CONSEJO PASTORAL DIOCESANO
2-03-2013
La Caridad como entrega
José Emilio Lafuente. Secretario General de Caritas Diocesana de San Sebastián.
Quiero comenzar agradeciendo la invitación realizada para exponer ante este
Consejo unas reflexiones que puedan servir como orientación para el posterior
trabajo en grupos que se vaya a realizar.
Es la segunda ocasión en la que tengo la oportunidad de participar en el
Consejo Pastoral Diocesano como ponente a través de una charla. La primera
intervención fue hace 4 años, a comienzos de la crisis económica que estamos
viviendo.
El objetivo de la charla de hoy es tratar de sensibilizar y animar a vivir personal
y comunitariamente la dimensión evangélica de la caridad en la opción por los
pobres y por una sociedad más humana. Para poner a nuestras comunidades
en clave de compromiso sincero con las personas que más sufren y más ahora
por las consecuencias que conlleva de la crisis.
Para ello seguiré el esquema del VER, JUZGAR y ACTUAR, o como diría
Ellacuría, abrir los ojos ante la realidad que vivimos, lo que supone:
- “Hacerse cargo de la realidad”. Conocer la realidad, como es, sin dar
rodeos; ver la realidad con el corazón.
- “Cargar con la realidad”. La compasión, hacer propia la realidad del
otro, su sufrimiento.
- “Encargarse de la realidad”. Esfuerzo por curar, sanar, yendo a las
raíces y tratando de transformar la realidad.
La charla que voy a exponer en esta mañana va a contar con distintas partes:
- En un primer momento:
o Una visión general para conocer el contexto en el que nos
encontramos.
o Unos datos para situarnos sobre la realidad que estamos viviendo
en Euskadi y Gipuzkoa.
o Y concretaremos un poco más para ver la realidad observada
desde Caritas Gipuzkoa.
- En un segundo momento se realizará un análisis de las claves de la
sociedad actual a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.
- Y un tercer momento para tratar de aportar ideas a la reflexión sobre qué
podemos hacer nosotros en el contexto en el que nos encontramos.
1ª PARTE
A) CONTEXTO ACTUAL
Partiendo de la situación actual en la que nos encontramos, resulta inevitable
tener que hablar de la crisis. Elementos a destacar:
Desde hace ya unos años venimos escuchando la palabra “crisis” haciendo
referencia a una situación nueva que ha llegado y que de alguna manera nos
está afectando a todos. Pero la realidad es que la cuestión no es nueva, la
crisis no ha llegado ni se ha generado de repente, sino que se trata de la
externalización de algo que ya existía, que viene de tiempo atrás, que estaba
latente aunque no fuera visible para todos, y que responde al modelo de
sociedad y desarrollo que se está construyendo y en el fondo de todo a una
profunda crisis de valores.
Ya en las conclusiones del VI Informe Foessa que analiza los últimos años
anteriores al 2008, se establecía que no se habían aprovechado los años de
bonanza económica para tratar de conseguir un adecuado desarrollo de los
sistemas de protección social y así reducir las diferencias existentes entre los
ciudadanos. Es decir, este informe nos sitúa en un contexto en el que había
habido un crecimiento económico importante sin que se hubiera aprovechado
para tratar de reducir las desigualdades existentes y, sin embargo, se fueron
generando las situaciones de vulnerabilidad que son las que hoy estamos
conociendo (empleos precarios, bajos salarios, coste de la vivienda,
hipotecas,…).
La carta pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, Vitoria y San
Sebastián, de Cuaresma-Pascua 2011, titulada “una economía al servicio de
las personas”, a la que me voy a referir en varias ocasiones en esta charla, nos
dice que “la crisis que padecemos no puede ser interpretada como si en los
años anteriores no hubieran existido situaciones graves de pobreza y exclusión
social entre nosotros. Estas situaciones son de hecho estructurales y no
coyunturales, van desde la total exclusión a la parcial, y manifiestan las
carencias de fondo de nuestro modelo económico y social (1).
A esta situación de vulnerabilidad en la que se encontraba una parte importante
de la población, se unió la crisis financiera motivada por la especulación y el
afán de obtener beneficio rápido y ganar grandes cantidades de dinero, dando
lugar a una crisis económica que ha arrastrado al mercado laboral, con pérdida
de puestos de trabajo, expedientes de regulación de empleo, despidos, cierres
de empresas, desahucios y pérdida de la vivienda, etc. situaciones que
tristemente hoy ya todos conocemos.
