René Ramírez, Secretario de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación participó en el Foro Internacional Emancipación e Igualdad. Su discurso se concentró en plantear el conocimiento como herramienta para la reducción de la desigualdad.
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Evento
Presentación del economista René Ramírez Gallegos
en el Foro Internacional Emancipación e Igualdad
Argentina, marzo de 2015
Quisiera tratar dos temas fundamentales que son el centro de este foro: el concepto de igualdad y
el concepto de emancipación, y qué implican para las nuevas izquierdas. Voy a plantear una
reflexión desde perspectivas de mediano y largo plazo, porque queremos una izquierda que dure
100 años, no 10 años.
En ese sentido, es necesario ser muy autocríticos con lo que estamos haciendo y el camino que
tenemos por recorrer. Voy a hablarles desde el punto de vista de alguien que trabajó en la
academia, pero que ahora no puede pensar nada que no sea viable en términos de acción
concreta para la transformación social.
Tengo la suerte de participar desde hace nueve años en el proyecto de la Revolución Ciudadana y
creo que ha sido la mejor experiencia porque estamos transformando el Ecuador. Debemos tener
un sentido histórico de lo que estamos haciendo y en qué momento nos encontramos.
Quizá valga la pena señalar que existe un debate en las izquierdas, sobre el que debemos tomar
una decisión. La civilización está en crisis. Y cuando hablamos de que la civilización está en crisis,
yo siempre señalo que es porque el capitalismo está en su apogeo. Yo no creo que el capitalismo
está en crisis, lo demuestra el último libro de Piketty, El capital en el siglo XXI (2014), donde se
hace un análisis económico de los últimos 200 años de capitalismo, confirmando que estamos en
el período de mayor concentración de la riqueza. Este es el mejor termómetro de que el
capitalismo está campante.
La crisis de civilización, producto del apogeo del capitalismo, se debe justamente a una crisis del
pensamiento, a la crisis de las ideas. Es necesario llegar justamente al corazón de esta crisis que
involucra el conocimiento.
Lo que tenemos que buscar es una democracia radical, no únicamente referirnos a la necesidad de
ampliar la participación y la deliberación en el ámbito de la toma de decisiones, sino justamente
buscar otros procesos de organización productiva, nuevas formas de organización de aparatos
productivos democráticos y cooperativos.
Sostengo que una real democracia está en la disputa de la materialidad. Ayer nos decía Álvaro
García Linera justamente aquello. Nosotros, a la par de construir una democracia radical, debemos
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pensar en el tema económico. No podemos dejar de pensar en el tema económico porque este va
a ser uno de los principales filtros para atacar a los gobiernos de izquierdas.
En este marco, otro concepto fundamental es el de emancipación. Nosotros consideramos que la
emancipación pasa por un cambio en la matriz cognitiva. Tenemos que disputar el sentido del
conocimiento, de cómo se genera el conocimiento, cómo se produce y cómo se apropia ese
conocimiento.
Hay que resaltar otro concepto del que la derecha se quiere apropiar y que, sin lugar a dudas, está
en el centro de la emancipación: es el concepto de libertad. Nosotros creemos que el
conocimiento es libertad, que la educación es libertad, y que nosotros debemos apuntalar en estas
nociones la transformación de las nuevas izquierdas.
Respecto a la igualdad, permítanme señalar qué ha pasado en el Ecuador, y a nivel de Suramérica,
donde el período neoliberal sumó dos décadas perdidas, período en el cual las economías
crecieron prácticamente el 0%. Del 2000 al 2006, antes de la Revolución Ciudadana, en Ecuador
hubo una caída de la pobreza (al igual que en América Latina); pero no hubo una caída de la
desigualdad. Pero esta reducción de la pobreza, de la que a veces se jacta la derecha, se debió a
factores exógenos, no a factores deliberados de la política pública de los gobiernos.
¿A qué me refiero con ‘factores exógenos’? Al incremento de los precios de las materias primas, al
flujo de remesas (porque el neoliberalismo expulsó a los migrantes de nuestros países), al
crecimiento de China y también al propio crecimiento de América Latina. Es decir, no fue para
nada una acción política la que llevó a la reducción de la pobreza en 2000-2006.
En cambio, en los ocho años de gobierno de la Revolución Ciudadana (2007-2015), la reducción de
la pobreza viene aparejada a una radical reducción de la desigualdad. Nosotros estamos
reduciendo pobreza, pobreza de ingresos, pobreza de consumo, pobreza de necesidades básicas
insatisfechas (la indigencia está en menos del 5 %); somos el país con menor desempleo en toda la
región, somos un país que reduce polarización social y somos un país que incrementa la clase
media. Es decir, las políticas que hemos hecho han tenido resultados, pero a través de procesos
deliberados de política pública.
