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El 28 de febrero de 2015, en Roma, en
ocasión del 70° aniversario de la re-
creación de Confcooperative, 7.000
miembros de esta Confederación tu-
vieron una audiencia especial con el
Papa Francisco. A continuación repro-
ducimos el imperdible mensaje del
primer pontífice latinoamericano.
Queridos hermanos y hermanas: ¡Bue-
nos días!
¡Esta última [haciendo referencia al co-
ro] ha sido la «cooperativa» más melodio-
sa! ¡Enhorabuena!
Gracias por este encuentro con vosotros
y con el mundo al que representáis: el de la
cooperación.
¡Las cooperativas lo desafían todo, incluso
desafían la matemática, pues, en una coope-
rativa, uno más uno da tres! Y, en una coo-
perativa, un fracaso es medio fracaso. ¡Esto
es lo bonito de las cooperativas!
Vosotros sois, ante todo, la memoria viva
de un gran tesoro de la Iglesia italiana. Y es
que, como es sabido, en el origen del movi-
miento cooperativista italiano, muchas coo-
perativas agrarias y de crédito, ya en el siglo
XIX, fueron sabiamente fundadas y fomen-
tadas por sacerdotes y párrocos. Aún hoy, en
varias diócesis italianas, se sigue recurriendo
a la cooperación como remedio eficaz para
el problema del desempleo y contra las di-
ferentes formas de malestar social. Hoy es
una regla –no digo normal, habitual…, pe-
ro se la ve muy a menudo–: «¿Buscas tra-
bajo? Ven, ven a esta empresa. Once horas,
diez horas de trabajo, 600 euros. ¿Te gusta?
¿No? ¡Pues vete a tu casa!». ¿Qué hacer en
este mundo que funciona así? Porque hay
cola, hay una cola de gente que busca traba-
jo: si a ti no te gusta, a aquel otro le gustará.
Y el hambre, el hambre nos hace aceptar lo
que nos dan, el trabajo en negro… Yo po-
dría preguntar, para citar un ejemplo, acer-
ca del personal doméstico: ¿a cuántos hom-
bres y mujeres que trabajan como personal
doméstico se les pagan los seguros sociales
con vistas a su jubilación?
Todo esto es sobradamente conocido.
La Iglesia siempre ha reconocido, aprecia-
do y alentado la experiencia cooperativista.
Lo leemos en los documentos del Magiste-
rio. Recordemos el grito que lanzó en 1891,
con la Rerum novarum, el Papa León XIII:
«¡Todos propietarios, y no todos proleta-
rios!». Y también conocéis ciertamente las
páginas de la Encíclica Caritas in veritate
donde Benedicto XVI se expresa a favor de
la cooperación en el crédito y en el consu-
mo (cf. nn. 65-66: ecclesia 3.475 [2009/II],
pág. 1103), subrayando la importancia de la
economía de comunión y del sector «non
profit» (cf. n. 41: ecclesia, cit., pág. 1094),
para afirmar que el dios beneficio no es en
modo alguno una divinidad, sino sólo una
brújula y un medio de valoración de la ac-
tividad empresarial. El propio Papa Bene-
dicto nos ha explicado que nuestro mundo
necesita una economía del don (cf. nn. 34-
39: ecclesia, cit., págs. 1091-1093), es decir
una economía capaz de dar vida a empre-
sas inspiradas en el principio de la solida-
ridad y capaces de «crear socialidad». Re-
suena, pues, por mediación vuestra, la ex-
clamación que León XIII lanzó al bendecir
los inicios del movimiento cooperativista ca-
tólico italiano, cuando dijo que, para hacer
eso, «es admirable la fuerza de las doctrinas
cristianas» (Enc. Rerum novarum, n. 15).
Estas y muchas otras afirmaciones de reco-
nocimiento y de aliento que la Iglesia ha di-
rigido a los cooperativistas siguen siendo
válidas y actuales. Pienso también en el ex-
traordinario magisterio social del beato Pa-
blo VI. Dichas afirmaciones podemos con-
firmarlas y reforzarlas, por lo que no es ne-
cesario repetirlas o recordarlas por extenso.
Hoy quisiera que nuestro diálogo no mi-
rara tan sólo al pasado, sino que se dirigiera,
sobre todo, hacia delante: a las nuevas pers-
pectivas, a las nuevas responsabilidades, a las
nuevas formas de iniciativa de las empresas
cooperativas. Se trata de una auténtica mi-
sión que exige de nosotros fantasía creati-
va para encontrar formas, métodos, actitu-
des e instrumentos para combatir la «cul-
tura del descarte»: la que vivimos hoy, «la
cultura del descarte» que cultivan los po-
deres que dirigen las políticas económico-
financieras del mundo globalizado, en cu-
yo centro está el dios dinero.
DISCURSO EN ESPAÑOL DEL PAPA FRANCISCO
A LOS REPRESENTANTES DE LA CONFEDERACIÓN
DE COOPERATIVAS ITALIANAS*
N O T A
D E T A P A
*	Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción
de ECCLESIA. / Destacados de nuestra Redacción.
“¡Las cooperativas  lo desafían
todo, incluso desafían la
matemática, pues, en una
cooperativa, uno más uno da
tres! Y, en una cooperativa,
un fracaso es medio fracaso.
¡Esto es lo bonito de las
cooperativas!”
13
Globalizar la solidaridad
Globalizar la solidaridad –esto es lo que
hay que globalizar: ¡la solidaridad!– signi-
fica, hoy en día, pensar en el vertiginoso
aumento de los desempleados; en las lágri-
mas incesantes de los pobres; en la necesi-
dad de reanudar un desarrollo que consti-
tuya un auténtico avance integral de la per-
sona, que necesita ciertamente un benefi-
cio económico, ¡pero no sólo económico!
