1. El paso del arte moderno
al arte contemporáneo en el Ecuador
Intervención del Ph.D. Oswaldo Páez Barrera en la Facultad de Arquitectura de la Universidad
Tecnológica Indoamérica.
Ambato, 7 de octubre de 2011.
1.- Qué fue el arte moderno?
Se conoce con ese nombre a la producción artística y literaria que surgió en
Europa occidental cuando el capitalismo pasaba a su fase imperialista.
Las características de dicho movimiento fueron, en la mayoría de sus casos, de
ruptura con las normas neoclásicas, románticas y eclécticas que imperaban en la
segunda mitad del siglo XIX.
Esas rupturas no fueron solamente formales, sino que impugnaron los
principios sobre los que se asentaba el arte promovido desde el oficialismo, esto
es, desde el Estado y sus academias.
El arte moderno, se ha dicho, fue el resultado, entre otros factores, de los
cambios en la base productiva de la sociedad, la cual había producido para
entonces un sujeto histórico nuevo: el proletariado industrial, portador de una
nueva visión y una nueva sensibilidad que determinó el aparecimiento de este
fenómeno cultural y artístico.
Se ha señalado que entre las artes, la pintura fue la iniciadora de estos
cambios, o quizás fue la más notoria. En efecto, se coincide en señalar al
Impresionismo como el movimiento que rompió con la manera de ver y de
representar que hasta entonces parecía incuestionable.
Sin embargo, en la literatura por ejemplo, también se habían operado
transformaciones en la manera de narrar y, en la novela europea del siglo XIX
se evidencia un cambio sustancial que marcó la presencia de una nueva forma
de representar, y por tanto la configuración de una época diferente. El
Naturalismo y el Realismo literarios, fueron los movimientos que dan sustento a
esta última afirmación.
Francia, y París, la capital del siglo XIX, fueron el escenario principal de
esta novedad.
Al encontrarse en aquel entonces el capitalismo en una fase progresiva y
expansiva, los diferentes países se vieron poco a poco afectados en lo cultural y
artístico por estos cambios, que, como digo, incluyeron a todas las artes.
La noción de progreso y el afán de progresar que se tenía en las periferias, como
era el caso de América Latina, abrió las puertas a las novedades del intelecto y
de esa manera, dichos cambios encontraron cultores que identificaban la
calidad y la actualidad de sus obras en tanto dichas obras entonaban con
aquellas innovaciones, aunque trataran temas locales. Es el caso de nuestro gran
escritor Juan Montalvo, o el de nuestros paisajistas de finales del siglo XIX y
comienzos del XX –Luis A. Martínez, Rafael Troya, Pinto, etc. – que volvieron
los ojos hacia lo propio, pero con formas de la tradición europea que entonces
estaban en proceso de ser superadas por el Impresionismo.
Esta traslación cultural desde los centros hegemónicos del capitalismo
europeo a América Latina tiene una connotación compleja, pues, lo que allá era
pertinente y como hemos dicho, hasta contestatario, acá tuvo un sesgo
2. neocolonialista y eurocentrista en la medida que sin mayor derecho de
inventario se orientó la mirada, el pensamiento y la sensibilidad hacia Europa,
descuidando nuestra relativa especificidad humana, cultural y hasta geográfica.
Este detalle no haría sino acentuarse con los años, de tal modo que el arte
moderno y sus utopías liberatorias, fueron convirtiéndose en lenguaje de
aquellos sectores que terminarían consolidando el capitalismo en el país.1
2.- ¿Cuándo llegó el Arte Moderno al Ecuador y cuáles fueron sus
formas?
Con el triunfo de la Revolución Liberal, el 5 de junio de 1895, se inició en
nuestro país el siglo XX.
Esta revolución tuvo en el aspecto ideológico en especial, un rol mucho
más impactante que en el aspecto económico y social. Su laicismo y
anticlericalismo crearon condiciones mentales para que la asimilación periférica
de la cultura occidental moderna de matriz europea, tuviera matices en extremo
importantes para el desarrollo de nuestra subjetividad latinoamericana.
