1. El corazon delator
Edgar Allan Poe (1809-1849)
El corazón delator, también conocido como El corazón revelador, es un cuento del escritor y
poeta estadounidense Edgar Allan Poe (1809 - 1849). Enmarcado dentro de la literatura
fantástica, este cuento es una muestra inconfundible de cómo debe crearse una atmósfera –en
este caso asfixiante, alucinógena-, para mostrarnos las oscuras intenciones de las pasiones
humanas.
En resumen nos es presentado un personaje anónimo –del que no sabemos ni siquiera su nombre-
cuya obsesión por el ojo de cuervo del anciano con el que vive, le produce tal repulsión que
acaba asesinándolo sin que exista un móvil. Cuando la policía acude a verificar lo que sucede,
puesto que un vecino ha oído un grito, él se delata a sí mismo; en su locura, cree que el corazón
del viejo continúa latiendo.
En este sentido es importante destacar el carácter premonitorio que nos ofrece el propio título,
pues éste es una pista certera de lo que va a sucederle al protagonista.
En cuanto al tema o temas que aparecen desplegados a lo largo de la historia, es obvio que Poe
pretende descubrirnos la delgada línea que separa el equilibrio entre el bien y el mal. Para ello
implica al lector en esa reflexión donde introduce continuas llamadas de atención, como la que
sirve de inicio de la historia: <Es verdad! He sido nervioso, tremendamente nervioso…! >>
Todos los elementos se amoldan a la perfección, sin dejar cabos sueltos. Para conseguir su
propósito, el autor comienza por esa reflexión final del protagonista –que bien podría ser una
confesión-. Desarrolla así un flash back, para contarnos el móvil que le ha conducido al
asesinato. El motor de la historia es la insistencia con la que pretende demostrarnos que no está
2. loco. En realidad, la historia demuestra lo contrario. Un simple ojo de vidrio es el móvil de los
sucesos posteriores: la fría tranquilidad con la que recibe a los policías y, posteriormente, la
presencia de un zumbido que provoca su confesión.
Podemos dividir el cuento siguiendo la clásica estructura: a) introducción:-intento de
demostración de su cordura y presentación del anciano, ahí se nos muestra una clara función
apelativa. b) nudo: explicación de la frialdad con la que comete el crimen y de los hechos
posteriores. c) desenlace: el final es predecible. No puede soportar el ruido, cuando cree que se
trata del corazón del anciano, confiesa su crimen.
La elección en este caso de un narrador en primera persona, facilita la comprensión de sus
rasgos. Se trata de un narrador poco fiable, pues la historia nos demuestra que sus afirmaciones
son falsas. Poe despliega a lo largo de la narración una sutil ironía cuando relata sus acciones: <<
Les di la bienvenida. El grito, expliqué, lo había dado yo en sueños>>.
Un rasgo que contribuye al sentido universal de la historia es la economía con la que nos
describe los rasgos de los personajes: no se menciona sus nombres, ni nos son descritos
físicamente (salvo por el rasgo determinante del ojo); tampoco nos es explicada la relación
existente entre ambos.
La coyuntura temporal, por su parte, se caracteriza por la discontinuidad, por el flash back. La
narración comienza con la confesión del protagonista quién, después de explicarnos su
nerviosismo y negar su carácter lunático, se detiene en el relato cronológico de lo sucedido. Por
otra parte. el espacio es minimalista. Un espacio interior (la habitación) que no aparece descrito,
pero que intuimos claustrofóbico e inquietante. La historia comienza además en un lugar no
revelado, posiblemente una prisión, aunque nada nos se ha dicho sobre sus características.
3. Como ya hemos dicho no aparecen en el texto descripciones que rompan el ritmo narrativo,
decelerándolo. Lo que sí es determinante es la reproducción de manera inconexa de los
pensamientos del protagonista y que desembocan en ese grito desesperado en estilo directo: <<
¡No, no! ¡Oían y sospechaban u sabían! ¡Se estaban burlando de mi terror!>>. << ¡Canallas! >>,
grité frenético, <>.
El lenguaje se ciñe a la perfección a la atmósfera terrorífica, gracias, en parte, al tono hiperbólico.
El léxico se carga con palabras relacionadas con el campo semántico del horror: loco, enfermedad,
sangre, terror, cadáver. En el texto se reproducen con claridad una condensación de
procedimientos lingüísticos que van desde la alternancia de verbos –en pasado, en subjuntivo,
perífrasis…-, hasta la precisión de las figuras literarias. En el caso de los verbos, los que aparecen
en pasado muestran –por ejemplo- lo que sucede cuando llega la policía: Cuando la campana del
reloj daba las horas, llamaron a la puerta; en cuanto al subjuntivo es evidente que este modo se
caracteriza por la subjetividad o la hipótesis, de ahí que sea el más idóneo: “Ustedes suponen que
estoy loco. También contribuyen al tono hipotético, el uso de las perífrasis verbales: ¿cómo puedo
estar loco? La narración se caracteriza a su vez por una mayor presencia verbal, sobre todo en los
momentos de mayor dramatismo: ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer? Lanzaba espumarajos,
desvariaba, juraba. Hice girar la silla en la que estuve sentado y la arrastré por el suelo señalando
las tablas. Asimismo son muy frecuentes las gradaciones de los adjetivos o de las acciones:
terriblemente nervioso; ¡Deberían haber visto qué atinadamente actúe! Este ritmo acelerado es
constante, incluso en el apartado sintáctico: oraciones simples o coordinadas, modalidad
interrogativa, frases cortadas por los puntos suspensivos: No tenía ninguna pasión. Yo quería al
viejo. Me dolía la cabeza y sentía un zumbido en los oídos (…) ¡Oh Dios! ¿qué podría hacer?
Lanzaba espumarajos, desvariaba, juraba. (…) ¡ Se hizo más fuerte… más fuerte… más fuerte…!
4. Finalmente el autor prolonga los efectos intensificadores, mediante los recursos retóricos: a)
Reiteraciones: paralelismos, anáforas: No había ningún motivo. No tenía ninguna pasión; ¡Con qué
precaución, con qué previsión, con qué disimulo fui realizando mi trabajo! b) Hipérboles necesarias
para crear la atmósfera deseada: He sido nervioso, tremendamente nervioso; Era un sonido rápido,
monótono y ahogado…. c) Gradaciones constantes, como ya hemos señalado con anterioridad:
lanzaba espumarajos, desvariaba, juraba. La riqueza retórica se completa además con el uso de la
sinécdoque (Cada vez que este ojo caía sobre mí; la perífrasis o circunloquio (desmedida audacia
de mi completo triunfo) los apóstrofes finales (¡Oh, Dios!), etc.
En definitiva, Poe consigue un cuento perfecto, cuya incógnita va despejándose con un ritmo
inquietante, típico del género de terror. Lo excepcional reside en la sutileza con la que selecciona
el narrador en primera persona, la subsiguiente apelación al lector y, por supuesto, la forma de
abrir y cerrar la historia, de una gran calidad dramática.