La carta de los Obispos también dice que la “codicia y la corrupción no son
ajenas al origen de la crisis” (10) y más adelante dice que “ciertas prácticas de
ingeniería financiera han causado graves daños al conjunto de la economía”
(11).
Los casos de corrupción que están saltando a la opinión pública en los últimos
años, han afianzado en el imaginario colectivo que los políticos son uno de los
problemas más importantes que tiene el país, algo que ya se refleja en las
estadísticas, siendo una de las cuestiones que más preocupa a los ciudadanos
por detrás del paro y de la situación económica. Se está pidiendo un importante
esfuerzo a los ciudadanos, a través de restricciones y sacrificios, mientras a
diario escuchamos noticias relacionadas con escándalos de fraude y corrupción
de quienes deberían dar ejemplo de honradez, esfuerzo y austeridad.
No podemos olvidar las situaciones de pobreza extrema en el mundo, aquellas
que afectan a los países subdesarrollados, donde los gobiernos no pueden
atender las necesidades más básicas de sus ciudadanos.
La situación que estamos viviendo hoy aquí, no nos puede llevar al olvido de
esas situaciones tan graves que se dan en el tercer mundo y que se están
agravando cada vez más, debido a la repercusión que está teniendo la crisis a
nivel mundial que se está traduciendo en un encarecimiento de los alimentos
básicos. Según el Banco Mundial, la crisis alimentaria podría empujar a 100
millones de personas a la pobreza.
Es evidente que con un mundo así seguirá habiendo gente que se vea en la
necesidad de tener que abandonar su país y buscarse la vida en los países
llamados del “primer mundo”.
B) UNOS DATOS PARA CONOCER LA REALIDAD QUE ESTAMOS
VIVIENDO EN EUSKADI Y GIPUZKOA
- Se incrementa el número de perceptores de renta de garantía de
ingresos en Euskadi. La RGI es una prestación económica dirigida a la
cobertura de los gastos básicos de supervivencia.
Cogiendo los últimos datos actualizados a octubre de 2012, ha pasado
de 55.568 en octubre de 2011 a 58.594 en octubre de 2012, lo que
supone 3.296 perceptores más, que en porcentaje es un 5,92%.
- En Gipuzkoa los perceptores de RGI, cogiendo el mismo periodo
anterior, han pasado de 10.814 a 12.257, siendo 1.443 perceptores más,
lo que supone un incremento del 13,34 %.
- En cuanto a los perceptores de la prestación complementaria de
vivienda, también aumentan. La PCV es una prestación periódica, de
naturaleza económica, articulada como un complemento a la RGI
dirigida a la cobertura de gastos de alquiler de la vivienda o alojamiento
habitual (arriendo, subarriendo, coarriendo, hospedaje y alquiler de
habitaciones).
Siempre cogiendo los mismos periodos, en Euskadi ha pasado de
18.410 a 22.139, lo que supone 3.279 perceptores más, que en
porcentaje supone un incremento del 20,25%.
- En cuanto a Gipuzkoa, se ha pasado de 3.899 a 4.763, siendo 864
perceptores más, lo que supone un incremento del 22,15%.
Fuente: Departamento de Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco.
- En cuanto al paro, cogiendo como fuente el Eustat (Instituto vasco de
Estadística) con datos actualizados a enero de 2013, la tasa de paro en
Euskadi alcanza el 12,8% en el cuarto trimestre de 2012 (un punto más
que el trimestre anterior).
- El número de parados en Euskadi se estima en 130.200 (9.600 más que
el trimestre anterior).
- En Gipuzkoa la tasa de paro se sitúa en el 9,7% afectando a casi 50.000
personas.
- Según Eurostat (Oficina Estadística de la Unión Europea) en noviembre
de 2012 la tasa de paro del conjunto de la Unión Europea-27 se sitúa en
el 10,7% y la de España en el 26,6%.
- Para terminar con esta parte, me voy a referir a un informe presentado
por el Ararteko en enero de 2013 sobre el impacto de la crisis en la
infancia.
o La población infantil vasca en riesgo de pobreza grave (riesgo de
no cubrir necesidades básicas) ha pasado del 3,5% en 2008 al
6,2% a finales de 2012, casi el doble en apenas cuatro años.