A partir de este cambio algunos artistas ecuatorianos fueron a estudiar en
Europa y hasta se vincularon a sus vanguardias artísticas. Se sabe también que
algunos artistas y educadores europeos llegaron por acá. Es decir, a comienzos
del nuestro siglo XX en los círculos intelectuales del Ecuador existía el
conocimiento de lo que pasaba en las capitales del mundo, pero vale la pena
resaltar que los cambios ideológicos que trajo la Revolución Liberal,
determinaron que dicha información novedosa y emergente, fuera tamizada y
que su resultado no fuera una traslación o copia de lo que se hacía en Europa.
Esta particularidad es importante en la comprensión de nuestro arte moderno.
Como ejemplo citemos tres hechos de cultura que demostrarían que
nuestro arte moderno en el siglo XX tuvo especificidades notorias: el pasillo
ecuatoriano, digamos, fue la aclimatación de una forma musical en la que,
además de proponer cierta sensibilidad que cantaba relaciones afectivas más
urbanas y de hacerlo con formas poéticas modernistas, puso en su tristeza y
nostalgias tardo románticas el toque indígena andino que penetró y cualificó
dicho género, el cual, por encima de las regiones de nuestro país, nos ha
unificado desde abajo: Julio Jaramillo, Carlota Jaramillo, los Hermanos Miño
Naranjo, y muchos más, son por ello parte de nuestro patrimonio cultural
moderno intangible común.
La pintura indigenista fue la segunda forma que adquirió la
representación de la mirada moderna en nuestro país. Sus formas pictóricas, el
trabajo de pincel y el tema mismo de esta corriente, son modernos y en la mejor
tradición de la modernidad, es decir cuando en su faceta anticapitalista la
manera de pintar expresionista, negaba esos relamidos burgueses que aludían al
orden y las buenas maneras. Acá, además de ese recurso expresivo, los
indigenistas colocaron en sus lienzos a personajes que por su etnicidad y su
condición de explotados, fueron hasta ese momento invisibles en los cenáculos
1
Recomiendo leer Todo lo sólido de disuelve en el aire, del escritor norteamericano Marshall
Berman. Y para comprender el fenómeno en el arte ecuatoriano del siglo XX, recomiendo leer a
Agustín Cueva, especialmente El proceso de dominación política en el Ecuador.
3. de la estética moderna. Su presencia subversiva, no solamente que les sacó de
las sombras, sino que les predispuso a reivindicar sus derechos y sus visiones
del mundo.
Y una tercera forma, también definitoria de nuestra modernidad, vino
dada por la gran literatura de los años treintas, en la cual nuevas maneras de
narrar se hicieron presentes como la voz de nuevos sujetos históricos que desde
el fondo de los siglos hablaron por primera vez.
Quiero decir con los ejemplos anteriores, que en nuestro país la cultura y
el arte modernos surgieron entonces con una profunda identificación con lo
popular y auténtico, lo cual, como pasaremos a analizar en seguida, encontró la
oposición de las fuerzas conservadoras de todo lado.
3.- La modernidad frustrada
Sabido es que el cuencano José Ignacio Ordóñez, arzobispo de Quito, viajó a
Roma en la penúltima década del siglo XIX para pedir al Papa la censura del
libro de Juan Montalvo, Los siete tratados. Es decir, que las fuerzas
oscurantistas desde cuando esta otra manera de asumir la modernidad
comenzaba a insinuarse en el país, tomaron cartas en el asunto para tratar de
frenarla como cosa del demonio.
Esta oposición, en especial a la manera que dicha modernidad adoptó
aquí en las artes plásticas, la literatura, la música, la poesía, no dio su brazo a
torcer y atacó siempre las nuevas manifestaciones. Lo grave para su cruzada
reaccionaria fue que después de la Revolución Alfarista y machetera, no
tuvieron artistas ni intelectuales que estuvieran a la altura de nuestros
innovadores modernos.
El asunto se les tornó doblemente aciago cuando otra revolución, esta vez
La Gloriosa del 28 de mayo de 1944, dio como resultado a la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, una institución que contribuyó a consolidar la especificidad de
nuestra cultura moderna así como a su difusión.
Sin embargo, la suerte de nuestra modernidad estaba echada.
