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¡A LO S P A D R E S Y M A D R E S !
e s g u e l a ' s i n d i o s .
POR
EL ILUSTRISIMO SEÑOR OBISPO
Un padre no puede, en conciencia,
mandar á sus hijos á escuela donde
no se enseña su religión,
“Para la familia, como paia la Iglesia y
la sociedad* la escaela csistiana CA­
TOLICA es la salvación del porvenir;
la eacaela sin Dios, la escaela sia Cru­
cifijo y sin oraciones, es la ruina y la
muerte.
MEXICO.
Imprenta do J. E. Barbedillo y C ? Escalerillas núia.21.
1 8 7 7 .
i
Este opúsculo es un GRITO de la fé y do
la CONCIENCIA, que se dirige &la hueca fé
de todos; pero particularmente á loa padres y
madres de familia, de la clase trabajadora.
No se dirige i los impíos, enyo número, pjr
otra parte, es runcho más corto da lo que 83 cree.
Se dirige á loa padres de familia honrados, que
han conservado nn poco de religión, y qae no
quieren qne sas hijos pean ateos ni libertino*.
Me tomo la libertad de suplicar á todas las gen
tes de bien que lo crean útil á la buena causa,
extiendan el opúsculo, lorepartan, lo mas posible,
y lo hagan llegar á las familias de los trabajadores
sea en las ciudades, sea en los campos•
La lucha es inmensa, es genera1* Es una
«Bestión de vida 6 m uerte, tanto parí la Reli*
gion como para la Patria. Es menester qae to*
do el mando tome parte en ella.
Qne la Santísima 'Virgen, á qoien nuestra pa­
tria está consagrada, se digne conservarnos la fé
y preservar á esta nación qne le es tan querida,
de la invasión do los bárbaros (1).
(1) Las palabras que el Illmo. autor apHca á la ración
francesa, las podemos mudar aplicándolas nosotros res­
pectivamente á México.
m * ADVERTENCIA “SU
QUE DEBE LEERSE.
A fía de qae ao se forme un coacepto por
otro, en lo qae voy &decir, escachad, lector
amigo, una explicación importantísima.
Con ocasion de la escaela, nos verémos obli­
gados á hablar de la Revolución y de loa ü W *
lucionarios. Ahora bien, por cada diez padres
de familia tomados al acaso, hay onca que no da*
dan lo que es eso. Las tres caartas partes de
los diarios ensalzan los beneficios de la Revolu­
ción (como qae están pegados para esto) y no
hablan de ella sino con admiración; desde lúe*
go la mayor parte de los lectores ee llaman á sí
mismos con satisfacción, revolucionarios. Para
ellos ser revolucionarios es querer el bien y 1%
felicidad del pueblo, el bienestar del obrero, el
progreso de la instrucción; ea declararse alta­
mente el adversario de los abasos del antigao
régimen, y de todo lo qae es contrario á los de*
rechos y i la libertad de todos.
Si esto fuera la revolucicn, ¿quién seria el hom­
bre que osara, <5 pediera no ser revolucionario?
“Pero la revolución es absolutamente una cosa
muy distinta? —Yed aqní lo qne ella es, por
más que digan los corifóos de la mala prensa.
En política, la palabra reooludony quiere de­
cir trastorno completo; lo de arriba abajo, pies-
arriba. Una revolados, en la sociedad, es an
cambio radical, que pone ábajo lo que estaba
arriba, y arriba lo que estaba abajo.
7 bien, para que una sociedad marche en
drden, ¿qué es lo qne ha de estar arriba, los piesj
6 la esbeza?
La cabeza de la sociedad, es decir, el que
está encargado de conducir, de dirigir la socíe-
dad, es, ante todo, el Soberano Señor de la so­
ciedad, Dios; mas como Dios no hace esto per»
sonalmente y por eí mismo, confia sa aa toridad
á los hombres. Por esto, y solo por esto, esos
hombres, depositarios de la autoridad del Sobe*
rano Señor de los pueblos, son las legítimas
cabezas de estos. Obedecerles es ob edecer al
mismo Dios; rebelarse contra elloa, ea rebelarse
contra Dios.
Pero ea toda sociedad organizada, hay doa
especies de cabezas legítimas: las cabeaas reli­
giosas 6 espirituales, y las cabezas temporalea <5
civiles. Las primeras están encargadas de en­
señar la verdad y la ja3ticia d todos los homhresi
tanto i los qae son cabezas temporales, como á
los otros: esas son las cabezas de la Iglesia, es
el Papa, son los Obispos y loa Sacerdotes.
La E9volacion es el trastorno da todo este
drden. Es la rebelión de los piés y de los otros
miembros contra la cabeza. Es la sociedad qae
dice i Dios: “ Ya no te necesito; ya no quiero
ta enseñanza, ni tu dirección religiosa. Ya no
qniero ser cristiano. Ya no quiero otro Dios
qae yo mismo, ni otra ley qae mi voluntad, la
voluntad nacional.” Da saerte qae la Revota -
cion, en el fondo, no es más qae la gran rebelión
de Ja sociedad contra Dios y sa Iglesia; es esa
rebelión erigida en principio, en ley fundamen­
tal de la sociedad.
La Revolución ee constituye por fieraa, y en
todas partes, la enemiga de la Iglesia, substitu­
ye la faerza al derecho; la voluntad del pueblo
¿ la santa y saludable voluntad de Dios. El
principio de la Hevolucion es lo opuesto al prin­
cipio de la Iglesia» es el estado qae ya no enea*
ta para cada con Dios» y qne se coloca en sa
lugar.
Así es qne NO SE PUEDE SER, en concien»
da, REVOLUCIONARIO CATOLICO.
Todo hombre qae, en an grado cualquiera
acepta el principio impío de la Revolución» «a
nn revolucionario; que vista levita negra ó blusa*,
que eeté arriba 6 qae esté abajo;que comprenda
ó nd, su error. La mayor parte de los que se
dicen revolucionarlos, lo son por ignorancia ó
por interés. El número de los verdaderos revo­
lucionarios, qne saben lo que quieren» qae saben
lo que hacen» es mucho más corto de lo que se
cree.
Una palabra más. Es necesario no confundir
“la Revolución” de qne aquí hablamos» con la
revolución francesa de 1789» La Revolncion es
nn sistma, un principio social; y la Revolución
franceea es simplemente un hecho histórico, fru­
to de la Revolución, aplicación de los principios
revolucionario?.
Bien entendido esto, entremos en materia.
U ESCUELA SIN DIOS,
I.
ESTADO DE LA CUESTION.
Sa extraordinaria importancia.
La cuestión, sobre la que quisiera arrojar aquí
nn poco de luz para hacerla comprender bien á
los padres de familia, ee resume en esto:
¿La escuela á donde enviamos á nuestros tier­
nos hijos á recibir la instrucción elemental, ha
de ser cristiana y ayudar así á la Igleda á for»
mar cristianos, ó bien, no ha de ocuparse en ma­
nera alguna de la Religión, y dejar ese cuidado
exclusivamente al Sacerdote y á les padres de
familia?
¿Debe ser cristiana la escuela, ó ha de ser sin
religión?—-¿Dónde está la solucion del problema?
¿Soiscristiano? ¿Creeis en Dioa, en Jesucristo
en sa Iglesia, ó sois lo qae llaman en el áia
un revolucionario, es decir, na hombre qae vive
sin religión, faera de Jesucristo y de sn Igiesia,
y qae tiene por principio qae la sociedad ha de
ser como él? Ahí estí todo; de ahí depende
todo.
Si eois cristiano, sin dada quereis qne vuestro
hijo eea y permanezca cristiano. Desde luego
habéis de qaerer que ia escaela ¿ donde envieia
á vQestro hijo, os ayude á hacer de él an cristia­
no. Debeis querer, y quereis, que el maestro 6
maestra á qmen confiáis vuestro hijo, no solo no
lo quite la fé de sa bautismo, sino qae coopere,
en ensato le sea posible, i! h grande obra de sa
edacacion, la cual, ante toda, debe ser cristiana,
puesto qae todo cristiano es cristiano ante todo.
Para los padrea y madres cristianos, la cues­
tión de la escuela, tan agitada ea el dia, no tie •
ne más que una solucion posible, lógica, racio*
nal: ‘'Sí, la escuela en que hacemos educar &
nuestro hijo debe ser cristiana; debe ayudarnos
á hacer de nneatro hijo un cristiano.”
Para incrédalos y revolucionarios, la solucio­
nes del todo opuesta; y respondea por la voz de
sus diarios, de sas deputados, de sus francmaso­
nes, de sus concejos municipales:
‘•Nosotros no queretaos escuela cristiana; qae*
remos qne la escala en qae pongamos á maestros
hijos sea, como nosotros, sin Dios, sin religión,”
¿Quién ee equivoco, los Cristianos. ó los revo­
lucionarios?
Si los padres cristianos estuvieras en el error,
si Jesncrieto no faera el verdadero Dios vivo, á
quien toda criatura debe obedecer, si la Iglesia
do faera sa Enviada, encargada por é l de salvar
y de eantificar i loa hombres, es evitientísi&o
qne los revolacionarioa tendrían razón en no
querer religión en la escuela ni en nioguna otra
parte. Ellos serian lógicos, y nosotros seriamos
abaardo8, ciegos, estúpidos.
Paro felizmente para nosotros, y de-graciada*
mente para ellos, los revolucionarios están en el
error, de la cabeza A los pié?. Sabiendo, <5sia
saberlo, de bueaa <5de mala fé, hacan la guerra
al verdadero Dios; desconoces, ó, al méoo?, ig­
noran á Jesucristo y á ea Iglesia; atacan lo qae
debieran bendecir, y aclaman lo qie debieran
maldecir.
Lo repito, en la gran cuestión de la escaeta
cristiana ó no cristiana, la aolacion depende ea»
toramente del punto de vista en qoe üno se co -
loque, de la creencia ó no creencia de ios qae
hablan de ella. Para tener la aolacion verdada-
ra, la única verdadera, es necesario, de toda
necesidad, remontarnos más arriba y resolver
préviamente esta triple preganta, de la que de*
pende toda Ja vida:
¿Hay nn Dios y nna religión verdadera? ;Ja-
sncristo es Dios? ;Es la Iglesia Enviada de Jesu­
cristo y depositaría de la verdadera Religión?
Miéntras no h&ya¡9 resuelto, afirmativa ó ne*
gativamente, estas tres pregnnta?, qne no forman
más de nna, jamás podréis resolver racional *
mente la cnestion de la esenela.
Bajo el ponto de vista de los revolucionarios,
ellos son lógicos; pero su pnnto de vista precisa -
mente es el falso; se engañan en el panto de>
partida, qne los pierde,
II.
Quiénes aonlos qae han suscitado esta caestion-
H ay nn medio sencillísimo, y, por decirlo así?
infalible para jnzgar de n&a cnestion ántes de
examinarla en sí misma; y ee, considerar de cor»
ca á Ice que eet¿n ea pro, y ¿ los qae están .ea
contra. Si de nna parte encontráis á loa buenos,
y de otra á loe malos, asegaraia vuestro negocio
poniéndoos de parte de loa buenos, sin temor de
engañaros.
Ahora bien, en la gran cuestión qae nos ocu­
pa aquí, la cosa es clara como el dia: de nna par*
te las gentes de bieD, y de la otra las gente*
de mal, «
Los que quieren hacer á la NACION el bello
presente de la educación sin rel'gion, de la es­
cuela radicalmente separada de la Iglesia, ¿quié­
nes 80I>?
De arriba á bajo de la escuela social, desde
los más gordos gobernantes hasta les más flacos
gobernados, son revolucionarios, es decir, hom­
brea extraviados ó perversos, maniquíes ó m al'
vados, que tienen por principio que la sociedad
debe vivir sin religión, sin fé, siu oracion.
Son impíos, incrédulos, sia excepción. No to*
dos piden con igual celo poner faera de la ley
á Jesucristo y á su Iglesia; pero todos son partí»
darios "del sistema que hace maravillosamente
sus negocios.
Son Franc- masones, miembros de la Interna­
cional, sectarios anticristianos de las Sociedades
secreta?, en nna palabra, todos los conspirado-
lee, grandes y pequeños, mÍLÚtrcs ú obreros,
ciudadanos <5Comuneros.
Los que quieren desterrar de nuestras escue •
las la religioD, soa todos los de mal vivir, todos
los qae »o tienen religión en ningaaa parte, ni eB
casa, ni inera de ella. Son todos los periodistas
de mala repntación; son todos los demagogos.
Es la molíUnd, desgraciadamente considerable,,
de los espíritus fuertes, que creen caanto les
aanucian diariamente loa papeles revoluciona *
3ios, dirigidos, como todos saben, por la n&ta de
teos ambiciosos sin vergüenza, sia conciencia,
sin patriotismo, que no tienen más que nna aspi-
lacioc: llega? al poder, si no están en él; man»
tenerse en él, si ya lo están; juntar dinero; darse
toseua vida*, todo á expensas de la patria y espe°
pecislieimamente del pobre, pueblo que tiene la 
simpleza de creerlos.
Todas esas gentes piden la exclusión absolu­
ta de ía .Religión de nuestras escuela?, por el in*
taie», dicen ellos, de la patria, de la sociedad,»
de la {¿miüa; y ya Ee entiende que por el inte*
iés también de la Religión misma y del respeto
de qne la Iglesia y el Sacerdote han de estar ro­
deados.
¿Quién seitá tan simplón qne los crea.
Si dorante el sitio de París, hubiera veja ido
el bneno¿ el dnlce Biemarck, á proponer á loe
sitiados nn medio soberano de salvar la ciudad
y la Francia, ¿quién le hubiera creído?
Desconfiemos, pues, de lo qae nos proponen,
diciendo qne es para bien de la patria y de la
Religión, los Prusianos de dentro, nuestros Bis-
aarck de todos colores. Si nos ponderan, tan
acordes entre &í, la supresión de la escuela cris­
tiana, y la inauguración de su 8Í9tlma de escuela
ein religión, es porque saben mny bien á donde
quieren ir, <5mejor dicho, &donde quieren lie»
varaos.
Así es qne, aun antes de todo exámen, ya p o
demos fallar en favor de las escuelas cristianas,
con eolo ver á los que no las quieren.
La escuela sin religión es nn ideal, luego de­
bemos rechazarla. No hay cosa más lógica.
ni.
¿Qué, en la práctica, noocuparse de la Religión en la escuela?
es hacer imposible la infracción religiosa de los aillos?
Salgamos de las teorías, y considerétnos las
cosas en la práctica. Si el sistema de la escuela
sin religión llegara á dominar, esto ocasionaría
naturalmente la supresión de la instrucción reli­
giosa, y por consiguiente, la pérdida de nuestros
pobrecitos niños. jC<Jmo?
Ved ahí á los niños que llegan á la escuela &
las ocho de la maBana, para salir á las once. Ynel«
Ten á ella á la una para salir basta las cuatro y
aun d veces hasta las cuatro y media (1). Esto
hace seis horas de escuela por dia. Fara niaos
(1) Es digno de compararse estas horas de entrada 7
de salida en Francia, con las que, on México, son ordina­
rias de 8 á 12 de la mañana, y de 1 6 í i 5, 6 y 7 de la
tarde,
aún de 11 y 12 años, no es poca cosa. No se fi­
ja bastante la atención en este hecho. Seis ho«
ras de aplicación de espirita y de atención coa*
tíana de parte de niños pequeños, que hasta en
la escuela y faera de la escuela, no piensan mía
qne en jngar, en comer, en reir; esto es enorme1
Pero no es ésto todo. De la escuela llevan traba­
jo qne hacer ¿ la casa, lecciones que aprender,
composiciones qne corregir. Pongamos que este
trabajo solo los ocupe dos horas; que eon las seis
de escuela, hacen ocho horas. Ya esto es dama*
siadamente excesivo.
Yo pregunto &todo hombre de buen sentido:
¿es racional, es posible exigir de la tierna cabe­
za de un niño» un trabajo intelecto! cualquiera,
sabré esas ocho horas?
¿Y, de luego á luego, qué suceda coa la iaa»
tracción religiosa? ¿qué sucede con ei estudio,
muy arduo para un ciño, de la letra del Oatecia*
mo? Porque, en fio, el trabajo del Catecismo, el
trabajo de la instrucción religiosa, es an trabajo
intelectual, si alguna vez lo ha habido. Se nece*
sita para él, tiempo; se necesita para él, aplica­
ción, Es necesario repasarlo i cada momento,
porque el niño olvida tan pronto como aprende.
Nos responden á esto: ¿Pues no tienen el Jue­
ves y el DomiBgQ? Esos dias no hay escuela,”
ESCUELA SIU PIOS,- -2
—Es verdad; pero, en primer legar, el Juévei y
el Domingo son di&a de descanso, y de descanso
necesario. En segando lagar, esos diap, preci»
em ente, hay el Catecismo, qae está destinado,
nc para aprender la letra del Catecismo, eino pa­
ra explicarla. Si les niños ven al Catecismo sin
estar bien preparados por el estndio material de
h leira, el Sacerdote pierde sa tiempo, y nada
priüde hacer ya por ellos,
Ee<a indispensable preparación debe tomarse
á más ce las ocho horas consagradas al estadio,,
á la lectora, á la memoria. Lo repito, fuera de
©fas ocho horas, ya exhorbitantee, es un absur­
do exigir del niño nn trabajo de espirito.
Y deepnes de esto, decidme: ¿qué idea se for­
mará el ciño del estndio de la Religión, el pri*
int-ro de todcs, sin contradicción, cuando lo ve
poeeto cctco á la cola, y tratado de paso, con lo»
otros estudios de gramática, de aritmética, geo­
grafía, etc.? Le tendrá tídio, lo verá como nn
tnrba- fiesta, qae cercena sas recreaciones,
En fio, cierto es qae si los niños no oyen ha*
fclar ce la Religión más qae dos mi serablea ve-*
ces por semana, jamás llegarán á conocerla co­
mo 86 debe; y además, ee harán muy natural-
meciQ esa falsísima idea de qae la Religión es
extraña &bq vida de cada día; y, en la práctica,
aprenderán i do echar ménos la Religión.
Bien visto, esto ea lo que quierea los enemi
gos de la escuela cristiana, digan lo qne dijeren.
Mas vosotros, padres y madrea de la familia que
sois cristianos; vosotros qne habéis h%ho baati*
zar i vuestros hijos, qne esperáis qne hagan una
bnetsa primera comnnion, qne no viran 7 que
no mneran como perros, es lo pr?gnntc: ¿*8 esto
lo qne vosotros quereia!
La Iglesia se une i vosotros para r roclamar
•todo lo ccntrario; y precisamente porque sabe
ella que sin la escuela cristiana es imposible á
esos niños aprender, como deben, ea religión,
rechaza con todas sus fuerza?, como vosotros
mismos debeis hacerlo, lo que ellos llaman (a se»
pasacion de la Iglesia y de 1a escuelo, es decir,
la escuela ein Religión, 1» escuela sin crucifijo,
sin oracioo, sin Dios.
lY.
Que Francia es cristiana, y quiere quedar cristiana.
No sey yo quiea lo digo, eino ella misma. En
el últitco (©leo tficial, levantado por agentes ¡í
quiener, pop cierto, do ahoga la devccion, la
cuestión de h religión ha sido propuesta á cada
familia,, á cica mdividno, Paes ved aqaí alganas
muestras muy signífica'.ivas de esa estadística
religiosa, impareia', si liay imparcialidad.
En Paríp, la capital da las revoluciones y pro»
nunciaraiento?, el foco ¿e laa sociedades secre-
tas, de la Francmasonería, de la Internacional:
en Paríf, la ciudad c’e todos los escándalos pú­
blicos y privavos, sobro un millónt ochocientos
siete mil quinientos setenta y cinco habitaates, ¿3a*~
beis cnínfoa se han declarado libremente católi­
cos? Un millón, setecientos treinta y dos mil qui­
nientos veintinueve. Y, por otra parte, ¿eabeis
coáctcs isdividaos ee han declarado eia religión?
Dos mil quiníeatoi uno; ni ano más. Loa damás,
es decir, setenta y dos mil qninionloí enabanta y
cinco, son lotoranop, calvioiitvj, pietriitaa, an«
glicatsog, cisroádeo?, jndfoa y tarcos.
En Marsella, la proporcioa ha sido la misma.
De 312,884 habitantes» 296,101 se han confesa­
do católicos; 16,544 se han dicho de otros cai­
tos; y solamente 219, se han declarado libres
pensadores.
En R jan ha sido esto más manifiesto. De
120,470 habitantes, se encontraron 100,861 ca
tdlieos, 1,590 disidentes de tocias sectas, y tan
solo 19 individuos sin religión.
En Lyon, Tolo&a, Bárdeos, Nautas,.Lila, etc.,
la proporcion ha sido poco más <5ménos la mis­
ma; faera de imperceptibles excepciones, todo
el mando se ha declarado católico; todo el mun~
do ha hecho profesion de creer en Jesacristo; y
esto, repito, delante de gentes qae representa­
ban al Estado, al Estado sin Dios, al Ejtado
sin fé.
¿Qaé hay qae responder á esos números? ¿lío
demuestran, claro como la luz, que & pesar de
sus locaras y de sas errores, nnosíra Francia es
cristiana y católica en el alma; qae loa q*.te la
creen perdida para Jerucsisto y la Iglesia, se
engafian de medio á medio, y qae es la calaoi -
aia y se la insulta cuando se la trata como na­
ción eia religión?
La especie de apoetasía oficial qae, desde
1789, le lia hecho y le hace tanto mal todavía,
no penetra basta su corazon; ea una enfermedad
déla piel, ya roja, ya tricolor, que la pene en
en peligro, pero que no la hace morir. No la
haría morir más que llegando al coraz on. Esa
ficción lega!, e&a apostasía oficial, es lo que se
llama la separación de la Iglesia y del Estado; y
sobre ella es sobre la que nuestros radicales del
dia quieren constituir, como sobre un funda­
mento real, su famoso sistema de la separación
de la Iglesia y da la escuela, ó, en otros térmi­
co?, de la Escuela sin Dios.
Sí esa locura criminal llegara á dominar, se ~
tía nua segunda locura añadida á la primera, un
crimen público añadido á otro crimen público.
Sería, además, la pérdida inmediata de nuestra
Francia; como la separación del alma y del cuer­
po, para él hombre, la señal y causa de la muerte.
Sí, digámoslo en voz muy alta, en el fondo y
en sn ecrazcE, Francia es todavía hoy io que
siempre ha sidj, el gran pueblo cristiano, la gran
nación católica. Si sus gobernantes la dejaran
á sus verdaderas inspiraciones, se vería algo de
maravilloso on ?n vida religiosa. La Rsvolucion
no es la Francia, como quisiera hacerlo creer la
demagogia. Ella no es la Francia, como las rui»
ñas, los escombro?, el lodo y la sangre que cu»
bren una magnífica tierra, no son esta tiorra. La
Eevolucion es impía, y la Francia es cristiana;
Ja Bevolucion blasfema de Jesucristo, y la Fran»
cía, la verdadera Francia, le adora.
