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La Gran Inundación de 1629<br />1<br />ESTUDIO DE CASO.<br />EL ESTUDIO DE CASO PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS SE CENTRA EN LA<br />TOMA DE DECISIONES PARA LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS PLANTEADOS.<br />APRENDIZAJES QUE SE PROMUEVEN CON ESTA ACTIVIDAD:<br />Aprecio por la cultura local<br />Visión del entorno<br />Capacidad para identificar y resolver problemas<br />Pensamiento critico<br />Comunicación oral y escrita<br />Trabajo grupal y creatividad<br />La Gran Inundación de 16291<br />Marcela Dávalos∗<br />En septiembre de 1629 la ciudad amaneció sumergida en casi dos metros de agua. El día de San Mateo, sus más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el Arzobispado parecían naufragar. Los rumores corrían de un lado al otro. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. Y aunque los documentos del siglo diecisiete se refirieron a la inundación en la ciudad, indicando con esto que se trataba del casco español, los barrios de indios que la circundaban, en varias ocasiones habían visto anegadas sus capillas, sus casas caídas y sus sembradíos y animales, perdidos. La diferencia estaba en la voracidad y alcance que el agua había tenido esa temporada. Al despejarse las tinieblas y percatarse de que ésa había sido la tempestad mas devastadora que hubiesen visto, los vecinos emprendieron tareas y buscaron explicaciones. Como en aquellos tiempos se creía que las tormentas eran castigos divinos, la ciudad debía expiar sus pecados, La impenitencia había sido causa del escarmiento. Ante el temor de más calamidades, los feligreses organizaron plegarias, rogativas, rosarios y novenas; sacaron santos e imágenes; invocaron al sacro y poderoso sonido los repiques y escucharon misas que se predicaban en lo alto de los balcones, parados sobre tablones y con ropa húmeda. En 1629 la ciudad española se convirtió en una chinampa, pero el temor de las aguas en ascenso ya era manifiesto desde hacia al menos dos años antes. Cuando, en junio de 1627, el cabildo se percato de su alto nivel, dedicó una novena a San Gregorio Taumaturgo, el intermediario necesario para detener diluvios y terremotos, al cual se acostumbraba celebrar todos los noviembres. A causa de las aguas, ese año recibió su novenario cinco meses antes; pero nadie imaginaba que dos años después nuevamente se pondría en duda el cambiar de fecha su ceremonia. La tempestad de San Mateo precedió a su celebración. Su festividad cayó en una ciudad confundida, desierta y desabastecida, en la que seguían flotando cadáveres: porque parte de la población emigró, porque para circular se necesitaban tablones o porque las construcciones estaban sumergidas, el cabildo dudó en conmemorarlo. Pero la fe motivó la procesión. Para sosegar el castigo, se rezó a San Gregorio, el intermediario entre los pecadores y la justicia divina, a fin de que aplacara la fuerza de aquel designio: el quot;
patrón de las aguasquot;
 fue rodeado de cirios encendidos e incienso, se le rezó una novena y marchó en procesión. Al mismo tiempo, el arzobispo recurrió a la virgen de Guadalupe. Implorando su auxilio, el 24 de septiembre la trasladó desde La Villa hasta la Catedral. Era la primera vez que la santa imagen viajaba en canoa. En una procesi6n sin precedentes, autoridades eclesiásticas y civiles, así como gran cantidad de feligreses, rogaban a la inmaculada interceder por sus pecados ante el cielo. Siguiendo canales y calles inundadas, la Guadalupe fue cortejada por un sequito a bordo de canoas y trajineras, que flotó desde su santuario en el cerro del Tepeyac hasta la Catedral de México. En cada estación los fieles aclamaban la imagen con piadoso entusiasmo. La virgen del Tepeyac fue alternada entre la Parroquia de Santa Catalina Mártir y la Catedral durante los cinco anos que duró la inundación, hasta que en 1634 el arzobispo Francisco Manzo y ordenó su regreso a la Villa de Guadalupe. La inundación fue equiparada a los éxodos, calamidades y plagas bíblicas. En octubre, el arzobispo<br />informó al rey quot;
que en menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas más de treinta mil personas y emigrado más de veinte mil familiasquot;
. La figura del diluvio universal aparecía cada vez que la gente asistía a las misas oficiadas por doquier. Se quot;
colocaron andamios en las intersecciones de las calles y aun en los techos se levantaron altares que la gente oía desde azoteas y balcones, pero no con el respetuoso silencio de los templos, sino con lagrimas, sollozos y lamentos, que<br />era un espectáculo verdaderamente lastimosoquot;
