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Ante el dolor de los demás
      Susan Sontag 




          Comentario
     por Ángel García Ropero

         2º C Periodismo
Universidad Complutense de Madrid




                1
1
Susan Sontag empieza su ensayo con la siguiente frase “¿cómo hemos de evitar la guerra en su opinión?”.
Estas palabras se las dirige un abogado a la escritora Virginia Wolf, que responderá en las Tres guineas. La
guerra de la que hablan es la Guerra Civil Española, el conflicto que se convirtió en la preparación para la II
Guerra Mundial y que desembocaría en la dictadura de Francisco Franco.
Años después de estas palabras, una pesimista Sontag dice ¿quién cree en la actualidad que se pueda abolir
la guerra? Nadie (…) Sólo aspiramos a impedir el genocidio, a presentar ante la justicia a los que violan
gravemente las leyes de la guerra, y a ser capaces de impedir guerras específicas imponiendo alternativas
negociadas al conflicto armado.

Junto a la carta, hay unas fotos en las que aparecen cuerpos irreconocibles, edificios destruidos... Son fotos
que muestran un modo específico de emprenderla (la guerra), un modo que en esa época se calificaba
rutinariamente de «bárbaro», y en el cual el blanco son los ciudadanos.

Para Virgina Wolf, esas fotos son las imágenes de la guerra. Para los militantes, la identidad lo es todo. Y
todas las fotografías valen como identidad, pues identifican los horrores de los OTROS. Como siempre son
del ENEMIGO, pueden alterarse el pie y la muerte de los niños puede usarse una y otra vez. Enemigo es una
palabra ambigua, depende de quién la diga será uno o será otro.
Las fotos sirven para conseguir el odio hacia el enemigo. Sontag pone el ejemplo de la cadena árabe Al
Yazira, que retransmitió la destrucción del campamento de refugiados de Yenin en abril de 2002. La gente
estaba preparada para ver de esa forma a los israelíes. Cuando es al revés, las imágenes que rebaten con
pruebas devociones preciadas se rechazan siempre porque parece un montaje. La negación es la respuesta
más habitual: “nosotros somos los buenos. Ellos son los que hacen esas cosas, nosotros no” o el “Se lo han
hecho a sí mismos”. El ejemplo de Sontag es la prensa franquista, que siempre negó el bombardeó de
Guernica y acusó al bando republicano de destruir la ciudad.

Cambiando de tercio, Sontag señala el hecho de que las fotografías duras pueden usarse como lo hace Woolf,
a fin de vivificar la condena a la guerra (…) pero, quien acepte que(…) la guerra puede ser inevitable, e
incluso justa, podría responder que las fotografías no ofrecen prueba alguna para renunciar a la guerra.
Añade que la destrucción de la guerra no es un argumento a menos que se crea que la violencia siempre es
injustificable en cualquier caso.

Sontag nos pone otro ejemplo de arte antibelicista; en 1924, Ernst Friedich publicó Krieg dem Kriege!
(¡Guerra contra guerra!), un álbum con 180 fotografías, casi todas obtenidas de archivos médicos y
militares alemanes. Las primeras fotos son soldados y armas de juguetes. Las últimas son tumbas. Entre los
juguetes y las tumbas, el lector emprende un viaje a través de ruinas, matanzas y degradaciones. A mi me
recuerda casi al viaje de la vida: desde que eres un niño hasta la muerte. Pero no es solo eso, es un reflejo de
lo peor de esa vida, de destrucción, de dolor, de ira... Por si acaso las fotografías no eran lo suficientemente
explícitas, Friedich puso pies de foto a cada una y atacó el militarismo. Fue, lo que Sontag llama una
declaración de guerra contra la guerra.

                                                       2
Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la
modernidad. Los periodistas (a los que Susan Sontag llama turistas especializados y profesionales) son los
responsables de esto. Las guerras son ahora también las vistas y sonidos de la sala de estar. La información
de lo que está sucediendo en otra parte, llamadas “noticias”, destaca los conflictos y la violencia. Pero, ¿es
culpa de los periodistas que van a mostrarlo o de que cada vez hay más violencia en el mundo?

La Guerra Civil que dividió y asoló este país fue la primera guerra cubierta “ en el sentido moderno” de la
palabra, dice Sontag. Esto quiere decir que fotógrafos profesionales estuvieron en el frente y que su trabajo
fue visto en periódicos y revistas de todo el mundo. En esa línea, la guerra de Vietnam, fue la primera
televisada. Sontag lo cuenta así: la guerra que EEUU libró con Vietam, la primera que atestiguaron día tras
día las cámaras de televisión, introdujo la “teleintimidad” de la muerte y la destrucción en el frente interno.
Desde entonces, dice, la violencia rodada en el momento en que se produce ha pasado a formar parte del
entretenimiento doméstico de la pequeña pantalla. Además, se ha convertido en algo rutinario.


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Algo se vuelve real(...) al ser fotografiado. Pero una catástrofe vivida se parecerá (…) a su representación.
Añade a esto, una pequeña ironía, referida a los atentados del World Trade Center, el 11 de septiembre de
2001: tras cuatro décadas de cintas hollywoodienses de desastres y elevados presupuestos, “fue como una
película” parece haber desplazado (...) a “fue como un sueño”. Este punto es muy interesante porque, por
primera vez en su obra, Susan Sontag empieza a suponer que la televisión y el cine influyen a la forma en
que nos relacionamos con el entorno. El simple hecho de cambiar la expresión “fue como un sueño” a “fue
como una película” implica que los desastres ya no son cosa de las pesadillas de la gente, sino que los hemos
visto muchas veces en la televisión. Esa diferencia también supone que sea más “real” o “creíble”. ¿Qué se
cree más una persona? ¿Lo que sueña? ¿O lo que aparece en televisión, aunque sea una película?

Sontag establece una clara distinción entre las imágenes incesantes (…) de nuestro entorno,y las fotografías:
a la hora de recordar, la fotografía cala más hondo. Es compacto, unitario, como una cita o un proverbio, se
graba a fuego en la mente. La autora cita la fotografía más famosa de la Guerra Civil: Miliciano herido, de
Robert Capa.




