El documento presenta una conversación entre el sumo sacerdote Caifás y un costurero. Caifás visita al costurero en su taller y le ofrece 30 monedas de plata para que repare una cortina sagrada que fue rasgada por seguidores de un hereje. A pesar de las dudas del costurero, éste acepta la tarea y le muestra un hilo especial que se regenera y fortalece con el paso del tiempo, asegurando que la cortina permanezca indestructible.
3. La siguiente es una obra de ficción que no tiene
nada de ficción, especial para una semana que no
tiene nada de santa.
Yosoypopo, un autor culpable.
4. El costurero de Jerusalem
Un fuerte golpe en la puerta lo sacó de un salto de
sus habituales tareas, por poco pincha un dedo
con la aguja. Giró para comprobar la procedencia
del ruido. No había mucha distancia entre su mesa
de trabajo y la puerta de entrada, digamos mejor
que una sola habitación, pequeña y bastante
desordenada, funcionaba como taller, comedor,
cocina, sala de estar. No hay más decoración que
rollos de telas de todos los colores y tamaños,
trajes a medio terminar tendidos y colgados por
cada rincón, hilos y agujas apilados o
desparramados en cualquier lugar en donde
mires. Una lámpara sobre la mesa basta.
Con la mirada clavada en la puerta y sus manos
aún en posición de trabajo espera que el ruido
haya sido solo producto de su cansancio o algún
borracho que confundió el camino.
Entonces la puerta retumba con más fuerza.
El golpe es constante.
5. ¿Algún pedido atrasado? ¿Alguien olvidó llevar su
manto? ¿Tal vez un cliente disconforme? El
costurero intenta hacer memoria mientras da un
par de pasos y se dispone a abrir la puerta. Nunca
ha recibido una visita fuera del horario de trabajo,
a estas horas de la noche.
En pocos segundos imaginó un sinfín de
posibilidades, todas muy raras. Al abrir la puerta
piensa que cualquiera de estas opciones resultaba
mucho más posible que ver a Caifás, el sumo
sacerdote del templo parado allí, bajo el lindel de
su taller, custodiado por cinco guardias del
templo.
Esta no será una noche común.
-o-
- Shalom buen hombre – Dice el sumo
sacerdote sin cruzar la mirada con el
costurero mientras se acomoda en el
centro del taller. Tiene que inclinarse un
poco para no topar el techo con su gorro.
-
Los guardias esperan afuera.
El costurero reacciona con inusual calma, no está
ejercitado en los ritos y buenas costumbres judías.
En cualquier otra ocasión, Caifás le habría
reprendido. Hoy no. Poco importa la devoción de
6. este simple costurero, una misión mayor, mucho
más divida, le ha traído hasta acá.
- Y a qué se debe tan ilustre visita, en días
tan agitados como estos…- Pregunta el
costurero mientras le vuelve la espalda…
se sienta junto a la mesa y se dispone a
continuar con sus trabajos.
Tanto el gesto como la pregunta, descolocan al
sacerdote.
- ¿Días como estos? ¿Agitados? Me parece
que el trabajo le ha nublado la vista buen
hombre, estos días son de fiesta, de
liberación y de gratitud.
- Oh, Cierto, la historia de Moisés y todo
eso-
- Pues esa “Historia” como usted lo llama,
es la realidad que nos revela como pueblo
escogido, la que nos ha hecho una nación
santa y libre-
- Una nación libre,…claro, como usted diga.
- Pero bien, no he venido hasta acá a
impartir enseñanza. He venido porque
necesitamos de sus servicios.
- ¿De mis servicios? ¿Y hay algo que un
simple costurero pueda hacer por el gran
sumo sacerdote, el puente entre Dios y los
hombres? No creo que yo sea necesario.
7. - Pues Dios te ha mirado con misericordia, a
pesar de tu rebeldía. Dios te ha dado la
oportunidad de santificar tu trabajo, de
purificarlo.
- ¿Santificarlo? Que acaso la costurería
también está en la lista de las inmundicias
de tus fariseos?