Pensemos en las necesidades sanitarias,
que los sistemas de asistencia social tradi-
cional no logran ya satisfacer; en las exigen-
cias apremiantes de la solidaridad de po-
ner nuevamente, en el centro de la econo-
mía mundial, la dignidad de la persona hu-
mana, como habéis dicho. Como aun hoy
seguiría diciendo el Papa León XIII, ¡«es
admirable la fuerza de las doctrinas cristia-
nas» para globalizar la solidaridad!
Por lo tanto, no os limitéis a contemplar
lo que habéis sabido realizar. Seguid perfec-
cionando, fortaleciendo y actualizando las
buenas y sólidas instituciones que ya habéis
construido. Pero tened también el valor de
salir de ellas, cargados de experiencia y de
buenos métodos, para llevar la cooperación
a las nuevas fronteras del cambio, hasta las
periferias existenciales donde la esperanza
necesita salir a flote y donde, por desgracia,
el sistema sociopolítico actual parece, por el
contrario, fatalmente destinado a ahogar la
esperanza, a robar la esperanza, incremen-
tando riesgos y amenazas.
Este gran salto adelante que nos propo-
nemos dar a la cooperación os confirmará
que todo lo que ya habéis hecho no sólo es
positivo y vital, sino que sigue siendo pro-
fético. Para ello debéis  seguir inventando
–esta es la palabra: «inventar»– nuevas
formas de cooperación, ¡porque también
se aplica a las cooperativas la advertencia de
que cuando el árbol produce nuevas ramas,
sus raíces están vivas y su tronco es fuerte!
Algunos estímulos concretos
Hoy, aquí, vosotros representáis válidas
experiencias en muchos sectores: desde la
valorización de la agricultura a la promo-
ción de la construcción de nuevas vivien-
das para quien no tiene hogar; desde las
cooperativas sociales hasta el crédito coo-
perativo, ampliamente representado aquí;
desde la pesca hasta la industria, a las em-
presas, a las comunidades, al consumo, a
la distribución y a muchos otros tipos de
servicio. Sé bien que esta lista está incom-
pleta, pero resulta bastante útil para com-
prender el gran valor del método coopera-
tivista, que debe seguir adelante, y que se
ha revelado  tan valioso como creativo an-
te muchos desafíos. ¡Y aún lo será! Todo
aprecio y todo aliento corren, sin embar-
go, el peligro de la generalización; y quie-
ro, por el contrario, brindaros algunos es-
tímulos concretos.
El primero es el siguiente: las cooperati-
vas deben seguir siendo el motor que levan-
te y desarrolle la parte más débil de nues-
tras comunidades locales y de la sociedad
civil. De esto no es capaz el sentimiento.
De ahí la necesidad de dar prioridad a la
fundación de nuevas empresas cooperati-
vas, junto con un desarrollo adicional de
las existentes, con vistas a crear, sobre to-
do, nuevas posibilidades de trabajo que hoy
no se dan.
El pensamiento se dirige ante todo a los
jóvenes, porque sabemos que el desempleo
juvenil, dramáticamente elevado –pense-
mos que en algunos países de Europa ron-
da el 40% o el 50%–, destruye en ellos la
esperanza. Pero pensemos también en las
numerosas mujeres que tienen necesidad y
voluntad de insertarse en el mundo del tra-
bajo. No nos olvidemos de los adultos que,
a menudo, se quedan prematuramente sin
trabajo. –«¿Qué es usted?». –«Soy inge-
niero». –«¡Excelente, excelente! ¿Y cuán-
tos años tiene?». –«Cuarenta y nueve».
–«No nos sirve; váyase». Esto pasa todos
losdías.Ademásdelasnuevasempresas,con-
sideremos también las que atraviesan difi-
cultades; aquellas a cuyos antiguos dueños
les conviene dejar que se mueran, y que, en
cambio, pueden revivir con las iniciativas
que vosotros llamáis «Workers buy out»
[rescate de la empresa por parte de los tra-
bajadores] o que, en mi idioma, se llaman
«empresas recuperadas», empresas salva-
das. ¡Y yo, como he dicho a sus represen-
tantes, soy un «hincha» de las «empre-
sas recuperadas»!
Un segundo estímulo –pero no segun-
do en importancia– es que os activéis como
protagonistas para realizar nuevas formas
“Globalizar la solidaridad –esto
es lo que hay que globalizar: ¡la
solidaridad!– significa, hoy en día,
pensar en el vertiginoso aumento
de los desempleados; en las
lágrimas incesantes de los pobres;
en la necesidad de reanudar un
desarrollo que constituya un
auténtico avance integral de la
persona, que necesita ciertamente
un beneficio económico, ¡pero no
sólo económico!”
de asistencia social, particularmente en el
campo sanitario, un campo delicado en el
que tantas personas pobres no encuentran
ya respuestas adecuadas a sus necesidades.
Sé lo que realizáis desde hace años con co-
razón y pasión, en las periferias de las ciu-
dades y de nuestra sociedad, a favor de las
familias, de los niños, de los ancianos, de
los enfermos, de las personas desfavoreci-
das y en dificultad por diferentes razones,
llevando a sus casas corazón y asistencia.
¡La caridad es entrega! No es un mero
gesto para tranquilizar el corazón, ¡sino una
entrega! ¡Cuando hago la caridad, me en-
trego en persona! Si no soy capaz de entre-
garme, eso no es caridad. Una entrega sin
la cual no se debe entrar en casa de quien
sufre. En el lenguaje de la Doctrina Social
de la Iglesia, esto significa hacer palanca so-
bre la subsidiaridad con fuerza y coheren-
cia: ¡significa aunar fuerzas!
Los más necesitados, en el
centro
¡Qué bonito sería que, empezando por
Roma, entre las cooperativas, las parroquias
y los hospitales –pienso, en especial, en el
del «Niño Jesús»–, pudiera nacer una red
eficaz de asistencia y de solidaridad! ¡Y que
a la gente, empezando por la más necesi-
tada, se la pusiera en el centro de todo ese
movimiento solidario: la gente en el cen-
tro, los más necesitados en el centro! ¡Esta
es la misión que nos proponemos!