¿Qué vienen, pues, á proponernos esos cuan­
tos hombres sin fé, sin Dios? ¿Qaé vienen & con*
tamos sus escuelás sin religión? ¿Por quiénes
nos toman ellos? ¿Por quiéft toman i la Francia.
Ya sé que invoean la libertad de cultos, la
cual nada tiene que ver aquí, puesto que la cau­
sa que defendemos contra ellos, es común á ca­
tólicos y protestantes. Los protestantes, &pe­
sar de sus errores, creen, como nosotros, en
Jesucristo; y la escuela ein religión, es contra
sus principios, no ménos que contra los nues­
tros. .No hablo aquí de los Judíos, porque son
tan poco numerosos, que no podríamos hacerlos
entrar en cuenta, y también porque generalmen*
te sen tan ricos que tienen tantas escuelas israe­
litas cuantas quieren. La cuestión versa ’íaica*
mente entre los cristianos y I03 hombres SIN
DIOS; por tanto, en Francia, la cuestión está
del todo resuelta.
Luego preguntar á los padres y madres de
familia: “¿Es necesario que la escuela á que en­
viáis vuestros hijos, sea una escuela cristiana?’
es tener anticipadamente seguridad de un SI
casi unánime
Y los que se atreven á responder NO, los
que quieren imponer su sistema á la casi unani­
midad de sus conciudadano?, esos son unos in­
sensatos y unos perturbadores} que la conciencia
pública rechaza con indignación.
Si en los de arriba el buen sentido patriótico
no estuviera oscurecido por las preocupaciones
volterianas y por la ambición personal, esas lo»
curas criminales no podrían producirse impu­
nemente. Son crímenes de lesa- patria.
y .
Por qué lado pecan los raciocinios de los enemigas &4 la es-
cuela cristiana.
Nuestros demagogos y nuestros ideólogos^
parten todos, más ó ménoe, de esta idea archi-
fcdsa, <5qne no hay religión verdadera y necesa*
ríe, <5 que Nuestro Señor Jesucristo no es Dios
hecho hombre como lo añrman i 1» vez sos pa
labras y.sos milagros; <5, en fío, qtie la Iglesia y
el Sacerdote, ministro de la Iglesia, no están ea»
cargados por Dios mismo de ensenar á todos los
hombres & practicar la verdadera Religión, la
Religión de Jesncristo.
Cuando se les dice esto levantan el grito.
“Nada de eso, dicen; solamente queremos qae
la Iglesia y la Eícnela no se confcodan; quere­
mos qne la Religión ee ensena ea la Iglesia, y
qne bo se hega mención de ella en la escuela 5
cada ano en bo casa; he ahí lo que queremos,”-
Sí, sin duda, cada nao en bu casa; y nosotros,
como vosotros, tampoco queremos confundir la
escnela con la Iglesia, el instructor con el Sacer­
dote. Pero una cosa es la confmion, y otra cosa
es la unión. Nosotros queremos que la escuela
esté unida i la Iglesia.
Y aeí como por la ‘'escuda" entendemos, no la
casa donde se da á nuestros hijea la instrucción
primaria, siso precisamente esta instrucción mis»
ma, así por uIglesia” entendetno?, no la iglesia
material, la Casa de oracion, sino la Iglet¿£ do­
cente, el Sacerdote que representa & la Ig'^sia
y es el ministro de la Religión,
“¿Cada nno en sn casa” nos dicen? Sí, cada
uno en sn casa; pero hay alguno qce, «ucnal-
quiera partí qae esté, está ea sa casa, y qae, coa
jnsticia. no puede echarse de ningana parte; ea-
te es Dios, ea Jesucristo, Daeño y Señor.
E d la escueh mía qae ea nipgana otra parte,
está *‘en su casa.” Efectivamente loa niños á
quienes el maestro de escaela enseña i leer, á ea,
cribir, á contar, etc., ¿esos niaoa no son de Jesu­
cristo? ¿No son hautizado?, co son anos peque­
ños cristianas? ¿No les ha rescatado Jesucristo
en la Croa con el precio de toda sa sangre? ¿No
eoa hijos de ¡a Iglesia? Esto es,aa hecho,, un he­
cho evidente. ¿Qaiéü se atreverá i negarlo?
Luego Jesucristo, ea la escuela, está ea su ca«
sd, Luego la Iglesia, en la escuela, tiene también
bu lugar, su gran lagar, su principal lagar. La
Iglesia está allí, no para eose ñar á sus hijos á
leer y á escribir, siao para inspirarles la obe­
diencia y el respeto í gas maestros, para formar
ene jóvenes espíritus y sus tiernos corazones;
para vigilar qae la enseñanza que se les dé sea
conforme en todos sus pantos, no solamente ¿ la
fé prcpíamente dirha, sino al espíritu cristiano.
He ahí p^r qoé la Iglesia tiene un derecho ab •
soluto, gnperior, inalienable» sobre la enseñanza
y la educaciou déla javentad, y, por consiguien­
te, sobre la cscaela donde se dan esta enseñanza
y esta edoeacioa.
Qse do nos vengan á decir que la Iglesia aa *
da tiene qne ver on la escnsla, y esto bsja eí
pretexto de que la “Religión nada tiene que ver
con el alfabeto, ni con las cuatro reglas, ni con
la gramática, ni coa la geografía.” No cierta-»
mente; pero en la escuala ella tiene may bien
qne ver otras cosas, y cosas de otro modo más
importantes qne todo eso.
No lo olvidéis: lo que h ay en el fondo del
pensamiento de esas gentes, moderadas en spa-
rieac¡3, que piden la separación de la Iglesia y
de la escaela, es el <5dio de la Iglesia, el ódio de
Jesucristo, el ddio de Dios y de la Religión, Ea
nada creen, no quieren, para la Francia, ni lielí*
gion, ni Sacerdote, ni Dios.
Se imaginan estar simplemente íaera de Jesa*
cristo; pero eso es una quimera, é igaoran lo que
el Hijo de Dios tiene formalmente declarado:
“Quien no está conmigo esti contra, m i Ellos r o
©3tán con Jesucristo, luego están contra Jeea-
cristo. Pidiendo que la escuela no sea ya de Je -
sucristo, piden, sabiendo ó sin saberlo, que la
escuela sea contra Jesucristo.
Finjan la mano tan suave como quieran, no por
eso dejan de ser G-aíop, y G-afcos de buenas ufas»
que, si llegaren ¿ conseguir “la separación de li
escaela y de la Iglesia,” ya so tendrían luego
cosa msís urgente que pedir ¿ eea faerza ciega
que se llama ‘‘el Estado,” que la destrucción de
la Iglesia, el poner fuera de la ley á los Sacerdo­
te» y todo lo qae es cristiano. Testigos los re-
volacioRarioa de 1789, que, despues de haber
mlcassado la “asparación de la Iglesia y del Es­
tado,” llegaron de aquí, en ménos de dos aSoa, á
decretar la aupreeios ds la Iglesia por el Estado,
y á poner faera de la ley á los Obispos y Sacer­
dotes fieles! Testigos también nuestros Coma*
seros de 71, qoe, despees de haber arrancado
les Crucifijos de todas las escuelas, no tuvieron
cosa más nrgente qce hacer sino violar nuestras
Iglesias, aprisionar y asesinar nuestros Sacer­
dotes.
Luego, en el fondo de esa cuestión de la es»
cuela, para quien sepa reflexionar, no hay más
que uca cuestión de fé, y si los revolucionarios,
de coalquira rango que sean, la cortan en un
sentido opuesto al nuestro, es sencillamente por*
que no tienen fój porque ignoran á Jesucristo, <5
porque le aborrecen.
¿Padres y Madres de familia: ved, pue?, la
lamenta importancia de esta cuestión, tanto pa­
ra el presente como para el porvenir,
YI.
<?or qué y como la Bsligion es el alma de la educación de los
niños y par consiguiente da la escaela*
Porque ella lea enseria lo qae es de la mayor
iraportancia para en felicidad en este mundo y
en el otro.
Porque les enseña, y esto infaliblemente de
parte de Dio?, ¿E creer lo que es verdadero, á
amar lo que es bueno, á admirar lo que es paro;
á respetar y amar la autoridad de sus padres;
á ser buenos y castos; á conservar buenas cos­
tumbres; á ser laborioso?, fieles, concienzudos, á
satisfaser primerasiente el deber que el placer;
á evitar tcdo lo qce pueda corromper va el es*
pirita, ya el coraaon.
La Religión hace todo esto en donde quiera
que se ia deja obrar; y sola ella tiene el poder
de opetar este biea y de apartar eseluah ¿Qué
es en efecto la moral ain Raligioa? Uaa teoría
enfadosa, grandes palabras, y á lo mis ana boa-
rede3 exterior qae apenas basta para no eer
abarcado,
‘5Sin la Relegioa, decía en otro tiempo Ñapo*
tem í, hombre poeo devoto, como todo el man»
do pero de bnen sentido y de ingenio: sin
k lieii^’on, los hombres se degollarían por la
ajiíj&r '.uás bella, ó por la pera mis grande.
S x i» Religión no hay fé ni moral: sin la fé
j jia la moral, eo hay edacacion.
Educar nn niño, ¿qné otra cosa es, si no far­
aras et espirito, dándole la verdad y la baena
Écí/ixkíí, y formar en él sa corazoD, haciéndole
primero conocer el bien, y depues amarlo y prac­
tícalo? Ahora bien, la primera y la más impor*
íani© de todas las verdades, ¿no es evidente­
mente la verdad religiosa que nos enseña lo qae
£sano3, por qué existimos, á dónde vamos? qae
sos enseña la ley de las leyes, la ley divina, qae
sos hace conocer lo qae debemos hacer y lo qae
¿ebemca evitar para ir al cielo y para no ir al
infierne? ¿En comparación de esta ciencia, de­
cid le, qné son esas otras ciencias, de qae ee
hace en el dia de hoy tanto alarde? Del mismo
üiodo ei primero, el más importante de todos loa
¿co es el bien moral, es decir, la pareza
d«i ccnizon y de la conciencia? Éata verdad, es*
Viei!s se extiende i todo, como la luz y el ca»
lor del aol qie lo alambra y feeaniiaa todo eo -
bre la tierra.
Nosotros somos cristianos; nuestros hijos ea»
tán bautizados, son cristianos; pera ellos no hay
educación séria sin la bienhechora intervención
de la Religión, y por consiguiente, de la Iglesia;
y en consecuencia, del Sacerdote. Siendo la
Iglesia, con la familia, el saotnario ds la edaca«
don, quererle excluir de ella la Religión y la
Iglesia, es qaarer excluir de ella á Dios; es que­
rer excluir de ella la edncacion. Ahí está, por
otra parte, la experiencia que lo prueba todos
los dias, en todo logar: las escaelas sin Dios son,
más <5 ménos, unos focos de corrupción, de in­
moralidad más 6 ménos encubierta, pero que fer*
menta; donde es casi imposible qne un niño con.
serve su inocencia; donde solo el temor mantie-
ne alguna apariencia de driles; donde el ciño
aprende á detestar la autoridad del maestro;
donde la patria no ve más qae un semillero d@
comuneros sin fé y sin ley.
Lo repito: siu la Religión no hay edncacion.
Luego la escuela deb3 ser cristiana, y cristiana
ante todo. Exigir ésto 03 un deber de concien*
cia para los padres y madres do fami'ia, no mé*
nos que para el Sacerdote. Ya da por medio la
salvación de les niño*.
Por qué la enseñanza clásica és inseparable de la educados
religiosa.
Porque el espirita es inseparable del corazon.’
No amamos sino lo que conocemos, eiao lo qae
vemos qae es bello, noble, bueno, digao de esíi*
macioa y de amor. El corazon sigae i la cabeza.
Y verdaderamente la enseñanza ea qaien forma
á la cabeze, es decir, es la qae hace conocer al
espirita todo lo qce lo es útil sabar. Da ahí la
inmensa importancia de no dar jamás otra cosa
de alimento al espirita del niño, más qae la ver*
dad. El error corrompe al espirita, como el vi«
eio corrompe al corazon.
"Fero, diceíi, cua&di» aa maestro de escuela
enseña ei Alfibaío y la Gramática, la Aritméti*
tica y otros, ramos de sa programa, casi nanea
puede eogaáarss; y ana cuando se engañase res»
pecto de algosos porraeoorea, j^aé mal podría
esto cansar en el espirita de sas discípuios? Pa*
rece qne nada tiene que hacer la Religión en es­
to.” —Está bien; pero, como ya lo dijimos ántep,
no es esto de lo qne se preocupa la Iglesia. De
lo qne ella se preocupa en la enseñanza qne se
da en la escuela, es desde luego, de que, con oca­
sión de ciertos ramos de esta enseñanza, tal coa
mo la historia y algunos otros elementos de
ciencia natural, no vaya á dar el maestro i I03
niños nociones falsas y peligrosas, bajo el punto
de vista religioso. Da lo que ella se preocupa,
es de que los libros, sobre todo los libros de
historia, no sean verídicos, ortodoxos, y de que
contengan, como tas frecuentemente sucede, ca«
lumnias contra el Clero y la Religión.
Al enseñarla historia de Francia, par ejem­
plo, cuántas falsedades detestables contra loa
Papas, contra los Sacerdote?, contra loa Orde­
nes religiosos, contra la infidencia de la Iglesia,
no hace entrar todos los dús en el espíritu de
sus pobrecitos discípulos, un maestro irreligioso
<5simplemente ignorante, de los que, desgracia­
damente, hay más de uno? Y esas falsedades»,
esaa mentiras frecuentemente dejan huellas que
no se borran jamás!
JDd cien niños que, desde su salida de la ea-
cuela, se burlan de Dios, que causan la desoía*
ESCUELA 6W DIOS,— 3
cion de sus padre?, qne se abandonan al mal, se
puede decir con seguridad, qne los noventa de
líos han bebido el gérmen de eaas rebeliones,
en las malas ideas que se les han dado en la ea*
cuela, no ménos que en las malas costumbres
qne pululan en las malas escuelas.
Si qnereis que vuestro hijo viva y crezca en
el bien, hacedlo desde luego vivir y crecer en la
verdad; y la verdad es, ante todo, la verdad
cristiana, el conocimiento de Dios y de sn ley.
“Pero, dicen también, esa veráad, es el Saeer*
dete quien debe darla á los niños, y no el maes­
tro de escuela ni los padres.’V—Decís muy bien:
el Sacerdote, efectivamente, y solo él es el ofi«
cielmente encargado por la Iglesia para ensenar
la Religión á los niños de su parroquia; pero los
padres y los maestros tienen por óbligaoion, el
ayudarle por todos los medios posibles en esta
laboriosa enseñanza. Todo ha de contribuir á
esta, tanto en el interior de la familia, como en
el interior de la escuela.
Los niños, y especialmente los niños del pue*
blo, son atolondrados, poco dados al estadio; lo
qne quiere uno que sepan, es necesario hacérse­
lo entrar en su inteligencia y su memoria, por
todos los poros, á todo proposito. Si quereis ha*
cer un cristiano de ese tontito de 8 6 10 anos,
es preciso qae pongáis ea sus ojo?, en sas orejas,
en ea lengua y en ea memoria, todo cnanto poe*
da ayudarle i acordarse de las vérdeiet», siempre
nn poco abstracta*, qae hacen el foodc* de la Re­
ligión cristiana. Ea lagar de enseñarh i leer en
yo no se qné libros insiguifi'arnés, enseñarle á
leer en el Catecismo, ea el Evangelio, en aa re
fiú<nen elemental, cono hay tantos, da la moral
cristiana. Y ann con este socorro de todos los
momeato?, la Iglesia tendrá toiavia trabajo ea
hacer penetrar biea i fondo Us liees vig-iScaa*
tes de la fe en eaa pequen» ioteligsacia- ¿ jiqí
qaé sacederi si la enseñanza de la escuela qae-
da completamente fuera del pensamiento religio*
so, el caal es el úaieo, y no nos cansaremos de
repetirlo, es el úoico que tiene poder de hacer
cristianos, es decir, verda Itíroa hombre* de bien,
hombres de conciencia, de corazoa, de deber.
El maestro de escuela debo cooperar necesa -
liamente, con todas sas fuerzas, i la graade obra
de la educación coofiada por Dios mismo á sus
Sacerdote?. La enseñanza de 1* escuela debo
seguir, ayudar,recordar la eaaeñiaza del Cate­
cismo. Sia eslo, no hay educación sólida; <5, ea
otros términos, no hay cristianos, no hay verda­
deros hombres de biea pira el porrtíuir.
Todo esto es incontestable, El abatimiento
detolador de !a Francia actual, viene sobre to­
do, del olvido de la ley de Dice; y este alvido
tiene, en gran parte, en origen en la enseñan­
za indiferente é irriíigiota de nuestras escuelas
primarias abajo y de nuestros Colegios arriba.
Luego la eneeñacza de la escuela debe ser
cristiana, como debe ser cristiana la educación.
En eete gran trabajo de formación, el espíri­
tu del niño eo debe separarse de su corazon.
VIII.
Testimonio'no sospechoso de un viejo rey de Prusia que
en nada creía.
Los enemigos de la fé da nuestros hijos ee ha*
lian aquí nn adversario en quien ménos lo espe*
jaban. Ea el famoso rey de Proeia, Federico el
Grande, el íntimo amigo de Voltaire, más incré­
dulo, si pnede serse m¿st y más axagerado que
Voltaire. Este creia ud poco en Dies y en el
alma, en el bien y en el mal; pero, Federico, en
nada creía él, y en sn intimidad no le ocultaba
eos sentimientos.
Faes bien, he aquí lo que el graa baen sea•
tido social y político de aquel malvado de genio,
le hizo proclamar é imponer &todos ana súbdi­
tos, en un reglamento general promnlgado en
Berlin el 12 de Agosto de 1763, en el pleno
reinado del Volterianismo.
“i'ederico, rey de Prueia, etc.
“Desde el establecimiento de la paz, el verda*
dero bienestar de nuestros pueblos preocupa to­
dos nuestros momentos (absolutamente como di­
ría hoy el piadoso Bismarck), y como creemos
útil y necerario poner el fundamento de ese bien­
estar, constituyendo nna instracion raciona!, tan­
to como cristiana, para dar á la javeatad, con el
iemor de Dios, los conocimiento útiles:
“Art. I, Los niños de 5 á 13 d 14 años, no po­
drán dejar la escuela ántes de estar instruidos en
tosprincipios esenciales del Cristianismo, y de sa>
ber leer y escribir bien (1).
(1) Nótese cómo tiene él cuidado de poner aquí la ¡na*
tracción religiosa en primer lugar. Esto, da parta de un
hombre semejante, es muy significativo.
“Art. II. Loa maestros á quienes la necesidad
del trabajo obligue i ocnpar algunos niños, se­
rán tériamenle advertidos de hacerlo de maDe-
ra que efos niños no se s°paren de las escnelas
ántes de faber leer lier, ni dnies de poseerlas
nociones fundamentales del Cristianismo........he­
chos que dehen hacerse constar por certificados
delpastor (1) y ciel maestro de escuela.
“Art. XII, Como loa buenos maestros eon los
que hacen qae las eecoelas sean buenas, nn maes*
tro de escuela debe eetar en condiciones tales,
que toda »u conducto fea un ejemplo y que no des<
iruya con sus obras io que edifica con sus pala»
bras. Los ujaenros, luúb qoe ci alesquera otros,
deben estar animado* de una sólida piedad, y an*
te todo, poseer el verdadero conocimiento de Dios
y de Crido.
“ Art, XXIV. En todo lo que concierne á la
escuela, el maestro debe apoyarse en los consejos y
en los avisos de su pastar.
,(Art. XXV. Es nuestra expresa voluntad
que, en ciudades y pueblos, visiten los pastores
(2) No habla aquí siso del pastor luterano, porque en
esa época toda la Prasia era luterana. El pastor es aquí
ministro de la Religión.
las escnelas establecidas en sa jarisdÍ3CÍon, do3
veces por semana, ja por la mañana <5 ya por
la tarde, é interroguen ellos mismos á los aluna-
nos.”
No es an Cara, ni nn Obispo, ni el Papa, quien
ha dado este decreto; ea, lo repetimos en voz al*
ta, nn libre-pensador de primer <5rden, cuyos
principios religiosos eran absolutamente los mis*
moB qne los de naestros revolucionar103 moler*
nos más avanzados.
Era el baen sentido qaien le arrancaba esas
confesiones; era el instinto de la conservación da
la sociedad, de la familia y del drden público,'
Los enemigos de la escaela cristiana preten -
den qne la snperioridad de la Prasia viene de
sns escaela?, y de sa sistema de instraccion obli­
gatoria. Que sean, eiqnira ana vez, lógicos con-
sigotnismos, y no traten de ponernos el contra*
principio de lo que nos cacarean.
En Prasia, las prescripcioaes de Federico el
graade han hecho ley hasta 1372; la instrucción
cristiana y el respeto práctico de la religión se
consideraban, y con razón, como el alma de la
educación en las escnelas, Si I03 Prusianos tie­
nen algo de baeao, allí lo han tomado.
Bismarck parece disponerse i ca tombiardo
estos prohíbe hablar de religión en las escuelas»
prohíbe qna loa niiios ae arrodillen, jantea la»
manes para orar, etc. Tanto peor para Prasia.
En el fondo, Bismaak y nuestros revoluciona­
rios son de la misma escuela, y ved ahí, por qué
esperamos qae la Francia no querrá ser ni sa ja»
gaete ni sa víctima.
IX
lo que lia do entead«rsó por la escuela LAICA,
Laico, laica, no quiere decir sin religión, Ub
laico ea simplemente nn hombre que no es
eclesiástico. Todos los cristianos son laicos, to»
dfas las cristianas son laicas. Vosotros mismo3,
padrea y cuadres, que leís estas páginas y que os
preocupáis con tan justo motivo, del porvenir
religioso de vuestros hijos, vosotros sois laicos;
Tan solo están elevados sobre el estado laico
aquellos qae tienen el honor y la dicha de con­
sagrarse i Dios en el estado Eclesiástico 6 en*
le estado Religioso.
Nuestros enemigos, qne no son mny faerteo
en materias de cosas religiosas, confanden o r­
dinariamente esta nocion tan sencilla, y por lai­
co entienden ellos lo qne es, si no enemigo del
Sacerdote y de la ReligioD, al ménos lo qne es
indiferente á la Religión y al Sacerdote. Para
ellos la eecnela laica es la escuela sin Religión, la
escnela no cristiana.
Es porque detestan á la Religión, á la Iglesia»
al Sacerdote, por lo qne aclaman y reclaman la
escuela laica. Si ellos entienden muy bien loque
quieren, nada entienden de lo qne dicen.