Es una imagen perturbadora, dice tras describirla, y de eso se trata. Obviamente, no tiene que ser una foto
agradable. Tiene que ser una foto que denuncie, que cuente lo qué está ocurriendo en toda España y porqué
está pasando.
Esta foto tiene una polémica. Yo no voy a entrar en detalles de si es real, captando lo que ocurrió, o si el
miliciano estaba posando... Yo solo lanzo una pregunta: ¿cambia algo? ¿Realmente es importante el hecho de
que esté posando o muriendo de verdad? Artística y estéticamente es una gran foto. También es informativa,
pues cuenta y denuncia lo que está pasando.

“La belleza será convulsiva o no será” dijo André Breton. Tras este apunte, Sontag vuelve a la carga: en una
cultura radicalmente renovada por el predominio de valores mercantiles, pedir esto parece elemental; ¿de
qué otro modo se hace mella cuando hay una incesante exposición a las imágenes y una sobreexposición a
un puñado de imágenes vistas una y otra vez? Estamos obligados a verlas una y otra vez y a conocerlas. No
interesa nuestra opinión, tenemos que verlo.

Dice la escritora que las fotografías tienen dos características contradictorias: su crédito de objetividad es
inherente. Y sin embargo tenían siempre, necesariamente, un punto de vista. Esto es una de las primeras
cosas que te dicen cuando empiezas un curso de fotografía; cada vez que miras a través de la cámara, estas
capturando la realidad, sí. Pero además, estás dando un punto de vista de ella; desde el momento en que
miras a un punto, estas aislando esa parte de la realidad. Y en el instante en que disparas, ese punto de la
realidad aparece como tú quieres que aparezca, con cierta luz, cierta distancia, etc.


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Citando a Wolf, dice que las fotografías “no son un argumento; son simplemente la burda expresión de un
hecho dirigido a la vista”. Como luego reconocen ambas, las fotografías no son “simplemente” nada. Las
fotografías tienen un poder que afecta a los sentidos, a la mente y al corazón. Y es capaz de ser, a la vez,
registro objetivo (…) e interpretación de esa realidad. Algo que, según Sontag, la literatura ha
ambicionado, pero que nunca pudo lograr en este sentido literal.

Al volar bajo, en sentido artístico, se cree que en tales fotos no hay manipulación. Según Sontag las fotos de
dolor parecen más auténticas si les falta contraste, luz, etc... Se supone que en la guerra no hay tiempo para
“montar” la foto, y si esta es demasiado perfecta, pierde credibilidad.
Esto me recuerda a unas fotos de Robert Capa, que tomó durante un el Desembarco de Normandía y que
salieron movidas, una de ellas es Playa Omaha:




Este recurso se ha usado en el cine. Hacen películas de menor presupuesto para darle aires de credibilidad.
Por ejemplo El proyecto de la Bruja de Blair (Blair Witch proyect), o más modernas como Actividad
Paranormal (Paranormal activity), REC y su secuela REC 2.

Estas fotografías no son tratadas como inferiores a las fotos artísticas. De hecho, compiten con ellas y vencen
en concursos. Sontag pone de ejemplo una exposición sobre el atentado del World Trade Center. En Here is
New York (aquí el enlace)se expusieron fotos de profesionales y aficionados sin crédito ni pie y se vendieron
copias de todas ellas. Lo importante de una foto no es que esté técnicamente bien hecha, sino que trasmita
algo y que lo cuente de forma diferente al resto de los mortales. La fotografía, afirma Sontag, es la única de
las artes importantes en la cual la formación profesional y los años de experiencia no confieren una ventaja
insuperable sobre los no formados e inexpertos. Pone como argumento el importante papel que cumple el
azar, pero yo creo que en otras artes, también puede sonar la flauta.

Para Sontag, en un sistema basado en la reproducción y difusión máxima de las imágenes, el testimonio
precisa de la creación de testigos de excepción. Es decir, se necesitan reporteros gráficos valientes, que se
hagan famosos por los peligros que acometen. Así, surgen los Robert Capa, los Henri-Cartier Bresson, etc

                                                      3
En el siguiente capítulo, Sontag se hace la siguiente pregunta: ¿qué implica protestar por el sufrimiento, a
diferencia de reconocerlo?
La iconografía del sufrimiento -dice la pensadora- es de antiguo linaje. Siempre se ha dibujado, esculpido y
mostrado el dolor. Pero estas representaciones son de un tipo de dolor muy concreto: el resultado de la ira,
humana o divina. Sontag pone de ejemplo, este grupo escultórico, llamado Laooconte y sus hijos:




                                                      4
Al parecer, la apetencia por las imágenes que muestran cuerpos dolientes es casi tan viva como el deseo por
las que muestran cuerpos desnudos. Durante muchos siglos, en el arte cristiano las descripciones del
infierno colmaron estas dos satisfacciones elementales. La escritora neoyorquina está hablando del morbo.
Mucha gente, aunque no le guste admitirlo, le gusta mirar todo lo que resulte morboso. La representación de
semejantes crueldades está libre de peso moral. Solo hay provocación (…). Está la satisfacción de poder ver
la imagen sin arredrarse. Está el placer de arredrarse. Vuelve a hablar del componente morboso de este tipo
de imágenes.

Sontag piensa que la vergüenza y la conmoción se dan por igual al ver el acercamiento de un horror real, da
igual fotografía o cuadro. Añade que quizás, los únicos que tienen derecho a ver estas imágenes son los
capacitados para remediarlo, o los que puedan aprender. Para el ella, el resto son mirones, voyeurs en la
palabra que se usa coloquialmente.

La condena de la violencia mediante las imágenes llega con un tema específico: los sufrimientos que padece
la población civil a manos del ejército victorioso. Este tema surge en el siglo XVII. Por ejemplo, en 1633,
Jacques Callot publicó una serie de 18 grabados titulada Misères et les malheurs de la guerre (Las miserias y
desgracias de la guerra), que habla de las atrocidades francesas a civiles durante la invasión de Lorena.
Hans Ulrich Franck, un artista alemán, fue uno de sus sucesores. Pero es Goya el que más se dedicó a este
tema. Su colección Los desastres de la guerra, de comienzos del siglo XIX formada por 83 grabados
realizados entre 1810 y 1820, muestra las atrocidades del ejército napoleónico cuando invadió España. Las
crueldades mostradas pretenden sacudir, herir al espectador.

