J. antonio marina. la autoestma. escuela noviembre2008
1. LA AUTOESTIMA
José Antonio Marina
Artículo para el número de noviembre de la revista ESCUELA
22 de octubre de 2008
La preparación de los materiales para la “Universidad de padres” on line que he
puesto en marcha (www.universidaddepadres.es) , me obliga a repasar la literatura
pedagógica más actual. Lo que la Universidad pretende es que los padres sepan como
ayudar a sus hijos para que adquieran los “recursos” fundamentales para la vida:
intelectuales, afectivos y éticos. Se trata, en primer lugar, de identificar esos recursos,
de conocer cuándo deben adquirirse y de qué manera puede favorecerse su
adquisición. Desde Piaget, la evolución cognitiva del niño está muy bien estudiada,
pero no así la evolución de los estilos emocionales, que van a facilitar u obstaculizar
su desarrollo, su vida y su convivencia. Ni siquiera sabemos cuáles son los que
deberían fomentarse. En algunos casos, el consenso es total. Todo el mundo está de
acuerdo en que el miedo, la agresividad, el pesimismo, la indolencia, la impulsividad
son malos hábitos. Pero en otros casos, no se da esa unanimidad. Así sucede, por
ejemplo, con la “autoestima”. Se la suele considerar la condición de posibilidad de
cualquier comportamiento adecuado. Aparece también como una excusa generalizada.
“Es que no tiene autoestima”, es una afirmación que justifica cualquier cosa. Sin
embargo, autores tan prestigiosos como William Damon o Martin Seligman advierten
que la insistencia en la autoestima con independencia de los comportamientos, puede
favorecer el narcisismo y la irresponsabilidad. Damon pone un ejemplo: “Los
adolescentes que llevan a cabo los comportamientos antisociales más graves suelen
dar en los tests una medida muy alta de autoestima”.
El modelo que diseño para la Universidad de Padres prefiere insistir en dos
aspectos menos equívocos que la “autoestima”. El primero es la “seguridad básica”,
que el niño adquiere, fundamentalmente, en el entorno familiar durante los primeros
años. El segundo es la “confianza en sí mismo”, que el niño y el adolescente deben
adquirir mediante la acción. Se funda, sobre todo, en la experiencia del propio
progreso. Por eso me parece tan importante que los docentes nos empeñemos en
conseguir que todos nuestros alumnos –los buenos y los desastrosos- experimenten en
algún momento ese sentimiento redentor. Es algo que la mítica escuela finlandesa
2. cuida extraordinariamente. Debemos, pues, considerar como una tarea didáctica
fundamental diseñar procedimientos para conseguirlo. Sentirse capaz de progresar es
la verdadera, eficaz y no tramposa “autoestima”. Y eso no debemos aplicarlo sólo a
nuestros alumnos, sino a nosotros mismos. Todos necesitamos sentir que no estamos
estancados, que progresamos en algo. Y una de las grandes trabas de la profesión de
docente es que no nos preocupamos lo suficiente de propagar esa experiencia.