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Gonzalo Maire



 Así fue como vivimos




       Editorial Rove
Gonzalo Maire


Así fue como vivimos




     Editorial Rove
© Editorial Rove, 2012
© Gonzalo Maire, 2012
Portada: Gustav Klimt. "El Beso" (1907-1908). Óleo y oro/tela.
         180 x 180 cm. Österreichische Galerie. Austria.
Contraportada: Gustav Klimt. "La doncella (virgen)" (1913).
                Óleo/tela. Narodni Gallery. República Checa.
1ª edición
Registro de Propiedad Intelectual: 223.978
Santiago de Chile, 2012.
Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina,
noviembre de 2012.



Deseo expresar mis más profundos y extensivos agradecimientos
para Bernardita Abarca Barboza,
por su ayuda inestimable en esta publicación.
Copa de vino donde quiero y sueño
          beber la muerte con fruición sombría,
            surco de fuego donde logra Ensueño
                  fuertes semillas de melancolía.


          Delmira Agustini (1886 - 1914)




                             Rompe nave y orilla
                                     y se sumerge.
                                          Da de sí
                             lo que de sí no tiene.
                               Corazón náufrago:
                               desatas nubarrones
                                        y sumerges

                                      oscuramente
                                   el Alto Techo.


                  Jeannette Clariond (1949)




A ti, toda, parcial y completa, mi libro inconcluso.
ÍNDICE.




PRÓLOGO                        pág. 7
AGUA                           pág. 9
TE NOMBRO                     pág. 12
RAFFLESIA                     pág. 13
TU CABELLO                    pág. 17
CONTESTACIONES                pág. 18
ERRANTE IV                    pág. 21
LA TORRE                      pág. 24
TU NARIZ                      pág. 27
ASTROLOGÍAS                   pág. 28
TU CUELLO                     pág. 31
TU NOMBRE EN LOS HOSPITALES   pág. 32
RENAISSANCE                   pág. 35
UN NIÑO EN LA VIDA               pág. 38
QUIEN TE ESCRIBE                 pág. 42
TUS MANOS                        pág. 45
DOMINGO EN LA TARDE              pág. 46
SILBIDO DE TREN                  pág. 48
DESDE UNA HABITACIÓN EN EL DÍA   pág. 50
EN LA CALLE                      pág. 53
TU PECHO                         pág. 56
MI MADRE                         pág. 57
EL POEMA BLANCO                  pág. 60
TUS PIES                         pág. 63
LA MUDANZA                       pág. 64
TU SOMBRA                        pág. 68
ASÍ FUE COMO VIVIMOS (EPÍLOGO)   pág. 69
PRÓLOGO.




Los poemas de este libro son un mosaico de impresiones,
remembranzas que dejé abandonadas por mucho tiempo,
madurando quizás, hasta que decidí publicarlas, tímidamente,
y en el límite del secreto. Esta poesía llega a ser tan elemental
como íntima e inconclusa.
La única razón de este compendio, es que su destinataria ha
cruzado -sin saberlo- todas mis obras, como si se tratase de
un fantasma recurrente. En cada libro mío hay un poema
que es de ella, para ella; que la perpetuaba entre mis deseos y
las letras. Por eso hoy, de alguna manera, la hago presente a
modo de agradecimiento por lo que ha significado para mí,
su nutricia existencia de musa, de amor, y también de larga y
punzante despedida.
Esta poesía nace íntima, es cierto, pero sabrá encontrar su
resonancia, no sólo en el hombre o la mujer, en el amor o el
dolor o la soledad, sino que en toda cosa que tuvo alguna
vez vida y se entregó en ella.


                            Santiago de Chile, 06 de octubre de 2012
                               7
8
AGUA.

                                                  Todo es simiente.

                                           Novalis (1772 – 1801)




Ser que es más claro que la luz cayendo, que el aire llorando,
y sin embargo,
inconcluso en el silencio de un poeta muerto.
Mujer, a ti que ya no oyes ni cantas, a ti, melancólica,
yo quisiera hablarte una vez más,
interminablemente de pájaros, pero no sé desde dónde, no
sé desde cuándo.


Mi voz sobre la noche te llama a pura soledad de estrellas
roncas,
anunciando en mi corazón una sed colmada de preguntas.
Sobrevivo apenas entre una marejada de cosas naufragando,
                               9
maderos, clavos, cuerdas, alas, el firmamento, los jazmines,
barriles, argollas, azufre, pupilas, un esperanto,
botellas hermosas forjadas de un único lamento, rosas, y
tijeras,
arrastrado por una ola nocturna de amor
y de sueños indefinidos que retumban, y luego se aclaran.


Mi voz bebe gemidos en la copa de tu nombre,
lleno de lluvia y de aves maravillosas,
y a menudo me pregunto si he de lavarla con mi alma entre
flores de alambres,
y a menudo si la tristeza es un mar implacable que respira
adentro de tus ojos con cadáveres dormidos.


De repente, unas tristes sombras tienen tu olor,
y luego escapan, retrocediendo:
hay tantas dudas sobre ti que fluyen a borbotones
y tantos nidos que se van formando en mi escritura como
pequeños faroles rotos,
que no sé, vas diluyéndote tú sola,


                               10
muriendo tontamente sobre un claro de mariposas, y ya no
sé nada.


A lo lejos un sonido sin rostro me llama, como goteando sin
desmesura en el corazón
y me anima a darte una última búsqueda, íntima,
con mi palabra en la medianoche de las arañas,
infundiendo un grito de luna a mis oídos en el silencio,
que tal vez tú ya conoces, que tal vez, tal vez…


Pero a ti, que sobrevuelas las cosas igual que una paloma
cambiante, brumosa, compleja,
estrella o espina clara como el agua,
ya no digamos nada más,
el tiempo empuja sus puñales contra el alma;
y no los escuches, no llores, mírame, sólo mírame, que por
hoy, sólo descansa.




                                             12 de agosto de 2012.

                              11
TE NOMBRO.




  Tú te llamas día, y noche dolorida, casa de los pastores.
   Tú te llamas mujer, ciruela y mordida, migración de los
pastores.
   Llevas un niño dentro, una guitarra corroída, el manto
blanco de la tristeza,
  la fábula que apaga la sombra de las luciérnagas.
  Tú te llamas todo:
   madera y beso, paloma y tornero, esclavo y dueño, amor
y nochero, reloj y movimiento.




                             12
RAFFLESIA.
                                Life is a movie; death is a photograph.

                                    Susang Sontang (1933 – 2004)




Desde un lugar muy lejos, la flor se levanta coronada con
extensión tempestuosa,
oh, criatura de sangre pura,
cauce y germen de la melancolía,
haces de tu propedéutico encuentro y la vida
un lago donde nada tiene un nombre, y un ángel gasta sus
alas en lo desconocido:
la noche es un sonido que en tu cuerpo devora
y se enciende, a la luz de muchos, las roídas tinieblas,
arrastrando un cielo con órganos que no se sostienen
indomables,
a la sombra de pocos,

                               13
las lámparas labriegas de los que aman,
o una lenta libélula que se abre al pie del beso, sorda,
como si fuese un túnel donde la lluvia cae enferma, y robada
se silencia
de unidades con lo vivo,
donde un número indeleble en ti se llena y corre,
despunta junto a la estampida pobre de su entereza herida.


¿Cómo es posible que la forma que te buscó, te dio sus
poderes, y a la que tú,
abonando la tierra con gotas y espanto, con sangre y sexo,
le pudiste dar en tu boca las flores más oscuras?
Narcisos llenos de agua se ahogan con tu voz, mientras
suenan en el mundo viejos pianos.


Es tan simple y tan complejo el osario de una semilla,
el agua asesinada y cantando todavía en tu alma horadada,
el cielo que gira con púas celestes y te observa
el amor golpeado,
y tu cuerpo,


                               14
tu cuerpo crepuscular entreabierto con sudor y llanto, vivo y
sonoro,
instantáneo y desbocado.


Oh, Rafflesia,
eres bella, no tan bella, pero hermosa, sembrando un vacío
con tus manos en el medio de la tierra.
La luz inaugura su estación plena, su canción idéntica,
despiadada de pronto en un agua que violenta
y parte en dos los días;
así también desgarra el metal de tus pezones y la dulce
transparencia de la copa del olvido,
oh, dejándonos tan indefensos entre un océano colmado de
vírgenes muertas
que remueven en el tiempo la ola cruel de nuestra existencia.


De las aves que trinan la tarde con una púrpura espera,
eres y no eres a la vez,
desalentando al fugitivo con tu forma que te sostiene,
y una desnudez fría que ocupa tu lugar, encubierta, iracunda
con tu vestido de mujer,
                              15
siempre trémula como si de un cisne de aire se tratase:
tu alma oscila sobre un viento de verano, definiéndote a ti
misma
como una invencible ala negra,
un sumario de la noche con iglesias, la guitarra del canto
agredido
y vencido dentro de un poema con mi funeral y tus anhelos
derribados sobre sus cuerdas.




                                16
TU CABELLO.




Debería estar durmiendo junto a la noche, pero así está bien.
                                   Apaga las luces del mundo
y desenlaza con cuidado, tu suave cabello;
sin más forma que un río pardo, un cauce de castañas y de
espuma:
              que se abra tu cuerpo en mitades sencillas,
                                      y que haga palpitar
                                        sobre tu cabellera
                 la rosa violada por la lengua del viento.




                             17
CONTESTACIONES.




Blanca casa a la orilla de la luna,
en cuyas puertas diseminadas por estambres, y murallas
haciéndose a sí mismas entre el sueño
me llaman con tu voz, tu silencio, a bajar un revólver de luz,
a beber el aire saturado de pétalos,
mientras los relojes extirpan de mis palabras
los inútiles últimos besos germinales.


Cruje la madera, titilan los cristales a menudo indefensos,
y tu sombra es una luz que se desgrana entre los seres, que
como yo,
en la calle o en el crepúsculo insondable,
intentamos describir el alma de quien amamos,

                                18
repitiéndonos,
igual una nube metálica clavada en el sonido de lo oscuro,
o colgados sobre el cielo,
como ruiseñores radicales en un racimo de puñales.


De un día sofocado
por el grito de lo deshecho, lo innombrable,
nacen las palabras acompañadas de tu forma, débil tragedia,
suave deseo,
que ante los ojos del mundo las tempestuosas existencias,
todas se sobrecogen.
Un galope puede romper la inmensidad,
y el sol replicar dispuesto con campanas y almendras.


Pero esta casa no se mueve, no grita en su ataúd de madera;
estas paredes continúan palpitando gravemente un espíritu,
una mano invisible que ha carcomido el aire, el vacío con
gotas pesadas,
desordenándolo todo,
todo.

