Trabajo de Campo de Práctica Docente.

A

Trabajo de campo.

Trabajo de Campo de 
Práctica Docente. 
Institución: I.S.F.D.C. y T. “República Federal de Alemania”. 
Integrantes: Barrios, Tamara. 
Díaz, Marita. 
Leguizamón, Andrea. 
Sotelo, Abigail. 
Carrera: Profesorado de Lengua y Literatura. 
División: 1° II
PRIMER TRABAJO INTEGRADOR OBLIGATORIO 
El presente trabajo consta de instancias de elaboración individual y otras de construcción grupal. 
1- Trabajo individual: elabora un texto cuyo tema central es “El mejor profesor de mi vida”, basado en tus vivencias dentro del sistema escolar. Para ello debes seleccionar un/a profesor/a al/a que consideres como “el/la mejor”. El texto debe incluir la narración de una situación vivida con dicho docente y la descripción de los rasgos más sobresalientes que justifican tal elección. 
2- Trabajo grupal: a partir de la lectura del artículo “El mejor profesor de mi vida” de Carlos Arroyo: 
A) Identifiquen en dicho texto los rasgos resaltados por el autor acerca de su profesor. 
B) Compartan en el grupo sus propias producciones (trabajo individual realizado) e identifiquen los rasgos que ustedes han considerado de sus docentes. 
C) Comparen las características que Uds. han seleccionado con las que plantea Carlos Arroyo, estableciendo diferencias y similitudes. 
3- Realizar una “mini-encuesta” para sondear en la comunidad acerca de “el mejor profesor”. 
A) La encuesta se elaborará en clase, por lo tanto será muy común a todos los grupos. 
B) Cada grupo realizará 15 (quince) encuestas. 
4- Trabajo grupal: construyan un “perfil de docente” considerando todos los datos recopilados. Las producciones individuales, los aportes de Carlos Arroyo y la información obtenida a través de la encuesta. 
5- Trabajo individual: elabora una conclusión personal que sintetice la temática abordada y el proceso realizado en el presente trabajo.
TRABAJO INDIVIDUAL 1 
El mejor profesor de mi vida. 
Abigail Sotelo. 
A la persona que elegí como mejor profesor es una persona seria, exigente, dinámico y con una energía increíble, un muy buen profesor. Quien bromeaba con nosotros pero a su vez sabíamos hasta qué punto llegar, alguien que exigía y daba respeto. 
Anécdotas son muchas ya que compartimos un par de años en la secundaria con él; una de esas anécdotas fue que desde quinto año le insistimos para juntarnos a comer un asado y en nuestro último año en la institución recién aceptó nuestra invitación, luego de haberlo interpretado en un sketch por el día del profesor. Al llegar el día del asado nos juntamos en la casa de un compañero y el profesor se quejaba diciendo “durante dos años me insistieron para hacer el asado y ahora me lo hacen hacer a mí”. Pero compartimos un muy buen momento esa noche y dos muy buenos años con él. 
Andrea Leguizamón. 
El mejor profesor de mi vida es un ser increíble, con el corazón más grande que puede haber. Este profesor aparte de haberme enseñado temas de sus materias me ha hecho reír de mil maneras, me ha dado tantas moralejas sobre la vida que cada vez que recuerdo logra sacarme una sonrisa. 
Dicho profesor, es un hombre muy serio que a la hora de explicar un tema no quería que volara ni una mosca en su clase, que nosotros siendo sus alumnos ya lo conocíamos y sabíamos hasta donde podíamos bromear con él. 
Nunca me voy a olvidar de los chistes que nos hacía cuando estábamos en examen, nos decía por ejemplo que nos concentremos y que hagamos bien cuando él mismo nos preguntaba por el fútbol, por lo que pasó la semana pasada y demás logrando así que nos desconcentremos. Nos reíamos mucho con este profesor tanto así que tenemos muchas anécdotas de él o con él para contar. 
Este señor, para mí, es un grande de los más grandes, lo admiro tanto porque es un ser que se hizo respetar ante los alumnos y también se hizo querer de una manera única, a tal punto de que cada alumno que pasó por manos suyas va a tener un concepto buenísimo de él. 
Es un profesor muy sabio y lo admiro mucho por su forma de ser; a tal punto que deseo ser así cuando me reciba, sería todo un orgullo para mí.
Tamara Barrios. 
Ella es una persona de personalidad muy amable, sencilla y sobre todo muy tranquila. Es una persona con mucha paciencia y en sus clases se destacaba por eso, al contar con tanta paz al hablar que, al explicar un tema lo hacía con detenimiento que era muy fácil de entender. 
