejor los conceptos que nos revelan la importancia de la liturgia, citamos otro texto del Concilio: "La Liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza". Significación de la palabra "Liturgia"
  • 2. 1069 La palabra "Liturgia" significa originariamente "obra o quehacer público", "servicio de parte de y en favor del pueblo". En la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en "la obra de Dios" (cf. Jn 17,4). Por la liturgia, Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención. 1070 La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente la celebración del culto divino (cf Hch 13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio (cf. Rm 15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En todas estas situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres. En la celebración litúrgica, la Iglesia es servidora, a imagen de su Señor, el único "Liturgo" (cf Hb 8,2 y 6), del cual ella participa en su sacerdocio, es decir, en el culto, anuncio y servicio de la caridad: Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7). Qué es la liturgia? en corto Etimología El termino liturgia procede del griego clásico, leitourgía ( de la raíz lêit – leôs-laôs- : pueblo, popular; y érgon: obra) lo mismo que sus correlativos leitourgeîn y leitourgós, y se usaba en sentido absoluto sin necesidad de especificar el objeto, para indicar el origen o el destino popular de una acción o de una iniciativa, independientemente del modo como se asumía ésta. Con el tiempo la presentación popular perdió su carácter libre para convertirse en un servicio oneroso a favor de la sociedad. Liturgia vino a designar un servicio público. Cuando este servicio afectaba al ámbito religioso, liturgia se dirigía al culto oficial de los dioses. En todos los casos la palabra tenía un valor técnico Uso del término “liturgia” en la Biblia En el AT: El verbo leitourgeô y el sustantivo leitourgía se encuentran 100 y 400 veces, respectivamente en la versión de los LXX, y designan el servicio cultual de los sacerdotes y levitas en el templo. El término en hebreo es algunas veces shêrêr (cf. Núm 16,9) y otras abhâd y abhôdâh, que designa prácticamente siempre el servicio cultual del Dios verdadero realizado en el santuario por los descendientes de Aarón y de Leví. Para el culto privado y para el culto de todo el
  • 3. pueblo los LXX se sirven de las palabras latreía y doulía (adoración y honor). En los textos griegos solamente, leitourgía tiene el mismo sentido cultual levítico (cf. Sab 18,21; Eclo 4,14; 7,29-30; 24,10, etc.). Esta terminología supone ya una interpretación, distinguiendo entre el servicio de los levitas y el culto que todo el pueblo debía dar al Señor (cf. Ex 19,5; Dt 10,12). No obstante, la función cultual pertenecía a todo el pueblo de Israel, aunque era ejercida de forma especial y pública por los sacerdotes y levitas. En el griego bíblico del Nuevo Testamento, leitourgía no aparece jamás como sinónimo de culto cristiano, salvo en el discutido pasaje de Hch 13,2. En el NT: La palabra liturgia se utiliza con los siguientes sentidos en el NT: a) En sentido civil de servicio público oneroso, como en el griego clásico (cf. Rm 13,6; 15,27; Flp 2,25.30; 2 Cor 9,12; Heb 1,7.14) b) En sentido técnico del culto sacerdotal y lévitico del AT (cf. Lc 1,23; Heb 8.2.6; 9,21; 10,11). La Carta a los Hebreos aplica a Cristo, y sólo a él, esta terminología para acentuar el valor del sacerdocio de la Nueva Alianza. c) En sentido de culto espiritual: San Pablo utiliza la palabra leitourgía para referirse tanto al ministerio de la evangelización como al obsequio de la fe de los que han creído por su predicación (cf. Rm 15,16; Flp 2,17). d) En sentido de culto comunitario cristiano: El texto de Hch 13,2 («leitourgoúntôn») es el único del NT donde la palabra liturgia puede tomarse en sentido ritual o celebrativo. La comunidad estaba reunida orando, y la plegaria desembocó en el envío misionero de Pablo y de Bernabé mediante el gesto de la imposición de manos (cf. Hch 6,6). Esta reserva en el uso de la palabra liturgia por el Nuevo Testamento obedece a su vinculación al sacerdocio levítico, el cual perdió su razón de ser en la Nueva Alianza. Evolución posterior En los primeros escritores cristianos, de origen judeocristiano, la palabra liturgia fue usada de nuevo de nuevo en el sentido del Antiguo Testamento, pero aplicada al culto de la Nueva Alianza (cf. Didaché 15,1; 1 Clem. 40,2.5). Después la palabra liturgia ha tenido una utilización muy desigual. En las Iglesias orientales de lengua griega leitourgía designa la celebración eucarística. En la Iglesia latina liturgia fue ignorada, al contrario de lo que ocurrió con otros términos religiosos de origen griego que fueron latinizados. En lugar de liturgia se usaron expresiones como munus, oficcium, ministerium, opus,
  • 4. etc. No obstante San Agustín la empleo para referirse al ministerio cultual, identificándola con latría (cf. S. Agustín, Enarr. in Ps 135, en PL 39, 1757.). A partir del siglo XVI liturgia aparece en los títulos de algunos libros dedicados a la historia y al explicación de los ritos de la Iglesia. Pero, junto a este significado, el término liturgia se hizo sinónimo de ritual y de ceremonia. En el lenguaje eclesiástico la palabra liturgia empezó a aparecer a mediados del siglo XIX, cuando el Movimiento litúrgico la hizo de uso corriente. Qué es la liturgia? La palabra liturgia proviene del griego clásico profano ("obra para la comunidad"). La traducción del Antiguo Testamento al griego, realizada por los judíos de la ciudad de Alejandría, en Egipto, durante los siglos III y II antes de Cristo, conocida como la Versión de los LXX, así como el Nuevo Testamento (NT) cristiano suelen utilizarla en un sentido cultual. Cfr. Hebr. 8, 2 y Rom. 15, 16 donde a Cristo y Pablo se les llama "liturgos". En la iglesia primitiva griega se redujo el uso de la palabra al de "culto divino", y más tarde al de "misa". En el occidente europeo la palabra entró mucho más tarde con el humanismo renacentista con ese sentido restringido, y sólo desde el siglo XIX lo utilizan los documentos eclesiásticos en un sentido amplio de culto divino en la Iglesia. La discusión sobre cuál es la correcta definición de "liturgia" entró en una nueva fase a partir de documentos eclesiásticos sobre ese tema: Encíclica "Mediator Dei" (MD), 1947; Instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos del 3-IX-1958; Constitución "Sacrosantum Concilium" (SC) del Concilio Vaticano II aprobada el 4-XII-1963 sobre la sagrada liturgia. En la MD se rechaza como definición insuficiente a la que entienda a la liturgia únicamente como la parte externa de las ceremonias y rúbricas (reglas que enseñan la ejecución y práctica de las ceremonias) del culto divino. La liturgia es el mismo culto divino: El culto público íntegro del cuerpo místico de Jesucristo, de su cabeza y de sus miembros. Jurídicamente, en el Código de Derecho Canónico, su primera promulgación fue en 1917, se entendía únicamente como liturgia a los actos realizados según los libros litúrgicos de la Santa Sede, y a todos los demás actos cultuales se les llamaba "pia exercitia" (ejercicios piadosos). Hasta los tiempos del Vaticano II y especialmente después de la promulgación del Nuevo Código de Derecho Canónico, 1983 se distinguía claramente entre "actos litúrgicos" (la Misa) y "actos no litúrgicos" (el rezo del rosario), que hoy se consideran como actos litúrgicos en un sentido amplio, a los que la MD considera "incluidos de alguna manera en el orden litúrgico".
  • 5. Lección 2 Objetos Litúrgicos ACETRE Etim. Del árabe as-satl, el vaso con asa, y este del latín situla. Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo. BOLSA DE CORPORAL Donde se guarda el corporal una vez terminada la Santa Misa CALIZ Etim.: latín calix, taza, copa, vasija donde se bebe. Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por excelencia, indispensable para el sacrificio de la Santa Misa ya que debe contener el vino que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo. El cáliz nos recuerda ciertos pasajes bíblicos en los cuales Jesús asocia a si mismo y de una nueva manera, el uso de una copa: los discípulos ¨tomarán de la copa que Jesús tomarᨠ(Mc 10: 38). En al Última Cena, la copa contenía vino que ¨es Su Sangre¨, y en Getsemaní Jesús ora para que si es posible, se aparte de él ¨la copa¨. Su forma, materia y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe, preferiblemente, para el cáliz metales preciosos. No puede ser hecho de ningún material que absorba líquidos. El pie o soporte puede ser de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para el uso sagrado en la Santa Misa. Ver: Cáliz de la Última Cena
  • 6. COPÓN Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias, para poder llevarlas a los enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que los cálices para distinguirlos de estos. CORPORAL Etim.: latín corporalis, del cuerpo Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se pone debajo de la custodia durante la Exposición del Santísimo. Debe de ser de lino o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado mas que una pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales. CRISMERA Vaso o ampolla donde se guarda el crisma. CUSTODIA (ostensorio) Etim. del latín custodia. Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se pueda ver para la adoración. También se le llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar. Hay gran variedad de tamaños y el estilos. Generalmente alrededor de la Eucaristía se representan rayos que simbolizan las gracias conferidas a los que adoran. GREMIAL Etim.: del latín gremium, regazo. Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse. HIJUELA Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular), o sobre el cáliz (paño
  • 7. cuadrado). HISOPO Etim. del latín hyssopus; este del griego y este del hebreo ’ezob. Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el acetre. INCIENSO Etim.: del latín, incensum, incienso. Resinas aromáticas, en forma granulada o en polvo, que se queman en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia. Cuando se bendicen son un sacramental. Quema incienso significa celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que ascienden al cielo. Se usa en la Misa para el libro de los Evangelios, el altar, el pueblo de Dios, los ministros y el pan y el vino. Se usa también en la bendición con el Santísimo, en procesiones. INCENSARIO Utencilio para incensar en las ceremonias litúrgicas. LAVABO Etim. Del latín lavabo, lavaré, primera persona del sing. del futuro de ind. de lavare. LECCIONARIO Libro que contiene las lecturas de las Sagradas Escrituras organizadas según se utilizan en la Santa Misa: Un el ciclo de tres años para los domingos y fiestas solemnes; un ciclo de dos años para los días de semana y un ciclo de un año para las fiestas de los santos. Contiene además lecturas para una variedad de misas, como para fiestas de pastores, doctores, vírgenes, etc. El leccionario actual se promulgó el 22 de marzo de 1970. LIBROS: Los libros de la liturgia son el misal y el leccionario LUNETA Etim.: de luna. Pieza de oro, o dorada, en que se encierra la Sagrada Hostia para ser expuesta. Ver también "custodia" y "luneta". MISAL: contiene las oraciones de la Santa Misa. El sacerdote lo tiene sobre el altar.
