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ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea.' libro VI, "Examen de las virtudes intelectuales",
capítulos 3-5 (trad. J. Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 2000, pp. 272276).
1. Resumen primer fragmento: La ciencia

En este texto, Aristóteles habla sobre la ciencia y su estudio. El fragmento versa sobre las
virtudes intelectuales , que son 5: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el intelecto.
Utiliza como estrategia para definir la ciencia, la oposición de los contrarios: ciencia (episteme)
frente a opinión (doxa). Argumenta que la ciencia es algo verdadero y necesario, no esta
sujeta a ningún cambio ni alteración, es enseñable, demostrable e inmutable.
La ciencia se ocupa de lo necesario, que además es lo eterno, ingénito e indestructible, en
tanto, la opinión y/o la suposición, se ocupan de lo contingente (lo que puede ser de otra
manera). Los conocimientos científicos pueden ser obtenidos a través de dos métodos, la
inducción y el silogismo. El silogismo parte de lo universal, valiéndose del razonamiento,
Mientras que la inducción parte de lo particular, y trata sobre la ciencias experimentales como
la química y la biología.

2. Resumen del segundo fragmento: El arte

En el 2º fragmento, Aristóteles analiza y entiende el arte como la creación de un objeto.
Compara al arte con la ciencia; la ciencia no puede ser de otra manera, el arte sí. En
contraste al arte, está la accion. La acción tiene que ver con la ética, mientras el arte con la
producción. Para producir algo necesitamos conocer la técnica adecuada , ya que en el caso de
no ser así tendríamos una falta de arte; el artista que usa la racionalidad para producir
cualquier objeto, es un buen técnico, porque es capaz de hacer las cosas bien, tiene las
habilidades, conocimientos, necesarios para ello: a diferencia de la acción, que tiene su fin
en sí misma , aquél tiene su fin en otro. En el arte, su fin está en la construcción de algo útil y
bello. Esto significa que el arte, es libre, da cabida el azar. No podemos comparar el arte, con
la matemática, por ejemplo.
En conclusion, el arte es un modo de ser productivo acompañado de razón verdadera, y la falta
de arte es un modo de ser productivo acompañado de razón falsa.

3. Resumen tercer fragmento: La prudencia

En este fragmento Aristóteles hace una investigación de la prudencia, para definirla observa el
comportamiento de un ser humano prudente, que delibera, y tiene en cuenta las
consecuencias de sus actos, no actúa por instinto.
Cuando reflexionamos sobre algo, deliberamos, pensamos en lo que mas nos conviene, para
nuestra felicidad , a nivel global. Un hombre prudente no actuaría de forma impulsiva, sino que
valoraría todas sus opciones antes de tomar una decisión. Este hombre elige de principio a
fin medios prudentes. Si la acción no es prudente el fin tampoco. No es prudente ser injusto
para obtener finalmente un beneficio; Podriamos afirmar, por tanto, que el fin no justifica los
medios.
La prudencia se distingue de la ciencia como virtud intelectual porque esta discurre sobre lo
necesario (no puede ser de otra manera) por medio de la demostración y la prudencia se
ocupa de lo contingente (suceso posible) mediante deliberación (silogismo práctico)
A su vez también se diferencia del arte porque éste se ocupa de la producción, cuyo fin es
distinto de ella misma, mientras que la prudencia se ocupa de la acción (praxis) que es un fin
en sí misma y de los mejores medios para su realización en cada momento, porque no existe
una técnica determinada para ser prudente.
Según el filósofo tanto el dolor como el placer corrompen al hombre y la virtud de la prudencia
se consigue mediante la moderación. La moderación es la capacidad de escoger aquello
que se encuentra en el punto medio entre el exceso y el defecto.
La templanza es moderación, autodominio respecto a los placeres corporales Quien carece de
ella y se deja arrastrar por los placeres pervierte su juicio respecto a lo que le conviene y
debiera ser el fin de su vida. De este modo se vuelve imprudente o insensato
En rigor, se distingue de todas las virtudes intelectuales (sabiduría e intuición intelectual,
además del arte y la ciencia) porque es a un tiempo intelectual y moral; intelectual por
reflexionar con la razón y moral porque se ocupa de las acciones que forjan el carácter y nos
hacen éticamente virtuosos.
2. NOCIONES
2.1. LO NECESARIO Y LA CIENCIA.
La ciencia (episteme) tiene como método la demostración (silogismo inductivo y deductivo)
cuyos resultados son conclusiones de validez universal y su objeto es lo necesario, ingénito e
imperecedero que se concreta entre otras cosas en las relaciones cuantitativas (continuas o
discretas), principios del movimiento, los astros y Dios.
Reúne estas características: 1) Sólo hay ciencia de lo universal no de lo singular. La
sensación no es ciencia, ya que sólo permite conocer lo singular. 2) Es un conocimiento de lo
necesario, de “lo que no puede ser de otra manera”. No lo es de lo contingente. 3) Es un
conocimiento por las causas. A través de la demostración nos explica por qué lo que
conocemos es así y no puede ser de otro modo. 4) Se puede enseñar. Aristóteles tiene en
mente la diferencia con la experiencia. Ésta es previa a la ciencia y consiste en la acumulación
de vivencias personales, sin una teoría sobre ellas. 5) Se obtiene por demostración. Esto
diferencia a la ciencia de la opinión y 6) Es un conocimiento verdadero y cierto como
consecuencia de lo anterior.
       No hay ciencia sino de las esencias (que son lo universal y necesario en Aristóteles,
como lo eran las Ideas en Platón). Sólo hay ciencia cuando conocemos de un objeto: 1) si es
(su existencia); 2) lo que es (su esencia), y 3) el porqué (la causa).
       La ciencia funciona demostrativamente, y consiste en que a partir de unos enunciados
dados puedan obtenerse unas conclusiones. El esquema de demostración más simple es el
silogismo. El silogismo parte de lo universal. Un silogismo es un esquema de razonamiento tal
que a partir de dos enunciados denominados premisas, que han de estar conectadas entre sí
por un término medio y de modo correcto, se puede obtenerse una conclusión, que será una
conclusión necesaria. Un ejemplo es: Premisa mayor: Lo que está próximo no parpadea.
Premisa 2: Ahora bien, los planetas están próximos. Conclusión: Luego, los planetas no
parpadean. En este razonamiento el término medio, la proximidad, está tomado como causa
de la ausencia de parpadeo. Sólo un razonamiento de esta índole tiene un valor explicativo,
constituye una verdadera demostración y cumple el ideal de la ciencia. El silogismo en general
es un proceso deductivo ya que extrae verdades particulares de verdades universales.
        El problema es que las premisas tendrán que ser demostradas a su vez a partir de
otras, y éstas de otras, etc. Como no puede prolongarse el proceso hasta el infinito, porque
entonces nunca conseguiríamos demostrar nada, tiene que haber unos enunciados primeros
que estén ya dados sin necesidad de demostración (primeros principios), que son objeto de la
intelección. Las premisas del silogismo científico tienen que ser, en última instancia,
verdaderas, primarias, inteligibles, claras por sí mismas y más universales que la conclusión.


       Aristóteles se plantea ¿cómo se captan las verdades universales? Hay dos
maneras: 1ª La inducción que es un proceso por el que se va de lo particular a lo universal (a
veces es considerada por Aristóteles como un tipo de silogismo y otras como una intuición), 2ª
La intuición que es la captación pura por el intelecto de los primeros principios. Una visión
inmediata. También la podemos llamar evidencia.
       La demostración no es sino una clase especial de silogismo (el silogismo científico). No
todo silogismo produce un conocimiento científico (hay también silogismo dialéctico que tiene
premisas sólo probables, fundadas en la opinión y se emplea para vencer a un oponente en el
debate), sino únicamente aquel que se apoya, en último término, en unos primeros principios
que han de ser inmediatamente evidentes e indemostrables.
        La sabiduría (Sophía) es la virtud intelectual más perfecta y reúne la intelección (nous)
y la ciencia. Se ocupa de lo más excelente porque lo más excelente es lo necesario, eterno y
que no cambia. En esto se diferencia del arte que se ocupa de lo que cambia, en su caso, de la
producción y de la prudencia que también se ocupa de lo que cambia, de aquello que nos
conviene hacer en nuestra vida pública o privada.
2. 2. LA PRODUCCIÓN Y LA ACCIÓN.
El método del arte (Tekhné) es la deliberación; su objeto es lo contingente, pero entendido
como acción productiva (poiesis) que no es en sí misma su propio fin ya que su fin está en la
construcción de algo útil y bello.
A diferencia de lo necesario (de lo que se ocupa la ciencia, la intelección y la sabiduría), que
sólo puede ser de un modo, lo contingente puede ser de dos maneras: como acción (praxis) o
como producción (poiesis). De la primera se ocupa la prudencia y de la segunda el arte. El
resultado de ambas (la acción realizada y lo producido) puede ser de otra manera, pero se
diferencian en que la acción tiene su fin en sí misma y la producción no es en sí misma un fin,
sino que tiene su fin en otro, a saber, lo producido. A la buena acción que tiene su fin en sí
misma nos predispone la virtud moral (que es el término medio entre ciertas pasiones o
acciones por exceso o defecto). Una acción valerosa, o generosa, o justa es un fin en sí misma
y la realiza quien posee las virtudes correspondientes (valentía, generosidad, justicia). La
buena acción en cuanto tiene su fin en sí misma ha de ser un elemento constitutivo de lo que
es fin último y bien máximo, es decir, la felicidad. En efecto, no hay felicidad sin sensatez o
prudencia (phrónesis) y la buena acción la requiere.
