1. ¡A LO S P A D R E S Y M A D R E S !
e s g u e l a ' s i n d i o s .
POR
EL ILUSTRISIMO SEÑOR OBISPO
Un padre no puede, en conciencia,
mandar á sus hijos á escuela donde
no se enseña su religión,
“Para la familia, como paia la Iglesia y
la sociedad* la escaela csistiana CA
TOLICA es la salvación del porvenir;
la eacaela sin Dios, la escaela sia Cru
cifijo y sin oraciones, es la ruina y la
muerte.
MEXICO.
Imprenta do J. E. Barbedillo y C ? Escalerillas núia.21.
1 8 7 7 .
2. i
Este opúsculo es un GRITO de la fé y do
la CONCIENCIA, que se dirige &la hueca fé
de todos; pero particularmente á loa padres y
madres de familia, de la clase trabajadora.
No se dirige i los impíos, enyo número, pjr
otra parte, es runcho más corto da lo que 83 cree.
Se dirige á loa padres de familia honrados, que
han conservado nn poco de religión, y qae no
quieren qne sas hijos pean ateos ni libertino*.
Me tomo la libertad de suplicar á todas las gen
tes de bien que lo crean útil á la buena causa,
extiendan el opúsculo, lorepartan, lo mas posible,
y lo hagan llegar á las familias de los trabajadores
sea en las ciudades, sea en los campos•
La lucha es inmensa, es genera1* Es una
«Bestión de vida 6 m uerte, tanto parí la Reli*
3. gion como para la Patria. Es menester qae to*
do el mando tome parte en ella.
Qne la Santísima 'Virgen, á qoien nuestra pa
tria está consagrada, se digne conservarnos la fé
y preservar á esta nación qne le es tan querida,
de la invasión do los bárbaros (1).
(1) Las palabras que el Illmo. autor apHca á la ración
francesa, las podemos mudar aplicándolas nosotros res
pectivamente á México.
4. m * ADVERTENCIA “SU
QUE DEBE LEERSE.
A fía de qae ao se forme un coacepto por
otro, en lo qae voy &decir, escachad, lector
amigo, una explicación importantísima.
Con ocasion de la escaela, nos verémos obli
gados á hablar de la Revolución y de loa ü W *
lucionarios. Ahora bien, por cada diez padres
de familia tomados al acaso, hay onca que no da*
dan lo que es eso. Las tres caartas partes de
los diarios ensalzan los beneficios de la Revolu
ción (como qae están pegados para esto) y no
hablan de ella sino con admiración; desde lúe*
go la mayor parte de los lectores ee llaman á sí
mismos con satisfacción, revolucionarios. Para
ellos ser revolucionarios es querer el bien y 1%
felicidad del pueblo, el bienestar del obrero, el
5. progreso de la instrucción; ea declararse alta
mente el adversario de los abasos del antigao
régimen, y de todo lo qae es contrario á los de*
rechos y i la libertad de todos.
Si esto fuera la revolucicn, ¿quién seria el hom
bre que osara, <5 pediera no ser revolucionario?
“Pero la revolución es absolutamente una cosa
muy distinta? —Yed aqní lo qne ella es, por
más que digan los corifóos de la mala prensa.
En política, la palabra reooludony quiere de
cir trastorno completo; lo de arriba abajo, pies-
arriba. Una revolados, en la sociedad, es an
cambio radical, que pone ábajo lo que estaba
arriba, y arriba lo que estaba abajo.
7 bien, para que una sociedad marche en
drden, ¿qué es lo qne ha de estar arriba, los piesj
6 la esbeza?
La cabeza de la sociedad, es decir, el que
está encargado de conducir, de dirigir la socíe-
dad, es, ante todo, el Soberano Señor de la so
ciedad, Dios; mas como Dios no hace esto per»
sonalmente y por eí mismo, confia sa aa toridad
á los hombres. Por esto, y solo por esto, esos
hombres, depositarios de la autoridad del Sobe*
rano Señor de los pueblos, son las legítimas
cabezas de estos. Obedecerles es ob edecer al
6. mismo Dios; rebelarse contra elloa, ea rebelarse
contra Dios.
Pero ea toda sociedad organizada, hay doa
especies de cabezas legítimas: las cabeaas reli
giosas 6 espirituales, y las cabezas temporalea <5
civiles. Las primeras están encargadas de en
señar la verdad y la ja3ticia d todos los homhresi
tanto i los qae son cabezas temporales, como á
los otros: esas son las cabezas de la Iglesia, es
el Papa, son los Obispos y loa Sacerdotes.
La E9volacion es el trastorno da todo este
drden. Es la rebelión de los piés y de los otros
miembros contra la cabeza. Es la sociedad qae
dice i Dios: “ Ya no te necesito; ya no quiero
ta enseñanza, ni tu dirección religiosa. Ya no
qniero ser cristiano. Ya no quiero otro Dios
qae yo mismo, ni otra ley qae mi voluntad, la
voluntad nacional.” Da saerte qae la Revota -
cion, en el fondo, no es más qae la gran rebelión
de Ja sociedad contra Dios y sa Iglesia; es esa
rebelión erigida en principio, en ley fundamen
tal de la sociedad.
La Revolución ee constituye por fieraa, y en
todas partes, la enemiga de la Iglesia, substitu
ye la faerza al derecho; la voluntad del pueblo
¿ la santa y saludable voluntad de Dios. El
principio de la Hevolucion es lo opuesto al prin
7. cipio de la Iglesia» es el estado qae ya no enea*
ta para cada con Dios» y qne se coloca en sa
lugar.
Así es qne NO SE PUEDE SER, en concien»
da, REVOLUCIONARIO CATOLICO.
Todo hombre qae, en an grado cualquiera
acepta el principio impío de la Revolución» «a
nn revolucionario; que vista levita negra ó blusa*,
que eeté arriba 6 qae esté abajo;que comprenda
ó nd, su error. La mayor parte de los que se
dicen revolucionarlos, lo son por ignorancia ó
por interés. El número de los verdaderos revo
lucionarios, qne saben lo que quieren» qae saben
lo que hacen» es mucho más corto de lo que se
cree.
Una palabra más. Es necesario no confundir
“la Revolución” de qne aquí hablamos» con la
revolución francesa de 1789» La Revolncion es
nn sistma, un principio social; y la Revolución
franceea es simplemente un hecho histórico, fru
to de la Revolución, aplicación de los principios
revolucionario?.
Bien entendido esto, entremos en materia.
8. U ESCUELA SIN DIOS,
I.
ESTADO DE LA CUESTION.
Sa extraordinaria importancia.
La cuestión, sobre la que quisiera arrojar aquí
nn poco de luz para hacerla comprender bien á
los padres de familia, ee resume en esto:
¿La escuela á donde enviamos á nuestros tier
nos hijos á recibir la instrucción elemental, ha
de ser cristiana y ayudar así á la Igleda á for»
mar cristianos, ó bien, no ha de ocuparse en ma
nera alguna de la Religión, y dejar ese cuidado
exclusivamente al Sacerdote y á les padres de
familia?
¿Debe ser cristiana la escuela, ó ha de ser sin
religión?—-¿Dónde está la solucion del problema?
9. ¿Soiscristiano? ¿Creeis en Dioa, en Jesucristo
en sa Iglesia, ó sois lo qae llaman en el áia
un revolucionario, es decir, na hombre qae vive
sin religión, faera de Jesucristo y de sn Igiesia,
y qae tiene por principio qae la sociedad ha de
ser como él? Ahí estí todo; de ahí depende
todo.
Si eois cristiano, sin dada quereis qne vuestro
hijo eea y permanezca cristiano. Desde luego
habéis de qaerer que ia escaela ¿ donde envieia
á vQestro hijo, os ayude á hacer de él an cristia
no. Debeis querer, y quereis, que el maestro 6
maestra á qmen confiáis vuestro hijo, no solo no
lo quite la fé de sa bautismo, sino qae coopere,
en ensato le sea posible, i! h grande obra de sa
edacacion, la cual, ante toda, debe ser cristiana,
puesto qae todo cristiano es cristiano ante todo.
Para los padrea y madres cristianos, la cues
tión de la escuela, tan agitada ea el dia, no tie •
ne más que una solucion posible, lógica, racio*
nal: ‘'Sí, la escuela en que hacemos educar &
nuestro hijo debe ser cristiana; debe ayudarnos
á hacer de nneatro hijo un cristiano.”
Para incrédalos y revolucionarios, la solucio
nes del todo opuesta; y respondea por la voz de
sus diarios, de sas deputados, de sus francmaso
nes, de sus concejos municipales:
10. ‘•Nosotros no queretaos escuela cristiana; qae*
remos qne la escala en qae pongamos á maestros
hijos sea, como nosotros, sin Dios, sin religión,”
¿Quién ee equivoco, los Cristianos. ó los revo
lucionarios?
Si los padres cristianos estuvieras en el error,
si Jesncrieto no faera el verdadero Dios vivo, á
quien toda criatura debe obedecer, si la Iglesia
do faera sa Enviada, encargada por é l de salvar
y de eantificar i loa hombres, es evitientísi&o
qne los revolacionarioa tendrían razón en no
querer religión en la escuela ni en nioguna otra
parte. Ellos serian lógicos, y nosotros seriamos
abaardo8, ciegos, estúpidos.
Paro felizmente para nosotros, y de-graciada*
mente para ellos, los revolucionarios están en el
error, de la cabeza A los pié?. Sabiendo, <5sia
saberlo, de bueaa <5de mala fé, hacan la guerra
al verdadero Dios; desconoces, ó, al méoo?, ig
noran á Jesucristo y á ea Iglesia; atacan lo qae
debieran bendecir, y aclaman lo qie debieran
maldecir.
Lo repito, en la gran cuestión de la escaeta
cristiana ó no cristiana, la aolacion depende ea»
toramente del punto de vista en qoe üno se co -
loque, de la creencia ó no creencia de ios qae
hablan de ella. Para tener la aolacion verdada-
11. ra, la única verdadera, es necesario, de toda
necesidad, remontarnos más arriba y resolver
préviamente esta triple preganta, de la que de*
pende toda Ja vida:
¿Hay nn Dios y nna religión verdadera? ;Ja-
sncristo es Dios? ;Es la Iglesia Enviada de Jesu
cristo y depositaría de la verdadera Religión?
Miéntras no h&ya¡9 resuelto, afirmativa ó ne*
gativamente, estas tres pregnnta?, qne no forman
más de nna, jamás podréis resolver racional *
mente la cnestion de la esenela.
Bajo el ponto de vista de los revolucionarios,
ellos son lógicos; pero su pnnto de vista precisa -
mente es el falso; se engañan en el panto de>
partida, qne los pierde,
II.