  • 8. MITRA Utilizada por los obispos en la liturgia, símbolo del episcopado. En el "Cæremoniale Romanum" aparecen tres tipos de mitras: 1- la "mitra pretiosa" para cuando se utiliza el Te Deum en el Oficio Divino, es la mas ornamentada , 2- "auriphrygiata", para el adviento y la cuaresma y 3- "simplex", para días de ayuno y penitencia, Viernes Santo y funerales. NAVETA Recipiente, muchas veces en forma de pequeña nave, para el incienso que se utiliza en las ceremonias. PALIA :Lienzo para cubrir el cáliz PATENA Etim.: Latín, Patena. Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa. PECTORAL Del Latín, pectoralis. Cruz que llevan al pecho los obispos. PURIFICADOR Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la Misa para purificar el cáliz.
  • 9. VASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y patena VELO HUMERAL Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El. VELO DEL CÁLIZ El que cubre el cáliz fuera del ofertorio y el canon de la misa. Es del mismo color litúrgico que los ornamentos. VINAJERAS Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa. Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos. Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el latín vinum yaqua. Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio. VIRIL Etim. de vidrio. Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la Custodia. También se usa un viril para guardar reliquias en un relicario. Ver también "luneta"
  • 10. Lección 3 Los colores litúrgicos Las acciones litúrgicas (en particular la misa) de cada día se celebran con ornamentos de diversos colores: blanco, morado, verde, rojo y otros. La diversidad de colores en los ornamentos tiene por objeto expresar con más eficacia, también en el exterior, la particularidad de la celebración de cada misterio de la fe, y el sentido de la vida cristiana, que progresa en el curso del año litúrgico. En cuanto al color de los ornamentos: El color blanco expresa alegría y pureza. Por eso se usa en los oficios y Misas del Tiempo Pascual y de Navidad; en las fiestas o conmemoraciones del Señor que no se refieran al misterio de su Pasión; en las fiestas y conmemoraciones de la santísima Virgen María, de los Santos Angeles, y de Santos no Mártires; en las fiestas de Todos los Santos (1°de noviembre), san Juan Bautista (24 de junio), san Juan Evangelista (27 de diciembre), Cátedra de San Pedro (22 de febrero) y la Conversión de San Pablo (25 de enero). El color rojo es el color de la sangre y del fuego. Por eso se usa el Domingo de Pasión y el Viernes Santo, en la fiesta de Pentecostés, en las fiestas de la Pasión del Señor, en las fiestas de los Apóstoles y Evangelistas, y en las fiestas de los santos Mártires. El color verde se usa en los oficios y Misas del «ciclo anual». El color morado es signo de penitencia y austeridad; se usa en el tiempo de Adviento y de Cuaresma. También puede usarse en los Oficios y Misas de difuntos. El color negro, expresión de duelo, puede usarse en las Misas de difuntos. El color rosado (un morado "suavizado", menos intenso) puede usarse en los domingos Gaudete (III de Adviento) y Laetare (IV de Cuaresma). Sin embargo, las Conferencias Episcopales pueden determinar y proponer a la Sede Apostólica, adaptaciones que respondan a las necesidades y a la índole de los pueblos. En los días más solemnes pueden emplearse ornamentos más nobles, aunque no sean del color del día (por ejemplo ornamentos dorados o plateados). Las Misas rituales (durante las cuales se celebra otro sacramento o sacramental) se dicen con el color propio conveniente a la Misa que se celebra o también con el color propio del día o del tiempo Lección 4 Los vestidos litúrgicos
  • 11. Pedagogía Del Vestido No es indiferente el modo de vestir una persona, para determinadas actividades y situaciones. Es una ley cultural, que tiene su fuerza pedagógica, el llevar especiales vestidos para especiales ocasiones, sean éstas reuniones políticas, fiestas sociales o simplemente la distinción de un domingo en relación con los días de trabajo. Normalmente una novia acude a su boda vestida como tal y no simplemente de calle. Y si va de calle, es un gesto el suyo que sigue teniendo una fuerza expresiva, que bien puede ser por ejemplo señal de contestación o de luto. El vestido diferencia las personas (autoridades, militares, jueces, distintas clases de familias religiosas...) y las circunstancias (luto, fiesta). Es un elemento, no esencial, pero muy expresivo en todo el complejo de las comunicaciones humanas y sociales. No es extraño que también en la celebración cristiana el vestido tenga su importancia. Además de obedecer a las leyes de la psicología humana o de las diferenciaciones sociales, en este caso el vestido apuntará a la naturaleza del misterio que los cristianos celebramos. Una Misa en la que el presidente no se reviste de modo especial, "valdría" igual: pero ciertamente sería una celebración muy poco digna y poco expresiva de lo que la comunidad cristiana entiende de la Eucaristía. Se puede celebrar el sacramento de la Reconciliación sin vestidos litúrgicos. Pero el nuevo Ritual indica que, si se hace en la iglesia, el ministro reciba a los penitentes revestido de alba y estola: el vestido quiere de alguna manera expresar que lo que allí sucede no es un mero diálogo entre amigos, sino una "celebración" eclesial. No es el caso de absolutizar la importancia de un vestido o de otro. Jesús criticó duramente a los fariseos y sacerdotes de su tiempo por la idolatría en que habían caído en relación a pequeños detalles, entre ellos el del vestido. Pero el otro extremo sería el descuidar la función que tanto. en la vida como, sobre todo, en la celebración cristiana pueden tener las formas de vestir, sobre todo cuando se trata de los ministros que actúan en ella. ¿También los fieles revestidos? Cuando en una de las persecuciones romanas fue confiscada una casa en Cirta, en el Norte de Africa, el año 303, los guardias hicieron un cuidadoso inventario de todo lo que requisaron en el lugar de reunión de los cristianos de la ciudad. Entre los diversos objetos de valor que anotaron, además de dos cálices de oro y seis de plata, de códices y lámparas, constan también unos vestidos que nos pueden extrañar: 82 túnicas para mujeres y 16 para hombres... Aparte de que ya se nota que había más mujeres que hombres ya en aquellas Eucaristías, (cosa que se nota también
  • 12. en el número de sandalias especiales que requisaron los perseguidores), lo raro es que en aquella comunidad no parece que se revistieran sólo los ministros, sino toda la asamblea expresaba su acción festiva con túnicas especiales... El que los fieles cristianos acentúen con vestidos diferentes la solemnidad o las características de lo que celebran, ha quedado todavía en algunas ocasiones: así, por ejemplo, en la celebración del Matrimonio, sobre todo por parte de la novia; en la primera Comunión; en los vestidos austeros y especiales que en otros siglos llevaban los "penitentes", y ahora los miembros de las hermandades de la Semana Santa; en la profesión religiosa, sobre todo en la imposición de los diferentes hábitos de las varias familias religiosas... En el sacramento del Bautismo, después del gesto central del agua, entre las acciones simbólicas "complementarias", está también la de la imposición de un paño blanco sobre el bautizado. La intención es clara; el nuevo "estado" del cristiano es un estado de gracia, de "revestimiento de Cristo" (Gal 3,26; Rom 13,14). Su dignidad y el don de la nueva vida en Cristo, se significan oportunamente con un vestido blanco, a ser posible bordado por la misma familia, y que se puede conservar como recuerdo del sacramento celebrado. En este caso, el vestido quiere ayudar a entender en profundidad lo que sucede en el sacramento del Bautismo. Con una resonancia clara de los pasajes del Apocalipsis, en que los seguidores victoriosos de Cristo aparecen también con túnicas blancas, cantando a su Señor (Apoc 7,9), como "invitados a las bodas del Cordero" (Apoc 19,9). Por lo general, la comunidad cristiana puede considerarse que subraya la Eucaristía dominical con sus vestidos de fiesta. También aquí el vestido tiene su elocuencia: los cristianos se "endomingan" el día del Señor, distinguiéndolo de los días de trabajo, acudiendo así a su reunión más festiva de la Eucaristía. ¿No es esto una señal de libertad, de victoria, de celebración? Los vestidos de los ministros: historia Pero son los ministros, sobre todo el presidente de la celebración, los que tradicionalmente se revisten con atuendos especiales en el ejercicio de su ministerio. Ya en la liturgia de los judíos se concedía importancia a veces exagerada a los vestidos de los celebrantes. Se veía en ellos un signo del carácter sagrado de la acción, de la gloria poderosa de Dios y de la dignidad de los ministros. Así se describen, por ejemplo, los ornamentos litúrgicos de un sumo sacerdote: "cuando se ponía su vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria el recinto del santuario" (Ecclo 50,11). En los primeros siglos no parece que los ministros cristianos significaran tal condición con vestidos diferentes, ni dentro ni fuera del culto. En todo caso lo hacían con vestidos normales de fiesta, con las túnicas grecorromanas largas.
  • 13. Todavía en el siglo V el papa san Celestino I, en una carta a los obispos de las provincias galas de Vienna y Narbona, se queja de que algunos sacerdotes hayan introducido vestidos especiales: ¿por qué introducir distinciones en el hábito, si ha sido tradición que no? "Nos tenemos que distinguir de los demás por la doctrina, no por el vestido; por la conducta, no por el hábito; por la pureza de mente, no por los aderezos exteriores" (PL 50,431). Pero poco a poco se dio una evolución: se estilizaron los hábitos normales hasta adquirir una identidad de vestidos litúrgicos. A medida que el traje civil fue cambiando -acortándose- se prefirió que para el ministerio litúrgico continuara usándose la túnica clásica. Con ello a la vez se denotaba el carácter diferente de la actividad celebrativa, la distinción de los ministros y el tono festivo de la celebración. No se ponía en ello ningún énfasis exagerado, al principio. Más bien se buscaba una pedagogía para el momento del culto sagrado y se deseaba que fuera, en la vida normal, no hubiera ninguna distinción entre los ministros y los demás fieles (así el año 530, el papa Esteban prohibía a los sacerdotes ir vestidos de forma especial fuera de la iglesia, y lo mismo S. Gregorio Magno). Fue a partir más o menos del siglo IX cuando se "sacralizó" con mayor fuerza el tema de los vestidos, buscándoles un sentido más bien alegórico, interpretando cada uno de ellos en sentido moral (el alba indicaba la pureza, la casulla el yugo suave de Cristo ... ) 0 como referencia a la Pasión de Cristo o como imitación de los sacerdotes del AT y a ala vez se empezó a bendecir los ornamentos y a prescribir unas oraciones al momentos de revestirlos. En rigor habría que decir que los actuales vestidos litúrgicos son herencia de los trajes normales de los primeros siglos; cuando en la vida profana se dejaron de usar, se decidió seguir utilizándolos en el culto, porque se veía la pedagogía expresiva que podían tener para entender mejor el papel de los ministros y la naturaleza de la celebración. Vestidos actuales Actualmente es distinta la costumbre respecto a los varios ministros de la celebración: mientras el organista y los cantores no se revisten, los lectores y ministros de la comunión sí lo hacen a veces; los monaguillos generalmente tienen su vestidura especial; pero los que como norma se revisten son los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos. El vestido litúrgico básico para estos ministros ordenados es el alba, blanca túnica, a la que se va buscando dar una forma más estética, de modo que no requiera amito (porque cierra bien el cuello) ni cíngulo (porque adquiere una forma elegante).
