1. Dios no hace distinciones
El Bautismo de Cristo - B
Hoy el evangelio de Marcos nos relata el episodio del bautismo de Cristo,
el inicio de su misión, acompañado por la voz potente del Padre y la
presencia del Espíritu. La Trinidad al completo se abraza para dar al Hijo
la fuerza y el ímpetu que va a necesitar.
La segunda lectura nos sitúa en los inicios del cristianismo, cuando Pedro
comienza a hablar de Cristo ante las gentes. Su mensaje es una buena
noticia, para todos sin excepción. Aunque Jesús predicó a los israelitas y
no se movió de su país, su mensaje es para todo el mundo. Basta que la
persona acoja a Dios y practique la justicia, “sea de la nación que sea”.
Pedro, como el resto de los apóstoles, no se inventa un discurso bonito
sobre la vida y la eternidad, con el fin de atraer a las multitudes. Pedro
habla a partir de su experiencia, de su vivencia personal con Jesús, y de
su descubrimiento, tras la resurrección, de que aquel maestro al que
había seguido durante años por los caminos de Galilea es realmente Dios.
Un Dios cercano, amigo, que ama y que llama a hombres y mujeres a vivir
de una forma nueva y plena.
Jesús actuaba “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo”, dice
Pedro, y esto es lo que se expresa en el bautismo. La autoridad de Jesús
le viene de Dios Padre, y la autoridad de Pedro y sus compañeros les viene
de Jesús. No hablan por sí mismos, sino que transmiten lo que han
recibido de Jesús.
“La cosa empezó en Galilea…” Cuántos recuerdos y episodios debían
llenar la memoria de Pedro y de los otros apóstoles. Toda persona que ha
sido llamada por Dios y ha respondido recuerda muy bien dónde y cuándo
empezó todo. Recuerda, como el discípulo Juan, hasta el día y la hora.
Esos momentos, como un primer enamoramiento, nunca se olvidan.
¿Qué hizo Jesús? Pedro resume su vida: “pasó haciendo el bien y curando
a los oprimidos por el diablo”. Esta frase es todo un programa de vida
para los cristianos. En este año que comienza, ¿nos hemos propuesto
pasar por el mundo haciendo el bien? ¿Nos hemos propuesto aliviar,
ayudar y consolar a las personas que sufren a causa del mal?
¿Convertimos el programa de Jesús en nuestro propio modelo de vida?
La fiesta del bautismo de Cristo es buen momento para revivir el propio
bautismo. Los que fuimos bautizados muy pequeños no podemos
acordarnos, pero con el sacramento de la confirmación tenemos ocasión
2. de renovar nuestro sí a ser cristianos, no sólo de nombre, sino
convencidos, con el deseo de vivir imitando a Cristo. Y cada vez que
celebramos esta fiesta podemos renovar nuestro sí a Dios. Él es el
primero que, con la gracia del bautismo, nos da su sí, como se lo dio a
Jesús: “Tú eres mi hijo amado”.
Todos somos hijos amados de Dios. Pero cuántos vivimos ignorándolo u
olvidándolo. Cuántos lo desconocen, o lo niegan. Vivir sintiendo y
sabiendo que somos tan inmensamente amados nos puede cambiar la
vida. Ser conscientes de que recibimos tanto amor nos puede convertir
en personas agradecidas, que siempre saben sacar algo bueno de
cualquier circunstancia. Y esto no sólo nos transforma a nosotros, sino
que va sembrando semillas de vida a nuestro alrededor.