Criptoescépticos y Criptofans no reconcilian sus puntos de vista. Pero el colapso de Bitcoin, Ethereum, Terra y Ether a la cabeza de un desfile de gadgets semiquebrados es un aldabonazo para los mercados.
INVIERNO CRIPTO.
Manfred Nolte
Desde que el criptoactivo Bitcoin fue adquiriendo una cierta notoriedad en 2010,
la línea argumental sostenida en estaspáginas respectoal asunto ha permanecido
invariable en sus conclusiones. La lúdica creación en 2008 de Satoshi Nakamoto,
rodando sobre tecnología blockchain, erapoco más que el desarrollo de un gadget
de emisión limitada -21 millones de unidades máximo- que podía tentar a sus
adquirentes de talante más deportivo sobre la base de su escasez pero que en todo
caso carecía de valor subyacente alguno. Si acaso podía considerarse como tal el
coste del minado para su obtención, lo que llevaría su precio a unos centenares
de dólares. La posterior eclosión en su precio debida a un efectobandada de peces
carecía de fundamento y se identificaba con un juego de casino donde el
especulador juega al alza pensando que puede obtener un beneficio en capital,
como otros antes que él. Se trata de activos imaginarios, por no decir esquemas
Ponzzi, incursos en un ambiente de síndrome NQQF, estoes ‘no quiero quedarme
fuera’. La fiebre bitcoin se ha extendido a líderes y gobernantes. El Salvador lo ha
proclamado moneda de curso legal con lo cual ha propiciado la entrada masiva al
país de bitcoins inconfesables que se blanquearán contra dólares, esquilmando
de paso las reservas del país. También la República Centroafricana. Dos ciudades
americanas, Miami y Nueva York, han introducido sus propias criptomonedas,
con el apoyo entusiasta de sus alcaldes. El resultado es que MiamiCoin ha bajado
más del 90 por ciento desde su punto máximo, y NewYorkCityCoin más del 80
por ciento.
Bitcoin, añadidamente, está dotado de un componente críptico que lo hace
atractivo como refugio de ciberdelitos y otros crímenes de la economía
sumergida. La conclusión remite a la necesidad de la regulación de su operativa
y funcionamiento, garantizando la trazabilidad de sus operaciones y el origen y
destino de sus fondos. Ello conduciría previsiblemente a un recorte en su precio
de mercado muy alejado de las estratosféricas cotizaciones a las que ha llegado a
cotizar. El notable desplome -un 50%- que han sufrido recientemente los precios
de Bitcoin o de Ethereum no son objeto específico de este comentario, perose ha
traído a colación para asociarlo a otros tipos de criptoactivos que gozan
presuntamente de un subyacente, de un determinado valor intrínseco, que sí nos
competen hoy aquí. La cosa ha sido mucho peor para otras criptos: Cardano,
Poligon, Litecoin, Solana, Shiba, Avalanche o Doge han perdido entre un 85 y un
90% de lo que llegaron a valer.La cotización de la plataforma online Coinbase, en
la que se pueden comprar, vender y depositar criptomonedas, ha caído de 350 a
63 dólares. Y van saliendo día a día a la superficie los restos del naufragio de las
criptomonedas: el fondo de capital riesgo Hashed Wallet, domiciliado en Corea
del Sur, ha perdido 3.500 millones de dólares por el colapso de Luna. La
destrucción de valor descrita equivale al PIB español de un año.
Trataremos ahora la siniestralidad que ha acompañado días atrás a otro tipo de
criptoactivos que ruedan en idéntica tecnología blockchain y que reciben el
nombre de ‘altcoins’ una combinación de ‘alternative’ (alternativa) y ‘coin’
(moneda), término usado para incluir a todos los criptoactivos distintos de
Bitcoin. Valga como inciso mi frontal objeción a que estos artilugios utilicen el
nombre de ‘moneda’, sencillamente porque no lo son.