14
“Colaborad más entre
cooperativas bancarias y
empresas; organizad los
recursos para que las familias
vivan con dignidad y serenidad;
pagad salarios justos a los
trabajadores, invirtiendo sobre
todo en las iniciativas que sean
realmente necesarias.”
A vosotros os corresponde la tarea de
inventar soluciones prácticas, de hacer que
funcione esa red en las situaciones concre-
tas de vuestras comunidades locales, par-
tiendo precisamente de vuestra historia, de
vuestro patrimonio de conocimientos para
conjugar el ser empresa y, al mismo tiem-
po, no olvidar que en el centro de todo es-
tá la persona.
¡Mucho es lo que habéis hecho, y mu-
cho lo que aún queda por hacer! ¡Sigamos
adelante!
El tercer estímulo se refiere a la econo-
mía, a su relación con la justicia social, con
la dignidad y con el valor de las personas.
Es sabido que cierto liberalismo cree nece-
sario producir primero riqueza –sin que le
importe el cómo– para después promover
alguna política redistributiva por parte del
Estado: primero llenar el vaso, y luego dar
a los demás. Otros piensan que debe ser la
propia empresa la que dispense las miga-
jas de la riqueza acumulada, cumpliendo
así con la propia denominada «responsa-
bilidad social»: con ello, se corre el peli-
gro de creer que se está haciendo el bien,
mientras que, por desgracia, no se hace más
que mercadotecnia, sin salir del círculo fatal
del egoísmo de las personas y de las empre-
sas que ponen en el centro al dios dinero.
En cambio, nosotros sabemos que, al
realizar una calidad nueva de economía,
se crea la capacidad de hacer que las perso-
nas crezcan en todas sus potencialidades.
Por ejemplo: el socio de la cooperativa
no debe ser sólo un proveedor, un trabaja-
dor, un usuario bien tratado, sino que de-
be ser siempre el protagonista; ha de cre-
cer, mediante la cooperativa; crecer como
persona, social y profesionalmente, en la
responsabilidad, en la concreción de la es-
peranza, en la colaboración. No digo que
no tenga que  crecer el beneficio, pero ello
no es suficiente: es preciso que la empresa
dirigida por la cooperativa crezca de ma-
nera realmente cooperativa, es decir invo-
lucrando a todos. ¡Uno más uno, tres! Es-
ta es la lógica.
Cooperari, en su étimo latino, signifi-
ca «operar juntos», «cooperar», y, por
consiguiente, «trabajar, ayudar, contribuir
a alcanzar un fin». No os conforméis ja-
más con la palabra «cooperativa» sin to-
mar conciencia de la auténtica sustancia y
del alma de la cooperación.
La cuarta sugerencia es la siguiente: Si
miramos a nuestro alrededor, nunca vere-
mos que la economía se renueve en una
sociedad que, en vez de crecer, envejece.
El movimiento cooperativista puede des-
empeñar una importante función con vis-
tas a apoyar, facilitar e incluso animar la
vida de las familias. Llevar a cabo la con-
ciliación –o, incluso mejor, la armoniza-
ción– entre trabajo y familia, es una tarea
que ya habéis emprendido y que debéis
realizar cada vez más. Hacer esto signifi-
ca también ayudar a las mujeres a realizar-
se plenamente en su propia vocación y en
el ejercicio de sus propios talentos ¡Muje-
res libres de ser cada vez más protagonis-
tas, tanto en las empresas como en las fa-
milias! Sé bien que las cooperativas pro-
ponen ya muchos servicios y muchas fór-
mulas organizativas, como la mutualista,
que responden a las exigencias de todos:
de los niños y de los ancianos en especial,
desde los jardines de infancia hasta la asis-
tencia a domicilio. Ésta es nuestra forma
de administrar los bienes comunes: esos
bienes que no deben ser sólo propiedad
de unos pocos y que no deben perseguir
fines especulativos.
Medios buenos para realizar
obras buenas
¡El quinto estímulo tal vez os sorpren-
da! ¡Para hacer todas estas cosas se necesi-
ta dinero! Por regla general, las cooperati-
vas no han sido fundadas por grandes ca-
pitalistas; antes al contrario, se suele decir
que están, estructuralmente, subcapitali-
zadas. En cambio, el Papa os dice: ¡Tenéis
que invertir, y que invertir bien! Ciertamen-
te, en Italia –aunque no sólo en Italia–, es
difícil conseguir dinero público para col-
mar la escasez de recursos. La solución que
os propongo es la siguiente: Acopiad con
determinación medios buenos para reali-
zar obras buenas.
Colaborad más entre cooperativas ban-
carias y empresas; organizad los recursos pa-
ra que las familias vivan con dignidad y se-
renidad; pagad salarios justos a los trabaja-
dores, invirtiendo sobre todo en las inicia-
tivas que sean realmente necesarias.
No resulta fácil hablar de dinero. Decía
Basilio de Cesarea, Padre de la Iglesia del
siglo IV, citado más tarde por San Fran-
cisco de Asís, que «el dinero es el estiér-
col del diablo». Ahora lo repite también
el Papa: «¡El dinero es el estiércol del dia-
blo!». Cuando el dinero se convierte en un
ídolo, rige las decisiones del hombre. Y en-
tonces arruina al hombre y lo condena, es-
clavizándolo. El dinero al servicio de la vi-
da puede ser administrado de manera justa
por la cooperativa, siempre y cuando ésta
sea una cooperativa auténtica, verdadera,
en la que no es el capital el que manda so-
bre los hombres, sino los hombres los que
mandan sobre el capital.