Personalmente su materia no me gustaba, era inglés que en años anteriores me era muy difícil de entender, sin embargo en sus clases entendía perfectamente a tal punto de llegar a gustarme los contenidos de su materia. 
Gozaba de como enseñaba, transmitía amor y pasión por lo que hacía. 
Marita Díaz. 
Yo tuve un mejor profesor, él tenía muchas características buenas y lindas… Era amable, jodón, muy atento a la opinión de los alumnos, sabía dar excelentes clases, también marcaba bien la línea entre los chistes y el respeto; sus clases eran dinámicas por lo que siempre prestábamos atención. Siempre nos ayudaba e impulsaba a la unión del curso. A mí personalmente me encantaba tener clases con mi querido profesor, siempre llegaba con una sonrisa y esa buena onda tan especial que nos contagiaba a todos.
TRABAJO GRUPAL 2-A 
El mejor profesor de mi vida 
Por: Carlos Arroyo | 06 de mayo de 2013 
El mejor profesor de mi vida me enseñó que hay pocas cosas comparables con la emoción intelectual de ver cómo aprende un alumno. Vivir el momento en que sus pupilas se agrandan (fenómeno real, no ilusión poética) cuando su mente se enriquece gracias a ti es indescriptible. Y qué decir del momento en que un ex alumno llega a establecer contigo una discusión de igual a igual, o incluso llega a superarte. No hay nada igual: ver cómo un estudiante te deja atrás gracias justamente a lo que aprendió contigo es tu Premio Nobel como profesor. Un solo caso justifica muchos años de esfuerzos y sinsabores. 
Por desgracia, muchos profesores y bastantes estudiantes aún no han tenido la fortuna de vivir esa situación. Y la vida diaria no está demasiado poblada de este tipo de sensaciones. Un profesor no puede mantener al máximo su sismógrafo emocional como docente a todas horas, pero me gustaría recordar algo a los docentes que ya están abatidos por la desilusión, el hastío, la carencia de recursos, la falta de empatía y reconocimiento social, la desidia de los alumnos, la indiferencia de los padres, la manipulación política, o simplemente porque ven cómo poco a poco les fallan las energías para ponerse delante de unos jóvenes cuyo universo ven cada vez más distante. Muy pocos estudiantes olvidan a un gran profesor. 
Sé bien lo que digo. Cualquiera de nosotros echará antes en el olvido a su primer amor, a aquel amigo íntimo de infancia o al fiera que lo machacaba sin piedad en el recreo. Pero los grandes profesores dejan una huella que permanece hasta el final de los días. Es una relación de una naturaleza tan singular que el paso del tiempo, que tantas cosas se lleva por delante, lejos de enturbiarla, solo consigue purificarla, embellecerla y mitificarla. 
Me gusta evocar con nostalgia la relación maestro-discípulo. Es algo que, desgraciadamente, ya no abunda, pero me niego a aceptar que se haya extinguido. Tuve la fortuna de vivirla con el mejor profesor de mi vida. Se llamaba Joaquín Plans Portabella. 
Joaquín Plans fue mi profesor de Física cuando estudiaba en Madrid para ser profesor. Recuerdo su primera clase como si el tiempo se estuviera rebobinando cada día. Se acercó a la puerta absolutamente extraviado: no tenía ni la menor idea de dónde le tocaba. Se detuvo un momento, preguntó al que estaba más cerca y, una vez confirmada el aula, entró sonriendo de forma desmedida. Uno de sus encantos era su expresividad desmedida. Desde el primer momento noté que tenía una recarga de combustible nuclear en el cerebro. Fue abrir la boca y darme cuenta de que nunca había tenido un profesor así (y me acuerdo de muchos, empezando por la maestra que me enseñó a leer, doña Ramona). Joaquín se volvía loco por enseñar, era un incontinente del conocimiento.
Jamás se sentaba (luego entendí que dar clase de pie, como los toreros, es requisito imprescindible para ser buen profesor). Dejaba su carterón de tonelada y media en la mesa y, de forma súbita, se dejaba llevar por un arrebato didáctico feroz, de modo que, si se hubiera hundido el mundo, no nos habríamos enterado. Tenía una capacidad extraordinaria para explicar los conceptos y, cuando alguien no los entendía, no duplicaba la explicación, sino que le daba la vuelta con metáforas increíbles. Entendí entonces que las metáforas son imprescindibles para enseñar ciencia, porque son una vía directa a la comprensión de lo complejo, e incluso de lo inaccesible. Desde entonces desconfío de los científicos que las desdeñan. 
Sus fórmulas no parecían arcanos, sino que, desde la pizarra, nos explicaban el mundo a gritos. A menudo nos sacaba para hacer pequeñas representaciones teatrales sobre la inercia o la cantidad de movimiento, pensando en nuestros futuros alumnos, con unas miradas y unas sonrisas de alto voltaje que te taladraban y te bloqueaban el camino de salida. Era imposible no jugar a ese juego. 