{Escuelas laicas! Pues nosotros también las
queremos y laa sostenemos; solamente hay, qne
nosotros pedimos qae, ante todo, esas escuelas
laicas sean cristianas. No basta, para nosotros,
qne ellas hagan la guerra al Catecismo y á Jesa*
cristo; queremos además, y tenemos el derecho
y el deber de exigirlo; queremos, como decíamos
poco h¿, que esas escuelas sean los anxilioa del
Catecismo, y que el maestro y la maestra traba­
jen en ellas de acuerdo coa el Sacerdote y coa
los padres de familia, en formar á nuestros pe­
queños cristianos en el cervieio y en el amor de
Jesucristo.
Les maestros y las maestras laicos qne pre~
dican loa enemigos de la escaela cristiana, son,
sabedlo bien, maestro* y maestra* sin Religión.
Desde el mome 1*0 qae oa maestro de escuela
cample, en la escuela y faer» de la escuela, coa
el primero de todos sns deberes, qae es el de
servir á Jesucristo, inmediatamente y por mas
laico qae sea, 89 le nota como clerical, y muy fre-
cnentemeote ya do pn<de esperar más que la ma*
levolencia, y aú », a’ganas veces, verdaderas
persecuciones. Por el contrario, el maestro qae
€8 laico en el sentido en que lo entienden los
eneniigoe de 1» fé e^tá seguro de una protección,
que llega á veces h^sta el eacíadalo, hasta la to«
lerancia más ind'gia.
Qoennestroa bijos sean edocados cristiana­
mente; he ahí todo lo qae qnereraos. Si ordi­
nariamente anearos Caras preñaren Hermanos
ó Hermanas (de (I'Agregaciones Religiosas) á
maestro* y maestras laicos, es porque gracias á
l<i indiferiescia religiosa, por no decir á la irre­
ligión qae domina en casi todas las escuelas ñor*
males donde se forman los maestros y las maes­
tras del Estado, sacede qae rarísimas veces son
lo qne deben ser para ccraplir digmámente sa
grande y santa misión.
¿Q liéo puede llevar á mal qae nn baen Sacer­
dote do quiera dejar cnos tiernecitos niños, ca-
yas almas se le han coañado, ea maaos de aa
maestro ó de ana maestra sin religión? Lo con­
trario, sí seria estraño. No ea por él, sino por
la fé y la salvación de aas ovejas, por lo que el
Cara reclama la escaela cristiana. Poco importa
que sea atendida por as laico, por nn Hermano
ó nna Hermana, oon tal qne todo ae haga en ella
conforme &la voluntad de Dio?; con tal qne el
ministro de Dios eocaentre en ella el apoyo ¡£
que tiene derecho para edacar cristiaoacaente á
ese pequeño pueblo qne ama.
X.
Por qué motivos rechaza la Iglesia lo qua llannn eiloa la es­
c u e la OBLIGATORIA y GRATUITA*
Nuestros librea* pensadores, enemigos do la
Iglesia y de la patria, tioaen uaa tirria qus aalo
á toda propósito como una espacie de ritorneUoi
uLa escuela LA.1CA, OBLIGATORIA y G-RA»
TUITA.
Tf do el veneno esté en la palabar LAICA,
6 per mejor decir, en la idea impía qne ocultan
ellce bfcjo eea palabra, tan icofeneiva en 8Í mis»
na; y úl icaosente, tened esto bien entendido,
porq» e la egcoela Ihích qne quieren imponer á
)(■ Francia, es la escuela t-in Dice, la escuela sin
J^eccriflo y fin Religión; es por lo qne qnieren
laceria obligatoria y gratuita. Es usa verdade­
ra ecnepiracion centra la fé de nuestra Francia*
* P» imero, dicf n, edequeeoos la juventud fuera
de la Iglecia; es decir, contra la Iglesia; despues
cbliguécDoe á los padres á que la envíen d núes*
trae escuelas ein Dios, para que nada senos es*
cape; y luego, por ün, quitémosles todo pretexto
dertolanar haciendo p g ar todss esas escuelas
per ti Es18do, sin pedir nada ni á los padres ni á
los hijos. Con este sistema, la Francia será nues­
tra dentro de quince ó veinte anos,” Este plan ea
tan feltaipable cemo lien cou.binado. Esabomij
iable, jorque es la guerra á Dios y á las almas-
eet¿ f¿1h irteite ce mbinado, porque si bus “etcue
las laicas” llegaren á dominar y hacerse obliga*
to iat jara tedop, alcanzarían infaliblemente el
remitido impío qne te prometen;la Francia per­
dería la fe.
Ic r eto m bm iiccs roectrop, con toda la
otrgí& de efB misma íé. la escuela revoluciona­
ria, laica, obligatoria,gratuita.
Si la escuela fuera cristiana, como debe serlo
y como lo será siempre, aeí lo esperamos, ai la
escuela faera cristiana, lejos d9 llevar i mal qia
fuera obligatoria, la Iglesia seria la primera ea
aprobar nn sistema qae po.ndria á toloa aa* hi~
jos en la feliz obligación de ser tan instruido* y
tan bien edacadoa corno faera posible. Pero ío
que ella no quiere, & niogaa precio, es que ios
padres cristianos (os decir, 99 íe cada 100. 99í)
de cada 1,000) seaa obliga Í03 4 enviar á sas hi­
jos á RLas escuelas eu donde todo los apatraría
de la Religión, corno lo hemos demos .rado mis
arriba.
Ea e8to,ccmo siempre, loa revolucionarios coa
su palabrería de libertad, progreso de las luces,
etc., son unos tiranos y unos verdaderos déspo­
tas. Pisotean la primera y la más legítima de
todas nuestras libertades, la libartai religiosa.
Porque ellos do creen, quieren obligar i los de-
mífs á eo crtíer; y lo qae nos qaierea iacalear, de
grado por fuera?, ao os ai la ciencia ni U itss-
trnccion, sino seüCilla&eüte sas doctrinan irupús.
Yo os pregunto, ¿tenemos razón nosotros, nos­
otros los cristianos, de no qaerer sa instrucción
obligatoria? No queremos sa intruccion, porque
es falsa y perversa; y no queremos qae se obli­
gue ¿ nuestros hijos & recibirla, primero, par­
que 210 somos esclavos nosotros, ni ellos tampo­
co; y, efgando, porqae no queremos qae se nos
cbligne á hacerlos emponzoñar.
En cnanto á la eECuela gratuita de esos caba»
llerop, todavia hay aquí nna iniquidad digna de
ellos. Esas famosas escuelas sin Religión, todo
podrán eer, ménos gratuitas, supuesto qae el
Estado las ha de pagar y las pagará bien. Aho­
ra, decidme, ¿qnién llena las arcas del Estado?
Son los cristianos; y la minoría de los contri­
buyentes qae se declaran no cristiano?, es tan
insignificante, qae paede contarse por mala. De
auerte que, (¡qné bnenos apóstoles sois!) con
vuestra apariencia de generosidad, de desinta -
iés, de amor al pueblo, no quereis hacer más qae
obligarnos i que nosotros mismos pagaécBos la
mina moral de nuestros hijos! Querei3 obligar
i la Francia católica i matarse con sus propia
nanos, á despojarse por sí misma del manto real
de ea fé. {"Vaya, pues! Eso es la mayor desver­
güenza I...........
No, no queremos ni vuestra instrucción laica*
ai vuestra instrucción obligatoria, ni vue&tsa isa*
truccion llamada gratuita. Como cristianos, qae •
jemos eer libres para hacer educar cristiana­
mente á nuestros hijos; y si venía diciéndoaos
todavía que no rechazamos vuestras idea? sino
porqne queremos mantener al pueblo en la igno­
rancia, os respondí rémos, con U faoqnez¡i d©
la iodigDaciOD, qne sois nnoa embrolladores y
y mentirosos. Vosotros sí 8<iis lo- hijos de las
tinieblas; nosotros, discípulos ‘le la verdad y dej
Evangelio, somos ios hijos de la luz. y lo que to­
davía es mas, sghjOb, corno lo h .. ur<>cla>nalo el
Hijo de Dioe, nosotros bohíos la faz del mundo.
XI.
Cómo todos los impíos, los Comuneros, los hombres do mal
vivir» son simpáticos á la escuela sin religión.
Ea(e ea nn hecho evidente qm no necesita do
pruebas. Todos los revolucionarios, es decir, to­
dos los rebeldes á Jesucristo y á eu Igl^ia, eon
simpáticos á la escuela eiu Religión. Desde la
cumbre de la escala social, deí-da I09 g>beruai-
tes Volterianos, hasta el ú tii ho bla-femadoroillo
de taberna, todos reclan an, como na >e eeho, lo
que llaman ya escuela laica, ya escuela libre, ya
escuela nadoual. Ea el fondo todo esto significa
escuela sin Dios; enseñanza y educación, uo so­
lamente indiferentes, siao hostiles á la Religión.
¿7 por qné hacen ellos esa triste capaña? Es
porque impulsados por el demonio, ea quien ao
creea ye, quierea aniquilar el reino de Nuestro
Señor Jesucristo sobre la tierra. Y como Jesa*
cristo no reina en el mnado, sino por medio de
su Iglesia, del Papa, aa Yicario, de loa Obispos
y Sacerdote?, sus ministros; como las Congrega­
ciones religiosas son los auxiliares más precio­
sos de la Iglesia para la educacioa de la juveu-
tud, se ligan todos juntos para destruir el Papa>
do temporal y espiritul, para aniquilar por todos
los medios la influencia sagrada de nuestros
Obispos, de nuestros Sacerdotes y de nuestros
Ordenes religiosos.
Esta cuestión de la escuela, que ea boca de
ellos parece ao ser más qae aaa cuestión nacic-
nal, es ea realidad una cuestioa religiosa. Como
lo decíamos al eooieuzar, todo se reduce í sabar
si la escuela debe hacer de nuestros pequeños
hijos anos cristianos <5unos libres-pensadores;
hombrea de fé ú hombres sia fé; católicos <5re­
volucionarios, Loa predicadores de la escaela
sin Dios, se cuidan muy poco del maestro de es*
•cáela; sa atencia la tieaea fija ea el Cara. La
escaela oo les import^.aíno bajo el pinto da
vista de la Iglesia, y de todo, cnanto se dice 6 se
hace en la Iglesia* Si padiéraís vosotros leer
entre sus líneas filantrópicas y endalzadas, coau-
do escriben con tanta moderación sobra los in­
tereses de la javentad, sobre el porvenir del
pneblo, sobre el atnor de la ciencia, ete., ved
aquí lo qne leeríais ea Carsctéres trazados, no
por la mano de Dios, sino por la mano misma de
Satanás: “¡Nada de Religión, ni de misa, ni de
Sacramentos, ni. de Catecismo. Nada de Sasor*
dote?, ni de Religiosos, ni de caito, ni.de Iglesia,
Nada de Cristo, nada de íé, nada de Dios!” Ved
ahí el fondo de esa lacha qae estamos presen­
ciando. ¿Dejaremos al enemigo de DÍ03 y de los
hombres llevar i cabo gas planes iafernales!
• Ese es el plan de la Revolncion qae qaiere
descristianizar á la Francia, á la Europa, al muu^
do, y que para llegar á sus fines, se sirve de
todo; de las leyes, de los gobiernos, de la políti*
ca, de la prensa, de la corrnpcioa de las costum­
bres, y, repitámoslo muy alto, de la instraccion
pública y de la escaela, en donde so tarea ea más
fácil, i cansa de la mayor facilidad qae allí tiene
de i-educir el espirita de los niños,
Si dejamos obrar á la Revolncion, en ménos
escuela sm dios,— £
de medio siglo nuestra pobre Francia estará p&r»
dida, deshonrada, sin remedio.
XII.
Calumnias groseras que se esparcen' contra los Hermano»
y las Hermanas, con respecto á. la instrucción.
El Coco de los adversarios de la escuela cris­
tiana, ¿será preciso decirlo? son desde luego los
Hermanos y las Hermanas que so dedican á la
edccacion cristiana de la juventud. Nuestros re*
volucienerios los detestan todavía máp, si puedo
ser, que á los Sacerdotes.
Tienen macha razón: los Heroeaaos y las Eer.
manas son los enemigos-natcs de la escuela sin
Religión, de la escuela revolaciouaria; como la
verdad es enemiga-nata de la mentira; la cari-
dad enemiga-nata de la malicia. ¿Qné no dicen
para hacer creer á los ignorantes qae el bisu es
el mal, que los Hermanos y las Hermanas son
los enemigos del pueblo, y qae los {aires de fa­
milia no dehei confiarles eih hijos?
¡Mienten! Ha ahí ea arma, la única de qae
pueden servirse: mienten con la esperanza do
poder matarl
Dicen, con an descaro qae engaña á la mayor
parte, qae los Hermanos y las Hsrmanaa soa ig*
norautes; qne en sas escuelas nada aprenderán
los niñoe; qne al contrario, los maestros y las
maestras laicos, es decir, sin Religión, no lo olvi­
demos, ellos solos poseen la "cienoia” qae se ne­
cesita para formar “ciudadanos? Esta calumnia
eale ¿ cada paso,
Desgraciadaraeate para ellos, ahí ostia loa he
cbos, qae los convencen en toda línea, de im­
postara y de mentira. Cada año hay en todas
naestrag grandes ciudades concursos públicos,
ya para los diplomas ó certificados da estadios,
ya para ciertas recompensas conce ;ída¡3 por loa
departamentos ó las municipalidades, hasta por
los franc-masones; y esics concursos son presidi­
dos por gentes da la Universidad, casi siempre
enemigas de las Congregaciones enseñantes.
Ahora bisp, notad e¿to coaateacioa: el resal­
tado de esos concursos, publicado cada ario, es,
casi sin excepoioD, favorable, y m il que f,j?ora*
ble i las escuelas da loa Hermanos y las de Her­
manas. Algunas veces el éxito es tal, qae difí­
cilmente se creería, si no fuese la Universidad
misma quien lo publica. Ciertamente que no h’ay
exageraron en decir qse exista nna proporcion
de quince á veinte, y,.en machos casos, de siete
á diez.
Los días 9 y 15 de Jallo del 8ño pasado (1872)
hnbo un ccncarso ganeral entre todas las eseue*
las comnnále3 laical y CoDgregacionistas de la
ciudad de París, Do 205 alumnos presentados
por las escuelai laica?, 57 eq declararon admisi*
bles para Jan escuelas su p erio r; de 169 alum­
nos presentados por las escuelas de los Herma*
no?, se declararon admisibles 143 para esas mis*
mas escuelas-. De parte da las escuelas laicas
148 eliminados; de parta do los Hermanos 26
solamente. ¿Es esto claro?
Ea ese mismo año de 1872, la escuela de loa
Hermano?, de Valencia, obtuvo, como los año3
precedente?, en éxito más significativo todavía:
de 5 alomaos presentados por los Hermanos pa­
ra la Escuela de Artes y Ofieio3, todos los cinco
fueron recibidos, con los números 1, 2, 3; 4 y 6.
Esto está sucediendo haca veinte y treinta
fcHosj por más que hacen la Universidad y los
Ministros de Instrucción pública, por más que
favorecen desvergonzadamente sus escuelas lai­
cas, por más qae ponen trabas y hacen iatrigia
& los pobres Hermonos, nada consignen: I03
Hermanos llevan la ventaja en toda línea, siem­
pre y en todas partes; To recnerdo nn gran
concurso en el Palacio Municipal de la ciadad
de Parí?, hace algunos años, en el cual loa doce
primeros nombres faoron tomados como por aaaU
to por los alumnos de los Hermanos; hasta el
quincuagésimo, apenas habia 7 ú 8 alumnos de
las escuelas laicas.
En Burges, en uno de los últimos concursos,
los dias 29 y 30 de Julio, de 18 niñas aspiran­
tes al Título elemental, solamente fueron admi*
tidas 10j y de estas 10, nueve eran alumms de
las Hermanas. Solo una alumna de las Herma -
naa quedó eliminada, eu contraposición de la
única alumna presentada'por las escuelas laicaas,
que fué admitida.
Ea Q-renoble, obtuvo el miamo resaltado ago-
viador para los partidarios de las escuelas lai­
ca?, deesas escuelas sin Religión: de nueve ad­
misiones, siete fueron ganadas por las escuelas
de. Hermanas, y tan solo dos por las escuelas
laicas.
Preguntaremos otra vez: ¡es claro eato? Sa
trata de núaeros; yo desafio á que se contesten.
Y, en verdad, si los Hermanos y las Hermanas
son ignorante?, como quieren decir: ¿qué son los
otros?
Para las gentel de buena fé, qne saben las
cosas, esta cuestión ya no lo ep. Bajo el ponto
de vista de la instrucción, las escuelas de nnes-
tros Hermanes y de nuestras Hermanas, son so*
perioree, y con mocho, á las ©tras,
Y es muy sencillo. Por honrados que se les
suponga, los maestros y las maestras del Estado,
deepaes de todo, no hacen más qne ejercer un
cfício; nn oficio honroso, nn oficio útil, tanto co­
mo queráis; pero al fin, nn oficio, y no nra obra
de abnegación. Hacen eso por dinero; mientras
qne nuestros Hermanos y Hermanas lo hacen
por el amor de Nuestro Señor, en ún interés mny
superior á todos los intereses de este mondo,
considerándose felices en acabarse así ea el ser­
vicio de Dios, y proponiéndose, ante todo, ha*
cer bien á esas tiernas almas que aman y qne
les ha confiado la Providencia.
Si bus escuelas no siempre sóti gratuita?, esf
bien considerado, porque los Hermanos y las
Hermanas necesitan vivir; y desde qne la Re­
volución ha tenido cuidado de arrebatarles todo
lo que antes poseian, los Ordenes religiosos han
quedado pobres, y los Hermanos y Hermanas
qae envían á dirigir nuestras escuelas, se mori­
rían de hambre si los paeblos y las parroquias
no les diesen ana corta retribución anual. Esa
retribacioB, por otra parte bien modesta, de nin*
.gana manera qaita á sn obra sa carácter supe­
rior y exclusivo de abnegación religiosa, de fé,
de caridad.
Lo repito, por bueno que pueda ser un ma93*
tro laico, casado, asalariado por el Estado, el
interés de su familia y de su porvenir, ocupan
siempre, y con justicia,'el principal lugar en el
cumplimiento de sus deberes. Si es cristiano, no
hará mal i sus pequeñitoa alumnos; podrá hasta
hacerles bien; pero, faera de algunas rarísimas
excepciones, nunca podrá compararse ese bien
á la infidencia diaria que ejercen sobre los niños
los Religiosos y las Religiosas, que, tanto en la
escuela como en la Iglesia, en medio de sus ni­
ños como en sa vida privada, ponen, por oficio,
el servicio de Dics en primer logar; y con sus
ejemplos, no méaos qae con sas palabras, les
ensefian á orar, á servir y amar á Jasacriato»
Su solo hábito, ¿no es úna predicación de cada
momento? /
*1
El Hernano, la Hermana, aplicados i la es­
cuela, hacen este bien por estado; esta es sa vo-
caeion. Seiia ridículo esperarlo de nn maestro
laico.
Esto no qaiere decir qae nn maestro laico, 6
qne una maestra bnena cristiana, no sean capa*
cea de hacer grandes servicios, ann bajo el pan­
to de vista religioso; solamente decimos, y es
nna verdad evidente, qne nuestros Hermanos y
nuestras Hermanas están en condiciones mny
pupericres i ellos para obrar el bien, y qne es­
ta es la razón por qne los revolacionarios ene­
migos de la fé y de la Iglesia, los detestan tan
profundamente y procnran desprestigiarlos, á
fin de poder más fácilmente deshacerse de ellos»
T á causa de ésto, igualmente, sucede tam­
bién que los padres de familia que presentan sas
pequeños hijos i las inspecciones de polícia pa­
ra hacerles recibir en la escaelas primarias, im­
pulsados por el instinto del amor paternal y ma<
tersa!, no «dénos qne por el instinto religioso,
piden, ei no todos, casi todos, que sas hijos sean
enviados á las escuelas de los Hermanos. Este
instinto popular es incontestable, y es signifi­
cativo. Es una especie de sufragio universal,
qne proclama más alto que todos los discursos,
la enperioridad de los Religiosos y de las Beli*
gioeas en la dirección de las escuelas.
Este es el voto casi universal del pueblo Fran*
ces, qae nuestros demócratas pisotean, cuando
en sos Concejos municipales, y aun departamen­
tales, anteponen sus pasiones impías á los ver­
daderos otos de los pueblos, caja representa­
ción Ee abrogaD.
¡[Pebre Francia!! cómo se borlan de ella en
eia gran caestion de las escuelas, así como, por
otra parte, en las más de las otrael No son los
pneblos, eiuola revolncioc, qnien quiere dester­
rar de nuestras escuelas &los Hermanos y i las
Hermanas.
X III.
Calumnias que eeparecen contra ellos, etn respecto á sus cos­
tumbres.
Los enemigos de los Hermanes y de las Her­
manas atacan ea moralidad. Pretenden qne los
padres de familia no pnedan confiar con seguri*
dad sas hijoj á loa Hermanos ó i las Hermana*.
¡Pero cuál es la base de an razonamiento, (5 por
mejor decir, ¿caál es el protesto;de sas odiosas
insinracionet? Eate: “Dof, tres vece?, en an
año, en toda la Francia, an Religiosos olvidan lo
todos ens deberes, comete an eseápflalo. Ii ^go
ya no se pnede tener confianza en'Zas Reli­
giosos.”
Es esto como si dijéramos: “ Fía? dos comer­
ciante á quines la justicia ha castigado como cul­
pables de robo; Inego ya no podemos tener
fianza en ía honradez de ningún comerciare.
—Hay dos, tres padrea desnaturalizados ú q iie-
nes condena la justicia por bárbaros tratamien­
tos qae han dado á sas pobres hijos; lapgi to ios
los padres son desnaturalizados, y as debe des
confiar de ellos.—Hay algaaos soldados qae, ea
nna acción arrojan sas armas y auyea;luego to­
dos los soldados son anos cobardes!”
Ciertamente los pocos miserables qae, hollaa*
do con los piéa todas las leyes de la conciencia
y del honor más vulgar, cometen an ateataio de
esos qne la ley castiga con tan justo rigor, son
grandes cnlpablas; pero, decidme, ¿ao soa la Igle*
sia y la Religión, las primaras, no soUmeuta
en condenarlos, sino en espoliarlos ia m e iu tí­
mente y sis misericordia?
Fcera de esto, ¿qué los maeatroa del Estado na
lieaen también ellos, y aan en mayor escala, sus
deplorables miserias? Pero los enemigos de la
Religión no hablan de estoa jamás, mientras qao
jeáalau con el dedo y abultan con toda la par­
cialidad del ddio, el menor escándala, que mu­
chas veces más es aparente qao real, dado por
nn Religioso.