Por eso os digo que hacéis bien –y os di-
go también que lo hagáis cada vez más– en
contrarrestar y en combatir las falsas coope-
rativas, las que prostituyen el propio nom-
bre de cooperativa –es decir de una insti-
tución muy buena– para engañar a la gen-
te con fines de lucro contrarios a los de la
cooperación verdadera y auténtica. Hacéis
bien, os digo, porque, en el campo en el que
actuáis, adoptar una fachada honrada y per-
seguir, en cambio, finalidades indecorosas
e inmorales –encaminadas con frecuencia
N O T A
D E T A P A
“A vosotros os corresponde la tarea de inventar soluciones prácticas,
de hacer que funcione esa red en las situaciones concretas de vuestras
comunidades locales, partiendo precisamente de vuestra historia, de
vuestro patrimonio de conocimientos para conjugar el ser empresa y,
al mismo tiempo, no olvidar que en el centro de todo está la persona.”
15
historia ni con nuestras tradiciones– pa-
ra crear una Alianza de Cooperativas y de
Cooperativistas Italianos. Por ahora se trata
de una alianza en devenir, pero confiáis en
alcanzar una asociación única, una alianza
cada vez más amplia entre cooperativistas y
cooperativas. El movimiento cooperativista
italiano tiene una gran tradición, respeta-
da en el mundo cooperativista internacio-
nal. En Italia, la misión cooperativista es-
tuvo muy relacionada, desde sus orígenes,
con las identidades, con los valores y con
las fuerzas sociales presentes en el país ¡Esta
identidad, por favor, respetadla! Con todo,
a menudo las decisiones que distinguían y
dividían fueron durante mucho tiempo más
firmes que las que, por el contrario, auna-
ban y unían los esfuerzos de todos. Aho-
ra vosotros pensáis que podéis dar priori-
dad a lo que, en cambio, os une. Y precisa-
mente alrededor de lo que os une –que es
la parte más auténtica, más profunda y más
vital de las cooperativas italianas– queréis
construir vuestra nueva forma asociativa.
¡Hacéis bien en proyectar así, y con ello
daréis un paso adelante! Ciertamente, hay
cooperativas católicas y cooperativas no ca-
tólicas. Pero ¿acaso salva uno su fe permane-
ciendo encerrado en sí mismo? Pregunto:
¿Salva uno su fe permaneciendo encerrado
en sí mismo? ¿Si permanecemos sólo en-
tre nosotros? ¡Vivid vuestra alianza como
cristianos, como respuesta a vuestra fe y a
vuestra identidad, sin miedo! Fe e identi-
dad son la base ¡Seguid adelante, pues, y ca-
minad junto con todas las personas de bue-
na voluntad! Y esta es también una llama-
da cristiana, una llamada cristiana a todos.
¡Los valores cristianos no son sólo para no-
sotros, sino que son para compartirlos! Y
para compartirlos con los demás, con los
que no piensan como nosotros pero quie-
ren las mismas cosas que queremos noso-
tros. ¡Seguid adelante, ánimo! ¡Sed crea-
dores, «poetas», adelante!
“El dinero al servicio de la vida
puede ser administrado de
manera justa por la cooperativa,
siempre y cuando ésta sea una
cooperativa auténtica, verdadera,
en la que no es el capital el que
manda sobre los hombres.”
“La economía cooperativa,
si es auténtica, si pretende
desempeñar una fuerte función
social, si quiere ser protagonista
del futuro de una nación y
de cada comunidad local,
debe perseguir finalidades
transparentes y limpias ¡Debe
promover la economía de la
honradez!”
a la explotación laboral o a las manipula-
ciones de mercado, e incluso a tráficos es-
candalosos de corrupción–, es una menti-
ra vergonzosa y gravísima que no debe ab-
solutamente aceptarse ¡Luchad contra es-
to! Pero ¿cómo luchar? ¿Sólo con las pa-
labras? ¿Con las ideas? Luchad con la coo-
peración justa, con la verdadera, con la que
siempre triunfa.
Promover la economía de la
honradez
La economía cooperativa, si es auténtica,
si pretende desempeñar una fuerte función
social, si quiere ser protagonista del futu-
ro de una nación y de cada comunidad lo-
cal, debe perseguir finalidades transparen-
tes y limpias ¡Debe promover la economía
de la honradez! Una economía sanadora
en el insidioso mar de la economía global.
Una economía auténtica, promovida por
personas que en el corazón y en la mente
sólo tienen el bien común.
Las cooperativas cuentan con una gran
tradición internacional ¡También en esto
habéis sido auténticos pioneros! Vuestras
asociaciones internacionales nacieron con
mucho adelanto respecto a las que las demás
empresas fundaron en tiempos muy poste-
riores. Ahora se da la nueva gran globaliza-
ción, que reduce algunos desequilibrios pe-
ro crea muchos otros. El movimiento coo-
perativista no puede, por lo tanto, perma-
necer ajeno a la globalización económica
y social, cuyos efectos se perciben en todo
país, e incluso dentro de nuestros hogares.
Pero ¿las cooperativas participan en la
globalización al igual que las demás empre-
sas? ¿Existe una forma original que permi-
ta a las cooperativas afrontar los nuevos de-
safíos del mercado global? ¿Cómo pueden
participar las cooperativas en el desarro-
llo de la cooperación, salvaguardando los
principios de la solidaridad y de la justicia?
Os lo digo a vosotros para decírselo a
todas las cooperativas del mundo. Este es
el doble principio: no deben permanecer
encerradas en casa, pero tampoco deben
salir de casa como si no fueran cooperati-
vas. No: no se puede concebir una coope-
rativa de dos caras.
Hay que tener el valor y la fantasía ne-
cesarios para construir el camino recto pa-
ra integrar, en el mundo, el desarrollo, la
justicia y la paz.
