El documento presenta las enseñanzas de diferentes filósofos estoicos como Epicteto, Séneca y Marco Aurelio sobre cómo alcanzar el equilibrio interior y la felicidad. Sostienen que debemos aceptar lo que está fuera de nuestro control, como la muerte, y centrarnos en cultivar la virtud y vivir de acuerdo a la naturaleza mediante la moderación de los deseos, el control de las pasiones y la aceptación del destino.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
equilibrio de nuestra propia
Naturaleza?
La ética estoica se funda en su determinismo cósmico ya que, para los estoicos, la ley que rige el universo
es el mismo fuego inteligente o logos (razón) divino. Ante el determinismo cósmico, la actitud del sabio
solamente puede ser la de aceptar el destino, ya que todo está regido por la providencia del logos. Ya que la
física es el fundamento de la ética, la máxima moral de los estoicos se resume con la sentencia: «vive de
acuerdo con la naturaleza» o, lo que es lo mismo, siguiendo el logos divino.
El acatamiento de esta ley separa a los estoicos de las concepciones hedonistas, como las defendidas por
sus coetáneos los epicúreos, y crea las bases de una ética del deber entendida a la manera intelectualista, ya
que el seguimiento de este deber sólo es posible por parte del sabio, que es quien conoce el logos. Mediante
la aceptación del destino, puede alcanzarse la tranquilidad de ánimo propia del sabio. La intranquilidad
proviene de las pasiones que hacen errar a la razón, al desear que las cosas sean de un modo opuesto a los
designios de la providencia- destino.
Contra las pasiones proponen la apatía, ausencia de pasiones o imperturbabilidad, que permite alcanzar la
alegría serena y la eudaimonía o felicidad. La virtud, que consiste en la eliminación de todas las pasiones y
en de la aceptación del orden de la naturaleza, debe mantenerse incluso a costa de la propia vida. Por ello,
los sabios estoicos aconsejaban (y varios practicaron tal consejo) el suicidio antes que verse forzados a
actuar en contra del deber.
A pesar de esta ética de la resignación, los estoicos participaron en política y defendieron tesis
opuestas a la tradición. Al sustentar que la naturaleza es el fundamento de todas las leyes, afirmaron que
por su physis todos los hombres deben estar regidos por la misma ley, con lo que propugnaron la
abolición de la esclavitud.
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EPICTETO
Ten siempre muy en cuenta que el objeto de tus anhelos es obtener aquello que deseas, y el de tus
recelos evitar lo que temes. Porque es cierto de toda certeza que el que no obtiene lo que desea es
desgraciado, y es infeliz el que cae en lo que más temía. Si no tienes, pues, aversión sino a aquello
que se opone a tu verdadero bien (que es lo que de ti depende), jamás caerás en aquello que temes;
ahora bien, líbrate del temor a la muerte, a las enfermedades o a la pobreza, porque entonces vivirás
infeliz y miserable. Es decir: aparta tus temores de las cosas que, por no depender de ti, son
inevitables y colócalos en aquellas que de ti dependan. En cuanto a tus deseos, obra de igual modo;
porque si eres tan loco como para desear algo que no puedes alcanzar, es señal evidente de que aún
no estás en disposición de conocer aquello que se debe desear. Luego, mientras llegas a este estado
sereno, conténtate con desear y temer las cosas suavemente, cautelosamente, examinándolas con
cuidado y serenidad.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
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Naturaleza?
EPICTETO
Ante cada una de las cosas que te alegran o que, por serte útiles y provechosas, sientas
hacia ellas predilección, date cuenta de lo que verdaderamente son, comenzando por las
más insignificantes. Así, por ejemplo, estimas una vasija de barro; pues bien, no dejes de
decirte que se trata simplemente de una vasija de barro; así, el día que se rompa, no
sentirás dolor. Si es en un hijo o en una mujer en quien depositas tu amor, repítete
frecuentemente que amas a un ser mortal, con objeto de que si la muerte te los arrebata, tu
pesar sea mucho menor.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
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Naturaleza?
EPICTETO
Cualidades esenciales de la verdadera felicidad son la duración y la
estabilidad; durar siempre y que ningún contratiempo pueda perturbarla.
La felicidad que no reúne estos caracteres es engañosa.
Jamás pueden vivir juntos el deseo y la felicidad.
Conserva bien lo tuyo y no codicies lo ajeno. Si lo haces, nada podrá
impedirte el ser dichoso.
El verdadero bien del hombre está siempre en la parte que le distingue de
las bestias.
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Naturaleza?
SÉNECA
Los bienes más grandes se poseen con recelo, y ninguna fortuna inspira más desconfianza
que la mejor. A fin de mantener la felicidad se necesita de otra felicidad, y hay que hacer
votos por los votos que ya se cumplieron. Pues todo aquello que viene por azar es
inestable, y cuanto más se encumbró, más propenso está a la caída. Más aún, lo que está
destinado a desaparecer no trae placer a nadie; misérrima tiene que ser a la fuerza, y no
efímera solamente, la vida de aquellos que con gran trabajo logran lo que han de poseer
con otro mayor. Con gran sudor consiguen lo que quieren; y con zozobra mantienen lo
obtenido. Ninguna atención prestan al tiempo que no ha de volver; ocupaciones nuevas
sustituyen a las viejas; una esperanza aviva otra esperanza; una ambición otra ambición.
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SÉNECA
En tres épocas se divide la vida: la que fue, la que es y la que será; de
estas tres, la que vivimos es breve; la venidera es dudosa; la que hemos
vivido es cierta e irrevocable.
