3. La Virgen, que fue Madre en la tierra, sigue siendo Madre en el cielo; sigue siendo Madre perfecta; la maternidad consiste en pensar continuamente en los hijos y procurarles los mayores bienes. Tenemos en el cielo una Madre, que piensa continuamente en nosotros, que desea sinceramente nuestro bien, que tiene en sus manos los tesoros de la divinidad y quiere comunicárnoslos.
4. Descansemos confiadamente, como niños pequeños, en los brazos de tan buena Madre. Santa María participa de alguna manera de la Paternidad del Padre respecto de aquel Hijo, que el Padre eterno engendró desde la eternidad y ella concibió de su carne en el tiempo. Virgen Santa, sé nuestra Madre y muéstranos a Cristo.
5. María amaba a Jesús con los dos amores más fuertes: el amor de la mejor de las madres al mejor de los hijos y el amor a Dios de la criatura más santa que haya existido en el cielo y en la tierra. Jesús era para ella su Dios y su Hijo; el tesoro de María era Jesús y Jesús estaba en el cielo; por eso, aunque María vivía en la tierra, su alma estaba en el cielo, pensando en Jesús, amando a Jesús.
6. El corazón de María estuvo siempre lleno de Dios; lleno de Dios su espíritu por la plenitud de la gracia, llena de Dios sus entrañas virginales por el misterio de la Encarnación del Verbo, llena de Dios su memoria con la presencia del recuerdo cuando Jesucristo se ocultó en el Calvario como el sol en el ocaso. Murió Jesús, pero sobrevivió en su Madre. Por eso el Corazón de María fue el Corazón de los Recuerdos. Santa María, camina delante de nosotros, para que no equivoquemos el camino que lleva a tu Hijo.
7. María es más santa que los santos, más pura que los ángeles, más excelsa que los cielos, más gloriosa que los querubines, la más cercana y la más semejante a Dios. Es como un lirio entre espinas, como un amanecer sin ocaso, como un astro que recibe continuamente la luz del sol, como una fuente perenne, como un huerto siempre florido en el que se recrea el Padre eterno, saturado de fragancias por donde se pasea el Espíritu Santo.
8. La Virgen en toda su vida hizo siempre lo más perfecto, lo que más agradaba a Dios, correspondió siempre a todas las inspiraciones divinas. La Virgen estaba diciendo continuamente en su Corazón: “Hágase en mí según tu voluntad”. Virgen dichosa por haber concebido a Dios en tu seno y en tu Corazón. Tú eres nuestra sólida esperanza de salvación.
9. Ven, Señora, a nuestra soledad, ven a nuestro corazón; a tantas esperanzas que se han muerto, a nuestro caminar sin ilusión. Ven y danos la alegría que nace de la fe y del amor, el gozo de las almas que confían en medio del esfuerzo y del dolor. Virgen clementísima preséntanos al Padre, para que seamos agradables a El.
10. “ Dulce Corazón de María, sed la salvación mía y del mundo entero” “ Nuestra Señora Reina de la Paz ruega por nosotros”. C.M.Pérez 15/8/08 http:www.slideshare.net/CMP AMEN