El arte, por su parte, es una virtud intelectual que consiste en aquel conocimiento que es
principio de la producción, de suerte que quien lo posee (el artesano) puede producir bien una
cosa (un artefacto), es decir, de acuerdo con la forma y el uso que le son adecuados. Así
decimos de alguien que es un buen arquitecto porque posee el arte de la arquitectura, es decir,
los conocimientos que le permiten producir buenas casas o templos y por tanto adecuados al
fin de habitar o adorar al dios. Por eso Aristóteles define el arte como "la disposición productiva
acompañada de la razón verdadera".
Aristóteles nos dice que el principio de la producción del artefacto u objeto artístico (la
diferencia entre bellas artes y artesanía o técnica no existe para los griegos) está en otro, en el
artesano que posee el arte (los conocimientos que permiten la producción) y no en sí mismo.
Con ello pretende diferenciar el arte de la naturaleza (physis), pues el primero tiene un
principio externo de producción y la segunda un principio interno que reside en el propio ser
natural (por physis). Así la semilla en cuanto es un ser natural produce por sí misma, en las
condiciones adecuadas, un árbol, mientras que un árbol jamás produce por sí mismo una
mesa, sino sólo si como material es transformado por el saber del artesano que le da la forma
adecuada. Por eso dice Aristóteles que las cosas naturales "tienen su principio en sí mismas".
Seguidamente Aristóteles compara el arte con la tyché que es traducida por azar, pero que
significa suerte o fortuna y que es preciso distinguir de lo que se produce to automaton, es
decir por azar o espontáneamente; el primer caso se da cuando por ejemplo un hombre
encuentra al cavar un tesoro y el segundo caso cuando, por ejemplo, nace un ser deforme. El
arte y la suerte o fortuna coinciden en que tienen por objeto lo contingente y se dan de
manera accidental o por casualidad; así, es por casualidad o accidentalmente (kata
symbebekós) que un hombre encuentra un tesoro al cavar para plantar un árbol y también la
madera se transforma en silla porque da la casualidad que un hombre ha aprendido el oficio de
carpintero y aplica sus conocimientos (la diferencia entre arte y fortuna es que en el primero
hay deliberación y en el segundo no). En cambio no es por casualidad o accidentalmente que
una semilla se convierte en árbol o que un animal percibe o que un hombre piensa, sino que
ello es así porque esa es su naturaleza. Así la naturaleza tiene que ver con lo que se da
generalmente de manera necesaria, por ejemplo, que una piedra caiga o una oruga se
transforme en mariposa y, en cambio, el arte y la suerte tienen que ver con lo contingente o
accidental.
Arte y naturaleza coinciden, no obstante las diferencias, en que ambos son procesos
teleológicos, orientados a la realización de un fin. Más aún, ambos emplean los mejores
medios posibles. Se parecen hasta tal punto en esto, que si una casa, por ejemplo, se pudiera
realizar de manera natural, lo haría del mismo modo que como la planea el arquitecto.
2.3. PRUDENCIA Y MODERACIÓN.
       Aristóteles explica el concepto de phrónesis que se suele traducir por prudencia, pero
cuyo significado está más cerca de lo que en castellano se entiende por sabiduría práctica o
sensatez. Se llama sensato o prudente al que reflexiona adecuadamente acerca de las
acciones que más le conviene realizar en cada momento, elige adecuadamente y lleva en
consecuencia una buena vida. Se distingue de la ciencia como virtud intelectual porque ésta
discurre sobre lo necesario por medio de la demostración y la prudencia se ocupa de lo
contingente mediante deliberación, es decir, mediante un proceso reflexivo acerca de
alternativas de acción que se refiere a los mejores medios para el logro de un fin, la buena
vida, y cuya conclusión es la decisión, principio de la acción. Se diferencia también del arte
porque éste se ocupa de la producción (poiesis), cuyo fin es distinto de ella misma, mientras
que la prudencia se ocupa de la acción (praxis) que es un fin en sí misma y de los mejores
medios para su realización en cada momento. El método de la prudencia (Phrónesis) es la
deliberación (silogismo práctico) cuyo resultado son decisiones de validez particular referidas a
fines y medios; el objeto de que se ocupa es lo contingente entendido como acción (praxis)
que es en sí misma su propio fin (las acciones virtuosas).
  En rigor, se distingue de todas las virtudes intelectuales (sabiduría e intuición intelectual,
además del arte y la ciencia) porque es a un tiempo intelectual y moral; intelectual por
reflexionar con la razón y moral porque se ocupa de las acciones que forjan el carácter y nos
hacen éticamente virtuosos. Según Aristóteles no hay virtud moral (por ejemplo,
generosidad, valentía o justicia) sin prudencia, porque cuando ésta falta no se atina con el
bien o lo conveniente; pero tampoco hay prudencia sin virtud moral, pues sólo el virtuoso tiene
como fin una vida buena y la prudencia delibera acerca de los mejores medios para alcanzarla.
“La virtud hace recto el fin propuesto y la prudencia los medios que a él conducen”. En efecto,
no llamamos sensato o prudente al malvado que delibera sobre los mejores medios para llevar
una mala vida, sino sagaz o vivo. Si un hombre, por ejemplo, en lugar de tener como fin en su
vida la salud, se propone comer de todo y sin miramientos porque es un glotón (vicio), no lo
llamaremos prudente o sensato aunque sepa encontrar los medios concretos que le permiten
satisfacer su glotonería.
  Seguidamente se ocupa de la relación particularmente estrecha que existe entre la
sophrosyne (moderación, templanza, autocontrol) y la phrónesis (prudencia), de suerte tal
que el significado de la primera sería el de salvaguardar la segunda. Ello es así porque la
templanza es aquella virtud moral que consiste en el justo medio entre dos extremos o vicios,
el de aquel que se deja llevar y se excede en los placeres corporales, en particular los
sensuales, y el de aquel que es insensible a los mismos. La templanza es moderación,
autodominio respecto a esos placeres. Quien carece de ella y se deja arrastrar por los placeres
pervierte su juicio respecto a lo que le conviene y debiera ser el fin de su vida. De este modo
se vuelve imprudente o insensato. En efecto, el juicio propio de la ciencia no se altera ni se
pervierte por el placer o el dolor. Así, por muy poca que sea mi moderación y autodominio en
el placer, seguiré viendo con claridad que dos y tres suman cinco y que los ángulos de un
triángulo suman dos rectos. En cambio, el juicio propio de la sensatez sí puede alterarse si
pierdo la moderación en el placer corporal y ya no ver claro lo que verdaderamente me
conviene y haría de mi vida una vida buena.
 Aristóteles concluye con una definición más precisa de la prudencia: "disposición racional
verdadera y práctica respecto de lo que es bueno para el hombre". Disposición traduce el
término griego hexis que también se traduce por hábito. Con esto se significa que la prudencia
es un modo de reflexionar arraigado en el ser humano y no flor de un día. No llamamos
prudente al que en una ocasión o dos se comporta sensatamente, sino al que habitualmente lo
hace a lo largo de una vida. Es verdadera porque el juicio ha de ser correcto acerca de la
acción que conviene realizar. El juicio propio de la prudencia es la opinión. De las partes
racionales del alma, es la razón práctica la que se ocupa de las acciones y como las acciones
son contingentes, los juicios que le son propios son opiniones que, no obstante, han de estar
fundadas en razones.
En cuanto a la relación con el arte, que también trata de lo contingente, además de la
diferencia ya establecida de que el arte se ocupa de la producción que tiene su fin en otro y la
prudencia con la acción, que tiene su fin en sí misma, cabe destacar que, según Aristóteles,
hay una excelencia del arte pero no de la prudencia. Con ello significa que en el caso del
arte hay un dominio mayor o menor del conocimiento artístico y así se es mejor o peor artista,
pero en el caso de la prudencia no, pues o se es prudente o no se es. Además, en el arte es
preferible el que yerra voluntariamente, pues ello es señal de que conoce su oficio, mientras
que en el caso de las virtudes morales el que hace lo inconveniente porque quiere es peor que
quien lo hace involuntariamente.
  Estrechamente relacionadas con la phrónesis están la deliberación y la elección. La
deliberación se ocupa de las cosas que podemos hacer nosotros mismos, especialmente
cuando hay más de una forma de intentarlas. La deliberación es el proceso reflexivo respecto a
las alternativas de acción que más nos convienen y cuya conclusión es la elección. La
deliberación se emprende con miras a descubrir los medios mejores para realizar un fin
predeterminado. El hombre prudente es el que delibera bien y sabe elegir en situaciones
concretas los mejores medios con el fin de lograr una buena vida. La elección (proairesis)
pertenece a la esfera de lo voluntario y es una combinación del deseo con la razón o un deseo
deliberado de lo que está en nuestro poder. En efecto, el hombre prudente es el que tiene claro
el fin de su acción que es el mayor bien posible para el hombre, pero esto es muy general; por
ejemplo: llevar una vida sana y comer cosas digestivas. El hombre prudente conoce además
de manera concreta cuáles son los alimentos ligeros y por eso elige lo más adecuado.
