El PROGRAMA DE TUTORÍAS PARA EL APRENDIZAJE Y LA FORMACIÓN INTEGRAL PTA/F
La épica apuntes
1. LA ÉPICA
Concepto y orígenes.
Son narraciones en verso, de carácter heroico, que tenían
por objeto relatar o cantar la vida de personajes
importantes, sucesos notables o acontecimientos de la vida
nacional que merecían ser divulgados. Se cultivó en Europa
durante la Edad Media (siglo VIII hasta el XV).
Sobre los orígenes de la épica, existen fundamentalmente dos
teorías.
Los denominados tradicionalistas defienden el origen de la
épica en el Mester de Juglaría (el oficio de los juglares). Los
juglares, en el repertorio de cantos que realizaban para
entretener y divertir a la gente en actuaciones públicas, tanto en
las plazas, las romerías, los lugares recreativos del momento, o
los atrios de las iglesias, incluían el cantar de las hazañas de un
determinado personaje del momento o histórico, o de un
pueblo. Estos modos de diversión pública ya tenían lugar en la
antigüedad clásica o entre los musulmanes, con figuras
similares a la de los juglares. Los tradicionalistas opinan que
son las prácticas juglarescas -herederas de las tradiciones
clásicas y antiguas- las que provocan la aparición de la
literatura neolatina y, como consecuencia, de la épica. El juglar
es entendido como poeta y, al mismo tiempo, intérprete de la
obra, y conocedor de la técnica literaria como parte de su
formación cultural. Es decir, el término juglar para nada es
sinónimo de inculto, sino de diversión.
Como contrapartida a los tradicionalistas están los individualistas, quienes defienden el origen de la épica en
el Mester de Clerecía (el oficio de los clérigos). Los clérigos eran los hombres poseedores de la cultura -en el
sentido más amplio de la palabra- de la época y, por lo tantos, tenían la posibilidad de conocer los hechos
históricos y reflejarlos por escrito (hecho que ocurre algo más tarde). Los individualistas creen en que son
autores concretos los iniciadores de los poemas épicos, y no una colectividad. No dudan de que los clérigos
utilizaran a los juglares como medio de difusión de la cultura.
Es necesario señalar que, sea su origen juglar o clerical, las intenciones que tuvieran cada uno de ellos -dado
sus oficios- debieron ser distintas: el juglar, divertir; el clérigo, adoctrinar.
El juglar, como profesional de la diversión, actuaba frente a públicos de distintos tipos y niveles
culturales, lo que provocaba que los poemas memorizados debía adaptarlos en cada momento, en un
sentido orgánico de la creación, para ser aceptado por los espectadores, y no sufrir el rechazo. Esto implica
que estos poemas no tenían, en sus principios, ni la uniformidad ni la conservación que tiene la literatura
actual. Los poemas épicos estaban afectados tanto por la renovación continua como por las tendencias y
modas literarias de cada instante, hasta que empezaron a aparecer los primeros documentos escritos de los
mismos (aproximadamente en el siglo X).
El clérigo buscaba el adoctrinamiento utilizando leyendas e historias, en su afán de la atracción de los
peregrinos y fieles a sus pensamientos. Existieron, incluso, clérigos vagabundos, juglares, que iban de boca
en boca alimentando esta práctica de la publicidad de la poesía épica.
Probablemente ninguna de las teorías fueran erróneas y se produjera una coexistencia de ambos orígenes,
que generaron el nacimiento de este arte románico, cuyo conocimiento y disfrute es esencial para todos
aquellos que quieran conocer el nacimiento de nuestra literatura.
Mester de juglaría: escuela u oficio de juglares;
uso de métrica irregular (entre 10 y 20
sílabas) y rima asonante. No hay que verlo como
opuesto a mester de clerecía.
Los juglares:
• persona que divertía al rey, a los nobles
o al pueblo con diferentes actividades y
habilidades: literarias, musicales,
juegos de manos, números circenses,…
• frecuentemente, recitado de obras de
carácter heroico, leyendas religiosas de
interés para el público y canciones
líricas.
• Lo habitual era recitar obras
compuestas por trovadores ( a veces las
suyas propias)
• Actuaban en bodas, banquetes, bautizos
y en plazas y castillos.
Fueron estimados como órganos de publicidad, de
información y de influencia en la opinión. Pero
vistos con recelo por parte de la Iglesia; no así los
que contaban hechos de armas que eran
defendidos.