La derrota del fascismo en la II Guerra Mundial nos colocó en condición
de botín de los vencedores y, las aspiraciones de consolidación nacional de
nuestro país se vieron rotas: fuimos a parar en el bolsillo del imperialismo
norteamericano que, desde entonces y, bien podríamos decir que hasta hoy,
mete las narices en nuestros asuntos, incluidos los culturales y educativos. Esto
imposibilitó desarrollar elementos de una cultura nacional moderna, científica
y crítica, de tal modo que dichos elementos fueron relegados a resistencias
calificadas de manifestaciones antropológicas o folklóricas, de hechos
premodernos o de oposiciones negativas y contrarias al “desarrollo”.
Ustedes, que son estudiantes de arquitectura, saben que en los años
treintas y cuarentas del siglo anterior el crecimiento portentoso de los EE. UU.
de Norteamérica había generado una producción artística genuina y original: el
Expresionismo Abstracto. Este acontecimiento fue fortalecido con la emigración
de artistas europeos de vanguardia que, perseguidos por los nazis, recalaron en
América del norte en donde impulsaron una de las vertientes del arte moderno,
el abstraccionismo en general, que se desarrolló como forma correspondiente a
la abstracción de la vida que habían traído las formas productivas industriales
en aquel país. Fue el tiempo de la consolidación del movimiento moderno en la
arquitectura y, desgraciadamente, el de la tendencia a identificar dichas formas
4. artísticas y arquitectónicas con los valores del modo de vida de la llamada
democracia occidental.
La arquitectura moderna en Ecuador asomó entonces como un innegable
símbolo de progreso y desarrollo, pero, poco a poco, dicho avance fue
mostrando su adjetivo: se trataba, simbólicamente desde luego, del progreso,
desarrollo y avance del capitalismo dependiente o neocolonial. Esta
arquitectura, que comenzó a llegar por acá en los años treintas con el Art Déco,
(vuestra catedral, construida después del terremoto, tiene una marcada
influencia de esta corriente europea de entreguerras), comenzó a modificar
nuestras ciudades. Es indudable que en términos de comodidad, sanidad,
sencillez formal, estabilidad y, en fin, en muchos otros aspectos, la arquitectura
moderna trajo ventajas en relación a la que aquí se hacía entonces. Pero
también es cierto que la misma, así como sus lineamientos urbanos, destrozaron
el patrimonio tangible de nuestras ciudades, convirtiendo a muchas de ellas en
conglomerados anónimos y genéricos que niegan el sentido mismo de lo que es
la ciudad.
Ustedes deben saber por ejemplo que aquí, en Ambato, el tristemente
recordado terremoto no causó tanta destrucción de su arquitectura vernácula
como lo hizo el Arq. Sixto Duran Ballén, quien al decretar con su Plan
Regulador las famosas “líneas de fábrica”, promovió un urbanismo al servicio
del automóvil.
Claro está que ni esas formas abstractas ni la intención de sus creadores,
buscaron empalmar con esos intereses que, de artístico no tenían nada. Fueron
más bien los ideólogos culturales del capitalismo quienes descubrieron la
potencialidad de los lenguajes abstractos para sus campañas de despolitización
de las artes latinoamericanas y sus llamados en favor del arte por el arte,
desligado de la vida y sus contingencias.
Las oligarquías bananeras, cacaoteras, pesqueras, no esperaron mejor
noticia: adoptaron dichas formas como representativas suyas y del progreso que
lideraba su país emblema. Su actitud influyó mucho, para mal, pues se produjo
en medios culturales y universitarios en donde la discusión de la estética
moderna es incipiente, poco analítica y colonizada.
Por su parte, el imperialismo a través del Museo de Arte Moderno de NY,
de la CIA y de sus embajadas, se empeñaron en difundir dichas corrientes como
sinónimo de lo moderno, en contra de las ricas manifestaciones plásticas que
hasta bien entrado el siglo XX se habían desarrollado en México, el Caribe, en
los países andinos, Brasil, Argentina… y, como hemos visto, en Ecuador
también. En este punto, los arquitectos debemos recordar el llamado Estilo
Neocolonial que fue apocado por las corrientes modernistas. No es que dicho
estrilo sea una alternativa a la arquitectura moderna, pero en todo caso fue una
manifestación que buscó apoyarse en una tradición distinta. Como ejemplo de
dicho estilo nos quedan entre otros pocos edificios, la sede de la Casa de la
Cultura, en Quito, y la misma casa de su mentor, Benjamín Carrión.