Al principio incluso te abochornaba la pasión intelectual que sentías crecer interiormente, como si te estuvieras mostrando borracho en público. Pero luego veías que era un sentimiento compartido y se te iba el pudor. Cuando te hacía una pregunta desconcertante y la contestabas, su emoción era extraordinaria y contagiosa. Más de una vez replicaba admirado: “Increíble: ¿cómo lo has sabido?”. Y por un momento uno se sentía Newton, Bohr, Planck y Einstein, todos ellos juntos. Eso te hacía respetar y querer a los grandes mitos de la ciencia, pero también te hacía ver que la ciencia es una búsqueda de explicaciones salpicada de errores y siempre insatisfecha. Éramos demasiado jóvenes para aceptar que las verdades de hoy tenían muchas posibilidades de ser los errores de mañana. Lo gracioso es que, cuando te preguntaba, te hacía decirle cómo lo habías sabido. No solo quería enseñarte. Quería saber cómo pensabas. Una respuesta aguda a sus maliciosas preguntas era para él un acontecimiento. Y cuando la respuesta no era acertada, no importaba, porque daba paso a una derivación a veces más interesante que la opción canónica. No solo explicaba cómo eran las cosas, sino también cómo no eran. Y por qué. Y por qué no. Le interesaba tanto profundizar en el sí, como en el no. Siempre databa los descubrimientos. Personalizaba los hallazgos y dejaba claro que la ciencia no había caído del cielo, sino que había sido construida, con un esfuerzo sobrehumano muchas veces dirigido contra los propios prejuicios del descubridor, por personas que habían vivido aquí y allí, en tal época y tal otra. 
En su aula tenías la sensación de ser tan afortunado que no podías evitar hacerte una pregunta: ¿Me merezco yo estas clases? Con él era imposible no estudiar: te habrías sentido un miserable. Y lo habrías sido. Era un profesor con todas las virtudes que adornan a los grandes directores de orquesta: como describo en este post, sabía sacar lo mejor de quienes estábamos delante y, al final, a muchos de nosotros nos daban ganas de aplaudir. Ahora lamento no haberlo hecho.
También fue un buen investigador (sobre corrientes en polímeros y estructuras de membranas biológicas), pero era mejor aún en el aula. Cuando ya no era mi profesor, decidí que sería imperdonable perder esa oportunidad y lo busqué. Tuve la inmensa suerte de ser su amigo y de conocer a su admirable familia. Pero duró poco, porque murió. Fue el profesor de mi vida. Me hubiera gustado ser su discípulo muchos años. En realidad, me siento su discípulo moral y, en algunas materias, antes de decidir qué pienso yo, me gusta imaginar qué pensaría él. 
Fue un excepcional profesor universitario, pero estoy convencido de que hay casos similares en cualquier otro nivel. Porque ¿cómo puede uno olvidar al profesor que le enseñó a leer? ¿O a la profesora que te explicó el modelo atómico? ¿O a aquella que te hizo intuir la magia de los números primos? ¿O a quien te descubrió el texto, pero también el contexto y el subtexto del Quijote? ¿O a aquel gran maestro del violín? La pregunta es: ¿cómo olvidar a quien hizo posible que hoy ames la lectura, tengas el veneno de la física, la pasión por las matemáticas, hayas asumido el concepto de luchar contra los molinos de viento o hayas cambiado para siempre tu manera de tocar el violín? ¿O como dejar en el olvido a aquel profesor que te enseñó a analizar en silencio y con respeto los argumentos que contradicen tus más firmes convicciones? 
Por no hablar de la situación inversa: cuando das tus clases de Biología o de Historia y, al cabo del tiempo, uno de los alumnos acaba siendo biólogo o historiador... deberías parar un momento y pensar que has contribuido a que tu alumno oriente su vida hacia una disciplina cuyos fundamentos y ramificaciones le pusiste tú ante los ojos. Ningún profesor debería olvidar eso. 
Como ningún estudiante olvida al profesor que le abrió el camino hasta más allá de sus propios límites. Porque eso es lo que hacen los grandes profesores. 
2-C 
El mejor profesor de mi vida según Carlos Arroyo. 
Nuestro mejor profesor. 
Expresividad desmedida. 
Personalidad muy amable. 
Loco por enseñar. 
Dispuesto a escuchar las opiniones de sus alumnos. 
Jamás se sentaba. 
Clases didácticas. 
Capacidad para explicar. 
Actitud muy amigable con sus alumnos pero siempre imponiendo respeto. 
Explicaba con metáforas. 
