Mensaje con motivo de la visita Ad Limina. 7 de octubre de 1984
Mensaje con motivo de la Visita ad Limina
De distintas maneras se ejerce el ministerio de los Obispos en la vida
de la Iglesia. Sea en las tareas más fácilmente identificadas con el
trabajo pastoral -como la predicación o la celebración de los
sacramentos-, sea en aquellas propias del gobierno de la Iglesia, como
la atención del despacho de la Curia o la dirección de reuniones y encuentros.
Pero haya acontecimientos que expresan este doble carácter del
ministerio Episcopal con toda claridad y con mucha elocuencia. Doble
carácter de sacerdote y pastor, y que se realiza al frente de una Diócesis
o Juridicción eclesiástica y, al mismo tiempo, como miembro del
Colegio Episcopal al frente de la Iglesia Universal. La visita Ad
Limina es uno de esos acontecimientos.
En efecto, se trata de una obligación sagrada que cumplen los Obispos
peregrinando a la tumba de los Apóstoles San Pedro y San Pablo,
presentando al Vicario de Cristo el informe sobre la Iglesia o Diócesis
que tienen su cargo, y finalmente renovando el compromiso personal
y colegial de evangelizar el pueblo de Dios en comunión con el Sumo
Pontífice de quien recibe una palabra de orientación y aliento.
Cada 5 años los Obispos deben cumplir esta gratísima obligación.
Este año 1984 corresponde hacerlo a los Obispos del Paraguay. Nos
disponemos a cumplirla con mucha esperanza y con profunda fe.
Queremos compartir este acontecimiento con todos los sacerdotes y
diáconos, con los religiosos y laicos consagrados, con los militantes
de los movimientos y comunidades de base, con todos los hombres y
mujeres de buena voluntad. Así como las alegrías y las penas de
ustedes son las nuestras, así también consideramos que nuestros
problemas son los de todos ustedes.
a) La Iglesia en el Paraguay de hoy
Como responsables del pueblo de Dios que peregrina en esta tierra,
es lógico que hayamos preparado nuestro encuentro con el Papa.
Debemos decirle como ésta la Iglesia en el Paraguay de hoy. Y, lo
decimos con alegría, muchos son los aspectos luminosos y positivos
que podemos mencionar. Hablaremos de un pueblo sufrido y noble
de profunda fe y lleno de sanas inquietudes. Hablaremos de la juventud
paraguaya, de la familia, del hombre del campo y de la ciudad, de
nuestros niños y ancianos. No dejaremos de citar el empeño de todo
el pueblo cristiano que en unión con sus pastores procura evangelizar
al hombre y la sociedad.
En esta ocasión deseamos compartir con todos ustedes algunos
problemas que particularmente preocupan a los Obispos del Paraguay:
- La tradición evangelizadora de la Iglesia en nuestro país arranca de
los días de la conquista se prolonga a través de la colonia y de la
independencia, alcanza matices sobresalientes en los tiempos de Juan
Sinforiano Bogarín y es una realidad viva en la Iglesia de nuestros
días. Es la fuerza del evangelio, es el amor de la Iglesia a la humanidad
caida, pecadora y sufriente. Es, en fin el esfuerzo de responder al
mandato de Cristo de anunciar el evangelio a toda criatura.
- Con sincera pena vemos que hoy, en nuestra patria, se pretende
limitar esta misión evangelizadora de la Iglesia a lo puramente
espiritual y religioso. Así su campo de acción sería la conciencia íntima
de cada uno y abarcaría sólo las prácticas de culto, despojadas de
toda referencia a la situación concreta del hombre paraguayo y de la
comunidad nacional.
- De acuerdo a esta manera de pensar se acusa a la Iglesia de
intromisión en política cuando denuncia injusticias y atropellos. Y
hasta se llega a indicar que personas e instituciones de la Iglesia tienen
propósitos temporales y finalidades violentas porque alzan su voz en
favor de la verdad, de la justicia, del bien común por encima del
egoísmo y la ambición de algunos.
- Escuchamos con frecuencia la invocación a principios cristianos
occidentales, así como una supuesta fidelidad a la Iglesia y al Papa,
para desautorizar y atacar la predicación de los Obispos y su labor en
el Paraguay. Como si fuera posible estár en comunión con el Papa sin
estarlo con los Obispos...