La prudencia se ocupa de aquello que nos conviene en nuestra vida privada, pero también en
nuestra vida pública (en comunidad) y entonces la prudencia se considera política y de ahí
que todo buen político haya de ser prudente, como indica Aristóteles.


                                           3. TEMAS.
3.1 VIRTUDES MORALES E INTELECTUALES.
 Aristóteles está convencido de que el fin natural del hombre es la felicidad y de que ésta
radica en el ejercicio de la virtud. En general, la virtud de cualquier cosa, su excelencia propia,
consiste en su capacidad para desarrollar la función que le es propia. En el caso del hombre
esto significa el ejercicio excelente de la razón y por esto la virtud se define como una
disposición o hábito (hexis) permanente para vivir de un modo razonable. Se distingue así de
otros estados del alma como la pasión (pathos) que se padece o la facultad (dinamis) que se
puede poner al servicio del bien o del mal. Cuando esa disposición a lo razonable se ocupa de
acciones y pasiones (ira, temor, vergüenza, apetito y en general todo lo que es acompañado de
sensación de placer o dolor), de modo que estemos predispuesto a actuar de un modo sensato
y conveniente en la vida, tenemos la virtud moral que forja el carácter bueno de los hombres.
La razón aquí reflexiona en situaciones concretas para encontrar el justo medio que es la virtud
respecto a ciertas pasiones y acciones, pues los extremos tanto por exceso como por defecto
son males o vicios. Respecto de la valoración, la virtud moral no es mediocridad sino lo más
excelente. El rechazo del exceso y el defecto y conservación de la medida debida como
garantía del bien fue una idea que Aristóteles compartió con Platón: compartió mejor que
debió a Platón, porque ambos estaban dando forma filosófica a una idea típicamente griega,
encerrada en el mandato délfico "nada en demasía" y reflejada en la filosofía pitagórica, los
trágicos y en otros lugares. Entre las virtudes morales destacan: la justicia que puede ser
general (observancia de la ley) o particular y en este último caso tenemos la justicia
distributiva que se ocupa del reparto de los bienes en proporción a los méritos, la justicia
rectificadora que trata de reparar un daño causado y la justicia conmutativa o de intercambio
que preside las relaciones comerciales y reposa sobre la moneda; la templanza o moderación,
justo medio entre la insensibilidad y la intemperencia o desenfreno respecto a los placeres
corporales; la valentía, término medio entre la cobardía (exceso de miedo) y la temeridad
(ausencia de miedo); la mansedumbre, término medio entre el exceso de cólera y la apatía; la
generosidad, término medio respecto al regalar entre la prodigalidad y la tacañería; la
veracidad o franqueza, término medio entre la jactancia y depreciación de sí mismo; la reserva
o vergüenza, término medio entre la desvergüenza y la timidez. Ninguna virtud moral es
posible sin una virtud que es a la vez intelectual y moral: la prudencia.
En cambio, cuando la disposición a lo razonable lo es respecto del conocimiento con
miras a la producción de algo, la realización del bien o el descubrimiento de la verdad,
tenemos otro tipo de virtud que es la intelectual. En el texto Aristóteles dice que las virtudes
intelectuales son “las disposiciones por las cuales el alma posee la verdad cuando afirma o
niega algo”. (Hay tres tipos de alma: vegetativa, sensible y racional. Tres son las partes
racionales del alma: una es la razón teórica o contemplativa cuyo objetivo es el descubrimiento
de la verdad entre cuyas virtudes se encuentran la ciencia, la intelección y la sabiduría, otra es
la razón práctica que se ocupa de las acciones y cuya virtud es la prudencia y por último
tenemos la razón productiva, relativa al arte). Las distintas virtudes intelectuales se distinguen
por su objeto y por su método:
       Ciencia (episteme): el método es la demostración (silogismo inductivo y deductivo)
cuyos resultados son conclusiones de validez universal; el objeto es lo necesario, ingénito e
imperecedero: relaciones cuantitativas (continuas o discretas), principios del movimiento, los
astros y Dios.
       Intelección (nous): el método es una cierta aclaración que no llega a ser
demostración; el objeto es lo necesario, ingénito e imperecedero que en este caso se identifica
con los primeros principios generales de toda ciencia tales como el de no contradicción o
identidad y los que son específicos de cada ciencia; por ejemplo, en matemáticas, dos
cantidades iguales a una tercera, son iguales entre sí.
       Sabiduría (Sophía): Es el resultado de la unión de intelección y ciencia.
       Prudencia (Phrónesis): El método es la deliberación (silogismo práctico) cuyo resultado
son decisiones de validez particular referidas a fines y medios; el objeto de que se ocupa es lo
contingente entendido como acción (praxis) que es en sí misma su propio fin (las acciones
virtuosas). Esta virtud además de intelectual también es moral.
       Arte (Tekhné): El método es la deliberación; su objeto es lo contingente, pero
entendido como acción productiva (poiesis) que no es en sí misma su propio fin (la
construcción de algo útil y bello por ejemplo).
En un orden jerárquico podemos decir que el arte se supedita a la prudencia y ésta a la
sabiduría.


3.2. VIRTUD Y FELICIDAD.
El objeto de la ética es definir el bien supremo, el fin último de la actividad del hombre: hay
necesariamente un objeto absoluto de la voluntad que perseguimos por él mismo y por encima
de todo, respecto del cual todos los demás fines no son más que medios; ese bien supremo es
además un bien perfecto, es decir, acabado (teleion), que se basta a sí mismo, que es capaz
de satisfacernos por sí solo. Ese bien están todos de acuerdo en denominarlo la felicidad; pero
cada cual lo concibe a su manera, según sus propias tendencias, por las cuales se siente
inducido a esto o a aquello. Para liberarse de estas concepciones subjetivistas sin recurrir a la
idea de un Bien universal y abstracto que no sería el bien de ningún sujeto, trató Aristóteles de
investigar cuál es el bien propio del hombre; y reconoció que la virtud o la excelencia del
hombre consiste en su aptitud para la vida razonable; reside para cada cual en una disposición
permanente para comportarse razonablemente. Por una parte tenemos la virtud moral que es
una disposición del carácter, término medio respecto a ciertas acciones y pasiones cuyo exceso
o defecto son males o vicios (justicia, templanza o moderación, valentía, etc.); y, por otra
parte, tenemos la virtud intelectual que es una disposición del entendimiento al descubrimiento
de la verdad (ciencia, intelección, sabiduría, arte y prudencia).
       Ahora bien, así como en los bienes exteriores la posesión no es nada sin el uso, sin el
goce de ellos, así también la virtud no sería de ningún valor para quien no pudiese ejercerla.
La posesión de la virtud como tal no basta para ser feliz, pues el bien supremo sólo se alcanza
gracias al ejercicio de la virtud, gracias a la vida razonable para la que nos dispone la virtud; el
alma humana encuentra en la práctica de las virtudes, en el ejercicio de sus facultades
razonables, su satisfacción más elevada; la actividad virtuosa es valiosa en sí misma.
¿Qué relación guarda la virtud con el placer en el que muchos han hecho radicar la
felicidad? El placer no puede identificarse con el bien, pues hay placeres vinculados con
conductas censurables y hay fines que merece la pena buscar aunque no proporcionen placer,
pero esto no significa que el placer se oponga absolutamente al bien. En efecto, toda actividad
(de los sentidos o del pensamiento) cuando se ejerce en condiciones favorables, cuando la
disposición está bien dispuesta y encuentra el objeto más digno de ponerla en acción, se ejerce
acompañada de placer. Por esto si el placer está vinculado a la actividad, habrá tantas clases
de placeres como de actividades y el placer no podrá ser elogiado o condenado de manera
uniforme y sin especificar a qué clase de placer nos referimos. Como Aristóteles ha reconocido
que la actividad propia del hombre es la actividad del alma razonable, el placer más conforme
con el ser humano y que le hará plenamente feliz consistirá en el ejercicio de la virtud. Para
asegurarse de que la verdadera felicidad del hombre reside en la práctica de la virtud, basta
invocar el testimonio del hombre virtuoso. Éste, no sólo encuentra placer en los actos de
virtud, sino que los placeres contrarios a la virtud, no son a su juicio verdaderos placeres.
Sabido es que el enfermo con fiebre no juzga acerca de lo dulce y de lo amargo del mismo
modo que el sano, pues de la misma manera el hombre razonable no juzga tampoco acerca de
lo agradable y de lo penoso como el intemperante y el insensato o imprudente. Ahora bien, es
al hombre sensato a quien compete juzgar en la materia; es su juicio el que constituye la
medida de lo verdadero y de lo falso en cuestión de placer.
        Si la felicidad reside en el ejercicio de la virtud y la virtud más perfecta que nos
asemeja a la vida divina es el ejercicio de la sabiduría, entonces en esta virtud radicará la
felicidad más perfecta, en una actividad contemplativa. En efecto, de todas las actividades
racionales del alma, ésta es la más pura, la que causa la menor fatiga y puede ejercerse de
manera continua y con plena suficiencia (autarkeia), es decir, sin necesidad de ayudas
exteriores; además su finalidad únicamente está en sí misma, en el goce supremo que ella
produce a quien la ejerce; por último, si el hombre bueno encuentra su dicha en el ejercicio de
la virtud práctica, moral, esa dicha, sin embargo, es menos independiente que la del sabio
dedicado a la contemplación. En primer lugar, si la virtud moral encuentra en sí misma su
premio, no se ejerce sin embargo sin aplicarse a algún fin exterior a sí misma: el justo
encuentra su gozo en la práctica de la justicia, dedicándose a una causa justa que le es preciso
encontrar. Por otra parte, las virtudes morales no necesitan solamente un fin en el cual
emplearse, sino unos medios, para ejercerse. ¿Cómo ser generoso si no se tiene nada que
dar?, ¿justo, si no se pueden devolver los servicios recibidos? He ahí por qué la virtud moral, la
del hombre bueno, no basta por sí sola para asegurarle la felicidad, pues al ejercicio de esta
virtud le pueden faltar los medios o la ocasión para poder ejercerse.