  • 14. Sobre el alba los ministros ordenados se ponen la estola.- esa franja de diversos colores (su nombre viene del griego "stolizo", adornar) que los diáconos se colocan en forma cruzada, mientras que los presbíteros y obispos lo hacen colgándola por ambos lados del cuello; también la estola se tiende a que sea de materia más digna y estética, para los casos, cada vez más numerosos, en que se celebra sin casulla (diáconos, concelebrantes, etc.). Además del alba y la estola, el presbítero o el obispo que preside la Eucaristía se reviste la casulla: su nombre ya indica que es como una especie de "casa pequeña", a modo de manto amplio que cubre a la persona (como el "poncho" americano actual). La casulla es el indumento litúrgico que ha venido a caracterizar sobre todo la celebración eucarística. Mientras que se va perdiendo la "dalmática" (que vendría a ser como una casulla con mangas) que llevaban antes los diáconos. Hay otros vestidos menos usados: el "palio", que es como una estola que utilizan los arzobispos a modo de escapulario, de tela blanca salpicada de cruces, que les envía el Papa como distintivo de su especial dignidad; la "capa pluvial" que se utiliza principalmente en las procesiones; las vestiduras corales de los canónigos (por ejemplo el manto coral y la muceta negra); las "insignias" distintivas (por ejemplo para el obispo, la cruz pectoral, el anillo, el báculo pastoral, el solideo color violeta -para el Papa es blanco el solideo, para los cardenales, rojo, y para los abades, negro)... Ultimamente diversos Episcopados, ateniéndose a la flexibilidad que el mismo Misal sugiere (IGMR 304), han pedido y obtenido de Roma un reajuste en el vestido litúrgico del que preside la Eucaristía, con una soluci6n que tiende a unificar la casulla, el alba y la estola.
  • 15. La casulla que, durante siglos, había sido amplia y elegante, había adquirido con el correr del tiempo unas formas más recortadas y de poco gusto, hasta llegar a la forma de guitarra que todos hemos conocido, recargada, además, con adornos y bordados que hacían de ella más un "ornamento" que un vestido. En 1972, a petición de los obispos franceses, se aprobó el uso de una especie de alba con una gran estola encima, que por su amplia forma de corte se puede decir que es a la vez alba y casulla. Se ha ido aprobando) por Roma para todos los países que lo han pedido (Argentina, Brasil, Canadá, Filipinas ... ), sobre todo para las celebraciones de grupos, concelebraciones o actos de culto que se tienen fuera de la iglesia, quedando en pie que el vestido litúrgico del que preside la Eucaristía es la casulla sobre el alba y la estola, y reconociendo que esta forma de alba-casulla cumple, en esas circunstancias mencionadas, la finalidad buscada. La búsqueda de una estilización de los vestidos litúrgicos, más en consonancia con el gusto estético de nuestros días, no quiere oscurecer, sino por el contrario favorecer, la razón de ser que tienen en la liturgia cristiana: expresar pedagóigicamente, con el lenguaje simbólico que les es propio, la dignidad de lo que celebramos, y el ministerio característico de cada uno de los ministros que intervienen en la celebración. (Cfr. En Phase 72 (1972) 570-571 la carta de concesión de esta casulla-alba a los obispos franceses). Ya antes se había hecho una sabia "modernización" en este terreno, cuando en 1968 se dieron normas para la simplificación de las insignias y vestidos pontificales. Entonces ya se invitó a que el obispo, para la celebración solemne, se revistiera aparte (y no delante de la asamblea, como sucedía hasta entonces); que no hacía falta que se pusiera diversos distintivos como los guantes o las sandalias; que bastaba con el alba debajo de la casulla (sin necesidad de otras túnicas que antes se sobreponía); que la "cátedra", su sede, no debía parecerse a un trono, con su baldaquino y todo... Se quería conjugar a la vez la expresión gráfica de lo que es un obispo para la diócesis -maestro, animador espiritual, signo genuino de Cristo Pastor- con una sencillez más evangélica en los signos de esa dignidad... El sentido de que los ministros se revistan ¿Por qué se revisten los ministros en la celebración cristiana? La respuesta la da el mismo Misal, en su introducción: "En la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, no todos los miembros desempeñan un mismo oficio. Esta diversidad de ministerios se manifiesta en el desarrollo del sagrado culto por la diversidad de las vestiduras sagradas, que, por consiguiente, deben constituir un distintivo propio del oficio que desempeña cada ministro. Por otro lado, estas vestiduras deben contribuir al decoro de la misma acción sagrada" (IGMR 297). Los vestidos en la liturgia no tienen una finalidad en sí mismos, como si fueran algo sagrado. Tienen una función que podemos llamar pedagógica, en la línea que hemos visto funcionar en la vida social, con el lenguaje expresivo y simbólico que les es propio.
  • 16. Ante todo, estas vestiduras distinguen las diversas categorías de los ministros. Es lógico que el obispo, por la plenitud de ministerio que tiene en la comunidad cristiana, signifique con algún distintivo su identidad: el báculo, la cruz pectoral, el anillo, el solideo, la mitra... Es lógico que el que preside la Eucaristía, presbítero u obispo, en nombre de Cristo, se revista de un modo determinado, que ha venido a ser con la casulla. Naturalmente que estos vestidos no están pensados para "separar" a los ministros de la comunidad. Toda la comunidad cristiana que celebra la Eucaristía es "pueblo sacerdotal", con una dignidad radicalmente igual, que le viene del Bautismo. Todos son hermanos en la casa de Dios. Estos vestidos no son signos de poder o de superioridad, por parte de los ministros. Son unos signos simbólicamente eficaces, que recuerdan a todos en primer lugar a los mismos ministros- que ahora no están actuando como personas particulares en su oración o en su predicación, sino como ministros de Cristo y de la Iglesia. Que están actuando "in persona Christi" y también "in persona Ecclesiae". El vestido tiene, para esta finalidad, una contrastada eficacia, como en la vida civil, judicial, política o académica. Aquí, en la celebración, "distinguen" sin separar. Ejercen una cierta mediación pedagógica para favorecer el clima y la identidad de la celebración cristiana, en la que hay una alternancia interesante entre una comunidad y sus ministros. Estos vestidos ayudan también al decoro, a la estética festiva de la celebración. No se trata de hacer ostentación de riqueza, sino de mostrar, por el mismo modo exterior de actuar, el aprecio que se tiene a lo que celebramos. Se unta el valor de la Palabra, de la Eucaristía, de la asamblea misma, del día del Señor- si es domingo-, del misterio de la presencia del Señor en medio de los suyos: todo esto hace que la celebración cristiana sea un momento privilegiado en el conjunto de la vida de fe. Un momento que pide signos exteriores de aprecio; y el vestido, junto a las imágenes y los cantos y tantos otros signos, es uno de los elementos más fácilmente inteligibles para subrayar el carácter festivo de la acción. En el fondo está siempre la proporción pedagógica entre lo que celebramos y el modo exterior de comportarnos. Y aquí lo que celebramos es en verdad algo importante y festivo. Y cuanto más festivo, tanto más significativo debería ser también el vestido litúrgico que nos ponemos. Un domingo no es lo mismo que otro día de la semana. La noche de Pascua no es como cualquier otro domingo... La estética y la "festividad" (lo que el Misal llama "decoro") son los objetivos de estos vestidos litúrgicos que se endosan los ministros. Al decoro festivo de toda la celebración contribuye ciertamente el que se respeten las leyes e a estética y la dignidad en esas vestiduras. Unas leyes que hoy están presididas por la sencillez (contra el barroquismo que antes gustaba), por la dignidad en la belleza, sin ampulosidad, pero también sin tacañería, de modo que exista
  • 17. autenticidad también en este signo: unos verdaderos "vestidos", nobles y dignos, que favorezcan el aprecio a la misma celebración y el ejercicio del ministerio por parta de los ministros. De alguna manera los vestidos litúrgicos ayudan a entender el misterio que celebramos. Expresan elocuentemente que estos ministros -sobre todo el presidente- están animando una celebración sagrada. Lo que está sucediendo aquí no es como otros encuentros que se pueden tener en una comunidad o en una parroquia, sino una verdadera experiencia sacramental de la gracia de Cristo, un encuentro con el Cristo presente en su Palabra, en su Eucaristía, en la misma comunidad reunida en su nombre. Y como tal acción misteriosa y sagrada, se realiza con signos exteriores diversos de los ordinarios. El que los ministros se revistan de modo especial quiere expresar el sentido de este "salto" que existe entre las otras acciones y ésta: la "ruptura" con la vida normal. Porque la Palabra que aquí se proclama no es lo mismo que las mil palabras que nos envuelven continuamente. La comunión con el Cristo de la Eucaristía no es como una comida de hermandad cualquiera. Así como a un ministro, el vestido especial le recuerda que no actúa como persona privada, sino como ministro de Cristo y de la Iglesia, le recuerda también que él no es "dueño de la Eucaristía", ni de la Palabra. Que está realizando, en nombre de Cristo y de la Iglesia, una acción que le sobrepasa totalmente a él: que está sirviendo a un misterio de comuni6n entre Dios y su Pueblo. Claro que todo esto no lo dice sólo la indumentaria: es todo un conjunto de comportamientos, de signos, de palabras y de acciones lo que nos introduce pedagógicamente a la experiencia de este misterio cristiano de comunión con Cristo. Pero no es indiferente el factor del vestido. Tampoco en el caso de los grupos más reducidos (una asamblea de niños, de jóvenes, de grupos o comunidades): precisamente porque son grupos más pequeños y homogéneos, a ellos también les hace falta subrayar con signos exteriores que ellos no son dueños de lo que celebran, sino que lo hacen en unión con toda la Iglesia, y el ministro que les preside no lo hace porque es un amigo suyo, sino como ministro de toda la comunidad. Dejar hablar a los signos También en el caso de los vestidos litúrgicos habría que evitar los dos extremos: la supervaloración cuasi-idolátrica, y el abandono o menosprecio de su función pedagógica. No tienen un tono fetichista de valor en sí mismos. Pero siguen expresando pedagógicamente la dignidad de la acción sagrada, siguen "ambientando" el encuentro con Dios, siguen recordando a los ministros su papel de tales en este encuentro misterioso. No son lo más importante en liturgia ni lo más eficaz en la pastoral.