En el caso de la fotografía, hay una creencia generalizada en su veracidad, se olvida que hay un tratamiento,
aunque sea mínimo, tanto en la imagen fija como en movimiento. El mero hecho de enfocar a un elemento ya
lo está aislando de la realidad.
Además, años antes del Photoshop, ya era posible retocar las fotos. Por ejemplo, las fotografías del discurso
que Lenin dió en Moscú el 5 de mayo de 1920:




                                                     5
En la primera se ve claramente a Lenin, subido a una tarima y hablando. En las escaleras, aparece Trostki.
Más abajo, hay otro hombre de espaldas.




Sin embargo, en la segunda fotografía, Trostki no aparece, mientras que el otro hombre sí sigue ahí.

Que las atrocidades perpetradas por los soldados franceses (En la guerra de Independencia) en España no
hayan sucedido exactamente como se muestra (…) no desacredita en absoluto “Los desastres de la guerra”.
Las imágenes de Goya son una síntesis. Por el contrario, las fotografías deben mostrar lo que estaba delante
del objetivo, no evoca sino muestra.

Descubrir que las fotografías que al parecer son registros de clímax íntimos, sobre todo del amor y de la
muerte, están construidas nos consterna especialmente. Pone tres ejemplos: la ya mencionada “Miliciano
herido”, que se duda de si representa la muerte de ese soldado o si estaba posando; la mítica y romántica foto
de Robert Doisneau, en que una pareja se besa en París, declarada una escenificación 40 años después; y
otra foto muy celebre que muestra el levantamiento de la bandera estadounidense en Iwo Yima que resultó
ser una ceremonia matutina de los soldados.




                                                      6
El beso. Robert Doisneau




                                      Iwo Jima, 23 de julio de 1945 Joe Rosenthal



                                                        4
Algunas fotografías dan una información innecesaria e indecente. Ciertas imágenes pueden causar dolor
entre los familiares y los espectadores delicados. Las fotos pueden modificarse. Puede darse el caso de que la
realidad no sea lo suficientemente dura. O que deben ser suprimidas por patriotismo: Exhibir a los muertos
es lo que hace el enemigo.

La censura es algo que ha existido siempre, aunque al principio dependía de los caprichos de los generales y
Jefes de Estado y era inconstante. La primera vez que fue organizado fue en la Primera Guerra Mundial
cuando se prohibió hacer fotos, salvo a algunos autores seleccionados. Y hasta los 50 no se supo el efecto
que tenía: en Vietnam fue el instrumento de crítica contra la guerra.
Desde entonces, la censura -la especie más extendida, la autocensura- ha contado con un amplio e
influyente conjunto de defensores. No queda bien ver el dolor que se causa. Sontag pone de ejemplo, la
guerra de las Malvinas y la primera guerra del Golfo que fueron muy controladas por la posibles
repercusiones de la opinión pública.


                                                          7
Por la otra parte, la de la autocensura. La política sobre lo que el público ha de ver y no ver todavía se están
determinando. Suelen hablar de “buen gusto”, un argumento que no parece convencer a Sontag, que lo
considera un criterio represivo cuando lo invocan las autoridades.
El otro argumento, dice la escritora es el de los derechos de los parientes a no seguir sufriendo.

Este tema varía dependiendo de donde sean las víctimas. Si son compatriotas, aparecerán con las caras
ocultas, irreconocibles. Si son extranjeros, o viven en un país remoto, “no pasa nada”.

                                                      5
En La Iliada y en las obras de DaVinci se buscaba que la guerra fuera belleza. Pero no se puede hacer lo
mismo con la fotografía, parecería cruel buscar belleza en la muerte fotografiada.
Como dice Sontag, el arte transforma pero la fotografía (también es un arte, pero hablamos de fotografía
informativa) es muy criticada cuando parece estética. Si es bella, en vez de fijarnos en la denuncia, nos
fijamos en el medio. La fotografía ofrece señales encontradas. Paremos esto, nos insta. Pero también
exclama: ¡Qué espectáculo!.

                                                        *
Según Sontag, las fotografías objetivan: convierten un hecho o una persona en algo que puede ser poseído.
Y en ocasiones, se ve “mejor” que lo que es en realidad. Esto me recuerda a un anuncio que he visto varias
veces. Una marca de tinte para el pelo asegura que deja un “color supernatural”. Quieren decir que es muy
natural, que no se nota que es tinte. Pero por definición, algo “supernatural” es algo que no es natural, porque
“está por encima de lo natural”. Esto también lo dijo Raul Eguizabal, profesor de la Universidad Coplutense
de Madrid, en su asignatura Teoría de la Publicidad. Y con la fotografía pasa lo mismo: si parece “super-
real”, no es descabellado suponer que estamos ante un montaje.

Para Susan Sontag, los retratos que no nos favorecen nos decepcionan. Y, añado yo, queremos borrarlos antes
de que nadie los vea. Dice que lo bonito es muy antiguo, pero que el afeamiento es una función más
moderna: incita una respuesta. Si se quiere denunciar, deben conmocionar. Pone como ejemplo que en
Canadá pusieron en las cajetillas de cigarros fotografías desagradables de la consecuencias de fumar:
pulmones cancerosos, un corazón dañado... En Brasil, tengo constancia de que también existe desde hace
tiempo. Y en España, se está moviendo para que también se ponga. Una investigación calculó que la cajetilla
con foto tiene setenta veces más posibilidades de hacer que alguien deje de fumar.
Pero se pregunta, ¿cuánto dura esta conmoción? La gente, le asqueará durante un tiempo y habrá quien deje
de fumar, pero al final se acostumbrarán. Como prueba, pongo a mi tío, que vive en Brasil y ve estos
paquetes continuamente y no parece por la labor de dejarlo. De tanto ver esto nos “anestesiaremos”. Y, como
apunta Sontag, hay medidas para no verlo: cajetillas de metal, pegatinas...

De todas formas, hay casos que la repetición no agota la plena respuesta. Pone como ejemplos, las
representaciones de Chushingura, un drama japonés y el drama ta'ziyah de la tradición iraní que llevan al
público respectivo a llorar una y otra vez. Lo han visto muchas veces, pero siguen (o por eso incluso)
llorando. El patetismo, en su aspecto narrativo, no se desgasta.

                                                      6
Otro aspecto interesante que menciona Sontag es que las reacciones “ante el dolor de los demás”, no son
siempre supervisadas por la razón y la conciencia. Algunas veces, aparece un interés lascivo, el morbo. La
filosofía toca este tema. Por ejemplo, Platón describe como un deseo indigno puede ofuscar nuestra razón y
Edmun Burke estaba convencido “de que nos deleitan, en no poca medida, los infortunios y sufrimientos de
los demás”.

