1. SÁBADO DE LA II SEMANA DE PASCUA
“Es Él, no temamos”. Asínoshabla el evangelio de hoyy tantas otras veces que
se pone esta petición en labios de Jesús: “soy Yo, no tengan miedo”. Vivir en
medio de tormentas y con más noche que día es algo por lo que todos
pasamos. Forma parte de la vida. Los discípulos de Jesús lo vivieron con Él en
persona: ir en una pequeña barca por la noche, que el lago se encrespe y se
ponga a soplar el viento fuerte, no es una situación agradable. Los discípulos
sintieron miedo; esto hace suponer que se sintieron solos, desprotegidos.
Porque Jesús no estaba.
Tanto miedo tenían que no le reconocieron cuando se acercó y, ciertamente,
¿quién no lo haría siveacercarseuna figurahumana caminando sobreel lago?
Cada uno sabemos de nuestros propios miedos. Las primeras comunidades
enseguida lo experimentaron también: los griegos se incomodaban por unas
cosas, los de origen hebreo por otras… Estaban empezando y ya segeneraban
tensiones. La respuesta fue establecer una nueva estructura o al menos fue
una decisión que dio lugar a un nuevo estamento, el de los diáconos. Quizá las
cosas serían distintas si hubieran entrado a dialogar el problema de fondo, el
malestar entre los de un lado y los de otro, en lugar de establecer nuevas
normas. O quizá las cosas hubieran sido muy distintas si no se les hubiera
ocurrido separar el servicio por un lado y la oración y el servicio a la Palabra,
por otro. ¡Quién sabe!
En todo caso, en cada momento, reaccionamos a los peligros, inseguridades y
temores, como mejor podemos hacerlo en ese momento. A veces nos
equivocaremos, otras no tanto. Lo importante será que siga creciendo la vida
y la presencia del Resucitado por todo el mundo. Y aún más otra cosa: que
nunca olvidemos que el único que realmente puede quitarnos el miedo y dar
seguridad a nuestra vida y nuestra Iglesia es Él (Yo Soy). Las estructuras,
grupos, nombramientos y planes que hagamos, si son buenos, sólo serán
secundarios.
2. SÁBADO DE LA II SEMANA DE PASCUA
«Soy yo. No teman»
Hoy, Jesús nos desconcierta. Estábamos acostumbrados a un Redentor que,
presto para atender todo tipo de indigencia humana, no dudaba en recorrer a
su poder divino. De hecho, la acción transcurre justo después de la
multiplicación de los panes y peces a favor de la multitud hambrienta.
Al andar sobrelas aguas, Jesucristo está mostrando su señorío sobrelas cosas
creadas. Pero también podemos ver una escenificación de su dominio sobreel
Maligno, representado por un mar embravecido en la oscuridad.
«No teman» (Jn 6,20), les decía Jesús en aquella ocasión. «Confien, yo he
vencido al mundo» (Jn 16,33), les dirá después en el Cenáculo. Finalmente, es
Jesús quien dice a las mujeres en la mañana de Pascua, después delevantarse
del sepulcro: «No tengan miedo». Nosotros, por el testimonio de los
Apóstoles, sabemos desu victoria sobrelos enemigos del hombre, el pecado y
la muerte. Por esto, hoy, sus palabras resuenan en nuestro corazón con una
fuerza especial, porque son las palabras de Alguien que está vivo.
“…Cuando Cristoestá ausente, cada cual es sacudido por sustempestades:sus
iniquidades y apetencias perversas […] ya comienza a sacudirtela tempestad,
al haberse ausentado Cristo. Fluctuarás en el oleaje de tu avaricia, peligrarás
en medio de la tempestad de tus concupiscencias y quedarás casi sumergido
por la ausencia de Cristo…”
Las mismas palabras que Jesús dirigía a Pedro y a los Apóstoles las repetía San
Juan Pablo II,sucesordePedro,al inicio de supontificado: «No tengan miedo».
Era una llamada a abrir el corazón, la propia existencia al Redentor para que
con Él no temamos ante los embates de los enemigos de Cristo.
Ante la personalfragilidad para llevar a buen puerto las misiones que el Señor
nos pide (una vocación, un proyecto apostólico, un servicio...), nos consuela
saber queMaría también —criatura como nosotros—oyó las mismas palabras
de parte del ángel antes de afrontar la misión que el Señor le tenía
encomendada. Aprendamos deella a acoger la invitación de Jesús cada día, en
cada circunstancia.