Por último, no dejéis que viva sólo en
la memoria la colaboración del movimien-
to cooperativista con vuestras parroquias
y con vuestras diócesis. ¡Las formas de la
colaboración han de ser distintas respec-
to a las de los orígenes, pero el camino de-
be ser siempre el mismo! ¡Donde haya vie-
jas y nuevas periferias existenciales, donde
haya personas desfavorecidas, donde haya
personas solas y descartadas, donde haya
personas no respetadas, tendedles la ma-
no! ¡Colaborad entre vosotros, respetan-
do la identidad vocacional de cada uno, to-
mándoos de la mano!
Colaborar con toda persona de
buena voluntad
Sé que lleváis algunos años colaboran-
do con otras asociaciones cooperativistas
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En cooperativa, uno más uno da tres

  • 1. 12 El 28 de febrero de 2015, en Roma, en ocasión del 70° aniversario de la re- creación de Confcooperative, 7.000 miembros de esta Confederación tu- vieron una audiencia especial con el Papa Francisco. A continuación repro- ducimos el imperdible mensaje del primer pontífice latinoamericano. Queridos hermanos y hermanas: ¡Bue- nos días! ¡Esta última [haciendo referencia al co- ro] ha sido la «cooperativa» más melodio- sa! ¡Enhorabuena! Gracias por este encuentro con vosotros y con el mundo al que representáis: el de la cooperación. ¡Las cooperativas lo desafían todo, incluso desafían la matemática, pues, en una coope- rativa, uno más uno da tres! Y, en una coo- perativa, un fracaso es medio fracaso. ¡Esto es lo bonito de las cooperativas! Vosotros sois, ante todo, la memoria viva de un gran tesoro de la Iglesia italiana. Y es que, como es sabido, en el origen del movi- miento cooperativista italiano, muchas coo- perativas agrarias y de crédito, ya en el siglo XIX, fueron sabiamente fundadas y fomen- tadas por sacerdotes y párrocos. Aún hoy, en varias diócesis italianas, se sigue recurriendo a la cooperación como remedio eficaz para el problema del desempleo y contra las di- ferentes formas de malestar social. Hoy es una regla –no digo normal, habitual…, pe- ro se la ve muy a menudo–: «¿Buscas tra- bajo? Ven, ven a esta empresa. Once horas, diez horas de trabajo, 600 euros. ¿Te gusta? ¿No? ¡Pues vete a tu casa!». ¿Qué hacer en este mundo que funciona así? Porque hay cola, hay una cola de gente que busca traba- jo: si a ti no te gusta, a aquel otro le gustará. Y el hambre, el hambre nos hace aceptar lo que nos dan, el trabajo en negro… Yo po- dría preguntar, para citar un ejemplo, acer- ca del personal doméstico: ¿a cuántos hom- bres y mujeres que trabajan como personal doméstico se les pagan los seguros sociales con vistas a su jubilación? Todo esto es sobradamente conocido. La Iglesia siempre ha reconocido, aprecia- do y alentado la experiencia cooperativista. Lo leemos en los documentos del Magiste- rio. Recordemos el grito que lanzó en 1891, con la Rerum novarum, el Papa León XIII: «¡Todos propietarios, y no todos proleta- rios!». Y también conocéis ciertamente las páginas de la Encíclica Caritas in veritate donde Benedicto XVI se expresa a favor de la cooperación en el crédito y en el consu- mo (cf. nn. 65-66: ecclesia 3.475 [2009/II], pág. 1103), subrayando la importancia de la economía de comunión y del sector «non profit» (cf. n. 41: ecclesia, cit., pág. 1094), para afirmar que el dios beneficio no es en modo alguno una divinidad, sino sólo una brújula y un medio de valoración de la ac- tividad empresarial. El propio Papa Bene- dicto nos ha explicado que nuestro mundo necesita una economía del don (cf. nn. 34- 39: ecclesia, cit., págs. 1091-1093), es decir una economía capaz de dar vida a empre- sas inspiradas en el principio de la solida- ridad y capaces de «crear socialidad». Re- suena, pues, por mediación vuestra, la ex- clamación que León XIII lanzó al bendecir los inicios del movimiento cooperativista ca- tólico italiano, cuando dijo que, para hacer eso, «es admirable la fuerza de las doctrinas cristianas» (Enc. Rerum novarum, n. 15). Estas y muchas otras afirmaciones de reco- nocimiento y de aliento que la Iglesia ha di- rigido a los cooperativistas siguen siendo válidas y actuales. Pienso también en el ex- traordinario magisterio social del beato Pa- blo VI. Dichas afirmaciones podemos con- firmarlas y reforzarlas, por lo que no es ne- cesario repetirlas o recordarlas por extenso. Hoy quisiera que nuestro diálogo no mi- rara tan sólo al pasado, sino que se dirigiera, sobre todo, hacia delante: a las nuevas pers- pectivas, a las nuevas responsabilidades, a las nuevas formas de iniciativa de las empresas cooperativas. Se trata de una auténtica mi- sión que exige de nosotros fantasía creati- va para encontrar formas, métodos, actitu- des e instrumentos para combatir la «cul- tura del descarte»: la que vivimos hoy, «la cultura del descarte» que cultivan los po- deres que dirigen las políticas económico- financieras del mundo globalizado, en cu- yo centro está el dios dinero. DISCURSO EN ESPAÑOL DEL PAPA FRANCISCO A LOS REPRESENTANTES DE LA CONFEDERACIÓN DE COOPERATIVAS ITALIANAS* N O T A D E T A P A * Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA. / Destacados de nuestra Redacción. “¡Las cooperativas  lo desafían todo, incluso desafían la matemática, pues, en una cooperativa, uno más uno da tres! Y, en una cooperativa, un fracaso es medio fracaso. ¡Esto es lo bonito de las cooperativas!”