Ahora asistimos a muchísima más violencia que hace cuarenta años: los cómics, el cine, los videojuegos, las
noticias... Lo que antes nos podría espantar y hacer temblar, hoy ni siquiera nos hace pestañear, dice. Habría
que añadir, me parece, que mucha de esa violencia citada no es real. Es infinitamente más fácil ver violencia
falsa, porque se sabe que lo es (aunque se base en hechos reales, veáse el cine bélico). El cine de Quentin
Tarantino rezuma violencia por los cuatro costados pero gusta, y mucho. Se ha hecho conocido gracias a la
ultraviolencia de su películas que suele ser poco realista. También gusta porque es irónico y no una oda a la


                                                       8
violencia. Pero las noticias donde aparecen muertos, desmembramientos, etc son menos cómodas, porque se
presupone su veracidad.

Otra tesis interesante es que dondequiera que la gente se sienta segura, sentirá indiferencia. Es decir, que yo,
en mi casa no tengo la misma conciencia y miedo a la violencia que una persona de mi edad en Afganistan,
por ejemplo. Es directamente proporcional a las posibilidades de que ocurran actos violentos.

                                                       7
Susan Sontag recuerda en este capítulo, dos ideas que ya ha formulado en otros ensayos.
En primer lugar que la atención pública está guiada por las atenciones de los medios, y añade, con
fotografías, la guerra se vuelve “real”. Y por eso, los ciudadanos de EEUU se movilizaron contra la guerra
de Vietnam. Esto lo estudian varias teorías sobre la comunicación, como por ejemplo, la teoría de la Agenda
Setting. Dice que lo que aparece en los medios, existe y se convierte en el tema de conversación. Si algo no
aparece, la gente no llegará a esa información y por tanto, será como si no existiese.
La segunda idea es que de tanta saturación de imágenes, las importantes, desaparecen, nos volvemos
insensibles a ellas.

En el primer tema, tiene una importancia manifiesta la televisión que está organizada para incitar y saciar
una atención inestable por medio de un hartazgo de imágenes. Y la atención se queda en la primera capa, no
se quiere ni se intenta profundizar. Lo significativo es que se puede cambiar de canal, que es normal hacerlo.
Y para evitar eso, las cadenas se mantienen estimulando continuamente al espectador.

A partir de sus ensayos, otros críticos han tocado este tema. Pero dice Sontag, ¿qué es lo que se está
pidiendo en realidad?(...)¿Que se limite?(...) ¿Que haya un Comité que se encargue de hacerlo? me pregunto
yo. No tiene sentido alguno crear ningún tipo de comité. Sería censura.
No se puede arrancar la violencia de los medios, igual que no se puede arrancar de nuestra condición
humana. Pero sí se puede educar a los niños para que la eviten. Y también se puede hacer que los medios no
banalicen y espectacularicen la violencia. La violencia se puede tratar, condenándola y evitando que se haga
de ella un modelo.

                                                   8
Llega un momento, dice Sontag, una edad, en que nadie tiene derecho a semejante ingenuidad, a desconocer
el mal que puede hacer el hombre.

Quizá se le atribuye demasiado valor a la memoria y no el suficiente a la reflexión. Recordar es una acción
ética, tiene un valor ético en y por sí mismo. La memoria es la única relación que podemos sostener con los
muertos. Para la neoyorquina, hacer la paz es olvidar, pero yo creo que olvidar los delitos y los agravios es
una paz injusta. Salen beneficiados los que cometen esos actos, pues acaban impunes. Pero los que lo
sufrieron, siguen viendo como no se hace justicia.

                                                     *
Desde cualquier pantalla, se llegan a una ingente cantidad de información sobre el sufrimiento de la gente.
Parecería que hay más que nunca pero la verdad es que se cuenta más que nunca.
Dice que en la vida moderna (...) parece normal apartarse de las imágenes que simplemente nos provocan
malestar. Yo no creo que la gente cambiara más de canal si solo se diesen sucesos, creo que la sociedad es
muy morbosa y les gusta verlo.

No es un defecto que no seamos abrasados, que no suframos los suficiente, cuando las vemos. Tampoco se
supone que la fotografía deba remediar nuestra ignorancia sobre la historia y las causas del sufrimiento que
selecciona y enmara. Tales imágenes no pueden ser más que una invitación a prestar atención, a reflexionar,
a aprender , a examinar las racionalizaciones que sobre el sufrimiento de las masas nos ofrecen los poderes
establecidos. Esto me gusta. Como no se puede prohibir o evitar en forma alguna la emisión de estas
imágenes, la solución pasa por mostrarlas como algo “normal” (refiriendo a algo propio), intrínseco al ser
humano y, en vez de espectacularizarlo y tratarlo como noticia morbosa, invitar a la reflexión, al
pensamiento de porqué ocurren estas cosas.


                                                       9
9
Siempre que las fotografías (de estos temas) sean arte -y en eso se convierten cuando cuelgan de las
paredes- comparten el destino de todo arte. Se convierten en distintos momentos en la visita de un museo.
Además, es un paseo social: caminas, charlas... El peso y la seriedad de tales fotografías perviven mejor en
un libro, donde se pueden ver en privado y entretenerse mirándolas. Yo creo lo contrario: un libro lo tienes
que comprar para verlo, en un museo es más fácil que sean vistos, incluso sin preveerlo.

                                                      *
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pero si sostenemos la tesis de que su poder va
desapareciendo con el tiempo, habría que añadir “a corto plazo”. Una narración parece con toda
probabilidad más eficaz que una imagen. La narración puede tener más fuerza, sobre todo si está bien
escrito. Pero para eso, hay que empezar a leer. La imagen no requiere un esfuerzo muy grande, se puede con
una sola mirada, aunque luego te puedes ir deteniendo en distintos aspectos. Para leer, tienes que hacer
mucho más esfuerzo.


Quiero acabar este comentario con las últimas palabras del ensayo. Son suficientemente claras para que no
haya que añadir nada más. Lo suscribo totalmente.
No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra; y cómo se convierte en normalidad. No
podemos entenderlo, no podemos imaginarlo. Es lo que cada soldado, cada periodista, cooperante y
observador independiente que ha pasado tiempo bajo el fuego, y ha tenido la suerte de eludir la muerte que
ha fulminado a otros a su lado, siente con terquedad.