                             19
Y así de tiempo y de tiempo, yo te contesto,
desciendo hasta ti,
bajo susurrante en la cadencia hacia tu casa,
como una poza repleta de libélulas, hasta ti, magnética, que
condensas las flores
con simples números proscritos de la primavera,
y abres con tu cuerpo el aroma de la noche,
y el canto de fausto que silencia los sepulcros de las aves.


Yo te busco y te contesto,
y aquí va mi mensaje, y aquí mi canto,
porque hay algo
que debo decirte, ésta que es mi verdad, pero que de tiempo
y de tiempo
ya la he ido olvidando.




                               20
ERRANTE IV.




Poetas muertos sobre las calles salen a despedirme entre
carcajadas.
Soy otro el que ahora soy.
Me escupen y me gritan sus palabras; filosas miradas a mi
corazón sobre un ventisquero,
a mi dolor que versa y se renueva en una ciudad que no tiene
fin.
Poetas muertos son los que se llaman como yo,
y son los que viven y muerden sigilosos el sonido de mi voz,
marchitándose con un profundo dolor.


¿Alguien quiere, alguien, verme el alma?


Necesito perderme un rato,
                             21
caminar solo con el mundo, huir,
y abrazar los términos enarbolados donde los sueños nacen
del espíritu como si fueran uno.
Pero no les bastará a ustedes, los que me ojean con sus
feroces dientes,
sepultarme con falsas flores tejidas,
con cruces investidas, para nacer otra vez, más puro, más
transparente,
sino una planicie en la máxima soledad progenitora,
y allí perderme, y dulce y desnudo,
fundirme con la espesura de la tierra como si se tratase
de un noble párpado antiguo.


¿Ves
el sombrío humo que cruza mi cuerpo, tan similar a un
crepúsculo esclavo y
sangrante?


Pasa la vida sobre los tejados, retumbando el metal:
no quiero que me recuerden


                              22
por mi voz de tortuga,
ni por mi rostro redondo que se cansa,
y que no sepan que en el viento de la vida las manzanas caían
ahogadas entre mis palabras,
cuando yo las comía entre el oscuro secreto del cosmos.
Déjenme con mi corazón que parte tras tus ojos,
volando,
sobre la memoria de la noche.


En mis sueños hay un errante para mí y una poesía que te
busca.
Hay un camino con árboles que ondulan
sus últimos frutos a través de un sol rojo.
Hay una migración.
Hay un pájaro muerto.
Y húmeda y dilatada como la lluvia,
allí tú estás viviendo y esperando, mujer, en el transcurso de
las hojas,
y yo te escucho y voy a tu espera, para vivir cantando como
canta un pájaro mudo.


                               23
LA TORRE.




Torre de mi alma en tu alma gastada, cilíndrico insomnio,
tu nombre de bodega es una copa de pétalos
turbada o una cáscara encinta,
donde el azúcar de la noche se disemina tristemente,
y eres hallada en el cruce de los caminos, tú,
la extraviada navegante, seducida, en el sueño de la abeja.


En mi cabeza tu recuerdo es un largo acorde
de violines y esclavos retratos,
de esta torre adonde tú vives, sin un cuerpo de agua pura,
hojas violetas que acuden a mi encuentro rumoroso
adonde han desaparecido las ventanas.
Ojalá salieras brincando de este encierro, del mar, una vez
                                    24
por esta vida,
como una instantánea flor desde los tristes vidrios.
Ojalá si salieras…


De almíbar la noche te saluda con sus vestidos rotos,
grabándote el alma con números de jarabe,
mientras el tiempo en una jarra recorta su vida en lo oscuro de tus ojos,
correr de las aguas que han sido olvidadas
por una puerta entreabierta, donde nadie aún te mira
tú, reina de clavos fatigados,
afectuosa madre de un panal clandestino que resiste,
tristemente dulce.


Aquí, en esta torre,
tú vives de luto por corredores de aire, por habitaciones inexistentes,
caminando sin fin por costuras en espanto,
por círculos perdidos entre todas las direcciones del viento.


Hagamos una pausa.

                                     25
Déjame hablar,
déjame escribirte sobre las paredes el corazón que no tiene nombre.
Déjame desearte a puras negaciones:
yo no quiero más para ti tribunales de blanco y besos
de ángeles funerales.
No quiero más habitaciones con frías aldabas, espacios que te lastiman,
incansablemente,
con la luna miserable a borbotones.


El secreto es guardar silencio, y no decir voz,
no nombrar el sitio de la tristeza que nos consume, como una noche
que bota sus cuchillos.
Yo sólo te pido que de todo laberinto alojado en el peso del alma,
de toda encrucijada de la vida fluyendo,
ojalá si salieras, ojalá si salieras,
pero amando…




                                        26
TU NARIZ.




Pequeña cordillera despoblada, pequeño país en la altura,
territorio fecundado en la madre,
y de mar y cielo, de grandes estrellas.
Tan solo soy un navegante, mirando, sobre la frontera de tu
manto rosa
mientras lloro sobre sus quebradas
y me olvido de pronto, que cuando te veo,
son en tus dos párpados tristes el sitio donde la noche baja.




                               27
ASTROLOGÍAS.




De la piedra esculpida por el agua,
su forma es una guerra de mariposas sobre el alba del niño.
De la forma inacabada, el alma se resguarda
y se destruye con un sabor de amapolas ebrias,
bajo el sueño de la costumbre.
De los poetas y los enamorados,
las calles caen vencidas por el otoño.
Y de ti, la desnudez clara en mis ojos,
el recorrido de lo profundo
que se abre entre tus ropas mojadas, la simple sencillez,
o el estremecimiento de una húmeda paloma.



                              28
De ti, la estatua hecha en cenizas estrelladas,
la miel que se desprende de una abeja malherida,
y que dulce y sonriente,
se levanta otra vez, amorosa,
a polinizar los campos viudos de mis regiones encendidas.
¿Y mi corazón?
Algo que el tiempo pasa y se olvida,
dejando ruinas estériles
donde tu lugar será ocupado por otra, inevitablemente.


Pero a cada muerte del día tu nombre me acompaña
con una cinta verde.
Pero a cada poema que se destroza en mis sueños,
tu alma se levanta
y riega de suspiros lo moribundo
de mi poesía cruel, llena de sangre y desorden incansable.


Ahora cae sobre mí el rocío.



                                29
Las horas pasan fríamente.


La estatua se funde dentro de un eterno crepúsculo,
intensamente rojo.
La tarde, conmigo,
son una misma y sola cosa.
Y de la luna, la luna, y tú, son dos campanas nocturnas
desde donde se levantan crisantemos de aire,
en cuyas formas errantes una noche de voces lentamente
se morían.




                             30
TU CUELLO.




Todo se ha dicho ya de ojos, de boca, de labios, cintura.
Todo de mujer, todo en el borde de la sombra.
Pero no es verdad.
Nunca he dicho nada sobre tu cuello,
de esa escurridiza cinta
en que cantan los cisnes cuando mueren
y una flor sin forma vacila:
oh, tu de cuello, tu delgado cuello,
que se abre a tu encuentro en el mundo
con un solo pétalo.




                             31
TU NOMBRE EN LOS HOSPITALES.




Las hojas suponen un grito,
una propagación de agujeros que ocupan los sitios del alma,
como una tarde que cae de golpe.
En cada camino un silbido estalla, y de los árboles febriles,
una hoja se descuelga
y te acompaña hacia un campo en delirio, hacia una tierra
ácida.
El cielo se encrespa sobre tu sombra
con remolinos
y escaleras.


Oh, de ti, amor de agua,
tu nombre abierto que pasa con pies silenciosos,

                              32
oh, tú, estéril sustancia,
yo escucho a tu ser que llama igual un fantasma indefenso,
una brisa de sueños desconfiados, dolorosa voz
que transmuta los hospitales.
Yo escucho tu voz galopando entre las noches de invierno,
despoblada de todas las lágrimas, los nidos,
huidiza del bosque, adormecida.
Serenata de los cisnes,
cataclismo de flores calcinadas, difuntas luciérnagas sobre los
balcones,
luna de plata en la sed del auxilio,
eres tú, toda,
como todo lo que se expande y se desarrolla.


Mi voz
te contesta en una honda sacudida,
ave de espuma y de madera, buscándote,
desenterrando tu cuerpo desde la tos, abriendo
con tijeras los dormitorios.
Mi voz
                                33
que quiere llevarte lejos de las casas marchitas,
de las agujas manchadas por el silencio,
hacia un clavel
que teje su alma y se reparte en un viento de cristales sobre
el mundo.


Es lo que quiero, lo que siempre he querido.


Sabrás tú en algún momento
que hacia allá iremos, juntos, inseparables como si fuésemos
de agua:
serenos, puros, y eternamente transparentes.




                               34
RENAISSANCE.




Como una gota de agua emerjo de la muerte (repican en el
mundo lentas campanas)
para tomar tu mano en una noche de cruz,
y parte por parte,
ir lavando la sangre en las molduras de tu ser,
informe y viviente.
Como una gota de agua voy tocando formas de dolor en las
lilas,
mezclándome,
en tus orejas, tu pelo, de largos estíos en silencio, y en una
puerta que cruje,
débil lluvia,
el estuario que me llevará hasta ti:
golondrinas que se posan en la tierra húmeda y desnuda.
                               35
Que cante tu cuerpo en mi compañía, que desate las agudas
flores de mi residencia a través de tus muslos,
tus pies,
tu pecho desde donde trepan limones maduros,
mientras mi corazón de fantasma va enterrando los párpados
de cada herida.
Y así,
un nuevo intento de renovar la poesía que te hablara alguna
vez
con la voz del ausente;
poemas que despertaron con tu nombre
sobre una tempestad de brochas, intemperies y fracasos.


Pero, oh, de ti, sospechosa,
si de pronto tú estás en mí como una firme unidad, confusa,
y si de pronto tú estás a mi lado con tus ojos en matices de
leche
y crepúsculos de ámbar,
porque esta gota que soy yo,


                               36
esta molécula desparramada de azul en tu espíritu,
será un río,
una corriente quebrándose de finos cristales, y estrellando
sus olas sobre los sueños
que hasta hoy
carcomen la orilla de nuestras almas desmedidas.


Ay de ti, que yo amo,
como una gota de agua que viaja y es única,
se desarrolla,
circula en las redes dulces de los besos
y formula las caricias con el nombre de las uvas.
Yo te amo con ojos de nido entre los cementerios, los que
luego volarán en una huida perpetua.
Yo te amo y te amo
con mi alma de niño dentro de los hospitales
y el rastro del mar estrellándose sobre tu navegante boca.




                              37
UN NIÑO EN LA VIDA.
   En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría
vivir. Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el
científico propósito de entretenerme solo. El niño que no juega no es niño, pero
    el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le
                                                              hará mucha falta.

                                               Pablo Neruda (1904- 1973)




Niño,
mírame como si yo fuese un árbol crecido, luz de las ramas
verdes
que cruzan el infinito,
mírame,
como aquel que ha pasado por la experiencia del viento, el
sabor de la noche
que recorre la materia contenida,
y sigue, con el rocío, desarrollando las flores y las abejas.