Quiénes aonlos qae han suscitado esta caestion-
H ay nn medio sencillísimo, y, por decirlo así?
infalible para jnzgar de n&a cnestion ántes de
examinarla en sí misma; y ee, considerar de cor»
12. ca á Ice que eet¿n ea pro, y ¿ los qae están .ea
contra. Si de nna parte encontráis á loa buenos,
y de otra á loe malos, asegaraia vuestro negocio
poniéndoos de parte de loa buenos, sin temor de
engañaros.
Ahora bien, en la gran cuestión qae nos ocu
pa aquí, la cosa es clara como el dia: de nna par*
te las gentes de bieD, y de la otra las gente*
de mal, «
Los que quieren hacer á la NACION el bello
presente de la educación sin rel'gion, de la es
cuela radicalmente separada de la Iglesia, ¿quié
nes 80I>?
De arriba á bajo de la escuela social, desde
los más gordos gobernantes hasta les más flacos
gobernados, son revolucionarios, es decir, hom
brea extraviados ó perversos, maniquíes ó m al'
vados, que tienen por principio que la sociedad
debe vivir sin religión, sin fé, siu oracion.
Son impíos, incrédulos, sia excepción. No to*
dos piden con igual celo poner faera de la ley
á Jesucristo y á su Iglesia; pero todos son partí»
darios "del sistema que hace maravillosamente
sus negocios.
Son Franc- masones, miembros de la Interna
cional, sectarios anticristianos de las Sociedades
13. secreta?, en nna palabra, todos los conspirado-
lee, grandes y pequeños, mÍLÚtrcs ú obreros,
ciudadanos <5Comuneros.
Los que quieren desterrar de nuestras escue •
las la religioD, soa todos los de mal vivir, todos
los qae »o tienen religión en ningaaa parte, ni eB
casa, ni inera de ella. Son todos los periodistas
de mala repntación; son todos los demagogos.
Es la molíUnd, desgraciadamente considerable,,
de los espíritus fuertes, que creen caanto les
aanucian diariamente loa papeles revoluciona *
3ios, dirigidos, como todos saben, por la n&ta de
teos ambiciosos sin vergüenza, sia conciencia,
sin patriotismo, que no tienen más que nna aspi-
lacioc: llega? al poder, si no están en él; man»
tenerse en él, si ya lo están; juntar dinero; darse
toseua vida*, todo á expensas de la patria y espe°
pecislieimamente del pobre, pueblo que tiene la
simpleza de creerlos.
Todas esas gentes piden la exclusión absolu
ta de ía .Religión de nuestras escuela?, por el in*
taie», dicen ellos, de la patria, de la sociedad,»
de la {¿miüa; y ya Ee entiende que por el inte*
iés también de la Religión misma y del respeto
de qne la Iglesia y el Sacerdote han de estar ro
deados.
¿Quién seitá tan simplón qne los crea.
14. Si dorante el sitio de París, hubiera veja ido
el bneno¿ el dnlce Biemarck, á proponer á loe
sitiados nn medio soberano de salvar la ciudad
y la Francia, ¿quién le hubiera creído?
Desconfiemos, pues, de lo qae nos proponen,
diciendo qne es para bien de la patria y de la
Religión, los Prusianos de dentro, nuestros Bis-
aarck de todos colores. Si nos ponderan, tan
acordes entre &í, la supresión de la escuela cris
tiana, y la inauguración de su 8Í9tlma de escuela
ein religión, es porque saben mny bien á donde
quieren ir, <5mejor dicho, &donde quieren lie»
varaos.
Así es qne, aun antes de todo exámen, ya p o
demos fallar en favor de las escuelas cristianas,
con eolo ver á los que no las quieren.
La escuela sin religión es nn ideal, luego de
bemos rechazarla. No hay cosa más lógica.
15. ni.
¿Qué, en la práctica, noocuparse de la Religión en la escuela?
es hacer imposible la infracción religiosa de los aillos?
Salgamos de las teorías, y considerétnos las
cosas en la práctica. Si el sistema de la escuela
sin religión llegara á dominar, esto ocasionaría
naturalmente la supresión de la instrucción reli
giosa, y por consiguiente, la pérdida de nuestros
pobrecitos niños. jC<Jmo?
Ved ahí á los niños que llegan á la escuela &
las ocho de la maBana, para salir á las once. Ynel«
Ten á ella á la una para salir basta las cuatro y
aun d veces hasta las cuatro y media (1). Esto
hace seis horas de escuela por dia. Fara niaos
(1) Es digno de compararse estas horas de entrada 7
de salida en Francia, con las que, on México, son ordina
rias de 8 á 12 de la mañana, y de 1 6 í i 5, 6 y 7 de la
tarde,
16. aún de 11 y 12 años, no es poca cosa. No se fi
ja bastante la atención en este hecho. Seis ho«
ras de aplicación de espirita y de atención coa*
tíana de parte de niños pequeños, que hasta en
la escuela y faera de la escuela, no piensan mía
qne en jngar, en comer, en reir; esto es enorme1
Pero no es ésto todo. De la escuela llevan traba
jo qne hacer ¿ la casa, lecciones que aprender,
composiciones qne corregir. Pongamos que este
trabajo solo los ocupe dos horas; que eon las seis
de escuela, hacen ocho horas. Ya esto es dama*
siadamente excesivo.
Yo pregunto &todo hombre de buen sentido:
¿es racional, es posible exigir de la tierna cabe
za de un niño» un trabajo intelecto! cualquiera,
sabré esas ocho horas?
¿Y, de luego á luego, qué suceda coa la iaa»
tracción religiosa? ¿qué sucede con ei estudio,
muy arduo para un ciño, de la letra del Oatecia*
mo? Porque, en fio, el trabajo del Catecismo, el
trabajo de la instrucción religiosa, es an trabajo
intelectual, si alguna vez lo ha habido. Se nece*
sita para él, tiempo; se necesita para él, aplica
ción, Es necesario repasarlo i cada momento,
porque el niño olvida tan pronto como aprende.
Nos responden á esto: ¿Pues no tienen el Jue
ves y el DomiBgQ? Esos dias no hay escuela,”
ESCUELA SIU PIOS,- -2
18. extraña &bq vida de cada día; y, en la práctica,
aprenderán i do echar ménos la Religión.
Bien visto, esto ea lo que quierea los enemi
gos de la escuela cristiana, digan lo qne dijeren.
Mas vosotros, padres y madrea de la familia que
sois cristianos; vosotros qne habéis h%ho baati*
zar i vuestros hijos, qne esperáis qne hagan una
bnetsa primera comnnion, qne no viran 7 que
no mneran como perros, es lo pr?gnntc: ¿*8 esto
lo qne vosotros quereia!
La Iglesia se une i vosotros para r roclamar
•todo lo ccntrario; y precisamente porque sabe
ella que sin la escuela cristiana es imposible á
esos niños aprender, como deben, ea religión,
rechaza con todas sus fuerza?, como vosotros
mismos debeis hacerlo, lo que ellos llaman (a se»
pasacion de la Iglesia y de 1a escuelo, es decir,
la escuela ein Religión, 1» escuela sin crucifijo,
sin oracioo, sin Dios.
20. Dos mil quiníeatoi uno; ni ano más. Loa damás,
es decir, setenta y dos mil qninionloí enabanta y
cinco, son lotoranop, calvioiitvj, pietriitaa, an«
glicatsog, cisroádeo?, jndfoa y tarcos.
En Marsella, la proporcioa ha sido la misma.
De 312,884 habitantes» 296,101 se han confesa
do católicos; 16,544 se han dicho de otros cai
tos; y solamente 219, se han declarado libres
pensadores.
En R jan ha sido esto más manifiesto. De
120,470 habitantes, se encontraron 100,861 ca
tdlieos, 1,590 disidentes de tocias sectas, y tan
solo 19 individuos sin religión.
En Lyon, Tolo&a, Bárdeos, Nautas,.Lila, etc.,
la proporcion ha sido poco más <5ménos la mis
ma; faera de imperceptibles excepciones, todo
el mando se ha declarado católico; todo el mun~
do ha hecho profesion de creer en Jesacristo; y
esto, repito, delante de gentes qae representa
ban al Estado, al Estado sin Dios, al Ejtado
sin fé.
¿Qaé hay qae responder á esos números? ¿lío
demuestran, claro como la luz, que & pesar de
sus locaras y de sas errores, nnosíra Francia es
cristiana y católica en el alma; qae loa q*.te la
creen perdida para Jerucsisto y la Iglesia, se
engafian de medio á medio, y qae es la calaoi -
21. aia y se la insulta cuando se la trata como na
ción eia religión?
La especie de apoetasía oficial qae, desde
1789, le lia hecho y le hace tanto mal todavía,
no penetra basta su corazon; ea una enfermedad
déla piel, ya roja, ya tricolor, que la pene en
en peligro, pero que no la hace morir. No la
haría morir más que llegando al coraz on. Esa
ficción lega!, e&a apostasía oficial, es lo que se
llama la separación de la Iglesia y del Estado; y
sobre ella es sobre la que nuestros radicales del
dia quieren constituir, como sobre un funda
mento real, su famoso sistema de la separación
de la Iglesia y da la escuela, ó, en otros térmi
co?, de la Escuela sin Dios.
Sí esa locura criminal llegara á dominar, se ~
tía nua segunda locura añadida á la primera, un
crimen público añadido á otro crimen público.
Sería, además, la pérdida inmediata de nuestra
Francia; como la separación del alma y del cuer
po, para él hombre, la señal y causa de la muerte.
Sí, digámoslo en voz muy alta, en el fondo y
en sn ecrazcE, Francia es todavía hoy io que
siempre ha sidj, el gran pueblo cristiano, la gran
nación católica. Si sus gobernantes la dejaran
á sus verdaderas inspiraciones, se vería algo de
maravilloso on ?n vida religiosa. La Rsvolucion
22. no es la Francia, como quisiera hacerlo creer la
demagogia. Ella no es la Francia, como las rui»
ñas, los escombro?, el lodo y la sangre que cu»
bren una magnífica tierra, no son esta tiorra. La
Eevolucion es impía, y la Francia es cristiana;
Ja Bevolucion blasfema de Jesucristo, y la Fran»
cía, la verdadera Francia, le adora.
¿Qué vienen, pues, á proponernos esos cuan
tos hombres sin fé, sin Dios? ¿Qaé vienen & con*
tamos sus escuelás sin religión? ¿Por quiénes
nos toman ellos? ¿Por quiéft toman i la Francia.
Ya sé que invoean la libertad de cultos, la
cual nada tiene que ver aquí, puesto que la cau
sa que defendemos contra ellos, es común á ca
tólicos y protestantes. Los protestantes, &pe
sar de sus errores, creen, como nosotros, en
Jesucristo; y la escuela ein religión, es contra
sus principios, no ménos que contra los nues
tros. .No hablo aquí de los Judíos, porque son
tan poco numerosos, que no podríamos hacerlos
entrar en cuenta, y también porque generalmen*
te sen tan ricos que tienen tantas escuelas israe
litas cuantas quieren. La cuestión versa ’íaica*
mente entre los cristianos y I03 hombres SIN
DIOS; por tanto, en Francia, la cuestión está
del todo resuelta.