Su capacidad para explicar era lo que más resaltaba. 
Tenía una extraordinaria y contagiosa emoción. 
Enfocaba la vista a todos. 
Quería saber cómo pensabas. 
Persona exigente. 
Explicaba el porqué de las cosas. 
Buen investigador.
3 Mini-encuestas. 
Encuesta sobre “El mejor profesor de mi vida” 
ENCUESTA N°…… 
EDAD: 
SEXO: F – M 
a) ¿Tuvo usted algún profesor al que considera como el mejor de su vida? 
SI NO ¿por qué? 
……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… …………………………………… 
b) ¿A qué nivel educativo perteneció ese profesor? 
1- Nivel Inicial 
2- Educación Primaria 
3- Educación Secundaria 
4- Educación Superior 
c) ¿Qué características lo llevaron a decidir que ese profesor era el mejor? 
Mencione 5 (cinco) características. 
1- ……………………………………………………. 
2- ……………………………………………………. 
3- ……………………………………………………. 
4- ……………………………………………………. 
5- ……………………………………………………. 
d) ¿En qué aspecto de su vida le marcó ese profesor? 
1- En la elección de una profesión u oficio. 
2- En el cambio de algunas conductas. 
3- En la solución de algún problema personal. 
4- En la manera de pensar. 
5- En la manera de aprender. 
6- Otros……………………………………………………………….
TRABAJO INDIVIDUAL. 5 
Conclusiones. 
Abigail Sotelo 
Realizando este trabajo llegamos a la conclusión que para la mayoría de las personas encuestadas el mejor profesor de su vida los estuvo acompañando durante su recorrido por la secundaria, resaltando características como su amabilidad, su compromiso con la enseñanza, su carisma, entre tantas características sobresalientes en ellos. 
También este trabajo influye en nosotros, no sólo para saber qué opinan las personas con respecto a sus profesores, ya que estamos en carrera a la misma profesión, sino para darnos cuenta de que para las personas los profesores no sólo son aquellos que se encuentran parados al frente de cierta cantidad de alumnos dictando clases o enseñando, sino que también son aquellas personas que influyen en determinados aspectos de su vida, como podría ser algún tipo de ayuda en lo personal, en la manera de pensar, y hasta de aprender. Quizá en el momento no nos demos cuenta de quién sea nuestro mejor profesor, pero este trabajo nos ha llevado a reflexionar sobre quién fue esa persona que nos ha cambiado en algún aspecto de nuestra vida. 
Andrea Leguizamón. 
Como conclusión personal refiriéndome al trabajo lo que opino es que la secundaria influyó mucho en las personas encuestadas a la hora de elegir un mejor profesor; ya que su elección se encontraba dentro de ese nivel. Estas personas encuestadas, consideraban que las características que más sobresalían de sus mejores profesores eran: el carisma, su forma de explicar siendo sus clases muy didácticas y en muchas ocasiones muy exigente. 
Personalmente, realizar este trabajo fue una tarea muy interesante, ya que saber lo que las demás personas piensan es muy importante debido a que no tenía una mínima noción de lo que podían llegar a pensar al respecto. 
Conocer esos pensamientos también es muy importante ya que influye en mi futuro como docente, así podré saber cómo debo ser ante mis alumnos o al menos tener una noción de cómo dar mis clases.
Tamara Barrios. 
Este trabajo me ayudó mucho para profundizar el tema, ya que antes era algo que no lo consideraba tan importante, el hecho de que era lo que hacía a un buen profesor, lo cual ha cambiado en mi pensamiento. 
Arroyo nombró y resaltó el conocimiento que poseía un profesor y era eso lo que en general consideraba lo mejor de éste, si bien en relación con la carta de mi mejor profesor no resalté mucho el conocimiento sino mucho más, la forma de pensar, enseñar, transmitir esos conocimientos. 
En el trabajo realizado noté, que a un profesor lo hace el mejor, además del carácter que tenga, que tenga la capacidad de poder enseñar y que el alumno entienda lo que explica, esto tiene mucho que ver con lo que a determinado profesor le guste lo que enseña y ame su profesión y así poder ejercer y poder influir en los alumnos de manera favorable. 
Marita Diaz 
Para mí fue muy productivo realizar este trabajo practico, ya que pudimos trabajar en grupo y afianzar las relaciones con mis compañeras. También me pareció muy productivo ya que aprendimos a realizar encuestas y a poder organizarnos de buena forma, es decir poder saber desenvolvernos a la hora de realizarlas. Me gusto mucho porque conocimos más a fondo los recuerdos de las etapas como estudiantes de los encuestados y con esto las características de sus mejores profesores para que un futuro podamos tomar esas características o solo algunas de ellas, para poder llegar hacer buenos profesores. También aprendimos a volcar los datos obtenidos en tablas de comparación en computadoras lo cual está muy bueno ya que podemos utilizar en otras materias… para mí fue un trabajo muy productivo y lindo.

