La actuación de recuperación del interior de este templo, visitada esta mañana por el alcalde y el obispo, supone una inversión cercana a los 280.000 euros
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LA REHABILITACIÓN DE LA IGLESIA DE LA DIVINA PASTORA, ENTRE AYUNTAMIENTO Y OBISPADO, SACA A LA LUZ VALIOSAS PINTURAS MURALES DEL SIGLO XVIII
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Recuperación del patrimonio de Málaga
LA REHABILITACIÓN DE LA IGLESIA DE LA DIVINA
PASTORA, ENTRE AYUNTAMIENTO Y OBISPADO,
SACA A LA LUZ VALIOSAS PINTURAS MURALES
DEL SIGLO XVIII
La actuación de recuperación del interior de este templo, visitada esta
mañana por el alcalde y el obispo, supone una inversión cercana a los
280.000 euros
10/03/2018- El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y el obispo de Málaga,
Jesús Catalá, han visitado esta mañana la iglesia de la Divina Pastora, en el barrio
de Capuchinos, para conocer el avance de las obras de rehabilitación de este recinto
eclesiástico que se está llevando a cabo con la cofinanciación entre el Ayuntamiento
y el Obispado.
La iglesia de la Divina Pastora y Santa Teresa de Jesús de Málaga ha recuperado el
esplendor de siglos pasados gracias a la labor de reparación de su interior que ha
desarrollado durante el último año la Oficina de Rehabilitación Urbana del Instituto
Municipal de la Vivienda (IMV) en coordinación con el Obispado de Málaga. Una
intervención que ha supuesto una inversión total de 279.425,17 euros: el Consistorio
se ha hecho cargo del coste de la obra que asciende a los 259.901,85 euros, y la
entidad religiosa de los honorarios técnicos, 19.523,32 euros.
El templo fue edificado en la primera mitad del siglo XVII por los frailes menores
capuchinos en el cerro en el que se hallaba la ermita de Santa Brígida. Se inauguró
en el año 1632. En 2006, la Oficina de Rehabilitación del IMV llevó a cabo la
reparación y mejora de la fachada tanto de la iglesia como del colegio anexo,
actualmente regentado por la Fundación Victoria, del Obispado. Con la dirección del
arquitecto técnico Pablo Pastor, se puso en valor el aspecto externo del edificio que,
no obstante, seguía presentando carencias en su interior.
En 2014, el Obispado decide acometer la sustitución de todas las cubiertas debido al
elevado grado de deterioro que presentaban, según proyecto del arquitecto Adolfo
Godina y con un coste de 324.186,89 €. Y finalmente en 2017 se impulsó la
ejecución de una intervención integral de reparación de todo el interior. Esta última
actuación, también bajo la dirección técnica de Pablo Pastor y desarrollada por la
empresa Edificaciones Castelló, ha servido para terminar de recuperar un templo
caracterizado por varias singularidades artísticas y arquitectónicas.
La iglesia volverá a abrir al culto a lo largo de esta próxima primavera una vez que
finalicen las labores para culminar las obras de reparación de su interior, así como
para disponer del equipamiento necesario para reanudar las celebraciones
religiosas.
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CARACTERÍSTICAS DE LA ACTUACIÓN
Las obras de reparación del interior arrancaron en julio de 2017. El edificio se
encontraba afectado fundamentalmente por el mal estado que presentaba la solería
y los revestimientos debido a la humedad y a la carencia de una base firme de
sustentación de sus suelos.
Los trabajos han consistido en la renovación de todo el pavimento tanto de la iglesia
como de algunas de sus dependencias anexas, como la sacristía y el pasillo que la
recorre lateralmente. En la iglesia se ha aplicado un nuevo pavimento de mármol en
tonos blanco y rojo, y se han reparado todos los camarines de la nave lateral situada
junto al convento de las monjas clarisas, abriendo en uno de ellos las ventanas
laterales originales que daban luz natural a las imágenes contenidas en estos
espacios.
Se ha renovado toda la instalación eléctrica y de megafonía, disponiendo una nueva
capilla bautismal en el arranque de la nave lateral sur, más próxima a la entrada. Ello
ha implicado el traslado de los restos del sacerdote Juan Estrada Castro, primer
párroco de la iglesia, junto al retablo que contiene el busto del Cristo de las
Lágrimas. También se ha aplicado un nuevo revestimiento de revoco de cal en los
paramentos de la sacristía y el claustro lateral, en el que se ha colocado un suelo a
base de ladrillo cerámico colcado en espigas, muy similar al que existía
originalmente en la iglesia y sus claustros adyacentes.