       Pero la felicidad además de la virtud exige una serie de bienes exteriores como la salud,
bienes de fortuna, satisfacciones familiares, amigos, etc. La suerte cuando nos es adversa hace
fracasar la felicidad aunque no sea más que porque entorpece nuestras actividades, pero, por
otra parte, incluso en esas circunstancias el hombre virtuoso sacará provecho, actuará según
sus posibilidades de ser razonable y por ello, aún en el infortunio, no será desdichado.
       Por último, para que la felicidad sea perfecta, no basta, nos dice Aristóteles, que la
virtud se ejerza ocasionalmente, sino que es necesario que su actividad llene la vida entera:
una golondrina no hace verano. La felicidad no es perfecta sino a condición de que sea
constante.


4. CONTEXTUALIZACIÓN.
4.1. EL TEXTO EN LA OBRA.
       El texto que estamos estudiando pertenece a la obra "Ética a Nicómaco" que trata de
exponer en qué consiste la buena vida tal y como la llevarían los mejores hombres en un
Estado bueno. Hay tres tipos de vida: 1) la que se basa en el placer; 2) la que se basa en el
honor, la virtud (vida política); 3) la que se basa en la comprensión filosófica.
 La vida en verdad buena y feliz reúne las tres, pero sobre todo la comprensión filosófica por
ser lo más excelente que el hombre puede alcanzar. En efecto, la felicidad o el máximo bien a
que el hombre puede aspirar es una actividad del alma de acuerdo con la virtud completa, de
suerte que se dé durante una vida entera y se disponga de los bienes externos necesarios
(riqueza, salud, etc.). Pero lo mejor del hombre es la razón que alcanza su perfección con la
sabiduría. La vida del sabio es, en efecto, la más parecida a la de los dioses, pues se ocupa de
realidades que ni nacen ni mueren. De ahí que el hombre feliz es por excelencia el sabio. Por lo
demás, el ejercicio de la virtud no excluye el placer, sino que lo incluye en cuanto éste
completa toda actividad.
La estructura del libro es la siguiente:
En el libro I se ocupa del concepto de felicidad que hace radicar en la virtud; en el libro II
define la virtud moral como término medio respecto de un exceso y un defecto (en la pasión o
en la acción); en el libro III establece la diferencia entre las acciones voluntarias y las
involuntarias y analiza dos virtudes morales: la valentía y la moderación; en el libro IV se
ocupa de otras virtudes morales: la generosidad, la magnificencia, la magnanimidad, la
afabilidad, la amabilidad, la sinceridad, la agudeza y el pudor; el libro V lo dedica íntegramente
a reflexionar sobre la justicia como virtud; en el libro VI aclara lo que son las virtudes
intelectuales; en el libro VII se ocupa de la continencia que es un tipo de moderación y del
placer; en los libros VIII y IX reflexiona sobre la amistad; en el libro X considera de nuevo el
placer y la superioridad de la vida contemplativa, es decir, de la dedicada a la ciencia, sobre
cualquier otro género de vida.
El texto pertenece al libro VI de la obra, donde Aristóteles se ocupa de las virtudes
intelectuales.
Contexto filosófico: Influencias:
La teoría ética de Aristóteles se puede considerar como una respuesta crítica a otras tres
teorías, a saber: la de los sofistas, la de Sócrates y la de Platón.
1) Crítica a los sofistas.
Los sofistas (entre los que cabe destacar a Protágoras y a Gorgias) en el siglo V sostuvieron
una teoría relativista en moral que se sustenta en dos ideas:
 a) No se puede hablar de lo bueno absolutamente, es decir, con independencia del individuo y
de las circunstancias en que este se encuentra. Lo que es bueno para A puede ser malo para B
y lo que es bueno para A en determinadas circunstancias, puede ser malo en otras.
b) No hay nada bueno ni malo en sí mismo, sino que es el pensamiento el que lo hace tal.
Para Aristóteles aunque el bien se dice de múltiples maneras como el ser, hay sin duda el bien
que es propio de la condición humana y que consiste en la perfección de su razón. Hay pues un
fin que se sigue de la naturaleza humana y cuya realización es objetivamente un bien para
todos. El bien, por tanto, no es relativo a la persona o al contexto, sino que podríamos hablar
de una noción de bien universalizable, aquella que nace del sentido común.
2) Crítica a Sócrates.
Sócrates se opuso al relativismo moral de los sofistas y sostuvo una teoría que se conoce como
intelectualismo moral que se distingue por afirmar:
a) la virtud es conocimiento, es decir, conocer la virtud (el Bien) es lo mismo que ser virtuoso.
 b) No es posible conocer la virtud y ser malvado, es decir, siempre que se obra mal, se obra
así por ignorancia; nadie es malo por propia voluntad.
 Según Aristóteles, Sócrates no tiene en cuenta la debilidad de la voluntad, la falta de
autocontrol, la incontinencia, el efecto del apetito o la pasión. Es posible ver lo mejor (conocer
el Bien), y seguir lo peor porque existe la incontinencia, la falta de autocontrol que Sócrates no
admitía, pero Aristóteles sí.
3) Crítica a Platón.
Platón afirma la existencia de dos mundos: uno de las Ideas (Inteligible) y otro de las
Apariencias (Sensible). Sólo el primero es verdaderamente real y está presidido por la idea de
Bien. En tanto el mundo sensible es una mera copia de aquel.
Aristóteles, rechazó de Platón, la teoría del dualismo, ya que según él no puedes separar
radicalmente las Ideas de los objetos, si previamente se ha dicho que el origen de los objetos
son las propias ideas, por lo que están intrínsecamente ligados; Materia y forma no están
disociadas, porque si así fuera, el mundo seria un caos, desestructurado y no podríamos
comprenderlo.
      Para Aristóteles en cambio lo único real es la sustancia sensible (compuesta de materia
y forma) y el fin del ser humano es alcanzar el máximo bien (felicidad) en cuanto realizable en
este mundo en que vivimos y no más allá de éste, en el Inteligible.
 Su influencia ha sido amplísima y se dejó sentir sobre todo en la cultura medieval, tanto en la
árabe (Averroes) como en la latina (Sto. Tomás de Aquino); Aristóteles: fue el filósofo que mas
influyo en la forma de pensar de Santo Tomas, estos son los conceptos más importantes que
tomo de él, pero matizados por su concepción cristiana de la realidad:
           Ontología:     Toma     los    conceptos   de     forma/materia,  acto/potencia,
       sustancia/accidentes, conceptos a los que Santo Tomás añade la oposición metafísica
       esencia/existencia y Dios (frente al Motor Inmóvil de aquél) como fundamento último
       de la realidad.
        Teología natural: Adopta sus teorías principalmente en la primera, segunda y quinta
       Vía, pero también en la concepción de Dios como motor inmóvil, acto puro y forma
       inmaterial.
       Filosofía de la naturaleza: Coge de Aristóteles su descripción del mundo físico (las
       explicaciones finalistas del mundo natural, o la división del mundo en mundo sublunar y
       mundo supralunar).
         Teoría del conocimiento: Igual que aquél, da primacía a la experiencia en la
       fundamentación del conocimiento, aunque éste no se limita a lo dado a los sentidos:
       podemos conocer las realidades trascendentes (Dios y el alma).
        Antropología: concepción biologista del alma, división tripartita del alma: vegetativa,
       sensitiva e intelectiva, aunque Santo Tomás defiende con más claridad la inmortalidad
       del alma espiritual individual.
       Ética: el concepto y la clasificación aristotélica de la virtud, pero Sto._Tomas añade las
       virtudes sobrenaturales.
        Política: emplea las ideas de Aristóteles sobre la ley natural, y las completa con la
       referencia a la ley eterna (ajena al pensamiento aristotélico).



Aún hoy Aristóteles está presente en la doctrina de la Iglesia Católica a través de la escolástica
medieval.


     4.4. EL PENSAMIENTO DE ARISTÓTELES EN SU CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIAL
Y CULTURAL.
 El siglo V es el siglo de gran esplendor de la ciudad-estado griega de Atenas. Esplendor
político con la democracia ateniense para los hombres libres. Sin embargo, en el orden social
sigue estandoe da la esclavitud.
        Aristóteles de Estagira fue considerado como el “maestro de los que saben” o el
“filósofo” hasta bien entrado el Renacimiento. Su vida transcurre en una época en la que se
está derrumbando el ámbito socio-económico en el que se desarrolló la civilización griega,
fundamentada en la polis. En el siglo IV se da el fortalecimiento de la ciudad-estado de
Macedonia y la extensión de la cultura griega por las conquistas militares de Alejandro
Magno, de quien fue preceptor el propio Aristóteles.