- En primer lugar, estás hablando con la
cabeza de la casa de Leví, no con un
simple fariseo. Por lo menos eso deberías
saberlo si vives tan cerca del sagrado
templo. En segundo lugar, me refiero a
que es sabido por todos que no usas la ley
para seleccionar a tus clientes. Solo el
dinero te gobierna. Tu conciencia no te
acusa mientras bordas las telas de una
prostituta inmunda, o alistas las sandalias
de un soldado romano o bordas los
símbolos paganos en las telas de los
griegos.
- Interesante, nunca pensé que las ventanas
del lugar santísimo estuvieran abiertas día
y noche, fácil entran y salen las palomas
mensajeras.- ironiza el costurero
- Guarda silencio costurero si no quieres
condenarte. No eres digno de poner el
lugar santísimo en tu boca. Por
misericordia no has caído muerto.
8. La presentación resulto más álgida de lo
esperado. Pero el costurero luce mucho menos
interesado en el asunto, sigue trabajando sobre su
mesa de espaldas al sacerdote. EL sacerdote en
cambio respira más rápido, transpira, se mueve de
un lado a otro y levanta la voz mucho más rápido.
Las herejías de un simple costurero no parecen ser
razón suficiente para tener en este estado al sumo
sacerdote. De seguro hay algo más.
-Pues bien, basta de diálogos. Creo que calmar tus
impulsos, comenzaré diciéndote que dispongo de
mucho dinero para pagarte por el trabajo que te
pediré.- Comenta el sacerdote intentando lucir
mas calmado, mientras saca de entre sus ropas
una bolsa con unas cuantas monedas de plata.
Las revisa y las deja caer sobra la mesa del
costurero.
-Son treinta. Más de lo que ganaras en toda tu
vida. –
- y de seguro mucho menos de lo que han
recolectado estos días de fiesta- murmura para si
el costurero mientras toma la bolsa.
-¡que has dicho?-
- Nada su santidad, nada. Agradezco su
oferta. Tiene razón, es más de lo que
podría ganar. Gracias.
- Por lo menos eres agradecido. Aunque no
lo creas, en estos días me he topado con
9. genta tan tonta que ha despreciado las
mismas monedas que tienes en tus
manos.
- No podría darme yo ese lujo. – Responde
el costurero. Y aunque las palabras que
pronuncia son complacientes, en su boca
no suenan con tal énfasis. Su actitud de
desgano confunde al sacerdote.
- Ahora, cuénteme. De qué se trata.
¿Bordar algún manto de su ropa? Tendría
que decir que no, pues no dispongo de
hilo de oro tan fino, y ninguna de mis
telas se asemeja a sus lujosos mantos.
Serían una tosca mancha en su sagrado
atuendo.
- Tranquilo, tus manos no podrían vestirme
de santidad. La perfección de mis mantos
es tarea de manos santas. Lo que
necesitamos de ti no es belleza, es fuerza.
No importa cuán tosca sea. Fuerza.
- ¿Entonces lo que quiere es reparar? –
afirma el costurero demostrando su
experiencia en el rubro
- Tú lo has dicho, reparar.
El costurero pensó unos segundos y dijo:
- Y le pregunto ahora yo, ¿no le parece la
tarea de reparar, una encomienda poco
10. santa para el sumo sacerdote? ¿Que no
tiene el templo mensajeros? Esclavos?
- No creas que las 30 monedas te han dado
el derecho de conocerme o cuestionarme.
Si el sumo sacerdote esta hoy frente a ti,
es porque lo que debemos reparar es tan
santo como el todopoderoso que me
eligió como sus manos entre su pueblo. Es
necesario reparar con urgencia la más
grande y maldita profanación de la
santidad divina, de la morada sagrada que
jamás habíamos visto.- El sacerdote se
sorprende de los detalles que revela, pero
el rencor en su corazón necesita ser
compartido. No se detiene.