. Cinco años después el agua bajo, pero las fuertes lluvias continuaron. En 1635, quedaban rastros fehacientes del desastre provocado por la tempestad. Y aunque las lluvias siempre amenazaron a la<br />ciudad, el aguacero torrencial de San Mateo que desató la inundación no tenía precedentes. La ciudad de México permaneció cinco años bajo agua, provocando éxodos, pánico colectivo, epidemias, hambrunas y muertes. Incluso se pensó en abandonarla y fundar otra ciudad. Se buscaron indultos, explicaciones y culpables. <br />Pero la historia comenzaba años atrás. Desde principios del siglo diecisiete la capital se había ya inundado en 1604 y en 1607. Fue entonces que los funcionarios virreinales retomaron la vieja idea de cegar el lago de Texcoco o de desviar el curso de los ríos. El cosmógrafo Enrico Martínez, quien era reconocido por sus interpretaciones de la naturaleza, quedo a cargo de resolver el asunto. Para el las inundaciones eran causadas por varios motivos: por los continuos desmontes que erosionaban las tierras, para abrir terrenos a la siembra; porque el desprendimiento arrastrado por las lluvias desde las<br />montanas que se asentaba en los Lagos, reducía su nivel; porque el alejamiento de los bosques, de los que se sacaba la madera para construcción, retiró quot;
el migajón de tierra que antes cubría la roca vivaquot;
, en fin, un circulo vicioso que iba de la tala a la inundación, o pasando por los azolves, hacia a la ciudad victima de las inundaciones.<br />A ese hombre que señaló la desaparición de los bosques; que advirtió de los muchos cultivos crecidos donde hacia poco era lago; que insinuó la falta de medidas drásticas de los anteriores funcionarios porque los afectados habían sido las parcialidades indígenas, a ese hombre se le destinó parar las inundaciones. Lo que no sabía es que ese acto lo llevaría a meterse en uno de los líos más grandes de su vida: antes de terminar la obra para desviar el río Cuautitlán, mil voces estaban en su contra. Para 1608 el cosmógrafo había ya cavado mas de quot;
siete mil quinientas varas de tajo abiertoquot;
 del lago de Zumpango hacia Huehuetoca; de aquí hacia adelante un socavón de quot;
siete mil seiscientas setenta varasquot;
 y luego otro tajo abierto de quot;
setecientos ochenta varasquot;
 que llevaría la corriente al río Tula. La idea era que las aguas del río Cuautitlán tuvieran otra salida, además de la natural que las vertía en la quot;
laguna de Méxicoquot;
 o lago de Texcoco, evitando así que este subiera su nivel. En 1627, unas lluvias torrenciales reventaron los diques del río Cuautitlán, desbordándose así todo el sistema de lagos: Zumpango, San Cristóbal y el de Texcoco. Las partes bajas de la ciudad quedaron<br />sumergidas, dañando sembradíos y matando a animales, es decir, cuando la tormenta del día de San Mateo cayó, los barrios de indios llevaban días inundados, al grado de que el arzobispo de México, en una carta enviada al rey el 11 de septiembre, calculaba en mas de treinta mil el número de los indígenas muertos. En 1628 el virrey de Cerralvo ordenó echar a andar la obra que permaneció por más de diez años suspendida. En julio el agua rebasó bordos y represas, inundando las partes bajas de la ciudad. Solo las<br />calzadas principales eran transitables. El 5 de septiembre se circulaba en canoa en los barrios de Santiago Tlatelolco y de La Piedad, pero la tormenta que cayó la noche del 20 de septiembre durante casi dos días, dejó empapados y absortos a todos los vecinos. Además de los pecados y la impenitencia como causas del castigo divino, corrían rumores y acusaciones de que la inundación había sido resultado del capricho del cosmógrafo Enrico Martínez por haber tapado las salidas del agua del río Cuautitlán.<br />Antes de esa noche, las obras del desagüe parecían ir tan bien que el virrey visitó la obra en dos ocasiones y en ambas felicitó y premió a Enrico Martínez. El arzobispo incluso la bendijo. No obstante, para mayo de 1611 las pugnas, envidias y chismorreos circulaban en el palacio virreinal a un grado tal, que el ingeniero Alonso Arias –quien criticaba de equivocada e inservible la obra– fue encargado de supervisar su utilidad, costos, duración, etcétera. La rencilla había llegado a tal grado que, tres años después, la corona envío a Adrián Boot, un holandés especialista en hidráulica (quot;
que sea geómetra,<br />sepa medir las alturas y pesar la aguasquot;
), quien lo menos que dijo fue que la obra no servia para nada. Su punto de vista era que debía copiarse el sistema original indígena; preservarse las lagunas; proteger a la ciudad rodeándola con diques y albarradones y bombear el sobrante de agua. El proyecto del holandés fue rechazado. Y no seria difícil especular que el virrey, incondicional a Enrico Martínez, mantuviera su postura inicial: finalmente declaró que el desagüe a Huehuetoca y Tula era acertada y legítima. La politiquería en torno a la construcción del canal seguiría por más de veinticinco años, pero en el inter, al cosmógrafo le tocó la mala suerte de toparse con la inundación de<br />1629. Y aunque la idea de restaurar el sistema de lagos propuesto por Boot fue visto como un atentado, tanto como su quot;
