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Mensaje con motivo de la visita Ad Limina. 7 de octubre de 1984

21 de Dec de 2014
Mensaje con motivo de la visita Ad Limina. 7 de octubre de 1984
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Mensaje con motivo de la visita Ad Limina. 7 de octubre de 1984

  1. Mensaje con motivo de la Visita ad Limina De distintas maneras se ejerce el ministerio de los Obispos en la vida de la Iglesia. Sea en las tareas más fácilmente identificadas con el trabajo pastoral -como la predicación o la celebración de los sacramentos-, sea en aquellas propias del gobierno de la Iglesia, como la atención del despacho de la Curia o la dirección de reuniones y encuentros. Pero haya acontecimientos que expresan este doble carácter del ministerio Episcopal con toda claridad y con mucha elocuencia. Doble carácter de sacerdote y pastor, y que se realiza al frente de una Diócesis o Juridicción eclesiástica y, al mismo tiempo, como miembro del Colegio Episcopal al frente de la Iglesia Universal. La visita Ad Limina es uno de esos acontecimientos. En efecto, se trata de una obligación sagrada que cumplen los Obispos peregrinando a la tumba de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, presentando al Vicario de Cristo el informe sobre la Iglesia o Diócesis que tienen su cargo, y finalmente renovando el compromiso personal y colegial de evangelizar el pueblo de Dios en comunión con el Sumo Pontífice de quien recibe una palabra de orientación y aliento. Cada 5 años los Obispos deben cumplir esta gratísima obligación. Este año 1984 corresponde hacerlo a los Obispos del Paraguay. Nos disponemos a cumplirla con mucha esperanza y con profunda fe. Queremos compartir este acontecimiento con todos los sacerdotes y diáconos, con los religiosos y laicos consagrados, con los militantes de los movimientos y comunidades de base, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Así como las alegrías y las penas de ustedes son las nuestras, así también consideramos que nuestros problemas son los de todos ustedes. a) La Iglesia en el Paraguay de hoy Como responsables del pueblo de Dios que peregrina en esta tierra, es lógico que hayamos preparado nuestro encuentro con el Papa. Debemos decirle como ésta la Iglesia en el Paraguay de hoy. Y, lo decimos con alegría, muchos son los aspectos luminosos y positivos que podemos mencionar. Hablaremos de un pueblo sufrido y noble de profunda fe y lleno de sanas inquietudes. Hablaremos de la juventud paraguaya, de la familia, del hombre del campo y de la ciudad, de nuestros niños y ancianos. No dejaremos de citar el empeño de todo el pueblo cristiano que en unión con sus pastores procura evangelizar al hombre y la sociedad. En esta ocasión deseamos compartir con todos ustedes algunos
  2. problemas que particularmente preocupan a los Obispos del Paraguay: - La tradición evangelizadora de la Iglesia en nuestro país arranca de los días de la conquista se prolonga a través de la colonia y de la independencia, alcanza matices sobresalientes en los tiempos de Juan Sinforiano Bogarín y es una realidad viva en la Iglesia de nuestros días. Es la fuerza del evangelio, es el amor de la Iglesia a la humanidad caida, pecadora y sufriente. Es, en fin el esfuerzo de responder al mandato de Cristo de anunciar el evangelio a toda criatura. - Con sincera pena vemos que hoy, en nuestra patria, se pretende limitar esta misión evangelizadora de la Iglesia a lo puramente espiritual y religioso. Así su campo de acción sería la conciencia íntima de cada uno y abarcaría sólo las prácticas de culto, despojadas de toda referencia a la situación concreta del hombre paraguayo y de la comunidad nacional. - De acuerdo a esta manera de pensar se acusa a la Iglesia de intromisión en política cuando denuncia injusticias y atropellos. Y hasta se llega a indicar que personas e instituciones de la Iglesia tienen propósitos temporales y finalidades violentas porque alzan su voz en favor de la verdad, de la justicia, del bien común por encima del egoísmo y la ambición de algunos. - Escuchamos con frecuencia la invocación a principios cristianos occidentales, así como una supuesta fidelidad