  • 18. No hace falta resucitar las oraciones alegóricas con que antes nos revestíamos cada uno de los ornamentos. Ni obligar a las mujeres a llevar "velo". Ni tachar de pecado mortal al sacerdote que celebra sin casulla. Pero lo que sí hay que decir es que estos vestidos son un factor válido en el conjunto de la celebración. Seguir, también en esto, las sobrias normas de la Iglesia actual, es un signo de eclesialidad y de pedagogía celebrativa. Despreciarlos -actuando sin estos vestidos en la celebración- creo que, además de ser falta de disciplina, es un empobrecimiento del lenguaje simbólico de la liturgia. En una liturgia que está ya muy llena de palabras, tenemos que dejar hablar también a los signos. Y los vestidos, aunque en el conjunto son menos trascendentales, en comparación con la proclamación de la Palabra o de las oraciones o los gestos sacramentales, son un elemento muy visible y que ayuda al tono general de la celebración y a destacar la identidad de los ministros. Desde el Concilio se ha dado mayor libertad para que en las diversas regiones las correspondientes Conferencias Episcopales adapten, si lo creen conveniente, las vestiduras litúrgicas a la propia cultura y costumbres (IGMR 304, siguiendo a SC 128). Esta adaptación, allí donde se realice, irá aportando ciertamente vestidos más convenientes, más estéticos, como hemos visto en el caso de la casulla-alba. Buscar una mejor estética es también importante para la dignidad del culto cristiano, evitando los diversos abusos que en esto se habían producido (sensiblería, imaginaría, barroquismo, ostentación). Junto a la estética, se irán respetando siempre los fines por los que están pensados estos vestidos, y de lo que hemos hablado repetidamente: resaltar el papel de los ministros, subrayar el carácter sagrado de la celebración, y ayudar a su tono festivo y estético. Cuando Roma, el año 1972, permitió la casulla-alba a los países que se lo iban pidiendo, vino a razonar así: no está de acuerdo con la "letra" que hasta ahora era norma (por ejemplo, en el Misal), pero un vestido así sirve muy bien al "espíritu" de la norma.
  • 19. Lección 5 Libros litúrgicos I. INTRODUCCIÓN Por libro litúrgico, en sentido estricto, entendemos un libro que sirve para una celebración litúrgica y está escrito con vistas a ella. En sentido más amplio, es tal también el libro que, aun no habiendo sido escrito con vistas a la celebración, contiene, sin embargo, textos y ritos de una celebración, tanto si han sido usados como si no. En el primer sentido, el libro es un elemento de la celebración, y a él también se le respeta e incluso se le venera; en el segundo sentido, el libro se convierte en fuente para la historia de la liturgia, y en particular del rito o de los elementos que contiene. Además de estas fuentes directas, existen también aquellos escritos que nos informan sobre el hecho litúrgico sin ser por ello libros litúrgicos, como textos de historia, escritos de los padres, documentos del magisterio, etc. Por tanto, los libros litúrgicos contienen los ritos y los textos escritos para la celebración. Son un vehículo de la tradición, en cuanto que expresan la fe de la iglesia, y generalmente son fruto del pensamiento no de un solo autor, sino de una iglesia particular en comunión con las demás iglesias. Pero son también fruto de una cultura, determinada en cuanto al tiempo y al espacio geográfico. En efecto, si bien la liturgia cristiana es sobre todo acción divina que se realiza en el signo sacramental, los libros litúrgicos contienen, sin embargo, las palabras y los gestos con que una cultura ve y expresa esta acción divina. Pero esto se verá más claramente haciendo la historia de los libros litúrgicos. Podemos dividirla en cinco períodos.
  • 20. II. EL TIEMPO DE LA IMPROVISACIÓN Se trata de los tres primeros siglos cristianos. En este tiempo no hay libros litúrgicos propiamente tales, excepto, si así podemos llamarlo, el texto de la biblia. Para el resto, todo se deja a la libre creatividad, salvo en los elementos esenciales. Hallamos rastro de estos esquemas y de esta libertad en textos no propiamente litúrgicos, como la Didajé, que nos da indicaciones sobre el bautismo, sobre la eucaristía, sobre la oración diaria y sobre el ayuno; como los escritos de Clemente de Roma y la Apología de Justino. Hacia el 215 encontramos la Tradición apostólica del presbítero romano Hipólito. En sentido amplio, éste es el primer libro litúrgico, porque contiene sólo descripciones de ritos litúrgicos con algunas fórmulas más importantes: consagración de los obispos, de los presbíteros, de los diáconos y de los demás ministros; esquema de plegaria eucarística, catecumenado y bautismo; oraciones y normas para las vírgenes, las viudas; la oración de las horas, los ayunos, bendición del óleo. La importancia de este documento es múltiple: nos da por primera vez fórmulas de plegaria eucarística, de ordenaciones, del bautismo...; testimonia claramente que no es necesario que el obispo "pronuncie literalmente las palabras citadas, como esforzándose por recordarlas de memoria, sino que cada uno ore según su capacidad. Si alguno es capaz de orar largamente y con solemnidad, está bien. Pero si pronuncia una oración con mesura, no se le impida, con tal que diga una oración de una sana ortodoxia" (c. 9). El texto de Hipólito ha tenido una influencia muy considerable en varios ambientes, como testimonian la traducción copta, árabe, etiópica y latina. III. EL TIEMPO DE LA CREATIVIDAD Desde el siglo IV se precisan los contornos de los diversos ritos litúrgicos, tanto orientales como occidentales. Y esto se debe a la creación de textos que cada iglesia compone y comienza a fijar por escrito, aunque no en forma oficial. Deteniéndonos en la iglesia de Roma, se había producido un fenómeno importante: el paso del griego al latín como lengua litúrgica. Se forma en este siglo el canon romano (la actual primera plegaria eucarística), y se empiezan a componer textos eucológicos en latín. Se continúa así hasta el siglo VI, componiendo cada vez los textos que sirven para las diferentes celebraciones. Es tos se conservan, pero no para ser utilizados de nuevo. Cierta cantidad de tales libelli se encontró en Letrán, y se reunieron en un códice que actualmente se encuentra en la biblioteca capitular de Verona, cod. 85. Descubierto en 1713 por Escipión Maffei y publicado en 1735 por J. Bianchini, recibió de éste el título de Sacramentarium Leonianum, por considerarlo una composición de León Magno (440461). A continuación se descubrió que era obra de diversas manos; entre ellas, además de la del papa León, la intervención de los papas Gelasio 1 (492-496) y Vigilio (537-555). La edición más reciente y mejor es la de L. C. Mohlberg (RED 1,Roma 1956), con el nombre de Sacramentarium
  • 21. Veronense. El texto presenta unos 300 formularios, más o menos completos, divididos en 43 secciones. El redactor los ordenó por meses. Pero faltan los primeros folios, y comienza con el mes de abril. Normalmente cada formulario comprende colecta, secreta, prefacio, poscomunión y super- populum. Falta todo el texto del canon y toda la cuaresma y la pascua. De las demás fiestas a veces tenemos muchos formularios, mientras que algunas celebraciones están ausentes. Por todos estos motivos, no es exacto ni siquiera el término sacramentario. De todos modos, el códice reviste una importancia fundamental para la eucología romana, porque se trata de las primeras composiciones seguramente romanas. En efecto, se encuentra varias veces romana civitas, devotio, nomen, principes, urbs, securitas. Muchas oraciones tienen en cuenta situaciones contingentes de la ciudad de Roma, hasta el punto de que se puede reconstruir su tiempo, a veces también el año, de su composición. Signo éste de una liturgia viva. IV. LOS LIBROS LITÚRGICOS PUROS A partir del siglo VII aumenta la documentación litúrgica. Tenemos libros litúrgicos propiamente tales en uso. Se trata de libros puros, en el sentido de que contienen cada uno un elemento de la celebración, y que por tanto sirven para cada ministro. Así distinguimos: 1. EL SACRAMENTARIO: Es el libro del celebrante, obispo o presbítero, y contiene las fórmulas eucológicas para la eucaristía y los sacramentos. El primero es el así llamado Sacramentario gelasiano antiguo. Se conserva únicamente en el cod. Vat. reg. lat. 316. Transcrito hacia el 750 en Chelles, cerca de París, fue publicado en 1680 por G. Tomas. La última edición de Mohlberg tiene como título Liber sacramentorum romanaeecclesiae ordinis anni circuli (RED 4, Roma 1960). El título gelasiano es impropio. Se debe al hecho de que se ha querido identificar este libro con las "Sacramentorum praefationes et orationes" que, según el Liber Pontificales (ed. Duchesne, París 1925, 1, 225), Gelasio compuso "cauto sermone". El sacramentario está dividido en tres libros: I. Propio del tiempo (de la vigilia de navidad a pentecostés), más los textos para algunos ritos, como las ordenaciones, el catecumenado y el bautismo, la penitencia, la dedicación de la iglesia, la consagración de vírgenes; II. Propio de los santos y el tiempo de adviento; III. Domingos ordinarios, con el canon, y celebraciones varias. Característica del gelasiano es la presencia de dos o incluso tres oraciones antes de la oración sobre las ofrendas. Se discute si la segunda hay que asimilarla a la super sindonem del rito ambrosiano. Pero la discusión más amplia versa sobre el origen del gelasiano. Es claro que hay en el códice influjos galicanos. Pero si el núcleo es romano, ¿cómo explicar la presencia al mismo tiempo en Roma de dos sacramentarios: gelasiano y gregoriano?. La tesis más defendida, salvo detalles, es la de A. Chavasse, según el cual el gregoriano era de uso exclusivo del papa, mientras
  • 22. que el gelasiano era de uso de los títulos (iglesias) presbiterales. El reg. 316 es de importancia fundamental para los ritos del, catecumenado y del bautismo, distribuidos en el ámbito de la cuaresma, con los tresescrutinios y las entregas de los evangelios, del símbolo y del padrenuestro, como también para la celebración del triduo sacro. Encontramosademás en él los ritos de la re conciliación de los penitentes y de la misa crismal, etc. Aludíamos al sacramentario gregoriano. Deberíamos hablar más bien de familia gregoriana, porque hay muchos manuscritos. En general, derivarían de una fuente atribuida al papa Gregorio Magno (590 604), pero redactada bajo Honorio (625 - 638). En general, la estructura gregoriana difiere de la gelasiana por tres aspectos: el gregoriano no está dividido en libros, sino que el santoral está mezclado con el del tiempo, e incluso a veces los domingos toman la denominación de un santo celebrado precedentemente (los apóstoles Pedro y Pablo, Lorenzo...); tiene sólo una oración antes de la oración sobre las ofrendas; indica la estación, o sea; el lugar en que el papa celebraba en un determinado día. Es, en general, un libro más sencillo y menos rico que el gelasiano (muy reducido el número de prefacios, no existen ya las bendiciones sobre el pueblo más que en cuaresma). Los dos tipos principales del gregoriano son el Adriano y el Paduense. El primero se llama así porque deriva de una copia del auténtico gregoriano, que el papa Adriano I (772 795) mando a Carlomagno, que se la había pedido, y que éste conservó en Aquisgrán. De estas copias más o menos directas quedan muchos manuscritos. El mejor es el cod. 164 de Cambrai. Pero al ser incompleto el gregoriano recibido de Roma (faltaban, entre otras cosas, los formularios de los domingos después de pentecostés), fue necesario proveer a un suplemento. Éste, que antes se atribuía a Alcuino, parece ser, por el contrario, obra de Benito de Aniane. Un manuscrito adrianeo sin suplemento es el de Trento. Otro tipo de gregoriano es el de Padua (bibl. capitular D 47), redactado en Lieja hacia la mitad del siglo IX y luego llevado a Verona, con adiciones de los siglos X y XI. No es del todo clara, entre los estudiosos, la sucesión y la dependencia dedos dos tipos: si viene antes la línea de Padua, como pensaba Mohlberg, o al contrario, como piensa Chavasse. Una tercera serie de sacramentarios está constituida por los que se llamaban Missalia regis Pipini, y que hoy llamamos "gelasianos del siglo VIII". Parece tratarse de una fusión de estructura gregoriana con textos gelasianos. Dichos sacramentarios son muchos. Por probable orden deimportancia: Gellone, Angulema, san Galo, el llamado Triplex, Rheinau, Monza. 2. EL LECCIONARIO Al principio se leían directamente de la Biblia las lecturas para la celebración litúrgica, de modo más o menos continuo. Cuando se comenzó a escoger fragmentos para determinados días, éstos fueron marcados en el margen del texto sagrado. En un segundo momento se hizo, primero comoapéndice del libro y luego como códice aparte, un elenco de perícopas distribuidas para