calvinistaquot;
 persona (se le acusó de ser hereje e incluso, en 1637 fue aprehendido por la Santa Inquisición), las criticas no dejaron de caer sobre Enrico Martínez, quien de inmediato quedó señalado como una causa de aquel desastre natural. Esto facilitó que sus antiguos rivales, corredores por años de rumores y susurros en el palacio virreinal, declararan abiertamente los errores que veían en aquel tajo: más de 25 proyectos fueron presentados al virrey en 1629.<br />El expediente de hombres en contra del cosmógrafo quedo abierto. Desde el matemático y jesuita Juan Sánchez –con quien Martínez había tenido desavenencias al inicio de la obra–, pasando por el hidrólogo Ildefonso Arias –protegido del arzobispo fray García Guerra–, por los regulares de la orden de San Francisco o por los vecinos de Chalco, todos lo criticaron. Emergieron cualquier clase de argumentos: que los canales y socavón construidos no eran capaces de soportar la corriente del río Cuautitlán; que su profundidad no era suficiente; que los sitios por donde se debería comenzar a<br />desaguar eran por la Venta Nueva, Iztapalapa, Santa Marta, la laguna de Chalco, la laguna de Ayocingo cerca de la barranca de Yacapixtla, por la de Achichipico, por Tepopula, por las caídas de Chimalhuacan y Tepistitlan, etcétera, etcétera. De pronto llovieron proyectos y parecía que cualquiera tenía uno ya listo en el cajón de su escritorio. Pero desde 1623, Enrico Martínez había advertido que el desagüe no funcionaba y que el nivel de las aguas subía alarmantemente. Su defensa nos lleva a especular sobre los mil factores, humanos, naturales y sobrenaturales, que rondaron la realización del proyecto. Sus respuestas hablan de ello: que los imprevisibles niveles y fuerza del agua que habían arrastrado las atalayas podrían arreglarse por un precio razonable; que so pretexto de desacreditarlo sus enemigos mostraron preocupación por los indígenas trabajadores; que nadie había inspeccionado las obras para desmentir los rumores; que la orden del virrey de Gálvez de suspenderla en 1623 permitió subir a las aguas del río Cuautitlán; que su sucesor, el marques de Cerralvo, ignorando el desagüe opto por elevar en una vara el nivel de varias calzadas; que el dinero se desvió en reparar los diques de Zumpango y San Lázaro, desviar los ríos de Sanctorum y Los Morales hacia el lago de Texcoco; en fin, las disculpas de Enrico Martínez, en medio de un proyecto que sin juicios claros se suspendía o retomaba, nos deja pensar en la impotencia de un individuo extraviado entre la fuerza sobrenatural de una naturaleza que castigó la torpeza de los funcionarios virreinales.<br />Estudio de caso “La Gran Inundación de 1629”.<br />Teniendo como referencia el texto precedente, el estudio de caso tiene como objetivo el que contestes a las preguntas críticas no como si fuera un simple cuestionario, sino con argumentos que sustentarás con investigaciones; algunas requerirán del apoyo de personas mayores. MÍNIMO 10<br />RENGLONES POR CADA RESPUESTA.<br />Considera que no se evalúan respuestas correctas, sino la argumentación que las fundamenta.<br />Preguntas críticas.<br />1. ¿Cuáles son los componentes del espacio geográfico en estudio?<br />la ciudad estaba sumergida en casi dos metros de agua. El día de San Mateo, sus más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el Arzobispado parecían naufragar. Los rumores corrían de un lado al otro. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. Y aunque los documentos del siglo diecisiete se refirieron a la inundación en la ciudad, indicando con esto que se trataba del casco español, los barrios de indios que la circundaban, en varias ocasiones habían visto anegadas sus capillas, sus casas caídas y sus sembradíos y animales, perdidos.<br />2. ¿Cuál es el principal problema que se plantea en este caso?<br />En 1629 durante el día de San Mateos la ciudad estaba inundada casi dos metros más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el  Arzobispado parecían inundados. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. La diferencia estaba en la voracidad y alcance que el agua había tenido esa temporada. Al despejarse las tinieblas y percatarse de que ésa había sido la tempestad mas devastadora que hubiesen visto, los vecinos emprendieron tareas y buscaron explicaciones.<br />3. ¿Cómo la actividad humana participo en el problema?