Este número me costó un poco más que los anteriores.
Principalmente porque arrastro el fantasma del nombre
del zine: imperfectas. ¿Tiene que ser imperfectamente
imperfecto? ¿O perfectamente imperfecto? ¿o
imperfectamente perfecto?. Ya sé. Me complico la vida.
Pero es algo que me viene a la mente cada día que me
dispongo a repensar algún comportamiento, a aprender y
reaprender algo nuevo y aprender alguna acción al
respecto. ¿Qué tan perfecto tiene que ser cada accionar?
La respuesta que sé que aplica siempre es: nada puede ser
perfecto. Pero de alguna forma siento que es el imperativo
del mundo: sé perfecta siempre, o al menos buscá serlo. Y
si querés ser imperfecta, tenés que buscar hacerlo de
manera perfecta. Si lees esto y te preocupas por mi
perfeccionismo, no te preocupes... voy a terapia.
Pero al fin y al cabo recibir las colaboraciones para este
número me animaron a hacerla aunque me cueste. En esta
edición utilicé un formato un poco más minimalista y con
las ilustraciones de Pablo Stanley (blush.design) quise
expresar lo simple que puede ser la imperfección.
Gracias a Alex Soto y Gaby Lozoya por ser parte de esta
edición y compartir sus experiencias de reaprendizaje.
por Alex Soto @alexsotodigital
Siempre me ha gustado el acto de cantar.
Más con esto no digo que mi voz te pueda conquistar. Pues tener un gusto no se trata de ser
bueno, dos declaraciones que se confunden como un enredo. Y lo más triste es que por años
yo mismo me censuré, y del escenario artístico muy rápido me jubilé. Tal vez por eso nos
llaman ‘cantante de bañera’; puesto que es ahí, en la intimidad que uno se expresa a su
manera.
Esta creencia limitante tiene un origen ya muy estudiado. Una memoria vigente, un recuerdo
archivado; la repetición tortuosa de un momento atrapado.
Una escena borrosa de un comentario cruel; risas de burla que se marcaron en la piel.
Y así, como muchos hombres, aprendí la utilidad de reprimir, aquel brillo que emanaba con tan
solo compartir. Esa autenticidad que brota cuando aceptamos nuestra feminidad, y que al
salir grita en silencio por una dosis de sororidad.
Crecí en competencia, en un mundo de escasez, buscando cuál sería la pieza para ganar en
ajedrez. Esa cualidad que me distinguiría de todos los demás; que me haría sentir contento,
orgulloso de verdad.
Me enfoque en los estudios y traté de olvidar, aquello que por años me hizo callar. Ahora, con
más edad, me doy cuenta del error, pues nadie pide permiso para ser trovador. Digo que
cantar, como muchas actividades, no requiere de un don ni de la clemencia de las autoridades.
Para ser cantante, no hace falta más que cantar. Pues la distancia entre el ser y el hacer se
halla en el saltar. Yo no prometí ser perfecto, ni busco competir, sólo pido respeto y que me
dejen existir. Pues hoy decido ser cantante, y cocinero principiante. También soy poeta y
jardinero y navegante. Pues soy tantas personas como pueda imaginarme.
No se trata de ser bueno, ni tener una presencia deslumbrante; sino una red de apoyo que te
acepte sin condicionantes. Familias, amigos y organizaciones que nos inviten a ser auténticos,
puesto que saben que no podríamos todos ser idénticos.
Cada quien expresándose desde su pasión, sabiendo que contribuímos sin ser parte del
montón. No se trata de ser bueno, ni saber cómo impresionar, se trata de ser uno mismo y de
nunca parar de brillar.
por Gaby Lozoya - @dglozoya
Me hubiera gustado saber esto antes de dar positivo a COVID19 …
Era viernes por la tarde, salí de mi trabajo y al llegar a casa sentía que algo diferente pasaba
en mi cuerpo. Una aparente irritación de garganta, cuerpo cortado y la temperatura corporal
en aumento pero sobre todo, una fatiga al respirar, como si hubiera corrido mucho y me
faltara el aire; son algunos de los primeros síntomas que experimenté. No era como en otras
ocasiones, esta vez era distinto, es difícil explicar pero jamás lo había sentido antes.
Una alerta interna se activó: necesitaba hacerme la prueba de COVID19, (a estas alturas,
debemos saber que la prueba que hay que hacerse es la PCR que nos indica si en este
momento el virus se encuentra activo en nuestro cuerpo), lo que menos se quiere es afectar a
más personas, en mi caso mis papás y amigos. Desde ese día me quedé en mi recámara, algo
me decía que había que tomar precauciones.