  • 23. varios días. De ahí el término capitularia, porque hacían la lista de los capitula con la indicación del comienzo y del fin de cada fragmento (faltaba la actual división en capítulos y versículos). Encontramos así leccionarios que contienen sólo los evangelios (llamados capitularía evangeliorum), o sólo las lecturas no evangélicas (llamadosComes, o Liber Comitis, o Liber commicus) o también ambos. De los primeros se ha ocupado Th. Klauser, que ha cotejado un millar de manuscritos, clasificándolos en cuatro tipos, designados con las letras griegas, ІІ, Λ, Σ (romanos) y Δ (franco- romano). En cuanto al tiempo, van del 645 al 750. Hay que emparentar el primero con el sacramentario gregoriano, los demás con los gelasianos del siglo VIII. Los Comes más antiguos son el de Würzburgo, que corresponde al gelasiano antiguo, y el de Alcuino, que hay que relacionar con el gregoriano. Siguen, para los gelasianos del siglo VIII, los de Murbach (que luego pasó al Misal) y de Corbie, como principales. 3. EL ANTIFONARIO Es el libro que contiene los cantos de la misa, y está destinado al cantor, o al coro. Los más antiguos antifonarios, que hay que emparentar con los gelasianos del siglo VIII, no tienen todavía notación musical. Se trata de seis códices, publicados en sinopsis por Hesbert, el primero de los cuales es sólo un cantatorium o graduale, porque contiene sólo los cantos interleccionales. Es el Cantatorio de Monza. Los demás no son italianos: Rheinau, Mont-Blandin, Compiégne, Corbie, Senlis. Son todos del siglo IX. 4. LOS ORDINES. Para una celebración litúrgica no bastan los diferentes libros que contienen los textos, sino que se necesita conocer el modo de estructurar el desarrollo de la celebración misma. Los libros mencionados sólo rara vez llevan rúbricas (así llamadas por estar escritas en rojo = ruber). De éstas se encargan libros especiales, que se llamarán Ordo (plural, Ordines) u Ordinarium. El origen de tales libros se debe sobre todo a la necesidad del clero franco, que quiere saber cómo se desarrollan en Roma las diversas celebraciones. Después de las ediciones parciales de G. Cassander (1558-1561) y M. Hittorp (1568), J. Mabillon- M. Germain (1687-1689), E. Marténe (1700-1702),L. Duchesne (1889), finalmente M. Andrieu publica la edición crítica de todos los Ordines romani hasta ahora conocidos Contra los quince ordices de Mabillon, él distingue cincuenta, divididos en diez secciones, y reducibles a dos familias: A (romana pura) y B (romanofranca). Entre ellos los más importantes son el I, que trata de la misa papal en el siglo VIII; el XI, que describe los ritos del catecumenado (aquí los escrutinios se convierten sin más en siete y se trasladan a los días laborables), y el L, llamado también Ordo romanus antiquus, que será el núcleo del Pontifical romano-germánico del siglo X.
  • 24. Para la historia de la liturgia medieval no se subrayará nunca bastante la importancia de tales ordines, junto con las Consuetudines monasticae y los Capitularia (aquí en el sentido de decisiones administrativojurídicas, disciplinares de sínodos, concilios particulares, etc.). V. LOS LIBROS MIXTOS O PLENARIOS En los umbrales del año 1000 asistimos a un fenómeno de fusión de los diferentes libros por motivos funcionales. Se comienzan a recoger en un solo libro todos los elementos que sirven para una celebración. Un primer paso se dará insertando por extenso en los Ordines los textos eucológicos que antes sólo se mencionaban. Nacen así los libros mixtos o plenarios. 1. EL PONTIFICAL. Con este nombre se designa el libro que contiene fórmulas y ritos de las celebraciones reservadas al obispo (pontífice), como la confirmación, las ordenaciones, las consagraciones de iglesias, de vírgenes, la bendición de abades, pero también la coronación de reyes y de emperadores... El primer libro de este género es el Pontifical Romano-Germánico del siglo X (= PRG). Compuesto hacia el 950 en Maguncia, es un interesante ejemplo de la obra de adaptación de la liturgia romana a los países franco-germánicos. Se presenta como una mina de ritos y de fórmulas, pero también de partes didácticas, como sermones, moniciones, exposiciones de misa, con doscientos cincuenta y ocho títulos de celebraciones diferentes lo. El PRG, llevado a Roma por los Otones, luego fue simplificado y reducido, especialmente a partir de Gregorio VII (10731085).Encontramos así algunos pontificales reducibles a un tipo, llamado por el editor Andrieu "el pontifical romano del siglo XII”. En el siglo siguiente, bajo Inocencio III (1198-1216), se creó un pontifical adaptado a las exigencias de la curia papal de Letrán. A finales del siglo, durante el tiempo de cautividad en Avignon, el obispo de Mende, Guillermo Durando, preparó para su diócesis un pontifical basándose en los precedentes, pero con mayor claridad. Se divide en tres libros: ritos sobre las personas; sobre las cosas; celebraciones varias(acciones). Con éste tenemos el primer pontifical, que será sustancialmente el que luego se apropiará toda la iglesia. 2. EL MISAL Por la misma exigencia de orden práctico y en el mismo período (finales del siglo X) comienzan a aparecer libros que contienen todos los elementos para la celebración de la eucaristía (oraciones, lecturas, cantos, ordo missae). Se llama a ese libro Missale, o Liber missalis, o Missale plenarium. La rapidez de difusión del Misal (con la consiguiente extinción gradual de los sacramentarios) se
  • 25. debe al hecho de la multiplicación de las misasprivadas, en que el celebrante decía todo, incluso lo que correspondía a los otros ministros. Esto continuará siendo normal incluso en lascelebraciones comunitarias, en las que tales ministros estaban presentes. El Misal es así el libro en que confluyen el Sacramentario, el Leccionario (de Murbach), el antifonario y los primeros Ordines. El más importante es el llamado Missale secundum consuetudinem curiae, que tuvo una gran difusión por haberlo aceptado la orden de los Frailes menores, que prácticamente lo llevaron en todas sus peregrinaciones misioneras. Será el primer Misal impreso, como editio princeps, en Milán el año 1474. 3. EL RITUAL Como los obispos tenían en el Pontifical su libro, así también era necesario un libro que contuviese los ritos realizados por los presbíteros (además, claro está, del Misal para la eucaristía). Desde el siglo XII, y especialmente en el XIV, surgen muchos libros del género, con nombres diversos:Agenda, Ordinarium, Manuale. Se trata comúnmente de libros privados, redactados por los mismos sacerdotes con cura de almas. El que tuvo mayor importancia fue el Sacerdotale, de Alberto Castellani de 1555, que, sin embargo, no suprimirá la libertad de que cada cual continuara creándose su propio ritual. 4. EL BREVIARIO El mismo proceso que hemos visto para el Misal se produjo con el libro de las horas. Antes había libros distintos: 1) El Salterio, que en el uso litúrgico ha tenido dos redacciones: la romana (por haberse usado en Roma hasta el siglo VIII), que corresponde a la primera revisión de san Jerónimo sobre el texto griego de los LXX, y la galicana (llamada así porque, usada primero en Galia, luego se difundió en todo el Occidente, excepto en la basílica vaticana), que reproduce el texto de la segunda revisión jeronimiana sobre la Hexapla de Orígenes, y que luego entró en la Vulgata. A menudo en los salterios se insertan para uso litúrgico los cánticos bíblicos, para los nocturnos y los laudes. 2) El Homiliario, o sea, el libro que recoge las lecturas patrísticas. El más importante, que luego pasó al Breviario, es el que Pablo el Diácono, monje de Montecasino, preparó para Carlomagno. 3) El Himnario, que recoge los himnos de composición eclesiástica para las diversas horas canónicas. Parece que el rito romano acogió los himnos sólo en el siglo XII; pero ya san Ambrosio los había compuesto para la liturgia de Milán, y san Benito los había acogido en la liturgia monástica. Así el más antiguo manuscrito de himnario es el cod. Vat. regin. lat. 11, del siglo VIII,publicado por Tomas en 1683. La publicación de los himnos que se fueron componiendo a lo largo del medievo fue reanudada en 1892 por U. Chevalier y por Dreves-Blume, que iniciaron la serie de Analecta Hymnica. 4) El Antifonal del oficio, que R.J. Hesbert ha publicado recientemente. 5) El Oracional, del que encontramos huellas en el sacramentario de Verona y en el Gelasiano, que comprende las oraciones para las diversas horas canónicas. Todos estos libros, después del año 1000, confluyen en uno solo, llamado Breviarium, porque era
  • 26. de hecho una reducción de los diferenteselementos, especialmente de las lecturas. El más conocido es el Breviarium secundum consuetudinem romanae curiae, difundido también por obra de los Frailes menores, que lo adoptaron oficialmente en 1223. De este Breviario se hizo en 1525 una reforma desde el punto de vista de la latinidad. Más importante es la reforma del cardenal Quiñones (llamado de la Santa Cruz, por su título cardenalicio), por encargo de Clemente VII. Pero esta reforma, bien hecha bajo el aspecto racional, no tenía en cuenta que el oficio divino de suyo está destinado al coro, y no al rezo privado (como de hecho sucedía). Publicado en 1535 y reimpreso varias veces, fue acogido universalmente con entusiasmo, pero en 1556 Pablo IV lo suprimió por el motivo mencionado arriba, volviendo al Breviario de la curia romana. VII. LOS LIBROS DEL VATICANO II El concilio Vaticano II quiso una reforma general de los libros litúrgicos, con la posibilidad de la traducción en las lenguas vernáculas. Por eso el papa Pablo VI, ya el 21-1-1964, creaba un Consilium para la recta ejecución de la constitución litúrgica. El Consilium elaboró diversos documentos, entre los que figuran: Inter oecumenici, de 1964; Musicam sacram, de 1967; Tres abhinc annos, de 1967 (segunda instrucción); Eucharisticum mysterium, de 1967, y Liturgicae instaurationes, de 1970 (tercera instrucción). Con tales instrucciones se daba la posibilidad de introducir la lengua vulgar en las diferentes partes de la celebración, por lo que cada una de las conferencias episcopales toma disposiciones para traducir el viejo Misal, prepara leccionarios ad experimentum, se traduce parte del Ritual, etc. Entretanto, el Consilium trabajaba, con grupos especiales de expertos, en la composición de los nuevos libros. Así, de 1968 hasta hoy se han publicado en la edición típica latina: • CALENDARIUM ROMANUM (1969) (= CR). • MISSAI.E ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes Missale Romanum (1970; 19752) (= MR); Ordo Lectionum Missae(1970; 19812) (= OLM); Lectionarium (3 vols., 1970-1972); Ordo Cantus Missae (1973). • OFFICIUM DIvINUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en volúmenes: Liturgia Horarum (por ahora en 4 vols., 1971-1972; 198011) (= LH). • PONTIFICALE ROMANUM. Bajo este encabezamiento tenemos, en fascículos: De Ordinatione Diaconi, Presbyteri et Episcopi (1968) (= ODPE);Ordo Consecrationis Virginum (1970) (= OCV); Ordo Benedicendi Oleum catechumenorum el infirmorum el conficiendi chrisma (1971) (= OBO); Ordo Benedictionis Abbatis el Abbatissae (1971) (= OBAA); Ordo Confirmationis (1972) (= OC); De Institutione Lectorum el Acolytorum... (1973) (=1LA); Ordo Dedicationis Ecclesiae el Altaris (1978) (= ODEA); Caeremoniale Episcoporum (1984).