La diferencia entre ambos colectivos reside en que los Altcoins, que hoy
sometemos a escrutinio pretenden superar la desmesurada volatilidad de Bitcoin
mediante la paridad de su valor con una referencia externa. De ahí que también
reciban el nombre de ‘stablecoins’ o monedas estables, ya que prometen
mantener estable el valor del criptoactivo en una variedad de modos y maneras,
según el activo colateral que utilicen para estabilizar el valor de su gadget. Tether,
Terra y TrueUS son algunos de las stablecoins más populares. Algunas se ligan al
dinero fiduciario de curso legal, como el dólar de los Estados Unidos, otras se
vinculan al precio del orou otros metales preciosos, o commodities como el precio
del petróleo. Estas reservas se mantienen bajo una custodia independiente y
están sujetas a una auditoria periódica. Otrastercerasestáncriptocolateralizadas,
es decir usan criptoactivos terceros para su colateral. Finalmente, unas cuartas
no utilizan reservas, pero controlan su propia oferta a través de un algoritmo,
esencialmente un programa informático que sigue una fórmula predeterminada.
De esta manera ofrecen presuntamente garantías de su valor a sus compradores.
Dicho lo cual, el precio de Terra, una stablecoin algorítmica, y su activoLuna que
es el token de Terra se desplomó un 99%, cotizando a 0,11 dólares. Estamos
hablando de activos que a principios de mayo tenían en manos de los inversores
un valor de circulación de 50.000 millones de dólares y que hoy se acerca a cero.
No sería de extrañar que este siniestro significase el derrumbe de los stablecoins
algorítmicos.
En otra dimensión, el valor global de Tether, el mayor stablecoin del planeta,
ligado colateralmente al dólar USA ha caído un 9%. La salida de fondos provocó
el que la cotización del Tether cayera a 95 céntimos de dólar a mayo 16. Parece
poco, pero es mucho. Es algo así como si nos comunicaran de nuestro banco que
los 100.000 euros que tenemos en la cuenta solo valen 95.000.
Varias son las razones que han conducido a la reciente debacle de los
criptoactivos. La primera es la creciente interconexión entre este mundo y el de
las bolsas de valores, en especial de las tecnológicas. El índice S&P 500 ya pierde
en el año un 17,7%, lo que representa la segunda peor caída en las 95 primeras
sesiones de año desde 1932. Nvidia y Facebook ha recortado un 50% y Netflix y
Shopify un 80%. Peroel Nasdaq, más mimético con los criptogadgets, ha perdido
en seis meses un 28%, aunque siga representado la mitad que el 50% de Bitcoin
o de Ethereum, la segunda en importancia, que juntas acaparan el 61% del valor
de todas las 20.000 criptomonedas activas.
Una segunda explicación es que carecen del pretendido escudo inflacionario que
los fanáticos del gremio han proclamado sin fundamento alguno. Sin cobertura
de este y otros riesgos los analistas han exigido una mayor transparencia en la
inversión en contrapartidas de estos artilugios y han encontrado más secretismo
y más dificultades de las esperadas, en especial en el segmento de stablecoins.
Un tercer argumento, crucial, radica en la falta de regulación del sector. Los aires
de libertad y descentralización con los que nacieron los criptoactivos llevan como
contrapartida su mala reputación moral y nula protección a los inversores. Sobre
todo, los criptoactivos tienen un notable tufo piramidal. Los que están animan a
invertir a los que no están para mantener los precios, pero eso es Ponzzi puro y
duro. Crear una ciudad financiera sin semáforos en las calles promueve el caos
rodado. ¿Estamos, en consecuencia, ante un escenario que exigirá grandes
transformaciones en la concepción y trazabilidad de estas imaginarias monedas?
Nadie puede alegrarse de las pérdidas sufridas por miles de inversores, muchos
de ellos con el sello de incautos. Perolo ocurrido es un aldabonazo sobre el sector
que requiere largo estudio y mayor transparencia.