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  • 1. Trabajo de Campo de Práctica Docente. Institución: I.S.F.D.C. y T. “República Federal de Alemania”. Integrantes: Barrios, Tamara. Díaz, Marita. Leguizamón, Andrea. Sotelo, Abigail. Carrera: Profesorado de Lengua y Literatura. División: 1° II
  • 2. PRIMER TRABAJO INTEGRADOR OBLIGATORIO El presente trabajo consta de instancias de elaboración individual y otras de construcción grupal. 1- Trabajo individual: elabora un texto cuyo tema central es “El mejor profesor de mi vida”, basado en tus vivencias dentro del sistema escolar. Para ello debes seleccionar un/a profesor/a al/a que consideres como “el/la mejor”. El texto debe incluir la narración de una situación vivida con dicho docente y la descripción de los rasgos más sobresalientes que justifican tal elección. 2- Trabajo grupal: a partir de la lectura del artículo “El mejor profesor de mi vida” de Carlos Arroyo: A) Identifiquen en dicho texto los rasgos resaltados por el autor acerca de su profesor. B) Compartan en el grupo sus propias producciones (trabajo individual realizado) e identifiquen los rasgos que ustedes han considerado de sus docentes. C) Comparen las características que Uds. han seleccionado con las que plantea Carlos Arroyo, estableciendo diferencias y similitudes. 3- Realizar una “mini-encuesta” para sondear en la comunidad acerca de “el mejor profesor”. A) La encuesta se elaborará en clase, por lo tanto será muy común a todos los grupos. B) Cada grupo realizará 15 (quince) encuestas. 4- Trabajo grupal: construyan un “perfil de docente” considerando todos los datos recopilados. Las producciones individuales, los aportes de Carlos Arroyo y la información obtenida a través de la encuesta. 5- Trabajo individual: elabora una conclusión personal que sintetice la temática abordada y el proceso realizado en el presente trabajo.
  • 3. TRABAJO INDIVIDUAL 1 El mejor profesor de mi vida. Abigail Sotelo. A la persona que elegí como mejor profesor es una persona seria, exigente, dinámico y con una energía increíble, un muy buen profesor. Quien bromeaba con nosotros pero a su vez sabíamos hasta qué punto llegar, alguien que exigía y daba respeto. Anécdotas son muchas ya que compartimos un par de años en la secundaria con él; una de esas anécdotas fue que desde quinto año le insistimos para juntarnos a comer un asado y en nuestro último año en la institución recién aceptó nuestra invitación, luego de haberlo interpretado en un sketch por el día del profesor. Al llegar el día del asado nos juntamos en la casa de un compañero y el profesor se quejaba diciendo “durante dos años me insistieron para hacer el asado y ahora me lo hacen hacer a mí”. Pero compartimos un muy buen momento esa noche y dos muy buenos años con él. Andrea Leguizamón. El mejor profesor de mi vida es un ser increíble, con el corazón más grande que puede haber. Este profesor aparte de haberme enseñado temas de sus materias me ha hecho reír de mil maneras, me ha dado tantas moralejas sobre la vida que cada vez que recuerdo logra sacarme una sonrisa. Dicho profesor, es un hombre muy serio que a la hora de explicar un tema no quería que volara ni una mosca en su clase, que nosotros siendo sus alumnos ya lo conocíamos y sabíamos hasta donde podíamos bromear con él. Nunca me voy a olvidar de los chistes que nos hacía cuando estábamos en examen, nos decía por ejemplo que nos concentremos y que hagamos bien cuando él mismo nos preguntaba por el fútbol, por lo que pasó la semana pasada y demás logrando así que nos desconcentremos. Nos reíamos mucho con este profesor tanto así que tenemos muchas anécdotas de él o con él para contar. Este señor, para mí, es un grande de los más grandes, lo admiro tanto porque es un ser que se hizo respetar ante los alumnos y también se hizo querer de una manera única, a tal punto de que cada alumno que pasó por manos suyas va a tener un concepto buenísimo de él. Es un profesor muy sabio y lo admiro mucho por su forma de ser; a tal punto que deseo ser así cuando me reciba, sería todo un orgullo para mí.