  • 27. • RITUALE ROMANUM. Bajo este título tenemos, en fascículos: Ordo Baptismi Parvulorum (1969) (= OBP); Ordo Celebrandi Matrimonium (1969) (= OCM); Ordo Exsequiarum (1969) (= OE) Ordo Professionis Religiosae (1970; 1975, pero ya no bajo el encabezamiento Rituale Romanum) (= OPR), Ordo Unctionis Infirmorum eorumque pastoralis curae (1972) (=0UI); Ordo Initiationis Christianae Adul torum (1972) (= OICA); De Sacra Communione el dé Cultu Mysterii Eucharistici extra Missam (1973); Ordo Paenitentiae (1974) (= 0O); De Benedictionibus (1984) (= B). • A éstos hay que añadir: Graduale simplex (19752); Ordo Coronandi Imaginem Beatae Mariae Virginis (1981). Presentamos brevemente los correspondientes textos oficiales en versión española (el año entre paréntesis indica la primera edición). 1. EL MISAL ROMANO (1971) Comprende también la Ordenación General del Misal Romano (= OGMR). Esta última es un texto muy denso, en el que se presenta la teología de la misa, la articulación del rito, los cometidos de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades de una sana adaptación. Después de las Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas delCalendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oracionesad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está colocado entre el propio del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para la celebración con el pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. El MR ya no es un misal plenario, porque ya no comprende las lecturas; pero no se le puede llamar simplemente un sacramentario, porque incluye también las antífonas de entrada y de comunión; en efecto, éstas debe decirlas el mismo celebrante, en el caso en que no se haga un canto o no las recite ningún otro. Respecto al Misal de Pío V, la parte eucológica está muy incrementada, comprendiendo alrededor de ochenta prefacios (contra los quince del precedente), cuatro plegarias eucarísticas (otras se autorizarán a continuación). Ha sido repensado ex novo en su totalidad. 2. EL LECCIONARIO (véase “El Leccionario de la Misa”) 3. LA LITURGIA DE LAS HORAS (1979) (= LH). Se llama así la oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas (canónicas) de la jornada aquella glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística. Este nuevo nombre especifica el de oficio divino (dado a la oración) y sustituye al de breviario (dado antes al libro). La edición está dividida en cuatro volúmenes: I. Tiempo de adviento y de navidad; II. Tiempo de cuaresma y de pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-
  • 28. 17); IV. Tiempo ordinario (semanas 1834). En el primer volumen se encuentra la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH) que, a semejanza de la OGMR, ilustra la teología, la espiritualidad, las diversas partes, los diversos elementos ycometidos de los ministros de la Liturgia de las Horas. Son dos las perspectivas nuevas (o renovadas) de este libro: 1) está destinado no sólo a sacerdotes, diáconos y religiosos con votos solemnes (que siguen teniendo la obligación de recitarlo), sino a toda la comunidad cristiana (religiosas y laicos); 2) se recomienda la celebración comunitaria, especialmente de las dos horas más importantes (laudes y vísperas). Se espera todavía un quinto volumen (himnos; cánticos de libre elección; oraciones sálmicas; textos para las celebraciones de vigilia, etc.). 4. EL PONTIFICAL Podemos ordenarlo así: • Ritual de la Confirmación (1976) (= RC). Se celebra normalmente durante la misa, o al menos después de una liturgia de la palabra. La renovación de las promesas bautismales pone de manifiesto su relación con el bautismo. El ministro es el obispo (o el sacerdote que tiene licencia especialpara ello), pero pueden ayudarle otros sacerdotes en la crismación. • Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (1977) (= RO). Estos son los ministerios ordenados. El conjunto de los ritos, aunque conserva los textos esenciales de la tradición, resulta más ordenado, dando mayor relieve a la imposición de manos y a la oración consagratoria, y menos a los ritos suplementarios. La restauración de la concelebración hace más sencillos los ritos de la ordenación del obispo y de los presbíteros. • Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (= RLA). Ritual de la consagración de vírgenes (= RCV). Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (= RBnA). Se trata de tres ritos diversos. Los ministerios instituidos son los del lector y del acólito (se han abolido los del ostiario y del exorcista, como también el subdiaconado). Son dos las novedades a este respecto: a) el ministro no es ya el obispo, sino el ordinario (esto significa que en las órdenes y congregaciones religiosas puede serlo el superior mayor); b) los candidatos son laicos (que permanecen tales), los cuales pueden aspirar o no a las órdenes. La consagración de vírgenes es un rito antiquísimo y venerable, por el que una virgen (religiosa o no) consagra públicamente su virginidad como signo deja iglesia virgen que sólo tiene a Cristo por esposo. La bendición de un abad o de una abadesa se ha creado ex novo, porque en el viejo Pontifical tenía más el aspecto de una ordenación episcopal. Los nuevos textos expresan mejor la función del padre y maestro de una comunidad monástica. • Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (= RBO). Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (= DCA) (1980). El primer rito, que se ha de celebrar durante la misa crismal de jueves santo (mañana) en las catedrales, donde el obispo concelebra con su presbiterio, trae los textos tradicionales (con ligeras adaptaciones) de la bendición de los óleos santos. Los otros dos ritos se han renovado y simplificado sustancialmente,
  • 29. de suerte que forman con la celebración de la eucaristía, que es cumbre del rito, una sola acción ritual. • Ceremonial de los Obispos ( = CO). Éste es uno de los últimos libros promulgados por la reforma general que decretó el Vaticano II (1984). Se trata de un volumen en parte muy tradicional y en parte también bastante novedoso. Hay que reconocer que el CO tiene unas características que lo distancian bastante de los otros libros litúrgicos emanados de la reforma litúrgica del siglo XX. Su principal característica frente a los demás libros litúrgicos actuales es que no ofrece textos eucológicos; aparentemente, por lo menos, se presenta sólo como un volumen de simple normativa litúrgica, como su mismo título -Ceremonial- parece ya sugerir. No obstante, leído a la luz de la historia y de la teología litúrgica, el CO debe situarse en el ámbito sacramental con tanta razón como puedan colocarse en este ámbito los demás libros litúrgicos, pues si los demás libros ofrecen los textos bíblicos y eucológicos de la liturgia, es decir, las palabras sacramentales, éste presenta los gestos simbólicos de los misterios cristianos. El CO es, pues, un libro que, en la misma línea que la Institutio que encabeza el Misal de Pablo VI, aleja el peligro de ver la celebración sólo como un conjunto de textos que se van proclamando unos después de otros, acompañados únicamente de gestos simplemente espontáneos del ministro. Uno de los principales valores del CO es el hecho de que sitúa los gestos litúrgicos en su realidad más teológica: la de acciones sacramental-comunitarias de la iglesia, no simplemente del ministro ni de la comunidad concreta que celebra la liturgia común de la iglesia. El CO es un volumen tradicional en un doble sentido: a) porque con la descripción de los gestos celebrativos mayores conserva y transmite latradición litúrgica de la iglesia, y b) porque se sitúa en línea de continuidad con los Ordines romani de la edad media. Pero a la vez que tradicional es también un libro nuevo, porque en su mismo estilo lleva innegablemente la impronta de los libros del Vaticano II: las referencias doctrinales que justifican las normas son continuas y explícitas; con este estilo el CO -a pesar del título de ceremonial que lo encabeza se aleja de lo que podría seruna simple descripción de ceremonias, enlazando así, por lo menos en cierta manera, con la visión que de la liturgia tenían los padres (cf, porejemplo, las explicaciones de la Tradición apostólica de Hipólito sobre el significado de las diversas imposiciones de manos en las ordenaciones, o las Catequesis mistagógicas de Ambrosio, de Cirilo de Jerusalén, de Juan Crisóstomo o Teodoro de Mopsuestia. Al ser uno de los últimos libros publicados por la reforma litúrgica, al CO le ha sido fácil apoyar su normativa en los libros litúrgicos publicados anteriormente. No obstante, hay que decir también que en algunas pocas ocasiones presenta interesantes variantes, introducidas o bien para unificar algunas rúbricas que variaban de un Ordo o Ritual a otro o bien con vistas a mejorar algunos ritos o incluso algunos usos introducidos y que no siempre resultaban correctos. El CO está dividido en ocho partes, precedidas de un proemio y seguidas de un apéndice. El proemio presenta una breve síntesis histórica de lo que han sido las diversas descripciones de los ritos litúrgicos que se elaboraron a través de los siglos hasta llegar al actual CO. Después de una breve alusión a los Ordines romani -verdadera raíz primitiva del CO-, el texto se refiere a
  • 30. los distintos Ceremoniales papales, que fueron como el puente que ha enlazado los antiguos Ordines con el nuevo CO. En el cuerpo del volumen la primera parte describe algunos principios teológicos de la liturgia episcopal, presentada no a la manera de ceremonias fastuosas, sino a la luz de la constitución conciliar Lumen gentium. Un aspecto particularmente importante y delicado de esta primera parte ha sido el de aunar aquella "noble sencillez" de los ritos decretada por el Vaticano II (SC 34) con los necesarios signos de respeto inspirados por la fe que ve en el obispo la imagen o sacramento de Jesús, el Señor. La segunda parte trata de laparticipación y presidencia del obispo y de sus ministros en la misa. En esta parte es importante el cambio de perspectiva con que se presenta lacelebración de la misapresidida por el obispo, acción culminante de la liturgia cristiana (SC41); de acuerdo con los otros libros litúrgicos renovados que ya no dan nunca a los obispos el título de pontífices, tampoco el CO habla nunca de misa pontifical, sino de missa stationalis (término de versión ciertamente difícil, pues si en latín cristiano statio significaba reunión plena de la iglesia local, en las lenguas modernas es difícil encontrar un término que exprese esta misma realidad). La tercera parte describe la celebración solemne del oficio divino y de la palabra cuando preside el obispo; lacuarta parte describe las diversas celebraciones del año litúrgico: en esta parte merecen destacarse tanto las breves catequesis que introducen elsentido de cada una de las fiestas principales como la insistencia con que se subraya la importancia del domingo, para el que se pide que sucelebración no quede recubierta con la celebración de diversos días consagrados a distintas necesidades de la comunidad cristiana (cf n. 223). Laquinta parte habla de la celebración de los sacramentos, presidida por el obispo; en esta parte se separan claramente los sacramentos de la celebración de los sacramentales, a los que se consagra la sexta parte (así, la institución de acólitos y lectores, por ejemplo, viene debidamente separada de las ordenaciones de ministros). La séptima parte contempla las celebraciones extraordinarias del obispo desde su nombramiento y ordenación hasta su muerte, exequias y tiempo de sede vacante. También se trata de los ritos del concilio plenario y provincial y del sínodo diocesano. Finalmente, en el apéndice se sintetizan las varias disposiciones posconciliares ya vigentes antes del CO sobre las vestiduras de los prelados y se ofrece una tabla, esquematizando las normas propias de las misas rituales, votivas y de difuntos. El libro concluye con un extenso y pormenorizado índice de un centenar de páginas que facilita encontrar cualquiera de los ritos contenidos en el volumen. 5. EL RITUAL Publicado también en fascículos, comprende: • Ritual del bautismo de niños (1970) (= RB). Es un rito sustancialmente nuevo, porque nunca habíamos tenido un rito propio para el bautismo de niños que tuviese en cuenta su situación real. Antes era un rito de bautismo para adultos adaptado a los niños. Ahora se tiene en cuenta que se los bautiza en la fe de la iglesia, y principalmente de los padres y de los padrinos. La celebración, prevista para el domingo, se hace de forma comunitaria, inserta en una celebración de la palabra (o también, aunque sólo excepcional mente, durante la misa).