No sscnchemop, pue?, á esos FARISEOS. Lo
qtw detestan ellos hoy, es lo que detestaron sus
padres en otro tiempo: á Jesucristo, á la Yerdad»
á la Religión. Como en otro tiempo, calumnian,
mienteD, emplean la perfidia, mientras que pue­
den emplear la violencia; y en esto está el secre­
to de todo lo que se dice, de todo lo que se hace
contra el Clero, contra loa Ordenes religioso?,
y todo especialmente contra las Congregaciones
enseñantes.
Nuestros Religiosos y nuestras Religiosas,
qnitadas rarísimas excepciones, son lo que hay
de más honroso, de más puro, de más merecedor;,
de más excelente en Francia; y los padres cria*
tianos do paeden encontrar mejores auxiliares
para ayudarles á hacer de sui hijos anos buesos
niños cristiano?.
Si es verdad qne nuestras escuelas cristianas son focos de
oscurantismo, de política retrógrada y de reacción!
¿De T(acción?. . . . ¿Y contra qué?.. . . Contra
la impiedad y el vicio? Sí, ciertamente! Contra
las detestables doctrinas revolucionarias, subversi­
vas de la Religión, de la autoridad, de ia familia*
del orden social todo entero? Sí, eí, y mil vecea bí,
Y esto es lo qne hace que ee les quiera snprinir»
¡Focos de reacción política en nn Bentido caal<
quiéra? No, en ningún sentido. Y nuestros ra­
dicales lo saben también como nosotros. En
nuestras escuelas, no nos ocupamos de política,
laito sos va que cea blanca como tricolor (5ro­
ja; y esto es lo que pone en tortnra í nuestros
denxfcratae. Ellos quisieran qne nuestras escue­
las, tjce son eantnarios de la simplicidad y de
]a j:az, ee convirtieran, bajo la dirección de sns
maestros de escuela Com añeros, ana especie de
CLUB3IT03 en focos de rebelión. Como revo*
lacionarios, no sueñan más qne revoluciones;
hombres de rebelión, quisieran sembrar la rebe­
lión por todas partes.
Esto es lo qae nosotros.no queremos; esto es
lo qae nosotros no hacemos; esto es lo qae no
hemos hecho jamás, y lo qae jamás haremos.
Llamen cuanto qaierau i cato, ‘‘oscurantismo?
ll&méDlo “reacción/ ’ ¡está bien! yá sabemos nos­
otros lo qae qaieren decir. No acusan á nues­
tros Hermanos de las escuelas de qae se oca-
pan de política, mis qae por hacerlos odiosos i
las poblaciones, y para envolverlos en los odios
que los periódicos revolucionarios excitan con­
tra el partido del drden y de las gentes hon«
radas.
En nuestras escuelas, los Hermanos y laa
Hermanas se ocupan de hacer qae sus tiernos
niño sean buenos cristiano?, gentes de bisn y
verdaderos ciudadanos. Dejan á los agentes de
la Revolución y de las Sociedades secretas,
la criminal tarea de hacerles perder la cabeza
bajo el pretexto de “libertad" j de REPU ­
BLICA.
Digan lo qae quieran, la política nada tiene
qae ver ol la escuela,
XV
Si (i verdad que la égcaela cristiana no sale formar
ciudadano.
fiito dependí de lo que se entienda por “ OIU»
DADANO.” Loa revolucionarios entiende por
candadano ata espacie de exaltado, qae trae
siempre en la boca las pa1abras de PATRIA, de
PATRIOTISMO, de LIBERTAD, de igualdad,
de fraternidad (¡<5 la muerte!) qae está pronto
siempre i armarse contra la autoridad legítima;
es decir, no revolucionaria; qae hace el faafar-
j o b , y qne, con pretexto de altivez nacional, es
ingobernable.—Eae ea el ciudadano que forrnaa
la escuela ein Religión, el taller sia Religión, 5a
familia sin Religión, el periódico sin Religión, el
Estado sin Religión. En todas nuestras ravola
cienes ee le ve tomar parte, y no 63 hermoso.
La esunela cristiana, no eolo no forma ciuda­
danos d“>este jaez, eioo qae tiene por misión
directa, evidente, el impedir qne ee formen. ¿Se
eqoivoca? ¿Qiécosa es, decidme, el “ciudadanan
revaluciooario, si no el hombre de desdrden y
de mala fé, el faator de pronunciamientos, el Co-
u>nnero?
Dios y la Iglesia condenan ese asqueroso cora*
pneet" de orgullo, de presunción, de ignorancia,
de cólera, de violencia, y, casi siempre, de des­
templanza y de Injuria. La escuela cristiana ha»
ce <tro tanto; lo reprueba, y se esfuerza en pre*
e^rvur de todos esos vicios y de todos esoa er­
re-re» el espíritu y el corazon de los ñiflas que
ella eaaea.
Pero m ella el la enemiga del falso ciudadano,
ea uuiUeu Ja amiga y la madre del ciudadano
vertía tero Voa quereid, ¿no es asi? que vuestro
Lijo húga un dia honor á sa patria? ¿queréis qae
eeu tuda bu vida na hombre de bien, un hom­
bre 4U0 cumpla con sus obligaciones, un hombre
tíe óruea y de abnegación? Esto es lo qne se
l¡aa<a ?er buen ciudadano de arriba á abajo en
la escuela social. Quereis qne vuestra hija, he­
cha ya mujer y ¿ bu vez madre de familia, sea
j ^fcrujh&e^ca honrada, buena, virtuosa, casta?
i'uea bien, en eBía grande obra trabaja ¿a es­
cáela cristiana, de concierto con el Sacerdote y
con 7os. Los demagogos dicen que en nuestras
escuelas no formamos más qae cristianos* y qae
no nos ocupamos de formar ciudadanos. Esto ea
falso: por el solo hecho de formar cristianos, for*
mamos ciudadanos, bneno3 y verdaderos ciadas
danoe, ‘‘Loa mejores cristianos, decia tiempo
atrís el rey protestante Gustavo Adolfo, son
siempre loa mejores soldados.” Otro tanto se
puede decir de los ciudadanos: “Los mejores
cristianos son siempre los mejores ciudadanos/’
es decir, loa hombreí más verdaderamente con>*
sagrados á los iatereces y á la felicidad de 83
patria.-
Nuestros revolucionarios, de todos los grados,
«on los más miserables ciudadanos que pueden
darse. Bajo la cubierta de las grandes palabras
que decíamos poco ha, no procuran más que
contentar sus malas pasion93, tenar sin traba­
jar, asaltar algunos buenos puestos muy lucra­
tivo?, sia cuidarse del mundo de los negocios
públicos. Ya I03 hamos visto fancionar en la
época de la Comuna; y lo qae faeron entdncea
serán siempre.
Solo la Religión puede formar verdaderos
hombres de bien; y por esto, la e3cnela enear-
gada de formar á loa hombres, debe Ber críatia-
na, profaadámente cristiana.
La escnela sia Religión jamás formará otra
cosa qae revolucionarios, rebaldes, borracho»,
Comuneros.
XYI.
Sel crimen de los que envenenan el espíritu y el corazon
de la juventud.
El Código penal castiga coa la pena de muer­
to á loa envenenadores, y tiene mocha razón.
Nada hay mis odioso ni más vil que esta forma
del crimen. Pero, decidme, ¿quién es aÍ3 cul­
pable, el que enveaeua y mata al cuerpo, 6 el
que envenena y suata el alma? ¿No es el alma
la qae hace de nosotros unog hombres? El al­
ma ea cien veces, mil veces, superior al cuerpo.
Luego, ei tcatán lose dsl cuerpo, es tan graa orí*
ESOTELA BIS DIOS,—5
men envenenarlo, matarlo, ¿qné será tratándose
del alma?
Pnes bieD, la Francia está llena de gentes qae,
á ciencia y paciencia de todo el mnndo, están
envenenando las almas, no con arsénico ni car­
denillo, sino con doctrinas abominables, las coa*
les, penetrando poco á poco en el espíritu» lo ha*
cen incrédulo, impío, rebelde; y llegando basta
el corazon, le dan el gasto del mal, el ódio de
Dios, el hábito del vicio.
Envenenadores públicos son todos esos qae,
de nn modo ó de otro, enseñan el error, ya en
religión, ya en política. Lo son, en primer la ­
gar, los malos maestros y las malas maestras; los
malo9 institutores y las malas institutoras de es»
cáelas ein Religiou, sin principio?.
¿Qaé enseñan ellos á los pobrecitos niñcs qae
ee les confían? A leer, á escribir; está bien;
pero les enseñan además, y sobre todo, así por
£os ejemplo?, como por eos palabras, á vivir sin
Dioi?, á menospreciar las santas prácticas de la
B eligioD , á borlarse del Sacerdote, á desdeñar
la oraeion y la santificación del domingo, las
leyes de la Iglesia, la ConfeeioD, y la Comu­
nión pascual. Los habitúan á no hacer el bien
por conciencia <5por deber, sino bascando ante
todo en interés penoaa), á ganar dinero, á ha*
cerre egofátas. Frecnentíeinjanierite, sobre todo
en tt0ir¡ent08 de críete política?, eso« maestros y
eeas maestras de escuelas sia Religión, dan al
más ínfimo precio, escándalos coy s vestigios
qoedan profañdamente graba ios en U roeojoru
de los niíos.
Ese envenamiento moral es on críoisa de pri*
mer órdeD. Ataca no solamente á la Iglesia,
riño &la Sociedad misma en ea rai?, en sa cora*
zon. Prepara espantosas ruinas para e! porve
nir. Los qne lo cometen deberiaa sar tratados
como los peores de los criminales, tanto mis cri­
minales cnanto más se ensañan contra unos po-
brecitos inocentes privados de defensa, qae creen
fácilmente lo qne se les dice.
Los qne lo dejan cometer, y todavía raí*, loa
qne lo hacen cometer, soa nno miserables, ene -
roigos de Dios y de la Sociedad; no hay nn notn*
bre con que agobiarlos. Si la justicia hiinan.'t
es bastante ciega para no castigarlos, la inexo­
rable Justicia divina los espera al salir de este
mando: el formidable Jaez ante quien entáccaá-
habrán de comparecer atónitos, llenos de torro,
lo ha declarado en sn Evangelio.
“ Cualquiera que hubiere escandalizado á uno
solo de estos pequeñitos que creen en mí, yo os juro
que fuera para él mejor ser precipitado al fondo
del mar, con una piedra de molino atada d
cuello”
Pero no es á nn niño, sino á toda ana gene*
ración de niños á qnien escandaliza; es decir, i
quien pierde y i qnien corrompe el maeBtro 6 la
maestra de escuela sin Religión: y siendo esos
niños anos peqaeñitos bautizados, unos peqaeñi*
tos Cristianos, es de ellos de quienes habla aqní
directamente Jesucristo. Escandalizaríos es co*
meter nn asesinato, y un asesinato sacrilego; es
arrancar á Dios el espirita y el corazon de sos
hijos. ¡Ay del hombre qae cohete eee crimen!y
¡ay de la Sociedad qne lo ñtju cometer! ¡ay de
loa periódicos que lo preAbaa! ¡sy de los hom*
bres públicos qae tienen 1» -jadía de erigirlo en
ley !•»•••>!
Toda ley contraria í la ley de Dios, es nnla
y de ningún valor. La conciencia prohíbe so­
meterse i ella; eso seria apostatar.
Si nuestros impíos consignen hacer erigir ea
ley su sistema de educación anticristiana, entra­
mos ya en los caminos de la persecución abierta;
y ser¡í llegado el caso, así para los padres y ma*
dree, como para los hijos, como para los Sacer­
dote?, como para I03 seglares, de repetir la pre­
ciosa palabra salida en otro tiempo de los labios
de los Apdéíolea. (iEs mejor obedecer d Dios,
4 los hombres!:1
XVII.
Crimen y locara de los padres que educan sin Religión
&sus hijos.
Los padres y madres qae educan, ó qae hacen
educar ein Religión &ens pobrecitos hijos, no son
ménos culpables qae loa malos maestros de es»
cáela; y, como éstos, responderán de aquellos de­
lante de Dios.
Son, al mismo tiempo qae cnlpaples, insensa­
tos: culpables, porque faltan gravemente á sa
primer deber de padre ó madre, qae es de ayu­
dar con todas sns fuerzas á la Iglesia á salvar y
á santificar esos hijos qae Dios les ha dado; in­
sensatos, porque nn dia recogerán lo que hayan
sembrado, y entóneos se apercibirán, pero de­
masiado tarde, de qae ana mala edacacion no
produce más qae malos frutos, frecuentemente
86 verá el hijo cocavertido ea nn malvado, en nn
libertino; síd fé y sin temor do Dios, se abando»
rará á sos pasiones; y foliz será ei no llega has­
ta el deshoEcr; la hija correrá el inminente ries­
go de dar también su fruto, y de causar i sos
padres? gbo de esos pesares que no tienen nom­
bre. May pocas son las gentes que conservan
ia honradez y las buenas costumbres, cuando, pa­
ra mantenerla?, no tienen el freno saludable de
la conciencia, el temor da Dios y el omnipoten­
te socorro de los Sacramentos!
Aeí, puee, padres y madres de familia, cui­
dad del porvenir. Cuidad de la cuenta que os
ha de pedir Dios del alma, de la fé, de las cos­
tumbres de vuestros hijos.vCuidad de vosotros
mismos, y, por el interés de vuestra misma fe­
licidad en la tierra, de lo que infaliblemente ha
de resultar de 1a educación que les hayais dado,
<5hecho dar.
No olvidáis que no teneis vosotros derecho de
educar ni hacer educar sin Religión á vuestros
hijos; es para vosotros un deber de concioneia,
bajo pena de pecado grave, no solamente hacer
que vnestrcs hijos oren en la casa, y el enseñar»
íea con vuestro ejemplo á servir á Dioe, sino
también el no confiarlos más que á maestros y
maestras de escuela, capaces de ayudaros en vites•
ira grande cbra. Nada bueno conseguiréis bí la
escuela no trabaja en el mismo sentido que vos­
otros, si la escuela no es criatiaaa como la fa­
milia.
To se bien que eBto, desgraciadamente no
siempre será posible; hay buenas parroquias,
que, gracias á un Alcalde y á nn Concejo mu»
nicipal impíos, tienen por maestro, por único
maestro, nn hombre sin fé y sin ley, y algunas
Teces hasta an Comunero, un hombre sin cos­
tumbres, tres veces indigno del puesto que ocupa.
Es nna desgracia inmensa; pero lejos de desalen­
taros, debeis redoblar la vigilancia y el celo para
inculcar á vuestro pobre hijo principios sólidos
de Religión# Debeis luchar, tanto cuantopoiais, y
á todo propÓ8Üot contra la mala influencia de la
escuela á que os veis obligados á enviarle. Debeis
predidarle, con el ejemplo, más que conpalabra»,
y cuidar de que cumpla con vos todos sus deberes
religiosos,
Si al lado di esa escuela corruptora, el celo de
vuestro Cura llega á abrir una escuela LIBRE, un a
escuela CRISTIANA., [(una escuela CAI OLI»
CA) no olvidéis qae TENEIS LA. OBLIGA.-*
CION DE MANDAR A É3TA., lo mái pronto
posible, d vuestros hijos, y de quitarlos, tan luego
tomo podáis, del peligro que les amenaza en la
escuela en que están.
Para la familia, aaí como para la Iglesia y la
Sooiedad, la escnela cristiana es la salvación, del
porvenir; la escuela sin Dios, la escuela sin
Cricifijo y sin oraciones, es la mina y la perdi­
ción.
XVIII
Que la escuela dele ser para la Iglesia lo qne ana hija es
para ea madre
Al enviar Nae6tro SeSor Jesucristo á sa Igle­
sia en medio del mnndr, le ha dado el cargo de
‘ «ENSEÑAR Á TODOS LOS PUEBLOS” .
Esto es para el Paps, para loa OMspos, para los
Sacerdote?, no sotanee ite an derecho, sino nn
deber; derecho qne ningún hombre puede legíti­
mamente quitarles; deber del cual no pueden
eximirse sin arriesgar en salvación; deber qne
desempeñan, no por dominar, como han osad
decirlo algunas altees bajas é ignorantes, sino
por bacer reinar á Jesucristo en el mando, y
por procurar la salvación de sus Hermanos.
En la enseñanza, como decíamos, hay dos «o»
eas distintas, pero unidas y subordinada la una
á la otra; hay conocimientos qne son para nos­
otros útiles, y ann más <5méncs necesarios á to­
dos para ganar nuestra vida y para cumplir las
obligaciones de nuestro eetado, como el saber
leer, escribir, contar, saber bit n nuestra lengua,
y tal ó cnal lengua extrangei a*, saber maa ó mé*
dos la historia, la geografía, las ciencias natura*
les, y aun saber el latió, el griego, etc.; pero,
además, hay la gran ciencia, la ciencia divina de
la salvación, de la cual nadie, ABSOLUTA­
MENTE NADIE, debe carecer, y que enseña
al hombre d conocer, ¿ servir y amar á sn Dios
en este mundo, ¿ ün de poseerle eternamente
feliz en el otro. Esto es de lo que se compone
la enseñanza.
Ahora bien, la Iglesia está puesta por Dios
mismo al frente de esta enseñanza. Ella es la
encargada, no de eneeñar á los hombres á leer,
ni á escribir, ni á contar, etc., sino de vigilar
mny de cerca qae nadie se aproveche de la
enseñanza de les conocimientos naturales para
alterar la doctrina cristiana ni para apartar de
Jesucristo los espiritas y los corazones.
Ella está consegrada de cuidar muy de cerca
qne la educación cristiana esté inseparablemen*
te suida á toda especie de enseñanza, y qae
el hombre se habitúe desde ea juventud á san­
tificar en trabajo por la oración y por pensa­
mientos de íé.
A este título eatí encargada la Iglesia, por
ana drden expresa de Dio?, de hacer la escae»
la profundamente crietiana, de vigilar coa cai-
dsdo sobre sa enseñanza, de hacer reinar ea
ella &Jesocriato por todos loa medios que pue­
da sugerir ana caridad ingsaios.t, principalcaen*
te por los boenos ejemplos de los maestros y
de las maestras» por la elección de los libros de
clase, por las cortas oracianes qae preceden,
acampanan y siguen al estadio; por los Crucifi­
jos y santas imágenes; en una palabra, por to­
da clase de hdbitos de íé y de Religión.
En cuanto á la eneeñansa directa de la gran
ciencia, la ciencia de la Religión, la Iglesia, es
decir, el Sacerdote, es ciertamente por oficio el
solo encargado de ella; pero así como nn baea
padre y ana haena madre deben vigilar qae sa hi«
jo aprenda bien sa Catecismo, explicándoselo y
ayudándole i comprenderlo lo mejor ptse»
dan, 68Í como deben hablarle frecnentetaenCe da
Dios haciéndole practicar ¡o qae ensena el Sacer­
dote, así también, en la escuela, log maestros y
maestras, deben, h quieren ser dígaos de esa sa­
grada misión, aplicarse á desempeñar este mis»
mo papel para con los niños qae ocarrea í ella.
Los culpables y ciegos partidarios de 1&es
cuela sin Religión, quieren qus porqm ta Retí*
gicn se enseña en la iglesia, se la exaloya da 1%
escuela. Si hubiera de ser así, habría qae decir *
se otro tanto de la fimili». No saben esas pobres
gentes qae la Religión se extiende á todo, que
tiene derecho en todo, qae en toda*partes eatá ea
ea casa, qae en ninguna parte ea extraña; qae no
solamente ea útil sino necesaria en todas partes,
y en la cecaela, qaizá, más qae ee oaalqaiera
otra.
Con baena <5con mala fé, quieres echar á J e ­
sucristo de lo qae es sayo, es decir, del corazoa,
del eepítritu de los niños.
Vociferan ellos, como los Jadíos el Vierte!
Santo, por mil y mil boeas; “JVo f iteremos qus
reine éste sobre nosotros,” Y sin embargo EáTfí,
JESUCRISTO, quiero y debe reinar sobre to­
dos; y es mny justo, paes qae es el Odaior* el
Soberano Señor, el Salvador de éodoa.
Como la familia está unida á la Iglesia, debe
estarlo también la ecnela; como la familia, debe
e*tar también subordinada á la Iglesia en todo
lo qne mira i la dirección del espirito y del co
i b i o b de les niBos.
Esta sumisión, esta subordinación, no absor-
be en cada á la escaela en la Iglesia, así como
no afcscrbe i la familia en la Igíf sia. Pojrqne
en en Regimiento los oficiales están someticos
al Corone), y los soldados a los oficiales, ¡quiéa
ee atreverá i decir que los movimientos, la bra
vnra, la actividad de los que obedecen son “a&
sorbidos” por la autoridad de I09 qne mandan?
Mny al contrario, de eea subordinación resalta
el bello drden qne hace la gloria y la fuerza del
Regimiento.
Esto es lo que snced9 con la subordinación de
todas las ccsas i la Iglesia, y i Dios por medio
de la Iglesia. La escuela, la edacaeion, la en-
eeSacza, la familia, la sociedad, la dirección de
las cotas públicas, el gobierno de los Estado?, en
nsa palabra, todo sobre la tierra, debe estar so*
metido i Diop, y por consiguiente subordinado é
la doctrina divina, i les santas direcciones de ea
IglesiB. En esto está solamente el secreto del
drded, el secreto de la felicidad pública. Eo esto
«Bíá la resurrección verdadera de nuestra cara
Francia, y el trinnfo da tofos las baenas eaasas
sobre el enemigo de Dios y de la sociedad, qae
hace más de oi?n años esti debastando al oaaa«
do, y cnyo siniestro nombre es la Revolución*
L* cntetion de laescaeia es, ea primera Ifaea,
nna cnesiion religiosa, coya solacioa depende de
esta otra cuestión prévia: ¿Qaiéa enseña la Ver*
dad, ¡a R^volncion, d la igteeiaf —LaRíligioa
cristiana ea v^rialera, 6 falsa?—¿Debemosobe­
decer TODOS á Dios, eí ó no?—¿Jesucristo es
Dios, eí ó no?
La Francia cristiana, la verdadera Francia,
responde “SI,” La Francia revolucionaria, <í
por mejor decir, la revolncion qae 8a atreve &
llamarse Francia, responde aatiazmeate ‘“NO,”
E3ta es la qne ya no qniere Religión ni ea la
eecuela, ni en parte alguna. Nosotros, cristia­
nos y Franceses de coraaao, eí, la queremos ea.
la escaela y en todas par138.
FIN,
TA B LA DE MATERIAS
Pág
Advertencia qne debe leerse................. .. 5
I. Estado de la cuestión. Sa extraordi~
caria importancia.. *............................ 9
IL Quiénes son los qae han suaoitado
esta cuestión.......................................... 12
III ¿Qué, en la práctica, no ocuparse de
la Religión en la escaela, es hacer im­
posible la instrucción religiosa de los
n iñ o s? .,.... .......................................... 16
IV. Qae Francia ea ciriatiana, y quiere
quedar cristiana...............................20
Y. Por qué lado pecan los raciocinios de
los enemigos de ia escaela cristiana..... 24
YI. Por qué y cómo la Religión es el al­
ma de la edacacion de los niño?) y por
coLsiguie nte.de la eeccela..................... 29
V II. Por qué la enstñanza clasica es in«
separable de la edncacion religi(fi«..... 32
Y1II. Testimonio oo eoepechcso de un
viejo rey de Prusia que en nada crei», 36
Págg.