23. Luego preguntar á los padres y madres de
familia: “¿Es necesario que la escuela á que en
viáis vuestros hijos, sea una escuela cristiana?’
es tener anticipadamente seguridad de un SI
casi unánime
Y los que se atreven á responder NO, los
que quieren imponer su sistema á la casi unani
midad de sus conciudadano?, esos son unos in
sensatos y unos perturbadores} que la conciencia
pública rechaza con indignación.
Si en los de arriba el buen sentido patriótico
no estuviera oscurecido por las preocupaciones
volterianas y por la ambición personal, esas lo»
curas criminales no podrían producirse impu
nemente. Son crímenes de lesa- patria.
y .
Por qué lado pecan los raciocinios de los enemigas &4 la es-
cuela cristiana.
Nuestros demagogos y nuestros ideólogos^
parten todos, más ó ménoe, de esta idea archi-
fcdsa, <5qne no hay religión verdadera y necesa*
ríe, <5 que Nuestro Señor Jesucristo no es Dios
24. hecho hombre como lo añrman i 1» vez sos pa
labras y.sos milagros; <5, en fío, qtie la Iglesia y
el Sacerdote, ministro de la Iglesia, no están ea»
cargados por Dios mismo de ensenar á todos los
hombres & practicar la verdadera Religión, la
Religión de Jesncristo.
Cuando se les dice esto levantan el grito.
“Nada de eso, dicen; solamente queremos qae
la Iglesia y la Eícnela no se confcodan; quere
mos qne la Religión ee ensena ea la Iglesia, y
qne bo se hega mención de ella en la escuela 5
cada ano en bo casa; he ahí lo que queremos,”-
Sí, sin duda, cada nao en bu casa; y nosotros,
como vosotros, tampoco queremos confundir la
escnela con la Iglesia, el instructor con el Sacer
dote. Pero una cosa es la confmion, y otra cosa
es la unión. Nosotros queremos que la escuela
esté unida i la Iglesia.
Y aeí como por la ‘'escuda" entendemos, no la
casa donde se da á nuestros hijea la instrucción
primaria, siso precisamente esta instrucción mis»
ma, así por uIglesia” entendetno?, no la iglesia
material, la Casa de oracion, sino la Iglet¿£ do
cente, el Sacerdote que representa & la Ig'^sia
y es el ministro de la Religión,
“¿Cada nno en sn casa” nos dicen? Sí, cada
uno en sn casa; pero hay alguno qce, «ucnal-
25. quiera partí qae esté, está ea sa casa, y qae, coa
jnsticia. no puede echarse de ningana parte; ea-
te es Dios, ea Jesucristo, Daeño y Señor.
E d la escueh mía qae ea nipgana otra parte,
está *‘en su casa.” Efectivamente loa niños á
quienes el maestro de escaela enseña i leer, á ea,
cribir, á contar, etc., ¿esos niaoa no son de Jesu
cristo? ¿No son hautizado?, co son anos peque
ños cristianas? ¿No les ha rescatado Jesucristo
en la Croa con el precio de toda sa sangre? ¿No
eoa hijos de ¡a Iglesia? Esto es,aa hecho,, un he
cho evidente. ¿Qaiéü se atreverá i negarlo?
Luego Jesucristo, ea la escuela, está ea su ca«
sd, Luego la Iglesia, en la escuela, tiene también
bu lugar, su gran lagar, su principal lagar. La
Iglesia está allí, no para eose ñar á sus hijos á
leer y á escribir, siao para inspirarles la obe
diencia y el respeto í gas maestros, para formar
ene jóvenes espíritus y sus tiernos corazones;
para vigilar qae la enseñanza que se les dé sea
conforme en todos sus pantos, no solamente ¿ la
fé prcpíamente dirha, sino al espíritu cristiano.
He ahí p^r qoé la Iglesia tiene un derecho ab •
soluto, gnperior, inalienable» sobre la enseñanza
y la educaciou déla javentad, y, por consiguien
te, sobre la cscaela donde se dan esta enseñanza
y esta edoeacioa.
27. cosa msís urgente que pedir ¿ eea faerza ciega
que se llama ‘‘el Estado,” que la destrucción de
la Iglesia, el poner fuera de la ley á los Sacerdo
te» y todo lo qae es cristiano. Testigos los re-
volacioRarioa de 1789, que, despues de haber
mlcassado la “asparación de la Iglesia y del Es
tado,” llegaron de aquí, en ménos de dos aSoa, á
decretar la aupreeios ds la Iglesia por el Estado,
y á poner faera de la ley á los Obispos y Sacer
dotes fieles! Testigos también nuestros Coma*
seros de 71, qoe, despees de haber arrancado
les Crucifijos de todas las escuelas, no tuvieron
cosa más nrgente qce hacer sino violar nuestras
Iglesias, aprisionar y asesinar nuestros Sacer
dotes.
Luego, en el fondo de esa cuestión de la es»
cuela, para quien sepa reflexionar, no hay más
que uca cuestión de fé, y si los revolucionarios,
de coalquira rango que sean, la cortan en un
sentido opuesto al nuestro, es sencillamente por*
que no tienen fój porque ignoran á Jesucristo, <5
porque le aborrecen.
¿Padres y Madres de familia: ved, pue?, la
lamenta importancia de esta cuestión, tanto pa
ra el presente como para el porvenir,
28. YI.
<?or qué y como la Bsligion es el alma de la educación de los
niños y par consiguiente da la escaela*
Porque ella lea enseria lo qae es de la mayor
iraportancia para en felicidad en este mundo y
en el otro.
Porque les enseña, y esto infaliblemente de
parte de Dio?, ¿E creer lo que es verdadero, á
amar lo que es bueno, á admirar lo que es paro;
á respetar y amar la autoridad de sus padres;
á ser buenos y castos; á conservar buenas cos
tumbres; á ser laborioso?, fieles, concienzudos, á
satisfaser primerasiente el deber que el placer;
á evitar tcdo lo qce pueda corromper va el es*
pirita, ya el coraaon.
La Religión hace todo esto en donde quiera
que se ia deja obrar; y sola ella tiene el poder
de opetar este biea y de apartar eseluah ¿Qué
es en efecto la moral ain Raligioa? Uaa teoría
enfadosa, grandes palabras, y á lo mis ana boa-
30. lor del aol qie lo alambra y feeaniiaa todo eo -
bre la tierra.
Nosotros somos cristianos; nuestros hijos ea»
tán bautizados, son cristianos; pera ellos no hay
educación séria sin la bienhechora intervención
de la Religión, y por consiguiente, de la Iglesia;
y en consecuencia, del Sacerdote. Siendo la
Iglesia, con la familia, el saotnario ds la edaca«
don, quererle excluir de ella la Religión y la
Iglesia, es qaarer excluir de ella á Dios; es que
rer excluir de ella la edncacion. Ahí está, por
otra parte, la experiencia que lo prueba todos
los dias, en todo logar: las escaelas sin Dios son,
más <5 ménos, unos focos de corrupción, de in
moralidad más 6 ménos encubierta, pero que fer*
menta; donde es casi imposible qne un niño con.
serve su inocencia; donde solo el temor mantie-
ne alguna apariencia de driles; donde el ciño
aprende á detestar la autoridad del maestro;
donde la patria no ve más qae un semillero d@
comuneros sin fé y sin ley.
Lo repito: siu la Religión no hay edncacion.
Luego la escuela deb3 ser cristiana, y cristiana
ante todo. Exigir ésto 03 un deber de concien*
cia para los padres y madres do fami'ia, no mé*
nos que para el Sacerdote. Ya da por medio la
salvación de les niño*.
31. Por qué la enseñanza clásica és inseparable de la educados
religiosa.
Porque el espirita es inseparable del corazon.’
No amamos sino lo que conocemos, eiao lo qae
vemos qae es bello, noble, bueno, digao de esíi*
macioa y de amor. El corazon sigae i la cabeza.
Y verdaderamente la enseñanza ea qaien forma
á la cabeze, es decir, es la qae hace conocer al
espirita todo lo qce lo es útil sabar. Da ahí la
inmensa importancia de no dar jamás otra cosa
de alimento al espirita del niño, más qae la ver*
dad. El error corrompe al espirita, como el vi«
eio corrompe al corazon.
"Fero, diceíi, cua&di» aa maestro de escuela
enseña ei Alfibaío y la Gramática, la Aritméti*
tica y otros, ramos de sa programa, casi nanea
puede eogaáarss; y ana cuando se engañase res»
pecto de algosos porraeoorea, j^aé mal podría
32. esto cansar en el espirita de sas discípuios? Pa*
rece qne nada tiene que hacer la Religión en es
to.” —Está bien; pero, como ya lo dijimos ántep,
no es esto de lo qne se preocupa la Iglesia. De
lo qne ella se preocupa en la enseñanza qne se
da en la escuela, es desde luego, de que, con oca
sión de ciertos ramos de esta enseñanza, tal coa
mo la historia y algunos otros elementos de
ciencia natural, no vaya á dar el maestro i I03
niños nociones falsas y peligrosas, bajo el punto
de vista religioso. Da lo que ella se preocupa,
es de que los libros, sobre todo los libros de
historia, no sean verídicos, ortodoxos, y de que
contengan, como tas frecuentemente sucede, ca«
lumnias contra el Clero y la Religión.
Al enseñarla historia de Francia, par ejem
plo, cuántas falsedades detestables contra loa
Papas, contra los Sacerdote?, contra loa Orde
nes religiosos, contra la infidencia de la Iglesia,
no hace entrar todos los dús en el espíritu de
sus pobrecitos discípulos, un maestro irreligioso
<5simplemente ignorante, de los que, desgracia
damente, hay más de uno? Y esas falsedades»,
esaa mentiras frecuentemente dejan huellas que
no se borran jamás!
JDd cien niños que, desde su salida de la ea-
cuela, se burlan de Dios, que causan la desoía*
ESCUELA 6W DIOS,— 3
33. cion de sus padre?, qne se abandonan al mal, se
puede decir con seguridad, qne los noventa de
líos han bebido el gérmen de eaas rebeliones,
en las malas ideas que se les han dado en la ea*
cuela, no ménos que en las malas costumbres
qne pululan en las malas escuelas.
Si qnereis que vuestro hijo viva y crezca en
el bien, hacedlo desde luego vivir y crecer en la
verdad; y la verdad es, ante todo, la verdad
cristiana, el conocimiento de Dios y de sn ley.