  • 4. Tamara Barrios. Ella es una persona de personalidad muy amable, sencilla y sobre todo muy tranquila. Es una persona con mucha paciencia y en sus clases se destacaba por eso, al contar con tanta paz al hablar que, al explicar un tema lo hacía con detenimiento que era muy fácil de entender. Personalmente su materia no me gustaba, era inglés que en años anteriores me era muy difícil de entender, sin embargo en sus clases entendía perfectamente a tal punto de llegar a gustarme los contenidos de su materia. Gozaba de como enseñaba, transmitía amor y pasión por lo que hacía. Marita Díaz. Yo tuve un mejor profesor, él tenía muchas características buenas y lindas… Era amable, jodón, muy atento a la opinión de los alumnos, sabía dar excelentes clases, también marcaba bien la línea entre los chistes y el respeto; sus clases eran dinámicas por lo que siempre prestábamos atención. Siempre nos ayudaba e impulsaba a la unión del curso. A mí personalmente me encantaba tener clases con mi querido profesor, siempre llegaba con una sonrisa y esa buena onda tan especial que nos contagiaba a todos.
  • 5. TRABAJO GRUPAL 2-A El mejor profesor de mi vida Por: Carlos Arroyo | 06 de mayo de 2013 El mejor profesor de mi vida me enseñó que hay pocas cosas comparables con la emoción intelectual de ver cómo aprende un alumno. Vivir el momento en que sus pupilas se agrandan (fenómeno real, no ilusión poética) cuando su mente se enriquece gracias a ti es indescriptible. Y qué decir del momento en que un ex alumno llega a establecer contigo una discusión de igual a igual, o incluso llega a superarte. No hay nada igual: ver cómo un estudiante te deja atrás gracias justamente a lo que aprendió contigo es tu Premio Nobel como profesor. Un solo caso justifica muchos años de esfuerzos y sinsabores. Por desgracia, muchos profesores y bastantes estudiantes aún no han tenido la fortuna de vivir esa situación. Y la vida diaria no está demasiado poblada de este tipo de sensaciones. Un profesor no puede mantener al máximo su sismógrafo emocional como docente a todas horas, pero me gustaría recordar algo a los docentes que ya están abatidos por la desilusión, el hastío, la carencia de recursos, la falta de empatía y reconocimiento social, la desidia de los alumnos, la indiferencia de los padres, la manipulación política, o simplemente porque ven cómo poco a poco les fallan las energías para ponerse delante de unos jóvenes cuyo universo ven cada vez más distante. Muy pocos estudiantes olvidan a un gran profesor. Sé bien lo que digo. Cualquiera de nosotros echará antes en el olvido a su primer amor, a aquel amigo íntimo de infancia o al fiera que lo machacaba sin piedad en el recreo. Pero los grandes profesores dejan una huella que permanece hasta el final de los días. Es una relación de una naturaleza tan singular que el paso del tiempo, que tantas cosas se lleva por delante, lejos de enturbiarla, solo consigue purificarla, embellecerla y mitificarla. Me gusta evocar con nostalgia la relación maestro-discípulo. Es algo que, desgraciadamente, ya no abunda, pero me niego a aceptar que se haya extinguido. Tuve la fortuna de vivirla con el mejor profesor de mi vida. Se llamaba Joaquín Plans Portabella. Joaquín Plans fue mi profesor de Física cuando estudiaba en Madrid para ser profesor. Recuerdo su primera clase como si el tiempo se estuviera rebobinando cada día. Se acercó a la puerta absolutamente extraviado: no tenía ni la menor idea de dónde le tocaba. Se detuvo un momento, preguntó al que estaba más cerca y, una vez confirmada el aula, entró sonriendo de forma desmedida. Uno de sus encantos era su expresividad desmedida. Desde el primer momento noté que tenía una recarga de combustible nuclear en el cerebro. Fue abrir la boca y darme cuenta de que nunca había tenido un profesor así (y me acuerdo de muchos, empezando por la maestra que me enseñó a leer, doña Ramona). Joaquín se volvía loco por enseñar, era un incontinente del conocimiento.