  • 31. • Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1976) (= RICA). Es un rito que, descuidado en los siglos más recientes, recobra toda la praxiscatecumenal de la iglesia de los siete/ocho primeros siglos. Después de la introducción general sobre la iniciación cristiana, y la particular para la iniciación de adultos, siguen cinco capítulos dispuestos así: 1. Rito del catecumenado, dispuesto por grados, que son: a) el tiempo del catecumenado y su comienzo; b) tiempo de la elección y su comienzo; c) celebración de los sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación y primera eucaristía) y tiempo de la mistagogia; 2. Rito más sencillo para la imitación de un adulto; 3. Rito más breve para un adulto en peligró próximo de muerte; 4. Indicaciones para la preparación de adultos ya bautizados cuando niños a la confirmación y a la primera comunión; 5. Indicaciones para lainiciación de los niños en edad catequística. Tras un sexto capítulo en que se prevén textos alternativos, se tiene un apéndice para la admisión en la iglesia católica de cristianos válidamente bautizados en otras confesiones. Este rito de iniciación de adultos, previsto principalmente para las tierras de misión, tiene indicaciones utilísimas también para nuestras regiones, con vistas a una revalorización y una mejor práctica de los sacramentos de la iniciación. • Ritual de la penitencia (1975) (= RP). El rito parte de una nueva concepción de este sacramento. Ya no se le llama confesión, que era la parte por el todo, sino penitencia o reconciliación. Por tanto, no se pone ya el acento en el momento de la acusación, sino en la conversión. Se prevén tres formas de celebración: a) individual: es el modo que ha sido tradicional en los últimos siglos, pero se ha modificado en el planteamiento (prevé también una lectura bíblica, aunque breve) y en la fórmula; b) comunitaria, con confesión y absolución individual (es la forma preferible); c) comunitaria, con confesión y absolución general (para usarse en casos determinados, y con el consentimiento del obispo). • Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974). El rito tiene en cuenta diversas situaciones cambiadas: a) lacomunión fuera de la misa debe hacer siempre referencia a la celebración de la misma; b) debe insertarse en una celebración de la palabra; c) la eucaristía puede ser distribuida también por ministros extraordinarios; d) se regulan las exposiciones y la adoración de la eucaristía, las procesiones y los congresos eucarísticos. • Ritual del matrimonio (1970) (= RM). El rito, si bien conserva la estructura precedente, presenta algunas perspectivas renovadas: se celebra normalmente durante la misa (o, al menos, durante una celebración de la palabra), da mayor relieve a la bendición solemne de los esposos, prevé diversos formularios de textos eucológicos, una riqueza de textos bíblicos y destaca más la teología y la espiritualidad del sacramento. Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (1974) (= R UE). Se ve el sacramento de la unción en el contexto de la solicitud que la iglesia tiene por el estado de debilidad de los enfermos. Ya no se llama extrema unción, y se puede conferir en todas las enfermedades de cierta gravedad, también a los ancianos. Ha cambiado la fórmula (más ceñida al texto de la carta de Santiago); la materia es el aceite (ya no necesariamente de oliva, sino de cualquier tipo vegetal), el cual, a falta del bendecido por el obispo, puede bendecirse cada vez. Se prevé la concelebración por varios sacerdotes, y la celebración comunitaria para varios enfermos, también en la iglesia.
  • 32. • Ritual de la profesión religiosa (1979) (= RPR). Es un texto que sirve de base y de modelo para los rituales de cada una de las familias religiosas. Prevé un rito para el comienzo del noviciado, visto como tiempo de preparación y de opción, el rito de la profesión temporal y el de la profesión perpetua, como también un rito para la promesa que sustituye a los votos religiosos. Los ritos de profesión o de promesa se hacen durante la misa. • Ritual de exequias (1971) (= RE). El rito se presenta como una mina de indicaciones, textos eucológicos, bíblicos y cantos para utilizar, según los diferentes usos de las iglesias locales, en la casa del difunto, en la procesión a la iglesia, en la misa exequial y en el acompañamiento al cementerio. La perspectiva es claramente pascual: el cristiano que muere realiza. su éxodo de este mundo con la esperanza de la resurrección. • Bendicional (= B). El B constituye de hecho una de las partes del Ritual romano reformado según los decretos del Vaticano II (SC 79); su edición típica latina fue promulgada en 1984 y la castellana, común a todos los países de habla hispana, aparece en 1986. En el conjunto de las partes del actual Ritual, el B es el capítulo más extenso, como lo era ya también en la última edición del Ritual de Paulo V, aumentada y reordenada por mandato de Pío XII. Hay que decir que, sin duda alguna, en su extensión influye sobremanera el hecho de que el B es el libro litúrgico en el que la piedad popular más se avecina a la celebración litúrgica. Conforme a los votos del Vaticano II, frente a la anterior edición del Ritual romano, el nuevo B ha sido profundamente reformado "teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles y atendiendo a las necesidades de nuestro tiempo" (SC 79). El B consta de cuarenta y un Ordines o ritos de bendición; muchos de estos ritos de bendición aparecen además desdoblados en rito habitual y rito breve o bien presentan diversas posibilidades para ocasiones parcialmente distintas (por ejemplo, la bendición de niños ofrece un formulario para los niños bautizados y otro para los niños que se preparan al bautismo). La edición castellana del B añade aún a estas cuarenta y un bendiciones algunas otras o bien nuevas o en otros casos tradicionales en algún país de América o en España; con ellas el número de bendiciones en esta edición alcanza a cuarenta y ocho formularios. El conjunto de estas bendiciones está precedido de una extensa introducción y va seguida de tres índices alfabéticos -de bendiciones, de lecturas bíblicas y de salmos responsoriales-, de los cuales, en vistas al uso del volumen, es particularmente útil el primero (un índice de este tipo aparecía ya en las ediciones del antiguo Ritual romano). La Introducción, de carácter teológico, pastoral y jurídico, expone sucesivamente la naturaleza y significado de la bendición tanto en la historia de la salvación como en la vida de la iglesia, los ministros de las mismas, su ordenamiento -desde lo que es la estructura fundamental de toda bendición hasta los signos que se emplean en las mismas y las maneras de unir las bendiciones con las restantes celebraciones litúrgicas o entre sí- y, finalmente, las posibilidades que tienen las conferencias episcopales en el campo de las adaptaciones o de las incorporaciones de nuevas bendiciones.