       La filosofía se va a resentir fuertemente de esta crisis global y va a centrarse en la
especulación ética sobre todo a partir de Aristóteles. La ética se va a ocupar, de manera casi
exclusiva, de la salvación del individuo, al margen de una sociedad con la que el filósofo ya no
se identifica y para la que no busca ninguna solución, pues no la considera ni siquiera posible.
Surgen varias escuelas como epicureísmo, estoicismo, escepticismo, cínicos y cirenaicos
(posteriores a Aristóteles).
El siglo IV está marcado por un gran desarrollo cultural, a nivel artístico, histórico y científico.
Aristóteles

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  • 1. ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea.' libro VI, "Examen de las virtudes intelectuales", capítulos 3-5 (trad. J. Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 2000, pp. 272276). 1. Resumen primer fragmento: La ciencia En este texto, Aristóteles habla sobre la ciencia y su estudio. El fragmento versa sobre las virtudes intelectuales , que son 5: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el intelecto. Utiliza como estrategia para definir la ciencia, la oposición de los contrarios: ciencia (episteme) frente a opinión (doxa). Argumenta que la ciencia es algo verdadero y necesario, no esta sujeta a ningún cambio ni alteración, es enseñable, demostrable e inmutable. La ciencia se ocupa de lo necesario, que además es lo eterno, ingénito e indestructible, en tanto, la opinión y/o la suposición, se ocupan de lo contingente (lo que puede ser de otra manera). Los conocimientos científicos pueden ser obtenidos a través de dos métodos, la inducción y el silogismo. El silogismo parte de lo universal, valiéndose del razonamiento, Mientras que la inducción parte de lo particular, y trata sobre la ciencias experimentales como la química y la biología. 2. Resumen del segundo fragmento: El arte En el 2º fragmento, Aristóteles analiza y entiende el arte como la creación de un objeto. Compara al arte con la ciencia; la ciencia no puede ser de otra manera, el arte sí. En contraste al arte, está la accion. La acción tiene que ver con la ética, mientras el arte con la producción. Para producir algo necesitamos conocer la técnica adecuada , ya que en el caso de no ser así tendríamos una falta de arte; el artista que usa la racionalidad para producir cualquier objeto, es un buen técnico, porque es capaz de hacer las cosas bien, tiene las habilidades, conocimientos, necesarios para ello: a diferencia de la acción, que tiene su fin en sí misma , aquél tiene su fin en otro. En el arte, su fin está en la construcción de algo útil y bello. Esto significa que el arte, es libre, da cabida el azar. No podemos comparar el arte, con la matemática, por ejemplo. En conclusion, el arte es un modo de ser productivo acompañado de razón verdadera, y la falta de arte es un modo de ser productivo acompañado de razón falsa. 3. Resumen tercer fragmento: La prudencia En este fragmento Aristóteles hace una investigación de la prudencia, para definirla observa el comportamiento de un ser humano prudente, que delibera, y tiene en cuenta las consecuencias de sus actos, no actúa por instinto. Cuando reflexionamos sobre algo, deliberamos, pensamos en lo que mas nos conviene, para nuestra felicidad , a nivel global. Un hombre prudente no actuaría de forma impulsiva, sino que valoraría todas sus opciones antes de tomar una decisión. Este hombre elige de principio a fin medios prudentes. Si la acción no es prudente el fin tampoco. No es prudente ser injusto para obtener finalmente un beneficio; Podriamos afirmar, por tanto, que el fin no justifica los medios. La prudencia se distingue de la ciencia como virtud intelectual porque esta discurre sobre lo necesario (no puede ser de otra manera) por medio de la demostración y la prudencia se ocupa de lo contingente (suceso posible) mediante deliberación (silogismo práctico) A su vez también se diferencia del arte porque éste se ocupa de la producción, cuyo fin es distinto de ella misma, mientras que la prudencia se ocupa de la acción (praxis) que es un fin en sí misma y de los mejores medios para su realización en cada momento, porque no existe una técnica determinada para ser prudente. Según el filósofo tanto el dolor como el placer corrompen al hombre y la virtud de la prudencia se consigue mediante la moderación. La moderación es la capacidad de escoger aquello que se encuentra en el punto medio entre el exceso y el defecto. La templanza es moderación, autodominio respecto a los placeres corporales Quien carece de ella y se deja arrastrar por los placeres pervierte su juicio respecto a lo que le conviene y debiera ser el fin de su vida. De este modo se vuelve imprudente o insensato En rigor, se distingue de todas las virtudes intelectuales (sabiduría e intuición intelectual, además del arte y la ciencia) porque es a un tiempo intelectual y moral; intelectual por reflexionar con la razón y moral porque se ocupa de las acciones que forjan el carácter y nos hacen éticamente virtuosos.
  • 2. 2. NOCIONES 2.1. LO NECESARIO Y LA CIENCIA. La ciencia (episteme) tiene como método la demostración (silogismo inductivo y deductivo) cuyos resultados son conclusiones de validez universal y su objeto es lo necesario, ingénito e imperecedero que se concreta entre otras cosas en las relaciones cuantitativas (continuas o discretas), principios del movimiento, los astros y Dios. Reúne estas características: 1) Sólo hay ciencia de lo universal no de lo singular. La sensación no es ciencia, ya que sólo permite conocer lo singular. 2) Es un conocimiento de lo necesario, de “lo que no puede ser de otra manera”. No lo es de lo contingente. 3) Es un conocimiento por las causas. A través de la demostración nos explica por qué lo que conocemos es así y no puede ser de otro modo. 4) Se puede enseñar. Aristóteles tiene en mente la diferencia con la experiencia. Ésta es previa a la ciencia y consiste en la acumulación de vivencias personales, sin una teoría sobre ellas. 5) Se obtiene por demostración. Esto diferencia a la ciencia de la opinión y 6) Es un conocimiento verdadero y cierto como consecuencia de lo anterior. No hay ciencia sino de las esencias (que son lo universal y necesario en Aristóteles, como lo eran las Ideas en Platón). Sólo hay ciencia cuando conocemos de un objeto: 1) si es (su existencia); 2) lo que es (su esencia), y 3) el porqué (la causa). La ciencia funciona demostrativamente, y consiste en que a partir de unos enunciados dados puedan obtenerse unas conclusiones. El esquema de demostración más simple es el silogismo. El silogismo parte de lo universal. Un silogismo es un esquema de razonamiento tal que a partir de dos enunciados denominados premisas, que han de estar conectadas entre sí por un término medio y de modo correcto, se puede obtenerse una conclusión, que será una conclusión necesaria. Un ejemplo es: Premisa mayor: Lo que está próximo no parpadea. Premisa 2: Ahora bien, los planetas están próximos. Conclusión: Luego, los planetas no parpadean. En este razonamiento el término medio, la proximidad, está tomado como causa de la ausencia de parpadeo. Sólo un razonamiento de esta índole tiene un valor explicativo, constituye una verdadera demostración y cumple el ideal de la ciencia. El silogismo en general es un proceso deductivo ya que extrae verdades particulares de verdades universales. El problema es que las premisas tendrán que ser demostradas a su vez a partir de otras, y éstas de otras, etc. Como no puede prolongarse el proceso hasta el infinito, porque entonces nunca conseguiríamos demostrar nada, tiene que haber unos enunciados primeros que estén ya dados sin necesidad de demostración (primeros principios), que son objeto de la intelección. Las premisas del silogismo científico tienen que ser, en última instancia, verdaderas, primarias, inteligibles, claras por sí mismas y más universales que la conclusión. Aristóteles se plantea ¿cómo se captan las verdades universales? Hay dos maneras: 1ª La inducción que es un proceso por el que se va de lo particular a lo universal (a veces es considerada por Aristóteles como un tipo de silogismo y otras como una intuición), 2ª La intuición que es la captación pura por el intelecto de los primeros principios. Una visión inmediata. También la podemos llamar evidencia. La demostración no es sino una clase especial de silogismo (el silogismo científico). No todo silogismo produce un conocimiento científico (hay también silogismo dialéctico que tiene premisas sólo probables, fundadas en la opinión y se emplea para vencer a un oponente en el debate), sino únicamente aquel que se apoya, en último término, en unos primeros principios que han de ser inmediatamente evidentes e indemostrables. La sabiduría (Sophía) es la virtud intelectual más perfecta y reúne la intelección (nous) y la ciencia. Se ocupa de lo más excelente porque lo más excelente es lo necesario, eterno y que no cambia. En esto se diferencia del arte que se ocupa de lo que cambia, en su caso, de la producción y de la prudencia que también se ocupa de lo que cambia, de aquello que nos conviene hacer en nuestra vida pública o privada.