“Pero, dicen también, esa veráad, es el Saeer*
dete quien debe darla á los niños, y no el maes
tro de escuela ni los padres.’V—Decís muy bien:
el Sacerdote, efectivamente, y solo él es el ofi«
cielmente encargado por la Iglesia para ensenar
la Religión á los niños de su parroquia; pero los
padres y los maestros tienen por óbligaoion, el
ayudarle por todos los medios posibles en esta
laboriosa enseñanza. Todo ha de contribuir á
esta, tanto en el interior de la familia, como en
el interior de la escuela.
Los niños, y especialmente los niños del pue*
blo, son atolondrados, poco dados al estadio; lo
qne quiere uno que sepan, es necesario hacérse
lo entrar en su inteligencia y su memoria, por
todos los poros, á todo proposito. Si quereis ha*
cer un cristiano de ese tontito de 8 6 10 anos,
34. es preciso qae pongáis ea sus ojo?, en sas orejas,
en ea lengua y en ea memoria, todo cnanto poe*
da ayudarle i acordarse de las vérdeiet», siempre
nn poco abstracta*, qae hacen el foodc* de la Re
ligión cristiana. Ea lagar de enseñarh i leer en
yo no se qné libros insiguifi'arnés, enseñarle á
leer en el Catecismo, ea el Evangelio, en aa re
fiú<nen elemental, cono hay tantos, da la moral
cristiana. Y ann con este socorro de todos los
momeato?, la Iglesia tendrá toiavia trabajo ea
hacer penetrar biea i fondo Us liees vig-iScaa*
tes de la fe en eaa pequen» ioteligsacia- ¿ jiqí
qaé sacederi si la enseñanza de la escuela qae-
da completamente fuera del pensamiento religio*
so, el caal es el úaieo, y no nos cansaremos de
repetirlo, es el úoico que tiene poder de hacer
cristianos, es decir, verda Itíroa hombre* de bien,
hombres de conciencia, de corazoa, de deber.
El maestro de escuela debo cooperar necesa -
liamente, con todas sas fuerzas, i la graade obra
de la educación coofiada por Dios mismo á sus
Sacerdote?. La enseñanza de 1* escuela debo
seguir, ayudar,recordar la eaaeñiaza del Cate
cismo. Sia eslo, no hay educación sólida; <5, ea
otros términos, no hay cristianos, no hay verda
deros hombres de biea pira el porrtíuir.
Todo esto es incontestable, El abatimiento
35. detolador de !a Francia actual, viene sobre to
do, del olvido de la ley de Dice; y este alvido
tiene, en gran parte, en origen en la enseñan
za indiferente é irriíigiota de nuestras escuelas
primarias abajo y de nuestros Colegios arriba.
Luego la eneeñacza de la escuela debe ser
cristiana, como debe ser cristiana la educación.
En eete gran trabajo de formación, el espíri
tu del niño eo debe separarse de su corazon.
VIII.
Testimonio'no sospechoso de un viejo rey de Prusia que
en nada creía.
Los enemigos de la fé da nuestros hijos ee ha*
lian aquí nn adversario en quien ménos lo espe*
jaban. Ea el famoso rey de Proeia, Federico el
Grande, el íntimo amigo de Voltaire, más incré
dulo, si pnede serse m¿st y más axagerado que
Voltaire. Este creia ud poco en Dies y en el
alma, en el bien y en el mal; pero, Federico, en
36. nada creía él, y en sn intimidad no le ocultaba
eos sentimientos.
Faes bien, he aquí lo que el graa baen sea•
tido social y político de aquel malvado de genio,
le hizo proclamar é imponer &todos ana súbdi
tos, en un reglamento general promnlgado en
Berlin el 12 de Agosto de 1763, en el pleno
reinado del Volterianismo.
“i'ederico, rey de Prueia, etc.
“Desde el establecimiento de la paz, el verda*
dero bienestar de nuestros pueblos preocupa to
dos nuestros momentos (absolutamente como di
ría hoy el piadoso Bismarck), y como creemos
útil y necerario poner el fundamento de ese bien
estar, constituyendo nna instracion raciona!, tan
to como cristiana, para dar á la javeatad, con el
iemor de Dios, los conocimiento útiles:
“Art. I, Los niños de 5 á 13 d 14 años, no po
drán dejar la escuela ántes de estar instruidos en
tosprincipios esenciales del Cristianismo, y de sa>
ber leer y escribir bien (1).
(1) Nótese cómo tiene él cuidado de poner aquí la ¡na*
tracción religiosa en primer lugar. Esto, da parta de un
hombre semejante, es muy significativo.
37. “Art. II. Loa maestros á quienes la necesidad
del trabajo obligue i ocnpar algunos niños, se
rán tériamenle advertidos de hacerlo de maDe-
ra que efos niños no se s°paren de las escnelas
ántes de faber leer lier, ni dnies de poseerlas
nociones fundamentales del Cristianismo........he
chos que dehen hacerse constar por certificados
delpastor (1) y ciel maestro de escuela.
“Art. XII, Como loa buenos maestros eon los
que hacen qae las eecoelas sean buenas, nn maes*
tro de escuela debe eetar en condiciones tales,
que toda »u conducto fea un ejemplo y que no des<
iruya con sus obras io que edifica con sus pala»
bras. Los ujaenros, luúb qoe ci alesquera otros,
deben estar animado* de una sólida piedad, y an*
te todo, poseer el verdadero conocimiento de Dios
y de Crido.
“ Art, XXIV. En todo lo que concierne á la
escuela, el maestro debe apoyarse en los consejos y
en los avisos de su pastar.
,(Art. XXV. Es nuestra expresa voluntad
que, en ciudades y pueblos, visiten los pastores
(2) No habla aquí siso del pastor luterano, porque en
esa época toda la Prasia era luterana. El pastor es aquí
ministro de la Religión.
38. las escnelas establecidas en sa jarisdÍ3CÍon, do3
veces por semana, ja por la mañana <5 ya por
la tarde, é interroguen ellos mismos á los aluna-
nos.”
No es an Cara, ni nn Obispo, ni el Papa, quien
ha dado este decreto; ea, lo repetimos en voz al*
ta, nn libre-pensador de primer <5rden, cuyos
principios religiosos eran absolutamente los mis*
moB qne los de naestros revolucionar103 moler*
nos más avanzados.
Era el baen sentido qaien le arrancaba esas
confesiones; era el instinto de la conservación da
la sociedad, de la familia y del drden público,'
Los enemigos de la escaela cristiana preten -
den qne la snperioridad de la Prasia viene de
sns escaela?, y de sa sistema de instraccion obli
gatoria. Que sean, eiqnira ana vez, lógicos con-
sigotnismos, y no traten de ponernos el contra*
principio de lo que nos cacarean.
En Prasia, las prescripcioaes de Federico el
graade han hecho ley hasta 1372; la instrucción
cristiana y el respeto práctico de la religión se
consideraban, y con razón, como el alma de la
educación en las escnelas, Si I03 Prusianos tie
nen algo de baeao, allí lo han tomado.
Bismarck parece disponerse i ca tombiardo
estos prohíbe hablar de religión en las escuelas»
39. prohíbe qna loa niiios ae arrodillen, jantea la»
manes para orar, etc. Tanto peor para Prasia.
En el fondo, Bismaak y nuestros revoluciona
rios son de la misma escuela, y ved ahí, por qué
esperamos qae la Francia no querrá ser ni sa ja»
gaete ni sa víctima.
IX
lo que lia do entead«rsó por la escuela LAICA,
Laico, laica, no quiere decir sin religión, Ub
laico ea simplemente nn hombre que no es
eclesiástico. Todos los cristianos son laicos, to»
dfas las cristianas son laicas. Vosotros mismo3,
padrea y cuadres, que leís estas páginas y que os
preocupáis con tan justo motivo, del porvenir
religioso de vuestros hijos, vosotros sois laicos;
Tan solo están elevados sobre el estado laico
aquellos qae tienen el honor y la dicha de con
sagrarse i Dios en el estado Eclesiástico 6 en*
le estado Religioso.
40. Nuestros enemigos, qne no son mny faerteo
en materias de cosas religiosas, confanden o r
dinariamente esta nocion tan sencilla, y por lai
co entienden ellos lo qne es, si no enemigo del
Sacerdote y de la ReligioD, al ménos lo qne es
indiferente á la Religión y al Sacerdote. Para
ellos la eecnela laica es la escuela sin Religión, la
escnela no cristiana.
Es porque detestan á la Religión, á la Iglesia»
al Sacerdote, por lo qne aclaman y reclaman la
escuela laica. Si ellos entienden muy bien loque
quieren, nada entienden de lo qne dicen.
{Escuelas laicas! Pues nosotros también las
queremos y laa sostenemos; solamente hay, qne
nosotros pedimos qae, ante todo, esas escuelas
laicas sean cristianas. No basta, para nosotros,
qne ellas hagan la guerra al Catecismo y á Jesa*
cristo; queremos además, y tenemos el derecho
y el deber de exigirlo; queremos, como decíamos
poco h¿, que esas escuelas sean los anxilioa del
Catecismo, y que el maestro y la maestra traba
jen en ellas de acuerdo coa el Sacerdote y coa
los padres de familia, en formar á nuestros pe
queños cristianos en el cervieio y en el amor de
Jesucristo.
Les maestros y las maestras laicos qne pre~
dican loa enemigos de la escaela cristiana, son,
41. sabedlo bien, maestro* y maestra* sin Religión.
Desde el mome 1*0 qae oa maestro de escuela
cample, en la escuela y faer» de la escuela, coa
el primero de todos sns deberes, qae es el de
servir á Jesucristo, inmediatamente y por mas
laico qae sea, 89 le nota como clerical, y muy fre-
cnentemeote ya do pn<de esperar más que la ma*
levolencia, y aú », a’ganas veces, verdaderas
persecuciones. Por el contrario, el maestro qae
€8 laico en el sentido en que lo entienden los
eneniigoe de 1» fé e^tá seguro de una protección,
que llega á veces h^sta el eacíadalo, hasta la to«
lerancia más ind'gia.
Qoennestroa bijos sean edocados cristiana
mente; he ahí todo lo qae qnereraos. Si ordi
nariamente anearos Caras preñaren Hermanos
ó Hermanas (de (I'Agregaciones Religiosas) á
maestro* y maestras laicos, es porque gracias á
l<i indiferiescia religiosa, por no decir á la irre
ligión qae domina en casi todas las escuelas ñor*
males donde se forman los maestros y las maes
tras del Estado, sacede qae rarísimas veces son
lo qne deben ser para ccraplir digmámente sa
grande y santa misión.