Positivo.
Las llamadas para avisar a mi familia, y los mensajes a mis médicos de confianza, es lo que
sigue. Comienza el diálogo interno, un repaso mental, ¿cómo es que ya está en mi cuerpo?
¿dónde me pude contagiar? ¿y si se contagian mis papás o amigos?, negación, ¡no puede ser!.
Miedo. Tristeza. Culpa diciéndome “no me cuidé lo suficiente”.
Desde el primer día, a pesar de tomar el medicamento, la temperatura se mantenía muy alta
(37-38ºC), volvía a subir. Un agotamiento, congestión nasal, mucho dolor de cabeza, presión en
el pecho y comienza la dificultad para respirar. Sentía que algún robot o máquina estaba
oprimiendo mis pulmones, esa fue mi analogía.
Entonces dice mi médico me dijo: “Tranquila, mira por ahora hay que estar cuidando mucho tu
oxigenación y la temperatura. No debe bajar de 95, pero puede pasar. Me vas a estar avisando
en la mañana, tarde y noche tus niveles. Por lo pronto tomarás esto y esto y esto (depende del
criterio de cada médico). Yo voy a estar en contacto contigo, y te daré indicaciones según
como vaya reaccionando tu organismo. Hay días que te sentirás mejor y otros días sentirás
que retrocedes, es parte de la evolución de la enfermedad, dime todo lo que vayas sintiendo
ok?”.
Es imprescindible que el médico que elijas sea de tu confianza y que sigas solamente sus
indicaciones, Vendrán mensajes de amigos o familiares y te darán sus consejos pues su
intención es poder ayudarte a sanar. El problema es que no podemos seguir tantos consejos
tan diferentes. No podemos hacer todo lo que nos dicen.
Escuchar y sentir mi cuerpo.
Las noches son las más difíciles, y para poder respirar, tenía que buscar estar semi sentada y
no dormir completamente horizontal; durante el día lograba sentirme mejor al sentarme,
tomar mucha agua o líquidos, cosas calientes me agradaban. Bañarme era revivir, era limpiar
todas esas toxinas que mi cuerpo expulsaba y seguir sintiendo cómo mi cuerpo se defendía
para estar mejor, al menos luchando.
La mente, el diálogo interno y las emociones.
Al estar enfermo, nuestras defensas se bajan y nuestro estado psico-emocional también es
afectado. Por más que me escribieran mensajes lindos, invitándome a tomar las cosas con
calma, leer, meditar o distraerme con alguna serie o película. Mi mente no podía con ninguna
de esas cosas. Los primeros días son para asimilar y rendirse ante la realidad que es: “sí,
estoy enferma de Covid19”, dormir, dejar que el cuerpo hable y pida lo que necesite, sea estar
acostado, sentado, o como lo pida. Nuestro cuerpo también nos habla.
Algunos días son los más pesados. Todo se intensifica, es como una montaña rusa: cuando
crees que ya vas de salida, viene una bajada más. Mi médico dijo que era normal, parte de la
evolución de la enfermedad. Hice una bitácora de días y horas para tener mis niveles de
oxigenación y temperatura. Como un diario. Eso se lo enviaba a mi médico mañana, tarde y
noche.
Cuando la oxigenación bajó demasiado y el médico sugirió usar concentrador u oxígeno, supe
que esto ya se estaba complicando.
Nuestra parte espiritual o energética.
Sentir la compañía y respaldado por tu gente (familia, maestros, amigos)
Llego un momento en el que respirar se volvía más difícil, y por supuesto el miedo de todo lo
que implica. Piensas en tu servicio médico, tu economía, en los recursos disponibles, en que no
quieres arriesgar a tu gente cercana; pero también ves el apoyo incondicional de tu familia
diciendo que lo que se necesite se hará.
Contacté a mis maestros de meditación, yoga, amigos sanadores, y personas en quienes
confío y que podían entender: “hola maestro, salí positiva a covid y si es posible tenerme en
sus oraciones, o sus meditaciones, lo agradeceré mucho”.
De inmediato su respuesta incondicional: “claro que si Gaby, en este momento le pido a los
maestros y te envío mi oración, pronto mejorarás”.
Fue como apretar los botones de emergencia, esos que sólo usas cuando ya se están
agotando las opciones terrenales.
Llorar.
Llorar fue lo mejor que pude haber hecho. Mientras sentía que mis lágrimas salían, que me
“rendía” ante la enfermedad, fue precisamente lo antagónico.