                                                    10
Bibliografía:


* Ante el dolor de los demás – Susan Sontag.

* Las fotografías son de Internet, sobre todo de la Wikipedia que permite utilizarlas, pues están bajo
licencia Creativve Commons.




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Ante el dolor de los demás (susan sontag)

  • 1. Ante el dolor de los demás Susan Sontag  Comentario por Ángel García Ropero 2º C Periodismo Universidad Complutense de Madrid 1
  • 2. 1 Susan Sontag empieza su ensayo con la siguiente frase “¿cómo hemos de evitar la guerra en su opinión?”. Estas palabras se las dirige un abogado a la escritora Virginia Wolf, que responderá en las Tres guineas. La guerra de la que hablan es la Guerra Civil Española, el conflicto que se convirtió en la preparación para la II Guerra Mundial y que desembocaría en la dictadura de Francisco Franco. Años después de estas palabras, una pesimista Sontag dice ¿quién cree en la actualidad que se pueda abolir la guerra? Nadie (…) Sólo aspiramos a impedir el genocidio, a presentar ante la justicia a los que violan gravemente las leyes de la guerra, y a ser capaces de impedir guerras específicas imponiendo alternativas negociadas al conflicto armado. Junto a la carta, hay unas fotos en las que aparecen cuerpos irreconocibles, edificios destruidos... Son fotos que muestran un modo específico de emprenderla (la guerra), un modo que en esa época se calificaba rutinariamente de «bárbaro», y en el cual el blanco son los ciudadanos. Para Virgina Wolf, esas fotos son las imágenes de la guerra. Para los militantes, la identidad lo es todo. Y todas las fotografías valen como identidad, pues identifican los horrores de los OTROS. Como siempre son del ENEMIGO, pueden alterarse el pie y la muerte de los niños puede usarse una y otra vez. Enemigo es una palabra ambigua, depende de quién la diga será uno o será otro. Las fotos sirven para conseguir el odio hacia el enemigo. Sontag pone el ejemplo de la cadena árabe Al Yazira, que retransmitió la destrucción del campamento de refugiados de Yenin en abril de 2002. La gente estaba preparada para ver de esa forma a los israelíes. Cuando es al revés, las imágenes que rebaten con pruebas devociones preciadas se rechazan siempre porque parece un montaje. La negación es la respuesta más habitual: “nosotros somos los buenos. Ellos son los que hacen esas cosas, nosotros no” o el “Se lo han hecho a sí mismos”. El ejemplo de Sontag es la prensa franquista, que siempre negó el bombardeó de Guernica y acusó al bando republicano de destruir la ciudad. Cambiando de tercio, Sontag señala el hecho de que las fotografías duras pueden usarse como lo hace Woolf, a fin de vivificar la condena a la guerra (…) pero, quien acepte que(…) la guerra puede ser inevitable, e incluso justa, podría responder que las fotografías no ofrecen prueba alguna para renunciar a la guerra. Añade que la destrucción de la guerra no es un argumento a menos que se crea que la violencia siempre es injustificable en cualquier caso. Sontag nos pone otro ejemplo de arte antibelicista; en 1924, Ernst Friedich publicó Krieg dem Kriege! (¡Guerra contra guerra!), un álbum con 180 fotografías, casi todas obtenidas de archivos médicos y militares alemanes. Las primeras fotos son soldados y armas de juguetes. Las últimas son tumbas. Entre los juguetes y las tumbas, el lector emprende un viaje a través de ruinas, matanzas y degradaciones. A mi me recuerda casi al viaje de la vida: desde que eres un niño hasta la muerte. Pero no es solo eso, es un reflejo de lo peor de esa vida, de destrucción, de dolor, de ira... Por si acaso las fotografías no eran lo suficientemente explícitas, Friedich puso pies de foto a cada una y atacó el militarismo. Fue, lo que Sontag llama una declaración de guerra contra la guerra. 2 Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad. Los periodistas (a los que Susan Sontag llama turistas especializados y profesionales) son los responsables de esto. Las guerras son ahora también las vistas y sonidos de la sala de estar. La información de lo que está sucediendo en otra parte, llamadas “noticias”, destaca los conflictos y la violencia. Pero, ¿es culpa de los periodistas que van a mostrarlo o de que cada vez hay más violencia en el mundo? La Guerra Civil que dividió y asoló este país fue la primera guerra cubierta “ en el sentido moderno” de la palabra, dice Sontag. Esto quiere decir que fotógrafos profesionales estuvieron en el frente y que su trabajo fue visto en periódicos y revistas de todo el mundo. En esa línea, la guerra de Vietnam, fue la primera televisada. Sontag lo cuenta así: la guerra que EEUU libró con Vietam, la primera que atestiguaron día tras día las cámaras de televisión, introdujo la “teleintimidad” de la muerte y la destrucción en el frente interno. Desde entonces, dice, la violencia rodada en el momento en que se produce ha pasado a formar parte del entretenimiento doméstico de la pequeña pantalla. Además, se ha convertido en algo rutinario. 2
  • 3. Algo se vuelve real(...) al ser fotografiado. Pero una catástrofe vivida se parecerá (…) a su representación. Añade a esto, una pequeña ironía, referida a los atentados del World Trade Center, el 11 de septiembre de 2001: tras cuatro décadas de cintas hollywoodienses de desastres y elevados presupuestos, “fue como una película” parece haber desplazado (...) a “fue como un sueño”. Este punto es muy interesante porque, por primera vez en su obra, Susan Sontag empieza a suponer que la televisión y el cine influyen a la forma en que nos relacionamos con el entorno. El simple hecho de cambiar la expresión “fue como un sueño” a “fue como una película” implica que los desastres ya no son cosa de las pesadillas de la gente, sino que los hemos visto muchas veces en la televisión. Esa diferencia también supone que sea más “real” o “creíble”. ¿Qué se cree más una persona? ¿Lo que sueña? ¿O lo que aparece en televisión, aunque sea una película? Sontag establece una clara distinción entre las imágenes incesantes (…) de nuestro entorno,y las fotografías: a la hora de recordar, la fotografía cala más hondo. Es compacto, unitario, como una cita o un proverbio, se graba a fuego en la mente. La autora cita la fotografía más famosa de la Guerra Civil: Miliciano herido, de Robert Capa. Es una imagen perturbadora, dice tras describirla, y