La narradora es una testigo clave en un caso criminal contra un traficante de drogas peligroso. Se le ordena abandonar su ciudad natal de Filadelfia y mudarse a un lugar desconocido, Thunder Basin, Nebraska, para mantenerla a salvo antes del juicio. Se le dice que no podrá volver a su hogar nunca más y que debe cambiar su identidad para protegerse. De mala gana se despide de su novio Reed y se prepara para comenzar una nueva vida en un lugar desconocido, sintiendo que está renunciando a todo
Adelanto EXCLUSIVO Dangerous Lies de Becca Fitzpatrick
1.
2.
3. Traducido y corregido por Lyh
UN FURIOSO GOLPE SACUDIÓ LA PUERTA DEL MOTEL.
Me quedé completamente quieta en el colchón, mi piel
caliente y sudorosa. Detrás de mí, Reed jaló mi cuerpo hacia
el suyo.
Demasiado para diez minutos, pensé.
Traté de no llorar mientras apretaba mi cara en la tibia
curva del cuello de Reed. Mi mente absorbió cada detalle,
cuidadosamente reteniendo este momento para poder
reproducirlo por mucho, mucho tiempo después de que
ellos me llevaran.
Tuve un salvaje impulso de huir con él. Un callejón
flanqueaba el motel, visible desde el cuarto en el que me
tenían. Detalles como dónde nos esconderíamos Reed y yo y
cómo terminaríamos en el fondo del Río Delaware con
4. bloques de cemento atados a nuestros pies, me detuvieron
de actuar por impulso.
El golpeteo se intensificó. Inclinando su cabeza hacia la
mía, Reed respiró profundamente. Él estaba tratando de
recordarme también.
—Probablemente el cuarto esté lleno de micrófonos. —
Habló tan suavemente que casi lo confundo con el sonido de
un suspiro—. ¿Te han dicho a dónde te van a llevar?
Niego con la cabeza de un lado a otro, y su cara, que
estaba marcada por cortes y tenía hinchadas las mejillas,
cayó. —Sí, a mí tampoco.
Debido a que su cuerpo también estaba amoratado,
rodó cautelosamente sobre sus rodillas, buscando a lo largo
de la cabecera. Abrió el cajón del buró y abanicó las hojas de
la Biblia de Gideon. Miró bajo el colchón.
Nada. Pero por supuesto que llenaron el cuarto con
micrófonos. Ellos no confiaban en que nosotros no
habláramos sobre esa noche, aunque mi testimonio era la
última cosa que pasaba por mi mente. Después de todo lo
que había accedido a hacer por ellos, no podían darme diez
minutos, diez minutos en privado, con mi novio antes de
que nos separaran.
—¿Estás molesto conmigo? —No pude evitar susurrar.
Él estaba en este lío a causa de mí, por mi mamá. Era un
problema con ella y había arruinado con efectividad su vida
y su futuro. ¿Cómo es que no está sentido conmigo incluso
un poco? Su vacilación me hizo sentir un profundo e
ilimitado coraje hacia mi mamá.
Luego él dijo—: No —Suave, pero firmemente—. No
digas eso. Nada ha cambiado. Vamos a estar juntos. No
ahora, pero pronto.
Mi alivio llegó rápido y seguro. No debí haber dudado
de él. Reed era el indicado. Él me amaba, y me ha probado
una vez más que podía contar con él.
Una llave entró en el cerrojo.
5. —Mi avatar es ‘Phillies’ —susurró Reed urgentemente
en mi oído. Encontré sus ojos. En los segundos que pasaron,
compartimos una conversación muda. Con un breve
asentimiento, le dije que había entendido.
Lancé mis brazos a su alrededor tan fuerte que escuché
un suspiro salir de él. Lo liberé justo en cuanto el Diputado
Marshal Price abrió la puerta. Dos Buick negros estaban
parqueados en el estacionamiento detrás de él.
Nos volteó a ver. —Hora de irnos.
Un segundo diputado, uno que no reconocí, condujo a
Reed afuera. Echando un vistazo hacia atrás, Reed me
mantuvo con su mirada. Trató de sonreír, pero sólo un lado
de su boca se elevó. Estaba nervioso. Mi corazón comenzó a
latir. Éste era el final. La última oportunidad que tenía para
huir.
—¡Reed! —grité. Pero él ya estaba dentro del auto. No
pude ver su cara detrás del vidrio polarizado. El auto se
movió del estacionamiento y aceleró. Diez segundos
después lo perdí de vista. Ahí fue cuando mi corazón de
verdad comenzó a latir. Esto estaba pasando realmente.
Estrujé fuertemente el mango de mi maleta entre mis
dedos. No estaba lista. No podía dejar el único lugar que
conocía. Mis amigos, mi casa, mi escuela y Reed. Estaba casi
segura de que estaba enamorada de él.
—El primer paso siempre es el más difícil —dijo el
Diputado Marshal Price, guiándome hacia el exterior—.
Míralo de esta manera. Puedes empezar de nuevo,
reinventarte. No pienses en las pruebas por ahora. No
tendrás que ver a Danny Balando en meses, quizás años.
Sus abogados atascarán el caso. He visto cómo la defensa
del juicio se ha retrasado con excusas que van desde E-
Zpass1 perdidos hasta tráfico en la autopista Schuylkill
Expressway.