Me parece excelente poner en el debate el concepto de desigualdad. Permítanme referirme de
nuevo al libro de Piketty, que reconstruye la historia de la desigualdad de los últimos 200 años en
los principales países desarrollados, y extrae una conclusión muy importante: la caída de la
desigualdad es producto de decisiones políticas. Con eso se destroza la mirada neoliberal que
señala que la desigualdad caerá cuando los países se desarrollen.
En economía este supuesto se basa en el modelo de la curva de Kuznets, según el cual no había
que preocuparse, porque cuando los países alcancen el desarrollo empezarán a reducir la
desigualdad. Pero esto no sucede, y debemos tenerlo claro: no existe mano invisible para que se
reduzca la desigualdad, tiene que haber una mano muy visible de gobiernos de izquierda que
lleguen al poder.
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Tenemos que dejar el romanticismo de creer que se puede transformar el mundo sin tomar el
poder. Si no tomamos el poder no vamos a cambiar la correlación de fuerzas, y para ello es
necesario tener gobiernos progresistas en América Latina.
La izquierda que señala que se pueden transformar las relaciones de poder sin llegar al poder
termina socapando a una plutocracia global que acumula riqueza. Tengamos cuidado con esa
posición de izquierda que a veces, como señala el Presidente de la República, es una izquierda
infantil.
El otro punto que es fundamental para las izquierdas es que no podemos quedarnos sentados
esperando la profecía de Marx que señalaba que el capitalismo moriría por sus propias
contradicciones debido a la disminución de la tasa de rentabilidad del capital. Piketty demuestra
que la tasa de rentabilidad del capitalismo ha aumentado y seguirá aumentando.
Entonces, no podemos quedarnos esperando. Esto significa que debemos estar movilizados para
poder construir una sociedad mucho más justa, y no creer que simplemente las contradicciones
del capital van a eliminar el capitalismo. Quizá el análisis histórico de Piketty deja una gran lección
a nuestros países: tener una postura proactiva y superar la mirada de que la izquierda únicamente
debe ser anti-capitalista, tiene que ser ‘pro’ algo. Y en Ecuador hemos decidido ser pro Buen Vivir
y lo señalamos en nuestra Constitución de la República.
Las dos salidas importantes que Piketty señala, con evidencia empírica, para la reducción de la
desigualdad se relaciona con dos acciones fundamentales: primero, tener impuestos progresivos a
la herencia e impuestos globales al capital; y segundo, la inversión en educación pública de
calidad.
También quiero señalar que es fundamental que en términos analíticos y conceptuales
disputemos desde la izquierda la construcción de sustantivos críticos (y no únicamente la
adjetivación de sustantivos). Lo que quiero decir que muchas veces nos acostumbramos a emplear
adjetivos que la derecha nos imponía y eso es estar a la defensiva, por ejemplo: al desarrollo le
pusimos el adjetivo de ‘sustentable’, a la democracia el adjetivo de ‘participativa’, etc. Pero
tenemos que construir sustantivos críticos. Es fundamental disputar la semántica de los conceptos.
En este marco, no es menor decir, desde el punto de vista académico e inclusive desde la política
pública: good-bye pobretología, bienvenida la ricatología Tenemos que enfocarnos en los ricos si
queremos superar la pobreza. Esto tiene que quedar muy claro. No es fortuito que la academia (y
vengo del área de la economía) haya desarrollado toda una disciplina, todo un aparataje y
abordaje metodológico, empírico, teórico sobre la pobretología y el tema de la ricatología no sea
tocado.
Yo propuse en Ecuador no hacer líneas de pobreza sino hacer líneas de riqueza… Saltó todo el
mundo porque obviamente cuando se identifica a los ricos no se sienten muy cómodos. En cambio
a los pobres se les investiga como ratas de laboratorio. La conclusión a que llegué después de este
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estudio, después de calcular la línea de riqueza, era que con el 2% de riqueza de los más ricos del
país se podía superar toda la pobreza.
Nosotros tenemos que enfocarnos justamente en ese 1% de riqueza porque nosotros somos el
99%; y con ese 1% nosotros podríamos vivir bien. Y eso está demostrado en América del Sur. Este
momento no es un problema de cantidad de riqueza, es un problema de (re)distribución.