La imposición de la que hablo no fue fácil ni total.
La tradición artística crítica de nuestra modernidad es fuerte y, si bien
surgieron expresionistas abstractos, copiones y reproductores de formas
exóticas, el asunto no se definió totalmente a favor de estos últimos. Hoy que el
tiempo ha pasado, constatamos cuáles son las obras de esos tiempos que han
sobrevivido y se mantienen como referentes de nuestro patrimonio artístico.
No obstante la resistencia cultural, se debe reconocer que las formas
contrarias a los deseos de afirmar nuestras especificidades han incidido en la
5. tradición reciente de nuestras manifestaciones visuales y en nuestros
imaginarios. Pero también es innegable que esa extraordinaria capacidad de
sobrevivencia cultural en el mestizaje que tienen los pueblos andinos, cholos,
montuvios, afrodescendientes y en general latinoamericanos, en este proceso
también asimilaron las influencias negativas con provecho. O como lo dicen en
sus canciones: Si del cielo caen limones, pues hacemos limonadas.
Quizás esta dualidad persistente de corrientes generales en las artes (las
imperialistas y las social críticas latinoamericanas) se debió a que en la segunda
post guerra o guerra fría, mientras las superpotencias se peleaban, en las zonas
periféricas del mundo la cosa cultural y artística no pudo ser del todo
controlada2. Lamentablemente y como veremos más adelante, esto ha
cambiado.
La incidencia de un arte y una arquitectura claramente politizados como
los que se promovieron desde los círculos dominantes de los EE UU después de
la II guerra mundial, dañó en nuestro país el desarrollo de un arte diferente del
etnocentrista oficial y, en algunos casos, remachó en la sensibilidad social la
dependencia y la idea de que es mejor lo que viene del norte a lo que hacemos
en el sur, idea que evidentemente afecta la invención de nuestro ser y de nuestra
modernidad.
4.- La crisis de la modernidad y el significado del arte
contemporáneo
Con la disolución del imperio soviético terminó la guerra fría pero también la
justificación del imperialismo norteamericano para erigirse en el guardián de la
libertad y la democracia frente al comunismo.
En el centro de la inesperada victoria “de occidente” sobre los soviéticos,
estuvo una actriz de quien no se esperaba que llegara a tener un rol tan
importante: la informática, la cual ha revolucionado la manera de obtener,
guardar y usar el conocimiento en todas las áreas del acontecer social. Este
hecho ha modificado las formas de producir, de hacer la guerra y de
representar, es decir, nos ha cambiado de época, aunque no de sistema.
De este modo, la profunda revolución que se ha gestado desde hace
treinta años ha cambiado lo que se llama el sistema mundo, lo cual, en el
terreno de las representaciones simbólicas como son las artísticas,
arquitectónicas y las culturales, ha traído un fenómeno igualmente nuevo, al
cual y a falta de otro nombre mejor, se le ha llamado “arte contemporáneo”.
Pero vayamos por partes.
El cambio en las formas de producir gracias a la informática, significó en
muchos sectores productivos el aparecimiento de un nuevo sujeto histórico,
cuya función se ha socializado y complicado muchísimo más que aquella que
aportó el viejo proletariado industrial para el aparecimiento del arte moderno.
Este nuevo sujeto productivo, según uno de los más sagaces analistas de la
postmodernidad –Antonio Negri– ha desbordado la fábrica y se extiende
prácticamente entre toda la sociedad mundializada.
Como es lógico esperar, las viejas formas modernas de representación,
entre otras, las formas artísticas, ya no son adecuadas para que este nuevo
sujeto, o nueva subjetividad, puedan expresar su presencia insólita en el mundo.
2
Esta tesis la desarrolló Alejandro Moreano en su libro El apocalipsis perpétuo.
6. Y lo que es más interesante: este inédito sujeto social habría adquirido tal nivel
de potencia productiva y cognitiva social –o de conocimiento– que su rol en la
producción vuelve innecesario el mando del capital. En otras palabras, la nueva
sociedad en la que estaríamos inmersos, no necesitaría de intermediaciones, ni
siquiera simbólicas, para ser, para inventarse, para crearse y ser radicalmente
libre. Estamos hablando de la pura presencia, de una presencia que ya por el
hecho de ser tal, es deconstituyente del viejo poder y constituyente del nuevo.