1 E-Zpass es una tarjeta electrónica para poder tener acceso a puentes y
túneles de la ciudad para así poder llegar más rápido a tu destino.
6. —¿Retrasado? —Repetí.
—Los retrasos llevan a la exoneración. Regla general.
Pero no esta vez. Con tu testimonio, Danny Balando irá a
prisión. —Él apretó mi hombro con convicción—. El jurado
te creerá. Él se está enfrentando a la vida sin libertad
condicional, y así se va a quedar.
—¿Se quedará en la cárcel durante el juicio? —
pregunté con inquietud.
—Encarcelado sin fianza. No puede acercarse a ti.
Encerrada en una casa de seguridad por las últimas
setenta y dos horas mientras esperaba que el traficante de
drogas de mi madre fuera condenado por asesinato de
primer grado y múltiples cuentas de posesión de drogas y
tráfico ilícito, me sentía como una prisionera.
Los últimos tres días, un par de policías mantenían
guardia todo el tiempo. Dos en la mañana, otros durante el
día, y dos más en el turno de la noche. No tenía permitido
recibir o hacer llamadas. Todos los aparatos electrónicos
habían sido confiscados. Me habían proporcionado un
guardarropa, con piezas que no quedaban bien, que un
Diputado había tomado del clóset de mi casa. Y ahora,
mientras un testigo clave en un caso de crimen federal iba a
juicio, desde que Danny Balando había dicho que no era
culpable de cargos, iba a ser transferida a mi prisión final.
En un paradero desconocido.
—¿A dónde me llevan? —pregunté.
Price se aclaró la garganta. —Thunder Basin,
Nebraska. —Había una ligera nota de disculpa en su tono, lo
cual me dijo todo lo que necesitaba saber. Era un trato de
mierda. Estaba ayudándoles a encerrar a un peligroso
criminal, y a cambio, ellos me estaban desapareciendo de la
civilización.
—¿Y a Reed?
—Ya sabes que no puedo decir a dónde va él.
—Es mi novio.
7. —Así es como mantenemos a un testigo a salvo. Sé que
esto no es fácil para ti, pero estamos haciendo nuestro
trabajo. Ya tuviste los diez minutos que pediste. Tuvimos
que saltar entre varios hoyos. Lo último que el juez quiere es
que alguno de ustedes sea influenciado en su testimonio.
Estaba siendo forzada a dejar a mi novio, ¿y él quiere
un agradecimiento?
—¿Qué hay de mi mamá? —Directo, sin emociones.
Price llevó mi maleta hacia el Buick, evitando mis ojos
cuidadosamente. —Dirigiéndose a rehabilitación. No puedo
decirte dónde, pero si trabaja duro, ella estará lista para
unirse a ti al final del verano.
—Ambos sabemos que no quiero eso, así que no entres
en ese juego.
Sabiamente, Price lo dejó ir.
No había amanecido todavía, y ya estaba toda sudorosa
en mi short y blusa. Me preguntaba cómo Price podía estar
cómodo en pantalones y camisa de manga larga. No podía
ver la pistola en su funda sobre su hombro, pero podía
sentir su presencia. Era un recordatorio de que el daño no
estaba cerca. No estaba segura si algún día lo estará.
Danny Balando no se cansará de buscarme. Él estaba
en prisión, pero el resto de su grupo traficante estaba
paseando libremente. Cualquiera de ellos podría ser
comprado para ser su sirviente. Su única esperanza era
poder encontrarme y matarme antes de que pueda
testificar.
Price y yo nos subimos al Buick, y me dio un pasaporte
con un nombre que no era el mío.
—No puedes volver, Stella. Nunca.
Toqué con mis yemas la ventana. Mientras salíamos de
Filadelfia a tempranas horas, pasamos a la pastelería. Un
chico en un mandil pasaba la escoba por las escaleras. Pensé
que iba a echar un vistazo y detenerse para verme hasta que
8. saliera de su vista, pero él siguió en su trabajo. Nadie sabía
que me iba.
Ese era el punto.
Las calles estaban vacías y brillantes por la lluvia.
Escuché el agua bajo las llantas para no perderme por
completo. Este era mi hogar. Este era el único lugar que
conocía. Irme me hacía sentir como si estuviera
renunciando a algo tan vital como el aire. De repente me
pregunté si podía hacer esto.
—Mi nombre no es Stella —dije finalmente.
—Normalmente, dejamos que los testigos conserven su
primer nombre, pero el tuyo es muy inusual —explicó
Price—. Estamos tomando precauciones extra. Tu viejo y
nuevo nombre suenan parecidos, lo cual te ayudará a
acostumbrarte. Te dejamos las mismas iniciales, lo cual
también podrá ayudar.
Stella Gordon. Stell-a, Stell-a, Stell-a. Repetí mi nuevo
nombre en mi cabeza hasta que las sílabas encajaran.
Odiaba mi nombre.
El Buick aceleró, emergiendo en la interestatal. Pronto
vi anuncios del aeropuerto, y en ese momento, un dolor
feroz apretó mi pecho. Mi vuelo salía en cuatro horas.
Estaba teniendo dificultad para respirar; el aire se negaba a
entrar, entraba en mí como algo sólido. Sequé mis palmas
en mis muslos.
Esto no se sentía como un nuevo comienzo. Estiré el
cuello para mantener las luces de Filadelfia en mi vista.
Mientras el auto las dejaba en la distancia, sentía que mi
vida llegaba al final.