                                      38
Yo quiero que descubras
que en mi rostro de adulto, en mi estatura de cometa en
delirio,
o en mi cuerpo de hombre grande,
desnudas y abiertas perduraron las hojas de mi ser,
como una fotografía mineral
del otoño florido.


De las raíces húmedas de un hombre, o de niño,
un piano toca la tierra de nuestra madre cósmica,
desembocando
desde todas las cosas un océano en el corazón.
De la vida impenetrable, azul o transparente,
nuestro nombre en los días y en las noches es el de ser,
simplemente, tus hijos.


Niño,
pequeña ciudad que germina desde la tierra con triunfos y
estaciones:

                              39
yo soy como tú,
y con nuestras edades crecemos en el mundo.


No te olvides nunca que yo también fui niño,
río de experiencias y de olas profundas, que yo anduve por
donde tú andas,
quise como tú quieres la gentileza de las frutas,
el cielo de las luciérnagas,
la sacudida de una tarde encinta de sus estrellas.


Y ahora
yo estoy a tu lado para protegerte,
para acompañarte en tu historia,
contarte en el tiempo cómo es que te veo crecer en un día
que amanece
con tu sonrisa colmada de violetas,
y el agua que estalla en una melodía alegre
cuando tú despiertas en mi regazo, en tus territorios,
y yo te veo, entre sueños y arcoíris.



                               40
Niño,
de las raíces tú vienes a poblar de risas y juegos la amargura
del planeta,
los agujeros grises de las calles,
que de a poco van recobrando su color dulce
como un beso redondo de ciruela.




                                41
QUIEN TE ESCRIBE.




Yo soy el hombre alfarero, la goma de borrar,

oh, dolor, oh, dolorido,

como el agua que recorre debajo de las hojas la sed del viento y la vida.

Hay ríos, sí, tantísimos,

que se refugian debajo de las telas de los fantasmas y hay una voluntad

que se patrocina arrendando las palabras.

Ah Poesía, ¿qué hay de ti, oh, real?

Yo soy tan sólo el torno inútil en que retumba el espíritu con la
escritura, o de una mancha,

el límite de su forma.

                                   42
Pero afuera,

afuera hay una ventana que prospera sin marcos,

afuera un pájaro que pasa sin sombras, libre en sus alas, y sobre la
atmósfera

todo palpita y viaja en las cosas

con un amor y una bondad inaplazables, tatuando sus hegemonías
sobre mí.

Yo, como un caballo de agua, soy, irremediablemente prófugo, blando,

irremediablemente mundo.

Yo soy el hombre funesto,

la cerradura esculpida en ónix, el paraguas entreabierto, siempre,

oh, dolor, oh, dolorido, soy el de la incomprensible alegría,

el que todo lo interrumpe en una tarde consumida de velas, y con
dilemas y calles obscurecidas,

ama los rincones de las ciudades a mitades de vida, y a mitades de
muerte.


                                    43
Yo soy el poeta, sí,

el rostro en espera y cópulas sin condiciones, el que se detiene en el límite
de este mundo a mirar

el delgado hilo que se aparea con el llanto de la noche.

Soy el que te escribe su silencio en una copa, el que reúne el duelo y las
cosas

con órganos de arcoíris,

con un agua gastada que se parece tanto a ti, pero lleva mi nombre en
sus caminos,

y va entre las piedras

y las lunas que no hallan sus formas, y que a veces me acompañan
fronterizas a los sueños,

y a veces, como tú, también llegan a ser hermosas.




                                    44
TUS MANOS.




Largos racimos de mundo, palpitantes,
así me parecen tus manos.
                        Un agua incauta, suavidad abarrotada.
Tienen una tecla de pianista, un sonido de hoja,
arrastran el alma con la espesura de una delgada línea
y se conducen sobre un frágil gesto en el abrazo.
Oh, así me parecen, así, infinitas, vacilantes.
                              Pero
adiós a tus manos.
¿Qué más puedo decir?


Adiós, adiós, adiós a tus simples, hermosas manos.

                               45
DOMINGO POR LA TARDE.




Frágiles sonidos escarban las ventanas, roban el tiempo
las moscas, y sobre un viento de primavera que nace, tú,
voces de un tímido aire, nubes girando sobre sí mismas,
y como pájaros secos, en el llanto, gravitan los violines, tú,
en la tarde que yace tumbada, silenciándose con pastillas,
muerte olorosa y dolor, en un movimiento inmóvil, vacío, tú,
y de tal modo vengándose el día con sus alas, y de tal modo
la noche con su boca pura, la noche impresa de tu rostro;
fruto miserable bajo mi corazón desposeído, tú,
en el algo de las cosas que de pronto desaparece, o un sin fin
de lo cruel,
una quemadura fatal de la tarde de septiembre, tú,
con tus ojos migratorios, habitante de la altura abolida,
                               46
o fantasma que se obliga a su idéntica ausencia, el crepúsculo
encinta, tú,
heridamente deshecha, heridamente sangrante, de quebranto
entre los días, de nombre, de voz que suplanta las flores, tú,
en la hora de ser, posándote en mi balcón con el rastro de
una cicatriz, oh,
como todo lo que está muerto por sus fáciles leyes, todo, tú,
quien hace de la poesía una tumba de pétalos, un pubis de
arcoíris calientes y cerrados,
y espantosos truenos en lo oscuro y retoño, tú,
alma rota fluyendo por una lluvia de edades,
un instrumento de la tristeza del agua, el sentimiento que me
bebe sólo a mí, tú,
luto, invierno violeta, soledades,
amor que trepa sobre la noche somnolienta, aboliendo todas
las luciérnagas,
olor a sueño que rompe las tristes estrellas, tú,
donde las cosas pecan y se prostituyen en un domingo de
poesía, y colmados de un silencio muerto,
miles de libros se imaginan tu retrato en el mundo con falso
amor, y un parto eterno, tú,
como tantas y tantas veces, y veces y veces, tú, sólo tú.

                               47
SILBIDO DE TREN.




Amanece,
y todo es vasto, infinito, como la luz de una copa quebrándose,
como el amor que aplasta con dolor su extensión metálica,
tembloroso cortejo de la vida que termina en las maestranzas,
interminablemente roncas y espesas para mí.
Y desde el sol que sale de las semillas,
la tierra se excede igual que un trigo con palabras, su tiempo perdido,
pero yo, que amando y amando sus brillos indomables
en la triste lejanía de cada estación, de a poco,
en el intertanto de ir escribiendo y viajando por tu cuerpo solitario,
me voy quedando solo.
Solo y simple como un riel que fue pobremente abandonado.


                                     48
Oh, si tal vez, si tal vez, si otros fuéramos los que somos,
si otra fuese nuestra vida, las circunstancias de nacer y de tocarnos,
otro el color de las mariposas dormidas por el otoño en su dorado día,
y otro el agua que ahoga los océanos en la soledad de los faros,
yo hubiese dejado a la poesía germinar y vivir sobre un tren muerto,
y mi amor caería tumbado desde una vieja rueda de carguero,
que prescrito de todo rostro y de todo beso feroz, de toda culpa,
viaja entre la noche vasta izando y rodando con sus tristes pañuelos,
igual a una lámpara enterrada, igual que un agua estancada,
y un silbido que a lo lejos me evoca a ti, sobre la hora dolida
que llora su estrella más oscura.




                                    49
DESDE UNA HABITACIÓN EN EL DÍA.
        Receiving this human form, we cannot tell what tomorrow will bring.
   Observing the great of this world how long will they continue in their glory?
  The changes of the world are swift like the legs of the wide-winged dragonfly.

                                                   Fumiko Hayashi (1946)




Cuando pienso en ti lejanamente,
y sé que mis himnos jamás te alcanzaron,
el tiempo pasa delante de mí
con demasiadas hojas muertas, funerales que se dilatan entre
mis pasos y los caminos.
En mi alma caen de las ventanas telarañas hechas de rocío
y una música de tambores se escucha detrás de lo que se ha
ido,
oh, zozobra del hambre de mujer,
oh, tú,


                                     50
que encuentras a mi corazón sacudido por tantas puertas
vencidas.
Soy una cosa invisible que está vestida de hombre,
y una luciérnaga sin forma,
que bajo una bóveda profunda, voy volando entre cenizas y
estambres, siempre a la invariable espera.


En cada intersticio de la vida yo soy el que soy,
y escribo,
cobijado entre cuatro paredes de sangre paupérrima, y amor.


Pero qué difícil es ser tu ausencia, recubrir tu falta
y tu risa entre mi boca.
Cada cosa parece forrada en cuero, mortal y funesta.
Todo me hace mal, todo me enferma de mal,
todo me hunde en un mar inválido con sus olas heridas,
todo tiene un olor
a un útero podrido, inmortal,
y se mueve dentro de mis sueños como si fuese un pozo
lleno de violines,
moribundo, colorido.
                                51
¡Me siento tan imperfecto,
tan descorazonado como una flor que nace ciega, como
unos ojos que miran el mediodía
con terribles alas negras!


De las paredes germinan surcos por donde el agua llora tu
dolor dirigiendo ríos incansables,
liberándose del cosmos prohibido hacia abajo de la vida,
esclavos de lo que amamos y de lo que hoy ya no somos.
¡Me siento tan indefenso
como una carta llena de lágrimas y miles de letras colmadas
por arrugas!
Pobre altar de mi pecho doliente,
miserable melancolía que me acosa dentro de los crepúsculos
con sus quemaduras,
sus sentimientos de huesuda poesía.


¿Qué es lo que hoy nos cabe decir, qué es lo que hubo que
decir?
Yo soy tan culpable de mí mismo, al igual que tú, tan de mí
mismo…
                             52
EN LA CALLE.




En la calle alguna vez nos encontraremos,
sin identidades, con la lluvia
o con las tiendas violándose, con hambre de rozarnos la piel,
y las hojas muertas, que como una bufanda roja, vuelan y vuelan,
desintegrándose sobre toda la tierra.


En la calle alguna vez,
sin vernos,
de pasada en nuestras vidas, como las palomas y la basura,
nos acercaremos
respirando un día que ya no nos pertenece.


                                   53
Del hollín de las paredes,
del ruido de las fábricas y los trenes mugiendo,
y de toda la muchedumbre indiferente, sonará una canción sin cansancio
de una esperanza,
de una agonía por sobre toda la tierra.


Las plazas vacías resonarán tus pasos, delinearán la sombra por tu
cintura
y de una hermosa luz oscura,
la vida concurrirá sobre un nudo azucarado,
una cinta sin tiempo que nos abatirá con su mundo, y que descoceremos
a través del paisaje con el silencio de los ojos.


¿Qué sabremos de nosotros en un día, en un año, en el agua de toda
una vida?