Sin embargo de esta realidad, el hecho de que el capital haya logrado
imponer su mando en los cambios tecnológicos le ha facilitado la capacidad de
asignar el valor de la producción que controla, lo cual ha llevado a que también
en las artes se imponga su arbitrariedad valorativa. Con esto y nuevamente, el
arte contemporáneo, por lo menos el oficial, que no deja de ser también ahora
una simbolización de lo que pasa en la economía mundo, vuelve en
consecuencia a registrar los cambios sociales anotados.
Es por esto que, cuando se habla de la virtualización de la economía
capitalista se está aludiendo a que la vieja ley del valor habría terminado. Es
decir, que el tiempo de trabajo socialmente necesario ya no es la clave para
saber cuánto valen las mercancías, y entre ellas, las artísticas. Hoy, gracias a la
informática se puede producir más, en menor tiempo, con mayor calidad, a
menor precio y con menos mano de obra. El tiempo expropiado e incorporado
en los nuevos medios de producción, ha permitido a sus dueños una mayor
control y la posibilidad de dictar el valor de sus mercancías, las cuales valen
ahora lo que el capital dice que valen. Esta flotación del valor ha llevado a lo que
se llama la financiarización de la economía y, a un tiempo en donde se vive y se
muere por valores ficcionales.
El símbolo de esta situación es el dólar, una moneda de confianza cuya
respaldo principal ya no es el oro ni la productividad de las empresas gringas,
sino las once flotas que han desplegado por los mares del mundo y, las 800 ó
más bases militares con las cuales amenazan y atacan a quienes a ellos les da la
gana.
Esta arbitrariedad, como he dicho, alcanza a las artes sistémicas cuyos
valores también se han vuelto virtuales y arbitrarios en correspondencia a la
economía en la cual se inscriben. Muchas obras de arte contemporáneo en los
mercados capitalistas centrales, valen lo que se paga por ellas
independientemente del valor intrínseco que antes las valorizaba, digamos la
historia del arte, el virtuosismo del artista o la crítica seria. Estas obras flotan
como flota el dólar: sin otro respaldo que la palabra del emisor, pero también,
gracias al apoyo ideológico de la red institucional que sirve para el montaje de
estas tramoyas. Entonces, una cabeza de vaca podrida, un montón de enlatados
en cuyas etiquetas se lee “mierda de artista”, un busto de sangre congelada o
unos reflejos del sol que unos espejos proyectan sobre una pared, son calificados
de obras de arte contemporáneo, en una apología del nihilismo, la banalidad, el
vació existencial y el desprecio a las culturas humanas. Dicho con otras
palabras: una apología de “valores” que empalman muy bien con el régimen
globalitario que cada vez más si inclina hacia lo tecno fascista.
No obstante, el delirio financiarizado del capital transnacional que
sustenta y controla esta burbuja artística y sus extravagancias, es un hecho que
también se han liberalizado los recursos expresivos en manos de la nueva
sociedad (nuevos sujetos), la cual, con estos y con otros medios, se lanza de
manera masiva a balbucear en algunos casos y en otros, a decir lo suyo. Así
vemos por ejemplo en nuestras ciudades el inconmesurable movimiento
7. graffitero que garabatea las paredes con trazos, desesperados algunos, poéticos
otros, que dejan ver un trasfondo crítico, mordaz e irónico expresado desde el
anonimato de este sujeto común y joven que se convulsiona a pesar de las
cámaras de videovigilancia y la brocha policial que quieren amedrentarlo y
reducirlo al silencio.
Cierto es que el capital no quiere dejar su sitio y guarda aún una
representación que a pesar de haberse evidenciado como innecesaria en el
actual devenir humano, le sirve para legitimar por la fuerza su poder. “No nos
representan” (los políticos), ha sido y es el grito de los indignados europeos y de
los estudiantes chilenos. “Que se larguen todos” (los políticos), fue el grito de los
piqueteros argentinos. Estos gritos atraviesan las fronteras, de tal modo que el
poder del capital habida cuenta de que ya no le sirve el dominio físico de los
cuerpos insurrectos, busca el control de las mentes mediante el control y
dominio en el mundo de los símbolos, de eso que ahora llama cultura y
educación, lo hace sobre todo en el mundo de la radio, la prensa, la TV y el
Internet.
