El documento describe la evolución del megalitismo como arquitectura funeraria neolítica en Europa occidental. Señala que los primeros megalitos aparecieron a finales del V milenio a.C. en la costa atlántica como sepulturas colectivas, antes del uso de la metalurgia. Con el tiempo, el megalitismo se extendió a otras regiones y se prolongó durante la Edad del Cobre, aunque no siempre estuvo relacionado con la metalurgia. El documento también analiza los diferentes tipos de enterramientos neolític
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TEMA 17. EL MEGALITISMO
Bibliografía: unidad didáctica, p. 71-90.
Examen: El arte megalítico.
1. EL MEGALITISMO COMO ARQUITECTURA NEOLÍTICA
En la etapa de madurez de nuestro Neolítico, como en otras áreas de Europa occidental, se
diferencia el espacio de los vivos y de los muertos, surge la necrópolis. En el neolítico antiguo los
muertos se enterraban bajo las viviendas. Quizás, al generalizarse los poblados al aire libre que
agruparon una población mayor con intereses comunes, pero no necesariamente del mismo
linaje, perdió fuerza la vinculación a la casa familiar en la que se perpetuaba. Un ejemplo
sería el grupo de los “sepulcros” de fosa, que parecen formar verdaderas necrópolis de
sepulturas en general de carácter individual, cuyos ajuares parecen revelar una clara
diferenciación social. Al mismo tiempo, surge un nuevo ritual funerario de inhumación
múltiple, practicado en cuevas naturales, artificiales o en sepulcros megalíticos.
En el Neolítico Avanzado de Europa occidental se produjo una serie de cambios en las
prácticas funerarias, como
consecuencia de nuevos modelos
de estructuras sociales. Los
poblados al aire libre, en zonas
llanas aptas para las actividades
agropecuarias, implican
comunidades mayores con
intereses económicos y defensivos
comunes, pero sin relación familiar
necesaria. Esto parece estar
relacionado con el abandono de
los enterramientos practicados
en el subsuelo de las viviendas,
propios del Neolítico Inicial, ya
que en esta primera fase había un
sentido de continuidad familiar
que determinaba la coexistencia de
vivos y muertos. Perdida esta
conexión, en el Neolítico avanzado,
las sepulturas se separan del
asentamiento habitacional,
constituyendo necrópolis de cierta
extensión e importancia monumental, que además tienden en algunos casos a individualizarse
mediante el enriquecimiento del ajuar (ejemplo de lo cual son los collares de cuentas de calaíta).
En esta nueva fase hay dos tipos de estructuras sepulcrales: las fosas individuales (en
España, principalmente en la Cultura de los Sepulcros de Fosa de Catalunya), y los
monumentos megalíticos usados como sepulturas colectivas.
1.1. Origen y cronología
Las excavaciones cuidadosas, permitieron individualizar los distintos enterramientos y sus
ajuares funerarios, que analizados en cada contexto pudieron establecer secuencias cronológicas,
completadas por las obtenidas mediante análisis de C-14 y TL, remontando así sus orígenes al
Neolítico. El megalitismo, tiene sus inicios en el Neolítico avanzado de finales del V milenio,
desarrollándose, sobre todo, en el IV milenio a.C. Durante mucho tiempo se vinculó al Calcolítico,
pero actualmente sabemos que es anterior al uso de la metalurgia, aunque su utilización se
prolongue y evolucione de forma notable durante ese periodo.
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Los datos actuales de la cronología absoluta han permitido readmitir las tesis de Aberg, Cartailhac
o Bosch Gimpera, dándole a esta innovación un carácter occidental. Durante mucho tiempo el
megalitismo no se incluía en la síntesis sobre el Neolítico español, se incluía en el
Calcolítico. El dolmen de Fuentepecina II (C14,3220 ± 100, 3425 ± 45 bc.) y el domen de
Cubilejo de Lara, IV-III bc., en cuyos ajuares aparecieron cuentas de collar de calaita, que
influyeron de manera determinante a la hora de incluir el megalitismo en el Neolítico.