  • 33. En el cuerpo mismo del libro, su primera parte presenta las diversas bendiciones que se refieren a las personas (bendiciones relativas a la vidafamiliar, bendiciones de los enfermos, de los misioneros enviados a anunciar el evangelio, de las personas destinadas a impartir la catequesis, de los peregrinos, de los que van a emprender un viaje, etc.). En esta parte la edición castellana añade las bendiciones de acólitos y lectores noinstituidos. La segunda parte trata de las bendiciones que atañen a los edificios no sagrados y alas diversas actividades de los cristianos (bendiciones de un nuevo edificio -que no sea una iglesia- de una escuela, de una universidad, de un hospital); bendiciones de los medios de transporte (automóviles, ferrocarriles, naves, aviones, etc.); bendiciones de instrumentos técnicos (central eléctrica, acueducto, etc.); bendiciones de los animales, de los campos, de los nuevos frutos, de la mesa. En esta parte la edición castellana añade la tradicional bendición de los términos de una población. La tercera parte agrupa las bendiciones de las cosas que se destinan, en la iglesia, al uso litúrgico o a las prácticas de devoción (fuente bautismal, sede, ambón, sagrario, cruz, imágenes del Señor, de la Virgen María o de los santos, etc.). En esta parte la edición castellana añade las bendiciones de la corona de advien to, del belén y del árbol de navidad. En la cuarta parte se presentan las bendiciones que o bien sirven para fomentar la piedad (bebidas y comestibles) o bien son objetos de devoción privada (objetos de devoción, rosarios, escapularios, etc.). La edición española añade en esta parte la bendición de los hábitos, tradicional sobre todo en Perú. Finalmente, en la quinta parte se contienen dos bendiciones de carácter más bien genérico: la bendición de acción de gracias, que viene a suplir los antiguos y poco apropiados Te Deum (poco apropiados porque el antiguo texto de este precioso canto no tiene demasiado que ver con el uso al que a veces se destinaba), y la bendición para diversas circunstancias, que ofrece unos formularios en vistas a las bendiciones no previstas explícitamente en el B (en cierta manera es la réplica de la antigua bendición. Lección 6 Templos litúrgicos Dentro de la Iglesia Católica hemos escuchado algunas veces que se mencionen Catedrales, Capillas, Basílicas, Iglesias. ¿Cual es la diferencia? CATEDRAL
  • 34. Una catedral es un templo cristiano, donde tiene sede o cátedra el obispo, siendo así la iglesia principal de cada diócesis o Iglesia Particular. La sede o cátedra episcopal es el lugar desde donde cada obispo preside y guía a su grey, enseñando, desde el servicio a la comunidad, la vida de fe y la doctrina de la Iglesia. La Iglesia ortodoxa se refiere a sus catedrales como gran iglesia, aunque suele traducirse como catedral. Etimología El vocablo catedral deriva del griego καθέδρα (cathedra) que se traduce como asiento y se refiere a la presencia de la silla o trono del obispo oarzobispo, es decir, la cátedra. Por tanto, pese a usarse como sustantivo, la palabra catedral era adjetivo en la expresión iglesia catedral, del Latín ecclesia cathedralis. La cátedra, simboliza la importancia de esa iglesia dentro de la diócesis. Tamaño Las catedrales son de gran tamaño, cuentan con grandes agujas y vitrales, típicos de las catedrales góticas (conjunto de vidrios de colores que hacen que la luz que entra sea de colores) aunque la catedral es una de las mayores iglesias de la diócesis o arquidiócesis, especialmente en el Medievo y el Renacimiento, no es norma a seguir (mucho menos en la época actual, donde prima la funcionalidad sobre la grandeza); una iglesia catedral puede ser modesta en cuanto a tamaño se refiere. Origen Las catedrales surgieron como una nueva construcción, o como evolución de una primigenia iglesia monacal elevada al estatus de catedral. Las actividades misioneras, el poder eclesiástico y las cuestiones demográficas son las que han ido determinando qué iglesias merecían y merecen el calificativo de catedral. Usos
  • 35. En un principio, en el interior de las catedrales se impartían cátedras a todo tipo de estudiantes pero especialmente a seminaristas, concernientes en Teología, Gramática y Latín. Poco a poco las actividades de la catedral se fueron extendiendo para realizar en ellas las prácticas del culto. Nombres Uno de los primeros usos del término ecclesia cathedralis aparece en las actas del Concilio de Tarragona en 516. Otro nombre para una catedral es ecclesia mater, que hace hincapié en la función de madre que dicha iglesia tiene respecto a las demás de la diócesis. Por ser la más importante, también se la conocía como 'ecclesia major. Como casa principal de Dios se le llama Domus Dei en Latín. Las palabras domus (casa) y dominus (señor) comparten un mismo origen. De esta raíz latina derivan los términos alemán —Dom— e italiano —Duomo—. En español a veces se llama la seo (la sede), quizás debido a alguna influencia del idioma catalán. En Estrasburgo (en la región francesa de Alsacia), y otros muchos sitios de Alemania, y varios de Inglaterra, la catedral se conoce comoMünster (alemán) o Minster (inglés), del Latín monasterium, porque fueron usadas por clérigos para vivir en comunidad. Otros tipos de grandes templos cristianos en Europa Occidental son las Abadías y las Concatedrales. Se denomina concatedral al edificio religioso con rango de catedral que comparte la sede episcopal con otro templo catedralicio. Ejemplos de concatedrales son las deSanta María en Cáceres, o las del mismo nombre en Guadalajara, Logroño, Castellón y la de San Pedro en Soria, todas ellas en España. El termino pro-catedral es usado cuando una iglesia parroquial es temporalmente elevada al rango de catedral de una diócesis mientras se define o se construye la definitiva. BASILICA El término basílica proviene del latín basílica que a su vez deriva del griego βασιλική (fonéticamente, basiliké) que significa regia o real (fem.), y viene a ser una elipsis de la expresión completa βασιλική οἰ κία (basiliké oikía) que quiere decir «casa real». Una basílica es un suntuoso edificio público que en Grecia y Roma solía destinarse al tribunal, y que en las ciudades romanas ocupaba un lugar preferente en el foro. Más adelante, los cristianos aprovecharon la forma basilical y, en muchos casos, los propios edificios romanos para utilizarlos como templo y en este sentido se utiliza hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico, como religioso.
  • 36. Tras el edicto de Milán de 313 promulgado por Constantino el Grande (313–337) el Imperio Romano acepta oficialmente la religión cristiana. A partir de entonces los cristianos utilizan la tipología arquitectónica basilical para la construcción de los nuevos templos. Se entiende por basílica cristiana propiamente dicha en sentido arquitectónico toda planta rectangular con uno o más ábsides en el testero y con naves a lo largo determinadas por columnas (o pilastras), sobre las cuales se apoyan sus correspondientes arcos o arquitrabes de tipo romano. Las referidas naves (tres por lo común) terminan en el ábside. En el ábside se coloca el altar y en torno a él se disponen los oficiantes. Delante, en el presbiterio, se sitúan los presbíteros, mientras que los fieles ocupan el resto de la nave o naves. En las iglesias de planta basilical no existe transepto y, por tanto, tampoco crucero. Aunque inicialmente los templos cristianos seguían las pautas constructivas de las basílicas, pronto dieron paso a otras formas, como la planta de cruz latina o la de cruz griega, que se generalizaron sin que por ello desapareciera la forma basilical. La cubierta de las naves suele consistir en una armadura de madera artísticamente decorada y visible desde el interior o bien oculta por un artesonado: a veces, tienen bóveda en naves laterales y siempre el ábside remata en bóveda de cuarto de esfera. La iluminación de las basílicas se obtiene por ventanas abiertas en la parte superior de la nave central más elevada que las laterales y por otras ventanas que se sitúan en el ábside y en el frontis del edificio. Todas ellas solían cerrarse con láminas de mármol perforado o calado para dar entrada a la luz e impedir la acción de elementos destructores. Pero también se usaban láminas transparentes de alabastro sin perforar e incluso vidrieras de color en basílicas suntuosas según se infiere de algunos textos de San Juan Crisóstomo y de Prudencio. La decoración interior se logra por las mismas líneas arquitectónicas del edificio con sus clásicas molduras y por diferentes adornos de pintas ymosaicos, sobre todo, en el muro superior del arco triunfal y en los ábsides siempre magníficamente decorados. Con frecuncia, se disponían orientadas las basílicas según el eje principal de la nave de modo que el ábside cayera hacia Occidente. Pero desde el siglo VI dando ejemplo las iglesias bizantinas, se orientaron en opuesto sentido ya que el sacerdote (que al ofrecer el sacrificio miraba a Oriente) no celebraba ya de cara al pueblo como antes. Además de las iglesias de tipo basilical, había en esta primera época de la paz constantiniana otras menores de planta simplemente rectangular o cuadrada e incluso redonda, que servían de oratorios o capillas sepulcrales o memorias de los mártires (cellae memoriae) y no faltaban otras de forma poligonal o circular destinadas a baptisterios. Todas ellas e incluso casi todas las grandes basílicas se construyeron desde sus fundamentos y sólo algunas en escaso número habían sido antes edificios públicos o templos de que se habilitaron para el culto católico. La distribución interior de las basílicas en los primeros siglos de la paz, siguiendo el modelo de las constantinianas, es como sigue: el atrio, con su entrada, su peristilo y su fuente o cántharus en medio, precedido a veces de un pórtico o vestíbulo exterior el nárthex o vestíbulo interior
  • 37. justo después, las tres puertas correspondientes a las tres naves las tres naves, separadas por columnas y, a veces, por verjas y cortinajes el coro de los cantores el bema o ábside o presbiterio elevado con dos o tres gradas con su arco de triunfo sobre la entrada y su único altar en medio cubierto con un templete o baldaquino y situado sobre la cripta o sepultura de un mártir (confessio o ciborio: http://es.wikipedia.org/wiki/Ciborio_(arquitectura)). Además, tiene el ábside su cátedra episcopal los ábsides laterales o nichos para servir de sacristías o secretarium, donde se colocaban las vestiduras y diferentes objetos sagradas en el de la derecha, llamada diaconium y las ofrendas de los fieles en el de la izquierda que por esto se denominaba zophylacium. No siempre existían los ábsides secundarios ni se destinaban en todo caso a servir de sacristía. Pero en algunas iglesias se colocaban a los lados del presbiterio dos altares menores para la preparación y terminación del sacrificio (próthesis y apódosis, respectivamente) En la entrada del presbiterio, como para aislarlo del resto de la iglesia, se elevaban unas columnas que sostenían un arquitrabe de mármol o de madera para fijar sobre él exvotos ylámparas. A este conjunto arquitectónico se le llama pérgula y corresponde al iconostasio de las iglesias orientales el cual es un cuerpo más cerrado y completo y se halla decorado con multitud de imágenes devotas. Sobre una parte de las naves laterales había en algunas basílicas un piso con tribunas que daban vista a la central y que se reservaban, generalmente, a las vírgenes y viudas. Este sitio se llamaba gynnaeceum. La planta baja de la nave izquierda (o sea, del Evangelio) se destinaba a las mujeres y se denominaba matronikion. A la derecha, para los hombres, se llamaba andron y cada grupo entraba en la basílica por su puerta correspondiente. La de en medio, que se llamaba argéntea y speciosa, servía de entrada a los clérigos. En la parte derecha y con separación de verja o pretil, se situaban los hombres de distinción y a la izquierda las matronas. De aquí los nombres de senatorium y matronaeumque, respectivamente, se les daba. A los lados del coro se situaban anchos púlpitos o ambones para la lectura del Evangelio y la Epístola. La colocación de los fieles era la siguiente: en el atrium o, en su defecto, en el nárthex pero a distancia de la puerta interior de entrada se colocaban los penitentes del primer grado (flentes) en el nárthex o pronaos, junto a la puerta interior, los penitentes del segundo grado (audientes) y los catecúmenos del primero (que también se llamaban audientes) dentro ya de las naves y cerca de las puertas, los penitentes del tercero y cuarto grados (prostrati y consistentes) con los catecúmenos prostrati y competentes
  • 38. más adelante estaban los fieles comunicantes o que participaban de los divinos misterios. La basílica litúrgica Este género de arquitectura basilical siguió imperando en Roma y sus cercanías con bastante firmeza y exclusivismo hasta la época moderna (salvo raras excepciones) pero en las demás regiones del mundo católico evolucionó mucho después transformándose en diferentes géneros y estilos. decimos q tambien es importante xq la basilica romana es un imperio romano europeo Con independencia de su trazado arquitectónico, una iglesia puede titularse «Basílica» por prerrogativa del Romano Pontífice. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve, obtengan ese privilegio papal. Se distinguen las basílicas mayores y las basílicas menores. Cuando el papa eleva a una iglesia a la condición de Basílica Menor le otorga el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo o mosquitero==umbraculum(se ve en la foto) y el tintinábulo,con 8 o mas campanillas (tambien se ve). Además, el Santo Padre concede a la comunidad que rinde culto en la Básilica la gracia de ganar la indulgencia plenaria si visita el templo en cuatro ocaciones especiales: San Pedro y San Pablo, el 29 de junio, la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, la fiesta de Santa María de la Porciúncula (el llamadoPerdón de Asis o indulgencia porziuncola), el 2 de agosto, y otra fecha elegida libremente, una vez al año. Tambien se asocian al templo ciertos deberes, entre ellos: Que el oficio celebrado en ella sea un ejemplo para los demás templos de la Diocesis a la que pertenece, Promover la formación bíblica y religiosa de los fieles, como el estudio y divulgación de los documentos con los que se propone el magisterio del Sumo Pontífice. La obligatoreidad para la celebración de las fiestas de la La Cátedra del Apóstol San Pedro (22 de febrero), de San Pedro y San Pablo (29 de junio), y el aniversario de la exaltación del Sumo Pontífice.
  • 39. CAPILLA Una capilla es un tipo de oratorio que puede ser independiente o formar parte de una estructura o edificio mayor. Con el término capilla se engloban muy diferentes construcciónes e instituciones. Por un lado se encuentran los diferentes departamentos alojados a lo largo de las iglesias,