IX. Lo qae ha de entenderse por la es*
escuela LAICA.................... • •••.......... 40
X. Por qaé motivos rechaza la Iglesia lo
qae llaman ellos la escuela obligatoria y
gratuita............................................... .. 43
XI. Cátao todos loa impíos, los comune­
ros, los hombres de mal vivir, son sim­
páticos i la escnela sin religión.. . . Z 47
X II. Calumnias groseras que se espareen
contra los Hermanos y las Hermanas,
con respecto á la instrucción. . . . . . . . 50
X III. Calumnias que esparoen contra
ellos» con respecto í sas costumbres..., 57
XIV. Si es verdad que nuestras escue­
las cristianas son focos de oscurantis*
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cion?....................................................60
XV. Si es verdad que la escuela cristia­
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X V III. Que la escuela debe ser para
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La escuela sin dios mons. de segur

  • 1. ¡A LO S P A D R E S Y M A D R E S ! e s g u e l a ' s i n d i o s . POR EL ILUSTRISIMO SEÑOR OBISPO Un padre no puede, en conciencia, mandar á sus hijos á escuela donde no se enseña su religión, “Para la familia, como paia la Iglesia y la sociedad* la escaela csistiana CA­ TOLICA es la salvación del porvenir; la eacaela sin Dios, la escaela sia Cru­ cifijo y sin oraciones, es la ruina y la muerte. MEXICO. Imprenta do J. E. Barbedillo y C ? Escalerillas núia.21. 1 8 7 7 .
  • 2. i Este opúsculo es un GRITO de la fé y do la CONCIENCIA, que se dirige &la hueca fé de todos; pero particularmente á loa padres y madres de familia, de la clase trabajadora. No se dirige i los impíos, enyo número, pjr otra parte, es runcho más corto da lo que 83 cree. Se dirige á loa padres de familia honrados, que han conservado nn poco de religión, y qae no quieren qne sas hijos pean ateos ni libertino*. Me tomo la libertad de suplicar á todas las gen tes de bien que lo crean útil á la buena causa, extiendan el opúsculo, lorepartan, lo mas posible, y lo hagan llegar á las familias de los trabajadores sea en las ciudades, sea en los campos• La lucha es inmensa, es genera1* Es una «Bestión de vida 6 m uerte, tanto parí la Reli*
  • 3. gion como para la Patria. Es menester qae to* do el mando tome parte en ella. Qne la Santísima 'Virgen, á qoien nuestra pa­ tria está consagrada, se digne conservarnos la fé y preservar á esta nación qne le es tan querida, de la invasión do los bárbaros (1). (1) Las palabras que el Illmo. autor apHca á la ración francesa, las podemos mudar aplicándolas nosotros res­ pectivamente á México.
  • 4. m * ADVERTENCIA “SU QUE DEBE LEERSE. A fía de qae ao se forme un coacepto por otro, en lo qae voy &decir, escachad, lector amigo, una explicación importantísima. Con ocasion de la escaela, nos verémos obli­ gados á hablar de la Revolución y de loa ü W * lucionarios. Ahora bien, por cada diez padres de familia tomados al acaso, hay onca que no da* dan lo que es eso. Las tres caartas partes de los diarios ensalzan los beneficios de la Revolu­ ción (como qae están pegados para esto) y no hablan de ella sino con admiración; desde lúe* go la mayor parte de los lectores ee llaman á sí mismos con satisfacción, revolucionarios. Para ellos ser revolucionarios es querer el bien y 1% felicidad del pueblo, el bienestar del obrero, el
  • 5. progreso de la instrucción; ea declararse alta­ mente el adversario de los abasos del antigao régimen, y de todo lo qae es contrario á los de* rechos y i la libertad de todos. Si esto fuera la revolucicn, ¿quién seria el hom­ bre que osara, <5 pediera no ser revolucionario? “Pero la revolución es absolutamente una cosa muy distinta? —Yed aqní lo qne ella es, por más que digan los corifóos de la mala prensa. En política, la palabra reooludony quiere de­ cir trastorno completo; lo de arriba abajo, pies- arriba. Una revolados, en la sociedad, es an cambio radical, que pone ábajo lo que estaba arriba, y arriba lo que estaba abajo. 7 bien, para que una sociedad marche en drden, ¿qué es lo qne ha de estar arriba, los piesj 6 la esbeza? La cabeza de la sociedad, es decir, el que está encargado de conducir, de dirigir la socíe- dad, es, ante todo, el Soberano Señor de la so­ ciedad, Dios; mas como Dios no hace esto per» sonalmente y por eí mismo, confia sa aa toridad á los hombres. Por esto, y solo por esto, esos hombres, depositarios de la autoridad del Sobe* rano Señor de los pueblos, son las legítimas cabezas de estos. Obedecerles es ob edecer al
  • 6. mismo Dios; rebelarse contra elloa, ea rebelarse contra Dios. Pero ea toda sociedad organizada, hay doa especies de cabezas legítimas: las cabeaas reli­ giosas 6 espirituales, y las cabezas temporalea <5 civiles. Las primeras están encargadas de en­ señar la verdad y la ja3ticia d todos los homhresi tanto i los qae son cabezas temporales, como á los otros: esas son las cabezas de la Iglesia, es el Papa, son los Obispos y loa Sacerdotes. La E9volacion es el trastorno da todo este drden. Es la rebelión de los piés y de los otros miembros contra la cabeza. Es la sociedad qae dice i Dios: “ Ya no te necesito; ya no quiero ta enseñanza, ni tu dirección religiosa. Ya no qniero ser cristiano. Ya no quiero otro Dios qae yo mismo, ni otra ley qae mi voluntad, la voluntad nacional.” Da saerte qae la Revota - cion, en el fondo, no es más qae la gran rebelión de Ja sociedad contra Dios y sa Iglesia; es esa rebelión erigida en principio, en ley fundamen­ tal de la sociedad. La Revolución ee constituye por fieraa, y en todas partes, la enemiga de la Iglesia, substitu­ ye la faerza al derecho; la voluntad del pueblo ¿ la santa y saludable voluntad de Dios. El principio de la Hevolucion es lo opuesto al prin­
  • 7. cipio de la Iglesia» es el estado qae ya no enea* ta para cada con Dios» y qne se coloca en sa lugar. Así es qne NO SE PUEDE SER, en concien» da, REVOLUCIONARIO CATOLICO. Todo hombre qae, en an grado cualquiera acepta el principio impío de la Revolución» «a nn revolucionario; que vista levita negra ó blusa*, que eeté arriba 6 qae esté abajo;que comprenda ó nd, su error. La mayor parte de los que se dicen revolucionarlos, lo son por ignorancia ó por interés. El número de los verdaderos revo­ lucionarios, qne saben lo que quieren» qae saben lo que hacen» es mucho más corto de lo que se cree. Una palabra más. Es necesario no confundir “la Revolución” de qne aquí hablamos» con la revolución francesa de 1789» La Revolncion es nn sistma, un principio social; y la Revolución franceea es simplemente un hecho histórico, fru­ to de la Revolución, aplicación de los principios revolucionario?. Bien entendido esto, entremos en materia.
  • 8. U ESCUELA SIN DIOS, I. ESTADO DE LA CUESTION. Sa extraordinaria importancia. La cuestión, sobre la que quisiera arrojar aquí nn poco de luz para hacerla comprender bien á los padres de familia, ee resume en esto: ¿La escuela á donde enviamos á nuestros tier­ nos hijos á recibir la instrucción elemental, ha de ser cristiana y ayudar así á la Igleda á for» mar cristianos, ó bien, no ha de ocuparse en ma­ nera alguna de la Religión, y dejar ese cuidado exclusivamente al Sacerdote y á les padres de familia? ¿Debe ser cristiana la escuela, ó ha de ser sin religión?—-¿Dónde está la solucion del problema?
  • 9. ¿Soiscristiano? ¿Creeis en Dioa, en Jesucristo en sa Iglesia, ó sois lo qae llaman en el áia un revolucionario, es decir, na hombre qae vive sin religión, faera de Jesucristo y de sn Igiesia, y qae tiene por principio qae la sociedad ha de ser como él? Ahí estí todo; de ahí depende todo. Si eois cristiano, sin dada quereis qne vuestro hijo eea y permanezca cristiano. Desde luego habéis de qaerer que ia escaela ¿ donde envieia á vQestro hijo, os ayude á hacer de él an cristia­ no. Debeis querer, y quereis, que el maestro 6 maestra á qmen confiáis vuestro hijo, no solo no lo quite la fé de sa bautismo, sino qae coopere, en ensato le sea posible, i! h grande obra de sa edacacion, la cual, ante toda, debe ser cristiana, puesto qae todo cristiano es cristiano ante todo. Para los padrea y madres cristianos, la cues­ tión de la escuela, tan agitada ea el dia, no tie • ne más que una solucion posible, lógica, racio* nal: ‘'Sí, la escuela en que hacemos educar & nuestro hijo debe ser cristiana; debe ayudarnos á hacer de nneatro hijo un cristiano.” Para incrédalos y revolucionarios, la solucio­ nes del todo opuesta; y respondea por la voz de sus diarios, de sas deputados, de sus francmaso­ nes, de sus concejos municipales:
  • 10. ‘•Nosotros no queretaos escuela cristiana; qae* remos qne la escala en qae pongamos á maestros hijos sea, como nosotros, sin Dios, sin religión,” ¿Quién ee equivoco, los Cristianos. ó los revo­ lucionarios? Si los padres cristianos estuvieras en el error, si Jesncrieto no faera el verdadero Dios vivo, á quien toda criatura debe obedecer, si la Iglesia do faera sa Enviada, encargada por é l de salvar y de eantificar i loa hombres, es evitientísi&o qne los revolacionarioa tendrían razón en no querer religión en la escuela ni en nioguna otra parte. Ellos serian lógicos, y nosotros seriamos abaardo8, ciegos, estúpidos. Paro felizmente para nosotros, y de-graciada* mente para ellos, los revolucionarios están en el error, de la cabeza A los pié?. Sabiendo, <5sia saberlo, de bueaa <5de mala fé, hacan la guerra al verdadero Dios; desconoces, ó, al méoo?, ig­ noran á Jesucristo y á ea Iglesia; atacan lo qae debieran bendecir, y aclaman lo qie debieran maldecir. Lo repito, en la gran cuestión de la escaeta cristiana ó no cristiana, la aolacion depende ea» toramente del punto de vista en qoe üno se co - loque, de la creencia ó no creencia de ios qae hablan de ella. Para tener la aolacion verdada-
  • 11. ra, la única verdadera, es necesario, de toda necesidad, remontarnos más arriba y resolver préviamente esta triple preganta, de la que de* pende toda Ja vida: ¿Hay nn Dios y nna religión verdadera? ;Ja- sncristo es Dios? ;Es la Iglesia Enviada de Jesu­ cristo y depositaría de la verdadera Religión? Miéntras no h&ya¡9 resuelto, afirmativa ó ne* gativamente, estas tres pregnnta?, qne no forman más de nna, jamás podréis resolver racional * mente la cnestion de la esenela. Bajo el ponto de vista de los revolucionarios, ellos son lógicos; pero su pnnto de vista precisa - mente es el falso; se engañan en el panto de> partida, qne los pierde, II. Quiénes aonlos qae han suscitado esta caestion- H ay nn medio sencillísimo, y, por decirlo así? infalible para jnzgar de n&a cnestion ántes de examinarla en sí misma; y ee, considerar de cor»
  • 12. ca á Ice que eet¿n ea pro, y ¿ los qae están .ea contra. Si de nna parte encontráis á loa buenos, y de otra á loe malos, asegaraia vuestro negocio poniéndoos de parte de loa buenos, sin temor de engañaros. Ahora bien, en la gran cuestión qae nos ocu­ pa aquí, la cosa es clara como el dia: de nna par* te las gentes de bieD, y de la otra las gente* de mal, « Los que quieren hacer á la NACION el bello presente de la educación sin rel'gion, de la es­ cuela radicalmente separada de la Iglesia, ¿quié­ nes 80I>? De arriba á bajo de la escuela social, desde los más gordos gobernantes hasta les más flacos gobernados, son revolucionarios, es decir, hom­ brea extraviados ó perversos, maniquíes ó m al' vados, que tienen por principio que la sociedad debe vivir sin religión, sin fé, siu oracion. Son impíos, incrédulos, sia excepción. No to* dos piden con igual celo poner faera de la ley á Jesucristo y á su Iglesia; pero todos son partí» darios "del sistema que hace maravillosamente sus negocios. Son Franc- masones, miembros de la Interna­ cional, sectarios anticristianos de las Sociedades
  • 13. secreta?, en nna palabra, todos los conspirado- lee, grandes y pequeños, mÍLÚtrcs ú obreros, ciudadanos <5Comuneros. Los que quieren desterrar de nuestras escue • las la religioD, soa todos los de mal vivir, todos los qae »o tienen religión en ningaaa parte, ni eB casa, ni inera de ella. Son todos los periodistas de mala repntación; son todos los demagogos. Es la molíUnd, desgraciadamente considerable,, de los espíritus fuertes, que creen caanto les aanucian diariamente loa papeles revoluciona * 3ios, dirigidos, como todos saben, por la n&ta de teos ambiciosos sin vergüenza, sia conciencia, sin patriotismo, que no tienen más que nna aspi- lacioc: llega? al poder, si no están en él; man» tenerse en él, si ya lo están; juntar dinero; darse toseua vida*, todo á expensas de la patria y espe° pecislieimamente del pobre, pueblo que tiene la simpleza de creerlos. Todas esas gentes piden la exclusión absolu­ ta de ía .Religión de nuestras escuela?, por el in* taie», dicen ellos, de la patria, de la sociedad,» de la {¿miüa; y ya Ee entiende que por el inte* iés también de la Religión misma y del respeto de qne la Iglesia y el Sacerdote han de estar ro­ deados. ¿Quién seitá tan simplón qne los crea.
  • 14. Si dorante el sitio de París, hubiera veja ido el bneno¿ el dnlce Biemarck, á proponer á loe sitiados nn medio soberano de salvar la ciudad y la Francia, ¿quién le hubiera creído? Desconfiemos, pues, de lo qae nos proponen, diciendo qne es para bien de la patria y de la Religión, los Prusianos de dentro, nuestros Bis- aarck de todos colores. Si nos ponderan, tan acordes entre &í, la supresión de la escuela cris­ tiana, y la inauguración de su 8Í9tlma de escuela ein religión, es porque saben mny bien á donde quieren ir, <5mejor dicho, &donde quieren lie» varaos. Así es qne, aun antes de todo exámen, ya p o demos fallar en favor de las escuelas cristianas, con eolo ver á los que no las quieren. La escuela sin religión es nn ideal, luego de­ bemos rechazarla. No hay cosa más lógica.
  • 15. ni. ¿Qué, en la práctica, noocuparse de la Religión en la escuela? es hacer imposible la infracción religiosa de los aillos? Salgamos de las teorías, y considerétnos las cosas en la práctica. Si el sistema de la escuela sin religión llegara á dominar, esto ocasionaría naturalmente la supresión de la instrucción reli­ giosa, y por consiguiente, la pérdida de nuestros pobrecitos niños. jC<Jmo? Ved ahí á los niños que llegan á la escuela & las ocho de la maBana, para salir á las once. Ynel« Ten á ella á la una para salir basta las cuatro y aun d veces hasta las cuatro y media (1). Esto hace seis horas de escuela por dia. Fara niaos (1) Es digno de compararse estas horas de entrada 7 de salida en Francia, con las que, on México, son ordina­ rias de 8 á 12 de la mañana, y de 1 6 í i 5, 6 y 7 de la tarde,
  • 16. aún de 11 y 12 años, no es poca cosa. No se fi­ ja bastante la atención en este hecho. Seis ho« ras de aplicación de espirita y de atención coa* tíana de parte de niños pequeños, que hasta en la escuela y faera de la escuela, no piensan mía qne en jngar, en comer, en reir; esto es enorme1 Pero no es ésto todo. De la escuela llevan traba­ jo qne hacer ¿ la casa, lecciones que aprender, composiciones qne corregir. Pongamos que este trabajo solo los ocupe dos horas; que eon las seis de escuela, hacen ocho horas. Ya esto es dama* siadamente excesivo. Yo pregunto &todo hombre de buen sentido: ¿es racional, es posible exigir de la tierna cabe­ za de un niño» un trabajo intelecto! cualquiera, sabré esas ocho horas? ¿Y, de luego á luego, qué suceda coa la iaa» tracción religiosa? ¿qué sucede con ei estudio, muy arduo para un ciño, de la letra del Oatecia* mo? Porque, en fio, el trabajo del Catecismo, el trabajo de la instrucción religiosa, es an trabajo intelectual, si alguna vez lo ha habido. Se nece* sita para él, tiempo; se necesita para él, aplica­ ción, Es necesario repasarlo i cada momento, porque el niño olvida tan pronto como aprende. Nos responden á esto: ¿Pues no tienen el Jue­ ves y el DomiBgQ? Esos dias no hay escuela,” ESCUELA SIU PIOS,- -2
  • 17. —Es verdad; pero, en primer legar, el Juévei y el Domingo son di&a de descanso, y de descanso necesario. En segando lagar, esos diap, preci» em ente, hay el Catecismo, qae está destinado, nc para aprender la letra del Catecismo, eino pa­ ra explicarla. Si les niños ven al Catecismo sin estar bien preparados por el estndio material de h leira, el Sacerdote pierde sa tiempo, y nada priüde hacer ya por ellos, Ee<a indispensable preparación debe tomarse á más ce las ocho horas consagradas al estadio,, á la lectora, á la memoria. Lo repito, fuera de ©fas ocho horas, ya exhorbitantee, es un absur­ do exigir del niño nn trabajo de espirito. Y deepnes de esto, decidme: ¿qué idea se for­ mará el ciño del estndio de la Religión, el pri* int-ro de todcs, sin contradicción, cuando lo ve poeeto cctco á la cola, y tratado de paso, con lo» otros estudios de gramática, de aritmética, geo­ grafía, etc.? Le tendrá tídio, lo verá como nn tnrba- fiesta, qae cercena sas recreaciones, En fio, cierto es qae si los niños no oyen ha* fclar ce la Religión más qae dos mi serablea ve-* ces por semana, jamás llegarán á conocerla co­ mo 86 debe; y además, ee harán muy natural- meciQ esa falsísima idea de qae la Religión es
  • 18. extraña &bq vida de cada día; y, en la práctica, aprenderán i do echar ménos la Religión. Bien visto, esto ea lo que quierea los enemi gos de la escuela cristiana, digan lo qne dijeren. Mas vosotros, padres y madrea de la familia que sois cristianos; vosotros qne habéis h%ho baati* zar i vuestros hijos, qne esperáis qne hagan una bnetsa primera comnnion, qne no viran 7 que no mneran como perros, es lo pr?gnntc: ¿*8 esto lo qne vosotros quereia! La Iglesia se une i vosotros para r roclamar •todo lo ccntrario; y precisamente porque sabe ella que sin la escuela cristiana es imposible á esos niños aprender, como deben, ea religión, rechaza con todas sus fuerza?, como vosotros mismos debeis hacerlo, lo que ellos llaman (a se» pasacion de la Iglesia y de 1a escuelo, es decir, la escuela ein Religión, 1» escuela sin crucifijo, sin oracioo, sin Dios.
  • 19. lY. Que Francia es cristiana, y quiere quedar cristiana. No sey yo quiea lo digo, eino ella misma. En el últitco (©leo tficial, levantado por agentes ¡í quiener, pop cierto, do ahoga la devccion, la cuestión de h religión ha sido propuesta á cada familia,, á cica mdividno, Paes ved aqaí alganas muestras muy signífica'.ivas de esa estadística religiosa, impareia', si liay imparcialidad. En Paríp, la capital da las revoluciones y pro» nunciaraiento?, el foco ¿e laa sociedades secre- tas, de la Francmasonería, de la Internacional: en Paríf, la ciudad c’e todos los escándalos pú­ blicos y privavos, sobro un millónt ochocientos siete mil quinientos setenta y cinco habitaates, ¿3a*~ beis cnínfoa se han declarado libremente católi­ cos? Un millón, setecientos treinta y dos mil qui­ nientos veintinueve. Y, por otra parte, ¿eabeis coáctcs isdividaos ee han declarado eia religión?
  • 20. Dos mil quiníeatoi uno; ni ano más. Loa damás, es decir, setenta y dos mil qninionloí enabanta y cinco, son lotoranop, calvioiitvj, pietriitaa, an« glicatsog, cisroádeo?, jndfoa y tarcos. En Marsella, la proporcioa ha sido la misma. De 312,884 habitantes» 296,101 se han confesa­ do católicos; 16,544 se han dicho de otros cai­ tos; y solamente 219, se han declarado libres pensadores. En R jan ha sido esto más manifiesto. De 120,470 habitantes, se encontraron 100,861 ca tdlieos, 1,590 disidentes de tocias sectas, y tan solo 19 individuos sin religión. En Lyon, Tolo&a, Bárdeos, Nautas,.Lila, etc., la proporcion ha sido poco más <5ménos la mis­ ma; faera de imperceptibles excepciones, todo el mando se ha declarado católico; todo el mun~ do ha hecho profesion de creer en Jesacristo; y esto, repito, delante de gentes qae representa­ ban al Estado, al Estado sin Dios, al Ejtado sin fé. ¿Qaé hay qae responder á esos números? ¿lío demuestran, claro como la luz, que & pesar de sus locaras y de sas errores, nnosíra Francia es cristiana y católica en el alma; qae loa q*.te la creen perdida para Jerucsisto y la Iglesia, se engafian de medio á medio, y qae es la calaoi -
  • 21. aia y se la insulta cuando se la trata como na­ ción eia religión? La especie de apoetasía oficial qae, desde 1789, le lia hecho y le hace tanto mal todavía, no penetra basta su corazon; ea una enfermedad déla piel, ya roja, ya tricolor, que la pene en en peligro, pero que no la hace morir. No la haría morir más que llegando al coraz on. Esa ficción lega!, e&a apostasía oficial, es lo que se llama la separación de la Iglesia y del Estado; y sobre ella es sobre la que nuestros radicales del dia quieren constituir, como sobre un funda­ mento real, su famoso sistema de la separación de la Iglesia y da la escuela, ó, en otros térmi­ co?, de la Escuela sin Dios. Sí esa locura criminal llegara á dominar, se ~ tía nua segunda locura añadida á la primera, un crimen público añadido á otro crimen público. Sería, además, la pérdida inmediata de nuestra Francia; como la separación del alma y del cuer­ po, para él hombre, la señal y causa de la muerte. Sí, digámoslo en voz muy alta, en el fondo y en sn ecrazcE, Francia es todavía hoy io que siempre ha sidj, el gran pueblo cristiano, la gran nación católica. Si sus gobernantes la dejaran á sus verdaderas inspiraciones, se vería algo de maravilloso on ?n vida religiosa. La Rsvolucion
  • 22. no es la Francia, como quisiera hacerlo creer la demagogia. Ella no es la Francia, como las rui» ñas, los escombro?, el lodo y la sangre que cu» bren una magnífica tierra, no son esta tiorra. La Eevolucion es impía, y la Francia es cristiana; Ja Bevolucion blasfema de Jesucristo, y la Fran» cía, la verdadera Francia, le adora. ¿Qué vienen, pues, á proponernos esos cuan­ tos hombres sin fé, sin Dios? ¿Qaé vienen & con* tamos sus escuelás sin religión? ¿Por quiénes nos toman ellos? ¿Por quiéft toman i la Francia. Ya sé que invoean la libertad de cultos, la cual nada tiene que ver aquí, puesto que la cau­ sa que defendemos contra ellos, es común á ca­ tólicos y protestantes. Los protestantes, &pe­ sar de sus errores, creen, como nosotros, en Jesucristo; y la escuela ein religión, es contra sus principios, no ménos que contra los nues­ tros. .No hablo aquí de los Judíos, porque son tan poco numerosos, que no podríamos hacerlos entrar en cuenta, y también porque generalmen* te sen tan ricos que tienen tantas escuelas israe­ litas cuantas quieren. La cuestión versa ’íaica* mente entre los cristianos y I03 hombres SIN DIOS; por tanto, en Francia, la cuestión está del todo resuelta.