- La luz del mundo, la llama divina, la
esperanza divina que vive en el Templo
sagrado, fue profanada por los seguidores
de un maldito hereje. De ese error es el
que te hablo. Ese es el error que debe ser
reparado con fuerza y prevenido aún con
más.- Continuó el Sacerdote
El costurero se levanto entonces de su mesa. El
sacerdote tuvo que dar un par de pasos hacia
atrás por lo estrecho del lugar. Sin decir una
palabra comenzó a buscar en un rincón entre un
montón de madejas de hilo.
- ¿Y pueden mis toscos hilos lograrlo? ¿Qué
es lo que teme sacerdote?.., qué oculta?–
11. preguntó mientras continuaba la
búsqueda
- ¡Oculto lo que podría matarlos a todos
ustedes! ¡Oculto lo que nadie está
preparado para ver!! ¡¡Ustedes son los
que deberían temer!! Esto que vamos a
hacer es también por ti costurero infiel. La
gloria de Dios te consumiría en un
instante, a ti y a todo el pueblo. Su gloria y
santidad no pueden ser reveladas a
cualquiera. No podemos ir en contra de su
voluntad, en contra de lo que esta escrito!
La descendencia de Levi lleva
generaciones velando para que la gloria
de Dios no nos consuma, generaciones
siendo el puente perfecto, generaciones
dando a conocer la correcta voluntad de
Dios.
- Y veo que les ha ido muy bien – dice el
costurero en tono burlón. Sigue buscando
entre sus hilos.
- ¿Tratas de decir algo? ¿No ves el hermoso
templo que hace sombra a tu pobre
cuarto de telas e hilos? Dios ha tenido
misericordia y el pueblo permanece fiel a
las escrituras, a los sagrados ritos ya las
divinas tradiciones. Y así debe continuar.
Es la voluntad de Dios. Los tiempos son
12. difíciles, no podemos permitir que
violentas herejías destruyan la voluntad
divina- Afirmaba el sacerdote.
- ¿Me hablas de un todopoderoso santo y
real que teme herejías malditas y falsas?
¿De una santa descendencia de
sacerdotes que viene a buscar fuerza en
los hilos de un costurero impío?.....¿que
no hay suficiente ventilación en los atrios
del templo? ¿O no has dormido bien estas
últimas semanas Sumo Sacerdote?-
Preguntó el Costurero aún de espaldas
buscando entre sus hilos.
‘
- ¿Y crees que se trata de mi? O de ti? Es la
divina voluntad de Dios! Es la escritura
santa. Ni siquiera el sumo sacerdote que
está parado frente a ti tiene el poder de
modificar a su antojo los designios
divinos. Así es como Él ha querido
revelarse! ¿O crees que cualquiera, en
cualquier lugar, a cualquier hora, de
cualquier forma….puede invocar al
todopoderoso padre de Abraham, de
Isaac y de Jacob?
- Dicen que creer eso por estos días cuesta
la muerte, asique prefiero no responder.
El sacerdote ya no soporta la irreverencia del
costurero, pero lo que verdaderamente no está
soportando es todo lo que piensa, siente, duda,
13. cree…hace. ¿Por qué tenía que pasar todo esto?.
Tantos años llevando su sacerdocio como era
habitual, como estaba escrito. Matizado con los
altos y bajos de la vida. Luchando y sediendo con
fariseos, zelotes, herodianos, funcionarios
romanos y demases;, pero siempre dentro de un
marco. Un marco santo y divino que han
amenazado con destruir. Que algunos herejes
dicen incluso, ya se ha destruido. Es mucho,
mucha carga.
- Lo tengo- El costurero termina con el
martirizante silencio – Encontré lo que
buscaba.
Por primera vez el costurero gira para estar frente
al sacerdote. El contraste es evidente.
El costurero pequeño y desarreglado, necesita
trabajar en su propio ropaje más que en todos sus
pedidos. El sacerdote se eleva casi como un
gigante, con mantos finos que verdaderamente
lucen santos y brillantes.
- Este es el hilo- dice el costurero.
- ¿Fuerte? – pregunta el Sumo Sacerdote
- El más resistente de la región.
Una tosca madeja está en las manos del costurero.
Un color café opaco, desaliñado, enrollado
alrededor de un trozo de madera.
14. ¿Será suficiente? – Se pregunta para si mismo el
sacerdote.