  • 2. 13 Globalizar la solidaridad Globalizar la solidaridad –esto es lo que hay que globalizar: ¡la solidaridad!– signi- fica, hoy en día, pensar en el vertiginoso aumento de los desempleados; en las lágri- mas incesantes de los pobres; en la necesi- dad de reanudar un desarrollo que consti- tuya un auténtico avance integral de la per- sona, que necesita ciertamente un benefi- cio económico, ¡pero no sólo económico! Pensemos en las necesidades sanitarias, que los sistemas de asistencia social tradi- cional no logran ya satisfacer; en las exigen- cias apremiantes de la solidaridad de po- ner nuevamente, en el centro de la econo- mía mundial, la dignidad de la persona hu- mana, como habéis dicho. Como aun hoy seguiría diciendo el Papa León XIII, ¡«es admirable la fuerza de las doctrinas cristia- nas» para globalizar la solidaridad! Por lo tanto, no os limitéis a contemplar lo que habéis sabido realizar. Seguid perfec- cionando, fortaleciendo y actualizando las buenas y sólidas instituciones que ya habéis construido. Pero tened también el valor de salir de ellas, cargados de experiencia y de buenos métodos, para llevar la cooperación a las nuevas fronteras del cambio, hasta las periferias existenciales donde la esperanza necesita salir a flote y donde, por desgracia, el sistema sociopolítico actual parece, por el contrario, fatalmente destinado a ahogar la esperanza, a robar la esperanza, incremen- tando riesgos y amenazas. Este gran salto adelante que nos propo- nemos dar a la cooperación os confirmará que todo lo que ya habéis hecho no sólo es positivo y vital, sino que sigue siendo pro- fético. Para ello debéis  seguir inventando –esta es la palabra: «inventar»– nuevas formas de cooperación, ¡porque también se aplica a las cooperativas la advertencia de que cuando el árbol produce nuevas ramas, sus raíces están vivas y su tronco es fuerte! Algunos estímulos concretos Hoy, aquí, vosotros representáis válidas experiencias en muchos sectores: desde la valorización de la agricultura a la promo- ción de la construcción de nuevas vivien- das para quien no tiene hogar; desde las cooperativas sociales hasta el crédito coo- perativo, ampliamente representado aquí; desde la pesca hasta la industria, a las em- presas, a las comunidades, al consumo, a la distribución y a muchos otros tipos de servicio. Sé bien que esta lista está incom- pleta, pero resulta bastante útil para com- prender el gran valor del método coopera- tivista, que debe seguir adelante, y que se ha revelado  tan valioso como creativo an- te muchos desafíos. ¡Y aún lo será! Todo aprecio y todo aliento corren, sin embar- go, el peligro de la generalización; y quie- ro, por el contrario, brindaros algunos es- tímulos concretos. El primero es el siguiente: las cooperati- vas deben seguir siendo el motor que levan- te y desarrolle la parte más débil de nues- tras comunidades locales y de la sociedad civil. De esto no es capaz el sentimiento. De ahí la necesidad de dar prioridad a la fundación de nuevas empresas cooperati- vas, junto con un desarrollo adicional de las existentes, con vistas a crear, sobre to- do, nuevas posibilidades de trabajo que hoy no se dan. El pensamiento se dirige ante todo a los jóvenes, porque sabemos que el desempleo juvenil, dramáticamente elevado –pense- mos que en algunos países de Europa ron- da el 40% o el 50%–, destruye en ellos la esperanza. Pero pensemos también en las numerosas mujeres que tienen necesidad y voluntad de insertarse en el mundo del tra- bajo. No nos olvidemos de los adultos que, a menudo, se quedan prematuramente sin trabajo. –«¿Qué es usted?». –«Soy inge- niero». –«¡Excelente, excelente! ¿Y cuán- tos años tiene?». –«Cuarenta y nueve». –«No nos sirve; váyase». Esto pasa todos losdías.Ademásdelasnuevasempresas,con- sideremos también las que atraviesan difi- cultades; aquellas a cuyos antiguos dueños les conviene dejar que se mueran, y que, en cambio, pueden revivir con las iniciativas que vosotros llamáis «Workers buy out» [rescate de la empresa por parte de los tra- bajadores] o que, en mi idioma, se llaman «empresas recuperadas», empresas salva- das. ¡Y yo, como he dicho a sus represen- tantes, soy un «hincha» de las «empre- sas recuperadas»! Un segundo estímulo –pero no segun- do en importancia– es que os activéis como protagonistas para realizar nuevas formas “Globalizar la solidaridad –esto es lo que hay que globalizar: ¡la solidaridad!– significa, hoy en día, pensar en el vertiginoso aumento de los desempleados; en las lágrimas incesantes de los pobres; en la necesidad de reanudar un desarrollo que constituya un auténtico avance integral de la persona, que necesita ciertamente un beneficio económico, ¡pero no sólo económico!” de asistencia social, particularmente en el campo sanitario, un campo delicado en el que tantas personas pobres no encuentran ya respuestas adecuadas a sus necesidades. Sé lo que realizáis desde hace años con co- razón y pasión, en las periferias de las ciu- dades y de nuestra sociedad, a favor de las familias, de los niños, de los ancianos, de los enfermos, de las personas desfavoreci- das y en dificultad por diferentes razones, llevando a sus casas corazón y asistencia. ¡La caridad es entrega! No es un mero gesto para tranquilizar el corazón, ¡sino una entrega! ¡Cuando hago la caridad, me en- trego en persona! Si no soy capaz de entre- garme, eso no es caridad. Una entrega sin la cual no se debe entrar en casa de quien sufre. En el lenguaje de la Doctrina Social de la Iglesia, esto significa hacer palanca so- bre la subsidiaridad con fuerza y coheren- cia: ¡significa aunar fuerzas! Los más necesitados, en el centro ¡Qué bonito sería que, empezando por Roma, entre las cooperativas, las parroquias y los hospitales –pienso, en especial, en el del «Niño Jesús»–, pudiera nacer una red eficaz de asistencia y de solidaridad! ¡Y que a la gente, empezando por la más necesi- tada, se la pusiera en el centro de todo ese movimiento solidario: la gente en el cen- tro, los más necesitados en el centro! ¡Esta es la misión que nos proponemos!