  • 23. Luego preguntar á los padres y madres de familia: “¿Es necesario que la escuela á que en­ viáis vuestros hijos, sea una escuela cristiana?’ es tener anticipadamente seguridad de un SI casi unánime Y los que se atreven á responder NO, los que quieren imponer su sistema á la casi unani­ midad de sus conciudadano?, esos son unos in­ sensatos y unos perturbadores} que la conciencia pública rechaza con indignación. Si en los de arriba el buen sentido patriótico no estuviera oscurecido por las preocupaciones volterianas y por la ambición personal, esas lo» curas criminales no podrían producirse impu­ nemente. Son crímenes de lesa- patria. y . Por qué lado pecan los raciocinios de los enemigas &4 la es- cuela cristiana. Nuestros demagogos y nuestros ideólogos^ parten todos, más ó ménoe, de esta idea archi- fcdsa, <5qne no hay religión verdadera y necesa* ríe, <5 que Nuestro Señor Jesucristo no es Dios
  • 24. hecho hombre como lo añrman i 1» vez sos pa labras y.sos milagros; <5, en fío, qtie la Iglesia y el Sacerdote, ministro de la Iglesia, no están ea» cargados por Dios mismo de ensenar á todos los hombres & practicar la verdadera Religión, la Religión de Jesncristo. Cuando se les dice esto levantan el grito. “Nada de eso, dicen; solamente queremos qae la Iglesia y la Eícnela no se confcodan; quere­ mos qne la Religión ee ensena ea la Iglesia, y qne bo se hega mención de ella en la escuela 5 cada ano en bo casa; he ahí lo que queremos,”- Sí, sin duda, cada nao en bu casa; y nosotros, como vosotros, tampoco queremos confundir la escnela con la Iglesia, el instructor con el Sacer­ dote. Pero una cosa es la confmion, y otra cosa es la unión. Nosotros queremos que la escuela esté unida i la Iglesia. Y aeí como por la ‘'escuda" entendemos, no la casa donde se da á nuestros hijea la instrucción primaria, siso precisamente esta instrucción mis» ma, así por uIglesia” entendetno?, no la iglesia material, la Casa de oracion, sino la Iglet¿£ do­ cente, el Sacerdote que representa & la Ig'^sia y es el ministro de la Religión, “¿Cada nno en sn casa” nos dicen? Sí, cada uno en sn casa; pero hay alguno qce, «ucnal-
  • 25. quiera partí qae esté, está ea sa casa, y qae, coa jnsticia. no puede echarse de ningana parte; ea- te es Dios, ea Jesucristo, Daeño y Señor. E d la escueh mía qae ea nipgana otra parte, está *‘en su casa.” Efectivamente loa niños á quienes el maestro de escaela enseña i leer, á ea, cribir, á contar, etc., ¿esos niaoa no son de Jesu­ cristo? ¿No son hautizado?, co son anos peque­ ños cristianas? ¿No les ha rescatado Jesucristo en la Croa con el precio de toda sa sangre? ¿No eoa hijos de ¡a Iglesia? Esto es,aa hecho,, un he­ cho evidente. ¿Qaiéü se atreverá i negarlo? Luego Jesucristo, ea la escuela, está ea su ca« sd, Luego la Iglesia, en la escuela, tiene también bu lugar, su gran lagar, su principal lagar. La Iglesia está allí, no para eose ñar á sus hijos á leer y á escribir, siao para inspirarles la obe­ diencia y el respeto í gas maestros, para formar ene jóvenes espíritus y sus tiernos corazones; para vigilar qae la enseñanza que se les dé sea conforme en todos sus pantos, no solamente ¿ la fé prcpíamente dirha, sino al espíritu cristiano. He ahí p^r qoé la Iglesia tiene un derecho ab • soluto, gnperior, inalienable» sobre la enseñanza y la educaciou déla javentad, y, por consiguien­ te, sobre la cscaela donde se dan esta enseñanza y esta edoeacioa.
  • 26. Qse do nos vengan á decir que la Iglesia aa * da tiene qne ver on la escnsla, y esto bsja eí pretexto de que la “Religión nada tiene que ver con el alfabeto, ni con las cuatro reglas, ni con la gramática, ni coa la geografía.” No cierta-» mente; pero en la escuala ella tiene may bien qne ver otras cosas, y cosas de otro modo más importantes qne todo eso. No lo olvidéis: lo que h ay en el fondo del pensamiento de esas gentes, moderadas en spa- rieac¡3, que piden la separación de la Iglesia y de la escaela, es el <5dio de la Iglesia, el ódio de Jesucristo, el ddio de Dios y de la Religión, Ea nada creen, no quieren, para la Francia, ni lielí* gion, ni Sacerdote, ni Dios. Se imaginan estar simplemente íaera de Jesa* cristo; pero eso es una quimera, é igaoran lo que el Hijo de Dios tiene formalmente declarado: “Quien no está conmigo esti contra, m i Ellos r o ©3tán con Jesucristo, luego están contra Jeea- cristo. Pidiendo que la escuela no sea ya de Je - sucristo, piden, sabiendo ó sin saberlo, que la escuela sea contra Jesucristo. Finjan la mano tan suave como quieran, no por eso dejan de ser G-aíop, y G-afcos de buenas ufas» que, si llegaren ¿ conseguir “la separación de li escaela y de la Iglesia,” ya so tendrían luego
  • 27. cosa msís urgente que pedir ¿ eea faerza ciega que se llama ‘‘el Estado,” que la destrucción de la Iglesia, el poner fuera de la ley á los Sacerdo­ te» y todo lo qae es cristiano. Testigos los re- volacioRarioa de 1789, que, despues de haber mlcassado la “asparación de la Iglesia y del Es­ tado,” llegaron de aquí, en ménos de dos aSoa, á decretar la aupreeios ds la Iglesia por el Estado, y á poner faera de la ley á los Obispos y Sacer­ dotes fieles! Testigos también nuestros Coma* seros de 71, qoe, despees de haber arrancado les Crucifijos de todas las escuelas, no tuvieron cosa más nrgente qce hacer sino violar nuestras Iglesias, aprisionar y asesinar nuestros Sacer­ dotes. Luego, en el fondo de esa cuestión de la es» cuela, para quien sepa reflexionar, no hay más que uca cuestión de fé, y si los revolucionarios, de coalquira rango que sean, la cortan en un sentido opuesto al nuestro, es sencillamente por* que no tienen fój porque ignoran á Jesucristo, <5 porque le aborrecen. ¿Padres y Madres de familia: ved, pue?, la lamenta importancia de esta cuestión, tanto pa­ ra el presente como para el porvenir,
  • 28. YI. <?or qué y como la Bsligion es el alma de la educación de los niños y par consiguiente da la escaela* Porque ella lea enseria lo qae es de la mayor iraportancia para en felicidad en este mundo y en el otro. Porque les enseña, y esto infaliblemente de parte de Dio?, ¿E creer lo que es verdadero, á amar lo que es bueno, á admirar lo que es paro; á respetar y amar la autoridad de sus padres; á ser buenos y castos; á conservar buenas cos­ tumbres; á ser laborioso?, fieles, concienzudos, á satisfaser primerasiente el deber que el placer; á evitar tcdo lo qce pueda corromper va el es* pirita, ya el coraaon. La Religión hace todo esto en donde quiera que se ia deja obrar; y sola ella tiene el poder de opetar este biea y de apartar eseluah ¿Qué es en efecto la moral ain Raligioa? Uaa teoría enfadosa, grandes palabras, y á lo mis ana boa-
  • 29. rede3 exterior qae apenas basta para no eer abarcado, ‘5Sin la Relegioa, decía en otro tiempo Ñapo* tem í, hombre poeo devoto, como todo el man» do pero de bnen sentido y de ingenio: sin k lieii^’on, los hombres se degollarían por la ajiíj&r '.uás bella, ó por la pera mis grande. S x i» Religión no hay fé ni moral: sin la fé j jia la moral, eo hay edacacion. Educar nn niño, ¿qné otra cosa es, si no far­ aras et espirito, dándole la verdad y la baena Écí/ixkíí, y formar en él sa corazoD, haciéndole primero conocer el bien, y depues amarlo y prac­ tícalo? Ahora bien, la primera y la más impor* íani© de todas las verdades, ¿no es evidente­ mente la verdad religiosa que nos enseña lo qae £sano3, por qué existimos, á dónde vamos? qae sos enseña la ley de las leyes, la ley divina, qae sos hace conocer lo qae debemos hacer y lo qae ¿ebemca evitar para ir al cielo y para no ir al infierne? ¿En comparación de esta ciencia, de­ cid le, qné son esas otras ciencias, de qae ee hace en el dia de hoy tanto alarde? Del mismo üiodo ei primero, el más importante de todos loa ¿co es el bien moral, es decir, la pareza d«i ccnizon y de la conciencia? Éata verdad, es* Viei!s se extiende i todo, como la luz y el ca»
  • 30. lor del aol qie lo alambra y feeaniiaa todo eo - bre la tierra. Nosotros somos cristianos; nuestros hijos ea» tán bautizados, son cristianos; pera ellos no hay educación séria sin la bienhechora intervención de la Religión, y por consiguiente, de la Iglesia; y en consecuencia, del Sacerdote. Siendo la Iglesia, con la familia, el saotnario ds la edaca« don, quererle excluir de ella la Religión y la Iglesia, es qaarer excluir de ella á Dios; es que­ rer excluir de ella la edncacion. Ahí está, por otra parte, la experiencia que lo prueba todos los dias, en todo logar: las escaelas sin Dios son, más <5 ménos, unos focos de corrupción, de in­ moralidad más 6 ménos encubierta, pero que fer* menta; donde es casi imposible qne un niño con. serve su inocencia; donde solo el temor mantie- ne alguna apariencia de driles; donde el ciño aprende á detestar la autoridad del maestro; donde la patria no ve más qae un semillero d@ comuneros sin fé y sin ley. Lo repito: siu la Religión no hay edncacion. Luego la escuela deb3 ser cristiana, y cristiana ante todo. Exigir ésto 03 un deber de concien* cia para los padres y madres do fami'ia, no mé* nos que para el Sacerdote. Ya da por medio la salvación de les niño*.
  • 31. Por qué la enseñanza clásica és inseparable de la educados religiosa. Porque el espirita es inseparable del corazon.’ No amamos sino lo que conocemos, eiao lo qae vemos qae es bello, noble, bueno, digao de esíi* macioa y de amor. El corazon sigae i la cabeza. Y verdaderamente la enseñanza ea qaien forma á la cabeze, es decir, es la qae hace conocer al espirita todo lo qce lo es útil sabar. Da ahí la inmensa importancia de no dar jamás otra cosa de alimento al espirita del niño, más qae la ver* dad. El error corrompe al espirita, como el vi« eio corrompe al corazon. "Fero, diceíi, cua&di» aa maestro de escuela enseña ei Alfibaío y la Gramática, la Aritméti* tica y otros, ramos de sa programa, casi nanea puede eogaáarss; y ana cuando se engañase res» pecto de algosos porraeoorea, j^aé mal podría
  • 32. esto cansar en el espirita de sas discípuios? Pa* rece qne nada tiene que hacer la Religión en es­ to.” —Está bien; pero, como ya lo dijimos ántep, no es esto de lo qne se preocupa la Iglesia. De lo qne ella se preocupa en la enseñanza qne se da en la escuela, es desde luego, de que, con oca­ sión de ciertos ramos de esta enseñanza, tal coa mo la historia y algunos otros elementos de ciencia natural, no vaya á dar el maestro i I03 niños nociones falsas y peligrosas, bajo el punto de vista religioso. Da lo que ella se preocupa, es de que los libros, sobre todo los libros de historia, no sean verídicos, ortodoxos, y de que contengan, como tas frecuentemente sucede, ca« lumnias contra el Clero y la Religión. Al enseñarla historia de Francia, par ejem­ plo, cuántas falsedades detestables contra loa Papas, contra los Sacerdote?, contra loa Orde­ nes religiosos, contra la infidencia de la Iglesia, no hace entrar todos los dús en el espíritu de sus pobrecitos discípulos, un maestro irreligioso <5simplemente ignorante, de los que, desgracia­ damente, hay más de uno? Y esas falsedades», esaa mentiras frecuentemente dejan huellas que no se borran jamás! JDd cien niños que, desde su salida de la ea- cuela, se burlan de Dios, que causan la desoía* ESCUELA 6W DIOS,— 3
  • 33. cion de sus padre?, qne se abandonan al mal, se puede decir con seguridad, qne los noventa de líos han bebido el gérmen de eaas rebeliones, en las malas ideas que se les han dado en la ea* cuela, no ménos que en las malas costumbres qne pululan en las malas escuelas. Si qnereis que vuestro hijo viva y crezca en el bien, hacedlo desde luego vivir y crecer en la verdad; y la verdad es, ante todo, la verdad cristiana, el conocimiento de Dios y de sn ley. “Pero, dicen también, esa veráad, es el Saeer* dete quien debe darla á los niños, y no el maes­ tro de escuela ni los padres.’V—Decís muy bien: el Sacerdote, efectivamente, y solo él es el ofi« cielmente encargado por la Iglesia para ensenar la Religión á los niños de su parroquia; pero los padres y los maestros tienen por óbligaoion, el ayudarle por todos los medios posibles en esta laboriosa enseñanza. Todo ha de contribuir á esta, tanto en el interior de la familia, como en el interior de la escuela. Los niños, y especialmente los niños del pue* blo, son atolondrados, poco dados al estadio; lo qne quiere uno que sepan, es necesario hacérse­ lo entrar en su inteligencia y su memoria, por todos los poros, á todo proposito. Si quereis ha* cer un cristiano de ese tontito de 8 6 10 anos,
  • 34. es preciso qae pongáis ea sus ojo?, en sas orejas, en ea lengua y en ea memoria, todo cnanto poe* da ayudarle i acordarse de las vérdeiet», siempre nn poco abstracta*, qae hacen el foodc* de la Re­ ligión cristiana. Ea lagar de enseñarh i leer en yo no se qné libros insiguifi'arnés, enseñarle á leer en el Catecismo, ea el Evangelio, en aa re fiú<nen elemental, cono hay tantos, da la moral cristiana. Y ann con este socorro de todos los momeato?, la Iglesia tendrá toiavia trabajo ea hacer penetrar biea i fondo Us liees vig-iScaa* tes de la fe en eaa pequen» ioteligsacia- ¿ jiqí qaé sacederi si la enseñanza de la escuela qae- da completamente fuera del pensamiento religio* so, el caal es el úaieo, y no nos cansaremos de repetirlo, es el úoico que tiene poder de hacer cristianos, es decir, verda Itíroa hombre* de bien, hombres de conciencia, de corazoa, de deber. El maestro de escuela debo cooperar necesa - liamente, con todas sas fuerzas, i la graade obra de la educación coofiada por Dios mismo á sus Sacerdote?. La enseñanza de 1* escuela debo seguir, ayudar,recordar la eaaeñiaza del Cate­ cismo. Sia eslo, no hay educación sólida; <5, ea otros términos, no hay cristianos, no hay verda­ deros hombres de biea pira el porrtíuir. Todo esto es incontestable, El abatimiento
  • 35. detolador de !a Francia actual, viene sobre to­ do, del olvido de la ley de Dice; y este alvido tiene, en gran parte, en origen en la enseñan­ za indiferente é irriíigiota de nuestras escuelas primarias abajo y de nuestros Colegios arriba. Luego la eneeñacza de la escuela debe ser cristiana, como debe ser cristiana la educación. En eete gran trabajo de formación, el espíri­ tu del niño eo debe separarse de su corazon. VIII. Testimonio'no sospechoso de un viejo rey de Prusia que en nada creía. Los enemigos de la fé da nuestros hijos ee ha* lian aquí nn adversario en quien ménos lo espe* jaban. Ea el famoso rey de Proeia, Federico el Grande, el íntimo amigo de Voltaire, más incré­ dulo, si pnede serse m¿st y más axagerado que Voltaire. Este creia ud poco en Dies y en el alma, en el bien y en el mal; pero, Federico, en
  • 36. nada creía él, y en sn intimidad no le ocultaba eos sentimientos. Faes bien, he aquí lo que el graa baen sea• tido social y político de aquel malvado de genio, le hizo proclamar é imponer &todos ana súbdi­ tos, en un reglamento general promnlgado en Berlin el 12 de Agosto de 1763, en el pleno reinado del Volterianismo. “i'ederico, rey de Prueia, etc. “Desde el establecimiento de la paz, el verda* dero bienestar de nuestros pueblos preocupa to­ dos nuestros momentos (absolutamente como di­ ría hoy el piadoso Bismarck), y como creemos útil y necerario poner el fundamento de ese bien­ estar, constituyendo nna instracion raciona!, tan­ to como cristiana, para dar á la javeatad, con el iemor de Dios, los conocimiento útiles: “Art. I, Los niños de 5 á 13 d 14 años, no po­ drán dejar la escuela ántes de estar instruidos en tosprincipios esenciales del Cristianismo, y de sa> ber leer y escribir bien (1). (1) Nótese cómo tiene él cuidado de poner aquí la ¡na* tracción religiosa en primer lugar. Esto, da parta de un hombre semejante, es muy significativo.
  • 37. “Art. II. Loa maestros á quienes la necesidad del trabajo obligue i ocnpar algunos niños, se­ rán tériamenle advertidos de hacerlo de maDe- ra que efos niños no se s°paren de las escnelas ántes de faber leer lier, ni dnies de poseerlas nociones fundamentales del Cristianismo........he­ chos que dehen hacerse constar por certificados delpastor (1) y ciel maestro de escuela. “Art. XII, Como loa buenos maestros eon los que hacen qae las eecoelas sean buenas, nn maes* tro de escuela debe eetar en condiciones tales, que toda »u conducto fea un ejemplo y que no des< iruya con sus obras io que edifica con sus pala» bras. Los ujaenros, luúb qoe ci alesquera otros, deben estar animado* de una sólida piedad, y an* te todo, poseer el verdadero conocimiento de Dios y de Crido. “ Art, XXIV. En todo lo que concierne á la escuela, el maestro debe apoyarse en los consejos y en los avisos de su pastar. ,(Art. XXV. Es nuestra expresa voluntad que, en ciudades y pueblos, visiten los pastores (2) No habla aquí siso del pastor luterano, porque en esa época toda la Prasia era luterana. El pastor es aquí ministro de la Religión.
  • 38. las escnelas establecidas en sa jarisdÍ3CÍon, do3 veces por semana, ja por la mañana <5 ya por la tarde, é interroguen ellos mismos á los aluna- nos.” No es an Cara, ni nn Obispo, ni el Papa, quien ha dado este decreto; ea, lo repetimos en voz al* ta, nn libre-pensador de primer <5rden, cuyos principios religiosos eran absolutamente los mis* moB qne los de naestros revolucionar103 moler* nos más avanzados. Era el baen sentido qaien le arrancaba esas confesiones; era el instinto de la conservación da la sociedad, de la familia y del drden público,' Los enemigos de la escaela cristiana preten - den qne la snperioridad de la Prasia viene de sns escaela?, y de sa sistema de instraccion obli­ gatoria. Que sean, eiqnira ana vez, lógicos con- sigotnismos, y no traten de ponernos el contra* principio de lo que nos cacarean. En Prasia, las prescripcioaes de Federico el graade han hecho ley hasta 1372; la instrucción cristiana y el respeto práctico de la religión se consideraban, y con razón, como el alma de la educación en las escnelas, Si I03 Prusianos tie­ nen algo de baeao, allí lo han tomado. Bismarck parece disponerse i ca tombiardo estos prohíbe hablar de religión en las escuelas»
  • 39. prohíbe qna loa niiios ae arrodillen, jantea la» manes para orar, etc. Tanto peor para Prasia. En el fondo, Bismaak y nuestros revoluciona­ rios son de la misma escuela, y ved ahí, por qué esperamos qae la Francia no querrá ser ni sa ja» gaete ni sa víctima. IX lo que lia do entead«rsó por la escuela LAICA, Laico, laica, no quiere decir sin religión, Ub laico ea simplemente nn hombre que no es eclesiástico. Todos los cristianos son laicos, to» dfas las cristianas son laicas. Vosotros mismo3, padrea y cuadres, que leís estas páginas y que os preocupáis con tan justo motivo, del porvenir religioso de vuestros hijos, vosotros sois laicos; Tan solo están elevados sobre el estado laico aquellos qae tienen el honor y la dicha de con­ sagrarse i Dios en el estado Eclesiástico 6 en* le estado Religioso.