- Es que aún no me dice concretamente
qué es lo que quiere reparar- Pregunta el
costurero
El sacerdote lo duda un momento, pero realmente
quiere decirlo. Lo hace.
- Una cortina- Responde seco, diríamos que
su voz suena casi triste.
- ¿Eso? ¿Sólo una cortina?-
- Debo asegurarme de que nadie nunca
más la vuelva a rasgar- Dice el sacerdote
con los dientes apretados
- Tranquilo, con este hilo será imposible.
- Este hilo debe durar años, siglos, por la
eternidad. Nunca puede volver a rasgarse
esta cortina. Tienes que asegurarme de
que es completamente indestructible-
Pide el Sumo Sacerdote
- Así es Sumo sacerdote. Este hilo jamás
será roto. Porque tiene una particularidad.
Un poder. Año tras año se va
regenerando. Nuevas hebras van
surgiendo. De distintos colores, texturas,
incluso desde distintas regiones. Cada vez
que alguien quiera rasgar nuevamente tu
15. cortina, el hilo reaccionará. Se tensará, se
regenerará. No importa cuantos años
pasen. Este hilo se renueva. Sólo tiene que
haber alguien como usted, alguien que
desee con todo su corazón que la cortina
permanezca bien cosida. Y aunque no lo
crea….no importa si es judío, romano,
griego. No importa si es deísta, teísta,
panteísta. No importa si es católico,
ortodoxo, copto. No importa si es
reformado, luterano, anabaptista. No
importa si es Anglicano, pietista, puritano.
No importa si es metodista, valdense,
bautista. No importa si es Pentecostal,
asambleísta, evangélico. No importa si es
fundamentalista, liberal, universalista. La
verdad es que no importa nada. Nada.
Solo importa que quiera mantener esa
cortina bien cosida, y el hilo se seguirá
regenerando. Distintos colores, distintas
texturas, distintos orígenes, distintos
argumentos, distintas tradiciones,
distintas culturas, distintas costumbres,
distintas interpretaciones. Pero un mismo
deseo: que la cortina jamás se vuelva a
rasgar.
El sacerdote no entendió ni la mitad de lo que el
costurero dijo. Por la hora, por lo agitado de los
últimos días, prefirió quedarse con la seguridad de
que el hilo era especial, de que la cortina jamás
volvería a rasgarse. Y no hizo ningún otro
comentario al respecto. Tal vez el costurero no
16. solo era un judío impío e irreverente, sino que
también estaba un poco loco.
- Te agradezco costurero, no sabes cuánto
bien le estás haciendo a mi relig….a
nuestra cult…., em…a nuestro Dios. – Dijo
el Sumo Sacerdote
- Gracias a usted sumo sacerdote por
darme la oportunidad de conversar con
usted. Fue una hermosa oportunidad.- Las
palabras del costurero dicen algo, pero se
sienten como si quisieran decir algo
mucho mas profundo. El sacerdote
también lo siente.
Ambos dan unos cuantos pasos hasta la puerta. El
sacerdote golpea suave y la guardia abre de
inmediato.
Frente a frente, el costurero mira por primera vez
a los ojos al sacerdote.
- Acá esta tu hilo hijo, tómalo si quieres,
úsalo si quieres, es tu decisión.
El sacerdote no puede estar más confundido,
conmovido, desorientado. Quiere hacer algo, algo
distinto, pero son siglos, años, milenios de
tradiciones sagradas. Hay un gigantesco sistema
que debe seguir funcionando, pero el bien de
17. todos. No pueden cambiar las cosas. No, sería
mucho desorden, mucho caos, mucha…libertad.
El sacerdote toma la decisión. Casi con lágrimas en
sus ojos, entendiendo poco de lo que está
pasando. Pero sintiendo que es muy relevante.
Estira sus manos para tomar el hilo.
Al tomarlo, sus manos rozan las manos del
costurero.
Algo parecido a una cicatriz alcanza a sentir en las
palmas del costurero.
La puerta se cierra.
Por fuera.
18. “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en
dos, de arriba abajo,”