  • 3. 2. 2. LA PRODUCCIÓN Y LA ACCIÓN. El método del arte (Tekhné) es la deliberación; su objeto es lo contingente, pero entendido como acción productiva (poiesis) que no es en sí misma su propio fin ya que su fin está en la construcción de algo útil y bello. A diferencia de lo necesario (de lo que se ocupa la ciencia, la intelección y la sabiduría), que sólo puede ser de un modo, lo contingente puede ser de dos maneras: como acción (praxis) o como producción (poiesis). De la primera se ocupa la prudencia y de la segunda el arte. El resultado de ambas (la acción realizada y lo producido) puede ser de otra manera, pero se diferencian en que la acción tiene su fin en sí misma y la producción no es en sí misma un fin, sino que tiene su fin en otro, a saber, lo producido. A la buena acción que tiene su fin en sí misma nos predispone la virtud moral (que es el término medio entre ciertas pasiones o acciones por exceso o defecto). Una acción valerosa, o generosa, o justa es un fin en sí misma y la realiza quien posee las virtudes correspondientes (valentía, generosidad, justicia). La buena acción en cuanto tiene su fin en sí misma ha de ser un elemento constitutivo de lo que es fin último y bien máximo, es decir, la felicidad. En efecto, no hay felicidad sin sensatez o prudencia (phrónesis) y la buena acción la requiere. El arte, por su parte, es una virtud intelectual que consiste en aquel conocimiento que es principio de la producción, de suerte que quien lo posee (el artesano) puede producir bien una cosa (un artefacto), es decir, de acuerdo con la forma y el uso que le son adecuados. Así decimos de alguien que es un buen arquitecto porque posee el arte de la arquitectura, es decir, los conocimientos que le permiten producir buenas casas o templos y por tanto adecuados al fin de habitar o adorar al dios. Por eso Aristóteles define el arte como "la disposición productiva acompañada de la razón verdadera". Aristóteles nos dice que el principio de la producción del artefacto u objeto artístico (la diferencia entre bellas artes y artesanía o técnica no existe para los griegos) está en otro, en el artesano que posee el arte (los conocimientos que permiten la producción) y no en sí mismo. Con ello pretende diferenciar el arte de la naturaleza (physis), pues el primero tiene un principio externo de producción y la segunda un principio interno que reside en el propio ser natural (por physis). Así la semilla en cuanto es un ser natural produce por sí misma, en las condiciones adecuadas, un árbol, mientras que un árbol jamás produce por sí mismo una mesa, sino sólo si como material es transformado por el saber del artesano que le da la forma adecuada. Por eso dice Aristóteles que las cosas naturales "tienen su principio en sí mismas". Seguidamente Aristóteles compara el arte con la tyché que es traducida por azar, pero que significa suerte o fortuna y que es preciso distinguir de lo que se produce to automaton, es decir por azar o espontáneamente; el primer caso se da cuando por ejemplo un hombre encuentra al cavar un tesoro y el segundo caso cuando, por ejemplo, nace un ser deforme. El arte y la suerte o fortuna coinciden en que tienen por objeto lo contingente y se dan de manera accidental o por casualidad; así, es por casualidad o accidentalmente (kata symbebekós) que un hombre encuentra un tesoro al cavar para plantar un árbol y también la madera se transforma en silla porque da la casualidad que un hombre ha aprendido el oficio de carpintero y aplica sus conocimientos (la diferencia entre arte y fortuna es que en el primero hay deliberación y en el segundo no). En cambio no es por casualidad o accidentalmente que una semilla se convierte en árbol o que un animal percibe o que un hombre piensa, sino que ello es así porque esa es su naturaleza. Así la naturaleza tiene que ver con lo que se da generalmente de manera necesaria, por ejemplo, que una piedra caiga o una oruga se transforme en mariposa y, en cambio, el arte y la suerte tienen que ver con lo contingente o accidental. Arte y naturaleza coinciden, no obstante las diferencias, en que ambos son procesos teleológicos, orientados a la realización de un fin. Más aún, ambos emplean los mejores medios posibles. Se parecen hasta tal punto en esto, que si una casa, por ejemplo, se pudiera realizar de manera natural, lo haría del mismo modo que como la planea el arquitecto.
  • 4. 2.3. PRUDENCIA Y MODERACIÓN. Aristóteles explica el concepto de phrónesis que se suele traducir por prudencia, pero cuyo significado está más cerca de lo que en castellano se entiende por sabiduría práctica o sensatez. Se llama sensato o prudente al que reflexiona adecuadamente acerca de las acciones que más le conviene realizar en cada momento, elige adecuadamente y lleva en consecuencia una buena vida. Se distingue de la ciencia como virtud intelectual porque ésta discurre sobre lo necesario por medio de la demostración y la prudencia se ocupa de lo contingente mediante deliberación, es decir, mediante un proceso reflexivo acerca de alternativas de acción que se refiere a los mejores medios para el logro de un fin, la buena vida, y cuya conclusión es la decisión, principio de la acción. Se diferencia también del arte porque éste se ocupa de la producción (poiesis), cuyo fin es distinto de ella misma, mientras que la prudencia se ocupa de la acción (praxis) que es un fin en sí misma y de los mejores medios para su realización en cada momento. El método de la prudencia (Phrónesis) es la deliberación (silogismo práctico) cuyo resultado son decisiones de validez particular referidas a fines y medios; el objeto de que se ocupa es lo contingente entendido como acción (praxis) que es en sí misma su propio fin (las acciones virtuosas). En rigor, se distingue de todas las virtudes intelectuales (sabiduría e intuición intelectual, además del arte y la ciencia) porque es a un tiempo intelectual y moral; intelectual por reflexionar con la razón y moral porque se ocupa de las acciones que forjan el carácter y nos hacen éticamente virtuosos. Según Aristóteles no hay virtud moral (por ejemplo, generosidad, valentía o justicia) sin prudencia, porque cuando ésta falta no se atina con el bien o lo conveniente; pero tampoco hay prudencia sin virtud moral, pues sólo el virtuoso tiene como fin una vida buena y la prudencia delibera acerca de los mejores medios para alcanzarla. “La virtud hace recto el fin propuesto y la prudencia los medios que a él conducen”. En efecto, no llamamos sensato o prudente al malvado que delibera sobre los mejores medios para llevar una mala vida, sino sagaz o vivo. Si un hombre, por ejemplo, en lugar de tener como fin en su vida la salud, se propone comer de todo y sin miramientos porque es un glotón (vicio), no lo llamaremos prudente o sensato aunque sepa encontrar los medios concretos que le permiten satisfacer su glotonería. Seguidamente se ocupa de la relación particularmente estrecha que existe entre la sophrosyne (moderación, templanza, autocontrol) y la phrónesis (prudencia), de suerte tal que el significado de la primera sería el de salvaguardar la segunda. Ello es así porque la templanza es aquella virtud moral que consiste en el justo medio entre dos extremos o vicios, el de aquel que se deja llevar y se excede en los placeres corporales, en particular los sensuales, y el de aquel que es insensible a los mismos. La templanza es moderación, autodominio respecto a esos placeres. Quien carece de ella y se deja arrastrar por los placeres pervierte su juicio respecto a lo que le conviene y debiera ser el fin de su vida. De este modo se vuelve imprudente o insensato. En efecto, el juicio propio de la ciencia no se altera ni se pervierte por el placer o el dolor. Así, por muy poca que sea mi moderación y autodominio en el placer, seguiré viendo con claridad que dos y tres suman cinco y que los ángulos de un triángulo suman dos rectos. En cambio, el juicio propio de la sensatez sí puede alterarse si pierdo la moderación en el placer corporal y ya no ver claro lo que verdaderamente me conviene y haría de mi vida una vida buena. Aristóteles concluye con una definición más precisa de la prudencia: "disposición racional verdadera y práctica respecto de lo que es bueno para el hombre". Disposición traduce el término griego hexis que también se traduce por hábito. Con esto se significa que la prudencia es un modo de reflexionar arraigado en el ser humano y no flor de un día. No llamamos prudente al que en una ocasión o dos se comporta sensatamente, sino al que habitualmente lo hace a lo largo de una vida. Es verdadera porque el juicio ha de ser correcto acerca de la acción que conviene realizar. El juicio propio de la prudencia es la opinión. De las partes racionales del alma, es la razón práctica la que se ocupa de las acciones y como las acciones son contingentes, los juicios que le son propios son opiniones que, no obstante, han de estar fundadas en razones.