El pozo de uno de estos claustros, convertido hoy en patio, ha recuperado su
primitiva disposición, lo que contribuirá a paliar el problema de humedades que ha
presentado la edificación en los últimos años. También se ha restaurado la
carpintería de varias puertas, algunas de ellas datadas en el siglo XVIII. La
sustitución de la solería dejó al descubierto la estructura muraria de la ermita de
Santa Brígida, ocupando parte de la actual nave del Evangelio y claustro.
DESTACADA RECUPERACIÓN PICTÓRICA
Pero, posiblemente, la intervención más singular de todas ha sido la recuperación de
las pinturas murales que decoran gran parte del interior del templo y que lo
convierten en un ejemplo único en su género de los edificios religiosos y civiles de la
capital que poseen este tipo de decoración barroca, fundamentalmente en sus
muros externos.
Esta labor, realizada por la restauradora Gloria Pérez Fernández y su equipo de
colaboradores, ha permitido sacar a la luz la decoración de dos bóvedas de la nave
lateral norte formadas por ángeles y motivos vegetales sobre fondo de color rojizo,
en el caso de la capilla que ocupa actualmente la Cofradía del Prendimiento, y por
una representación de la escena del Carro de Fuego de San Francisco de Asís, en
el tramo de nave de la capilla adyacente, y que con toda seguridad perteneció a la
Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís.
Además, en base a la documentación aportada por esta Congregación, es la única
que posee cripta de enterramientos, encontrada durante las obras. En esa escena,
plasmada con un gran dominio de la perspectiva, aparecen un grupo de frailes
capuchinos que, junto a un templo, posiblemente inspirado en la primitiva
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configuración del convento malagueño, admiran extasiados la presencia de San
Francisco de Asís sobre un carro de fuego tirado por cuatro caballos. Se trata de un
episodio de la vida de este santo que cuenta que una noche en que los varones de
Asís dormían en una iglesia de la ciudad, San Francisco decidió salir a orar. De
madrugada, entró por la puerta un carro de fuego de admirable resplandor que dio
tres vueltas al cuarto donde se encontraban descansando los frailes. Sobre el carro
se alzaba un globo semejante al sol que iluminaba la oscuridad. Los frailes quedaron
atónitos al ver encima a San Francisco, que tenía el corazón iluminado con una luz
radiante. Los testigos de este hecho lo interpretaron como una muestra de santidad.
Igualmente destacan las pinturas murales aparecidas en los muros y el techo de la
nave central de la iglesia. Llaman especialmente la atención los escudos
enmarcados en una hojarasca de llamativas tonalidades que presiden las paredes
laterales del altar mayor (uno de ellos perdido por la apertura de una ventana), las
cenefas de rocalla que enmarcan los arcos que componen el techo de la nave y los
huecos de los ventanales que la iluminan, los escudos de armas del regidor Baltasar
Bastardo de Cisneros (patrono del convento) en los dos arranques del arco toral y la
inscripción caligráfica de gran formato que recorre la cara frontal de este arco y en la
que puede leerse: ‘Ecce beatificamus eos qui sustinuerunt’. Se trata de una frase
contenida en una epístola del apóstol Santiago (capítulo 5- 11) que puede traducirse
como "Fíjense que llamamos felices a aquellos que fueron capaces de perseverar" o
“Aquí honramos a aquellos que perseveraron”. El beato capuchino Fray Diego José
de Cádiz la empleó en uno de sus famosos sermones: “Todo con la paciencia se
consigue, los efectos de nuestra oración, la perfección de nuestro sufrimiento, y la
suerte bienaventurada de nuestras almas: Ecce beatificamus eos qui sustinuerunt.
¡Oh! ¡qué hermosa es esta virtud, y quán digna de nuestras atenciones para ganar
con ella el cielo!” (‘Colección de sermones y otras obras del P. F. Diego José de
Cadiz’, Madrid, 1799).
Como indican desde esta Congregación, es muy posible que este afamado beato
capuchino, que perteneció al convento de Málaga desde 1771 hasta 1788, mandara
decorar de este modo la austera arquitectura de la iglesia capuchina de Málaga. Fue
precisamente en la segunda mitad del siglo XVIII cuando más proliferaron este tipo
de pinturas murales en los edificios malagueños, ocultadas décadas después con
capas de cal por motivos de higiene.