Este concilio condenó y depuso al patriarca de Constantinopla Focio, quien había usurpado el puesto del legítimo patriarca Ignacio. El concilio reafirmó la autoridad del Papa y condenó el iconoclasma. También estableció 27 cánones que trataron temas como la veneración de imágenes, la doctrina de la doble alma y la prohibición de que los príncipes nombraran obispos.