Aunque siguen sin aclararse los motivos de su aparación, todo el mundo admite su origen local
(Renfrew) rechazando las teorías difusionistas sobre el origen mediterráneo oriental de las
llamadas tholoi de Europa occidental. Actualmente se han multiplicado las dataciones, que
confirman los inicios del megalitismo en el Neolítico (V-IV milenio Bretaña, IV-III Irlanda,
Dinamarca, Península Ibérica).
Al igual que ocurría con el origen del Neolítico, el megalitismo fue interpretado
tradicionalmente como procedente de Oriente Próximo o el Mediterráneo oriental mediante
fenómenos de difusión. Esta idea se basaba en el origen oriental de muchas de las
innovaciones culturales de la Prehistoria, y también en la deficiente datación de los
yacimientos megalíticos, investigados entonces con métodos inadecuados y con el incentivo
principal de su monumentalidad. En las últimas décadas se han realizado investigaciones
precisas con planteamientos científicos. En base a ellas, el megalitismo occidental se inicia
a finales del V milenio aC, teniendo su máximo desarrollo en el IV milenio, y sus
últimas manifestaciones en el III. Esto indica que los megalitos de Europa occidental
son anteriores a los tholoi y sepulcros de corredor monumentales del Mediterráneo
oriental. Por tanto, el megalitismo es un fenómeno surgido en Europa occidental,
especialmente importante en la fachada atlántica, habiendo surgido los primeros ejemplos
en Bretaña y Portugal.
En relación con la precisión en estas dataciones antiguas de la primera arquitectura
monumental occidental, se encuentra su adscripción al Neolítico Avanzado;
anteriormente, las dataciones imprecisas y el inventario deficiente de los yacimientos había
atribuido este fenómeno al Calcolítico, lo que podía justificar su hipotético origen oriental
por difusión. Sin embargo, en los ajuares funerarios de estos yacimientos hay objetos
anteriores al trabajo del metal, abundando por ejemplo en la península Ibérica los collares de
cuentas de calaíta. Por otra parte, el surgimiento de esta arquitectura implica una
transformación profunda de las prácticas funerarias y las concepciones ideológicas,
aspectos aún poco conocidos.
Son varios los autores que parecen coincidir en la consideración del monumento megalítico
cómo una especie de reafirmación territorio. Los sepulcros megalíticos aparecen tanto
aislados como formando extensas necrópolis (Gor, Los Millares, Reguengos).
o Renfrew: Incremento de la población provoca la construcción de megalitos que
serían indicadores de derechos de explotación sobre un territorio por parte de
pequeños grupos de población unidos por relaciones de parentesco, lo que llama
“sociedades segmentarias”.
o Chapman: disposición de los muertos en un espacio formalizado, supone la
expresión de los derechos de un grupo corporativo sobre los recursos básicos y la
necesidad de expresarlos se plasmó en construcciones visibles megalíticas.
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1.2. Contexto cultural
El motivo de reafirmación del territorio vinculándolo al ritual funerario podría tener como
explicación los “derechos históricos” sobre un territorio transmitidos desde los antepasados,
adscritos a la tierra más allá de la muerte.
Un hecho claro es que dado que los orígenes del megalitismo se remontan al neolítico, no se
pueden relacionar exclusivamente con los poblados fortificados tipo Millares o con los
comienzos de la metalurgia en el Calcolítico, puesto que algunos yacimientos situados en
entornos ricos en minerales no mostraban actividad minera alguna, como en la necrópolis
del Pozuelo. El megalitismo en la península se inició unos 500 años antes del uso del cobre, y
aunque se prolongó hasta la época del vaso campaniforme, no siempre se relaciona con la
metalurgia.