Trasladar esta realidad a los datos concretos supone que en la
CAV hay más de 35.000 niños y niñas cuyas familias están en
riesgo de no poder cubrir necesidades básicas.
o En 2012 un 6,1% de la población vasca accedió a alguna de las
prestaciones económicas que conforman el Sistema Vasco para
la Garantía de Ingresos por estar en situación de precariedad,
mientras que en 2008 el porcentaje que recibió ayudas
representaba el 3,9%.
Se trata de unos datos preocupantes que, con el aumento del paro, la caída de
los salarios y la elevada precariedad, permiten aventurar que en 2013 estos
resultados serán todavía más problemáticos.
C) CONCRETAREMOS UN POCO MÁS PARA VER LA REALIDAD
OBSERVADA DESDE CARITAS GIPUZKOA.
- Incremento en el número de personas atendidas. En Caritas de
Gipuzkoa se ha pasado de atender a 12.000 personas en el año 2007, a
24.000 en el 2011. Es decir, en tan solo 4 años se ha duplicado el
número de personas atendidas. La memoria del 2012 se está
confeccionando pero no bajará de estas cifras.
- Ha habido un incremento en las ayudas económicas pasando de
1.450.800 euros en 2007 a 2.343.571,69 euros en el año 2011.
- Las necesidades más acuciantes tienen que ver con temas relacionados
con la vivienda, empleo, alimentación, recibos de luz y gas, temas
sanitarios (odontología, óptica, farmacia), gastos para llegar a fin de
mes, pago de matrículas, becas, material escolar…).
- Perfil:
o Mujeres solas con cargas familiares.
o Parejas jóvenes con hijos.
o Personas sin ingresos o con rentas mínimas.
o Desempleados (que van pasando de ser recientes a parados de
larga duración).
o Personas en riesgo de perder la vivienda.
o Inmigrantes en irregularidad sobrevenida por la pérdida del
empleo.
o Familias autóctonas con dificultades económicas por haber
perdido el empleo pero que no llegan a ser beneficiarios de
ningún tipo de ayuda.
- A la actual situación de dificultad motivada por la crisis que estamos
atravesando, se unen algunas dificultades provocadas por el propio
sistema de Protección Social, así:
o Ha habido un endurecimiento de los requisitos de acceso a las
ayudas públicas, como la RGI.
o Ha habido un endurecimiento en los requisitos de acceso a la
tarjeta sanitaria.
o Se ha dado un cambio en el modelo administrativo de la gestión
de ayudas que ha supuesto un caos.
o Insuficiente oferta formativa en clave de inserción sociolaboral
que dificulta el trabajo en proceso, existiendo un riesgo de cambio
de tendencia hacia lo asistencial.
o El sistema de protección social carece de mecanismos
adecuados para responder a la complejidad de la situación actual.
A estas dificultades, también habría que añadir los efectos que la crisis está
teniendo en cuanto a retroceso en el Estado de Bienestar como pérdida de
derechos conseguidos a lo largo de muchos años, ajustes y recortes que
afectan a los servicios sociales, educación, sanidad, reformas en la legislación
laboral…
En general se observa un peligroso repliegue en el sistema de Protección
Social. Tenemos que ser conscientes de que lo que ahora perdamos en
términos de protección social, difícilmente será recuperable una vez se supere
la crisis. Ya que los incrementos de las tasas de pobreza en épocas de
recesión, no suelen verse compensados en épocas posteriores de bonanza
económica.
2ª PARTE
Después de hacer un repaso sobre la realidad que estamos viviendo, quiero
dedicar una parte de esta exposición a tratar de hacer un análisis sobre las
claves de este modelo de sociedad e interpretar esta realidad a la luz de las
fuentes de la Doctrina Social de la Iglesia.
La DSI hunde sus raíces en el Evangelio de Jesús destacando la persona y el
mensaje de Jesucristo, de ahí extrae sus principios y valores permanentes:
centralidad de la persona, dignidad de la persona, los derechos humanos, la
búsqueda del bien común, la opción preferencial por los pobres, el principio de
solidaridad, el principio de subsidiariedad, la participación, y el destino universal
de los bienes.
Teniendo en cuenta estos principios y el mensaje evangélico, y al contrastarlos
con los problemas de la vida social y el modelo de desarrollo que tenemos,
observamos que el sistema tiene altas dosis de inhumanidad.
