La teoría monetaria moderna propone que los gobiernos que controlan su propia moneda no pueden quebrar y siempre pueden financiar sus gastos mediante la emisión de dinero. Sin embargo, esta teoría tiene varias críticas: puede conducir a la pérdida de valor de la moneda si no está vinculada al valor de la producción del país, y ejemplos como Zimbabwe y Venezuela muestran que la emisión descontrolada puede causar hiperinflación e hundir la economía. Además, en una economía abierta puede afectar neg
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LA TEORIA MONETARIA MODERNA.
Manfred Nolte
Nadie pone en duda que el estado del bienestar representa una conquista
impagable. Pero con el paso del tiempo y con la evolución de las distintas
estructuras sociales, demográficas, migratorias o simplemente productivas las
conquistas deben ser apuntaladas hasta situarlas en planos de autosuficiencia y
de sano realismo. Y resulta que la vieja Europa con apenas un 10 por ciento de la
población mundial genera un cuarto de su PIB y casi la mitad de las prestaciones
planetarias sociales si entendemos por tales la financiación gratuita de la
educación, la sanidad y de la protección social coyuntural en fases de desempleo
u otras circunstancias extraordinarias. No hace falta ser un experto para percibir
la vulnerabilidad económica a que están sometidos estos importantísimos
capítulos de los que los ciudadanos europeos llevamos beneficiándonos durante
los últimos 50 años.
Por si la insuficiencia económica que amenaza a estos valores fuera poca, dos
componentes de nuestro tejido social se ven igualmente en la tesitura de provocar
problemas irreparables. Se trata en primer lugar de la quiebra del sistema de
prestación definida de la seguridad social en el ámbito de las pensiones
contributivas y en segundo y no menos grave lugar, de la creciente necesidad de
recursos monetarios exigibles para hacer frente a la transición ecológica, -el
llamado ‘green new deal’- aspecto este que si no se incluye en el concepto
tradicional del estado del bienestar, lo desborda con creces ya que pone en juego
la supervivencia del planeta y con el, la de nuestros hijos y su descendencia.
No es nueva la iniciativa suscitada por el exministro socialista y ahora presidente
de Red Eléctrica, Jordi Sevilla, en orden a la creación de una renta básica. Sea
una renta básica incondicionada o universal cuya característica es la subvención
monetaria al ciudadano sin tener en cuenta su renta ni su condicionamiento a
programas de formación, o sea una renta básica condicionada que sí contemple
las dos restricciones antes obviadas, esta reiterada propuesta está llamada a
combatir unas situación residual de las economías de mercado, como son el
desempleo, la pobreza infantil, la exclusión social y otros aspectos vinculados al
tránsito de modelo productivo y al incierto futuro del empleo. Ningún país del
mundo ha abordado cabalmente esta iniciativa, porque junto a los problemas
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enunciados en los párrafos introductorios, también estos exigen ingentes
cantidades de recursos monetarios.
Como consecuencia de la última gran crisis surgida en 2008 las políticas fiscales
en los distintos países afectados -casi todos los del planeta- acometieron audaces
programas de gasto que condujeron a déficits públicos llamativos y abultados
endeudamientos del sector público. Los Bancos centrales de occidente han venido
realizando complementariamente durante la última década una política
monetaria ultraexpansiva de tipos de interés negativos y de compra de activos
financieros al objeto de abaratar hasta el limite el endeudamiento abordado por
los tesoros públicos. Más de la mitad de las emisiones soberanas que cotizan en
los mercados internacionales lo hacen con tipos de interés negativos, esto es, los
compradores de bonos pagan una cifra en lugar de percibir cupón alguno por ser
los titulares de los referidos bonos.
Pero sea tipos nulos o negativos los títulos públicos están ahí con la obligación de
ser honrados al vencimiento. Algunos osan dar un paso mental más. Los bancos
centrales deben distribuir gratuitamente el dinero para contribuir a paliar los
muchos y graves problemas arriba enumerados. Son los defensores de la Teoría
Monetaria Moderna (TMM o ‘Modern Monetary Theory’). ¿Es factible esta
extraordinaria propuesta o es una simple y envenenada trampa propuesta por un
puñado de teóricos desaprensivos?