  • 6. Jamás se sentaba (luego entendí que dar clase de pie, como los toreros, es requisito imprescindible para ser buen profesor). Dejaba su carterón de tonelada y media en la mesa y, de forma súbita, se dejaba llevar por un arrebato didáctico feroz, de modo que, si se hubiera hundido el mundo, no nos habríamos enterado. Tenía una capacidad extraordinaria para explicar los conceptos y, cuando alguien no los entendía, no duplicaba la explicación, sino que le daba la vuelta con metáforas increíbles. Entendí entonces que las metáforas son imprescindibles para enseñar ciencia, porque son una vía directa a la comprensión de lo complejo, e incluso de lo inaccesible. Desde entonces desconfío de los científicos que las desdeñan. Sus fórmulas no parecían arcanos, sino que, desde la pizarra, nos explicaban el mundo a gritos. A menudo nos sacaba para hacer pequeñas representaciones teatrales sobre la inercia o la cantidad de movimiento, pensando en nuestros futuros alumnos, con unas miradas y unas sonrisas de alto voltaje que te taladraban y te bloqueaban el camino de salida. Era imposible no jugar a ese juego. Al principio incluso te abochornaba la pasión intelectual que sentías crecer interiormente, como si te estuvieras mostrando borracho en público. Pero luego veías que era un sentimiento compartido y se te iba el pudor. Cuando te hacía una pregunta desconcertante y la contestabas, su emoción era extraordinaria y contagiosa. Más de una vez replicaba admirado: “Increíble: ¿cómo lo has sabido?”. Y por un momento uno se sentía Newton, Bohr, Planck y Einstein, todos ellos juntos. Eso te hacía respetar y querer a los grandes mitos de la ciencia, pero también te hacía ver que la ciencia es una búsqueda de explicaciones salpicada de errores y siempre insatisfecha. Éramos demasiado jóvenes para aceptar que las verdades de hoy tenían muchas posibilidades de ser los errores de mañana. Lo gracioso es que, cuando te preguntaba, te hacía decirle cómo lo habías sabido. No solo quería enseñarte. Quería saber cómo pensabas. Una respuesta aguda a sus maliciosas preguntas era para él un acontecimiento. Y cuando la respuesta no era acertada, no importaba, porque daba paso a una derivación a veces más interesante que la opción canónica. No solo explicaba cómo eran las cosas, sino también cómo no eran. Y por qué. Y por qué no. Le interesaba tanto profundizar en el sí, como en el no. Siempre databa los descubrimientos. Personalizaba los hallazgos y dejaba claro que la ciencia no había caído del cielo, sino que había sido construida, con un esfuerzo sobrehumano muchas veces dirigido contra los propios prejuicios del descubridor, por personas que habían vivido aquí y allí, en tal época y tal otra. En su aula tenías la sensación de ser tan afortunado que no podías evitar hacerte una pregunta: ¿Me merezco yo estas clases? Con él era imposible no estudiar: te habrías sentido un miserable. Y lo habrías sido. Era un profesor con todas las virtudes que adornan a los grandes directores de orquesta: como describo en este post, sabía sacar lo mejor de quienes estábamos delante y, al final, a muchos de nosotros nos daban ganas de aplaudir. Ahora lamento no haberlo hecho.
  • 7. También fue un buen investigador (sobre corrientes en polímeros y estructuras de membranas biológicas), pero era mejor aún en el aula. Cuando ya no era mi profesor, decidí que sería imperdonable perder esa oportunidad y lo busqué. Tuve la inmensa suerte de ser su amigo y de conocer a su admirable familia. Pero duró poco, porque murió. Fue el profesor de mi vida. Me hubiera gustado ser su discípulo muchos años. En realidad, me siento su discípulo moral y, en algunas materias, antes de decidir qué pienso yo, me gusta imaginar qué pensaría él. Fue un excepcional profesor universitario, pero estoy convencido de que hay casos similares en cualquier otro nivel. Porque ¿cómo puede uno olvidar al profesor que le enseñó a leer? ¿O a la profesora que te explicó el modelo atómico? ¿O a aquella que te hizo intuir la magia de los números primos? ¿O a quien te descubrió el texto, pero también el contexto y el subtexto del Quijote? ¿O a aquel gran maestro del violín? La pregunta es: ¿cómo olvidar a quien hizo posible que hoy ames la lectura, tengas el veneno de la física, la pasión por las matemáticas, hayas asumido el concepto de luchar contra los molinos de viento o hayas cambiado para siempre tu manera de tocar el violín? ¿O como dejar en el olvido a aquel profesor que te enseñó a analizar en silencio y con respeto los argumentos que contradicen tus más firmes convicciones? Por no hablar de la situación inversa: cuando das tus clases de Biología o de Historia y, al cabo del tiempo, uno de los alumnos acaba siendo biólogo o historiador... deberías parar un momento y pensar que has contribuido a que tu alumno oriente su vida hacia una disciplina cuyos fundamentos y ramificaciones le pusiste tú ante los ojos. Ningún profesor debería olvidar eso. Como ningún estudiante olvida al profesor que le abrió el camino hasta más allá de sus propios límites. Porque eso es lo que hacen los grandes profesores. 2-C El mejor profesor de mi vida según Carlos Arroyo. Nuestro mejor profesor. Expresividad desmedida. Personalidad muy amable. Loco por enseñar. Dispuesto a escuchar las opiniones de sus alumnos. Jamás se sentaba. Clases didácticas. Capacidad para explicar. Actitud muy amigable con sus alumnos pero siempre imponiendo respeto. Explicaba con metáforas. Su capacidad para explicar era lo que más resaltaba. Tenía una extraordinaria y contagiosa emoción. Enfocaba la vista a todos. Quería saber cómo pensabas. Persona exigente. Explicaba el porqué de las cosas. Buen investigador.