Como dice la carta Pastoral de los Obispos “la vida económica, por tanto, debe
también regirse por tales principios y perseguir los valores mencionados,
partiendo de la base de que la economía está al servicio de la persona en su
integridad y de todas las personas” (14).
El mundo en el que vivimos genera pobreza y exclusión. Quiero hacer una
aclaración sobre estos términos. Se dice de la pobreza que tiene distintas
caras. Por un lado tendríamos la pobreza material. Tiene que ver con la
imposibilidad de acceso y/o carencia de los recursos necesarios para satisfacer
necesidades básicas como la alimentación, vivienda, empleo, ingresos
estables, etc.
Pero existen también otras pobrezas que no son materiales y que el modelo de
sociedad en que vivimos también las genera, como la pobreza humana, de
soledad y pérdida de relación social, pobreza en valores, en sentido, rupturas
familiares, el aislamiento y la irrelevancia social, la intolerancia,… actitudes
individualistas, egoístas, consumistas, insolidarias,…
Quiero destacar este carácter multidimensional de la pobreza, porque no solo
se da la pobreza material, sino también la pobreza humana, y donde ambas
pobrezas se retroalimentan.
La pobreza hoy se llama también y de manera preferente marginación, no
participación, irrelevancia, exclusión social, “estar fuera de”. Es una pobreza
descalificadora, diferente a la pobreza integrada.
El modelo en el que vivimos genera pobreza y exclusión. Se trata de un modelo
basado en el crecimiento económico que no tiene nada que ver con el
desarrollo humano. Un nuevo modelo de desarrollo debe poner en el centro el
ser humano. Las políticas, las decisiones económicas, y los planes que se
pongan en marcha deben valorar si con ellos todos los seres humanos van a
vivir mejor.
Como señala la constitución pastoral Gaudium et Spes (nº 63) “El hombre es el
autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”.
En el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (nº 331) se recoge que el fin
de la economía está en el destino humano y social, en servir al hombre y a la
sociedad, en la realización del hombre y de la convivencia humana.
Llegado a este punto, me gustaría aportar unas ideas sobre el fenómeno de la
globalización. La globalización ha dado lugar a una libertad a nivel mundial en
los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimiento, información,… Lo que le
pasa a una región de la tierra, afecta a otras. Todo repercute en la globalidad;
todo afecta a todos. La característica fundamental de la globalización es la
interdependencia a nivel mundial.
Como tal, la globalización es un hecho. Puede no ser ni buena ni mala. Puede
aportar grandes beneficios y hacer un gran bien, pero desgraciadamente
también puede ser la causa de grandes males. Todo depende de la orientación
que se le dé.
A la característica fundamental de interdependencia que tiene la globalización,
habría que sacarle provecho para tratar de buscar una humanización desde la
globalización. Cada vez son más las voces que hablan de una globalización en
clave humana, social y no meramente económica.
Tratar de aprovechar las nuevas posibilidades de la globalización en
verdaderas oportunidades de vida digna para todos los pueblos, especialmente
para los pobres de la tierra que carecen de ellas. Se trataría de que las
personas fueran las auténticas protagonistas de la globalización.
Por tanto la globalización puede suponer un reto para la humanidad y también
para la propia Iglesia, para activar mejor su inspiración evangélica para
construir una humanidad plural, desde la perspectiva de la dignidad humana,
de la opción por los pobres, para la superación de la pobreza y la consecución
de sociedades más equitativas.
Citando a Benedicto XVI en Deus Caritas Est (27) “En la difícil situación en la
que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía,
la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental,
que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines: estas
orientaciones —ante el avance del progreso— se han de afrontar en diálogo
con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo”.
3ª.- PARTE
¿Qué podemos hacer nostros?. Posibles pistas de actuación.
La pobreza no es algo estático y que surge de repente. La pobreza no es una
fatalidad a la que haya que resignarse. De hecho, se dice que somos la
generación que podría erradicar el hambre en el mundo. Lo peor que nos
podría ocurrir es que nos acostumbráramos a que hubiera pobres.
La pobreza es una situación, consecuencia de una serie de procesos sociales
que estamos viviendo hoy en nuestra sociedad, que son procesos de
empobrecimiento. Por tanto, la pobreza es algo dinámico, que se va
generando.
Hay una dimensión estructural de la pobreza, generada por el propio sistema.