  • 5. En cuanto a la relación con el arte, que también trata de lo contingente, además de la diferencia ya establecida de que el arte se ocupa de la producción que tiene su fin en otro y la prudencia con la acción, que tiene su fin en sí misma, cabe destacar que, según Aristóteles, hay una excelencia del arte pero no de la prudencia. Con ello significa que en el caso del arte hay un dominio mayor o menor del conocimiento artístico y así se es mejor o peor artista, pero en el caso de la prudencia no, pues o se es prudente o no se es. Además, en el arte es preferible el que yerra voluntariamente, pues ello es señal de que conoce su oficio, mientras que en el caso de las virtudes morales el que hace lo inconveniente porque quiere es peor que quien lo hace involuntariamente. Estrechamente relacionadas con la phrónesis están la deliberación y la elección. La deliberación se ocupa de las cosas que podemos hacer nosotros mismos, especialmente cuando hay más de una forma de intentarlas. La deliberación es el proceso reflexivo respecto a las alternativas de acción que más nos convienen y cuya conclusión es la elección. La deliberación se emprende con miras a descubrir los medios mejores para realizar un fin predeterminado. El hombre prudente es el que delibera bien y sabe elegir en situaciones concretas los mejores medios con el fin de lograr una buena vida. La elección (proairesis) pertenece a la esfera de lo voluntario y es una combinación del deseo con la razón o un deseo deliberado de lo que está en nuestro poder. En efecto, el hombre prudente es el que tiene claro el fin de su acción que es el mayor bien posible para el hombre, pero esto es muy general; por ejemplo: llevar una vida sana y comer cosas digestivas. El hombre prudente conoce además de manera concreta cuáles son los alimentos ligeros y por eso elige lo más adecuado. La prudencia se ocupa de aquello que nos conviene en nuestra vida privada, pero también en nuestra vida pública (en comunidad) y entonces la prudencia se considera política y de ahí que todo buen político haya de ser prudente, como indica Aristóteles. 3. TEMAS. 3.1 VIRTUDES MORALES E INTELECTUALES. Aristóteles está convencido de que el fin natural del hombre es la felicidad y de que ésta radica en el ejercicio de la virtud. En general, la virtud de cualquier cosa, su excelencia propia, consiste en su capacidad para desarrollar la función que le es propia. En el caso del hombre esto significa el ejercicio excelente de la razón y por esto la virtud se define como una disposición o hábito (hexis) permanente para vivir de un modo razonable. Se distingue así de otros estados del alma como la pasión (pathos) que se padece o la facultad (dinamis) que se puede poner al servicio del bien o del mal. Cuando esa disposición a lo razonable se ocupa de acciones y pasiones (ira, temor, vergüenza, apetito y en general todo lo que es acompañado de sensación de placer o dolor), de modo que estemos predispuesto a actuar de un modo sensato y conveniente en la vida, tenemos la virtud moral que forja el carácter bueno de los hombres. La razón aquí reflexiona en situaciones concretas para encontrar el justo medio que es la virtud respecto a ciertas pasiones y acciones, pues los extremos tanto por exceso como por defecto son males o vicios. Respecto de la valoración, la virtud moral no es mediocridad sino lo más excelente. El rechazo del exceso y el defecto y conservación de la medida debida como garantía del bien fue una idea que Aristóteles compartió con Platón: compartió mejor que debió a Platón, porque ambos estaban dando forma filosófica a una idea típicamente griega, encerrada en el mandato délfico "nada en demasía" y reflejada en la filosofía pitagórica, los trágicos y en otros lugares. Entre las virtudes morales destacan: la justicia que puede ser general (observancia de la ley) o particular y en este último caso tenemos la justicia distributiva que se ocupa del reparto de los bienes en proporción a los méritos, la justicia rectificadora que trata de reparar un daño causado y la justicia conmutativa o de intercambio que preside las relaciones comerciales y reposa sobre la moneda; la templanza o moderación, justo medio entre la insensibilidad y la intemperencia o desenfreno respecto a los placeres corporales; la valentía, término medio entre la cobardía (exceso de miedo) y la temeridad (ausencia de miedo); la mansedumbre, término medio entre el exceso de cólera y la apatía; la generosidad, término medio respecto al regalar entre la prodigalidad y la tacañería; la veracidad o franqueza, término medio entre la jactancia y depreciación de sí mismo; la reserva o vergüenza, término medio entre la desvergüenza y la timidez. Ninguna virtud moral es posible sin una virtud que es a la vez intelectual y moral: la prudencia.
  • 6. En cambio, cuando la disposición a lo razonable lo es respecto del conocimiento con miras a la producción de algo, la realización del bien o el descubrimiento de la verdad, tenemos otro tipo de virtud que es la intelectual. En el texto Aristóteles dice que las virtudes intelectuales son “las disposiciones por las cuales el alma posee la verdad cuando afirma o niega algo”. (Hay tres tipos de alma: vegetativa, sensible y racional. Tres son las partes racionales del alma: una es la razón teórica o contemplativa cuyo objetivo es el descubrimiento de la verdad entre cuyas virtudes se encuentran la ciencia, la intelección y la sabiduría, otra es la razón práctica que se ocupa de las acciones y cuya virtud es la prudencia y por último tenemos la razón productiva, relativa al arte). Las distintas virtudes intelectuales se distinguen por su objeto y por su método: Ciencia (episteme): el método es la demostración (silogismo inductivo y deductivo) cuyos resultados son conclusiones de validez universal; el objeto es lo necesario, ingénito e imperecedero: relaciones cuantitativas (continuas o discretas), principios del movimiento, los astros y Dios. Intelección (nous): el método es una cierta aclaración que no llega a ser demostración; el objeto es lo necesario, ingénito e imperecedero que en este caso se identifica con los primeros principios generales de toda ciencia tales como el de no contradicción o identidad y los que son específicos de cada ciencia; por ejemplo, en matemáticas, dos cantidades iguales a una tercera, son iguales entre sí. Sabiduría (Sophía): Es el resultado de la unión de intelección y ciencia. Prudencia (Phrónesis): El método es la deliberación (silogismo práctico) cuyo resultado son decisiones de validez particular referidas a fines y medios; el objeto de que se ocupa es lo contingente entendido como acción (praxis) que es en sí misma su propio fin (las acciones virtuosas). Esta virtud además de intelectual también es moral. Arte (Tekhné): El método es la deliberación; su objeto es lo contingente, pero entendido como acción productiva (poiesis) que no es en sí misma su propio fin (la construcción de algo útil y bello por ejemplo). En un orden jerárquico podemos decir que el arte se supedita a la prudencia y ésta a la sabiduría. 3.2. VIRTUD Y FELICIDAD. El objeto de la ética es definir el bien supremo, el fin último de la actividad del hombre: hay necesariamente un objeto absoluto de la voluntad que perseguimos por él mismo y por encima de todo, respecto del cual todos los demás fines no son más que medios; ese bien supremo es además un bien perfecto, es decir, acabado (teleion), que se basta a sí mismo, que es capaz de satisfacernos por sí solo. Ese bien están todos de acuerdo en denominarlo la felicidad; pero cada cual lo concibe a su manera, según sus propias tendencias, por las cuales se siente inducido a esto o a aquello. Para liberarse de estas concepciones subjetivistas sin recurrir a la idea de un Bien universal y abstracto que no sería el bien de ningún sujeto, trató Aristóteles de investigar cuál es el bien propio del hombre; y reconoció que la virtud o la excelencia del hombre consiste en su aptitud para la vida razonable; reside para cada cual en una disposición permanente para comportarse razonablemente. Por una parte tenemos la virtud moral que es una disposición del carácter, término medio respecto a ciertas acciones y pasiones cuyo exceso o defecto son males o vicios (justicia, templanza o moderación, valentía, etc.); y, por otra parte, tenemos la virtud intelectual que es una disposición del entendimiento al descubrimiento de la verdad (ciencia, intelección, sabiduría, arte y prudencia). Ahora bien, así como en los bienes exteriores la posesión no es nada sin el uso, sin el goce de ellos, así también la virtud no sería de ningún valor para quien no pudiese ejercerla. La posesión de la virtud como tal no basta para ser feliz, pues el bien supremo sólo se alcanza gracias al ejercicio de la virtud, gracias a la vida razonable para la que nos dispone la virtud; el alma humana encuentra en la práctica de las virtudes, en el ejercicio de sus facultades razonables, su satisfacción más elevada; la actividad virtuosa es valiosa en sí misma.