Al buscar su contexto originario, se hace patente que existe un fuerte contraste entre las zonas
en las que el Neolítico antiguo de cerámicas decoradas se implantó pronto (VI-V milenio),
bien sean las mediterráneas de cerámica cardial e impresa o las centroeuropeas de cerámica
de bandas, donde no hay megalitos antiguos, y las que recibieron o aceptaron más tarde las
formas de vida neolíticas.
Se ha sugerido que la aparición de sepulturas de cámara cubiertas con bóveda de piedra en
el NW de Francia, a inicios del IV milenio, se debió a una mezcla de la tecnología de las
gentes de la cerámica de bandas con las tradiciones funerarias indígenas, aunque la realidad
es que la cerámica de bandas no aparece en estos lugares, sino la de Chassey.
En los concheros del Muge (Portugal), donde se recolectaban moluscos de agua dulce y salada, y se
pescaba y cazaba, la abundancia de recursos permitió sustentar poblaciones en asentamientos
semipermanentes o permanentes
entre los milenios VI y V. Este grupo
forma parte de un fenómeno muy
amplio que se observa en el área
costera atlántica y que presenta
sepulturas individuales.
Contemporáneas en parte a los
concheros del Muge, Portugal
presenta también construcciones
megalíticas (antas) que se remontan a
comienzos del IV milenio como en
Outeiro de Ante 3 y Outeiro de
Gregos, ambos en Oporto. En conjunto
el contexto parece revelar una
continuidad en el sustrato de la
población, que queda reflejado sobre
todo en la tecnología lítica de tradición
mesolítico, con técnica de tipo
laminar y tendencia al microlitismo
(trapecios y triángulos).
Las formas de vida neolíticas en los
primeros tiempos del megalitismo,
es posible que fueran de carácter
mixto, agrícola y ganadera. La localización de los megalitos, en algunos casos, parece
preponderar la actividad pastoril, lo que en muchos casos explicaría la falta de asentamientos
estables.
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Un aspecto importante de la arquitectura megalítica, ya se trate de monumentos aislados o de
necrópolis constituidas por varios, es que se encuentran en emplazamientos destacados
desde donde se domina el paisaje. De este modo, imprimen en el territorio una marca de
posesión por parte de la comunidad identificada por los muertos enterrados en el megalito.
Esta circunstancia se ha interpretado en relación con el crecimiento demográfico
producido durante el Neolítico. La mayor competencia por los recursos que esto
implica hace que las distintas comunidades tiendan a señalar su territorio, siendo la
presencia monumental de los sepulcros un elemento clave para ello. Por otra parte, su
construcción implica un esfuerzo colectivo que acrecienta la cohesión de la comunidad,
necesaria también para las nuevas formas de vida sedentarias. Así pues, la presencia de
los muertos en un lugar que domina el territorio que explotaron, legitima la posesión
de éste por sus descendientes, al tiempo que consolida las comunidades.
Es un hecho destacable que los primeros megalitos aparezcan en la fachada atlántica, zona
precisamente de neolitización más tardía. De este modo, el primer megalitismo
occidental está vinculado a comunidades que aún mantienen prácticas y utillaje de
cazadores recolectores mesolíticos, pero que se inician ahora en los sistemas de
subsistencia productores. En un segundo momento, el megalitismo se extiende por
regiones que se encuentran ya en el Neolítico Avanzado, pero prolonga su existencia durante
el Calcolítico, cuando se da en culturas de poblados fortificados como la de Los Millares.
2. EVOLUCIÓN TIPOLÓGICA DE LOS ENTERRAMIENTOS NEOLÍTICOS
2.1. Cuevas
La sedentarización que es característica del Neolítico Inicial propicia un abandono
paulatino de las cuevas como lugar de habitación, en beneficio de los asentamientos al
aire libre, en los que se puede acoger una población mayor y elegir con más flexibilidad el
emplazamiento. En un primer momento, las cuevas continuarán usándose para la
estabulación temporal o permanente del ganado, mientras las sepulturas son
individuales y se practican en fosas en el subsuelo de las viviendas. Ya en el Neolítico
Avanzado, las cuevas van perdiendo la función ganadera, y se utilizan como sepulcros
colectivos que identifican a la comunidad mediante la permanencia de sus difuntos.