<br />Como en aquellos tiempos se creía que las tormentas eran castigos divinos, la ciudad debía expiar sus pecados, La impenitencia había sido causa del escarmiento. Ante el temor de más calamidades, los feligreses organizaron plegarias, rogativas, rosarios y novenas; sacaron santos e imágenes; invocaron al sacro y poderoso sonido los repiques y escucharon misas que se predicaban en lo alto de los balcones, parados sobre tablones y con ropa húmeda. En 1629 la ciudad española se convirtió en una chinampa, pero el temor de las aguas en ascenso ya era manifiesto desde hacia al menos dos años antes. Cuando, en junio de 1627, el cabildo se percato de su alto nivel, dedicó una novena a San Gregorio Taumaturgo, el intermediario necesario para detener diluvios y terremotos, al cual se acostumbraba celebrar todos los noviembres.<br />4. ¿Qué alternativas de solución se plantean?<br />A causa de las aguas, ese año recibió su novenario cinco meses antes; pero nadie imaginaba que dos años después nuevamente se pondría en duda el cambiar de fecha su ceremonia. La tempestad de San Mateo precedió a su celebración. Su festividad cayó en una ciudad confundida, desierta y desabastecida, en la que seguían flotando cadáveres: porque parte de la población emigró, porque para circular se necesitaban tablones o porque las construcciones estaban sumergidas, el cabildo dudó en conmemorarlo. Pero la fe motivó la procesión. Para sosegar el castigo, se rezó a San Gregorio, el intermediario entre los pecadores y la justicia divina, a fin de que aplacara la fuerza de aquel designio: el quot;
patrón de las aguasquot;
 fue rodeado de cirios encendidos e incienso, se le rezó una novena y marchó en procesión. <br />5. ¿Qué similitudes identificas de lo narrado en el texto con la problemática del mismo espacio geográfico en nuestro tiempo?<br />La inundación fue equiparada a los éxodos, calamidades y plagas bíblicas. En octubre, el arzobispo informó al rey quot;
que en menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas más de treinta mil personas y emigrado más de veinte mil familiasquot;
. La figura del diluvio universal aparecía cada vez que la gente asistía a las misas oficiadas por doquier. Se quot;
colocaron andamios en las intersecciones de las calles y aun en los techos se levantaron altares que la gente oía desde azoteas y balcones, pero no con el respetuoso silencio de los templos, sino con lagrimas, sollozos y lamentos, que<br />era un espectáculo verdaderamente lastimosoquot;
. Cinco años después el agua bajo, pero las fuertes lluvias continuaron. En 1635, quedaban rastros fehacientes del desastre provocado por la tempestad.<br />6. ¿Cuáles son las razones, de que a pesar del tiempo transcurrido, no se haya resuelto<br />esa problemática?<br />Desde principios del siglo diecisiete la capital se había ya inundado en 1604 y en 1607. Fue entonces que los funcionarios virreinales retomaron la vieja idea de cegar el lago de Texcoco o de desviar el curso de los ríos. El cosmógrafo Enrico Martínez, quien era reconocido por sus interpretaciones de la naturaleza, quedo a cargo de resolver el asunto. Para el las inundaciones eran causadas por varios motivos: por los continuos desmontes que erosionaban las tierras, para abrir terrenos a la siembra; porque el desprendimiento arrastrado por las lluvias desde las<br />montanas que se asentaba en los Lagos, reducía su nivel; porque el alejamiento de los bosques, de los que se sacaba la madera para construcción, retiró quot;
el migajón de tierra que antes cubría la roca vivaquot;
, en fin, un circulo vicioso que iba de la tala a la inundación, o pasando por los azolves, hacia a la ciudad victima de las inundaciones.<br />7. ¿Cómo solucionar el problema del agua en el área metropolitana de la Ciudad de<br />México?<br />Y aunque la idea de restaurar el sistema de lagos propuesto por Boot fue visto como un atentado, tanto como su quot;
calvinistaquot;
 persona (se le acusó de ser hereje e incluso, en 1637 fue aprehendido por la Santa Inquisición), las criticas no dejaron de caer sobre Enrico Martínez, quien de inmediato quedó señalado como una causa de aquel desastre natural. Esto facilitó que sus antiguos rivales, corredores por años de rumores y susurros en el palacio virreinal, declararan abiertamente los errores que veían en aquel tajo: más de 25 proyectos fueron presentados al virrey en 1629.<br />El expediente de hombres en contra del cosmógrafo quedo abierto. Desde el matemático y jesuita Juan Sánchez –con quien Martínez había tenido desavenencias al inicio de la obra–, pasando por el hidrólogo Ildefonso Arias –protegido del arzobispo fray García Guerra–, por los regulares de la orden de San Francisco o por los vecinos de Chalco, todos lo criticaron.<br />Ubica en un mapa el espacio geográfico del estudio de caso.<br />
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La Gran Inundación de 1629 en la Ciudad de México