  • 3. 14 “Colaborad más entre cooperativas bancarias y empresas; organizad los recursos para que las familias vivan con dignidad y serenidad; pagad salarios justos a los trabajadores, invirtiendo sobre todo en las iniciativas que sean realmente necesarias.” A vosotros os corresponde la tarea de inventar soluciones prácticas, de hacer que funcione esa red en las situaciones concre- tas de vuestras comunidades locales, par- tiendo precisamente de vuestra historia, de vuestro patrimonio de conocimientos para conjugar el ser empresa y, al mismo tiem- po, no olvidar que en el centro de todo es- tá la persona. ¡Mucho es lo que habéis hecho, y mu- cho lo que aún queda por hacer! ¡Sigamos adelante! El tercer estímulo se refiere a la econo- mía, a su relación con la justicia social, con la dignidad y con el valor de las personas. Es sabido que cierto liberalismo cree nece- sario producir primero riqueza –sin que le importe el cómo– para después promover alguna política redistributiva por parte del Estado: primero llenar el vaso, y luego dar a los demás. Otros piensan que debe ser la propia empresa la que dispense las miga- jas de la riqueza acumulada, cumpliendo así con la propia denominada «responsa- bilidad social»: con ello, se corre el peli- gro de creer que se está haciendo el bien, mientras que, por desgracia, no se hace más que mercadotecnia, sin salir del círculo fatal del egoísmo de las personas y de las empre- sas que ponen en el centro al dios dinero. En cambio, nosotros sabemos que, al realizar una calidad nueva de economía, se crea la capacidad de hacer que las perso- nas crezcan en todas sus potencialidades. Por ejemplo: el socio de la cooperativa no debe ser sólo un proveedor, un trabaja- dor, un usuario bien tratado, sino que de- be ser siempre el protagonista; ha de cre- cer, mediante la cooperativa; crecer como persona, social y profesionalmente, en la responsabilidad, en la concreción de la es- peranza, en la colaboración. No digo que no tenga que  crecer el beneficio, pero ello no es suficiente: es preciso que la empresa dirigida por la cooperativa crezca de ma- nera realmente cooperativa, es decir invo- lucrando a todos. ¡Uno más uno, tres! Es- ta es la lógica. Cooperari, en su étimo latino, signifi- ca «operar juntos», «cooperar», y, por consiguiente, «trabajar, ayudar, contribuir a alcanzar un fin». No os conforméis ja- más con la palabra «cooperativa» sin to- mar conciencia de la auténtica sustancia y del alma de la cooperación. La cuarta sugerencia es la siguiente: Si miramos a nuestro alrededor, nunca vere- mos que la economía se renueve en una sociedad que, en vez de crecer, envejece. El movimiento cooperativista puede des- empeñar una importante función con vis- tas a apoyar, facilitar e incluso animar la vida de las familias. Llevar a cabo la con- ciliación –o, incluso mejor, la armoniza- ción– entre trabajo y familia, es una tarea que ya habéis emprendido y que debéis realizar cada vez más. Hacer esto signifi- ca también ayudar a las mujeres a realizar- se plenamente en su propia vocación y en el ejercicio de sus propios talentos ¡Muje- res libres de ser cada vez más protagonis- tas, tanto en las empresas como en las fa- milias! Sé bien que las cooperativas pro- ponen ya muchos servicios y muchas fór- mulas organizativas, como la mutualista, que responden a las exigencias de todos: de los niños y de los ancianos en especial, desde los jardines de infancia hasta la asis- tencia a domicilio. Ésta es nuestra forma de administrar los bienes comunes: esos bienes que no deben ser sólo propiedad de unos pocos y que no deben perseguir fines especulativos. Medios buenos para realizar obras buenas ¡El quinto estímulo tal vez os sorpren- da! ¡Para hacer todas estas cosas se necesi- ta dinero! Por regla general, las cooperati- vas no han sido fundadas por grandes ca- pitalistas; antes al contrario, se suele decir que están, estructuralmente, subcapitali- zadas. En cambio, el Papa os dice: ¡Tenéis que invertir, y que invertir bien! Ciertamen- te, en Italia –aunque no sólo en Italia–, es difícil conseguir dinero público para col- mar la escasez de recursos. La solución que os propongo es la siguiente: Acopiad con determinación medios buenos para reali- zar obras buenas. Colaborad más entre cooperativas ban- carias y empresas; organizad los recursos pa- ra que las familias vivan con dignidad y se- renidad; pagad salarios justos a los trabaja- dores, invirtiendo sobre todo en las inicia- tivas que sean realmente necesarias. No resulta fácil hablar de dinero. Decía Basilio de Cesarea, Padre de la Iglesia del siglo IV, citado más tarde por San Fran- cisco de Asís, que «el dinero es el estiér- col del diablo». Ahora lo repite también el Papa: «¡El dinero es el estiércol del dia- blo!». Cuando el dinero se convierte en un ídolo, rige las decisiones del hombre. Y en- tonces arruina al hombre y lo condena, es- clavizándolo. El dinero al servicio de la vi- da puede ser administrado de manera justa por la cooperativa, siempre y cuando ésta sea una cooperativa auténtica, verdadera, en la que no es el capital el que manda so- bre los hombres, sino los hombres los que mandan sobre el capital. Por eso os digo que hacéis bien –y os di- go también que lo hagáis cada vez más– en contrarrestar y en combatir las falsas coope- rativas, las que prostituyen el propio nom- bre de cooperativa –es decir de una insti- tución muy buena– para engañar a la gen- te con fines de lucro contrarios a los de la cooperación verdadera y auténtica. Hacéis bien, os digo, porque, en el campo en el que actuáis, adoptar una fachada honrada y per- seguir, en cambio, finalidades indecorosas e inmorales –encaminadas con frecuencia N O T A D E T A P A “A vosotros os corresponde la tarea de inventar soluciones prácticas, de hacer que funcione esa red en las situaciones concretas de vuestras comunidades locales, partiendo precisamente de vuestra historia, de vuestro patrimonio de conocimientos para conjugar el ser empresa y, al mismo tiempo, no olvidar que en el centro de todo está la persona.”