  • 7. ¿Qué relación guarda la virtud con el placer en el que muchos han hecho radicar la felicidad? El placer no puede identificarse con el bien, pues hay placeres vinculados con conductas censurables y hay fines que merece la pena buscar aunque no proporcionen placer, pero esto no significa que el placer se oponga absolutamente al bien. En efecto, toda actividad (de los sentidos o del pensamiento) cuando se ejerce en condiciones favorables, cuando la disposición está bien dispuesta y encuentra el objeto más digno de ponerla en acción, se ejerce acompañada de placer. Por esto si el placer está vinculado a la actividad, habrá tantas clases de placeres como de actividades y el placer no podrá ser elogiado o condenado de manera uniforme y sin especificar a qué clase de placer nos referimos. Como Aristóteles ha reconocido que la actividad propia del hombre es la actividad del alma razonable, el placer más conforme con el ser humano y que le hará plenamente feliz consistirá en el ejercicio de la virtud. Para asegurarse de que la verdadera felicidad del hombre reside en la práctica de la virtud, basta invocar el testimonio del hombre virtuoso. Éste, no sólo encuentra placer en los actos de virtud, sino que los placeres contrarios a la virtud, no son a su juicio verdaderos placeres. Sabido es que el enfermo con fiebre no juzga acerca de lo dulce y de lo amargo del mismo modo que el sano, pues de la misma manera el hombre razonable no juzga tampoco acerca de lo agradable y de lo penoso como el intemperante y el insensato o imprudente. Ahora bien, es al hombre sensato a quien compete juzgar en la materia; es su juicio el que constituye la medida de lo verdadero y de lo falso en cuestión de placer. Si la felicidad reside en el ejercicio de la virtud y la virtud más perfecta que nos asemeja a la vida divina es el ejercicio de la sabiduría, entonces en esta virtud radicará la felicidad más perfecta, en una actividad contemplativa. En efecto, de todas las actividades racionales del alma, ésta es la más pura, la que causa la menor fatiga y puede ejercerse de manera continua y con plena suficiencia (autarkeia), es decir, sin necesidad de ayudas exteriores; además su finalidad únicamente está en sí misma, en el goce supremo que ella produce a quien la ejerce; por último, si el hombre bueno encuentra su dicha en el ejercicio de la virtud práctica, moral, esa dicha, sin embargo, es menos independiente que la del sabio dedicado a la contemplación. En primer lugar, si la virtud moral encuentra en sí misma su premio, no se ejerce sin embargo sin aplicarse a algún fin exterior a sí misma: el justo encuentra su gozo en la práctica de la justicia, dedicándose a una causa justa que le es preciso encontrar. Por otra parte, las virtudes morales no necesitan solamente un fin en el cual emplearse, sino unos medios, para ejercerse. ¿Cómo ser generoso si no se tiene nada que dar?, ¿justo, si no se pueden devolver los servicios recibidos? He ahí por qué la virtud moral, la del hombre bueno, no basta por sí sola para asegurarle la felicidad, pues al ejercicio de esta virtud le pueden faltar los medios o la ocasión para poder ejercerse. Pero la felicidad además de la virtud exige una serie de bienes exteriores como la salud, bienes de fortuna, satisfacciones familiares, amigos, etc. La suerte cuando nos es adversa hace fracasar la felicidad aunque no sea más que porque entorpece nuestras actividades, pero, por otra parte, incluso en esas circunstancias el hombre virtuoso sacará provecho, actuará según sus posibilidades de ser razonable y por ello, aún en el infortunio, no será desdichado. Por último, para que la felicidad sea perfecta, no basta, nos dice Aristóteles, que la virtud se ejerza ocasionalmente, sino que es necesario que su actividad llene la vida entera: una golondrina no hace verano. La felicidad no es perfecta sino a condición de que sea constante. 4. CONTEXTUALIZACIÓN. 4.1. EL TEXTO EN LA OBRA. El texto que estamos estudiando pertenece a la obra "Ética a Nicómaco" que trata de exponer en qué consiste la buena vida tal y como la llevarían los mejores hombres en un Estado bueno. Hay tres tipos de vida: 1) la que se basa en el placer; 2) la que se basa en el honor, la virtud (vida política); 3) la que se basa en la comprensión filosófica. La vida en verdad buena y feliz reúne las tres, pero sobre todo la comprensión filosófica por ser lo más excelente que el hombre puede alcanzar. En efecto, la felicidad o el máximo bien a que el hombre puede aspirar es una actividad del alma de acuerdo con la virtud completa, de suerte que se dé durante una vida entera y se disponga de los bienes externos necesarios (riqueza, salud, etc.). Pero lo mejor del hombre es la razón que alcanza su perfección con la
  • 8. sabiduría. La vida del sabio es, en efecto, la más parecida a la de los dioses, pues se ocupa de realidades que ni nacen ni mueren. De ahí que el hombre feliz es por excelencia el sabio. Por lo demás, el ejercicio de la virtud no excluye el placer, sino que lo incluye en cuanto éste completa toda actividad. La estructura del libro es la siguiente: En el libro I se ocupa del concepto de felicidad que hace radicar en la virtud; en el libro II define la virtud moral como término medio respecto de un exceso y un defecto (en la pasión o en la acción); en el libro III establece la diferencia entre las acciones voluntarias y las involuntarias y analiza dos virtudes morales: la valentía y la moderación; en el libro IV se ocupa de otras virtudes morales: la generosidad, la magnificencia, la magnanimidad, la afabilidad, la amabilidad, la sinceridad, la agudeza y el pudor; el libro V lo dedica íntegramente a reflexionar sobre la justicia como virtud; en el libro VI aclara lo que son las virtudes intelectuales; en el libro VII se ocupa de la continencia que es un tipo de moderación y del placer; en los libros VIII y IX reflexiona sobre la amistad; en el libro X considera de nuevo el placer y la superioridad de la vida contemplativa, es decir, de la dedicada a la ciencia, sobre cualquier otro género de vida. El texto pertenece al libro VI de la obra, donde Aristóteles se ocupa de las virtudes intelectuales. Contexto filosófico: Influencias: La teoría ética de Aristóteles se puede considerar como una respuesta crítica a otras tres teorías, a saber: la de los sofistas, la de Sócrates y la de Platón. 1) Crítica a los sofistas. Los sofistas (entre los que cabe destacar a Protágoras y a Gorgias) en el siglo V sostuvieron una teoría relativista en moral que se sustenta en dos ideas: a) No se puede hablar de lo bueno absolutamente, es decir, con independencia del individuo y de las circunstancias en que este se encuentra. Lo que es bueno para A puede ser malo para B y lo que es bueno para A en determinadas circunstancias, puede ser malo en otras. b) No hay nada bueno ni malo en sí mismo, sino que es el pensamiento el que lo hace tal. Para Aristóteles aunque el bien se dice de múltiples maneras como el ser, hay sin duda el bien que es propio de la condición humana y que consiste en la perfección de su razón. Hay pues un fin que se sigue de la naturaleza humana y cuya realización es objetivamente un bien para todos. El bien, por tanto, no es relativo a la persona o al contexto, sino que podríamos hablar de una noción de bien universalizable, aquella que nace del sentido común. 2) Crítica a Sócrates. Sócrates se opuso al relativismo moral de los sofistas y sostuvo una teoría que se conoce como intelectualismo moral que se distingue por afirmar: a) la virtud es conocimiento, es decir, conocer la virtud (el Bien) es lo mismo que ser virtuoso. b) No es posible conocer la virtud y ser malvado, es decir, siempre que se obra mal, se obra así por ignorancia; nadie es malo por propia voluntad. Según Aristóteles, Sócrates no tiene en cuenta la debilidad de la voluntad, la falta de autocontrol, la incontinencia, el efecto del apetito o la pasión. Es posible ver lo mejor (conocer el Bien), y seguir lo peor porque existe la incontinencia, la falta de autocontrol que Sócrates no admitía, pero Aristóteles sí. 3) Crítica a Platón. Platón afirma la existencia de dos mundos: uno de las Ideas (Inteligible) y otro de las Apariencias (Sensible). Sólo el primero es verdaderamente real y está presidido por la idea de Bien. En tanto el mundo sensible es una mera copia de aquel. Aristóteles, rechazó de Platón, la teoría del dualismo, ya que según él no puedes separar radicalmente las Ideas de los objetos, si previamente se ha dicho que el origen de los objetos son las propias ideas, por lo que están intrínsecamente ligados; Materia y forma no están disociadas, porque si así fuera, el mundo seria un caos, desestructurado y no podríamos
  • 9. comprenderlo. Para Aristóteles en cambio lo único real es la sustancia sensible (compuesta de materia y forma) y el fin del ser humano es alcanzar el máximo bien (felicidad) en cuanto realizable en este mundo en que vivimos y no más allá de éste, en el Inteligible. Su influencia ha sido amplísima y se dejó sentir sobre todo en la cultura medieval, tanto en la árabe (Averroes) como en la latina (Sto. Tomás de Aquino); Aristóteles: fue el filósofo que mas influyo en la forma de pensar de Santo Tomas, estos son los conceptos más importantes que tomo de él, pero matizados por su concepción cristiana de la realidad: Ontología: Toma los conceptos de forma/materia, acto/potencia, sustancia/accidentes, conceptos a los que Santo Tomás añade la oposición metafísica esencia/existencia y Dios (frente al Motor Inmóvil de aquél) como fundamento último de la realidad. Teología natural: Adopta sus teorías principalmente en la primera, segunda y quinta Vía, pero también en la concepción de Dios como motor inmóvil, acto puro y forma inmaterial. Filosofía de la naturaleza: Coge de Aristóteles su descripción del mundo físico (las explicaciones finalistas del mundo natural, o la división del mundo en mundo sublunar y mundo supralunar). Teoría del conocimiento: Igual que aquél, da primacía a la experiencia en la fundamentación del conocimiento, aunque éste no se limita a lo dado a los sentidos: podemos conocer las realidades trascendentes (Dios y el alma). Antropología: concepción biologista del alma, división tripartita del alma: vegetativa, sensitiva e intelectiva, aunque Santo Tomás defiende con más claridad la inmortalidad del alma espiritual individual. Ética: el concepto y la clasificación aristotélica de la virtud, pero Sto._Tomas añade las virtudes sobrenaturales. Política: emplea las ideas de Aristóteles sobre la ley natural, y las completa con la referencia a la ley eterna (ajena al pensamiento aristotélico). Aún hoy Aristóteles está presente en la doctrina de la Iglesia Católica a través de la escolástica medieval. 4.4. EL PENSAMIENTO DE ARISTÓTELES EN SU CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIAL Y CULTURAL. El siglo V es el siglo de gran esplendor de la ciudad-estado griega de Atenas. Esplendor político con la democracia ateniense para los hombres libres. Sin embargo, en el orden social sigue estandoe da la esclavitud. Aristóteles de Estagira fue considerado como el “maestro de los que saben” o el “filósofo” hasta bien entrado el Renacimiento. Su vida transcurre en una época en la que se está derrumbando el ámbito socio-económico en el que se desarrolló la civilización griega, fundamentada en la polis. En el siglo IV se da el fortalecimiento de la ciudad-estado de Macedonia y la extensión de la cultura griega por las conquistas militares de Alejandro Magno, de quien fue preceptor el propio Aristóteles. La filosofía se va a resentir fuertemente de esta crisis global y va a centrarse en la especulación ética sobre todo a partir de Aristóteles. La ética se va a ocupar, de manera casi exclusiva, de la salvación del individuo, al margen de una sociedad con la que el filósofo ya no se identifica y para la que no busca ninguna solución, pues no la considera ni siquiera posible. Surgen varias escuelas como epicureísmo, estoicismo, escepticismo, cínicos y cirenaicos (posteriores a Aristóteles). El siglo IV está marcado por un gran desarrollo cultural, a nivel artístico, histórico y científico.