  • 1. La Gran Inundación de 1629<br />1<br />ESTUDIO DE CASO.<br />EL ESTUDIO DE CASO PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS SE CENTRA EN LA<br />TOMA DE DECISIONES PARA LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS PLANTEADOS.<br />APRENDIZAJES QUE SE PROMUEVEN CON ESTA ACTIVIDAD:<br />Aprecio por la cultura local<br />Visión del entorno<br />Capacidad para identificar y resolver problemas<br />Pensamiento critico<br />Comunicación oral y escrita<br />Trabajo grupal y creatividad<br />La Gran Inundación de 16291<br />Marcela Dávalos∗<br />En septiembre de 1629 la ciudad amaneció sumergida en casi dos metros de agua. El día de San Mateo, sus más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el Arzobispado parecían naufragar. Los rumores corrían de un lado al otro. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. Y aunque los documentos del siglo diecisiete se refirieron a la inundación en la ciudad, indicando con esto que se trataba del casco español, los barrios de indios que la circundaban, en varias ocasiones habían visto anegadas sus capillas, sus casas caídas y sus sembradíos y animales, perdidos. La diferencia estaba en la voracidad y alcance que el agua había tenido esa temporada. Al despejarse las tinieblas y percatarse de que ésa había sido la tempestad mas devastadora que hubiesen visto, los vecinos emprendieron tareas y buscaron explicaciones. Como en aquellos tiempos se creía que las tormentas eran castigos divinos, la ciudad debía expiar sus pecados, La impenitencia había sido causa del escarmiento. Ante el temor de más calamidades, los feligreses organizaron plegarias, rogativas, rosarios y novenas; sacaron santos e imágenes; invocaron al sacro y poderoso sonido los repiques y escucharon misas que se predicaban en lo alto de los balcones, parados sobre tablones y con ropa húmeda. En 1629 la ciudad española se convirtió en una chinampa, pero el temor de las aguas en ascenso ya era manifiesto desde hacia al menos dos años antes. Cuando, en junio de 1627, el cabildo se percato de su alto nivel, dedicó una novena a San Gregorio Taumaturgo, el intermediario necesario para detener diluvios y terremotos, al cual se acostumbraba celebrar todos los noviembres. A causa de las aguas, ese año recibió su novenario cinco meses antes; pero nadie imaginaba que dos años después nuevamente se pondría en duda el cambiar de fecha su ceremonia. La tempestad de San Mateo precedió a su celebración. Su festividad cayó en una ciudad confundida, desierta y desabastecida, en la que seguían flotando cadáveres: porque parte de la población emigró, porque para circular se necesitaban tablones o porque las construcciones estaban sumergidas, el cabildo dudó en conmemorarlo. Pero la fe motivó la procesión. Para sosegar el castigo, se rezó a San Gregorio, el intermediario entre los pecadores y la justicia divina, a fin de que aplacara la fuerza de aquel designio: el quot; patrón de las aguasquot; fue rodeado de cirios encendidos e incienso, se le rezó una novena y marchó en procesión. Al mismo tiempo, el arzobispo recurrió a la virgen de Guadalupe. Implorando su auxilio, el 24 de septiembre la trasladó desde La Villa hasta la Catedral. Era la primera vez que la santa imagen viajaba en canoa. En una procesi6n sin precedentes, autoridades eclesiásticas y civiles, así como gran cantidad de feligreses, rogaban a la inmaculada interceder por sus pecados ante el cielo. Siguiendo canales y calles inundadas, la Guadalupe fue cortejada por un sequito a bordo de canoas y trajineras, que flotó desde su santuario en el cerro del Tepeyac hasta la Catedral de México. En cada estación los fieles aclamaban la imagen con piadoso entusiasmo. La virgen del Tepeyac fue alternada entre la Parroquia de Santa Catalina Mártir y la Catedral durante los cinco anos que duró la inundación, hasta que en 1634 el arzobispo Francisco Manzo y ordenó su regreso a la Villa de Guadalupe. La inundación fue equiparada a los éxodos, calamidades y plagas bíblicas. En octubre, el arzobispo<br />informó al rey quot; que en menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas más de treinta mil personas y emigrado más de veinte mil familiasquot; . La figura del diluvio universal aparecía cada vez que la gente asistía a las misas oficiadas por doquier. Se quot; colocaron andamios en las intersecciones de las calles y aun en los techos se levantaron altares que la gente oía desde azoteas y balcones, pero no con el respetuoso silencio de los templos, sino con lagrimas, sollozos y lamentos, que<br />era un espectáculo verdaderamente lastimosoquot; . Cinco años después el agua bajo, pero las fuertes lluvias continuaron. En 1635, quedaban rastros fehacientes del desastre provocado por la tempestad. Y aunque las lluvias siempre amenazaron a la<br />ciudad, el aguacero torrencial