  • 40. Nuestros enemigos, qne no son mny faerteo en materias de cosas religiosas, confanden o r­ dinariamente esta nocion tan sencilla, y por lai­ co entienden ellos lo qne es, si no enemigo del Sacerdote y de la ReligioD, al ménos lo qne es indiferente á la Religión y al Sacerdote. Para ellos la eecnela laica es la escuela sin Religión, la escnela no cristiana. Es porque detestan á la Religión, á la Iglesia» al Sacerdote, por lo qne aclaman y reclaman la escuela laica. Si ellos entienden muy bien loque quieren, nada entienden de lo qne dicen. {Escuelas laicas! Pues nosotros también las queremos y laa sostenemos; solamente hay, qne nosotros pedimos qae, ante todo, esas escuelas laicas sean cristianas. No basta, para nosotros, qne ellas hagan la guerra al Catecismo y á Jesa* cristo; queremos además, y tenemos el derecho y el deber de exigirlo; queremos, como decíamos poco h¿, que esas escuelas sean los anxilioa del Catecismo, y que el maestro y la maestra traba­ jen en ellas de acuerdo coa el Sacerdote y coa los padres de familia, en formar á nuestros pe­ queños cristianos en el cervieio y en el amor de Jesucristo. Les maestros y las maestras laicos qne pre~ dican loa enemigos de la escaela cristiana, son,
  • 41. sabedlo bien, maestro* y maestra* sin Religión. Desde el mome 1*0 qae oa maestro de escuela cample, en la escuela y faer» de la escuela, coa el primero de todos sns deberes, qae es el de servir á Jesucristo, inmediatamente y por mas laico qae sea, 89 le nota como clerical, y muy fre- cnentemeote ya do pn<de esperar más que la ma* levolencia, y aú », a’ganas veces, verdaderas persecuciones. Por el contrario, el maestro qae €8 laico en el sentido en que lo entienden los eneniigoe de 1» fé e^tá seguro de una protección, que llega á veces h^sta el eacíadalo, hasta la to« lerancia más ind'gia. Qoennestroa bijos sean edocados cristiana­ mente; he ahí todo lo qae qnereraos. Si ordi­ nariamente anearos Caras preñaren Hermanos ó Hermanas (de (I'Agregaciones Religiosas) á maestro* y maestras laicos, es porque gracias á l<i indiferiescia religiosa, por no decir á la irre­ ligión qae domina en casi todas las escuelas ñor* males donde se forman los maestros y las maes­ tras del Estado, sacede qae rarísimas veces son lo qne deben ser para ccraplir digmámente sa grande y santa misión. ¿Q liéo puede llevar á mal qae nn baen Sacer­ dote do quiera dejar cnos tiernecitos niños, ca- yas almas se le han coañado, ea maaos de aa
  • 42. maestro ó de ana maestra sin religión? Lo con­ trario, sí seria estraño. No ea por él, sino por la fé y la salvación de aas ovejas, por lo que el Cara reclama la escaela cristiana. Poco importa que sea atendida por as laico, por nn Hermano ó nna Hermana, oon tal qne todo ae haga en ella conforme &la voluntad de Dio?; con tal qne el ministro de Dios eocaentre en ella el apoyo ¡£ que tiene derecho para edacar cristiaoacaente á ese pequeño pueblo qne ama. X. Por qué motivos rechaza la Iglesia lo qua llannn eiloa la es­ c u e la OBLIGATORIA y GRATUITA* Nuestros librea* pensadores, enemigos do la Iglesia y de la patria, tioaen uaa tirria qus aalo á toda propósito como una espacie de ritorneUoi uLa escuela LA.1CA, OBLIGATORIA y G-RA» TUITA.
  • 43. Tf do el veneno esté en la palabar LAICA, 6 per mejor decir, en la idea impía qne ocultan ellce bfcjo eea palabra, tan icofeneiva en 8Í mis» na; y úl icaosente, tened esto bien entendido, porq» e la egcoela Ihích qne quieren imponer á )(■ Francia, es la escuela t-in Dice, la escuela sin J^eccriflo y fin Religión; es por lo qne qnieren laceria obligatoria y gratuita. Es usa verdade­ ra ecnepiracion centra la fé de nuestra Francia* * P» imero, dicf n, edequeeoos la juventud fuera de la Iglecia; es decir, contra la Iglesia; despues cbliguécDoe á los padres á que la envíen d núes* trae escuelas ein Dios, para que nada senos es* cape; y luego, por ün, quitémosles todo pretexto dertolanar haciendo p g ar todss esas escuelas per ti Es18do, sin pedir nada ni á los padres ni á los hijos. Con este sistema, la Francia será nues­ tra dentro de quince ó veinte anos,” Este plan ea tan feltaipable cemo lien cou.binado. Esabomij iable, jorque es la guerra á Dios y á las almas- eet¿ f¿1h irteite ce mbinado, porque si bus “etcue las laicas” llegaren á dominar y hacerse obliga* to iat jara tedop, alcanzarían infaliblemente el remitido impío qne te prometen;la Francia per­ dería la fe. Ic r eto m bm iiccs roectrop, con toda la otrgí& de efB misma íé. la escuela revoluciona­ ria, laica, obligatoria,gratuita.
  • 44. Si la escuela fuera cristiana, como debe serlo y como lo será siempre, aeí lo esperamos, ai la escuela faera cristiana, lejos d9 llevar i mal qia fuera obligatoria, la Iglesia seria la primera ea aprobar nn sistema qae po.ndria á toloa aa* hi~ jos en la feliz obligación de ser tan instruido* y tan bien edacadoa corno faera posible. Pero ío que ella no quiere, & niogaa precio, es que ios padres cristianos (os decir, 99 íe cada 100. 99í) de cada 1,000) seaa obliga Í03 4 enviar á sas hi­ jos á RLas escuelas eu donde todo los apatraría de la Religión, corno lo hemos demos .rado mis arriba. Ea e8to,ccmo siempre, loa revolucionarios coa su palabrería de libertad, progreso de las luces, etc., son unos tiranos y unos verdaderos déspo­ tas. Pisotean la primera y la más legítima de todas nuestras libertades, la libartai religiosa. Porque ellos do creen, quieren obligar i los de- mífs á eo crtíer; y lo qae nos qaierea iacalear, de grado por fuera?, ao os ai la ciencia ni U itss- trnccion, sino seüCilla&eüte sas doctrinan irupús. Yo os pregunto, ¿tenemos razón nosotros, nos­ otros los cristianos, de no qaerer sa instrucción obligatoria? No queremos sa intruccion, porque es falsa y perversa; y no queremos qae se obli­ gue ¿ nuestros hijos & recibirla, primero, par­
  • 45. que 210 somos esclavos nosotros, ni ellos tampo­ co; y, efgando, porqae no queremos qae se nos cbligne á hacerlos emponzoñar. En cnanto á la eECuela gratuita de esos caba» llerop, todavia hay aquí nna iniquidad digna de ellos. Esas famosas escuelas sin Religión, todo podrán eer, ménos gratuitas, supuesto qae el Estado las ha de pagar y las pagará bien. Aho­ ra, decidme, ¿qnién llena las arcas del Estado? Son los cristianos; y la minoría de los contri­ buyentes qae se declaran no cristiano?, es tan insignificante, qae paede contarse por mala. De auerte que, (¡qné bnenos apóstoles sois!) con vuestra apariencia de generosidad, de desinta - iés, de amor al pueblo, no quereis hacer más qae obligarnos i que nosotros mismos pagaécBos la mina moral de nuestros hijos! Querei3 obligar i la Francia católica i matarse con sus propia nanos, á despojarse por sí misma del manto real de ea fé. {"Vaya, pues! Eso es la mayor desver­ güenza I........... No, no queremos ni vuestra instrucción laica* ai vuestra instrucción obligatoria, ni vue&tsa isa* truccion llamada gratuita. Como cristianos, qae • jemos eer libres para hacer educar cristiana­ mente á nuestros hijos; y si venía diciéndoaos todavía que no rechazamos vuestras idea? sino
  • 46. porqne queremos mantener al pueblo en la igno­ rancia, os respondí rémos, con U faoqnez¡i d© la iodigDaciOD, qne sois nnoa embrolladores y y mentirosos. Vosotros sí 8<iis lo- hijos de las tinieblas; nosotros, discípulos ‘le la verdad y dej Evangelio, somos ios hijos de la luz. y lo que to­ davía es mas, sghjOb, corno lo h .. ur<>cla>nalo el Hijo de Dioe, nosotros bohíos la faz del mundo. XI. Cómo todos los impíos, los Comuneros, los hombres do mal vivir» son simpáticos á la escuela sin religión. Ea(e ea nn hecho evidente qm no necesita do pruebas. Todos los revolucionarios, es decir, to­ dos los rebeldes á Jesucristo y á eu Igl^ia, eon simpáticos á la escuela eiu Religión. Desde la cumbre de la escala social, deí-da I09 g>beruai- tes Volterianos, hasta el ú tii ho bla-femadoroillo de taberna, todos reclan an, como na >e eeho, lo que llaman ya escuela laica, ya escuela libre, ya
  • 47. escuela nadoual. Ea el fondo todo esto significa escuela sin Dios; enseñanza y educación, uo so­ lamente indiferentes, siao hostiles á la Religión. ¿7 por qné hacen ellos esa triste capaña? Es porque impulsados por el demonio, ea quien ao creea ye, quierea aniquilar el reino de Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra. Y como Jesa* cristo no reina en el mnado, sino por medio de su Iglesia, del Papa, aa Yicario, de loa Obispos y Sacerdote?, sus ministros; como las Congrega­ ciones religiosas son los auxiliares más precio­ sos de la Iglesia para la educacioa de la juveu- tud, se ligan todos juntos para destruir el Papa> do temporal y espiritul, para aniquilar por todos los medios la influencia sagrada de nuestros Obispos, de nuestros Sacerdotes y de nuestros Ordenes religiosos. Esta cuestión de la escuela, que ea boca de ellos parece ao ser más qae aaa cuestión nacic- nal, es ea realidad una cuestioa religiosa. Como lo decíamos al eooieuzar, todo se reduce í sabar si la escuela debe hacer de nuestros pequeños hijos anos cristianos <5unos libres-pensadores; hombrea de fé ú hombres sia fé; católicos <5re­ volucionarios, Loa predicadores de la escaela sin Dios, se cuidan muy poco del maestro de es* •cáela; sa atencia la tieaea fija ea el Cara. La
  • 48. escaela oo les import^.aíno bajo el pinto da vista de la Iglesia, y de todo, cnanto se dice 6 se hace en la Iglesia* Si padiéraís vosotros leer entre sus líneas filantrópicas y endalzadas, coau- do escriben con tanta moderación sobra los in­ tereses de la javentad, sobre el porvenir del pneblo, sobre el atnor de la ciencia, ete., ved aquí lo qne leeríais ea Carsctéres trazados, no por la mano de Dios, sino por la mano misma de Satanás: “¡Nada de Religión, ni de misa, ni de Sacramentos, ni. de Catecismo. Nada de Sasor* dote?, ni de Religiosos, ni de caito, ni.de Iglesia, Nada de Cristo, nada de íé, nada de Dios!” Ved ahí el fondo de esa lacha qae estamos presen­ ciando. ¿Dejaremos al enemigo de DÍ03 y de los hombres llevar i cabo gas planes iafernales! • Ese es el plan de la Revolncion qae qaiere descristianizar á la Francia, á la Europa, al muu^ do, y que para llegar á sus fines, se sirve de todo; de las leyes, de los gobiernos, de la políti* ca, de la prensa, de la corrnpcioa de las costum­ bres, y, repitámoslo muy alto, de la instraccion pública y de la escaela, en donde so tarea ea más fácil, i cansa de la mayor facilidad qae allí tiene de i-educir el espirita de los niños, Si dejamos obrar á la Revolncion, en ménos escuela sm dios,— £
  • 49. de medio siglo nuestra pobre Francia estará p&r» dida, deshonrada, sin remedio. XII. Calumnias groseras que se esparcen' contra los Hermano» y las Hermanas, con respecto á. la instrucción. El Coco de los adversarios de la escuela cris­ tiana, ¿será preciso decirlo? son desde luego los Hermanos y las Hermanas que so dedican á la edccacion cristiana de la juventud. Nuestros re* volucienerios los detestan todavía máp, si puedo ser, que á los Sacerdotes. Tienen macha razón: los Heroeaaos y las Eer. manas son los enemigos-natcs de la escuela sin Religión, de la escuela revolaciouaria; como la verdad es enemiga-nata de la mentira; la cari- dad enemiga-nata de la malicia. ¿Qné no dicen para hacer creer á los ignorantes qae el bisu es
  • 50. el mal, que los Hermanos y las Hermanas son los enemigos del pueblo, y qae los {aires de fa­ milia no dehei confiarles eih hijos? ¡Mienten! Ha ahí ea arma, la única de qae pueden servirse: mienten con la esperanza do poder matarl Dicen, con an descaro qae engaña á la mayor parte, qae los Hermanos y las Hsrmanaa soa ig* norautes; qne en sas escuelas nada aprenderán los niñoe; qne al contrario, los maestros y las maestras laicos, es decir, sin Religión, no lo olvi­ demos, ellos solos poseen la "cienoia” qae se ne­ cesita para formar “ciudadanos? Esta calumnia eale ¿ cada paso, Desgraciadaraeate para ellos, ahí ostia loa he cbos, qae los convencen en toda línea, de im­ postara y de mentira. Cada año hay en todas naestrag grandes ciudades concursos públicos, ya para los diplomas ó certificados da estadios, ya para ciertas recompensas conce ;ída¡3 por loa departamentos ó las municipalidades, hasta por los franc-masones; y esics concursos son presidi­ dos por gentes da la Universidad, casi siempre enemigas de las Congregaciones enseñantes. Ahora bisp, notad e¿to coaateacioa: el resal­ tado de esos concursos, publicado cada ario, es, casi sin excepoioD, favorable, y m il que f,j?ora*
  • 51. ble i las escuelas da loa Hermanos y las de Her­ manas. Algunas veces el éxito es tal, qae difí­ cilmente se creería, si no fuese la Universidad misma quien lo publica. Ciertamente que no h’ay exageraron en decir qse exista nna proporcion de quince á veinte, y,.en machos casos, de siete á diez. Los días 9 y 15 de Jallo del 8ño pasado (1872) hnbo un ccncarso ganeral entre todas las eseue* las comnnále3 laical y CoDgregacionistas de la ciudad de París, Do 205 alumnos presentados por las escuelai laica?, 57 eq declararon admisi* bles para Jan escuelas su p erio r; de 169 alum­ nos presentados por las escuelas de los Herma* no?, se declararon admisibles 143 para esas mis* mas escuelas-. De parte da las escuelas laicas 148 eliminados; de parta do los Hermanos 26 solamente. ¿Es esto claro? Ea ese mismo año de 1872, la escuela de loa Hermano?, de Valencia, obtuvo, como los año3 precedente?, en éxito más significativo todavía: de 5 alomaos presentados por los Hermanos pa­ ra la Escuela de Artes y Ofieio3, todos los cinco fueron recibidos, con los números 1, 2, 3; 4 y 6. Esto está sucediendo haca veinte y treinta fcHosj por más que hacen la Universidad y los Ministros de Instrucción pública, por más que
  • 52. favorecen desvergonzadamente sus escuelas lai­ cas, por más qae ponen trabas y hacen iatrigia & los pobres Hermonos, nada consignen: I03 Hermanos llevan la ventaja en toda línea, siem­ pre y en todas partes; To recnerdo nn gran concurso en el Palacio Municipal de la ciadad de Parí?, hace algunos años, en el cual loa doce primeros nombres faoron tomados como por aaaU to por los alumnos de los Hermanos; hasta el quincuagésimo, apenas habia 7 ú 8 alumnos de las escuelas laicas. En Burges, en uno de los últimos concursos, los dias 29 y 30 de Julio, de 18 niñas aspiran­ tes al Título elemental, solamente fueron admi* tidas 10j y de estas 10, nueve eran alumms de las Hermanas. Solo una alumna de las Herma - naa quedó eliminada, eu contraposición de la única alumna presentada'por las escuelas laicaas, que fué admitida. Ea Q-renoble, obtuvo el miamo resaltado ago- viador para los partidarios de las escuelas lai­ ca?, deesas escuelas sin Religión: de nueve ad­ misiones, siete fueron ganadas por las escuelas de. Hermanas, y tan solo dos por las escuelas laicas. Preguntaremos otra vez: ¡es claro eato? Sa trata de núaeros; yo desafio á que se contesten.
  • 53. Y, en verdad, si los Hermanos y las Hermanas son ignorante?, como quieren decir: ¿qué son los otros? Para las gentel de buena fé, qne saben las cosas, esta cuestión ya no lo ep. Bajo el ponto de vista de la instrucción, las escuelas de nnes- tros Hermanes y de nuestras Hermanas, son so* perioree, y con mocho, á las ©tras, Y es muy sencillo. Por honrados que se les suponga, los maestros y las maestras del Estado, deepaes de todo, no hacen más qne ejercer un cfício; nn oficio honroso, nn oficio útil, tanto co­ mo queráis; pero al fin, nn oficio, y no nra obra de abnegación. Hacen eso por dinero; mientras qne nuestros Hermanos y Hermanas lo hacen por el amor de Nuestro Señor, en ún interés mny superior á todos los intereses de este mondo, considerándose felices en acabarse así ea el ser­ vicio de Dios, y proponiéndose, ante todo, ha* cer bien á esas tiernas almas que aman y qne les ha confiado la Providencia. Si bus escuelas no siempre sóti gratuita?, esf bien considerado, porque los Hermanos y las Hermanas necesitan vivir; y desde qne la Re­ volución ha tenido cuidado de arrebatarles todo lo que antes poseian, los Ordenes religiosos han quedado pobres, y los Hermanos y Hermanas
  • 54. qae envían á dirigir nuestras escuelas, se mori­ rían de hambre si los paeblos y las parroquias no les diesen ana corta retribución anual. Esa retribacioB, por otra parte bien modesta, de nin* .gana manera qaita á sn obra sa carácter supe­ rior y exclusivo de abnegación religiosa, de fé, de caridad. Lo repito, por bueno que pueda ser un ma93* tro laico, casado, asalariado por el Estado, el interés de su familia y de su porvenir, ocupan siempre, y con justicia,'el principal lugar en el cumplimiento de sus deberes. Si es cristiano, no hará mal i sus pequeñitoa alumnos; podrá hasta hacerles bien; pero, faera de algunas rarísimas excepciones, nunca podrá compararse ese bien á la infidencia diaria que ejercen sobre los niños los Religiosos y las Religiosas, que, tanto en la escuela como en la Iglesia, en medio de sus ni­ ños como en sa vida privada, ponen, por oficio, el servicio de Dics en primer logar; y con sus ejemplos, no méaos qae con sas palabras, les ensefian á orar, á servir y amar á Jasacriato» Su solo hábito, ¿no es úna predicación de cada momento? / *1 El Hernano, la Hermana, aplicados i la es­ cuela, hacen este bien por estado; esta es sa vo-
  • 55. caeion. Seiia ridículo esperarlo de nn maestro laico. Esto no qaiere decir qae nn maestro laico, 6 qne una maestra bnena cristiana, no sean capa* cea de hacer grandes servicios, ann bajo el pan­ to de vista religioso; solamente decimos, y es nna verdad evidente, qne nuestros Hermanos y nuestras Hermanas están en condiciones mny pupericres i ellos para obrar el bien, y qne es­ ta es la razón por qne los revolacionarios ene­ migos de la fé y de la Iglesia, los detestan tan profundamente y procnran desprestigiarlos, á fin de poder más fácilmente deshacerse de ellos» T á causa de ésto, igualmente, sucede tam­ bién que los padres de familia que presentan sas pequeños hijos i las inspecciones de polícia pa­ ra hacerles recibir en la escaelas primarias, im­ pulsados por el instinto del amor paternal y ma< tersa!, no «dénos qne por el instinto religioso, piden, ei no todos, casi todos, que sas hijos sean enviados á las escuelas de los Hermanos. Este instinto popular es incontestable, y es signifi­ cativo. Es una especie de sufragio universal, qne proclama más alto que todos los discursos, la enperioridad de los Religiosos y de las Beli* gioeas en la dirección de las escuelas. Este es el voto casi universal del pueblo Fran*
  • 56. ces, qae nuestros demócratas pisotean, cuando en sos Concejos municipales, y aun departamen­ tales, anteponen sus pasiones impías á los ver­ daderos otos de los pueblos, caja representa­ ción Ee abrogaD. ¡[Pebre Francia!! cómo se borlan de ella en eia gran caestion de las escuelas, así como, por otra parte, en las más de las otrael No son los pneblos, eiuola revolncioc, qnien quiere dester­ rar de nuestras escuelas &los Hermanos y i las Hermanas. X III. Calumnias que eeparecen contra ellos, etn respecto á sus cos­ tumbres. Los enemigos de los Hermanes y de las Her­ manas atacan ea moralidad. Pretenden qne los padres de familia no pnedan confiar con seguri*
  • 57. dad sas hijoj á loa Hermanos ó i las Hermana*. ¡Pero cuál es la base de an razonamiento, (5 por mejor decir, ¿caál es el protesto;de sas odiosas insinracionet? Eate: “Dof, tres vece?, en an año, en toda la Francia, an Religiosos olvidan lo todos ens deberes, comete an eseápflalo. Ii ^go ya no se pnede tener confianza en'Zas Reli­ giosos.” Es esto como si dijéramos: “ Fía? dos comer­ ciante á quines la justicia ha castigado como cul­ pables de robo; Inego ya no podemos tener fianza en ía honradez de ningún comerciare. —Hay dos, tres padrea desnaturalizados ú q iie- nes condena la justicia por bárbaros tratamien­ tos qae han dado á sas pobres hijos; lapgi to ios los padres son desnaturalizados, y as debe des confiar de ellos.—Hay algaaos soldados qae, ea nna acción arrojan sas armas y auyea;luego to­ dos los soldados son anos cobardes!” Ciertamente los pocos miserables qae, hollaa* do con los piéa todas las leyes de la conciencia y del honor más vulgar, cometen an ateataio de esos qne la ley castiga con tan justo rigor, son grandes cnlpablas; pero, decidme, ¿ao soa la Igle* sia y la Religión, las primaras, no soUmeuta en condenarlos, sino en espoliarlos ia m e iu tí­ mente y sis misericordia?
  • 58. Fcera de esto, ¿qué los maeatroa del Estado na lieaen también ellos, y aan en mayor escala, sus deplorables miserias? Pero los enemigos de la Religión no hablan de estoa jamás, mientras qao jeáalau con el dedo y abultan con toda la par­ cialidad del ddio, el menor escándala, que mu­ chas veces más es aparente qao real, dado por nn Religioso. No sscnchemop, pue?, á esos FARISEOS. Lo qtw detestan ellos hoy, es lo que detestaron sus padres en otro tiempo: á Jesucristo, á la Yerdad» á la Religión. Como en otro tiempo, calumnian, mienteD, emplean la perfidia, mientras que pue­ den emplear la violencia; y en esto está el secre­ to de todo lo que se dice, de todo lo que se hace contra el Clero, contra loa Ordenes religioso?, y todo especialmente contra las Congregaciones enseñantes. Nuestros Religiosos y nuestras Religiosas, qnitadas rarísimas excepciones, son lo que hay de más honroso, de más puro, de más merecedor;, de más excelente en Francia; y los padres cria* tianos do paeden encontrar mejores auxiliares para ayudarles á hacer de sui hijos anos buesos niños cristiano?.