Tal vez, tal vez
el viento apretando sus manos moldeará mi alma,
y me arrastrará en sus direcciones a otros dominios, con otros poderes
minerales,

                                      54
y tal vez el encuentro de nosotros sea de otro en mi lugar,
pero ten por seguro que viajará con mis palabras
y hablará con mi voz.


Y cuando en la calle llegue ese día, dejadme pasar, sí,
dejadme pasar,
que yo vaciaré de todo el olvido las veredas
y tú harás lo mismo conmigo,
dejando que todo palpite en el puro mar que continúa y sigue.
               Una ola en su purísima extensión infinita.


Pero de muerte en muerte, yo no te olvidaré.
Pero de muerte en muerte, diré que te amé, aquí,
con mi corazón que se desgranará sobre tu nombre sin fin,
sangrando las leyes y los sueños que flotan bajo los espesos océanos
de mi pequeña mujer vestida con los colores de la poesía.




                                    55
TU PECHO.



Aroma a la vida, pálpito abierto de cerezos, cristales
en cuyo movimiento la primavera
delata los dones que hay de ti, y de la amplia tierra.


De amor ha crecido una levadura dulce, un crepúsculo
de miel cruel
como un cielo sonrojado de aves redondas.


De la semilla de la cereza, se vuelve copa para siempre,
y copa la densidad rosa sobre el día entre tus hombros,
poblándote de lunas rojas, calientes,
de hija,
de madre,
y de infinita mujer.




                            56
MI MADRE.




Madre, en un día que se parece tanto a hoy
yo no sé cuántos he olvidado, y si de suerte una hora es la
que relampaguea,
así de un golpe de nocheros y de campanas,
de caballos y de voces,
sabrás que no soy yo, sino el horizonte quien se muere
silenciosamente de esperas,
insistente, definido,
y con aves de hierro viene volando, te ama, te cubre la boca
de espirales negras,
y luego te lleva.


Yo no sé cuánto tiempo ha encerrado tu rostro, no sé el
dolor que tus manos transportan

                             57
y cómo vierten su silencio;
no sé nada de Cauquenes, del luto entre las hojas, la materia,
y de lo que se construye con tu cuerpo cuando todo está
claro, y a la vez,
pobre, o frágilmente dulce.


Es cierto, ha sido la vida igual a una paloma sin padres, sin
hermanos;
una migración perpetua de espinas, y un nombre recortado.
Es cierto, ha sido el amor una luna carmesí,
un beso profundo que cuelga sobre la torre del firmamento,
totalmente abandonado.


Pero hoy que contemplo tus manos trabajando,
hoy que tus ojos visten con botones la tarde, sé que muy
pronto te irás de todas las cosas,
muy demasiado pronto,
quizás.
Y a menudo sueño con esto, y sobre la partida de tu alma, el
mundo se parte en dos.
Y el mundo me parece también una gran poesía.

                              58
Yo simplemente puedo describir una gran casa, el hogar que
sin fronteras viajó por mi corazón
como una larga ventana de centro e intemperie,
la residencia viva de una tierra desnuda, y errante.


Pero no puedo imaginarte a ti,
con toda tu profundidad, sobre el último segundo,
la última palabra que sacude tu boca,
los últimos ojos palpitantes.
Y de las lágrimas que perduren de este acto abatido, correrá
sin cesar sangre y noche
como un vino de arcángel, un veneno de la vida y una triste
agua sofocada.
Todo en tu espacio será continuo,
todo en el océano retraído, todo colmado con olas de olivos.


Oh, Ximena,
madre mía,

yo sé que éste fue tu nombre, un breve suspiro sobre un
planeta nauseabundo,
y ésta tu laboriosa, tu pequeña vida.
                                59
EL POEMA BLANCO.
  One may have a blazing hearth in one's soul and yet no one ever came to sit
                                                                       by it.
  Passers-by see only a wisp of smoke from the chimney and continue on their
                                                                        way.
                                        Vincent van Gogh (1853-1890)




De un principio interminablemente triste,
el cielo era un orfanato y tú estabas en todas las cosas como
una sombra proyectada,
azulina, o eternidad parpadeante,
y así el mundo
parecía un enorme jardín constelado, impenetrable y vago en
tu voz contra la noche.


Dime
¿Qué es lo que yo podría haber hecho por ti,

                                    60
sin que te hiriese, sin que te mueras con grandes goterones
amargos?


En mis sueños esta pregunta baja como una estrella en llanto
y abatida,
resbalando un agua negra, un último latido.
Todo se convierte en una pregunta que satura las páginas de
pensamientos inteligibles.
Todo tiene un silencio que se esconde.


Pero aún en medio del interrogatorio, del espacio de tu vida,
yo quiero que recuerdes que de pronto entre mi amor y el
estertor de tus besos
hubo un ritual trizado por el olvido,
una substancia que en el parto no nació,
y oscura y tiránica y sumergida,
se arrimaba al mundo sobre una marea de desesperanza,
dejando caer su poesía
con un salto de tristeza y luto.


Oh, tú, quiero que recuerdes que yo intenté hacer brotar
agua de los girasoles
                               61
y cunas de tus labios,
hacer de la poesía una cuerda y un balde,
y de allí sacar un poco de la substancia de la noche, y limpiar.


Yo he venido hasta ti con estos cantos de agua para trapear y
refregar el mundo,
de germinaciones y de escobas,
amarte como todas las letras,
tocarte con el aire amanecido, la cintura y las orejas, los ojos,
los parpados,
las manos,
la boca, las piernas, todo, todo cuanto te rodea y lleva tu
aroma en un arma.
Pero terriblemente perpetuo, terriblemente puro,
el tiempo derribó mi ser en tu rostro,
ahogándolo,
y ahora llueve el placer con el corazón entre las manos,
otro tipo de silencio, de cruel espesura, destinado sólo para
mí,
y dispuesto sobre mi vida, la sombra de un poeta, como si
fuesen, como si clamasen infinitas hojas en blanco.

                                62
TUS PIES.




Una sola vez vi tus pies:
usabas sandalias, una coleta, y vestida de kimono
el aire con sus manos te completaba;
te desnudaba con cada paso ligero, toda descubierta,
y en el sonido de cada tristeza, que en ti, era acallada.
Blancos eran tus pies, simples y rasos.
Una suave melancolía caía de un sol de otoño.
Esa vez no nos saludamos, no supimos de ninguno,
y fuimos tan fríos, y tan inoportunos, y sombríos.
Es cierto, que de aquello, luego nunca más nos vimos,
pero date cuenta, que mucho fue que caminamos.




                            63
LA MUDANZA.
                     ¿Por qué tan silenciosa?, me preguntó Su Majestad.

                                        “Di algo, me entristece no oírte”.

                              Le contesté: “estoy contemplando la luna”.

                 Me respondió: “Eso es exactamente lo que debías decir”.

                                       Sei Shōnagon (966- c. 1020)




Quiero mudarme y desaparecer,
palpar sobre la orfandad de lo innombrable las estrellas;
partir con mis maletas al hombro, arrastrar,
gastar lo diáfano de los caminos,
extender,
levantar una casa desnuda con el horizonte interrumpido
entre mis zapatos.
Yo no deseo más que silencio, un embarazo de sitios, el
tiempo a gotas,
                                64
puro, purísimo,
como la tierra que en cuyos huertos los espacios repleta de
surcos
y de una hoja se descuelga la soledad que hay detrás de mi.


Quiero en mi boca un manzano de luz,
un agua que se renueve y no asuma ningún lugar.
Pero es tan difícil el viaje de los moribundos, los que hoy
vamos a tramos muriendo;
difícil es la noche, tan oscura y sin techo,
y sus grietas enormes que van definiendo al mundo.
A cada paso la congoja me recoge
entre veredas y cementerios con un racimo de flores,
a cada estación los trenes marchan con ruedas de carne
y un olor a óxido, a vómito de recién nacidos,
y a cada paso, otro paso más,
escondido bajo la locura que me lleva hasta tus pies,
delineando las sombras breves,
y sospechosamente claras.



                                65
El mundo es un gran vacío de muebles y cajas abatidas,
de ventanas rotas sobre mi alma,
que van por las habitaciones como si fuese sangre herida,
repicando su dolor por las paredes,
repicando su dolor por las paredes,
el dolor que va manchando todas las paredes…


Sobre esta hora de abandono y tristeza,
quiero olvidarme de las raíces, de mi primer nacer sobre la
tierra,
del semen insustancial de mi origen, la falta de vida, de ser,
de padre, de hembra,
de yo,
y que no halla más en las cosas que una simple cristalería,
tenue, indecisa,
junto a mi corazón apostado, pero tristemente prófugo.
De vidrios muertos la primavera se esparce por las veredas,
similar a un cerezo que se abre con navajas,
en un accidente letal de los calendarios de abril.



                               66
Desparramados por el camino,
mis sentimientos se extinguen sin dolor, como una leve
impresión de potestad,
pero sin canto y sin poesía,
y sin ti y sin tu cuerpo y sin tu alma, y sin mí para verte,
el horizonte de aves rotas se va yendo con un color de muy
lejos.


Yo quiero mudarme y desaparecer.
Disipar en mí todas las ciudadanías.
Quiero mudarme y desaparecer,
sobre la orfandad palpar lo innombrable de las estrellas,
caer sobre la oquedad, cerrarme y morir, morir, morir, morir,
morir,
morir.
Y mudarme y desaparecer,
y muriendo morir muriendo a cada instante de muerte, y a
cada hora de olvido, muriendo olvidándote…




                               67
TU SOMBRA.




Fue nuestra única guarda, la incipiente palabra negra,
y sobre un océano de preguntas, allí sobrevolaban sus alas
como la primerísima paloma con el trigo.
Y sin saber y sin entender, la fui queriendo
sobre la luna erecta que proyectaba sus débiles besos.


No sabremos nunca
si este libro es para ella, o tal vez para ti.




                              68
ASÍ FUE COMO VIVIMOS (EPÍLOGO).




A puro amor fuimos,
rebosados de territorios y orquídeas, a pura sombra,
juntos,
como una luz de invierno que asoló las ventanas con cenizas
y ojos polvorientos.
Fuimos el rastro de una manzana hambrienta,
su lengua cruzando la piel perdida,
y de precoz mordida, caminamos de la mano en el silencio
puramente verde.
Te amo.
Hoy se nos pasó otro día completo, y fuimos y seguimos y
todavía viviendo.
Pero ya no te amo.


                             69
Descansemos de la luna y volvamos hacia donde aún no
nacíamos.


Pero te amé
y toda mi alma volcó su sangre sobre tu océano, creando
invulnerables espirales,
crepúsculos y volcanes
bajo tu vientre azorado de tacto, de olas,
de estrellas pesadas que bajan a mirar lo que entre nosotros
se tiñen
como sábanas de un profundo y rojo naufragio.
Y así fue que me miraste una sola vez,
y de rocío planetario, me hice invisible para siempre.