de San Mateo que desató la inundación no tenía precedentes. La ciudad de México permaneció cinco años bajo agua, provocando éxodos, pánico colectivo, epidemias, hambrunas y muertes. Incluso se pensó en abandonarla y fundar otra ciudad. Se buscaron indultos, explicaciones y culpables. <br />Pero la historia comenzaba años atrás. Desde principios del siglo diecisiete la capital se había ya inundado en 1604 y en 1607. Fue entonces que los funcionarios virreinales retomaron la vieja idea de cegar el lago de Texcoco o de desviar el curso de los ríos. El cosmógrafo Enrico Martínez, quien era reconocido por sus interpretaciones de la naturaleza, quedo a cargo de resolver el asunto. Para el las inundaciones eran causadas por varios motivos: por los continuos desmontes que erosionaban las tierras, para abrir terrenos a la siembra; porque el desprendimiento arrastrado por las lluvias desde las<br />montanas que se asentaba en los Lagos, reducía su nivel; porque el alejamiento de los bosques, de los que se sacaba la madera para construcción, retiró quot; el migajón de tierra que antes cubría la roca vivaquot; , en fin, un circulo vicioso que iba de la tala a la inundación, o pasando por los azolves, hacia a la ciudad victima de las inundaciones.<br />A ese hombre que señaló la desaparición de los bosques; que advirtió de los muchos cultivos crecidos donde hacia poco era lago; que insinuó la falta de medidas drásticas de los anteriores funcionarios porque los afectados habían sido las parcialidades indígenas, a ese hombre se le destinó parar las inundaciones. Lo que no sabía es que ese acto lo llevaría a meterse en uno de los líos más grandes de su vida: antes de terminar la obra para desviar el río Cuautitlán, mil voces estaban en su contra. Para 1608 el cosmógrafo había ya cavado mas de quot; siete mil quinientas varas de tajo abiertoquot; del lago de Zumpango hacia Huehuetoca; de aquí hacia adelante un socavón de quot; siete mil seiscientas setenta varasquot; y luego otro tajo abierto de quot; setecientos ochenta varasquot; que llevaría la corriente al río Tula. La idea era que las aguas del río Cuautitlán tuvieran otra salida, además de la natural que las vertía en la quot; laguna de Méxicoquot; o lago de Texcoco, evitando así que este subiera su nivel. En 1627, unas lluvias torrenciales reventaron los diques del río Cuautitlán, desbordándose así todo el sistema de lagos: Zumpango, San Cristóbal y el de Texcoco. Las partes bajas de la ciudad quedaron<br />sumergidas, dañando sembradíos y matando a animales, es decir, cuando la tormenta del día de San Mateo cayó, los barrios de indios llevaban días inundados, al grado de que el arzobispo de México, en una carta enviada al rey el 11 de septiembre, calculaba en mas de treinta mil el número de los indígenas muertos. En 1628 el virrey de Cerralvo ordenó echar a andar la obra que permaneció por más de diez años suspendida. En julio el agua rebasó bordos y represas, inundando las partes bajas de la ciudad. Solo las<br />calzadas principales eran transitables. El 5 de septiembre se circulaba en canoa en los barrios de Santiago Tlatelolco y de La Piedad, pero la tormenta que cayó la noche del 20 de septiembre durante casi dos días, dejó empapados y absortos a todos los vecinos. Además de los pecados y la impenitencia como causas del castigo divino, corrían rumores y acusaciones de que la inundación había sido resultado del capricho del cosmógrafo Enrico Martínez por haber tapado las salidas del agua del río Cuautitlán.<br />Antes de esa noche, las obras del desagüe parecían ir tan bien que el virrey visitó la obra en dos ocasiones y en ambas felicitó y premió a Enrico Martínez. El arzobispo incluso la bendijo. No obstante, para mayo de 1611 las pugnas, envidias y chismorreos circulaban en el palacio virreinal a un grado tal, que el ingeniero Alonso Arias –quien criticaba de equivocada e inservible la obra– fue encargado de supervisar su utilidad, costos, duración, etcétera. La rencilla había llegado a tal grado que, tres años después, la corona envío a Adrián Boot, un holandés especialista en hidráulica (quot; que sea geómetra,<br />sepa medir las alturas y pesar la aguasquot; ), quien lo menos que dijo fue que la obra no servia para nada. Su punto de vista era que debía copiarse el sistema original indígena; preservarse las lagunas; proteger a la ciudad rodeándola con diques y albarradones y bombear el sobrante de agua. El proyecto del holandés fue rechazado. Y no seria difícil especular que el virrey, incondicional a Enrico Martínez, mantuviera su postura inicial: finalmente declaró que el desagüe a Huehuetoca y Tula era acertada y legítima. La politiquería en torno a la construcción del canal seguiría por más de veinticinco años, pero en el inter, al cosmógrafo le tocó la mala suerte de toparse con la inundación de<br />1629. Y aunque la idea de restaurar el sistema de lagos propuesto por Boot fue visto como un atentado, tanto como su quot; calvinistaquot; persona (se le acusó de ser hereje e incluso, en 1637 fue aprehendido por la Santa Inquisición), las criticas no dejaron de caer sobre Enrico Martínez, quien de inmediato quedó señalado como una causa de aquel desastre natural. Esto facilitó que sus antiguos rivales, corredores por años de rumores y susurros en el palacio virreinal, declararan abiertamente los errores que veían en aquel tajo: más de 25 proyectos fueron presentados al virrey en 1629.