Quizá una de las construcciones hegemónicas en la economía, y que ha asimilado también la
izquierda, es creer que con políticas focalizadas hacia los pobres se va a superar la pobreza.
Tengan la seguridad de que mientras sigamos pensando que con políticas focalizadas vamos a
superar la pobreza nunca lo vamos a lograr. Por eso debemos hablar de igualdad, de universalidad,
por eso debemos hablar de lo público, por eso debemos hablar de lo común.
Esos son los conceptos que permitirán superar estructuralmente la pobreza. Aquí viene un punto
fundamental y que también hay que tener claro. Si bien en este el problema no es el tamaño del
pastel, existen países (y esto ya nos está pasando a nosotros) que empezamos a tener lo que se
llama en economía “rendimientos decrecientes de escala”. ¿A qué me refiero? Que estamos ya
muy cerca de la frontera de producción de la economía.
Existen otros países en América del Sur y en Centroamérica que todavía están muy lejos de esta
frontera, y que simplemente a través de redistribución pueden mejorar la calidad de vida de su
población. Nosotros tenemos que buscar otros mecanismos de generación de riqueza, otros
mecanismos de producción de esa riqueza.
Debemos estar claros que estamos en un momento de transición y lo que tenemos que pensar
sistemáticamente, parafraseando a Polanyi, es en la gran transición para la gran transformación.
Debemos tener muy claro que lo que está en juego este momento en la historia de nuestros países
es esa gran transición. En este marco debemos pensar cómo convivimos con el capitalismo y cómo
lo sometemos para nuestro beneficio.
En la acumulación para esta transición debemos preguntarnos: ¿cuál es el capitalismo que más
daño hace a nuestros países? ¿El capitalismo especulativo, el capitalismo de las finanzas, el
capitalismo del terrateniente, el capitalismo de las personas que tienen derechos de propiedad, el
capitalismo de los dueños de los grandes mass media, el capitalismo de los importadores? No
olvidemos esto, porque quizá es una deuda de muchos de nuestros países, incluido el Ecuador.
Ecuador no solo es un país primario-exportador sino también secundario-importador, lo que
significa que tenemos una clase capitalista que lo que hace sistemáticamente es especular con
importación. Y cuando tomamos las medidas para proteger la industria nacional, para generar
empleo, lo que hacen es saqueos en los supermercados, intencionadamente y programadamente,
para decir que no funcionan nuestros sistemas.
Tengamos mucho cuidado con esta clase que realmente atenta a nuestras economías, que son los
rentistas. Hay que luchar contra el rentismo que existe en nuestras economías. No podremos decir
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que hemos transformado nuestras sociedades si es que seguimos con una clase rentista que
concentra la riqueza de nuestras sociedades.
Vale la pena señalar también otros temas que son importantes, y en ese sentido tenemos que
buscar disputar cómo se organiza la acumulación. Permítanme señalar qué ha pasado en el
Ecuador en estos ocho años respecto a un concepto que es fundamental: la distribución primaria
del ingreso, que mide cuánto acumula el capitalista y cuánto acumula el trabajador.
Nosotros, como países del Sur, tenemos también una categoría que es muy importante: es la
categoría del “ingreso mixto”, que son las personas cuentapropistas, que pertenecen a la
economía social y solidaria, que trabajan dentro de las cooperativas, que trabajan en fuentes de
producción completamente asociativa (prácticamente suman el 38% de la población económica
activa en el Ecuador).
En el Ecuador ha caído en el 9% la participación de los capitalistas del total del ingreso nacional. De
ese 9 % se ha distribuido la mitad en participación de los trabajadores y la otra mitad en el ingreso
mixto. Es decir, justamente en este grupo poblacional en donde se diluye la frontera entre
capitalista y trabajador.
Entonces un tema fundamental es buscar, como parte de la emancipación, no que tengan más
participación exclusivamente los trabajadores, sino romper con las relaciones opresivas entre
capital y trabajo. Eso realmente permitirá una real democracia y una real emancipación. Nosotros
tenemos que construir otras estructuras productivas y para eso es preciso tener políticas
deliberadas.
Esta caída del 9% puede sonar a poco si vemos a lo largo de la historia de estos últimos 200 años; y
yo soy muy autocrítico porque pienso que hemos distribuido aún muy poco hacia el trabajador o
hacia el ingreso mixto. Los países que más han distribuido en los últimos 200 años, tomando el
pico más bajo y el pico más alto, llegan al 10%, pero en un siglo; nosotros hemos reducido 8% en
ocho años. Esto ha significado tener impactos radicales con respecto a la reducción de la pobreza,
a la desigualdad, al empleo.
