Mensaje en ocasión del año Internacional de la Familia
1. Mensaje en Ocasión del Año Internacional de la
Familia
A los fieles de la Iglesia Católica
y a todas las personas de buena voluntad:
El Año Internacional de la Familia auspiciado por la Organización
de las Naciones Unidas es objeto de reflexión permanente de los Obispos.
El tema central de la familia, considerada como núcleo fundamental
de la sociedad y de la propia iglesia y en las circunstancias que la
favorecen o la limitan, nos llevan a pesar que la salud integral de
nuestro pueblo depende de la familia.
Por este motivo deseamos ofrecerles algunos pensamientos frutos de
la reflexión sobre dos hechos que afectan directamente el campo familiar.
1- La familia en la óptica de la población y el desarrollo
El primero de ellos se refiere a la Conferencia Internacional sobre
Población y Desarrollo que se realizará en la ciudad de El Cairo,
Egipto, en el mes de setiembre. En esta ocasión, el Paraguay tendrá
su representación en dicho evento.
Tenemos conocimiento del borrador del documento preparatorio de
dicha conferencia. Nos parecie francamente atentatorio a la entidad
de la familia y a los valores que la dignifican. Sobre el punto se han
pronunciado la Sede el Santo la Apostólica y el Consejo Episcopal
Latinoamericano ofreciendo críticas puntuales a su contenido y al
mismo tiempo prodigando sugerencias a fin de que el tratamiento del
tema en una reunión cumbre tan importante ofrezca resultados positivos.
El hecho es, sin embargo, que ese documento preparatorio, no
modificado sustancialmente por las instancias encargadas de
elaborarlo, llegará, como base preliminar de entendimiento entre
naciones, a la conferencia de El Cairo.
Nos preocupa que esto ocurra, como también manifiesta la carta que
el Papa Juan Pablo II remitió a los jefes de Estado con fecha 19 de
marzo pasado y hecha pública el 14 de abril.
El Santo Padre califica ese documento de «dolorosa sorpresa» tanto
porque la Naciones Unidas desconocerían con él posiciones sostenidas
en conferencias mundiales anteriores y en instrumentos
internacionales solemnemente proclamados, cuando por «temer
funestas consecuencias morales, que podrían llevar a la humanidad
2. hacia una derrota, y cuya primera víctima sería el hombre mismo».
En efecto: desintegrar el concepto de la familia, minimizar el valor
de su misión como lo hace ese documento, abriendo, además,
explícitos caminos al aborto, a una libertad sexual sin criterios, y a
presiones sobre los cónyuges para plegarse a políticas demográficas
definidas por técnicos sin el concurso de las propias familias, no
parecen sean caminos adecuados para robustecer el crecimiento
humano. Ofrecer, para el desarrollo de nuestros países, un modelo
educativo desprovisto de valores éticos, de respeto a derechos
humanos fundamentales, y de consideración por la integridad de la
familia, en lugar de afrontar con valor los problemas políticos y
económicos que obstaculizan ese desarrollo, no nos parece digno de
los ideales espirituales de nuestro país y de las propias Naciones Unidas.
Es importante saber interpretar en su justa profundidad el alcance de
los problemas que están en juego a fin de defender los valores
fundamentales de la familia, con criterio cristiano, dentro de las
mejores tradiciones de nuestro pueblo.
No podemos dejar de recordar la importancia que le da a la familia
en el conocido "Pacto de San José de Costa Rica", del 22 de noviembre
de 1969, donde dice: "Toda persona tiene derecho a que se respete su
vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir
del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente" (Art. 4.1); "La familia es el elemento natural y
fundamental de la sociedad y debe ser protegida por la sociedad y el
Estado" (Art. 17.1), y "Se reconoce el derecho del hombre y la mujer
a contraer matrimonio y a fundar una familia si tienen la edad y las
condiciones requeridas para ello por las leyes internas, en la medida
en que estas no afecten el principio de no discriminación establecido en esta
convención" (Art. 17.2).
2- La salud reproductiva de nuestro pueblo
El segundo hecho al que nos referíamos al comienzo de este mensaje
es un problema que sabemos importante y grave, y que no ha recibido
hasta ahora una atención orgánica satisfactoria, pero que el Estado se
propone ahora afrontar; se trata de la salud reproductiva en nuestro pueblo.
Los Obispos pensamos que no pocos hábitos sexuales de hombres y
mujeres de nuestro medio deben ser progresivamente orientados desde
sus raíces culturales para lograr, efectivamente, con una sólida ética,
una «salud reproductiva» racional, que ampare a una familia estable,
sana y conscientemente educativa de los ciudadanos del futuro. Pero
no podemos admitir que esta, que debe ser una paciente renovación,
pueda ser, en un momento dado, violentada por planes sistemáticos
3. de reducción de la natalidad; los cuales generalmente pretenden
realizarse sin la atención debida a la libertad y a la voluntad de los
cónyuges, prevaleciéndose a menudo de la ignorancia y de la pobreza,
imponiendo soluciones por medios artificiales masivos, de efectos, a veces
irreparables.
Nos inquieta el hecho de que este vasto campo la política se concentre
excesivamente en la planificación familiar; y que existan
organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales que
fomentan orientaciones claras y netamente antinatalistas.
Esta preocupación nos impulsa a que todos actuemos con el
discernimiento propio de personas razonables a fin de salvaguardar,
junto a los elementos técnicos, la progresiva evolución de los modos
culturales y las exigencias de una auténtica moral cristiana de la cual
la mayoría de nuestro pueblo es heredera y fiel custodia.
En su alocución dominical del día 19 de junio del corriente, antes del
rezo del Angelus, en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II
dijo: "A menudo la insistencia de la Iglesia sobre la ética del
matrimonio y de la familia es mal interpretada, como si la comunidad
cristiana quisiera imponer a toda la sociedad una perspectiva de fe
válida solo para los creyentes. En realidad, el matrimonio, como unión
estable de un hombre y de una mujer, no es solo un valor cristiano,
sino un valor originario de la creación".
3- Llamando a la reflexión y a la acción
Con estos puntos, frutos de nuestra reflexión, creemos poder
contribuir en esta ocasión al rico discernimiento internacional
efectuado y a efectuarse con ocasión del Año Internacional de la
Familia. Estamos seguros que nuestras propias convicciones cristianas
nos guiarán hacia la solución de los problemas que tocan a la familia
y que son de suma trascendencia para el futuro de nuestro país y del mundo.
Al término de este mensaje, aseguramos a todos nuestra mejor
intención y disponibilidad para promover una equilibrada orientación
sexual y fomentar el apoyo incondicional a la familia según los designios del
Creador.
Invitamos a todos los fieles católicos a apoyar eficazmente estos
principios compartidos, y todas las personas de buena voluntad a que
pongan el mejor de sus esfuerzos para contribuir a mantener el
equilibrio social a través de una familia sólidamente constituida.
Con afecto les bendecimos y saludamos a todos con estima en el Señor Jesús.
Por mandato de la 138a. Asamblea Extraordinaria