<br />El expediente de hombres en contra del cosmógrafo quedo abierto. Desde el matemático y jesuita Juan Sánchez –con quien Martínez había tenido desavenencias al inicio de la obra–, pasando por el hidrólogo Ildefonso Arias –protegido del arzobispo fray García Guerra–, por los regulares de la orden de San Francisco o por los vecinos de Chalco, todos lo criticaron. Emergieron cualquier clase de argumentos: que los canales y socavón construidos no eran capaces de soportar la corriente del río Cuautitlán; que su profundidad no era suficiente; que los sitios por donde se debería comenzar a<br />desaguar eran por la Venta Nueva, Iztapalapa, Santa Marta, la laguna de Chalco, la laguna de Ayocingo cerca de la barranca de Yacapixtla, por la de Achichipico, por Tepopula, por las caídas de Chimalhuacan y Tepistitlan, etcétera, etcétera. De pronto llovieron proyectos y parecía que cualquiera tenía uno ya listo en el cajón de su escritorio. Pero desde 1623, Enrico Martínez había advertido que el desagüe no funcionaba y que el nivel de las aguas subía alarmantemente. Su defensa nos lleva a especular sobre los mil factores, humanos, naturales y sobrenaturales, que rondaron la realización del proyecto. Sus respuestas hablan de ello: que los imprevisibles niveles y fuerza del agua que habían arrastrado las atalayas podrían arreglarse por un precio razonable; que so pretexto de desacreditarlo sus enemigos mostraron preocupación por los indígenas trabajadores; que nadie había inspeccionado las obras para desmentir los rumores; que la orden del virrey de Gálvez de suspenderla en 1623 permitió subir a las aguas del río Cuautitlán; que su sucesor, el marques de Cerralvo, ignorando el desagüe opto por elevar en una vara el nivel de varias calzadas; que el dinero se desvió en reparar los diques de Zumpango y San Lázaro, desviar los ríos de Sanctorum y Los Morales hacia el lago de Texcoco; en fin, las disculpas de Enrico Martínez, en medio de un proyecto que sin juicios claros se suspendía o retomaba, nos deja pensar en la impotencia de un individuo extraviado entre la fuerza sobrenatural de una naturaleza que castigó la torpeza de los funcionarios virreinales.<br />Estudio de caso “La Gran Inundación de 1629”.<br />Teniendo como referencia el texto precedente, el estudio de caso tiene como objetivo el que contestes a las preguntas críticas no como si fuera un simple cuestionario, sino con argumentos que sustentarás con investigaciones; algunas requerirán del apoyo de personas mayores. MÍNIMO 10<br />RENGLONES POR CADA RESPUESTA.<br />Considera que no se evalúan respuestas correctas, sino la argumentación que las fundamenta.<br />Preguntas críticas.<br />1. ¿Cuáles son los componentes del espacio geográfico en estudio?<br />la ciudad estaba sumergida en casi dos metros de agua. El día de San Mateo, sus más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el Arzobispado parecían naufragar. Los rumores corrían de un lado al otro. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. Y aunque los documentos del siglo diecisiete se refirieron a la inundación en la ciudad, indicando con esto que se trataba del casco español, los barrios de indios que la circundaban, en varias ocasiones habían visto anegadas sus capillas, sus casas caídas y sus sembradíos y animales, perdidos.<br />2. ¿Cuál es el principal problema que se plantea en este caso?<br />En 1629 durante el día de San Mateos la ciudad estaba inundada casi dos metros más de sesenta y ocho edificios religiosos, así como el Palacio virreinal, la Casa de Moneda o el Arzobispado parecían inundados. De Santa Catarina a San Miguel y de San Lázaro a la Alameda, el agua se había elevado, dejando libre solamente una parte de la Plaza Mayor que pronto fue llamada la isla de los perros, por la cantidad de cuadrúpedos que lograron ahí refugiarse. La diferencia estaba en la voracidad y alcance que el agua había tenido esa temporada. Al despejarse las tinieblas y percatarse de que ésa había sido la tempestad mas devastadora que hubiesen visto, los vecinos emprendieron tareas y buscaron explicaciones.<br />3. ¿Cómo la actividad humana participo en el problema?