La soledad tiene demasiadas cosas para mí,
si es una torre redonda,
donde el cielo se va haciendo y destruyendo
cada vez más parecido a ti, entre la sombra errante
de los desollados y alcohólicos cerezos.



                              70
Oh, largo túnel de nuestras estaciones, de nieve
y de desfloraciones,
ancha ausencia los cuerpos que ahogaron la mañana de
violetas cortadas
y el día de sus migraciones
con el aroma de tus flores sexuales, lechosas y muertas.


Yo tan sólo con una guitarra de agua te canté.
Y con uva negra en la boca tú me esperabas, y nunca más
nos volvimos a ver.
¿Qué será hoy de ti? ¿Dónde está tu voz, tu olor, tu alma de
madera?


En el tiempo y en el tiempo unas volutas pobres sobreviven,
perdiéndose entre las lágrimas del viento,
los sueños espaciosos,
la eternidad de tu ser que de a poco se oscurece.




                                                 Adiós a ti, para ti.
                              71
Asi fue como vivimos
Asi fue como vivimos
Asi fue como vivimos
Asi fue como vivimos

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Asi fue como vivimos

  • 1. Gonzalo Maire Así fue como vivimos Editorial Rove
  • 2.
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  • 5. Gonzalo Maire Así fue como vivimos Editorial Rove
  • 6. © Editorial Rove, 2012 © Gonzalo Maire, 2012 Portada: Gustav Klimt. "El Beso" (1907-1908). Óleo y oro/tela. 180 x 180 cm. Österreichische Galerie. Austria. Contraportada: Gustav Klimt. "La doncella (virgen)" (1913). Óleo/tela. Narodni Gallery. República Checa. 1ª edición Registro de Propiedad Intelectual: 223.978 Santiago de Chile, 2012. Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina, noviembre de 2012. Deseo expresar mis más profundos y extensivos agradecimientos para Bernardita Abarca Barboza, por su ayuda inestimable en esta publicación.
  • 7. Copa de vino donde quiero y sueño beber la muerte con fruición sombría, surco de fuego donde logra Ensueño fuertes semillas de melancolía. Delmira Agustini (1886 - 1914) Rompe nave y orilla y se sumerge. Da de sí lo que de sí no tiene. Corazón náufrago: desatas nubarrones y sumerges oscuramente el Alto Techo. Jeannette Clariond (1949) A ti, toda, parcial y completa, mi libro inconcluso.
  • 8.
  • 9. ÍNDICE. PRÓLOGO pág. 7 AGUA pág. 9 TE NOMBRO pág. 12 RAFFLESIA pág. 13 TU CABELLO pág. 17 CONTESTACIONES pág. 18 ERRANTE IV pág. 21 LA TORRE pág. 24 TU NARIZ pág. 27 ASTROLOGÍAS pág. 28 TU CUELLO pág. 31 TU NOMBRE EN LOS HOSPITALES pág. 32 RENAISSANCE pág. 35
  • 10. UN NIÑO EN LA VIDA pág. 38 QUIEN TE ESCRIBE pág. 42 TUS MANOS pág. 45 DOMINGO EN LA TARDE pág. 46 SILBIDO DE TREN pág. 48 DESDE UNA HABITACIÓN EN EL DÍA pág. 50 EN LA CALLE pág. 53 TU PECHO pág. 56 MI MADRE pág. 57 EL POEMA BLANCO pág. 60 TUS PIES pág. 63 LA MUDANZA pág. 64 TU SOMBRA pág. 68 ASÍ FUE COMO VIVIMOS (EPÍLOGO) pág. 69
  • 11. PRÓLOGO. Los poemas de este libro son un mosaico de impresiones, remembranzas que dejé abandonadas por mucho tiempo, madurando quizás, hasta que decidí publicarlas, tímidamente, y en el límite del secreto. Esta poesía llega a ser tan elemental como íntima e inconclusa. La única razón de este compendio, es que su destinataria ha cruzado -sin saberlo- todas mis obras, como si se tratase de un fantasma recurrente. En cada libro mío hay un poema que es de ella, para ella; que la perpetuaba entre mis deseos y las letras. Por eso hoy, de alguna manera, la hago presente a modo de agradecimiento por lo que ha significado para mí, su nutricia existencia de musa, de amor, y también de larga y punzante despedida. Esta poesía nace íntima, es cierto, pero sabrá encontrar su resonancia, no sólo en el hombre o la mujer, en el amor o el dolor o la soledad, sino que en toda cosa que tuvo alguna vez vida y se entregó en ella. Santiago de Chile, 06 de octubre de 2012 7
  • 12. 8
  • 13. AGUA. Todo es simiente. Novalis (1772 – 1801) Ser que es más claro que la luz cayendo, que el aire llorando, y sin embargo, inconcluso en el silencio de un poeta muerto. Mujer, a ti que ya no oyes ni cantas, a ti, melancólica, yo quisiera hablarte una vez más, interminablemente de pájaros, pero no sé desde dónde, no sé desde cuándo. Mi voz sobre la noche te llama a pura soledad de estrellas roncas, anunciando en mi corazón una sed colmada de preguntas. Sobrevivo apenas entre una marejada de cosas naufragando, 9
  • 14. maderos, clavos, cuerdas, alas, el firmamento, los jazmines, barriles, argollas, azufre, pupilas, un esperanto, botellas hermosas forjadas de un único lamento, rosas, y tijeras, arrastrado por una ola nocturna de amor y de sueños indefinidos que retumban, y luego se aclaran. Mi voz bebe gemidos en la copa de tu nombre, lleno de lluvia y de aves maravillosas, y a menudo me pregunto si he de lavarla con mi alma entre flores de alambres, y a menudo si la tristeza es un mar implacable que respira adentro de tus ojos con cadáveres dormidos. De repente, unas tristes sombras tienen tu olor, y luego escapan, retrocediendo: hay tantas dudas sobre ti que fluyen a borbotones y tantos nidos que se van formando en mi escritura como pequeños faroles rotos, que no sé, vas diluyéndote tú sola, 10
  • 15. muriendo tontamente sobre un claro de mariposas, y ya no sé nada. A lo lejos un sonido sin rostro me llama, como goteando sin desmesura en el corazón y me anima a darte una última búsqueda, íntima, con mi palabra en la medianoche de las arañas, infundiendo un grito de luna a mis oídos en el silencio, que tal vez tú ya conoces, que tal vez, tal vez… Pero a ti, que sobrevuelas las cosas igual que una paloma cambiante, brumosa, compleja, estrella o espina clara como el agua, ya no digamos nada más, el tiempo empuja sus puñales contra el alma; y no los escuches, no llores, mírame, sólo mírame, que por hoy, sólo descansa. 12 de agosto de 2012. 11
  • 16. TE NOMBRO. Tú te llamas día, y noche dolorida, casa de los pastores. Tú te llamas mujer, ciruela y mordida, migración de los pastores. Llevas un niño dentro, una guitarra corroída, el manto blanco de la tristeza, la fábula que apaga la sombra de las luciérnagas. Tú te llamas todo: madera y beso, paloma y tornero, esclavo y dueño, amor y nochero, reloj y movimiento. 12
  • 17. RAFFLESIA. Life is a movie; death is a photograph. Susang Sontang (1933 – 2004) Desde un lugar muy lejos, la flor se levanta coronada con extensión tempestuosa, oh, criatura de sangre pura, cauce y germen de la melancolía, haces de tu propedéutico encuentro y la vida un lago donde nada tiene un nombre, y un ángel gasta sus alas en lo desconocido: la noche es un sonido que en tu cuerpo devora y se enciende, a la luz de muchos, las roídas tinieblas, arrastrando un cielo con órganos que no se sostienen indomables, a la sombra de pocos, 13
  • 18. las lámparas labriegas de los que aman, o una lenta libélula que se abre al pie del beso, sorda, como si fuese un túnel donde la lluvia cae enferma, y robada se silencia de unidades con lo vivo, donde un número indeleble en ti se llena y corre, despunta junto a la estampida pobre de su entereza herida. ¿Cómo es posible que la forma que te buscó, te dio sus poderes, y a la que tú, abonando la tierra con gotas y espanto, con sangre y sexo, le pudiste dar en tu boca las flores más oscuras? Narcisos llenos de agua se ahogan con tu voz, mientras suenan en el mundo viejos pianos. Es tan simple y tan complejo el osario de una semilla, el agua asesinada y cantando todavía en tu alma horadada, el cielo que gira con púas celestes y te observa el amor golpeado, y tu cuerpo, 14
  • 19. tu cuerpo crepuscular entreabierto con sudor y llanto, vivo y sonoro, instantáneo y desbocado. Oh, Rafflesia, eres bella, no tan bella, pero hermosa, sembrando un vacío con tus manos en el medio de la tierra. La luz inaugura su estación plena, su canción idéntica, despiadada de pronto en un agua que violenta y parte en dos los días; así también desgarra el metal de tus pezones y la dulce transparencia de la copa del olvido, oh, dejándonos tan indefensos entre un océano colmado de vírgenes muertas que remueven en el tiempo la ola cruel de nuestra existencia. De las aves que trinan la tarde con una púrpura espera, eres y no eres a la vez, desalentando al fugitivo con tu forma que te sostiene, y una desnudez fría que ocupa tu lugar, encubierta, iracunda con tu vestido de mujer, 15
  • 20. siempre trémula como si de un cisne de aire se tratase: tu alma oscila sobre un viento de verano, definiéndote a ti misma como una invencible ala negra, un sumario de la noche con iglesias, la guitarra del canto agredido y vencido dentro de un poema con mi funeral y tus anhelos derribados sobre sus cuerdas. 16
  • 21. TU CABELLO. Debería estar durmiendo junto a la noche, pero así está bien. Apaga las luces del mundo y desenlaza con cuidado, tu suave cabello; sin más forma que un río pardo, un cauce de castañas y de espuma: que se abra tu cuerpo en mitades sencillas, y que haga palpitar sobre tu cabellera la rosa violada por la lengua del viento. 17
  • 22. CONTESTACIONES. Blanca casa a la orilla de la luna, en cuyas puertas diseminadas por estambres, y murallas haciéndose a sí mismas entre el sueño me llaman con tu voz, tu silencio, a bajar un revólver de luz, a beber el aire saturado de pétalos, mientras los relojes extirpan de mis palabras los inútiles últimos besos germinales. Cruje la madera, titilan los cristales a menudo indefensos, y tu sombra es una luz que se desgrana entre los seres, que como yo, en la calle o en el crepúsculo insondable, intentamos describir el alma de quien amamos, 18
  • 23. repitiéndonos, igual una nube metálica clavada en el sonido de lo oscuro, o colgados sobre el cielo, como ruiseñores radicales en un racimo de puñales. De un día sofocado por el grito de lo deshecho, lo innombrable, nacen las palabras acompañadas de tu forma, débil tragedia, suave deseo, que ante los ojos del mundo las tempestuosas existencias, todas se sobrecogen. Un galope puede romper la inmensidad, y el sol replicar dispuesto con campanas y almendras. Pero esta casa no se mueve, no grita en su ataúd de madera; estas paredes continúan palpitando gravemente un espíritu, una mano invisible que ha carcomido el aire, el vacío con gotas pesadas, desordenándolo todo, todo. 19