- No ha faltado la pretención de refutar al magisterio episcopal a
través de algunos medios de comunicación social. Para ello se apeló
a la calumnia y se falto a la verdad, con toda inconsciencia y de la
manera más burda. Se ha procurado sembrar la duda y el desconcierto,
especialmente en el pueblo sencillo y humilde.
- No faltan esfuerzos con el aparente propósito de dividir a la Iglesia.
Se contraponen personas a las que se califican de muy distintas formas.
Se pretende enfrentar actitudes de miembros de la Conferencia
Episcopal Paraguaya. Asi hemos visto en estupor y con pena que
algunos Obispos son acusados de "políticos" y de "comunistas",
mientras otros son llamados "auténticos pastores".
Todo esto exige una palabra clara de parte de la Iglesia para que
nadie se engañe. Nos parece útil recordar, para ello, la naturaleza y la
finalidad del magisterio de los Obispos en la Iglesia.
b) El magisterio espiscopal
El Concilio Ecuménico Vaticano II enseña que Cristo institiyó en su
Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de todo el Cuerpo,
para apacentar y acrecentar el pueblo de Dios. El señor edificó la
Santa Iglesia y envió a los Apóstoles como El mismo fue enviado por
el Padre. Y quiso que los Obispos, sucedores de los Apóstoles, fuesen
los pastores en su Iglesia hasta la consumación de los siglos. Al frente
de ellos puso al bienaventurado Pedro.
De tal manera, San Pedro y los demás apóstoles forman un sólo colegio
apostólico. Así, también los Obispos, sucesores de los Apóstoles y el
Romano Pontífice, sucesor de Pedro, se unen entre sí. En los Obispos
se manifiesta la presencia salvadora de Cristo. En efecto el Señor
Jesucristo, Pontífice Supremo, está presente en medio de los fieles
por medio de los Obispos a quienes asisten los prebisteros.
El mismo concilio nos recuerda los aspectos fundamentales de la
misión de los Obispos. Ante todo, la misión de enseñar a todas las
gentes y de predicar el evangelio a toda creatura, a fin de que todos
los hombres consigan la salvación por medio de la fe, del bautismo y
el cumplimiento de los mandamientos. Así, en el número 25 de la
Constitución sobre la Iglesia, dice: "como pregonero de la fe y
maestros auténticos, o sea dotados de la autoridad de Cristo, predican
al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creida y ha
de ser aplicada a la vida, la hacen frutificar y con vigilancia apartan
de su grey los errores que la amenazan".
Así pues los Obispos tienen que proponer todas aquellas verdades
que permiten conocer a Cristo. Igualmente tienen que señalar con
claridad el camino que el mismo Dios ha revelado para que Cristo sea glorificado.
Para cumplir esta misión deben enseñar también los Obispos los
principios teológicos y morales en materia social y política,
aplicándolos a las necesidades y problemas concretos de los hombres.
Vale la pena citar de nuevo el Concilio Vaticano II, que en el Nº 12 de
la Chistus Dominus dice: "Hasta qué punto, según la doctrina de la
Iglesia, haya de ser estimada la persona humana con su libertad y la
vida misma del cuerpo; la familia y su unidad y estabilidad y la
procreación y educación de los hijos; la sociedad civil con sus leyes
y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes e inventos técnicos;
la pobreza y la abundancia de riquezas.
Exponen los caminos de solución de los gravísimos problemas acerca
de la posesión, incrementos y recta distribución de los bienes
materiales, sobre la guerra y la paz y la fraterna convivencia de todos los pueblos".
La Iglesia tiene de todos los pueblos enseñar su doctrina con auténtica
libertad. Así puede ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna
y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden
político, cuando lo exigan los derechos fundamentales de la persona
humana o la salvación de las almas.