¿Q liéo puede llevar á mal qae nn baen Sacer
dote do quiera dejar cnos tiernecitos niños, ca-
yas almas se le han coañado, ea maaos de aa
42. maestro ó de ana maestra sin religión? Lo con
trario, sí seria estraño. No ea por él, sino por
la fé y la salvación de aas ovejas, por lo que el
Cara reclama la escaela cristiana. Poco importa
que sea atendida por as laico, por nn Hermano
ó nna Hermana, oon tal qne todo ae haga en ella
conforme &la voluntad de Dio?; con tal qne el
ministro de Dios eocaentre en ella el apoyo ¡£
que tiene derecho para edacar cristiaoacaente á
ese pequeño pueblo qne ama.
X.
Por qué motivos rechaza la Iglesia lo qua llannn eiloa la es
c u e la OBLIGATORIA y GRATUITA*
Nuestros librea* pensadores, enemigos do la
Iglesia y de la patria, tioaen uaa tirria qus aalo
á toda propósito como una espacie de ritorneUoi
uLa escuela LA.1CA, OBLIGATORIA y G-RA»
TUITA.
43. Tf do el veneno esté en la palabar LAICA,
6 per mejor decir, en la idea impía qne ocultan
ellce bfcjo eea palabra, tan icofeneiva en 8Í mis»
na; y úl icaosente, tened esto bien entendido,
porq» e la egcoela Ihích qne quieren imponer á
)(■ Francia, es la escuela t-in Dice, la escuela sin
J^eccriflo y fin Religión; es por lo qne qnieren
laceria obligatoria y gratuita. Es usa verdade
ra ecnepiracion centra la fé de nuestra Francia*
* P» imero, dicf n, edequeeoos la juventud fuera
de la Iglecia; es decir, contra la Iglesia; despues
cbliguécDoe á los padres á que la envíen d núes*
trae escuelas ein Dios, para que nada senos es*
cape; y luego, por ün, quitémosles todo pretexto
dertolanar haciendo p g ar todss esas escuelas
per ti Es18do, sin pedir nada ni á los padres ni á
los hijos. Con este sistema, la Francia será nues
tra dentro de quince ó veinte anos,” Este plan ea
tan feltaipable cemo lien cou.binado. Esabomij
iable, jorque es la guerra á Dios y á las almas-
eet¿ f¿1h irteite ce mbinado, porque si bus “etcue
las laicas” llegaren á dominar y hacerse obliga*
to iat jara tedop, alcanzarían infaliblemente el
remitido impío qne te prometen;la Francia per
dería la fe.
Ic r eto m bm iiccs roectrop, con toda la
otrgí& de efB misma íé. la escuela revoluciona
ria, laica, obligatoria,gratuita.
44. Si la escuela fuera cristiana, como debe serlo
y como lo será siempre, aeí lo esperamos, ai la
escuela faera cristiana, lejos d9 llevar i mal qia
fuera obligatoria, la Iglesia seria la primera ea
aprobar nn sistema qae po.ndria á toloa aa* hi~
jos en la feliz obligación de ser tan instruido* y
tan bien edacadoa corno faera posible. Pero ío
que ella no quiere, & niogaa precio, es que ios
padres cristianos (os decir, 99 íe cada 100. 99í)
de cada 1,000) seaa obliga Í03 4 enviar á sas hi
jos á RLas escuelas eu donde todo los apatraría
de la Religión, corno lo hemos demos .rado mis
arriba.
Ea e8to,ccmo siempre, loa revolucionarios coa
su palabrería de libertad, progreso de las luces,
etc., son unos tiranos y unos verdaderos déspo
tas. Pisotean la primera y la más legítima de
todas nuestras libertades, la libartai religiosa.
Porque ellos do creen, quieren obligar i los de-
mífs á eo crtíer; y lo qae nos qaierea iacalear, de
grado por fuera?, ao os ai la ciencia ni U itss-
trnccion, sino seüCilla&eüte sas doctrinan irupús.
Yo os pregunto, ¿tenemos razón nosotros, nos
otros los cristianos, de no qaerer sa instrucción
obligatoria? No queremos sa intruccion, porque
es falsa y perversa; y no queremos qae se obli
gue ¿ nuestros hijos & recibirla, primero, par
45. que 210 somos esclavos nosotros, ni ellos tampo
co; y, efgando, porqae no queremos qae se nos
cbligne á hacerlos emponzoñar.
En cnanto á la eECuela gratuita de esos caba»
llerop, todavia hay aquí nna iniquidad digna de
ellos. Esas famosas escuelas sin Religión, todo
podrán eer, ménos gratuitas, supuesto qae el
Estado las ha de pagar y las pagará bien. Aho
ra, decidme, ¿qnién llena las arcas del Estado?
Son los cristianos; y la minoría de los contri
buyentes qae se declaran no cristiano?, es tan
insignificante, qae paede contarse por mala. De
auerte que, (¡qné bnenos apóstoles sois!) con
vuestra apariencia de generosidad, de desinta -
iés, de amor al pueblo, no quereis hacer más qae
obligarnos i que nosotros mismos pagaécBos la
mina moral de nuestros hijos! Querei3 obligar
i la Francia católica i matarse con sus propia
nanos, á despojarse por sí misma del manto real
de ea fé. {"Vaya, pues! Eso es la mayor desver
güenza I...........
No, no queremos ni vuestra instrucción laica*
ai vuestra instrucción obligatoria, ni vue&tsa isa*
truccion llamada gratuita. Como cristianos, qae •
jemos eer libres para hacer educar cristiana
mente á nuestros hijos; y si venía diciéndoaos
todavía que no rechazamos vuestras idea? sino
47. escuela nadoual. Ea el fondo todo esto significa
escuela sin Dios; enseñanza y educación, uo so
lamente indiferentes, siao hostiles á la Religión.
¿7 por qné hacen ellos esa triste capaña? Es
porque impulsados por el demonio, ea quien ao
creea ye, quierea aniquilar el reino de Nuestro
Señor Jesucristo sobre la tierra. Y como Jesa*
cristo no reina en el mnado, sino por medio de
su Iglesia, del Papa, aa Yicario, de loa Obispos
y Sacerdote?, sus ministros; como las Congrega
ciones religiosas son los auxiliares más precio
sos de la Iglesia para la educacioa de la juveu-
tud, se ligan todos juntos para destruir el Papa>
do temporal y espiritul, para aniquilar por todos
los medios la influencia sagrada de nuestros
Obispos, de nuestros Sacerdotes y de nuestros
Ordenes religiosos.
Esta cuestión de la escuela, que ea boca de
ellos parece ao ser más qae aaa cuestión nacic-
nal, es ea realidad una cuestioa religiosa. Como
lo decíamos al eooieuzar, todo se reduce í sabar
si la escuela debe hacer de nuestros pequeños
hijos anos cristianos <5unos libres-pensadores;
hombrea de fé ú hombres sia fé; católicos <5re
volucionarios, Loa predicadores de la escaela
sin Dios, se cuidan muy poco del maestro de es*
•cáela; sa atencia la tieaea fija ea el Cara. La
48. escaela oo les import^.aíno bajo el pinto da
vista de la Iglesia, y de todo, cnanto se dice 6 se
hace en la Iglesia* Si padiéraís vosotros leer
entre sus líneas filantrópicas y endalzadas, coau-
do escriben con tanta moderación sobra los in
tereses de la javentad, sobre el porvenir del
pneblo, sobre el atnor de la ciencia, ete., ved
aquí lo qne leeríais ea Carsctéres trazados, no
por la mano de Dios, sino por la mano misma de
Satanás: “¡Nada de Religión, ni de misa, ni de
Sacramentos, ni. de Catecismo. Nada de Sasor*
dote?, ni de Religiosos, ni de caito, ni.de Iglesia,
Nada de Cristo, nada de íé, nada de Dios!” Ved
ahí el fondo de esa lacha qae estamos presen
ciando. ¿Dejaremos al enemigo de DÍ03 y de los
hombres llevar i cabo gas planes iafernales!
• Ese es el plan de la Revolncion qae qaiere
descristianizar á la Francia, á la Europa, al muu^
do, y que para llegar á sus fines, se sirve de
todo; de las leyes, de los gobiernos, de la políti*
ca, de la prensa, de la corrnpcioa de las costum
bres, y, repitámoslo muy alto, de la instraccion
pública y de la escaela, en donde so tarea ea más
fácil, i cansa de la mayor facilidad qae allí tiene
de i-educir el espirita de los niños,
Si dejamos obrar á la Revolncion, en ménos
escuela sm dios,— £
49. de medio siglo nuestra pobre Francia estará p&r»
dida, deshonrada, sin remedio.
XII.
Calumnias groseras que se esparcen' contra los Hermano»
y las Hermanas, con respecto á. la instrucción.
El Coco de los adversarios de la escuela cris
tiana, ¿será preciso decirlo? son desde luego los
Hermanos y las Hermanas que so dedican á la
edccacion cristiana de la juventud. Nuestros re*
volucienerios los detestan todavía máp, si puedo
ser, que á los Sacerdotes.
Tienen macha razón: los Heroeaaos y las Eer.
manas son los enemigos-natcs de la escuela sin
Religión, de la escuela revolaciouaria; como la
verdad es enemiga-nata de la mentira; la cari-
dad enemiga-nata de la malicia. ¿Qné no dicen
para hacer creer á los ignorantes qae el bisu es
50. el mal, que los Hermanos y las Hermanas son
los enemigos del pueblo, y qae los {aires de fa
milia no dehei confiarles eih hijos?
¡Mienten! Ha ahí ea arma, la única de qae
pueden servirse: mienten con la esperanza do
poder matarl
Dicen, con an descaro qae engaña á la mayor
parte, qae los Hermanos y las Hsrmanaa soa ig*
norautes; qne en sas escuelas nada aprenderán
los niñoe; qne al contrario, los maestros y las
maestras laicos, es decir, sin Religión, no lo olvi
demos, ellos solos poseen la "cienoia” qae se ne
cesita para formar “ciudadanos? Esta calumnia
eale ¿ cada paso,
Desgraciadaraeate para ellos, ahí ostia loa he
cbos, qae los convencen en toda línea, de im
postara y de mentira. Cada año hay en todas
naestrag grandes ciudades concursos públicos,
ya para los diplomas ó certificados da estadios,
ya para ciertas recompensas conce ;ída¡3 por loa
departamentos ó las municipalidades, hasta por
los franc-masones; y esics concursos son presidi
dos por gentes da la Universidad, casi siempre
enemigas de las Congregaciones enseñantes.
Ahora bisp, notad e¿to coaateacioa: el resal
tado de esos concursos, publicado cada ario, es,
casi sin excepoioD, favorable, y m il que f,j?ora*
51. ble i las escuelas da loa Hermanos y las de Her
manas. Algunas veces el éxito es tal, qae difí
cilmente se creería, si no fuese la Universidad
misma quien lo publica. Ciertamente que no h’ay
exageraron en decir qse exista nna proporcion
de quince á veinte, y,.en machos casos, de siete
á diez.