2.2. Hipogeos (unidad didáctica, p.
80)
Hay hipogeos o “cuevas artificiales” en la costa
atlántica próxima al estuario del Tajo, en
zonas de gran riqueza agrícola, que parecen
iniciarse en el IV milenio, contemporáneas al
Neolítico de Pavía (de tradición mesolítico) y a
los megalitos alemtejanos, caracterizados por
las plaquetas grabadas de pizarra. La
cámara suele tener una abertura en la parte
superior, que tapada con una losa, permitía su
utilización sin necesidad de acceder por el
corredor.
Se trata de un neolítico avanzado que se da en
varios yacimientos como el de Penedo de Lexim
o en el de Parede. Esto parece indicar la
contemporaneidad de dos formas de
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enterramiento: la tradicional neolítica inicialmente de sepulturas de fosa, en necrópolis o
cuevas naturales, que posteriormente parece asimilar el ritual de enterramientos múltiples en
cuevas artificiales (hipogeos) y en megalitos, que desde el principio parecen tener el carácter
acumulativo de sucesivos enterramientos.
Es una tipología funeraria propia del Neolítico Avanzado, muy importante en la fachada
atlántica de la península Ibérica. Consiste en cuevas artificiales, de planta circular y cubierta
abovedada con una abertura cenital tapada con una losa. Además, tienen un corredor de
acceso, pero éste puede bloquearse a causa de los desprendimientos, motivo quizá por el que se
practica la abertura en la cubierta. Estos hipogeos se emplean como sepulcros colectivos para
deposiciones sucesivas.
2.3. Megalitos de mampostería (unidad didáctica, p. 82)
En el III milenio continúa el uso de hipogeos y se extienden los megalitos por amplias áreas, a
veces en necrópolis relacionadas con grandes centros de población en lugares aptos para una
actividad agrícola de la que dependa una población estable y numerosa, como el Los Millares,
La Pijotilla o Valencina de la Concepción.
En este contexto aparece un nuevo tipo de sepulcro, construido en mampostería de piedra, a
veces combinada con grandes losas. Son los sepulcros de corredor, en parte excavado en tierra,
como los hipogeos, con cámara circular cubierta por una falsa cúpula por aproximación de
hiladas, corredor forrado con ortostatos y protegido por un túmulo artificial. Estos sepulcros
permitían acceder a la cámara por el agujero del techo de la cúpula, una especie de claraboya
tapada con una losa plana, sin necesidad de pasar por el corredor. Es el mismo sistema que se
practicaban en los hipogeos. Quedaban atrás los grandes sepulcros de corredor de los
primeros tiempos con los enormes bloques de piedra y se usan materiales livianos como la
pizarra.
La gran necrópolis de Los Millares ofrecía el prototipo que Siret relacionó con los Tholoi micénicos,
aunque hoy en día esa hipótesis esta desterrada.
Se trata de un modelo procedente de los
hipogeos. En algunos lugares coexisten con
estos, mientras que en otros los reemplazan.
Esta tipología tiene la misma forma general
que los hipogeos, pero se construye con
mampostería; la bóveda de la cámara
sepulcral se realiza mediante el sistema de
aproximación de hiladas, manteniéndose la
abertura cenital. El corredor, que puede ser
muy largo, tiene unas paredes cubiertas con
losas a modo de ortostatos. La construcción se
cubre con un túmulo de tierra.
Estos megalitos forman necrópolis asociadas
a poblados de gran extensión, en comarcas
de gran riqueza agrícola y ganadera.