  • 4. 15 historia ni con nuestras tradiciones– pa- ra crear una Alianza de Cooperativas y de Cooperativistas Italianos. Por ahora se trata de una alianza en devenir, pero confiáis en alcanzar una asociación única, una alianza cada vez más amplia entre cooperativistas y cooperativas. El movimiento cooperativista italiano tiene una gran tradición, respeta- da en el mundo cooperativista internacio- nal. En Italia, la misión cooperativista es- tuvo muy relacionada, desde sus orígenes, con las identidades, con los valores y con las fuerzas sociales presentes en el país ¡Esta identidad, por favor, respetadla! Con todo, a menudo las decisiones que distinguían y dividían fueron durante mucho tiempo más firmes que las que, por el contrario, auna- ban y unían los esfuerzos de todos. Aho- ra vosotros pensáis que podéis dar priori- dad a lo que, en cambio, os une. Y precisa- mente alrededor de lo que os une –que es la parte más auténtica, más profunda y más vital de las cooperativas italianas– queréis construir vuestra nueva forma asociativa. ¡Hacéis bien en proyectar así, y con ello daréis un paso adelante! Ciertamente, hay cooperativas católicas y cooperativas no ca- tólicas. Pero ¿acaso salva uno su fe permane- ciendo encerrado en sí mismo? Pregunto: ¿Salva uno su fe permaneciendo encerrado en sí mismo? ¿Si permanecemos sólo en- tre nosotros? ¡Vivid vuestra alianza como cristianos, como respuesta a vuestra fe y a vuestra identidad, sin miedo! Fe e identi- dad son la base ¡Seguid adelante, pues, y ca- minad junto con todas las personas de bue- na voluntad! Y esta es también una llama- da cristiana, una llamada cristiana a todos. ¡Los valores cristianos no son sólo para no- sotros, sino que son para compartirlos! Y para compartirlos con los demás, con los que no piensan como nosotros pero quie- ren las mismas cosas que queremos noso- tros. ¡Seguid adelante, ánimo! ¡Sed crea- dores, «poetas», adelante! “El dinero al servicio de la vida puede ser administrado de manera justa por la cooperativa, siempre y cuando ésta sea una cooperativa auténtica, verdadera, en la que no es el capital el que manda sobre los hombres.” “La economía cooperativa, si es auténtica, si pretende desempeñar una fuerte función social, si quiere ser protagonista del futuro de una nación y de cada comunidad local, debe perseguir finalidades transparentes y limpias ¡Debe promover la economía de la honradez!” a la explotación laboral o a las manipula- ciones de mercado, e incluso a tráficos es- candalosos de corrupción–, es una menti- ra vergonzosa y gravísima que no debe ab- solutamente aceptarse ¡Luchad contra es- to! Pero ¿cómo luchar? ¿Sólo con las pa- labras? ¿Con las ideas? Luchad con la coo- peración justa, con la verdadera, con la que siempre triunfa. Promover la economía de la honradez La economía cooperativa, si es auténtica, si pretende desempeñar una fuerte función social, si quiere ser protagonista del futu- ro de una nación y de cada comunidad lo- cal, debe perseguir finalidades transparen- tes y limpias ¡Debe promover la economía de la honradez! Una economía sanadora en el insidioso mar de la economía global. Una economía auténtica, promovida por personas que en el corazón y en la mente sólo tienen el bien común. Las cooperativas cuentan con una gran tradición internacional ¡También en esto habéis sido auténticos pioneros! Vuestras asociaciones internacionales nacieron con mucho adelanto respecto a las que las demás empresas fundaron en tiempos muy poste- riores. Ahora se da la nueva gran globaliza- ción, que reduce algunos desequilibrios pe- ro crea muchos otros. El movimiento coo- perativista no puede, por lo tanto, perma- necer ajeno a la globalización económica y social, cuyos efectos se perciben en todo país, e incluso dentro de nuestros hogares. Pero ¿las cooperativas participan en la globalización al igual que las demás empre- sas? ¿Existe una forma original que permi- ta a las cooperativas afrontar los nuevos de- safíos del mercado global? ¿Cómo pueden participar las cooperativas en el desarro- llo de la cooperación, salvaguardando los principios de la solidaridad y de la justicia? Os lo digo a vosotros para decírselo a todas las cooperativas del mundo. Este es el doble principio: no deben permanecer encerradas en casa, pero tampoco deben salir de casa como si no fueran cooperati- vas. No: no se puede concebir una coope- rativa de dos caras. Hay que tener el valor y la fantasía ne- cesarios para construir el camino recto pa- ra integrar, en el mundo, el desarrollo, la justicia y la paz. Por último, no dejéis que viva sólo en la memoria la colaboración del movimien- to cooperativista con vuestras parroquias y con vuestras diócesis. ¡Las formas de la colaboración han de ser distintas respec- to a las de los orígenes, pero el camino de- be ser siempre el mismo! ¡Donde haya vie- jas y nuevas periferias existenciales, donde haya personas desfavorecidas, donde haya personas solas y descartadas, donde haya personas no respetadas, tendedles la ma- no! ¡Colaborad entre vosotros, respetan- do la identidad vocacional de cada uno, to- mándoos de la mano! Colaborar con toda persona de buena voluntad Sé que lleváis algunos años colaboran- do con otras asociaciones cooperativistas –aun cuando no relacionadas con nuestra