Los días 9 y 15 de Jallo del 8ño pasado (1872)
hnbo un ccncarso ganeral entre todas las eseue*
las comnnále3 laical y CoDgregacionistas de la
ciudad de París, Do 205 alumnos presentados
por las escuelai laica?, 57 eq declararon admisi*
bles para Jan escuelas su p erio r; de 169 alum
nos presentados por las escuelas de los Herma*
no?, se declararon admisibles 143 para esas mis*
mas escuelas-. De parte da las escuelas laicas
148 eliminados; de parta do los Hermanos 26
solamente. ¿Es esto claro?
Ea ese mismo año de 1872, la escuela de loa
Hermano?, de Valencia, obtuvo, como los año3
precedente?, en éxito más significativo todavía:
de 5 alomaos presentados por los Hermanos pa
ra la Escuela de Artes y Ofieio3, todos los cinco
fueron recibidos, con los números 1, 2, 3; 4 y 6.
Esto está sucediendo haca veinte y treinta
fcHosj por más que hacen la Universidad y los
Ministros de Instrucción pública, por más que
52. favorecen desvergonzadamente sus escuelas lai
cas, por más qae ponen trabas y hacen iatrigia
& los pobres Hermonos, nada consignen: I03
Hermanos llevan la ventaja en toda línea, siem
pre y en todas partes; To recnerdo nn gran
concurso en el Palacio Municipal de la ciadad
de Parí?, hace algunos años, en el cual loa doce
primeros nombres faoron tomados como por aaaU
to por los alumnos de los Hermanos; hasta el
quincuagésimo, apenas habia 7 ú 8 alumnos de
las escuelas laicas.
En Burges, en uno de los últimos concursos,
los dias 29 y 30 de Julio, de 18 niñas aspiran
tes al Título elemental, solamente fueron admi*
tidas 10j y de estas 10, nueve eran alumms de
las Hermanas. Solo una alumna de las Herma -
naa quedó eliminada, eu contraposición de la
única alumna presentada'por las escuelas laicaas,
que fué admitida.
Ea Q-renoble, obtuvo el miamo resaltado ago-
viador para los partidarios de las escuelas lai
ca?, deesas escuelas sin Religión: de nueve ad
misiones, siete fueron ganadas por las escuelas
de. Hermanas, y tan solo dos por las escuelas
laicas.
Preguntaremos otra vez: ¡es claro eato? Sa
trata de núaeros; yo desafio á que se contesten.
54. qae envían á dirigir nuestras escuelas, se mori
rían de hambre si los paeblos y las parroquias
no les diesen ana corta retribución anual. Esa
retribacioB, por otra parte bien modesta, de nin*
.gana manera qaita á sn obra sa carácter supe
rior y exclusivo de abnegación religiosa, de fé,
de caridad.
Lo repito, por bueno que pueda ser un ma93*
tro laico, casado, asalariado por el Estado, el
interés de su familia y de su porvenir, ocupan
siempre, y con justicia,'el principal lugar en el
cumplimiento de sus deberes. Si es cristiano, no
hará mal i sus pequeñitoa alumnos; podrá hasta
hacerles bien; pero, faera de algunas rarísimas
excepciones, nunca podrá compararse ese bien
á la infidencia diaria que ejercen sobre los niños
los Religiosos y las Religiosas, que, tanto en la
escuela como en la Iglesia, en medio de sus ni
ños como en sa vida privada, ponen, por oficio,
el servicio de Dics en primer logar; y con sus
ejemplos, no méaos qae con sas palabras, les
ensefian á orar, á servir y amar á Jasacriato»
Su solo hábito, ¿no es úna predicación de cada
momento? /
*1
El Hernano, la Hermana, aplicados i la es
cuela, hacen este bien por estado; esta es sa vo-
55. caeion. Seiia ridículo esperarlo de nn maestro
laico.
Esto no qaiere decir qae nn maestro laico, 6
qne una maestra bnena cristiana, no sean capa*
cea de hacer grandes servicios, ann bajo el pan
to de vista religioso; solamente decimos, y es
nna verdad evidente, qne nuestros Hermanos y
nuestras Hermanas están en condiciones mny
pupericres i ellos para obrar el bien, y qne es
ta es la razón por qne los revolacionarios ene
migos de la fé y de la Iglesia, los detestan tan
profundamente y procnran desprestigiarlos, á
fin de poder más fácilmente deshacerse de ellos»
T á causa de ésto, igualmente, sucede tam
bién que los padres de familia que presentan sas
pequeños hijos i las inspecciones de polícia pa
ra hacerles recibir en la escaelas primarias, im
pulsados por el instinto del amor paternal y ma<
tersa!, no «dénos qne por el instinto religioso,
piden, ei no todos, casi todos, que sas hijos sean
enviados á las escuelas de los Hermanos. Este
instinto popular es incontestable, y es signifi
cativo. Es una especie de sufragio universal,
qne proclama más alto que todos los discursos,
la enperioridad de los Religiosos y de las Beli*
gioeas en la dirección de las escuelas.
Este es el voto casi universal del pueblo Fran*
56. ces, qae nuestros demócratas pisotean, cuando
en sos Concejos municipales, y aun departamen
tales, anteponen sus pasiones impías á los ver
daderos otos de los pueblos, caja representa
ción Ee abrogaD.
¡[Pebre Francia!! cómo se borlan de ella en
eia gran caestion de las escuelas, así como, por
otra parte, en las más de las otrael No son los
pneblos, eiuola revolncioc, qnien quiere dester
rar de nuestras escuelas &los Hermanos y i las
Hermanas.
X III.
Calumnias que eeparecen contra ellos, etn respecto á sus cos
tumbres.
Los enemigos de los Hermanes y de las Her
manas atacan ea moralidad. Pretenden qne los
padres de familia no pnedan confiar con seguri*
57. dad sas hijoj á loa Hermanos ó i las Hermana*.
¡Pero cuál es la base de an razonamiento, (5 por
mejor decir, ¿caál es el protesto;de sas odiosas
insinracionet? Eate: “Dof, tres vece?, en an
año, en toda la Francia, an Religiosos olvidan lo
todos ens deberes, comete an eseápflalo. Ii ^go
ya no se pnede tener confianza en'Zas Reli
giosos.”
Es esto como si dijéramos: “ Fía? dos comer
ciante á quines la justicia ha castigado como cul
pables de robo; Inego ya no podemos tener
fianza en ía honradez de ningún comerciare.
—Hay dos, tres padrea desnaturalizados ú q iie-
nes condena la justicia por bárbaros tratamien
tos qae han dado á sas pobres hijos; lapgi to ios
los padres son desnaturalizados, y as debe des
confiar de ellos.—Hay algaaos soldados qae, ea
nna acción arrojan sas armas y auyea;luego to
dos los soldados son anos cobardes!”
Ciertamente los pocos miserables qae, hollaa*
do con los piéa todas las leyes de la conciencia
y del honor más vulgar, cometen an ateataio de
esos qne la ley castiga con tan justo rigor, son
grandes cnlpablas; pero, decidme, ¿ao soa la Igle*
sia y la Religión, las primaras, no soUmeuta
en condenarlos, sino en espoliarlos ia m e iu tí
mente y sis misericordia?
58. Fcera de esto, ¿qué los maeatroa del Estado na
lieaen también ellos, y aan en mayor escala, sus
deplorables miserias? Pero los enemigos de la
Religión no hablan de estoa jamás, mientras qao
jeáalau con el dedo y abultan con toda la par
cialidad del ddio, el menor escándala, que mu
chas veces más es aparente qao real, dado por
nn Religioso.
No sscnchemop, pue?, á esos FARISEOS. Lo
qtw detestan ellos hoy, es lo que detestaron sus
padres en otro tiempo: á Jesucristo, á la Yerdad»
á la Religión. Como en otro tiempo, calumnian,
mienteD, emplean la perfidia, mientras que pue
den emplear la violencia; y en esto está el secre
to de todo lo que se dice, de todo lo que se hace
contra el Clero, contra loa Ordenes religioso?,
y todo especialmente contra las Congregaciones
enseñantes.
Nuestros Religiosos y nuestras Religiosas,
qnitadas rarísimas excepciones, son lo que hay
de más honroso, de más puro, de más merecedor;,
de más excelente en Francia; y los padres cria*
tianos do paeden encontrar mejores auxiliares
para ayudarles á hacer de sui hijos anos buesos
niños cristiano?.
59. Si es verdad qne nuestras escuelas cristianas son focos de
oscurantismo, de política retrógrada y de reacción!
¿De T(acción?. . . . ¿Y contra qué?.. . . Contra
la impiedad y el vicio? Sí, ciertamente! Contra
las detestables doctrinas revolucionarias, subversi
vas de la Religión, de la autoridad, de ia familia*
del orden social todo entero? Sí, eí, y mil vecea bí,
Y esto es lo qne hace que ee les quiera snprinir»
¡Focos de reacción política en nn Bentido caal<
quiéra? No, en ningún sentido. Y nuestros ra
dicales lo saben también como nosotros. En
nuestras escuelas, no nos ocupamos de política,
laito sos va que cea blanca como tricolor (5ro
ja; y esto es lo que pone en tortnra í nuestros
denxfcratae. Ellos quisieran qne nuestras escue
las, tjce son eantnarios de la simplicidad y de
]a j:az, ee convirtieran, bajo la dirección de sns
60. maestros de escuela Com añeros, ana especie de
CLUB3IT03 en focos de rebelión. Como revo*
lacionarios, no sueñan más qne revoluciones;
hombres de rebelión, quisieran sembrar la rebe
lión por todas partes.
Esto es lo qae nosotros.no queremos; esto es
lo qae nosotros no hacemos; esto es lo qae no
hemos hecho jamás, y lo qae jamás haremos.
Llamen cuanto qaierau i cato, ‘‘oscurantismo?
ll&méDlo “reacción/ ’ ¡está bien! yá sabemos nos
otros lo qae qaieren decir. No acusan á nues
tros Hermanos de las escuelas de qae se oca-
pan de política, mis qae por hacerlos odiosos i
las poblaciones, y para envolverlos en los odios
que los periódicos revolucionarios excitan con
tra el partido del drden y de las gentes hon«
radas.
En nuestras escuelas, los Hermanos y laa
Hermanas se ocupan de hacer qae sus tiernos
niño sean buenos cristiano?, gentes de bisn y
verdaderos ciudadanos. Dejan á los agentes de
la Revolución y de las Sociedades secretas,
la criminal tarea de hacerles perder la cabeza
bajo el pretexto de “libertad" j de REPU
BLICA.