de eso se trata. Obviamente, no tiene que ser una foto agradable. Tiene que ser una foto que denuncie, que cuente lo qué está ocurriendo en toda España y porqué está pasando. Esta foto tiene una polémica. Yo no voy a entrar en detalles de si es real, captando lo que ocurrió, o si el miliciano estaba posando... Yo solo lanzo una pregunta: ¿cambia algo? ¿Realmente es importante el hecho de que esté posando o muriendo de verdad? Artística y estéticamente es una gran foto. También es informativa, pues cuenta y denuncia lo que está pasando. “La belleza será convulsiva o no será” dijo André Breton. Tras este apunte, Sontag vuelve a la carga: en una cultura radicalmente renovada por el predominio de valores mercantiles, pedir esto parece elemental; ¿de qué otro modo se hace mella cuando hay una incesante exposición a las imágenes y una sobreexposición a un puñado de imágenes vistas una y otra vez? Estamos obligados a verlas una y otra vez y a conocerlas. No interesa nuestra opinión, tenemos que verlo. Dice la escritora que las fotografías tienen dos características contradictorias: su crédito de objetividad es inherente. Y sin embargo tenían siempre, necesariamente, un punto de vista. Esto es una de las primeras cosas que te dicen cuando empiezas un curso de fotografía; cada vez que miras a través de la cámara, estas capturando la realidad, sí. Pero además, estás dando un punto de vista de ella; desde el momento en que miras a un punto, estas aislando esa parte de la realidad. Y en el instante en que disparas, ese punto de la realidad aparece como tú quieres que aparezca, con cierta luz, cierta distancia, etc. 3
  • 4. Citando a Wolf, dice que las fotografías “no son un argumento; son simplemente la burda expresión de un hecho dirigido a la vista”. Como luego reconocen ambas, las fotografías no son “simplemente” nada. Las fotografías tienen un poder que afecta a los sentidos, a la mente y al corazón. Y es capaz de ser, a la vez, registro objetivo (…) e interpretación de esa realidad. Algo que, según Sontag, la literatura ha ambicionado, pero que nunca pudo lograr en este sentido literal. Al volar bajo, en sentido artístico, se cree que en tales fotos no hay manipulación. Según Sontag las fotos de dolor parecen más auténticas si les falta contraste, luz, etc... Se supone que en la guerra no hay tiempo para “montar” la foto, y si esta es demasiado perfecta, pierde credibilidad. Esto me recuerda a unas fotos de Robert Capa, que tomó durante un el Desembarco de Normandía y que salieron movidas, una de ellas es Playa Omaha: Este recurso se ha usado en el cine. Hacen películas de menor presupuesto para darle aires de credibilidad. Por ejemplo El proyecto de la Bruja de Blair (Blair Witch proyect), o más modernas como Actividad Paranormal (Paranormal activity), REC y su secuela REC 2. Estas fotografías no son tratadas como inferiores a las fotos artísticas. De hecho, compiten con ellas y vencen en concursos. Sontag pone de ejemplo una exposición sobre el atentado del World Trade Center. En Here is New York (aquí el enlace)se expusieron fotos de profesionales y aficionados sin crédito ni pie y se vendieron copias de todas ellas. Lo importante de una foto no es que esté técnicamente bien hecha, sino que trasmita algo y que lo cuente de forma diferente al resto de los mortales. La fotografía, afirma Sontag, es la única de las artes importantes en la cual la formación profesional y los años de experiencia no confieren una ventaja insuperable sobre los no formados e inexpertos. Pone como argumento el importante papel que cumple el azar, pero yo creo que en otras artes, también puede sonar la flauta. Para Sontag, en un sistema basado en la reproducción y difusión máxima de las imágenes, el testimonio precisa de la creación de testigos de excepción. Es decir, se necesitan reporteros gráficos valientes, que se hagan famosos por los peligros que acometen. Así, surgen los Robert Capa, los Henri-Cartier Bresson, etc 3 En el siguiente capítulo, Sontag se hace la siguiente pregunta: ¿qué implica protestar por el sufrimiento, a diferencia de reconocerlo? La iconografía del sufrimiento -dice la pensadora- es de antiguo linaje. Siempre se ha dibujado, esculpido y mostrado el dolor. Pero estas representaciones son de un tipo de dolor muy concreto: el resultado de la ira, humana o divina. Sontag pone de ejemplo, este grupo escultórico, llamado Laooconte y sus hijos: 4
  • 5. Al parecer, la apetencia por las imágenes que muestran cuerpos dolientes es casi tan viva como el deseo por las que muestran cuerpos desnudos. Durante muchos siglos, en el arte cristiano las descripciones del infierno colmaron estas dos satisfacciones elementales. La escritora neoyorquina está hablando del morbo. Mucha gente, aunque no le guste admitirlo, le gusta mirar todo lo que resulte morboso. La representación de semejantes crueldades está libre de peso moral. Solo hay provocación (…). Está la satisfacción de poder ver la imagen sin arredrarse. Está el placer de arredrarse. Vuelve a hablar del componente morboso de este tipo de imágenes. Sontag piensa que la vergüenza y la conmoción se dan por igual al ver el acercamiento de un horror real, da igual fotografía o cuadro. Añade que quizás, los únicos que tienen derecho a ver estas imágenes son los capacitados para remediarlo, o los que puedan aprender. Para el ella, el resto son mirones, voyeurs en la palabra que se usa coloquialmente. La condena de la violencia mediante las imágenes llega con un tema específico: los sufrimientos que padece la población civil a manos del ejército victorioso. Este tema surge en el siglo XVII. Por ejemplo, en 1633, Jacques Callot publicó una serie de 18 grabados titulada Misères et les malheurs de la guerre (Las miserias y desgracias de la guerra), que habla de las atrocidades francesas a civiles durante la invasión de Lorena. Hans Ulrich Franck, un artista alemán, fue uno de sus sucesores. Pero es Goya el que más se dedicó a este tema. Su colección Los desastres de la guerra, de comienzos del siglo XIX formada por 83 grabados realizados entre 1810 y 1820, muestra las atrocidades del ejército napoleónico cuando invadió España. Las crueldades mostradas pretenden sacudir, herir al espectador. En el caso de la fotografía, hay una creencia generalizada en su veracidad, se olvida que hay un tratamiento, aunque sea mínimo, tanto en la imagen fija como en movimiento. El mero hecho de enfocar a un elemento ya lo está aislando de la realidad. Además, años antes del Photoshop, ya era posible retocar las fotos. Por ejemplo, las fotografías del discurso que Lenin dió en Moscú el 5 de mayo de 1920: 5