El Obispo es signo y constructor de la unidad con su autoridad ejercida
evangélicamente. Promueve la misión de toda la comunidad
diocesana; fomenta la participación y corresponsabilidad a diferentes
niveles; infunde confianza en sus colaboradores, cuida de la madurez
cristiana y apostólica de los laicos... Así como el Romano Pontífice
es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad de los
Obispos y de la multitud de los fieles; por su parte los Obispos son
indudablemente, el principio y fundamento visible de unidad en sus
Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal.
c) La unidad de la Iglesia
La Iglesia es un pueblo que camina. Su condición de peregrino le
confiere la necesidad de permanente renovación y purificación. Es
gérmen y principio del Reino de Dios, ya presente hoy en la tierra y
proyectado hacia la gloria eterna al fin de los tiempos. Este pueblo
que está en marcha se realiza y concreta en la diócesis que es una
porción confiada al Obispo. La unidad-comunión de la Iglesia es
condición y al mismo tiempo, es el objetivo de toda labor Episcopal.
En efecto, en la colaboración de los sacerdotes y la participación
activa de los fieles, el Obispo reúne en el Espíritu Santo a su Iglesia
particular, en que está -vida y activa- la Iglesia de Cristo que es una,
santa, católica, apostólica.
Bajo la autoridad del Sumo Pontífice, la Iglesia se organiza en
provincias eclesiásticas. Cada una de ellas es precidida por el
Metropolitano, que a su vez es Arzobispo de la Diócesis que le fue
encomendada. Las demás Diócesis que forman la provincia son
suflaganeas. Corresponde al Metropolitano vigilar que se conserven
diligentemente la fe y la disciplina eclesiástica, según indica el Código
de Derecho Canónico es el Canón 436 p. l. Además los Obispos de
un país se organizan en Conferencia Episcopal. Ésta es la Asamblea
de los Obispos que ejercen unidos algunas funciones pastorales
respecto de los fieles para promover el mayor bien que la Iglesia
proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modas de
apostolados convenientemente acomodados a las peculiares
circunstancias de tiempo y lugar.
Estos puntos básicos de la fe católica y de la organización eclesiástica
nos recuerdan el valor de la unidad y de la comunión en la Iglesia, el
centro de donde dimana y a donde confluye. A nadie es permitido
disminuir la importancia de estos principios. Pero sobre todo a ningún
católico cuadra intentar dividir a los Obispos y mirar y destruir la
unidad - comunión del Pueblo de Dios de hecho se automarginan de
la Iglesia. Para el Concilio es tan importante el principio de unidad-
comunión en la Iglesia que enseña en la constitución Lumen Gentium:
"Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice,
deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y
católica; los fieles, por su parte, en materia de fe y costumbre, deben
aceptar el juicio de su Obispo, dado el nombre de Cristo, y deben
adherirse a el con religioso respeto".
d) Conclusión
Hemos querido compartir con todos ustedes estas reflexiones y
preocupaciones pastorales. Viajamos a Roma con el corazón lleno de
amor, sin rencores para nadie. No llevamos palabras de agravio ni
gestos ofensivos. Si hemos querido recordar algunos aspectos de la
doctrina de la Iglesia es porque buscamos que se supere toda confusión
y cese todo intento de división. Estamos convencidos de la relación
que existe entre la vigorosa y viva unidad de la Iglesia y la eficacia
salvadora de su labor. Queremos fortalecer los valores humanos y
cristianos de nuestro pueblo. A este hemos consagrado nuestra vida y
junto al Vicario de Cristo queremos reiterar este compromiso, para nosotros tan
sagrado.
No hace falta asegurar que por todos rezaremos y sobre todo
invocaremos la bendición del Santo Padre. Les pedimos a todos,
Sacerdotes, Diáconos, Religiosos y Religiosas, miembros de Institutos
de Vida consagrada, laicos militantes en movimientos y comunicades
de base; no sólo que nos encomienden al Señor sino que prosigan
anunciando la buena noticia a todos los hombres y dando testimonio
de la palabra de Dios en el servicio humilde y sencillo, generoso y alegre.
Roque González de Santa Cruz y la Pura, y Limpia Concepción de
Caacupé nos ayudan en este viaje y en el ministerio Episcopal que el
Señor nos ha confiado. Con afecto paternal les bendecimos en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Asunción, 7 de Octubre de 1984, en la
Festividad de la Virgen del Rosario.
Por mandato de la Asamblea
+ Jorge Livieres Banks
Obispo Titular de Utimmira y Secretario General de la CEP