<br />Como en aquellos tiempos se creía que las tormentas eran castigos divinos, la ciudad debía expiar sus pecados, La impenitencia había sido causa del escarmiento. Ante el temor de más calamidades, los feligreses organizaron plegarias, rogativas, rosarios y novenas; sacaron santos e imágenes; invocaron al sacro y poderoso sonido los repiques y escucharon misas que se predicaban en lo alto de los balcones, parados sobre tablones y con ropa húmeda. En 1629 la ciudad española se convirtió en una chinampa, pero el temor de las aguas en ascenso ya era manifiesto desde hacia al menos dos años antes. Cuando, en junio de 1627, el cabildo se percato de su alto nivel, dedicó una novena a San Gregorio Taumaturgo, el intermediario necesario para detener diluvios y terremotos, al cual se acostumbraba celebrar todos los noviembres.<br />4. ¿Qué alternativas de solución se plantean?<br />A causa de las aguas, ese año recibió su novenario cinco meses antes; pero nadie imaginaba que dos años después nuevamente se pondría en duda el cambiar de fecha su ceremonia. La tempestad de San Mateo precedió a su celebración. Su festividad cayó en una ciudad confundida, desierta y desabastecida, en la que seguían flotando cadáveres: porque parte de la población emigró, porque para circular se necesitaban tablones o porque las construcciones estaban sumergidas, el cabildo dudó en conmemorarlo. Pero la fe motivó la procesión. Para sosegar el castigo, se rezó a San Gregorio, el intermediario entre los pecadores y la justicia divina, a fin de que aplacara la fuerza de aquel designio: el quot; patrón de las aguasquot; fue rodeado de cirios encendidos e incienso, se le rezó una novena y marchó en procesión. <br />5. ¿Qué similitudes identificas de lo narrado en el texto con la problemática del mismo espacio geográfico en nuestro tiempo?<br />La inundación fue equiparada a los éxodos, calamidades y plagas bíblicas. En octubre, el arzobispo informó al rey quot; que en menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas más de treinta mil personas y emigrado más de veinte mil familiasquot; . La figura del diluvio universal aparecía cada vez que la gente asistía a las misas oficiadas por doquier. Se quot; colocaron andamios en las intersecciones de las calles y aun en los techos se levantaron altares que la gente oía desde azoteas y balcones, pero no con el respetuoso silencio de los templos, sino con lagrimas, sollozos y lamentos, que<br />era un espectáculo verdaderamente lastimosoquot; . Cinco años después el agua bajo, pero las fuertes lluvias continuaron. En 1635, quedaban rastros fehacientes del desastre provocado por la tempestad.<br />6. ¿Cuáles son las razones, de que a pesar del tiempo transcurrido, no se haya resuelto<br />esa problemática?<br />Desde principios del siglo diecisiete la capital se había ya inundado en 1604 y en 1607. Fue entonces que los funcionarios virreinales retomaron la vieja idea de cegar el lago de Texcoco o de desviar el curso de los ríos. El cosmógrafo Enrico Martínez, quien era reconocido por sus interpretaciones de la naturaleza, quedo a cargo de resolver el asunto. Para el las inundaciones eran causadas por varios motivos: por los continuos desmontes que erosionaban las tierras, para abrir terrenos a la siembra; porque el desprendimiento arrastrado por las lluvias desde las<br />montanas que se asentaba en los Lagos, reducía su nivel; porque el alejamiento de los bosques, de los que se sacaba la madera para construcción, retiró quot; el migajón de tierra que antes cubría la roca vivaquot; , en fin, un circulo vicioso que iba de la tala a la inundación, o pasando por los azolves, hacia a la ciudad victima de las inundaciones.<br />7. ¿Cómo solucionar el problema del agua en el área metropolitana de la Ciudad de<br />México?<br />Y aunque la idea de restaurar el sistema de lagos propuesto por Boot fue visto como un atentado, tanto como su quot; calvinistaquot; persona (se le acusó de ser hereje e incluso, en 1637 fue aprehendido por la Santa Inquisición), las criticas no dejaron de caer sobre Enrico Martínez, quien de inmediato quedó señalado como una causa de aquel desastre natural. Esto facilitó que sus antiguos rivales, corredores por años de rumores y susurros en el palacio virreinal, declararan abiertamente los errores que veían en aquel tajo: más de 25 proyectos fueron presentados al virrey en 1629.<br />El expediente de hombres en contra del cosmógrafo quedo abierto. Desde el matemático y jesuita Juan Sánchez –con quien Martínez había tenido desavenencias al inicio de la obra–, pasando por el hidrólogo Ildefonso Arias –protegido del arzobispo fray García Guerra–, por los regulares de la orden de San Francisco o por los vecinos de Chalco, todos lo criticaron.<br />Ubica en un mapa el espacio geográfico del estudio de caso.<br />