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Naturaleza?
SÉNECA
¿Aprovecha a alguno el tiempo de los hombres que se precian de preparar el futuro?
Están tan intensamente ocupados preparándose para vivir mejor que ordenan la vida a
expensas de la misma vida. Urden sus planes para un plazo largo, siendo así que la
dilación es la quiebra máxima de la vida; suprimen siempre el día actual y, bajo promesa
de tiempos futuros, defraudan los presentes. La rémora mayor de la vida es la espera que
depende del día de mañana y pierde el de hoy. Dispones de aquello que está en manos de
la fortuna y das rienda suelta a lo que está en la tuya. ¿Adónde miras? ¿Hasta cuándo
haces cuentas que has de vivir? Todo lo que está por venir se asienta en terreno inseguro:
vive desde ahora.
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Naturaleza?
SÉNECA
Nadie restituirá los años; nadie te los devolverá. Irá a su camino la edad y no
modificará su dirección ni atajará su andadura; ningún ruido hará, ni te dará
aviso de su velocidad; avanzará con pies de fieltro. Ni mandato alguno real ni
favor de pueblo pondrán su meta más lejos; correrá con la misma prisa con que
el primer día se abalanzó a la carrera; no se torcerá, no se detendrá. Y ¿qué
ocurrirá? Que tú estás descuidado y la vida se apresura; y, entre tanto, se
presentará la muerte, a cuyo poder, lo quieras o no, has de pasar.
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Naturaleza?
SÉNECA
No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. Asaz larga
es la vida y más que suficiente para consumar las más grandes empresas
si se hiciera de ella buen uso; pero cuando se desperdicia en la disipación
y en la negligencia, cuando a ninguna cosa buena se dedica, al empuje de
la última hora inevitable sentimos que se nos ha ido aquella vida que no
reparamos siquiera que anduviese. Y es así: no recibimos una vida corta,
sino que nosotros la acortamos; ni somos de ella indigentes, sino
manirrotos.
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Naturaleza?
MARCO AURELIO
Apenas amanezca, piensa todos los días: hoy encontraré a cualquier persona que tenga
alguna de estas faltas: que sea un indiscreto, un ingrato, un insolente, un embustero, un
envidioso, un egoísta. Los desgraciados que tienen estos defectos es porque no distinguen
los verdaderos bienes y los verdaderos males. Pero yo, que he aprendido que el bien
verdadero consiste en lo que es honesto y el mal verdadero está en lo vergonzoso, yo, que
conozco la naturaleza de quien comete la falta, que sé que es hermano mío, no de sangre
y de carne, sino por nuestra común participación en un mismo espíritu procedente de
Dios, no puedo sentirme ofendido por su parte, ya que nada de cuanto hago podría
avergonzarme. En efecto, nadie podría despojar a mi alma de la honradez; es imposible
que llegue a enfadarme con un hermano y que pueda odiarle.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
equilibrio de nuestra propia
Naturaleza?
MARCO AURELIO
Todo lo que constituye mi ser no es más que un poco de carne con un
aliento de vida y dotado de la facultad de pensar. Abandona tus libros,
suprime las diversiones, pues nada de eso te está permitido, y pensando
que eres perecedero, desprecia esta carne, montón de sangre y de huesos,
tejido de nervios, de venas y de arterias. Considera también lo que es tu
respiración: aire, solo aire, siempre distinto, arrojado continuamente y
aspirado sin cesar.
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equilibrio de nuestra propia
Naturaleza?
MARCO AURELIO
No es fácil que un hombre sea desdichado por no haber prestado
atención a lo que sucedía en el alma de otro; pero los que no han
estudiado nunca los movimientos de su propia alma, estos tienen
que ser desgraciados forzosamente.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
equilibrio de nuestra propia
Naturaleza?
MARCO AURELIO
He aquí las reflexiones que continuamente debes hacerte: ¿cuál es
la naturaleza del universo y cuál es la mía? ¿Qué relación existe
entre esta y aquella? ¿Qué parte del universo soy y qué es este?
Convéncete de que nadie puede impedirte obrar y hablar de
acuerdo con la naturaleza de la cual formas parte.
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¿Cómo podríamos alcanzar el
equilibrio de nuestra propia
Naturaleza?
MARCO AURELIO
¿Cuál es la duración de la vida del hombre? Un punto en el espacio. ¿La sustancia?
Variable. ¿Las sensaciones? Oscuras. ¿Qué es el cuerpo? Futura putrefacción. ¿Su alma?
Un torbellino. ¿Su destino? Enigma. ¿Su reputación? Dudosa. En una palabra, todo lo que
proviene de su cuerpo es como el agua de un torrente, y lo que dimana de su alma, como
un sueño, como el humo. Su vida es un combate perpetuo, un destierro en suelo
extranjero; su fama después de la muerte, un olvido absoluto. ¿Qué es, pues, lo único que
puede guiarnos en este mundo? Una sola y única cosa: la filosofía. Esta consiste en velar
por el genio que reside en nuestro interior, de suerte que no reciba ni afrenta ni heridas,
que no se deje arrastrar por los placeres ni por los dolores, que no haga nada a la ventura,
que no emplee los embustes ni la hipocresía, que no cuente nunca con lo que otro haga o
deje de hacer, que acepte todo lo que suceda o que le corresponda como procedente de su
mismo origen y, en fin, que aguarde la muerte con paciencia y no viendo en ella sino la
disolución de los elementos que constituyen el organismo de todo ser viviente.