Indican, por tanto, un alto grado de desarrollo
de las comunidades neolíticas. Debido a su
estructura, fueron inicialmente considerados como originados en los sepulcros de tipo
tholos de las culturas egeas; la investigación reciente, sin embargo, ha comprobado que los
megalitos de mampostería de la península Ibérica son más antiguos.
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3. AJUARES Y RITOS FUNERARIOS
La actividad fundamentalmente agrícola, ya desde el V milenio, parece poder relacionarse más con
el tipo de enterramiento individual en fosa, como en las necrópolis de los sepulcros de fosa de
Cataluña. Este tipo de necrópolis, en ocasiones llegan a excavar estructuras sepulcrales que en
ocasiones forman verdaderos hipogeos que se utilizaron para enterramientos múltiples.
Estos hipogeos presentan un desarrollo extraordinario en lugares como Cerdeña (cultura de
Ozieri). En Cataluña, contemporáneamente a los sepulcros de fosa, en el IV milenio, empiezan
a aparecer las construcciones megalíticas en la zona del Ampurdán oriental.
La complejidad de las actividades manufactureras que caracteriza el Neolítico implica la
especialización funcional. Aparecen clases dedicadas a la artesanía y el comercio, que ya
no tienen un vínculo directo con la tierra. Esto hace que la comunidad adquiera cierta
heterogeneidad, y que por tanto su cohesión deba volver a afirmarse, y no ya sobre la
base de la necesidad de cooperación para las actividades de caza y recolección, sino
sobre fundamentos ideológicos. Igualmente, la diversidad funcional implica
jerarquización social. No sólo hay artesanos que producen manufacturas especializadas
y comerciantes que las intercambian con otras comunidades, sino también una elite
incipiente que las acumula como signo de estatus social.
Ejemplo de esto son los ya mencionados collares de cuentas de calaíta de Catalunya y las
hachas pulimentadas realizadas por comunidades alpinas, que alcanzan una gran
difusión fuera de sus territorios de producción. Esta elite, en occidente, está constituida
posiblemente por familias que dirigen las actividades de explotación del territorio.
La cohesión social sobre una base de tipo ideológico se observa, por ejemplo, en la
decoración de los megalitos y en el ajuar encontrado en ellos, donde predomina una gran
estilización: formas altamente abstractas aunque representan motivos naturales. Así, en la
península Ibérica es característico el fenómeno de las figuras oculadas, en las que destacan sus
ojos muy resaltados. Hay diversas modalidades de estos objetos:
o idolillos placa, de pizarra, con decoración geométrica, propios del Neolítico Inicial
portugués, que por su
primitivismo aún no
presentan los ojos
(unidad didáctica, p. 84);
o ídolos oculados sobre
huesos largos del
sudeste peninsular
(unidad didáctica, p. 85),
o con ojos soliformes
rodeados por
semicírculos y formas
geométricas que
simulan el cabello, los
vestidos, adornos y
tatuajes;
o oculados soliformes en
vasijas cerámicas
(unidad didáctica, p. 86);
o ídolos oculados
cilíndricos de mármol
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del valle del Guadalquivir (unidad didáctica, p. 87), de morfología similar a los de
hueso.
No se sabe si este conjunto de figuras representa divinidades, o bien sirve como soporte
permanente para el difunto una vez desaparecido el cuerpo orgánico; en todo caso, estas
figuras se relacionan con la vida de ultratumba, habida cuenta de que se encuentran entre el
ajuar funerario, junto a recipientes para alimentos, herramientas, etc.
4. ORGANIZACIÓN SOCIAL.
Es posible que el megalitismo surgiera como una necesidad de proteger y conservar las
tierras de caza, pesca y recolección. Esto sería especialmente necesario para delimitar el
aprovechamiento de pastos por los distintos grupos. No obstante en los últimos análisis
sobre el megalitismo, hay tendencia a relacionarlo más a actividades agrícolas que al
pastoreo.