  • 24. Y así de tiempo y de tiempo, yo te contesto, desciendo hasta ti, bajo susurrante en la cadencia hacia tu casa, como una poza repleta de libélulas, hasta ti, magnética, que condensas las flores con simples números proscritos de la primavera, y abres con tu cuerpo el aroma de la noche, y el canto de fausto que silencia los sepulcros de las aves. Yo te busco y te contesto, y aquí va mi mensaje, y aquí mi canto, porque hay algo que debo decirte, ésta que es mi verdad, pero que de tiempo y de tiempo ya la he ido olvidando. 20
  • 25. ERRANTE IV. Poetas muertos sobre las calles salen a despedirme entre carcajadas. Soy otro el que ahora soy. Me escupen y me gritan sus palabras; filosas miradas a mi corazón sobre un ventisquero, a mi dolor que versa y se renueva en una ciudad que no tiene fin. Poetas muertos son los que se llaman como yo, y son los que viven y muerden sigilosos el sonido de mi voz, marchitándose con un profundo dolor. ¿Alguien quiere, alguien, verme el alma? Necesito perderme un rato, 21
  • 26. caminar solo con el mundo, huir, y abrazar los términos enarbolados donde los sueños nacen del espíritu como si fueran uno. Pero no les bastará a ustedes, los que me ojean con sus feroces dientes, sepultarme con falsas flores tejidas, con cruces investidas, para nacer otra vez, más puro, más transparente, sino una planicie en la máxima soledad progenitora, y allí perderme, y dulce y desnudo, fundirme con la espesura de la tierra como si se tratase de un noble párpado antiguo. ¿Ves el sombrío humo que cruza mi cuerpo, tan similar a un crepúsculo esclavo y sangrante? Pasa la vida sobre los tejados, retumbando el metal: no quiero que me recuerden 22
  • 27. por mi voz de tortuga, ni por mi rostro redondo que se cansa, y que no sepan que en el viento de la vida las manzanas caían ahogadas entre mis palabras, cuando yo las comía entre el oscuro secreto del cosmos. Déjenme con mi corazón que parte tras tus ojos, volando, sobre la memoria de la noche. En mis sueños hay un errante para mí y una poesía que te busca. Hay un camino con árboles que ondulan sus últimos frutos a través de un sol rojo. Hay una migración. Hay un pájaro muerto. Y húmeda y dilatada como la lluvia, allí tú estás viviendo y esperando, mujer, en el transcurso de las hojas, y yo te escucho y voy a tu espera, para vivir cantando como canta un pájaro mudo. 23
  • 28. LA TORRE. Torre de mi alma en tu alma gastada, cilíndrico insomnio, tu nombre de bodega es una copa de pétalos turbada o una cáscara encinta, donde el azúcar de la noche se disemina tristemente, y eres hallada en el cruce de los caminos, tú, la extraviada navegante, seducida, en el sueño de la abeja. En mi cabeza tu recuerdo es un largo acorde de violines y esclavos retratos, de esta torre adonde tú vives, sin un cuerpo de agua pura, hojas violetas que acuden a mi encuentro rumoroso adonde han desaparecido las ventanas. Ojalá salieras brincando de este encierro, del mar, una vez 24
  • 29. por esta vida, como una instantánea flor desde los tristes vidrios. Ojalá si salieras… De almíbar la noche te saluda con sus vestidos rotos, grabándote el alma con números de jarabe, mientras el tiempo en una jarra recorta su vida en lo oscuro de tus ojos, correr de las aguas que han sido olvidadas por una puerta entreabierta, donde nadie aún te mira tú, reina de clavos fatigados, afectuosa madre de un panal clandestino que resiste, tristemente dulce. Aquí, en esta torre, tú vives de luto por corredores de aire, por habitaciones inexistentes, caminando sin fin por costuras en espanto, por círculos perdidos entre todas las direcciones del viento. Hagamos una pausa. 25
  • 30. Déjame hablar, déjame escribirte sobre las paredes el corazón que no tiene nombre. Déjame desearte a puras negaciones: yo no quiero más para ti tribunales de blanco y besos de ángeles funerales. No quiero más habitaciones con frías aldabas, espacios que te lastiman, incansablemente, con la luna miserable a borbotones. El secreto es guardar silencio, y no decir voz, no nombrar el sitio de la tristeza que nos consume, como una noche que bota sus cuchillos. Yo sólo te pido que de todo laberinto alojado en el peso del alma, de toda encrucijada de la vida fluyendo, ojalá si salieras, ojalá si salieras, pero amando… 26
  • 31. TU NARIZ. Pequeña cordillera despoblada, pequeño país en la altura, territorio fecundado en la madre, y de mar y cielo, de grandes estrellas. Tan solo soy un navegante, mirando, sobre la frontera de tu manto rosa mientras lloro sobre sus quebradas y me olvido de pronto, que cuando te veo, son en tus dos párpados tristes el sitio donde la noche baja. 27
  • 32. ASTROLOGÍAS. De la piedra esculpida por el agua, su forma es una guerra de mariposas sobre el alba del niño. De la forma inacabada, el alma se resguarda y se destruye con un sabor de amapolas ebrias, bajo el sueño de la costumbre. De los poetas y los enamorados, las calles caen vencidas por el otoño. Y de ti, la desnudez clara en mis ojos, el recorrido de lo profundo que se abre entre tus ropas mojadas, la simple sencillez, o el estremecimiento de una húmeda paloma. 28
  • 33. De ti, la estatua hecha en cenizas estrelladas, la miel que se desprende de una abeja malherida, y que dulce y sonriente, se levanta otra vez, amorosa, a polinizar los campos viudos de mis regiones encendidas. ¿Y mi corazón? Algo que el tiempo pasa y se olvida, dejando ruinas estériles donde tu lugar será ocupado por otra, inevitablemente. Pero a cada muerte del día tu nombre me acompaña con una cinta verde. Pero a cada poema que se destroza en mis sueños, tu alma se levanta y riega de suspiros lo moribundo de mi poesía cruel, llena de sangre y desorden incansable. Ahora cae sobre mí el rocío. 29
  • 34. Las horas pasan fríamente. La estatua se funde dentro de un eterno crepúsculo, intensamente rojo. La tarde, conmigo, son una misma y sola cosa. Y de la luna, la luna, y tú, son dos campanas nocturnas desde donde se levantan crisantemos de aire, en cuyas formas errantes una noche de voces lentamente se morían. 30
  • 35. TU CUELLO. Todo se ha dicho ya de ojos, de boca, de labios, cintura. Todo de mujer, todo en el borde de la sombra. Pero no es verdad. Nunca he dicho nada sobre tu cuello, de esa escurridiza cinta en que cantan los cisnes cuando mueren y una flor sin forma vacila: oh, tu de cuello, tu delgado cuello, que se abre a tu encuentro en el mundo con un solo pétalo. 31
  • 36. TU NOMBRE EN LOS HOSPITALES. Las hojas suponen un grito, una propagación de agujeros que ocupan los sitios del alma, como una tarde que cae de golpe. En cada camino un silbido estalla, y de los árboles febriles, una hoja se descuelga y te acompaña hacia un campo en delirio, hacia una tierra ácida. El cielo se encrespa sobre tu sombra con remolinos y escaleras. Oh, de ti, amor de agua, tu nombre abierto que pasa con pies silenciosos, 32
  • 37. oh, tú, estéril sustancia, yo escucho a tu ser que llama igual un fantasma indefenso, una brisa de sueños desconfiados, dolorosa voz que transmuta los hospitales. Yo escucho tu voz galopando entre las noches de invierno, despoblada de todas las lágrimas, los nidos, huidiza del bosque, adormecida. Serenata de los cisnes, cataclismo de flores calcinadas, difuntas luciérnagas sobre los balcones, luna de plata en la sed del auxilio, eres tú, toda, como todo lo que se expande y se desarrolla. Mi voz te contesta en una honda sacudida, ave de espuma y de madera, buscándote, desenterrando tu cuerpo desde la tos, abriendo con tijeras los dormitorios. Mi voz 33
  • 38. que quiere llevarte lejos de las casas marchitas, de las agujas manchadas por el silencio, hacia un clavel que teje su alma y se reparte en un viento de cristales sobre el mundo. Es lo que quiero, lo que siempre he querido. Sabrás tú en algún momento que hacia allá iremos, juntos, inseparables como si fuésemos de agua: serenos, puros, y eternamente transparentes. 34
  • 39. RENAISSANCE. Como una gota de agua emerjo de la muerte (repican en el mundo lentas campanas) para tomar tu mano en una noche de cruz, y parte por parte, ir lavando la sangre en las molduras de tu ser, informe y viviente. Como una gota de agua voy tocando formas de dolor en las lilas, mezclándome, en tus orejas, tu pelo, de largos estíos en silencio, y en una puerta que cruje, débil lluvia, el estuario que me llevará hasta ti: golondrinas que se posan en la tierra húmeda y desnuda. 35
  • 40. Que cante tu cuerpo en mi compañía, que desate las agudas flores de mi residencia a través de tus muslos, tus pies, tu pecho desde donde trepan limones maduros, mientras mi corazón de fantasma va enterrando los párpados de cada herida. Y así, un nuevo intento de renovar la poesía que te hablara alguna vez con la voz del ausente; poemas que despertaron con tu nombre sobre una tempestad de brochas, intemperies y fracasos. Pero, oh, de ti, sospechosa, si de pronto tú estás en mí como una firme unidad, confusa, y si de pronto tú estás a mi lado con tus ojos en matices de leche y crepúsculos de ámbar, porque esta gota que soy yo, 36
  • 41. esta molécula desparramada de azul en tu espíritu, será un río, una corriente quebrándose de finos cristales, y estrellando sus olas sobre los sueños que hasta hoy carcomen la orilla de nuestras almas desmedidas. Ay de ti, que yo amo, como una gota de agua que viaja y es única, se desarrolla, circula en las redes dulces de los besos y formula las caricias con el nombre de las uvas. Yo te amo con ojos de nido entre los cementerios, los que luego volarán en una huida perpetua. Yo te amo y te amo con mi alma de niño dentro de los hospitales y el rastro del mar estrellándose sobre tu navegante boca. 37
  • 42. UN NIÑO EN LA VIDA. En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el científico propósito de entretenerme solo. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. Pablo Neruda (1904- 1973) Niño, mírame como si yo fuese un árbol crecido, luz de las ramas verdes que cruzan el infinito, mírame, como aquel que ha pasado por la experiencia del viento, el sabor de la noche que recorre la materia contenida, y sigue, con el rocío, desarrollando las flores y las abejas. 38