  • 59. Si es verdad qne nuestras escuelas cristianas son focos de oscurantismo, de política retrógrada y de reacción! ¿De T(acción?. . . . ¿Y contra qué?.. . . Contra la impiedad y el vicio? Sí, ciertamente! Contra las detestables doctrinas revolucionarias, subversi­ vas de la Religión, de la autoridad, de ia familia* del orden social todo entero? Sí, eí, y mil vecea bí, Y esto es lo qne hace que ee les quiera snprinir» ¡Focos de reacción política en nn Bentido caal< quiéra? No, en ningún sentido. Y nuestros ra­ dicales lo saben también como nosotros. En nuestras escuelas, no nos ocupamos de política, laito sos va que cea blanca como tricolor (5ro­ ja; y esto es lo que pone en tortnra í nuestros denxfcratae. Ellos quisieran qne nuestras escue­ las, tjce son eantnarios de la simplicidad y de ]a j:az, ee convirtieran, bajo la dirección de sns
  • 60. maestros de escuela Com añeros, ana especie de CLUB3IT03 en focos de rebelión. Como revo* lacionarios, no sueñan más qne revoluciones; hombres de rebelión, quisieran sembrar la rebe­ lión por todas partes. Esto es lo qae nosotros.no queremos; esto es lo qae nosotros no hacemos; esto es lo qae no hemos hecho jamás, y lo qae jamás haremos. Llamen cuanto qaierau i cato, ‘‘oscurantismo? ll&méDlo “reacción/ ’ ¡está bien! yá sabemos nos­ otros lo qae qaieren decir. No acusan á nues­ tros Hermanos de las escuelas de qae se oca- pan de política, mis qae por hacerlos odiosos i las poblaciones, y para envolverlos en los odios que los periódicos revolucionarios excitan con­ tra el partido del drden y de las gentes hon« radas. En nuestras escuelas, los Hermanos y laa Hermanas se ocupan de hacer qae sus tiernos niño sean buenos cristiano?, gentes de bisn y verdaderos ciudadanos. Dejan á los agentes de la Revolución y de las Sociedades secretas, la criminal tarea de hacerles perder la cabeza bajo el pretexto de “libertad" j de REPU ­ BLICA. Digan lo qae quieran, la política nada tiene qae ver ol la escuela,
  • 61. XV Si (i verdad que la égcaela cristiana no sale formar ciudadano. fiito dependí de lo que se entienda por “ OIU» DADANO.” Loa revolucionarios entiende por candadano ata espacie de exaltado, qae trae siempre en la boca las pa1abras de PATRIA, de PATRIOTISMO, de LIBERTAD, de igualdad, de fraternidad (¡<5 la muerte!) qae está pronto siempre i armarse contra la autoridad legítima; es decir, no revolucionaria; qae hace el faafar- j o b , y qne, con pretexto de altivez nacional, es ingobernable.—Eae ea el ciudadano que forrnaa la escuela ein Religión, el taller sia Religión, 5a familia sin Religión, el periódico sin Religión, el Estado sin Religión. En todas nuestras ravola cienes ee le ve tomar parte, y no 63 hermoso.
  • 62. La esunela cristiana, no eolo no forma ciuda­ danos d“>este jaez, eioo qae tiene por misión directa, evidente, el impedir qne ee formen. ¿Se eqoivoca? ¿Qiécosa es, decidme, el “ciudadanan revaluciooario, si no el hombre de desdrden y de mala fé, el faator de pronunciamientos, el Co- u>nnero? Dios y la Iglesia condenan ese asqueroso cora* pneet" de orgullo, de presunción, de ignorancia, de cólera, de violencia, y, casi siempre, de des­ templanza y de Injuria. La escuela cristiana ha» ce <tro tanto; lo reprueba, y se esfuerza en pre* e^rvur de todos esos vicios y de todos esoa er­ re-re» el espíritu y el corazon de los ñiflas que ella eaaea. Pero m ella el la enemiga del falso ciudadano, ea uuiUeu Ja amiga y la madre del ciudadano vertía tero Voa quereid, ¿no es asi? que vuestro Lijo húga un dia honor á sa patria? ¿queréis qae eeu tuda bu vida na hombre de bien, un hom­ bre 4U0 cumpla con sus obligaciones, un hombre tíe óruea y de abnegación? Esto es lo qne se l¡aa<a ?er buen ciudadano de arriba á abajo en la escuela social. Quereis qne vuestra hija, he­ cha ya mujer y ¿ bu vez madre de familia, sea j ^fcrujh&e^ca honrada, buena, virtuosa, casta? i'uea bien, en eBía grande obra trabaja ¿a es­
  • 63. cáela cristiana, de concierto con el Sacerdote y con 7os. Los demagogos dicen que en nuestras escuelas no formamos más qae cristianos* y qae no nos ocupamos de formar ciudadanos. Esto ea falso: por el solo hecho de formar cristianos, for* mamos ciudadanos, bneno3 y verdaderos ciadas danoe, ‘‘Loa mejores cristianos, decia tiempo atrís el rey protestante Gustavo Adolfo, son siempre loa mejores soldados.” Otro tanto se puede decir de los ciudadanos: “Los mejores cristianos son siempre los mejores ciudadanos/’ es decir, loa hombreí más verdaderamente con>* sagrados á los iatereces y á la felicidad de 83 patria.- Nuestros revolucionarios, de todos los grados, «on los más miserables ciudadanos que pueden darse. Bajo la cubierta de las grandes palabras que decíamos poco ha, no procuran más que contentar sus malas pasion93, tenar sin traba­ jar, asaltar algunos buenos puestos muy lucra­ tivo?, sia cuidarse del mundo de los negocios públicos. Ya I03 hamos visto fancionar en la época de la Comuna; y lo qae faeron entdncea serán siempre. Solo la Religión puede formar verdaderos hombres de bien; y por esto, la e3cnela enear-
  • 64. gada de formar á loa hombres, debe Ber críatia- na, profaadámente cristiana. La escnela sia Religión jamás formará otra cosa qae revolucionarios, rebaldes, borracho», Comuneros. XYI. Sel crimen de los que envenenan el espíritu y el corazon de la juventud. El Código penal castiga coa la pena de muer­ to á loa envenenadores, y tiene mocha razón. Nada hay mis odioso ni más vil que esta forma del crimen. Pero, decidme, ¿quién es aÍ3 cul­ pable, el que enveaeua y mata al cuerpo, 6 el que envenena y suata el alma? ¿No es el alma la qae hace de nosotros unog hombres? El al­ ma ea cien veces, mil veces, superior al cuerpo. Luego, ei tcatán lose dsl cuerpo, es tan graa orí* ESOTELA BIS DIOS,—5
  • 65. men envenenarlo, matarlo, ¿qné será tratándose del alma? Pnes bieD, la Francia está llena de gentes qae, á ciencia y paciencia de todo el mnndo, están envenenando las almas, no con arsénico ni car­ denillo, sino con doctrinas abominables, las coa* les, penetrando poco á poco en el espíritu» lo ha* cen incrédulo, impío, rebelde; y llegando basta el corazon, le dan el gasto del mal, el ódio de Dios, el hábito del vicio. Envenenadores públicos son todos esos qae, de nn modo ó de otro, enseñan el error, ya en religión, ya en política. Lo son, en primer la ­ gar, los malos maestros y las malas maestras; los malo9 institutores y las malas institutoras de es» cáelas ein Religiou, sin principio?. ¿Qaé enseñan ellos á los pobrecitos niñcs qae ee les confían? A leer, á escribir; está bien; pero les enseñan además, y sobre todo, así por £os ejemplo?, como por eos palabras, á vivir sin Dioi?, á menospreciar las santas prácticas de la B eligioD , á borlarse del Sacerdote, á desdeñar la oraeion y la santificación del domingo, las leyes de la Iglesia, la ConfeeioD, y la Comu­ nión pascual. Los habitúan á no hacer el bien por conciencia <5por deber, sino bascando ante todo en interés penoaa), á ganar dinero, á ha*
  • 66. cerre egofátas. Frecnentíeinjanierite, sobre todo en tt0ir¡ent08 de críete política?, eso« maestros y eeas maestras de escuelas sia Religión, dan al más ínfimo precio, escándalos coy s vestigios qoedan profañdamente graba ios en U roeojoru de los niíos. Ese envenamiento moral es on críoisa de pri* mer órdeD. Ataca no solamente á la Iglesia, riño &la Sociedad misma en ea rai?, en sa cora* zon. Prepara espantosas ruinas para e! porve nir. Los qne lo cometen deberiaa sar tratados como los peores de los criminales, tanto mis cri­ minales cnanto más se ensañan contra unos po- brecitos inocentes privados de defensa, qae creen fácilmente lo qne se les dice. Los qne lo dejan cometer, y todavía raí*, loa qne lo hacen cometer, soa nno miserables, ene - roigos de Dios y de la Sociedad; no hay nn notn* bre con que agobiarlos. Si la justicia hiinan.'t es bastante ciega para no castigarlos, la inexo­ rable Justicia divina los espera al salir de este mando: el formidable Jaez ante quien entáccaá- habrán de comparecer atónitos, llenos de torro, lo ha declarado en sn Evangelio. “ Cualquiera que hubiere escandalizado á uno solo de estos pequeñitos que creen en mí, yo os juro que fuera para él mejor ser precipitado al fondo
  • 67. del mar, con una piedra de molino atada d cuello” Pero no es á nn niño, sino á toda ana gene* ración de niños á qnien escandaliza; es decir, i quien pierde y i qnien corrompe el maeBtro 6 la maestra de escuela sin Religión: y siendo esos niños anos peqaeñitos bautizados, unos peqaeñi* tos Cristianos, es de ellos de quienes habla aqní directamente Jesucristo. Escandalizaríos es co* meter nn asesinato, y un asesinato sacrilego; es arrancar á Dios el espirita y el corazon de sos hijos. ¡Ay del hombre qae cohete eee crimen!y ¡ay de la Sociedad qne lo ñtju cometer! ¡ay de loa periódicos que lo preAbaa! ¡sy de los hom* bres públicos qae tienen 1» -jadía de erigirlo en ley !•»•••>! Toda ley contraria í la ley de Dios, es nnla y de ningún valor. La conciencia prohíbe so­ meterse i ella; eso seria apostatar. Si nuestros impíos consignen hacer erigir ea ley su sistema de educación anticristiana, entra­ mos ya en los caminos de la persecución abierta; y ser¡í llegado el caso, así para los padres y ma* dree, como para los hijos, como para los Sacer­ dote?, como para I03 seglares, de repetir la pre­ ciosa palabra salida en otro tiempo de los labios de los Apdéíolea. (iEs mejor obedecer d Dios, 4 los hombres!:1
  • 68. XVII. Crimen y locara de los padres que educan sin Religión &sus hijos. Los padres y madres qae educan, ó qae hacen educar ein Religión &ens pobrecitos hijos, no son ménos culpables qae loa malos maestros de es» cáela; y, como éstos, responderán de aquellos de­ lante de Dios. Son, al mismo tiempo qae cnlpaples, insensa­ tos: culpables, porque faltan gravemente á sa primer deber de padre ó madre, qae es de ayu­ dar con todas sns fuerzas á la Iglesia á salvar y á santificar esos hijos qae Dios les ha dado; in­ sensatos, porque nn dia recogerán lo que hayan sembrado, y entóneos se apercibirán, pero de­ masiado tarde, de qae ana mala edacacion no produce más qae malos frutos, frecuentemente
  • 69. 86 verá el hijo cocavertido ea nn malvado, en nn libertino; síd fé y sin temor do Dios, se abando» rará á sos pasiones; y foliz será ei no llega has­ ta el deshoEcr; la hija correrá el inminente ries­ go de dar también su fruto, y de causar i sos padres? gbo de esos pesares que no tienen nom­ bre. May pocas son las gentes que conservan ia honradez y las buenas costumbres, cuando, pa­ ra mantenerla?, no tienen el freno saludable de la conciencia, el temor da Dios y el omnipoten­ te socorro de los Sacramentos! Aeí, puee, padres y madres de familia, cui­ dad del porvenir. Cuidad de la cuenta que os ha de pedir Dios del alma, de la fé, de las cos­ tumbres de vuestros hijos.vCuidad de vosotros mismos, y, por el interés de vuestra misma fe­ licidad en la tierra, de lo que infaliblemente ha de resultar de 1a educación que les hayais dado, <5hecho dar. No olvidáis que no teneis vosotros derecho de educar ni hacer educar sin Religión á vuestros hijos; es para vosotros un deber de concioneia, bajo pena de pecado grave, no solamente hacer que vnestrcs hijos oren en la casa, y el enseñar» íea con vuestro ejemplo á servir á Dioe, sino también el no confiarlos más que á maestros y maestras de escuela, capaces de ayudaros en vites•
  • 70. ira grande cbra. Nada bueno conseguiréis bí la escuela no trabaja en el mismo sentido que vos­ otros, si la escuela no es criatiaaa como la fa­ milia. To se bien que eBto, desgraciadamente no siempre será posible; hay buenas parroquias, que, gracias á un Alcalde y á nn Concejo mu» nicipal impíos, tienen por maestro, por único maestro, nn hombre sin fé y sin ley, y algunas Teces hasta an Comunero, un hombre sin cos­ tumbres, tres veces indigno del puesto que ocupa. Es nna desgracia inmensa; pero lejos de desalen­ taros, debeis redoblar la vigilancia y el celo para inculcar á vuestro pobre hijo principios sólidos de Religión# Debeis luchar, tanto cuantopoiais, y á todo propÓ8Üot contra la mala influencia de la escuela á que os veis obligados á enviarle. Debeis predidarle, con el ejemplo, más que conpalabra», y cuidar de que cumpla con vos todos sus deberes religiosos, Si al lado di esa escuela corruptora, el celo de vuestro Cura llega á abrir una escuela LIBRE, un a escuela CRISTIANA., [(una escuela CAI OLI» CA) no olvidéis qae TENEIS LA. OBLIGA.-* CION DE MANDAR A É3TA., lo mái pronto posible, d vuestros hijos, y de quitarlos, tan luego
  • 71. tomo podáis, del peligro que les amenaza en la escuela en que están. Para la familia, aaí como para la Iglesia y la Sooiedad, la escnela cristiana es la salvación, del porvenir; la escuela sin Dios, la escuela sin Cricifijo y sin oraciones, es la mina y la perdi­ ción. XVIII Que la escuela dele ser para la Iglesia lo qne ana hija es para ea madre Al enviar Nae6tro SeSor Jesucristo á sa Igle­ sia en medio del mnndr, le ha dado el cargo de ‘ «ENSEÑAR Á TODOS LOS PUEBLOS” . Esto es para el Paps, para loa OMspos, para los Sacerdote?, no sotanee ite an derecho, sino nn deber; derecho qne ningún hombre puede legíti­ mamente quitarles; deber del cual no pueden
  • 72. eximirse sin arriesgar en salvación; deber qne desempeñan, no por dominar, como han osad decirlo algunas altees bajas é ignorantes, sino por bacer reinar á Jesucristo en el mando, y por procurar la salvación de sus Hermanos. En la enseñanza, como decíamos, hay dos «o» eas distintas, pero unidas y subordinada la una á la otra; hay conocimientos qne son para nos­ otros útiles, y ann más <5méncs necesarios á to­ dos para ganar nuestra vida y para cumplir las obligaciones de nuestro eetado, como el saber leer, escribir, contar, saber bit n nuestra lengua, y tal ó cnal lengua extrangei a*, saber maa ó mé* dos la historia, la geografía, las ciencias natura* les, y aun saber el latió, el griego, etc.; pero, además, hay la gran ciencia, la ciencia divina de la salvación, de la cual nadie, ABSOLUTA­ MENTE NADIE, debe carecer, y que enseña al hombre d conocer, ¿ servir y amar á sn Dios en este mundo, ¿ ün de poseerle eternamente feliz en el otro. Esto es de lo que se compone la enseñanza. Ahora bien, la Iglesia está puesta por Dios mismo al frente de esta enseñanza. Ella es la encargada, no de eneeñar á los hombres á leer, ni á escribir, ni á contar, etc., sino de vigilar mny de cerca qae nadie se aproveche de la
  • 73. enseñanza de les conocimientos naturales para alterar la doctrina cristiana ni para apartar de Jesucristo los espiritas y los corazones. Ella está consegrada de cuidar muy de cerca qne la educación cristiana esté inseparablemen* te suida á toda especie de enseñanza, y qae el hombre se habitúe desde ea juventud á san­ tificar en trabajo por la oración y por pensa­ mientos de íé. A este título eatí encargada la Iglesia, por ana drden expresa de Dio?, de hacer la escae» la profundamente crietiana, de vigilar coa cai- dsdo sobre sa enseñanza, de hacer reinar ea ella &Jesocriato por todos loa medios que pue­ da sugerir ana caridad ingsaios.t, principalcaen* te por los boenos ejemplos de los maestros y de las maestras» por la elección de los libros de clase, por las cortas oracianes qae preceden, acampanan y siguen al estadio; por los Crucifi­ jos y santas imágenes; en una palabra, por to­ da clase de hdbitos de íé y de Religión. En cuanto á la eneeñansa directa de la gran ciencia, la ciencia de la Religión, la Iglesia, es decir, el Sacerdote, es ciertamente por oficio el solo encargado de ella; pero así como nn baea padre y ana haena madre deben vigilar qae sa hi« jo aprenda bien sa Catecismo, explicándoselo y
  • 74. ayudándole i comprenderlo lo mejor ptse» dan, 68Í como deben hablarle frecnentetaenCe da Dios haciéndole practicar ¡o qae ensena el Sacer­ dote, así también, en la escuela, log maestros y maestras, deben, h quieren ser dígaos de esa sa­ grada misión, aplicarse á desempeñar este mis» mo papel para con los niños qae ocarrea í ella. Los culpables y ciegos partidarios de 1&es cuela sin Religión, quieren qus porqm ta Retí* gicn se enseña en la iglesia, se la exaloya da 1% escuela. Si hubiera de ser así, habría qae decir * se otro tanto de la fimili». No saben esas pobres gentes qae la Religión se extiende á todo, que tiene derecho en todo, qae en toda*partes eatá ea ea casa, qae en ninguna parte ea extraña; qae no solamente ea útil sino necesaria en todas partes, y en la cecaela, qaizá, más qae ee oaalqaiera otra. Con baena <5con mala fé, quieres echar á J e ­ sucristo de lo qae es sayo, es decir, del corazoa, del eepítritu de los niños. Vociferan ellos, como los Jadíos el Vierte! Santo, por mil y mil boeas; “JVo f iteremos qus reine éste sobre nosotros,” Y sin embargo EáTfí, JESUCRISTO, quiero y debe reinar sobre to­ dos; y es mny justo, paes qae es el Odaior* el Soberano Señor, el Salvador de éodoa.
  • 75. Como la familia está unida á la Iglesia, debe estarlo también la ecnela; como la familia, debe e*tar también subordinada á la Iglesia en todo lo qne mira i la dirección del espirito y del co i b i o b de les niBos. Esta sumisión, esta subordinación, no absor- be en cada á la escaela en la Iglesia, así como no afcscrbe i la familia en la Igíf sia. Pojrqne en en Regimiento los oficiales están someticos al Corone), y los soldados a los oficiales, ¡quiéa ee atreverá i decir que los movimientos, la bra vnra, la actividad de los que obedecen son “a& sorbidos” por la autoridad de I09 qne mandan? Mny al contrario, de eea subordinación resalta el bello drden qne hace la gloria y la fuerza del Regimiento. Esto es lo que snced9 con la subordinación de todas las ccsas i la Iglesia, y i Dios por medio de la Iglesia. La escuela, la edacaeion, la en- eeSacza, la familia, la sociedad, la dirección de las cotas públicas, el gobierno de los Estado?, en nsa palabra, todo sobre la tierra, debe estar so* metido i Diop, y por consiguiente subordinado é la doctrina divina, i les santas direcciones de ea IglesiB. En esto está solamente el secreto del drded, el secreto de la felicidad pública. Eo esto «Bíá la resurrección verdadera de nuestra cara
  • 76. Francia, y el trinnfo da tofos las baenas eaasas sobre el enemigo de Dios y de la sociedad, qae hace más de oi?n años esti debastando al oaaa« do, y cnyo siniestro nombre es la Revolución* L* cntetion de laescaeia es, ea primera Ifaea, nna cnesiion religiosa, coya solacioa depende de esta otra cuestión prévia: ¿Qaiéa enseña la Ver* dad, ¡a R^volncion, d la igteeiaf —LaRíligioa cristiana ea v^rialera, 6 falsa?—¿Debemosobe­ decer TODOS á Dios, eí ó no?—¿Jesucristo es Dios, eí ó no? La Francia cristiana, la verdadera Francia, responde “SI,” La Francia revolucionaria, <í por mejor decir, la revolncion qae 8a atreve & llamarse Francia, responde aatiazmeate ‘“NO,” E3ta es la qne ya no qniere Religión ni ea la eecuela, ni en parte alguna. Nosotros, cristia­ nos y Franceses de coraaao, eí, la queremos ea. la escaela y en todas par138. FIN,
  • 77. TA B LA DE MATERIAS Pág Advertencia qne debe leerse................. .. 5 I. Estado de la cuestión. Sa extraordi~ caria importancia.. *............................ 9 IL Quiénes son los qae han suaoitado esta cuestión.......................................... 12 III ¿Qué, en la práctica, no ocuparse de la Religión en la escaela, es hacer im­ posible la instrucción religiosa de los n iñ o s? .,.... .......................................... 16 IV. Qae Francia ea ciriatiana, y quiere quedar cristiana...............................20 Y. Por qué lado pecan los raciocinios de los enemigos de ia escaela cristiana..... 24 YI. Por qué y cómo la Religión es el al­ ma de la edacacion de los niño?) y por coLsiguie nte.de la eeccela..................... 29 V II. Por qué la enstñanza clasica es in« separable de la edncacion religi(fi«..... 32 Y1II. Testimonio oo eoepechcso de un viejo rey de Prusia que en nada crei», 36
  • 78. Págg. IX. Lo qae ha de entenderse por la es* escuela LAICA.................... • •••.......... 40 X. Por qaé motivos rechaza la Iglesia lo qae llaman ellos la escuela obligatoria y gratuita............................................... .. 43 XI. Cátao todos loa impíos, los comune­ ros, los hombres de mal vivir, son sim­ páticos i la escnela sin religión.. . . Z 47 X II. Calumnias groseras que se espareen contra los Hermanos y las Hermanas, con respecto á la instrucción. . . . . . . . 50 X III. Calumnias que esparoen contra ellos» con respecto í sas costumbres..., 57 XIV. Si es verdad que nuestras escue­ las cristianas son focos de oscurantis* mo, de política reprógrada y de reac« cion?....................................................60 XV. Si es verdad que la escuela cristia­ na no sabe formar ciadadanos.........,1 62 XVI. Del crimen de los qae envenenan el espíritu y el corazon de la juventud. 65 XVII. Crimen y locura de los padres que educan sin Religión i sus hijos.. 69 X V III. Que la escuela debe ser para la Iglesia, lo que una hija es para sa madre.................................................. 72