Esbozadas así las cosas, se deduce que la lucha en el terreno de las
representaciones artísticas y culturales hoy es más tenaz que nunca.
Por una parte está la nueva sociedad apoderándose del conocimiento y de
las comunicaciones en procesos de autoproducción que en oleadas desconocidas
están generando nuevas formas de participación política y mediática informal –
por ejemplo en las revueltas árabes en Túnez y Egipto o en las acampadas de los
indignados en España– y, por otro lado, el imperio de las multinacionales y de
la guerra, desatando una campaña brutal de mentiras para ganar las mentes,
controlar sus comunicaciones, confundirlas con mensajes y teorías atrabiliarios
a fin de sumirlas en las sombras, como parte activa de lo que llaman guerras de
IV generación.
En el terreno de las artes visuales vemos al poder del capital tratando de
banalizar la crítica y de evitar a cómo dé lugar que en esas manifestaciones de la
nueva subjetividad, crezca la conciencia de que el mundo es otro y de que el
poder es innecesario. Contra esto, vemos la inagotable imaginación de las
multitudes de la sociedad mundializada impugnando de manera creciente el
poder del Imperio del capital inventando otras formas de ser, en las cuales, las
metáforas del conocimiento, o las nuevas formas de comunicación y
colaboración en red juegan un papel destacado. Esta es la gran epopeya del arte
y la humanidad de nuestros días y, como siempre ha sucedido, el arte que está
del lado de las mayorías, contribuye a sumir el poder de las minorías en la crisis
sistémica actual que, por lo anotado, tiene también características insólitas.
El arte contemporáneo manejado por “los mercados” es por ello apoyado
por gigantescas campañas mediáticas y enormes inversiones en mega ferias
museos monstruos que, antes que contribuir y ser un gran paso en la difusión
del arte, se han convertido en dispositivos del arte de hacer dinero.
Pero y para terminar, las perspectivas del arte contemporáneo también
están, como las de las vanguardias del arte moderno, nuevamente ligadas a la
lucha anticapitalista. Las condiciones de producción del arte han cambiado, sus
formas también lo han hecho. Más, todo parece indicar que ayer como hoy, el
arte verdadero y el cambio social verdadero y radical, van de la mano.
En Ecuador no estamos al margen de estas confrontaciones en el terreno
de lo simbólico. Todos los días constatamos que la disputa por el control de los
medios es tenaz. Todos los meses constatamos el conflicto entre curadores y
jurados que quieren conducir hacia al campo de lo banal las emergentes
8. pulsiones del arte contemporáneo que ellos no pueden canalizar y, en
contrapartida, vemos los reclamos y los esfuerzos de los artistas por dar
contenidos críticos e inteligentes a sus creaciones. La Bienal de Cuenca ha sido
en los últimos veinte y tantos años un espacio en el cual se ha podido ver cómo
del esfuerzo por implantar un arte moderno tardío y seco, se ha pasado al
esfuerzo actual por imponer la versión globalizadora, banal y espectacular del
arte contemporáneo.
Mi libro X BIENALES, XX MOMIAS y XXX DÓLARES, analiza este
proceso en nuestro país con el pretexto de dicha Bienal, entregando elementos
de contextualización y análisis para profundizar en los temas que hemos tratado
hoy. Ésta sería la causa para que este libro haya sido censurado por el actual
Ministerio de Cultura. El debate sobre esta censura se lo puede revisar en la
página web Vamos a cambiar el mundo. De todos modos, el libro saldrá a
la luz en las próximas semanas y quién desee un ejemplar puede anotarse ahora
mismo porque la edición será reducida.3
Por tanto, artistas, intelectuales, arquitectos y creadores del más diverso
tipo: mi llamado es a profundizar en el entendimiento del giro que ha tomado la
sociedad capitalista y sus formas simbólicas y, participar con nuestras
reflexiones artísticas de manera contemporánea, es decir reflexiva y crítica del
tiempo en el que estamos, para contribuir creadoramente a la invención del
mundo nuevo, solidario, igualitario y libertario que requiere la humanidad.
Muchas gracias por su atención.
3
El libro fue publicado por la Universidad Internacional SEK-Ecuador y está a la venta en Librimundi y
la Librería Abya Yala.