Ahora voy a tratar un tema fundamental que también es un peligro para nuestras izquierdas.
Permítanme señalar el tema de la relación entre lo objetivo y lo subjetivo. Yo estudio mucho el
tema de la desigualdad objetiva y subjetivamente.
Cuando asumimos el gobierno teníamos un ingreso promedio per cápita de USD 500-520,
aproximadamente; pero el ingreso subjetivo antes de nuestro gobierno era de USD 540, más o
menos. Este era el ingreso subjetivo porque tú le preguntabas al ciudadano: ¿con cuánto ingreso
usted se sentiría satisfecho y podría vivir bien? Y te respondían eso. Es decir, había una diferencia
de alrededor de USD 15-20.
Ahora, después de ocho años, dado que ha aumentado el bienestar de todos los ecuatorianos,
dado que existe una clase media más fuerte, estamos llegando objetivamente a USD 759 dólares
de promedio de ingreso; pero el ingreso subjetivo ha subido a más de USD 1.000. La diferencia es
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de USD 400. ¿Qué significa eso para nuestros proyectos? No solo que es necesario cambiar la
estructura productiva, las estructuras de relaciones de poder entre capital y trabajo, sino que
también debemos generar una conciencia de otro patrón de consumo, porque de otra manera
seremos víctimas de nuestro propio éxito.
Tenemos una pirámide poblacional muy joven que ya no ve con ojo crítico al neoliberalismo,
porque prácticamente ha vivido una generación de Revolución Ciudadana (casi vamos a llegar a los
nueve años). Y no entiende tampoco cuando uno habla de la partidocracia, cuando uno ve a lo que
llevaron los partidos. En ese marco parece normal tener educación pública, tener medicamentos
gratuitos, tener salud gratuita.
Pero si no buscamos edificar nuevos patrones cognitivos, lo que nos puede matar no va a venir por
el lado del aparato productivo sino por tener los mismos patrones de consumo del capitalismo.
Esto es muy peligroso. Es una amenaza muy fuerte para nuestros pueblos.
Nosotros tuvimos un gran debate en el Ecuador respecto a cuál es el horizonte de sentido, y
sabíamos que para producir otro mundo, otra realidad, teníamos que disputar un gran pacto de
convivencia. Por eso propusimos, y fue la primera propuesta de campaña, el primer decreto
presidencial, debatir una nueva Constitución. Parte del debate fue cuál es el horizonte, hacia
dónde vamos. Nosotros decidimos construir la sociedad del Buen Vivir; no la sociedad del vivir
mejor, que ahora es el eslogan de muchas campañas electorales de la derecha. Aquí la campaña
del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, me recuerda la de Mauricio Rodas, alcalde de Quito.
Este debate entre ‘mejor’ y ‘bien’ no es menor; porque en el mejor existe una insatisfacción ad
infinitum que está en el concepto del capitalismo: que nosotros nunca estaremos satisfechos y
siempre necesitaremos más.
En el marco de la Constitución de la República, nosotros propusimos cuatro temas estructurales,
cuatro temas fundamentales, para la gran transformación:
1. Pasar del antropocentrismo al biocentrismo. El tema de la sostenibilidad ambiental es
fundamental, y poner en el centro de la construcción de una sociedad a la vida, la vida
humana, pero también la vida en general. Ecuador es el único país que tiene dentro de
su Constitución derechos a la naturaleza. En Bolivia también existen estos derechos,
pero a nivel de Ley; en Ecuador están a nivel constitucional.
2. Pasar del colonialismo a la construcción de la sociedad pluricultural e intercultural.
Aquí tenemos que aprender mucho de Bolivia. Tenemos que aprender de las
experiencias exitosas qué implica romper con la epísteme del colonialismo que existe
todavía en nuestros pueblos.
3. Pasar del capitalismo al socialismo del sumak kawsay, al socialismo del Buen Vivir.
4. Pasar de la democracia representativa, que es una de las hipocresías más grandes
porque es funcional completamente al capitalismo, a la construcción de una
democracia radical, la construcción de una democracia mucho más representativa y
deliberativa.
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Para hacer esto se necesita un cambio en la matriz cognitiva. Por eso nosotros iniciamos a la par
una transformación en el campo de la educación superior. Recuperamos la gratuidad en educación
superior, porque antes la universidad era exclusivamente para una élite dominante.
