1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
06 de
agosto de
2017
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
TRANSFIGURADOS
Cada 6 de agosto, la Iglesia celebra la fiesta de la
Transfiguración del Señor, que nos hace
presente la vez que Jesús llevó a los apóstoles
Pedro, Santiago y Juan al monte Tabor, se
transfiguró delante de ellos y aparecieron
Moisés y Elías, a quienes los mismos apóstoles
vieron conversando con Jesús sobre su próxima
partida, es decir, su pasión, muerte y
resurrección. El rostro de Jesús “se puso
brillante como el sol y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz” relata el evangelista Mateo
(Mt 17,2); y san Lucas, otro de los evangelistas,
dice que los tres apóstoles que estaban con Jesús
“vieron su gloria” (Lc 9,32). De esta manera,
Jesús les revela, y a través de ellos nos revela a
nosotros, la gloria de su divinidad; pero nos
revela también que para entrar en ella es preciso
pasar por la Cruz. Así confirma lo que habían
anunciado la Ley, representada por Moisés, y
los profetas, representados en elTabor por Elías:
los sufrimientos del Mesías, respecto a los
cuales el mismo Jesús había dicho que el Hijo
del hombre, es decir Él mismo, debía sufrir
mucho, ser rechazado, matado y resucitar al
tercerdía(Mt16,21).
Jesús es un profeta, pero es más que un profeta.
Es más también que el mismo Moisés, porque
Moisés sacó a Israel de la esclavitud de Egipto y
lo condujo a la libertad de la Tierra Prometida,
pero Jesús, el Hijo de Dios vivo, ha venido al
mundo para rescatar al hombre de la esclavitud
del pecado, que es más terrible que ser esclavos
de un faraón, llevarnos al Reino de los Cielos e
introducirnos en su gloria. Jesús, verdadero
Dios, se ha hecho verdadero hombre, semejante
en todo a nosotros menos en el pecado. Se ha
hecho también siervo y ha cumplido la voluntad
de Dios Padre, cargando con nuestros pecados y
pagando por ellos en la Cruz, para que,
acogiéndonos a su amor y su perdón, nosotros
podamos participar de su resurrección y su vida
divina. La transfiguración de Jesús en el Tabor
es, dice santo Tomás de Aquino, como un
sacramento de nuestra propia resurrección, que
se dará cuando Jesús venga en su gloria y
“transfigurará nuestro pobre cuerpo en un
cuerpo glorioso como el suyo” (Flp 3,21). La
fiesta de la Transfiguración del Señor, entonces,
no sólo nos recuerda que Jesús es Dios y ha
resucitado de entre los muertos, sino que nos
recuerda también el deseo que Dios tiene de
transfigurarnos y hacernos partícipes de su
propiagloriaportodalaeternidad.
Pero la transfiguración de Jesús no sólo nos
revela que Él es Dios y que quiere divinizarnos,
sino que además nos revela cuál es el medio que
el Padre ha dispuesto para que esto se pueda
realizar en nosotros. En efecto, los evangelios
coinciden en relatarnos que el episodio de la
transfiguración en el Tabor termina cuando los
tres apóstoles que estaban con Jesús son como
envueltos por una nube, signo del Espíritu
Santo, y escuchan la voz de Dios Padre que dice:
“este es mi hijo amado, escúchenle”. Con estas
palabras, el mismo Dios nos indica el camino
para ser glorificados con Cristo, que es el
camino de la escucha, del saber escuchar la
Palabra de Dios que nos es transmitida por la
Iglesia, pero saber también escuchar a Dios que
nos habla al corazón y nos guía a través de los
acontecimientosdelahistoria.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa