Las obras públicas romanas más importantes incluyeron las termas y las basílicas. Las termas eran baños públicos que contenían salas para calentarse, enfriarse y vestirse, calefaccionadas por un sistema subterráneo llamado hipocausto. Las basílicas eran edificios amplios donde se impartía justicia, se realizaban negocios y a veces servían como mercados, con forma rectangular y techo abovedado.