En Ecuador, antes, de cada 10 personas que ingresaban a la educación superior, ocho pertenecían
al 20% más rico. En este momento (con la gratuidad y con una política que además entrega media
remuneración básica unificada a los estudiantes de escasos recursos; y a los buenos estudiantes
les entrega una remuneración básica unificada), se ha duplicado la matrícula en educación
superior del 20% más pobre; se ha duplicado la matrícula de los indígenas; se ha duplicado la
matrícula de los afroecuatorianos.
Pero no es suficiente. Ahora estamos enviando un proyecto de Ley a la Asamblea Nacional. Se
trata del Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos, la Creatividad y la
Innovación. Un código que busca gestionar de una manera diferente el conocimiento.
Aquí se trata de superar el neodependentismo que tienen nuestros países. El primer
dependentismo es el manufacturado, pero ahora la principal dependencia se genera por la forma
en que se gestiona la propiedad intelectual. Si nosotros no abordamos ese tema, no tendremos
una segunda independencia para nuestros pueblos. Hay que buscar sistemas institucionales que
rompan con lo que se llama en economía la “tragedia de los anticomunes”, la hiperprivatización
del conocimiento que lleva a una monopolización de las rentas y a una subutilización social.
Eso es lo que necesitamos: construir sistemas públicos y comunes de conocimientos. Y para eso
debemos atacar el núcleo del nuevo capitalismo, que es el capitalismo cognitivo. Nosotros
estamos proponiendo este cambio. Pero esto no lo vamos a lograr si no lo emprendemos como
región, como Sur global.
Para terminar quisiera tratar un tema que tiene que ver con la restauración conservadora.
Apareció recientemente un artículo en Le Monde Diplomatique que nos deja claro el peligro que
atraviesan nuestros países. El primero es que la derecha ha aprendido y muy rápido, y se plantea
camaleónicamente como una derecha que es democrática, a pesar de que busca hacer golpes por
abajo, los golpes blandos como se les llama. Es una derecha que se presenta como ‘posneoliberal’.
Sus propuestas no incluyen explícitamente menciones al neoliberalismo para llegar al poder; pero
estoy seguro que cuando lleguen al poder harán todo lo contrario. Es una derecha social que
promete mantener los programas de la izquierda.
En ese sentido es muy peligroso que a una población mayoritariamente joven se le ofrezca esto, y
la división izquierda-derecha parece desdibujarse en el momento de la votación. Nosotros
tenemos que ser muy creativos para proponer nuevas estrategias y ganarnos a la ciudadanía
porque, como señalaba, muchos no diferencian entre lo que era el pasado, lo que era el
neoliberalismo, con la realidad después de haber vivido prácticamente 10 años de Revolución.
Aquí debemos tener claros algunos puntos que son innegociables de esta nueva izquierda:
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Nosotros debemos tener cero tolerancia a la corrupción; la corrupción es algo intrínseco a la
derecha, al capitalismo porque el capitalismo no tiene moral. Si nosotros claudicamos en el tema
de la corrupción, tendremos un flanco abierto para que regrese la derecha.
El otro tema es tener la bandera de la paz. Nosotros estamos haciendo estas transformaciones
pacíficamente y lo que quieren los opositores es justamente que provocar la violencia. La izquierda
tiene que reivindicar siempre esto, y la región latinoamericana tiene que izar esta bandera de paz.
La búsqueda de la inmunidad y la integración. Claramente esto, como suele señalar el Presidente
de la República del Ecuador y muchos de los presidentes, es una urgencia, una necesidad. O nos
integramos o perecemos; o nos integramos o morimos como proyectos de izquierda.
El otro tema es innovar. Nosotros debemos tener innovación constante. Innovación en la política,
innovación en la agenda programática. No creamos que con lo que hemos hecho la gente va a
quedar conforme. Debemos tener agendas proactivas, porque si no la agenda la va a poner la
derecha y vamos a estar a la defensiva. Como se dice en el fútbol: la mejor defensa es el ataque. Y
por eso nosotros debemos estar siempre atacando.
Finalmente, hay que poner siempre en el centro a la vida. La nueva izquierda debe poner en el
centro, en el corazón de sus políticas a la vida, a la vida humana y al trabajo.
Estoy convencido de que nosotros, como nuevas izquierdas, no solo nos conformamos con
administrar bien el capital. Estoy seguro que nosotros podemos cambiar el mundo. Y es
únicamente a través de ustedes y de proteger a nuestros gobiernos que seguiremos caminando en
ese otro mundo que es posible, y que estoy seguro que podemos construir.