  • 43. Yo quiero que descubras que en mi rostro de adulto, en mi estatura de cometa en delirio, o en mi cuerpo de hombre grande, desnudas y abiertas perduraron las hojas de mi ser, como una fotografía mineral del otoño florido. De las raíces húmedas de un hombre, o de niño, un piano toca la tierra de nuestra madre cósmica, desembocando desde todas las cosas un océano en el corazón. De la vida impenetrable, azul o transparente, nuestro nombre en los días y en las noches es el de ser, simplemente, tus hijos. Niño, pequeña ciudad que germina desde la tierra con triunfos y estaciones: 39
  • 44. yo soy como tú, y con nuestras edades crecemos en el mundo. No te olvides nunca que yo también fui niño, río de experiencias y de olas profundas, que yo anduve por donde tú andas, quise como tú quieres la gentileza de las frutas, el cielo de las luciérnagas, la sacudida de una tarde encinta de sus estrellas. Y ahora yo estoy a tu lado para protegerte, para acompañarte en tu historia, contarte en el tiempo cómo es que te veo crecer en un día que amanece con tu sonrisa colmada de violetas, y el agua que estalla en una melodía alegre cuando tú despiertas en mi regazo, en tus territorios, y yo te veo, entre sueños y arcoíris. 40
  • 45. Niño, de las raíces tú vienes a poblar de risas y juegos la amargura del planeta, los agujeros grises de las calles, que de a poco van recobrando su color dulce como un beso redondo de ciruela. 41
  • 46. QUIEN TE ESCRIBE. Yo soy el hombre alfarero, la goma de borrar, oh, dolor, oh, dolorido, como el agua que recorre debajo de las hojas la sed del viento y la vida. Hay ríos, sí, tantísimos, que se refugian debajo de las telas de los fantasmas y hay una voluntad que se patrocina arrendando las palabras. Ah Poesía, ¿qué hay de ti, oh, real? Yo soy tan sólo el torno inútil en que retumba el espíritu con la escritura, o de una mancha, el límite de su forma. 42
  • 47. Pero afuera, afuera hay una ventana que prospera sin marcos, afuera un pájaro que pasa sin sombras, libre en sus alas, y sobre la atmósfera todo palpita y viaja en las cosas con un amor y una bondad inaplazables, tatuando sus hegemonías sobre mí. Yo, como un caballo de agua, soy, irremediablemente prófugo, blando, irremediablemente mundo. Yo soy el hombre funesto, la cerradura esculpida en ónix, el paraguas entreabierto, siempre, oh, dolor, oh, dolorido, soy el de la incomprensible alegría, el que todo lo interrumpe en una tarde consumida de velas, y con dilemas y calles obscurecidas, ama los rincones de las ciudades a mitades de vida, y a mitades de muerte. 43
  • 48. Yo soy el poeta, sí, el rostro en espera y cópulas sin condiciones, el que se detiene en el límite de este mundo a mirar el delgado hilo que se aparea con el llanto de la noche. Soy el que te escribe su silencio en una copa, el que reúne el duelo y las cosas con órganos de arcoíris, con un agua gastada que se parece tanto a ti, pero lleva mi nombre en sus caminos, y va entre las piedras y las lunas que no hallan sus formas, y que a veces me acompañan fronterizas a los sueños, y a veces, como tú, también llegan a ser hermosas. 44
  • 49. TUS MANOS. Largos racimos de mundo, palpitantes, así me parecen tus manos. Un agua incauta, suavidad abarrotada. Tienen una tecla de pianista, un sonido de hoja, arrastran el alma con la espesura de una delgada línea y se conducen sobre un frágil gesto en el abrazo. Oh, así me parecen, así, infinitas, vacilantes. Pero adiós a tus manos. ¿Qué más puedo decir? Adiós, adiós, adiós a tus simples, hermosas manos. 45
  • 50. DOMINGO POR LA TARDE. Frágiles sonidos escarban las ventanas, roban el tiempo las moscas, y sobre un viento de primavera que nace, tú, voces de un tímido aire, nubes girando sobre sí mismas, y como pájaros secos, en el llanto, gravitan los violines, tú, en la tarde que yace tumbada, silenciándose con pastillas, muerte olorosa y dolor, en un movimiento inmóvil, vacío, tú, y de tal modo vengándose el día con sus alas, y de tal modo la noche con su boca pura, la noche impresa de tu rostro; fruto miserable bajo mi corazón desposeído, tú, en el algo de las cosas que de pronto desaparece, o un sin fin de lo cruel, una quemadura fatal de la tarde de septiembre, tú, con tus ojos migratorios, habitante de la altura abolida, 46
  • 51. o fantasma que se obliga a su idéntica ausencia, el crepúsculo encinta, tú, heridamente deshecha, heridamente sangrante, de quebranto entre los días, de nombre, de voz que suplanta las flores, tú, en la hora de ser, posándote en mi balcón con el rastro de una cicatriz, oh, como todo lo que está muerto por sus fáciles leyes, todo, tú, quien hace de la poesía una tumba de pétalos, un pubis de arcoíris calientes y cerrados, y espantosos truenos en lo oscuro y retoño, tú, alma rota fluyendo por una lluvia de edades, un instrumento de la tristeza del agua, el sentimiento que me bebe sólo a mí, tú, luto, invierno violeta, soledades, amor que trepa sobre la noche somnolienta, aboliendo todas las luciérnagas, olor a sueño que rompe las tristes estrellas, tú, donde las cosas pecan y se prostituyen en un domingo de poesía, y colmados de un silencio muerto, miles de libros se imaginan tu retrato en el mundo con falso amor, y un parto eterno, tú, como tantas y tantas veces, y veces y veces, tú, sólo tú. 47
  • 52. SILBIDO DE TREN. Amanece, y todo es vasto, infinito, como la luz de una copa quebrándose, como el amor que aplasta con dolor su extensión metálica, tembloroso cortejo de la vida que termina en las maestranzas, interminablemente roncas y espesas para mí. Y desde el sol que sale de las semillas, la tierra se excede igual que un trigo con palabras, su tiempo perdido, pero yo, que amando y amando sus brillos indomables en la triste lejanía de cada estación, de a poco, en el intertanto de ir escribiendo y viajando por tu cuerpo solitario, me voy quedando solo. Solo y simple como un riel que fue pobremente abandonado. 48
  • 53. Oh, si tal vez, si tal vez, si otros fuéramos los que somos, si otra fuese nuestra vida, las circunstancias de nacer y de tocarnos, otro el color de las mariposas dormidas por el otoño en su dorado día, y otro el agua que ahoga los océanos en la soledad de los faros, yo hubiese dejado a la poesía germinar y vivir sobre un tren muerto, y mi amor caería tumbado desde una vieja rueda de carguero, que prescrito de todo rostro y de todo beso feroz, de toda culpa, viaja entre la noche vasta izando y rodando con sus tristes pañuelos, igual a una lámpara enterrada, igual que un agua estancada, y un silbido que a lo lejos me evoca a ti, sobre la hora dolida que llora su estrella más oscura. 49
  • 54. DESDE UNA HABITACIÓN EN EL DÍA. Receiving this human form, we cannot tell what tomorrow will bring. Observing the great of this world how long will they continue in their glory? The changes of the world are swift like the legs of the wide-winged dragonfly. Fumiko Hayashi (1946) Cuando pienso en ti lejanamente, y sé que mis himnos jamás te alcanzaron, el tiempo pasa delante de mí con demasiadas hojas muertas, funerales que se dilatan entre mis pasos y los caminos. En mi alma caen de las ventanas telarañas hechas de rocío y una música de tambores se escucha detrás de lo que se ha ido, oh, zozobra del hambre de mujer, oh, tú, 50
  • 55. que encuentras a mi corazón sacudido por tantas puertas vencidas. Soy una cosa invisible que está vestida de hombre, y una luciérnaga sin forma, que bajo una bóveda profunda, voy volando entre cenizas y estambres, siempre a la invariable espera. En cada intersticio de la vida yo soy el que soy, y escribo, cobijado entre cuatro paredes de sangre paupérrima, y amor. Pero qué difícil es ser tu ausencia, recubrir tu falta y tu risa entre mi boca. Cada cosa parece forrada en cuero, mortal y funesta. Todo me hace mal, todo me enferma de mal, todo me hunde en un mar inválido con sus olas heridas, todo tiene un olor a un útero podrido, inmortal, y se mueve dentro de mis sueños como si fuese un pozo lleno de violines, moribundo, colorido. 51
  • 56. ¡Me siento tan imperfecto, tan descorazonado como una flor que nace ciega, como unos ojos que miran el mediodía con terribles alas negras! De las paredes germinan surcos por donde el agua llora tu dolor dirigiendo ríos incansables, liberándose del cosmos prohibido hacia abajo de la vida, esclavos de lo que amamos y de lo que hoy ya no somos. ¡Me siento tan indefenso como una carta llena de lágrimas y miles de letras colmadas por arrugas! Pobre altar de mi pecho doliente, miserable melancolía que me acosa dentro de los crepúsculos con sus quemaduras, sus sentimientos de huesuda poesía. ¿Qué es lo que hoy nos cabe decir, qué es lo que hubo que decir? Yo soy tan culpable de mí mismo, al igual que tú, tan de mí mismo… 52
  • 57. EN LA CALLE. En la calle alguna vez nos encontraremos, sin identidades, con la lluvia o con las tiendas violándose, con hambre de rozarnos la piel, y las hojas muertas, que como una bufanda roja, vuelan y vuelan, desintegrándose sobre toda la tierra. En la calle alguna vez, sin vernos, de pasada en nuestras vidas, como las palomas y la basura, nos acercaremos respirando un día que ya no nos pertenece. 53
  • 58. Del hollín de las paredes, del ruido de las fábricas y los trenes mugiendo, y de toda la muchedumbre indiferente, sonará una canción sin cansancio de una esperanza, de una agonía por sobre toda la tierra. Las plazas vacías resonarán tus pasos, delinearán la sombra por tu cintura y de una hermosa luz oscura, la vida concurrirá sobre un nudo azucarado, una cinta sin tiempo que nos abatirá con su mundo, y que descoceremos a través del paisaje con el silencio de los ojos. ¿Qué sabremos de nosotros en un día, en un año, en el agua de toda una vida? Tal vez, tal vez el viento apretando sus manos moldeará mi alma, y me arrastrará en sus direcciones a otros dominios, con otros poderes minerales, 54
