Luisa de Marillac Animadora de las Cofradías de la Caridad
Homilía Bautismo del Señor - B
1. Tiempo de Navidad Ciclo B
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El bautismo del Señor
Vino Jesús de Nazaret, de Galilea, y Juan le bautizó en el Jordán. Y al salir del agua, vio
abrirse los cielos y al Espíritu, descendiendo en forma de paloma, y posarse sobre él. Y
se oyó esta voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, en ti encuentro mi alegría.
Mc 1, 7-11
Es tiempo de Epifanía, de la manifestación de Dios a los hombres. En la liturgia del
bautismo de Jesús encontramos otra manifestación de la gloria de Dios: Este es mi hijo
amado. Pero esta vez es la Trinidad quien se revela: el Padre que reconoce a su hijo,
Jesús, el amado; el Hijo que es bautizado, Jesús, y el Espíritu Santo. Dios se hace
presente en el inicio de su misión ministerial.
La celebración de hoy nos recuerda que en Jesús todos somos hijos amados de Dios. Él
también se regocija cuando decidimos vivir para siempre la vida a la que nos llama, es
decir, cuando nos lanzamos a nuestra misión evangelizadora como cristianos adultos y
comprometidos.
Herederos y precursores
A la escena del bautismo la preceden unas palabras llenas de humildad proclamadas
por Juan Bautista. Reconoce que el que viene detrás es más que él. Juan, abierto a la
expectativa mesiánica, dice de sí mismo que es solo una luz. Ante la grandeza del
Señor, humildemente, se aparta. Ha preparado a su pueblo para este acontecimiento y
sabe retirarse oportunamente para que Jesús, ya maduro y adulto, inicie su tarea
ministerial.
Qué importante es saber retirarse a tiempo para dejar que otros crezcan. Los padres
respecto de sus hijos, los profesores con sus alumnos, los políticos hacia sus
ciudadanos… Deben confiar en ellos.
Ante Dios, solo somos herramientas de un proyecto global. Unos y otros hemos de
aprender a precedernos para ir culminando su obra. Todos somos herederos de
nuestra cultura cristiana y hemos de pasar el relevo a nuestros sucesores para que
nuestra misión continúe en el mundo.
Jesús se consagra en el Jordán
El bautismo de Jesús es un momento epifánico que manifiesta la gloria de Dios,
revelada en Jesús. La escena en el Jordán nos presenta a un Jesús adulto, lleno de una
profunda convicción, unido fuertemente a su Padre. Esos largos años en Nazaret,
viviendo con su familia, creciendo en el amor a Dios, han hecho de él un hombre lúcido
y maduro, preparado para su misión.
Jesús se siente hijo del Padre. El sentimiento filial es necesario para impulsar su tarea
misionera; esa certeza tan fuerte llena su interior y le hace ver que ya ha llegado el
momento de salir a anunciar la buena nueva, recorriendo largos caminos para llevar a
2. Tiempo de Navidad Ciclo B
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los hombres la noticia de un Dios que es amor, y cuyo reino está muy cerca. Jesús se
lanza a su gran aventura. Después de un largo tiempo de soledad y silencio ha llegado
la hora de desvelar el rostro amoroso de Dios a los hombres.
El bautismo de Jesús se puede considerar como la toma de posesión de su cargo, de su
misión. Debía encomendarse a Dios antes de empezar y se sumerge en las aguas. Sabe
que sumergirse significa hundirse en la existencia pecadora del hombre y en su propia
muerte. El agua se convierte en el altar de su propio ofrecimiento. Para el pueblo
judío, adentrarse en las aguas significaba luchar contra el mal. Y esto sería lo que haría
Jesús en su tarea evangelizadora: conjurar al oleaje del mal para abrirnos a la gracia de
Dios.
La Trinidad resplandece
Y vio rasgarse el cielo. Esto tiene un profundo significado en la cultura judía. El cielo se
abre cuando Dios se comunica con su criatura. Se escucha una voz, la voz de Dios
Padre, y desciende su Espíritu. La Trinidad completa se cierne sobre el Jordán: Padre y
Espíritu Santo acompañan a Jesús en este momento de consagración.
La voz recia del Padre revela su predilección y su amor hacia Jesús. Refleja la especial
sintonía con su Hijo y su fe en él. De ahí que le confíe la misión de redimir al mundo.
El Espíritu Santo desciende sobre él como una paloma. Es la imposición de manos que
Jesús necesita, toda la fuerza de Dios para convertir su vida en un eco de la suave y
penetrante palabra de Dios. Esa suavidad, como agitarse de alas, es la que permitirá
que su mensaje cale en los corazones que buscan, hambrientos de Dios.
Joaquín Iglesias
jiglesias@arsis.org