a la Iglesia y al Papa, para desautorizar y atacar la predicación de los Obispos y su labor en el Paraguay. Como si fuera posible estár en comunión con el Papa sin estarlo con los Obispos... - No ha faltado la pretención de refutar al magisterio episcopal a través de algunos medios de comunicación social. Para ello se apeló a la calumnia y se falto a la verdad, con toda inconsciencia y de la manera más burda. Se ha procurado sembrar la duda y el desconcierto, especialmente en el pueblo sencillo y humilde. - No faltan esfuerzos con el aparente propósito de dividir a la Iglesia. Se contraponen personas a las que se califican de muy distintas formas. Se pretende enfrentar actitudes de miembros de la Conferencia Episcopal Paraguaya. Asi hemos visto en estupor y con pena que algunos Obispos son acusados de "políticos" y de "comunistas", mientras otros son llamados "auténticos pastores". Todo esto exige una palabra clara de parte de la Iglesia para que nadie se engañe. Nos parece útil recordar, para ello, la naturaleza y la finalidad del magisterio de los Obispos en la Iglesia.
  3. b) El magisterio espiscopal El Concilio Ecuménico Vaticano II enseña que Cristo institiyó en su Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de todo el Cuerpo, para apacentar y acrecentar el pueblo de Dios. El señor edificó la Santa Iglesia y envió a los Apóstoles como El mismo fue enviado por el Padre. Y quiso que los Obispos, sucedores de los Apóstoles, fuesen los pastores en su Iglesia hasta la consumación de los siglos. Al frente de ellos puso al bienaventurado Pedro. De tal manera, San Pedro y los demás apóstoles forman un sólo colegio apostólico. Así, también los Obispos, sucesores de los Apóstoles y el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, se unen entre sí. En los Obispos se manifiesta la presencia salvadora de Cristo. En efecto el Señor Jesucristo, Pontífice Supremo, está presente en medio de los fieles por medio de los Obispos a quienes asisten los prebisteros. El mismo concilio nos recuerda los aspectos fundamentales de la misión de los Obispos. Ante todo, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el evangelio a toda creatura, a fin de que todos los hombres consigan la salvación por medio de la fe, del bautismo y el cumplimiento de los mandamientos. Así, en el número 25 de la Constitución sobre la Iglesia, dice: "como pregonero de la fe y maestros auténticos, o sea dotados de la autoridad de Cristo, predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creida y ha de ser aplicada a la vida, la hacen frutificar y con vigilancia apartan de su grey los errores que la amenazan". Así pues los Obispos tienen que proponer todas aquellas verdades que permiten conocer a Cristo. Igualmente tienen que señalar con claridad el camino que el mismo Dios ha revelado para que Cristo sea glorificado. Para cumplir esta misión deben enseñar también los Obispos los principios teológicos y morales en materia social y política, aplicándolos a las necesidades y problemas concretos de los hombres. Vale la pena citar de nuevo el Concilio Vaticano II, que en el Nº 12 de la Chistus Dominus dice: "Hasta qué punto, según la doctrina de la Iglesia, haya de ser estimada la persona humana con su libertad y la vida misma del cuerpo; la familia y su unidad y estabilidad y la procreación y educación de los hijos; la sociedad civil con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes e inventos técnicos; la pobreza y la abundancia de riquezas. Exponen los caminos de solución de los gravísimos problemas acerca de la posesión, incrementos y recta distribución de los bienes materiales, sobre la guerra y la paz y la fraterna convivencia de todos los pueblos". La Iglesia tiene de todos los pueblos enseñar su doctrina con auténtica