  • 6. En la primera se ve claramente a Lenin, subido a una tarima y hablando. En las escaleras, aparece Trostki. Más abajo, hay otro hombre de espaldas. Sin embargo, en la segunda fotografía, Trostki no aparece, mientras que el otro hombre sí sigue ahí. Que las atrocidades perpetradas por los soldados franceses (En la guerra de Independencia) en España no hayan sucedido exactamente como se muestra (…) no desacredita en absoluto “Los desastres de la guerra”. Las imágenes de Goya son una síntesis. Por el contrario, las fotografías deben mostrar lo que estaba delante del objetivo, no evoca sino muestra. Descubrir que las fotografías que al parecer son registros de clímax íntimos, sobre todo del amor y de la muerte, están construidas nos consterna especialmente. Pone tres ejemplos: la ya mencionada “Miliciano herido”, que se duda de si representa la muerte de ese soldado o si estaba posando; la mítica y romántica foto de Robert Doisneau, en que una pareja se besa en París, declarada una escenificación 40 años después; y otra foto muy celebre que muestra el levantamiento de la bandera estadounidense en Iwo Yima que resultó ser una ceremonia matutina de los soldados. 6
  • 7. El beso. Robert Doisneau Iwo Jima, 23 de julio de 1945 Joe Rosenthal 4 Algunas fotografías dan una información innecesaria e indecente. Ciertas imágenes pueden causar dolor entre los familiares y los espectadores delicados. Las fotos pueden modificarse. Puede darse el caso de que la realidad no sea lo suficientemente dura. O que deben ser suprimidas por patriotismo: Exhibir a los muertos es lo que hace el enemigo. La censura es algo que ha existido siempre, aunque al principio dependía de los caprichos de los generales y Jefes de Estado y era inconstante. La primera vez que fue organizado fue en la Primera Guerra Mundial cuando se prohibió hacer fotos, salvo a algunos autores seleccionados. Y hasta los 50 no se supo el efecto que tenía: en Vietnam fue el instrumento de crítica contra la guerra. Desde entonces, la censura -la especie más extendida, la autocensura- ha contado con un amplio e influyente conjunto de defensores. No queda bien ver el dolor que se causa. Sontag pone de ejemplo, la guerra de las Malvinas y la primera guerra del Golfo que fueron muy controladas por la posibles repercusiones de la opinión pública. 7
  • 8. Por la otra parte, la de la autocensura. La política sobre lo que el público ha de ver y no ver todavía se están determinando. Suelen hablar de “buen gusto”, un argumento que no parece convencer a Sontag, que lo considera un criterio represivo cuando lo invocan las autoridades. El otro argumento, dice la escritora es el de los derechos de los parientes a no seguir sufriendo. Este tema varía dependiendo de donde sean las víctimas. Si son compatriotas, aparecerán con las caras ocultas, irreconocibles. Si son extranjeros, o viven en un país remoto, “no pasa nada”. 5 En La Iliada y en las obras de DaVinci se buscaba que la guerra fuera belleza. Pero no se puede hacer lo mismo con la fotografía, parecería cruel buscar belleza en la muerte fotografiada. Como dice Sontag, el arte transforma pero la fotografía (también es un arte, pero hablamos de fotografía informativa) es muy criticada cuando parece estética. Si es bella, en vez de fijarnos en la denuncia, nos fijamos en el medio. La fotografía ofrece señales encontradas. Paremos esto, nos insta. Pero también exclama: ¡Qué espectáculo!. * Según Sontag, las fotografías objetivan: convierten un hecho o una persona en algo que puede ser poseído. Y en ocasiones, se ve “mejor” que lo que es en realidad. Esto me recuerda a un anuncio que he visto varias veces. Una marca de tinte para el pelo asegura que deja un “color supernatural”. Quieren decir que es muy natural, que no se nota que es tinte. Pero por definición, algo “supernatural” es algo que no es natural, porque “está por encima de lo natural”. Esto también lo dijo Raul Eguizabal, profesor de la Universidad Coplutense de Madrid, en su asignatura Teoría de la Publicidad. Y con la fotografía pasa lo mismo: si parece “super- real”, no es descabellado suponer que estamos ante un montaje. Para Susan Sontag, los retratos que no nos favorecen nos decepcionan. Y, añado yo, queremos borrarlos antes de que nadie los vea. Dice que lo bonito es muy antiguo, pero que el afeamiento es una función más moderna: incita una respuesta. Si se quiere denunciar, deben conmocionar. Pone como ejemplo que en Canadá pusieron en las cajetillas de cigarros fotografías desagradables de la consecuencias de fumar: pulmones cancerosos, un corazón dañado... En Brasil, tengo constancia de que también existe desde hace tiempo. Y en España, se está moviendo para que también se ponga. Una investigación calculó que la cajetilla con foto tiene setenta veces más posibilidades de hacer que alguien deje de fumar. Pero se pregunta, ¿cuánto dura esta conmoción? La gente, le asqueará durante un tiempo y habrá quien deje de fumar, pero al final se acostumbrarán. Como prueba, pongo a mi tío, que vive en Brasil y ve estos paquetes continuamente y no parece por la labor de dejarlo. De tanto ver esto nos “anestesiaremos”. Y, como apunta Sontag, hay medidas para no verlo: cajetillas de metal, pegatinas... De todas formas, hay casos que la repetición no agota la plena respuesta. Pone como ejemplos, las representaciones de Chushingura, un drama japonés y el drama ta'ziyah de la tradición iraní que llevan al público respectivo a llorar una y otra vez. Lo han visto muchas veces, pero siguen (o por eso incluso) llorando. El patetismo, en su aspecto narrativo, no se desgasta. 6 Otro aspecto interesante que menciona Sontag es que las reacciones “ante el dolor de los demás”, no son siempre supervisadas por la razón y la conciencia. Algunas veces, aparece un interés lascivo, el morbo. La filosofía toca este tema. Por ejemplo, Platón describe como un deseo indigno puede ofuscar nuestra razón y Edmun Burke estaba convencido “de que nos deleitan, en no poca medida, los infortunios y sufrimientos de los demás”. Ahora asistimos a muchísima más violencia que hace cuarenta años: los cómics, el cine, los videojuegos, las noticias... Lo que antes nos podría espantar y hacer temblar, hoy ni siquiera nos hace pestañear, dice. Habría que añadir, me parece, que mucha de esa violencia citada no es real. Es infinitamente más fácil ver violencia falsa, porque se sabe que lo es (aunque se base en hechos reales, veáse el cine bélico). El cine de Quentin Tarantino rezuma violencia por los cuatro costados pero gusta, y mucho. Se ha hecho conocido gracias a la ultraviolencia de su películas que suele ser poco realista. También gusta porque es irónico y no una oda a la 8