Digan lo qae quieran, la política nada tiene
qae ver ol la escuela,
61. XV
Si (i verdad que la égcaela cristiana no sale formar
ciudadano.
fiito dependí de lo que se entienda por “ OIU»
DADANO.” Loa revolucionarios entiende por
candadano ata espacie de exaltado, qae trae
siempre en la boca las pa1abras de PATRIA, de
PATRIOTISMO, de LIBERTAD, de igualdad,
de fraternidad (¡<5 la muerte!) qae está pronto
siempre i armarse contra la autoridad legítima;
es decir, no revolucionaria; qae hace el faafar-
j o b , y qne, con pretexto de altivez nacional, es
ingobernable.—Eae ea el ciudadano que forrnaa
la escuela ein Religión, el taller sia Religión, 5a
familia sin Religión, el periódico sin Religión, el
Estado sin Religión. En todas nuestras ravola
cienes ee le ve tomar parte, y no 63 hermoso.
62. La esunela cristiana, no eolo no forma ciuda
danos d“>este jaez, eioo qae tiene por misión
directa, evidente, el impedir qne ee formen. ¿Se
eqoivoca? ¿Qiécosa es, decidme, el “ciudadanan
revaluciooario, si no el hombre de desdrden y
de mala fé, el faator de pronunciamientos, el Co-
u>nnero?
Dios y la Iglesia condenan ese asqueroso cora*
pneet" de orgullo, de presunción, de ignorancia,
de cólera, de violencia, y, casi siempre, de des
templanza y de Injuria. La escuela cristiana ha»
ce <tro tanto; lo reprueba, y se esfuerza en pre*
e^rvur de todos esos vicios y de todos esoa er
re-re» el espíritu y el corazon de los ñiflas que
ella eaaea.
Pero m ella el la enemiga del falso ciudadano,
ea uuiUeu Ja amiga y la madre del ciudadano
vertía tero Voa quereid, ¿no es asi? que vuestro
Lijo húga un dia honor á sa patria? ¿queréis qae
eeu tuda bu vida na hombre de bien, un hom
bre 4U0 cumpla con sus obligaciones, un hombre
tíe óruea y de abnegación? Esto es lo qne se
l¡aa<a ?er buen ciudadano de arriba á abajo en
la escuela social. Quereis qne vuestra hija, he
cha ya mujer y ¿ bu vez madre de familia, sea
j ^fcrujh&e^ca honrada, buena, virtuosa, casta?
i'uea bien, en eBía grande obra trabaja ¿a es
63. cáela cristiana, de concierto con el Sacerdote y
con 7os. Los demagogos dicen que en nuestras
escuelas no formamos más qae cristianos* y qae
no nos ocupamos de formar ciudadanos. Esto ea
falso: por el solo hecho de formar cristianos, for*
mamos ciudadanos, bneno3 y verdaderos ciadas
danoe, ‘‘Loa mejores cristianos, decia tiempo
atrís el rey protestante Gustavo Adolfo, son
siempre loa mejores soldados.” Otro tanto se
puede decir de los ciudadanos: “Los mejores
cristianos son siempre los mejores ciudadanos/’
es decir, loa hombreí más verdaderamente con>*
sagrados á los iatereces y á la felicidad de 83
patria.-
Nuestros revolucionarios, de todos los grados,
«on los más miserables ciudadanos que pueden
darse. Bajo la cubierta de las grandes palabras
que decíamos poco ha, no procuran más que
contentar sus malas pasion93, tenar sin traba
jar, asaltar algunos buenos puestos muy lucra
tivo?, sia cuidarse del mundo de los negocios
públicos. Ya I03 hamos visto fancionar en la
época de la Comuna; y lo qae faeron entdncea
serán siempre.
Solo la Religión puede formar verdaderos
hombres de bien; y por esto, la e3cnela enear-
64. gada de formar á loa hombres, debe Ber críatia-
na, profaadámente cristiana.
La escnela sia Religión jamás formará otra
cosa qae revolucionarios, rebaldes, borracho»,
Comuneros.
XYI.
Sel crimen de los que envenenan el espíritu y el corazon
de la juventud.
El Código penal castiga coa la pena de muer
to á loa envenenadores, y tiene mocha razón.
Nada hay mis odioso ni más vil que esta forma
del crimen. Pero, decidme, ¿quién es aÍ3 cul
pable, el que enveaeua y mata al cuerpo, 6 el
que envenena y suata el alma? ¿No es el alma
la qae hace de nosotros unog hombres? El al
ma ea cien veces, mil veces, superior al cuerpo.
Luego, ei tcatán lose dsl cuerpo, es tan graa orí*
ESOTELA BIS DIOS,—5
65. men envenenarlo, matarlo, ¿qné será tratándose
del alma?
Pnes bieD, la Francia está llena de gentes qae,
á ciencia y paciencia de todo el mnndo, están
envenenando las almas, no con arsénico ni car
denillo, sino con doctrinas abominables, las coa*
les, penetrando poco á poco en el espíritu» lo ha*
cen incrédulo, impío, rebelde; y llegando basta
el corazon, le dan el gasto del mal, el ódio de
Dios, el hábito del vicio.
Envenenadores públicos son todos esos qae,
de nn modo ó de otro, enseñan el error, ya en
religión, ya en política. Lo son, en primer la
gar, los malos maestros y las malas maestras; los
malo9 institutores y las malas institutoras de es»
cáelas ein Religiou, sin principio?.
¿Qaé enseñan ellos á los pobrecitos niñcs qae
ee les confían? A leer, á escribir; está bien;
pero les enseñan además, y sobre todo, así por
£os ejemplo?, como por eos palabras, á vivir sin
Dioi?, á menospreciar las santas prácticas de la
B eligioD , á borlarse del Sacerdote, á desdeñar
la oraeion y la santificación del domingo, las
leyes de la Iglesia, la ConfeeioD, y la Comu
nión pascual. Los habitúan á no hacer el bien
por conciencia <5por deber, sino bascando ante
todo en interés penoaa), á ganar dinero, á ha*
66. cerre egofátas. Frecnentíeinjanierite, sobre todo
en tt0ir¡ent08 de críete política?, eso« maestros y
eeas maestras de escuelas sia Religión, dan al
más ínfimo precio, escándalos coy s vestigios
qoedan profañdamente graba ios en U roeojoru
de los niíos.
Ese envenamiento moral es on críoisa de pri*
mer órdeD. Ataca no solamente á la Iglesia,
riño &la Sociedad misma en ea rai?, en sa cora*
zon. Prepara espantosas ruinas para e! porve
nir. Los qne lo cometen deberiaa sar tratados
como los peores de los criminales, tanto mis cri
minales cnanto más se ensañan contra unos po-
brecitos inocentes privados de defensa, qae creen
fácilmente lo qne se les dice.
Los qne lo dejan cometer, y todavía raí*, loa
qne lo hacen cometer, soa nno miserables, ene -
roigos de Dios y de la Sociedad; no hay nn notn*
bre con que agobiarlos. Si la justicia hiinan.'t
es bastante ciega para no castigarlos, la inexo
rable Justicia divina los espera al salir de este
mando: el formidable Jaez ante quien entáccaá-
habrán de comparecer atónitos, llenos de torro,
lo ha declarado en sn Evangelio.
“ Cualquiera que hubiere escandalizado á uno
solo de estos pequeñitos que creen en mí, yo os juro
que fuera para él mejor ser precipitado al fondo
67. del mar, con una piedra de molino atada d
cuello”
Pero no es á nn niño, sino á toda ana gene*
ración de niños á qnien escandaliza; es decir, i
quien pierde y i qnien corrompe el maeBtro 6 la
maestra de escuela sin Religión: y siendo esos
niños anos peqaeñitos bautizados, unos peqaeñi*
tos Cristianos, es de ellos de quienes habla aqní
directamente Jesucristo. Escandalizaríos es co*
meter nn asesinato, y un asesinato sacrilego; es
arrancar á Dios el espirita y el corazon de sos
hijos. ¡Ay del hombre qae cohete eee crimen!y
¡ay de la Sociedad qne lo ñtju cometer! ¡ay de
loa periódicos que lo preAbaa! ¡sy de los hom*
bres públicos qae tienen 1» -jadía de erigirlo en
ley !•»•••>!
Toda ley contraria í la ley de Dios, es nnla
y de ningún valor. La conciencia prohíbe so
meterse i ella; eso seria apostatar.
Si nuestros impíos consignen hacer erigir ea
ley su sistema de educación anticristiana, entra
mos ya en los caminos de la persecución abierta;
y ser¡í llegado el caso, así para los padres y ma*
dree, como para los hijos, como para los Sacer
dote?, como para I03 seglares, de repetir la pre
ciosa palabra salida en otro tiempo de los labios
de los Apdéíolea. (iEs mejor obedecer d Dios,
4 los hombres!:1
68. XVII.
Crimen y locara de los padres que educan sin Religión
&sus hijos.
Los padres y madres qae educan, ó qae hacen
educar ein Religión &ens pobrecitos hijos, no son
ménos culpables qae loa malos maestros de es»
cáela; y, como éstos, responderán de aquellos de
lante de Dios.
Son, al mismo tiempo qae cnlpaples, insensa
tos: culpables, porque faltan gravemente á sa
primer deber de padre ó madre, qae es de ayu
dar con todas sns fuerzas á la Iglesia á salvar y
á santificar esos hijos qae Dios les ha dado; in
sensatos, porque nn dia recogerán lo que hayan
sembrado, y entóneos se apercibirán, pero de
masiado tarde, de qae ana mala edacacion no
produce más qae malos frutos, frecuentemente
69. 86 verá el hijo cocavertido ea nn malvado, en nn
libertino; síd fé y sin temor do Dios, se abando»
rará á sos pasiones; y foliz será ei no llega has
ta el deshoEcr; la hija correrá el inminente ries
go de dar también su fruto, y de causar i sos
padres? gbo de esos pesares que no tienen nom
bre. May pocas son las gentes que conservan
ia honradez y las buenas costumbres, cuando, pa
ra mantenerla?, no tienen el freno saludable de
la conciencia, el temor da Dios y el omnipoten
te socorro de los Sacramentos!
Aeí, puee, padres y madres de familia, cui
dad del porvenir. Cuidad de la cuenta que os
ha de pedir Dios del alma, de la fé, de las cos
tumbres de vuestros hijos.vCuidad de vosotros
mismos, y, por el interés de vuestra misma fe
licidad en la tierra, de lo que infaliblemente ha
de resultar de 1a educación que les hayais dado,
<5hecho dar.
No olvidáis que no teneis vosotros derecho de
educar ni hacer educar sin Religión á vuestros
hijos; es para vosotros un deber de concioneia,
bajo pena de pecado grave, no solamente hacer
que vnestrcs hijos oren en la casa, y el enseñar»
íea con vuestro ejemplo á servir á Dioe, sino
también el no confiarlos más que á maestros y
maestras de escuela, capaces de ayudaros en vites•
70. ira grande cbra. Nada bueno conseguiréis bí la
escuela no trabaja en el mismo sentido que vos
otros, si la escuela no es criatiaaa como la fa
milia.