Una dimensión comunitaria de la pobreza, motivada por el deterioro de las
redes familiares, sociales y de apoyo.
Y también hay una dimensión personal de la pobreza que afectan al sujeto
(consumos, enfermedad mental, bajas expectativas,…).
Tenemos que detener las causas de exclusión, es decir, los procesos sociales
que están generando la pobreza de hoy y tratar de intervenir en esos tres
niveles: estructural, comunitario e individual.
1.- Una cuestión clave en la que debemos trabajar es en el de la animación de
la caridad en la comunidad cristiana.
La caridad debe ejercerse y estar en el núcleo de la comunidad. El servicio de
la caridad es de toda la Iglesia, de todos en la Iglesia, y necesita ser un
servicio ordenado, organizado y planificado.
El ejercicio del amor -dice Benedicto XVI en Deus Caritas Est-, no es algo
opcional o marginal, sino un elemento central de la fe y la misión de la Iglesia.
Es una dimensión esencial, constitutiva, de nuestra vida cristiana y eclesial. Y
en consecuencia es un eje transversal de todo nuestro trabajo pastoral.
En su número 20 nos dice: “El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es
ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad
eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia
particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la
Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En
consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto
para un servicio comunitario ordenado”.
Más adelante, en su número 31 b, dice: “cuando la actividad caritativa es
asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del
individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración
con otras instituciones”.
De estas afirmaciones podemos extraer que:
- Debemos ser conscientes de que el amor es tarea para cada fiel. Nos
compete a todos por nuestra identidad cristiana.
- La caridad es también tarea para toda la comunidad, pues pertenece a
la naturaleza de la Iglesia. La caridad no puede delegarse, sin más, a
grupos o personas; no es una tarea meramente individual y dejada a la
espontaneidad de cada uno, sino que es un servicio de todos y de toda
la comunidad cristiana. Aquí es donde se entiende Caritas como Iglesia
en el ejercicio organizado de su amor y servicio a los pobres.
- A la espontaneidad en el ejercicio de la caridad debe añadirse la
programación, la organización.
Tenemos que evitar llevar a cabo una caridad sin criterio, sin orden ni
coordinación, y sin atender a los principios que rigen nuestra acción. Es
muy importante la coherencia en la acción de Caritas y que caminemos
hacia consensos en los criterios y la forma de establecer nuestra
relación de ayuda.
Por otro lado, no olvidemos que la animación comunitaria de la caridad
se debe concretar en eso que toda la tradición de la Iglesia ha ejercido y
llamado: “Comunicación cristiana de bienes”. Ya las primeras
comunidades cristianas (Hechos de los apóstoles 2, 42-47) hicieron de
la comunicación cristiana de bienes y el compartir fraterno un imperativo
evangélico en el seguimiento leal a Jesús.
2.- Avanzar en clave de Pastoral sociocaritatia en la comunidad cristina.
Mejorar la coordinación y llevar a cabo acciones conjuntas como pastoral
sociocaritativa (Caritas, Pastoral de la Salud y Pastoral Penitenciaria). Avanzar
en esta línea es siempre positivo, desde el contenido y desde la propia
organización.
De entrada tenemos que ser conscientes de que no somos muchos por lo que
es necesario “aunar fuerzas”. Pero sobre todo lo planteo desde lo positivo que
es trabajar coordinadamente para llegar a donde no estamos, ser
complementarios, y evitar duplicidades. La propia realidad de pobreza nos
demanda una acción conjunta (carácter multidimensional de la pobreza,
centralidad de la persona y respuesta integral).
Desde el trabajo conjunto, como Iglesia, mejoraríamos en nuestra acción social
y ganaríamos en eficacia. Debemos animar a esta coordinación al interior de la
comunidad cristiana.
3.- Ser una Caridad iluminada por la doctrina social de la Iglesia y tener muy
presentes los principios fundamentales que rigen su acción.
El propio Plan Pastoral Diocesano 2011-2016 recoge la importancia de la
Doctrina Social de la Iglesia y cuando trata el objetivo general de la Caridad,
vuelve a insistir en la profundización en la aplicación de la DSI refiriéndose a D.
José María Arizmendiarrieta que, por cierto, continúa avanzando el proceso
que se está llevando a cabo hacia su canonización.
Cuando me refería antes a los principios fundamentales que rigen nuestra
acción quería decir que tan importante es lo que hacemos como el cómo lo
hacemos; en este sentido quiero destacar que Caritas tiene un Modelo de
Acción Social propio, con unos objetivos que se concretan en unas opciones de
fondo derivadas de los principios y valores permanentes de la DSI que
brevemente paso a destacar:
- El servicio a la persona y a su desarrollo integral.
Es necesario recuperar la centralidad y el protagonismo de la persona.
No trabajamos con problemas, sino con personas, con personas que
son “sujetos” y “protagonistas”. Debemos fijarnos más en la persona que
en la demanda.
Y la caridad no sólo está al servicio de la persona, sino al servicio de su
desarrollo integral.
- Trabajo en clave de proceso. Superando el asistencialismo, respetando
la dignidad innata de la persona, trabajando desde sus capacidades y
potencialidades, en clave de intervención educativa, para desarrollar lo
mejor de la persona.
En este punto me gustaría advertir, como señala el Observatorio de la
realidad social de Caritas española, que las necesidades y urgencias
que provoca la crisis, nos puede hacer retroceder a modelos
asistencialistas que ponen en el centro de atención la demanda, más
que la persona. Es decir, comportamientos basados en ayudas
indiscriminadas, sin criterio, ni discernimiento, en detrimento de una
acogida cálida, con escucha activa y acompañamiento bien realizado.
Debemos desarrollar acciones de calidad, bien hechas. Es preferible la
calidad a la cantidad. La calidad supone desarrollar actitudes de acogida
cálida, escucha empática, cercanía y acompañamiento.
De ahí la importancia de tener una organización, un modelo y unos
criterios claros orientados hacia la persona y el trabajo en proceso.
Tenemos también que acompañar a nuestros propios agentes en esta
situación que vivimos porque, en muchos casos, les puede llegar a
desbordar por volumen y por complejidad. Hay que estar cerca y cuidar
los equipos y las personas, desde la formación, la motivación, la
espiritualidad y prestarles ayuda ante el desgaste que supone la
situación actual para quienes están en contacto diario con las personas
que se acercan a pedirles ayuda.
Debemos ser conscientes de los límites que tenemos, como
Organización y como personas. Somos limitados y no vamos a poder
responder a todas las demandas que nos lleguen. Pero esto no nos
puede frustrar. Lo que no podemos dejar de ofrecer es cercanía y apoyo
humano.
- Tenemos que hacer una opción preferencial por los últimos y no
atendidos. Debe ser una opción clara de nuestra Iglesia, priorizar
nuestra acción a los que peor están y con menos recursos cuentan, y
acoger a los que nadie acoge.
- Trabajar por la justicia.
En Caritas trabajamos por la justicia, así lo dice nuestro lema: “Caritas
por la Justicia”. Hay que dar a cada uno lo que le corresponde por
justicia, no dar como ayuda o limosna lo que ya se debe por razón de
justicia. Las obras de caridad que se lleven a cabo deben presuponer la
lucha por la justicia. No se trata de dar por dar como si fuera mera
beneficencia.
Benedicto XVI, en Caritas in veritate, dice que “la caridad va más allá de
la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo “mío” al otro (...) La caridad
exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos
de las personas y los pueblos. Y también la caridad supera la justicia y
la completa, siguiendo la lógica de la entrega y el perdón” (6).
- Promoviendo el bien común y el compromiso sociopolítico.
Deus caritas est también hace referencia a la dimensión política de la
caridad. Por caridad política entendemos un compromiso activo y
operante, expresión del amor cristiano a favor de los demás,
especialmente a favor de los más pobres y de una sociedad más justa y
fraterna.
Otra exigencia de la caridad es, dice Caritas in veritate, la búsqueda del
bien común. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de
justicia y caridad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más
se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades
reales. “Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y
sus posibilidades de incidir en la pólis” (Caritas in veritate 7).
- Denuncia y transformación social.
Hay que transformar la sociedad que genera pobreza, marginación,
exclusión... Hay que denunciar la injusticia y luchar contra ella. Hay que
luchar contra la pobreza y contra las causas que la generan, sean estas
de tipo personal, social o estructural.
Como señala el documento de la Conferencia Episcopal Española “La
Caridad en la vida de la Iglesia. Propuestas para la acción pastoral
aprobadas por la LX asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal
española (sobre el documento La Iglesia y los Pobres. Documento de
reflexión de la Comisión Episcopal de Pastoral Social) “hay que
denunciar las condiciones sociales injustas que excluyen a las personas
del pleno ejercicio y desarrollo de su dignidad. Toda la comunidad
cristiana, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, ha de asumir un
activo de denuncia y lucha contra las diversas situaciones de pobreza y
marginación, y también contra el fraude y la corrupción, como
comportamientos antievangélicos de la vida individual y públicas”.
Si no denunciamos, somos cómplices con las causas que perpetúan las
injusticias. Pero tampoco nos podemos quedar ahí; no podemos
solamente culpabilizar a las estructuras económicas y políticas de todos
los males de la sociedad, esperando un cambio en la economía, las
finanzas o que la Administración solucione todos los problemas
planteados, mientras nosotros nos tranquilizamos con la denuncia
efectuada.
Por tanto, además de denuncia, tiene que haber anuncio; sin anuncio no
sería una denuncia cristiana, no debemos quedarnos en denunciar sin
más, hay que dar una alternativa, hay que proponer.
Y aquí los cristianos contamos con el mensaje que nos ofrece el
Evangelio de Jesús que abre un camino hacia una sociedad de libertad
e igualdad (servir al hombre y al bien común).
4.- Tenemos que ser testimonio.
Tiene que haber un compromiso e implicación real del conjunto de la Iglesia por
quienes peor lo están pasando. Caminar hacia una Iglesia que está con los
pobres y se hace pobre. Pasar de “atender” al pobre a “compartir” con el pobre.
El testimonio aporta credibilidad. Tenemos que compartir no solamente los
recursos económicos que tenemos, sino también nuestro tiempo, nuestra
amistad, bondad, ternura, corazón,...
Tenemos que estar cerca de las personas, especialmente de quienes lo están
pasando mal. Escuchar, apoyar, acompañar, dedicar tiempo a las personas.
Ninguna reforma estructural, ni ninguna reivindicación social, podrán ofrecer
cercanía y compañía al que se siente solo y fracasado.
Benedicto XVI, en Deus Caritas Est, nos recuerda que el “amor nunca será
superfluo” (28 b) y en la encíclica Spe Salvi que el hombre (ser humano) se
siente salvado cuando se siente amado. “El hombre es redimido por el amor.
Eso es válido incluso en el ámbito intramundano. Cuando uno experimenta un
gran amor en su vida, se trata de un momento de redención que da un nuevo
sentido a su existencia” (26).
Las graves situaciones que están atravesando muchas personas y familias
actualmente, en muchas ocasiones se traducen en ansiedad que genera
conflictos familiares y cuadros de desestructuración. Hay que estar cerca de las
personas que piden ayuda, a través de la escucha y del acompañamiento.
En este punto quisiera destacar la importancia del voluntariado, nuestro mejor
activo, así como la aportación fundamental que hacen a Caritas: el factor
humano. El voluntariado lleva a cabo una intensa labor social y de solidaridad,
dedicando buena parte de su tiempo a estar y atender a personas. Son
testimonio de entrega, compromiso con las personas más necesitadas, a
quienes prestan su ayuda, desde la presencia y la cercanía, desde la escucha
y el acompañamiento, compartiendo el dolor y sufrimiento de quienes se le
acercan y tratando de humanizar su difícil situación.
Tenemos que apoyar y ayudar al voluntariado para que pueda desarrollar su
labor (apoyo, formación, renovación).
5.- Tenemos que proponer un cambio en los comportamientos al uso por
los valores cristianos. Cambiar la competencia por la cooperación, el
egoísmo por el altruismo, el bien individual por el bien común, insolidaridad por
fraternidad, solidaridad,… y no solo desde la denuncia, sino desde el anuncio
de que las personas podemos organizarnos mejor.
Sería ir contracorriente y puede ser duro pero se puede hacer: modificar
hábitos de consumo, procurando un consumo responsable; cuidar nuestras
comportamientos económicos (suscitar una mayor austeridad); educar en
valores, en solidaridad; potenciar las finanzas éticas y responsables; formación
y educación en DSI,…
6.- Otra cuestión importante es que tenemos que estar atentos a las
realidades sociales que demandan de nosotros una especial atención.
Tenemos que ser sensibles a lo que pasa en nuestro mundo, estar cerca de la
realidad y de lo que le preocupa a las personas. Hay que mirar y ver, dejarse
afectar, y no pasar de largo (el buen samaritano).