La necesidad de vincular el territorio a un grupo de tradición cazadora y organización
en clanes, es posible que llevara a reafirmar la identidad del grupo sobre el individuo, con
un lugar de enterramiento común, monumento o necrópolis. Las poblaciones
neolíticas, ya asentadas, habrían perdido este concepto gentilicio, a favor de la unidad
familiar vinculada más a la casa que a la tierra. La vinculación con la tierra ya no era
fundamental, y no todos eran campesinos o pastores, sino que evolucionaros a distintas
“profesiones” como artesanos, buhoneros y comerciantes.
Estas nuevas actividades explican el hallazgo de cuentas de collar de variscita, de posible
procedencia de las minas de Can Tintoré (Gavá), en dólmenes de la provincia de Burgos,
lo que indicaría unas tempranas relaciones, en la segunda mitad del IV milenio, entre las gentes
de los sepulcros de fosa y la Meseta.
Este esquema de organización social, favoreció la preeminencia de determinadas
familias y en consecuencia una estratificación social, que acabó por resultar insuficiente
para dirigir grandes explotaciones con agrupaciones demográficas importantes. Esto
pudo derivar a una vuelta de los sistemas de tradición agrícola y sobre todo a un
individualismo diferenciado, en que las familias ostentaban distintas categorías. Así la
organización social en la Europa del II milenio, revela en general un sistema de tipo
aristocrático, en vez del poder centralizado y teocrático al que llegaron los grandes
núcleos agrícolas del Próximo Oriente que desembocaron en un sistema propiamente
urbano.
Quizá la economía cazadora-recolectora propia del megalitismo, de adaptaba bien a
grupos pastoriles, pero no a explotaciones de tipo agrícola más complejas, con
actividades diversificadas que retrocedieron a un sistema que correspondía a formas de
vida más simples. Esta pudo ser la causa de que los grandes centros campesinos
europeos no evolucionaran hacia una verdadera vida urbana hasta el I milenio e incluso
en la E. Media en zonas más periféricas.
El megalitismo representa una forma de arquitectura funeraria con fuerte carga social
y religiosa. También se manifiestan intercambios y relaciones ideográficas que se revelan
en el arte mueble, en grabados y pinturas de monumentos megalíticos e incluso
rupestres. Cabe destacar los grabados y pinturas de los megalitos de Gran Bretaña , Irlanda y
occidente peninsular, con temas fundamentalmente abstractos.
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Hay una gran diferencia entre estas representaciones abstractas, algunas muy
repetitivas, y las de las “diosas madres”, propia de las culturas neolíticas europeas
continentales y algunas mediterráneas. Se advierten claras diferenciaciones de
riqueza en los ajuares, posibles símbolos de poder y un curioso sincretismo entre las
representaciones abstractas y antropoformas, no siempre referidas a la supuesta “Diosa
Madre”.
Un tema típicamente peninsular es el de los oculados representados en la cerámica, en
idolillos o en las paredes de abrigos y cuevas, pintados, grabados o pirograbados en hueso.
Es difícil saber si son divinidades o más bien como los betilos, un soporte para el alma del
difunto, pero sea como sea, se adivina la creencia en una vida de ultratumba, para la cual
se acompañaba al inhumado con sus adornos y objetos de uso, así como recipientes para
contener alimentos y bebidas.
Es posible que con la idea de que la persona subsistiera más allá del cuerpo orgánico,
se hicieran esas placas grabadas en pizarra o los cilindros de mármol o los oculados, como la
Dama de Gavá (neolítica, mina de Can Tintoré, Barcelona), o las cerámicas de los Millares, o
los ídolos de mármol del área occidental, lo que explicaría una evolución final en que el
idolillo se convierte en un hombre o una mujer perfectamente naturalista, aunque
revestidos de los viejos esquemas tradicionales, ojos, tatuajes y sobre todo, la larga melena
ondulada que cae por la espalda.
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