To se bien que eBto, desgraciadamente no
siempre será posible; hay buenas parroquias,
que, gracias á un Alcalde y á nn Concejo mu»
nicipal impíos, tienen por maestro, por único
maestro, nn hombre sin fé y sin ley, y algunas
Teces hasta an Comunero, un hombre sin cos
tumbres, tres veces indigno del puesto que ocupa.
Es nna desgracia inmensa; pero lejos de desalen
taros, debeis redoblar la vigilancia y el celo para
inculcar á vuestro pobre hijo principios sólidos
de Religión# Debeis luchar, tanto cuantopoiais, y
á todo propÓ8Üot contra la mala influencia de la
escuela á que os veis obligados á enviarle. Debeis
predidarle, con el ejemplo, más que conpalabra»,
y cuidar de que cumpla con vos todos sus deberes
religiosos,
Si al lado di esa escuela corruptora, el celo de
vuestro Cura llega á abrir una escuela LIBRE, un a
escuela CRISTIANA., [(una escuela CAI OLI»
CA) no olvidéis qae TENEIS LA. OBLIGA.-*
CION DE MANDAR A É3TA., lo mái pronto
posible, d vuestros hijos, y de quitarlos, tan luego
71. tomo podáis, del peligro que les amenaza en la
escuela en que están.
Para la familia, aaí como para la Iglesia y la
Sooiedad, la escnela cristiana es la salvación, del
porvenir; la escuela sin Dios, la escuela sin
Cricifijo y sin oraciones, es la mina y la perdi
ción.
XVIII
Que la escuela dele ser para la Iglesia lo qne ana hija es
para ea madre
Al enviar Nae6tro SeSor Jesucristo á sa Igle
sia en medio del mnndr, le ha dado el cargo de
‘ «ENSEÑAR Á TODOS LOS PUEBLOS” .
Esto es para el Paps, para loa OMspos, para los
Sacerdote?, no sotanee ite an derecho, sino nn
deber; derecho qne ningún hombre puede legíti
mamente quitarles; deber del cual no pueden
72. eximirse sin arriesgar en salvación; deber qne
desempeñan, no por dominar, como han osad
decirlo algunas altees bajas é ignorantes, sino
por bacer reinar á Jesucristo en el mando, y
por procurar la salvación de sus Hermanos.
En la enseñanza, como decíamos, hay dos «o»
eas distintas, pero unidas y subordinada la una
á la otra; hay conocimientos qne son para nos
otros útiles, y ann más <5méncs necesarios á to
dos para ganar nuestra vida y para cumplir las
obligaciones de nuestro eetado, como el saber
leer, escribir, contar, saber bit n nuestra lengua,
y tal ó cnal lengua extrangei a*, saber maa ó mé*
dos la historia, la geografía, las ciencias natura*
les, y aun saber el latió, el griego, etc.; pero,
además, hay la gran ciencia, la ciencia divina de
la salvación, de la cual nadie, ABSOLUTA
MENTE NADIE, debe carecer, y que enseña
al hombre d conocer, ¿ servir y amar á sn Dios
en este mundo, ¿ ün de poseerle eternamente
feliz en el otro. Esto es de lo que se compone
la enseñanza.
Ahora bien, la Iglesia está puesta por Dios
mismo al frente de esta enseñanza. Ella es la
encargada, no de eneeñar á los hombres á leer,
ni á escribir, ni á contar, etc., sino de vigilar
mny de cerca qae nadie se aproveche de la
73. enseñanza de les conocimientos naturales para
alterar la doctrina cristiana ni para apartar de
Jesucristo los espiritas y los corazones.
Ella está consegrada de cuidar muy de cerca
qne la educación cristiana esté inseparablemen*
te suida á toda especie de enseñanza, y qae
el hombre se habitúe desde ea juventud á san
tificar en trabajo por la oración y por pensa
mientos de íé.
A este título eatí encargada la Iglesia, por
ana drden expresa de Dio?, de hacer la escae»
la profundamente crietiana, de vigilar coa cai-
dsdo sobre sa enseñanza, de hacer reinar ea
ella &Jesocriato por todos loa medios que pue
da sugerir ana caridad ingsaios.t, principalcaen*
te por los boenos ejemplos de los maestros y
de las maestras» por la elección de los libros de
clase, por las cortas oracianes qae preceden,
acampanan y siguen al estadio; por los Crucifi
jos y santas imágenes; en una palabra, por to
da clase de hdbitos de íé y de Religión.
En cuanto á la eneeñansa directa de la gran
ciencia, la ciencia de la Religión, la Iglesia, es
decir, el Sacerdote, es ciertamente por oficio el
solo encargado de ella; pero así como nn baea
padre y ana haena madre deben vigilar qae sa hi«
jo aprenda bien sa Catecismo, explicándoselo y
74. ayudándole i comprenderlo lo mejor ptse»
dan, 68Í como deben hablarle frecnentetaenCe da
Dios haciéndole practicar ¡o qae ensena el Sacer
dote, así también, en la escuela, log maestros y
maestras, deben, h quieren ser dígaos de esa sa
grada misión, aplicarse á desempeñar este mis»
mo papel para con los niños qae ocarrea í ella.
Los culpables y ciegos partidarios de 1&es
cuela sin Religión, quieren qus porqm ta Retí*
gicn se enseña en la iglesia, se la exaloya da 1%
escuela. Si hubiera de ser así, habría qae decir *
se otro tanto de la fimili». No saben esas pobres
gentes qae la Religión se extiende á todo, que
tiene derecho en todo, qae en toda*partes eatá ea
ea casa, qae en ninguna parte ea extraña; qae no
solamente ea útil sino necesaria en todas partes,
y en la cecaela, qaizá, más qae ee oaalqaiera
otra.
Con baena <5con mala fé, quieres echar á J e
sucristo de lo qae es sayo, es decir, del corazoa,
del eepítritu de los niños.
Vociferan ellos, como los Jadíos el Vierte!
Santo, por mil y mil boeas; “JVo f iteremos qus
reine éste sobre nosotros,” Y sin embargo EáTfí,
JESUCRISTO, quiero y debe reinar sobre to
dos; y es mny justo, paes qae es el Odaior* el
Soberano Señor, el Salvador de éodoa.
75. Como la familia está unida á la Iglesia, debe
estarlo también la ecnela; como la familia, debe
e*tar también subordinada á la Iglesia en todo
lo qne mira i la dirección del espirito y del co
i b i o b de les niBos.
Esta sumisión, esta subordinación, no absor-
be en cada á la escaela en la Iglesia, así como
no afcscrbe i la familia en la Igíf sia. Pojrqne
en en Regimiento los oficiales están someticos
al Corone), y los soldados a los oficiales, ¡quiéa
ee atreverá i decir que los movimientos, la bra
vnra, la actividad de los que obedecen son “a&
sorbidos” por la autoridad de I09 qne mandan?
Mny al contrario, de eea subordinación resalta
el bello drden qne hace la gloria y la fuerza del
Regimiento.
Esto es lo que snced9 con la subordinación de
todas las ccsas i la Iglesia, y i Dios por medio
de la Iglesia. La escuela, la edacaeion, la en-
eeSacza, la familia, la sociedad, la dirección de
las cotas públicas, el gobierno de los Estado?, en
nsa palabra, todo sobre la tierra, debe estar so*
metido i Diop, y por consiguiente subordinado é
la doctrina divina, i les santas direcciones de ea
IglesiB. En esto está solamente el secreto del
drded, el secreto de la felicidad pública. Eo esto
«Bíá la resurrección verdadera de nuestra cara
76. Francia, y el trinnfo da tofos las baenas eaasas
sobre el enemigo de Dios y de la sociedad, qae
hace más de oi?n años esti debastando al oaaa«
do, y cnyo siniestro nombre es la Revolución*
L* cntetion de laescaeia es, ea primera Ifaea,
nna cnesiion religiosa, coya solacioa depende de
esta otra cuestión prévia: ¿Qaiéa enseña la Ver*
dad, ¡a R^volncion, d la igteeiaf —LaRíligioa
cristiana ea v^rialera, 6 falsa?—¿Debemosobe
decer TODOS á Dios, eí ó no?—¿Jesucristo es
Dios, eí ó no?
La Francia cristiana, la verdadera Francia,
responde “SI,” La Francia revolucionaria, <í
por mejor decir, la revolncion qae 8a atreve &
llamarse Francia, responde aatiazmeate ‘“NO,”
E3ta es la qne ya no qniere Religión ni ea la
eecuela, ni en parte alguna. Nosotros, cristia
nos y Franceses de coraaao, eí, la queremos ea.
la escaela y en todas par138.
FIN,
77. TA B LA DE MATERIAS
Pág
Advertencia qne debe leerse................. .. 5
I. Estado de la cuestión. Sa extraordi~
caria importancia.. *............................ 9
IL Quiénes son los qae han suaoitado
esta cuestión.......................................... 12
III ¿Qué, en la práctica, no ocuparse de
la Religión en la escaela, es hacer im
posible la instrucción religiosa de los
n iñ o s? .,.... .......................................... 16
IV. Qae Francia ea ciriatiana, y quiere
quedar cristiana...............................20
Y. Por qué lado pecan los raciocinios de
los enemigos de ia escaela cristiana..... 24
YI. Por qué y cómo la Religión es el al
ma de la edacacion de los niño?) y por
coLsiguie nte.de la eeccela..................... 29
V II. Por qué la enstñanza clasica es in«
separable de la edncacion religi(fi«..... 32
Y1II. Testimonio oo eoepechcso de un
viejo rey de Prusia que en nada crei», 36
78. Págg.
IX. Lo qae ha de entenderse por la es*
escuela LAICA.................... • •••.......... 40
X. Por qaé motivos rechaza la Iglesia lo
qae llaman ellos la escuela obligatoria y
gratuita............................................... .. 43
XI. Cátao todos loa impíos, los comune
ros, los hombres de mal vivir, son sim
páticos i la escnela sin religión.. . . Z 47
X II. Calumnias groseras que se espareen
contra los Hermanos y las Hermanas,
con respecto á la instrucción. . . . . . . . 50
X III. Calumnias que esparoen contra
ellos» con respecto í sas costumbres..., 57
XIV. Si es verdad que nuestras escue
las cristianas son focos de oscurantis*
mo, de política reprógrada y de reac«
cion?....................................................60
XV. Si es verdad que la escuela cristia
na no sabe formar ciadadanos.........,1 62
XVI. Del crimen de los qae envenenan
el espíritu y el corazon de la juventud. 65
XVII. Crimen y locura de los padres
que educan sin Religión i sus hijos.. 69
X V III. Que la escuela debe ser para
la Iglesia, lo que una hija es para sa
madre.................................................. 72