  • 59. y tal vez el encuentro de nosotros sea de otro en mi lugar, pero ten por seguro que viajará con mis palabras y hablará con mi voz. Y cuando en la calle llegue ese día, dejadme pasar, sí, dejadme pasar, que yo vaciaré de todo el olvido las veredas y tú harás lo mismo conmigo, dejando que todo palpite en el puro mar que continúa y sigue. Una ola en su purísima extensión infinita. Pero de muerte en muerte, yo no te olvidaré. Pero de muerte en muerte, diré que te amé, aquí, con mi corazón que se desgranará sobre tu nombre sin fin, sangrando las leyes y los sueños que flotan bajo los espesos océanos de mi pequeña mujer vestida con los colores de la poesía. 55
  • 60. TU PECHO. Aroma a la vida, pálpito abierto de cerezos, cristales en cuyo movimiento la primavera delata los dones que hay de ti, y de la amplia tierra. De amor ha crecido una levadura dulce, un crepúsculo de miel cruel como un cielo sonrojado de aves redondas. De la semilla de la cereza, se vuelve copa para siempre, y copa la densidad rosa sobre el día entre tus hombros, poblándote de lunas rojas, calientes, de hija, de madre, y de infinita mujer. 56
  • 61. MI MADRE. Madre, en un día que se parece tanto a hoy yo no sé cuántos he olvidado, y si de suerte una hora es la que relampaguea, así de un golpe de nocheros y de campanas, de caballos y de voces, sabrás que no soy yo, sino el horizonte quien se muere silenciosamente de esperas, insistente, definido, y con aves de hierro viene volando, te ama, te cubre la boca de espirales negras, y luego te lleva. Yo no sé cuánto tiempo ha encerrado tu rostro, no sé el dolor que tus manos transportan 57
  • 62. y cómo vierten su silencio; no sé nada de Cauquenes, del luto entre las hojas, la materia, y de lo que se construye con tu cuerpo cuando todo está claro, y a la vez, pobre, o frágilmente dulce. Es cierto, ha sido la vida igual a una paloma sin padres, sin hermanos; una migración perpetua de espinas, y un nombre recortado. Es cierto, ha sido el amor una luna carmesí, un beso profundo que cuelga sobre la torre del firmamento, totalmente abandonado. Pero hoy que contemplo tus manos trabajando, hoy que tus ojos visten con botones la tarde, sé que muy pronto te irás de todas las cosas, muy demasiado pronto, quizás. Y a menudo sueño con esto, y sobre la partida de tu alma, el mundo se parte en dos. Y el mundo me parece también una gran poesía. 58
  • 63. Yo simplemente puedo describir una gran casa, el hogar que sin fronteras viajó por mi corazón como una larga ventana de centro e intemperie, la residencia viva de una tierra desnuda, y errante. Pero no puedo imaginarte a ti, con toda tu profundidad, sobre el último segundo, la última palabra que sacude tu boca, los últimos ojos palpitantes. Y de las lágrimas que perduren de este acto abatido, correrá sin cesar sangre y noche como un vino de arcángel, un veneno de la vida y una triste agua sofocada. Todo en tu espacio será continuo, todo en el océano retraído, todo colmado con olas de olivos. Oh, Ximena, madre mía, yo sé que éste fue tu nombre, un breve suspiro sobre un planeta nauseabundo, y ésta tu laboriosa, tu pequeña vida. 59
  • 64. EL POEMA BLANCO. One may have a blazing hearth in one's soul and yet no one ever came to sit by it. Passers-by see only a wisp of smoke from the chimney and continue on their way. Vincent van Gogh (1853-1890) De un principio interminablemente triste, el cielo era un orfanato y tú estabas en todas las cosas como una sombra proyectada, azulina, o eternidad parpadeante, y así el mundo parecía un enorme jardín constelado, impenetrable y vago en tu voz contra la noche. Dime ¿Qué es lo que yo podría haber hecho por ti, 60
  • 65. sin que te hiriese, sin que te mueras con grandes goterones amargos? En mis sueños esta pregunta baja como una estrella en llanto y abatida, resbalando un agua negra, un último latido. Todo se convierte en una pregunta que satura las páginas de pensamientos inteligibles. Todo tiene un silencio que se esconde. Pero aún en medio del interrogatorio, del espacio de tu vida, yo quiero que recuerdes que de pronto entre mi amor y el estertor de tus besos hubo un ritual trizado por el olvido, una substancia que en el parto no nació, y oscura y tiránica y sumergida, se arrimaba al mundo sobre una marea de desesperanza, dejando caer su poesía con un salto de tristeza y luto. Oh, tú, quiero que recuerdes que yo intenté hacer brotar agua de los girasoles 61
  • 66. y cunas de tus labios, hacer de la poesía una cuerda y un balde, y de allí sacar un poco de la substancia de la noche, y limpiar. Yo he venido hasta ti con estos cantos de agua para trapear y refregar el mundo, de germinaciones y de escobas, amarte como todas las letras, tocarte con el aire amanecido, la cintura y las orejas, los ojos, los parpados, las manos, la boca, las piernas, todo, todo cuanto te rodea y lleva tu aroma en un arma. Pero terriblemente perpetuo, terriblemente puro, el tiempo derribó mi ser en tu rostro, ahogándolo, y ahora llueve el placer con el corazón entre las manos, otro tipo de silencio, de cruel espesura, destinado sólo para mí, y dispuesto sobre mi vida, la sombra de un poeta, como si fuesen, como si clamasen infinitas hojas en blanco. 62
  • 67. TUS PIES. Una sola vez vi tus pies: usabas sandalias, una coleta, y vestida de kimono el aire con sus manos te completaba; te desnudaba con cada paso ligero, toda descubierta, y en el sonido de cada tristeza, que en ti, era acallada. Blancos eran tus pies, simples y rasos. Una suave melancolía caía de un sol de otoño. Esa vez no nos saludamos, no supimos de ninguno, y fuimos tan fríos, y tan inoportunos, y sombríos. Es cierto, que de aquello, luego nunca más nos vimos, pero date cuenta, que mucho fue que caminamos. 63
  • 68. LA MUDANZA. ¿Por qué tan silenciosa?, me preguntó Su Majestad. “Di algo, me entristece no oírte”. Le contesté: “estoy contemplando la luna”. Me respondió: “Eso es exactamente lo que debías decir”. Sei Shōnagon (966- c. 1020) Quiero mudarme y desaparecer, palpar sobre la orfandad de lo innombrable las estrellas; partir con mis maletas al hombro, arrastrar, gastar lo diáfano de los caminos, extender, levantar una casa desnuda con el horizonte interrumpido entre mis zapatos. Yo no deseo más que silencio, un embarazo de sitios, el tiempo a gotas, 64
  • 69. puro, purísimo, como la tierra que en cuyos huertos los espacios repleta de surcos y de una hoja se descuelga la soledad que hay detrás de mi. Quiero en mi boca un manzano de luz, un agua que se renueve y no asuma ningún lugar. Pero es tan difícil el viaje de los moribundos, los que hoy vamos a tramos muriendo; difícil es la noche, tan oscura y sin techo, y sus grietas enormes que van definiendo al mundo. A cada paso la congoja me recoge entre veredas y cementerios con un racimo de flores, a cada estación los trenes marchan con ruedas de carne y un olor a óxido, a vómito de recién nacidos, y a cada paso, otro paso más, escondido bajo la locura que me lleva hasta tus pies, delineando las sombras breves, y sospechosamente claras. 65
  • 70. El mundo es un gran vacío de muebles y cajas abatidas, de ventanas rotas sobre mi alma, que van por las habitaciones como si fuese sangre herida, repicando su dolor por las paredes, repicando su dolor por las paredes, el dolor que va manchando todas las paredes… Sobre esta hora de abandono y tristeza, quiero olvidarme de las raíces, de mi primer nacer sobre la tierra, del semen insustancial de mi origen, la falta de vida, de ser, de padre, de hembra, de yo, y que no halla más en las cosas que una simple cristalería, tenue, indecisa, junto a mi corazón apostado, pero tristemente prófugo. De vidrios muertos la primavera se esparce por las veredas, similar a un cerezo que se abre con navajas, en un accidente letal de los calendarios de abril. 66
  • 71. Desparramados por el camino, mis sentimientos se extinguen sin dolor, como una leve impresión de potestad, pero sin canto y sin poesía, y sin ti y sin tu cuerpo y sin tu alma, y sin mí para verte, el horizonte de aves rotas se va yendo con un color de muy lejos. Yo quiero mudarme y desaparecer. Disipar en mí todas las ciudadanías. Quiero mudarme y desaparecer, sobre la orfandad palpar lo innombrable de las estrellas, caer sobre la oquedad, cerrarme y morir, morir, morir, morir, morir, morir. Y mudarme y desaparecer, y muriendo morir muriendo a cada instante de muerte, y a cada hora de olvido, muriendo olvidándote… 67
  • 72. TU SOMBRA. Fue nuestra única guarda, la incipiente palabra negra, y sobre un océano de preguntas, allí sobrevolaban sus alas como la primerísima paloma con el trigo. Y sin saber y sin entender, la fui queriendo sobre la luna erecta que proyectaba sus débiles besos. No sabremos nunca si este libro es para ella, o tal vez para ti. 68
  • 73. ASÍ FUE COMO VIVIMOS (EPÍLOGO). A puro amor fuimos, rebosados de territorios y orquídeas, a pura sombra, juntos, como una luz de invierno que asoló las ventanas con cenizas y ojos polvorientos. Fuimos el rastro de una manzana hambrienta, su lengua cruzando la piel perdida, y de precoz mordida, caminamos de la mano en el silencio puramente verde. Te amo. Hoy se nos pasó otro día completo, y fuimos y seguimos y todavía viviendo. Pero ya no te amo. 69
  • 74. Descansemos de la luna y volvamos hacia donde aún no nacíamos. Pero te amé y toda mi alma volcó su sangre sobre tu océano, creando invulnerables espirales, crepúsculos y volcanes bajo tu vientre azorado de tacto, de olas, de estrellas pesadas que bajan a mirar lo que entre nosotros se tiñen como sábanas de un profundo y rojo naufragio. Y así fue que me miraste una sola vez, y de rocío planetario, me hice invisible para siempre. La soledad tiene demasiadas cosas para mí, si es una torre redonda, donde el cielo se va haciendo y destruyendo cada vez más parecido a ti, entre la sombra errante de los desollados y alcohólicos cerezos. 70
  • 75. Oh, largo túnel de nuestras estaciones, de nieve y de desfloraciones, ancha ausencia los cuerpos que ahogaron la mañana de violetas cortadas y el día de sus migraciones con el aroma de tus flores sexuales, lechosas y muertas. Yo tan sólo con una guitarra de agua te canté. Y con uva negra en la boca tú me esperabas, y nunca más nos volvimos a ver. ¿Qué será hoy de ti? ¿Dónde está tu voz, tu olor, tu alma de madera? En el tiempo y en el tiempo unas volutas pobres sobreviven, perdiéndose entre las lágrimas del viento, los sueños espaciosos, la eternidad de tu ser que de a poco se oscurece. Adiós a ti, para ti. 71