INVOCACIÓN DEL JUGLAR
(Poema del Mio Cid)
Por vosotros, los señores, los que en castillo moráis
por vosotros, los burgueses, los que vivís en ciudad,
por vosotros, pueblo llano, hartos ya de trabajar,
por las mujeres y niños, que rondan por el ferial,
por estos y por los otros, por los de aquí y de allá,
vecinos y forasteros que vinisteis al lugar,
sin distinción, para todos comienza aquí mi cantar.
2. Los cantares de gestas.
Los primeros documentos escritos de cantares de gestas aparecen
aproximadamente a comienzos del siglo XII en Francia. Sobre los orígenes
de los cantares de gestas existe la misma "polémica" que en la literatura épica y,
por lo tanto, las mismas teorías antes expuestas.
Los tradicionalistas apuestan por el origen de los cantares de gestas en la épica
francesa, en las pequeñas canciones épico-líricas llamadas cantinelas,
compuestas por los propios guerreros como breve crónica de lo sucedido en los
campos de batallas. Los juglares, a partir del siglo X, aglutinan, agrupan estas
canciones, componiendo lo que posteriormente se conocería como cantares de
gestas. Menéndez Pidal afirma que la épica es una literatura oral, cantada y
anónima, obra de juglares, de inspiración popular y patrimonio de una
colectividad que la modifica según su propio criterio.
Los individualistas insisten en su idea de que los cantares de gestas pertenecen o se originan en autores
concretos, con intenciones fundamentalmente doctrinales hacia los peregrinos; leyendas y hechos
históricos que utilizan los clérigos para ennoblecer sus ideas y los lugares sagrados de peregrinación.
Existe una tercera teoría (conciliadora entre las dos anteriores), la neotradicionalista, basada en la idea de
que fueron los visigodos, en el siglo V, quienes trajeron a la Península Ibérica una serie de epopeyas de
carácter noticiero o histórico, y de las cuales no quedan muestras en la actualidad, debido a su pérdida física
en el tiempo por diversas causas (tipo de pergamino utilizado, desuso de las letras visigóticas,...). De este
material, patrimonio de la colectividad, se serviría un poeta individual para crear el poema épico.
La literatura francesa posee una extensa representación de este género (la Chanson de Roland, la Chanson de
Guillaume y el Voyage de Charlemagne, y un centenar de poemas épicos más). Si embargo, la literatura
española conserva un inventario realmente pobre de estos tipos de textos; tanto, que sólo el Cantar de Mío
Cid sirve para representar el periodo de madura creación del género. La literatura española no resultó, pues,
afortunada en la conservación de su legado épico medieval en lengua romance; no hubo una situación
favorable para que se copiasen en número suficiente los Poemas para que se preservaran, y los manuscritos
que existieron se perdieron. Pocos son los textos que llegaron a nuestras manos. Además del mencionado
Canta de Mío Cid, podemos nombrar el Cantar de Fernán González, La Condesa traidora, el Cantar de
Roncesvalle, el Cantar de Bernardo del Carpio, el Cantar del Rey Rodrigo, Infantes de Lara y el Cantar de
las Mocedades de Rodrigo.
Se pudo salvar el esquema argumental de algunas partes de los poemas cuando los historiadores los
utilizaron como fuentes de información, debido a su grado de veracidad, para las Crónicas (véase la Primera
Crónica General, la Crónica de veinte Reyes, la Crónica Najerense, la Crónica Silense, La Crónica
Pseudoisidoriana y la Chronica Visegothorum).
Función de la épica
Los cantares de gesta eran obras que llegaban a un público muy amplio por lo que han sido consideradas
como vehículo importante de Información, difusión y propaganda a favor de unos sectores muy concretos
de la sociedad. Menéndez Pidal, gran estudioso de la épica castellana, reconoce esta función ya que el poema
casi siempre era portador de las ideas de la clase dominante, el feudalismo. Era frecuente hacer propaganda
de los monasterios con el fin de atraer a ellos los peregrinos del Camino de Santiago. Así no es de extrañar,
por ejemplo, la relación del cantar de Mío Cid con el convento de San Pedro de Cardeña
Otra de las funciones es la de alabanza o glorificación de los antepasados o de los grandes personajes que
fomentan en el pueblo un espíritu de imitación y de unión. En este sentido adquiere gran
importancia la idea de totalidad encarnada en el héroe, que representa en su personalidad los valores reales o
míticos de la comunidad.
Finalmente la épica cumplió con la función de deleite y entretenimiento para distraer al pueblo.