Destacaría también la importancia del trabajo en red. Colaborar con entidades
sin ánimo de lucro y movimientos sociales que trabajan en la acción social.
No estamos solos. Otros grupos o personas, dentro y fuera de la Iglesia, están
trabajando también para transformar la realidad. Hay que poner el acento en lo
que nos une a estos grupos (y no en lo que nos separa) y analizar qué
espacios podemos compartir. Tenemos que estar abiertos y salir al encuentro
con otros.
7. No podemos olvidarnos del Tercer Mundo La situación que estamos
viviendo hoy aquí, no nos puede llevar al olvido de esas situaciones tan graves
que se dan en el tercer mundo y que se están agravando cada vez más, debido
a la repercusión que está teniendo la crisis a nivel mundial que se está
traduciendo en un encarecimiento de los alimentos básicos.
Como decía antes, hay que tratar de aprovechar las nuevas posibilidades de la
globalización en verdaderas oportunidades de vida digna para todos los
pueblos, especialmente para los pobres de la tierra que carecen de ellas
(salud, alimentación, vivienda, educación, discriminación de género…).
En esta clave se muestra la estrategia de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio que está desarrollando Caritas a nivel internacional, en la que estamos
trabajando a nivel Diocesano y que queremos impulsar.
8. Tenemos que estar atentos y no olvidarnos de las personas que se ven en la
obligación de tener que abandonar su tierra, su familia, su cultura,... en
búsqueda de una vida mejor. Hay que combatir el rechazo, el racismo y la
xenofobia.
Podemos aportar a la creación de espacios integradores, de humanización,
donde sea posible la convivencia mutua entre diferentes.
9. A modo de conclusión tenemos que promulgar e impulsar un nuevo modelo
de sociedad. Un modelo que tenga en cuenta más el crecimiento y desarrollo
de las personas que el de la economía. Un nuevo modelo de desarrollo donde
las decisiones que se adopten tengan como objetivo que todas las personas
vayan a vivir mejor (globalizar la humanidad).
Colaborar en la construcción de un modelo de sociedad basado en valores
alternativos, como la dignidad de toda persona, la búsqueda del bien común y
el destino universal de los bienes, para hacer posible, entre todos, un mundo
más justo, fraterno y solidario, lo que exige el compromiso e implicación de
cada uno de nosotros: conversión personal y comunitaria.
En definitiva se trata de volver al origen, a lo básico y fundamental, al Evangelio
de Jesús. Hacer presente la Buena Noticia del Amor de Dios. Dar un mensaje
de que otro mundo es posible, invitar a todas las personas a recorrer el camino
hacia una transformación social.
Como señala el documento aprobado por este Consejo Pastoral Diocesano en
1998 “Una Iglesia al servicio del Evangelio”, “nuestra Iglesia diocesana ha de ir
encontrando su lugar evangélico y evangelizador en la sociedad, desde la
solidaridad con lo más pobres y abandonados, desde el servicio gratuito a los
más solos y marginados, desde la defensa incondicional a los más indefensos,
desde la denuncia de la injusticia y de la opresión a los más débiles…
queremos dar pasos concretos hacia una iglesia samaritana que se acerca a
quienes sufren y hace por ellos cuanto puede por su liberación integral.
En el documento de reflexión de la comisión episcopal de pastoral social “La
Iglesia y los Pobres” dice que “en la parábola del buen samaritano, Jesús nos
da la pauta permanente para la Iglesia y los cristianos de todos los tiempos:
aproximarse, acercarse al necesitado para practicar con él la misericordia,
mandándonos a cada uno y día a día, con toda gravedad y empeño: Vete y haz
tú lo mismo”.
Tenemos que descubrir al prójimo en el próximo y saber practicar la solidaridad
en la vida cotidiana y o sólo en momentos puntuales. En las manos de cada
uno, por tanto, está la posibilidad de hacer mejor la vida a alguien. Con nuestra
manera de vivir, comportarnos, actuar, podemos influir para bien en nuestro
entorno. Como dice Eduardo Galeano: “mucha gente pequeña, en lugares
pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Esta
expresión nos invita a soñar con un mundo distinto; y aunque solo lleguemos a
transformar la realidad de nuestro espacio más cercano e inmediato, ya
habremos conseguido influir, para bien, en nuestro entorno.
Eskerrik asko
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