  • 9. violencia. Pero las noticias donde aparecen muertos, desmembramientos, etc son menos cómodas, porque se presupone su veracidad. Otra tesis interesante es que dondequiera que la gente se sienta segura, sentirá indiferencia. Es decir, que yo, en mi casa no tengo la misma conciencia y miedo a la violencia que una persona de mi edad en Afganistan, por ejemplo. Es directamente proporcional a las posibilidades de que ocurran actos violentos. 7 Susan Sontag recuerda en este capítulo, dos ideas que ya ha formulado en otros ensayos. En primer lugar que la atención pública está guiada por las atenciones de los medios, y añade, con fotografías, la guerra se vuelve “real”. Y por eso, los ciudadanos de EEUU se movilizaron contra la guerra de Vietnam. Esto lo estudian varias teorías sobre la comunicación, como por ejemplo, la teoría de la Agenda Setting. Dice que lo que aparece en los medios, existe y se convierte en el tema de conversación. Si algo no aparece, la gente no llegará a esa información y por tanto, será como si no existiese. La segunda idea es que de tanta saturación de imágenes, las importantes, desaparecen, nos volvemos insensibles a ellas. En el primer tema, tiene una importancia manifiesta la televisión que está organizada para incitar y saciar una atención inestable por medio de un hartazgo de imágenes. Y la atención se queda en la primera capa, no se quiere ni se intenta profundizar. Lo significativo es que se puede cambiar de canal, que es normal hacerlo. Y para evitar eso, las cadenas se mantienen estimulando continuamente al espectador. A partir de sus ensayos, otros críticos han tocado este tema. Pero dice Sontag, ¿qué es lo que se está pidiendo en realidad?(...)¿Que se limite?(...) ¿Que haya un Comité que se encargue de hacerlo? me pregunto yo. No tiene sentido alguno crear ningún tipo de comité. Sería censura. No se puede arrancar la violencia de los medios, igual que no se puede arrancar de nuestra condición humana. Pero sí se puede educar a los niños para que la eviten. Y también se puede hacer que los medios no banalicen y espectacularicen la violencia. La violencia se puede tratar, condenándola y evitando que se haga de ella un modelo. 8 Llega un momento, dice Sontag, una edad, en que nadie tiene derecho a semejante ingenuidad, a desconocer el mal que puede hacer el hombre. Quizá se le atribuye demasiado valor a la memoria y no el suficiente a la reflexión. Recordar es una acción ética, tiene un valor ético en y por sí mismo. La memoria es la única relación que podemos sostener con los muertos. Para la neoyorquina, hacer la paz es olvidar, pero yo creo que olvidar los delitos y los agravios es una paz injusta. Salen beneficiados los que cometen esos actos, pues acaban impunes. Pero los que lo sufrieron, siguen viendo como no se hace justicia. * Desde cualquier pantalla, se llegan a una ingente cantidad de información sobre el sufrimiento de la gente. Parecería que hay más que nunca pero la verdad es que se cuenta más que nunca. Dice que en la vida moderna (...) parece normal apartarse de las imágenes que simplemente nos provocan malestar. Yo no creo que la gente cambiara más de canal si solo se diesen sucesos, creo que la sociedad es muy morbosa y les gusta verlo. No es un defecto que no seamos abrasados, que no suframos los suficiente, cuando las vemos. Tampoco se supone que la fotografía deba remediar nuestra ignorancia sobre la historia y las causas del sufrimiento que selecciona y enmara. Tales imágenes no pueden ser más que una invitación a prestar atención, a reflexionar, a aprender , a examinar las racionalizaciones que sobre el sufrimiento de las masas nos ofrecen los poderes establecidos. Esto me gusta. Como no se puede prohibir o evitar en forma alguna la emisión de estas imágenes, la solución pasa por mostrarlas como algo “normal” (refiriendo a algo propio), intrínseco al ser humano y, en vez de espectacularizarlo y tratarlo como noticia morbosa, invitar a la reflexión, al pensamiento de porqué ocurren estas cosas. 9
  • 10. 9 Siempre que las fotografías (de estos temas) sean arte -y en eso se convierten cuando cuelgan de las paredes- comparten el destino de todo arte. Se convierten en distintos momentos en la visita de un museo. Además, es un paseo social: caminas, charlas... El peso y la seriedad de tales fotografías perviven mejor en un libro, donde se pueden ver en privado y entretenerse mirándolas. Yo creo lo contrario: un libro lo tienes que comprar para verlo, en un museo es más fácil que sean vistos, incluso sin preveerlo. * Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pero si sostenemos la tesis de que su poder va desapareciendo con el tiempo, habría que añadir “a corto plazo”. Una narración parece con toda probabilidad más eficaz que una imagen. La narración puede tener más fuerza, sobre todo si está bien escrito. Pero para eso, hay que empezar a leer. La imagen no requiere un esfuerzo muy grande, se puede con una sola mirada, aunque luego te puedes ir deteniendo en distintos aspectos. Para leer, tienes que hacer mucho más esfuerzo. Quiero acabar este comentario con las últimas palabras del ensayo. Son suficientemente claras para que no haya que añadir nada más. Lo suscribo totalmente. No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra; y cómo se convierte en normalidad. No podemos entenderlo, no podemos imaginarlo. Es lo que cada soldado, cada periodista, cooperante y observador independiente que ha pasado tiempo bajo el fuego, y ha tenido la suerte de eludir la muerte que ha fulminado a otros a su lado, siente con terquedad. 10
  • 11. Bibliografía: * Ante el dolor de los demás – Susan Sontag. * Las fotografías son de Internet, sobre todo de la Wikipedia que permite utilizarlas, pues están bajo licencia Creativve Commons. 11