Descargué emocionalmente todo, sintiendo el miedo de que se complicara, que el cuerpo no
me respondiera como se espera, o cualquier pensamiento caótico que pueda venirse a tu
mente.
Tuve que simplemente aceptarlo y abrazarlo. Me liberó, y un rato después comencé a respirar
mejor. Necesitamos abrazarnos enfermos, con miedo, tristes, para que de eso surja el
agradecimiento, donde podamos descargar y descansar.
Días después mi mente estaba por fin más despejada.
Las muestras de amor de los tuyos.
Cada fruta, té, comida, sueros, y todos los regalos que llegaron como una ofrenda de amor
para entender el amor tan grande que me tienen mi familia y amigos fue primordial.
Pasé mi cumpleaños en los días más difíciles. Pero recibir la serenata de mis papás cantando
las mañanitas con lágrimas en los ojos. Recibir un video que contenía los mensajes de mi
familia, abuelito, tíos, primos, mascotas, amigas, amigos, fue impresionantemente valioso e
inolvidable para mi. Gracias a cada uno.
La limpieza profunda de todo tu lugar.
El médico me indicó que ya podría salir de mi cuarto, ya no sería foco de contagio. Hay que
limpiar y sanitizar todo cuanto sea posible: sábanas, ropa, muebles, baño, todo, todo todo.
Y por mi tranquilidad, lo hice de una forma profunda, eso significa que se viene una revisión
casi de mejora continua tipo Kaizen: kai (cambio) y zen (mejora) de Masaaki Amai, donde hay
que definir (separar) lo necesario de lo innecesario. Lo importante y lo que no necesitas más.
Eso me sucedió, libros, cartas, fotos, documentos de más de 20 años conmigo, para afuera.
Me tomó 2 días, pero la liberación fue tremenda.
Paciencia
Los días de mejoría llegan, la mente se despeja, el cuerpo deja los síntomas, comienza la
mejoría en todos los sentidos, pero eso sí, lentamente, muy despacio.
El agotamiento, cansancio y algunas secuelas según el organismo de cada uno se quedarán
los siguientes meses.
El camino hacia la recuperación es precisamente estar en contacto con nosotros mismos de
manera integral. Ya hubo tiempo para reflexionar muchas cosas, valoramos la vida, la salud,
quizás el rumbo de nuestra vida.
No pretendo para nada decir que esto es lo único que se siente o se vive.
Si algo tiene Covid19 es lo impredecible y cambiante que es. Cada organismo reacciona
diferente. Simplemente me doy cuenta que son síntomas similares, que después de vivirlo,
poderlo compartir con alguien cercano que lamentablemente me dice salir positivo. Pienso que
mi propia vivencia, me da la seguridad de decir lo que se viene.
Hay ciertas similitudes que todos viviremos al tener Covid19.
En resumen al dar positivo a covid hay que
Aislarse.
Ten a tu médico de confianza y estar en constante contacto, siguiendo sus indicaciones
Siente y escucha tu cuerpo, te estará diciendo muchos mensajes
Acepta la enfermedad, reconocerse enfermo, no luchar con ello.
La mente, el diálogo interno y las emociones, es igual de importante estar atento a ellos.
Reclamarnos o culparnos no ayudará en nada, no sirve. Es mejor aceptar que nos
contagiamos y caminar hacia adelante, rumbo a la recuperación
Nuestra parte espiritual o energética, si crees en la divinidad o conexión a algo mayor, es
fundamental
Llorar, te ayudará a descargar la densidad de nuestras emociones y paradójicamente
sentiremos mejoría
Las muestras de amor de los tuyos, nutriéndose de ello, cada mensaje, cada regalo, cada
muestra de amor, es como una pastilla llena de vitalidad y mejoría.
Ten paciencia
La recuperación llega, despacio y a su propio ritmo, las secuelas también.
Lo que se vive no es sencillo, así que hay que darle oportunidad al proceso de recuperación.
Espero que estas líneas te ayuden tanto como me ayudaron a mi.
Así te lo diría yo: “es mejor saber todo esto antes, para cuando suceda estés preparado y
sepas que es normal, es parte de la evolución de la enfermedad, no te asustes, esto pasará y
mejorarás”.
Si me preguntaras, mi mayor deseo es que nunca te contagies; pero si por alguna razón eso
sucede, esto es parte de lo que se puede vivir, y te deseo una pronta recuperación.
Con cariño
Gaby
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Feminismo,
Antiracismo,
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Alimentación consciente,
AntiGordxodio,
Sexualidad,
Veganismo,
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