  • 8. 3 Mini-encuestas. Encuesta sobre “El mejor profesor de mi vida” ENCUESTA N°…… EDAD: SEXO: F – M a) ¿Tuvo usted algún profesor al que considera como el mejor de su vida? SI NO ¿por qué? ……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………… …………………………………… b) ¿A qué nivel educativo perteneció ese profesor? 1- Nivel Inicial 2- Educación Primaria 3- Educación Secundaria 4- Educación Superior c) ¿Qué características lo llevaron a decidir que ese profesor era el mejor? Mencione 5 (cinco) características. 1- ……………………………………………………. 2- ……………………………………………………. 3- ……………………………………………………. 4- ……………………………………………………. 5- ……………………………………………………. d) ¿En qué aspecto de su vida le marcó ese profesor? 1- En la elección de una profesión u oficio. 2- En el cambio de algunas conductas. 3- En la solución de algún problema personal. 4- En la manera de pensar. 5- En la manera de aprender. 6- Otros……………………………………………………………….
  • 9. TRABAJO INDIVIDUAL. 5 Conclusiones. Abigail Sotelo Realizando este trabajo llegamos a la conclusión que para la mayoría de las personas encuestadas el mejor profesor de su vida los estuvo acompañando durante su recorrido por la secundaria, resaltando características como su amabilidad, su compromiso con la enseñanza, su carisma, entre tantas características sobresalientes en ellos. También este trabajo influye en nosotros, no sólo para saber qué opinan las personas con respecto a sus profesores, ya que estamos en carrera a la misma profesión, sino para darnos cuenta de que para las personas los profesores no sólo son aquellos que se encuentran parados al frente de cierta cantidad de alumnos dictando clases o enseñando, sino que también son aquellas personas que influyen en determinados aspectos de su vida, como podría ser algún tipo de ayuda en lo personal, en la manera de pensar, y hasta de aprender. Quizá en el momento no nos demos cuenta de quién sea nuestro mejor profesor, pero este trabajo nos ha llevado a reflexionar sobre quién fue esa persona que nos ha cambiado en algún aspecto de nuestra vida. Andrea Leguizamón. Como conclusión personal refiriéndome al trabajo lo que opino es que la secundaria influyó mucho en las personas encuestadas a la hora de elegir un mejor profesor; ya que su elección se encontraba dentro de ese nivel. Estas personas encuestadas, consideraban que las características que más sobresalían de sus mejores profesores eran: el carisma, su forma de explicar siendo sus clases muy didácticas y en muchas ocasiones muy exigente. Personalmente, realizar este trabajo fue una tarea muy interesante, ya que saber lo que las demás personas piensan es muy importante debido a que no tenía una mínima noción de lo que podían llegar a pensar al respecto. Conocer esos pensamientos también es muy importante ya que influye en mi futuro como docente, así podré saber cómo debo ser ante mis alumnos o al menos tener una noción de cómo dar mis clases.
  • 10. Tamara Barrios. Este trabajo me ayudó mucho para profundizar el tema, ya que antes era algo que no lo consideraba tan importante, el hecho de que era lo que hacía a un buen profesor, lo cual ha cambiado en mi pensamiento. Arroyo nombró y resaltó el conocimiento que poseía un profesor y era eso lo que en general consideraba lo mejor de éste, si bien en relación con la carta de mi mejor profesor no resalté mucho el conocimiento sino mucho más, la forma de pensar, enseñar, transmitir esos conocimientos. En el trabajo realizado noté, que a un profesor lo hace el mejor, además del carácter que tenga, que tenga la capacidad de poder enseñar y que el alumno entienda lo que explica, esto tiene mucho que ver con lo que a determinado profesor le guste lo que enseña y ame su profesión y así poder ejercer y poder influir en los alumnos de manera favorable. Marita Diaz Para mí fue muy productivo realizar este trabajo practico, ya que pudimos trabajar en grupo y afianzar las relaciones con mis compañeras. También me pareció muy productivo ya que aprendimos a realizar encuestas y a poder organizarnos de buena forma, es decir poder saber desenvolvernos a la hora de realizarlas. Me gusto mucho porque conocimos más a fondo los recuerdos de las etapas como estudiantes de los encuestados y con esto las características de sus mejores profesores para que un futuro podamos tomar esas características o solo algunas de ellas, para poder llegar hacer buenos profesores. También aprendimos a volcar los datos obtenidos en tablas de comparación en computadoras lo cual está muy bueno ya que podemos utilizar en otras materias… para mí fue un trabajo muy productivo y lindo.