  4. libertad. Así puede ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exigan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas. El Obispo es signo y constructor de la unidad con su autoridad ejercida evangélicamente. Promueve la misión de toda la comunidad diocesana; fomenta la participación y corresponsabilidad a diferentes niveles; infunde confianza en sus colaboradores, cuida de la madurez cristiana y apostólica de los laicos... Así como el Romano Pontífice es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad de los Obispos y de la multitud de los fieles; por su parte los Obispos son indudablemente, el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal. c) La unidad de la Iglesia La Iglesia es un pueblo que camina. Su condición de peregrino le confiere la necesidad de permanente renovación y purificación. Es gérmen y principio del Reino de Dios, ya presente hoy en la tierra y proyectado hacia la gloria eterna al fin de los tiempos. Este pueblo que está en marcha se realiza y concreta en la diócesis que es una porción confiada al Obispo. La unidad-comunión de la Iglesia es condición y al mismo tiempo, es el objetivo de toda labor Episcopal. En efecto, en la colaboración de los sacerdotes y la participación activa de los fieles, el Obispo reúne en el Espíritu Santo a su Iglesia particular, en que está -vida y activa- la Iglesia de Cristo que es una, santa, católica, apostólica. Bajo la autoridad del Sumo Pontífice, la Iglesia se organiza en provincias eclesiásticas. Cada una de ellas es precidida por el Metropolitano, que a su vez es Arzobispo de la Diócesis que le fue encomendada. Las demás Diócesis que forman la provincia son suflaganeas. Corresponde al Metropolitano vigilar que se conserven diligentemente la fe y la disciplina eclesiástica, según indica el Código de Derecho Canónico es el Canón 436 p. l. Además los Obispos de un país se organizan en Conferencia Episcopal. Ésta es la Asamblea de los Obispos que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de los fieles para promover el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modas de apostolados convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y lugar. Estos puntos básicos de la fe católica y de la organización eclesiástica nos recuerdan el valor de la unidad y de la comunión en la Iglesia, el centro de donde dimana y a donde confluye. A nadie es permitido disminuir la importancia de estos principios. Pero sobre todo a ningún
  5. católico cuadra intentar dividir a los Obispos y mirar y destruir la unidad - comunión del Pueblo de Dios de hecho se automarginan de la Iglesia. Para el Concilio es tan importante el principio de unidad- comunión en la Iglesia que enseña en la constitución Lumen Gentium: "Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, en materia de fe y costumbre, deben aceptar el juicio de su Obispo, dado el nombre de Cristo, y deben adherirse a el con religioso respeto". d) Conclusión Hemos querido compartir con todos ustedes estas reflexiones y preocupaciones pastorales. Viajamos a Roma con el corazón lleno de amor, sin rencores para nadie. No llevamos palabras de agravio ni gestos ofensivos. Si hemos querido recordar algunos aspectos de la doctrina de la Iglesia es porque buscamos que se supere toda confusión y cese todo intento de división. Estamos convencidos de la relación que existe entre la vigorosa y viva unidad de la Iglesia y la eficacia salvadora de su labor. Queremos fortalecer los valores humanos y cristianos de nuestro pueblo. A este hemos consagrado nuestra vida y junto al Vicario de Cristo queremos reiterar este compromiso, para nosotros tan sagrado. No hace falta asegurar que por todos rezaremos y sobre todo invocaremos la bendición del Santo Padre. Les pedimos a todos, Sacerdotes, Diáconos, Religiosos y Religiosas, miembros de Institutos de Vida consagrada, laicos militantes en movimientos y comunicades de base; no sólo que nos encomienden al Señor sino que prosigan anunciando la buena noticia a todos los hombres y dando testimonio de la palabra de Dios en el servicio humilde y sencillo, generoso y alegre. Roque González de Santa Cruz y la Pura, y Limpia Concepción de Caacupé nos ayudan en este viaje y en el ministerio Episcopal que el Señor nos ha confiado. Con afecto paternal les bendecimos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Asunción, 7 de Octubre de 1984, en la Festividad de la Virgen del Rosario. Por mandato de la Asamblea + Jorge Livieres Banks Obispo Titular de Utimmira y Secretario General de la CEP
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