La idea clave de la TMM es que un gobierno que controla la emisión de su moneda
no puede ir a la quiebra porque siempre puede emitir dinero para pagar a sus
acreedores. Si es así, podrá acometer cuantos gastos desee. En un sistema
monetario como el actual, el dinero es ‘una criatura del Estado’ y todo el dinero
es creado por el gobierno que lo imprime y lo pone en circulación. El gobierno
nunca puede tener déficit de dinero ya que siempre puede imprimir más. En otras
palabras: un estado con capacidad de crear su propia moneda puede
autofinanciarse incluso sin recurrir a impuestos ni emitir deuda ni solicitar
crédito alguno. Por lo demás, la legitimación de la moneda emitida deriva de que
el administrado tiene que pagar impuestos en esa moneda. Así el Estado irá
regulando el nivel de los impuestos para que no se recaliente la economía, pero
no porque necesite de ellos para equilibrar o financiar su déficit.
La TMM tiene sus antecedentes en los clásicos y sobre todo en Keynes. Randall
Wray y Mathew Forstater de la Universidad de Missouri comenzaron a recuperar
esta teoría en los 90. La TMM está despertando un creciente interés entre
economistas y políticos por todo el mundo. En Estados Unidos su abanderada es
la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez. En España, los hermanos
Garzón han incorporado la TMM al acervo ideológico de Izquierda Unida con una
singular derivada social: Los ricos y las clases medias no tienen por qué
preocuparse, debido a que el modelo es compatible con una contención de los
impuestos. Todo es cuestión de que el Banco Central Europeo le dé más a la
maquinilla. No se necesita captar impuestos de los ricos para dárselo a los pobres,
simplemente se necesita gastar más dinero en los pobres para proporcionarles un
puesto de trabajo y/o financiar otros tremas igualmente apremiantes como las
pensiones o la transición ecológica.
Lamentablemente, las politicas de emisión de los Bancos centrales suelen ser
relativamente conservadoras. ¿Cuál es la razón? La primera es la pérdida del
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valor de una moneda si se separa del valor de la producción del país en cuestión.
La TMM olvida la función del dinero como depósito de valor y lo circunscribe al
de mero medio de pago. Cuando el estado emite dinero, emite un pasivo con un
efecto en los mercados. El valor de una moneda no proviene del dictado de la ley
sino de su aceptación y por el grado de demanda de sus tenedores. El argumento
extremo, pero no por ello irreal, se halla en los ejemplos de Zimbawe o Venezuela
(por no citar a la república de Weimar en 1916) que con politicas TMM han
registrado hiperinflaciones clamorosas y han hundido sus economías. La tesis de
que los gobiernos soberanos nunca son insolventes y que no puedan quebrar, ha
sido desbancada por la experiencia.
La TMM flaquea en una economía abierta. Para la TMM las exportaciones son un
coste mientras que las importaciones son un beneficio al tiempo que desconsidera
el efecto de expulsión (‘crowding out’) de las inversiones privadas por parte de las
públicas. Otras críticas se hallan en el ‘riesgo moral’ (‘moral hazard’) y en la
desincentivación al ahorro en un escenario de liquidez ilimitada. La estatalización
de la economía conlleva ajustes subóptimos si no directamente perniciosos.
Tomemos el ejemplo del mercado de trabajo. Las quiebras y el desempleo son el
mecanismo con los que se reasignan los planes productivos dentro del libre
mercado desde empresas ineficientes a eficientes. Pero si el Estado asume como
responsabilidad proporcionar un empleo a todo aquel que lo demanda entramos
en un problema de asignación óptima de recursos, de casar óptimamente
demanda y oferta en una economía abierta. Solo si el salario estatal pagado al
empleado genera un valor añadido del mismo nivel en el mercado al de la
economía privada, la intervención de la TMM quedaría justificada. Pero se trata
de un supuesto utópico. Adicionalmente, la emisión desmesurada de dinero entra
en conflicto con la actividad de los bancos comerciales. Si ello llega a afectar a sus
cuentas de resultados la TMM estaría propiciando una crisis.
Obviamente, un tema tan complejo precisa de mucho estudio y más precisión.
Queda recordar que además de los ‘halcones’ y de las ‘palomas’ del déficit existen
las ‘lechuzas’ que contemplan con simpatía un intervalo razonable del déficit
presupuestario. Para entender lo que asume en economía una ‘lechuza’ se puede
recurrir al conocido ejemplo de las propiedades terapéuticas de la aspirina: un
cuarto de pastilla se constituye en un excelente anticoagulante, pero la ingesta de
un tubo completo puede ser mortal. Algún déficit en alguna circunstancia puede
ser asumible, pero a medio plazo, el pacto fiscal europeo, suscrito por España,
sigue siendo la regla de oro y las hiperinflaciones históricas están ahí para tener
cuidado con la emisión descontrolada de dinero.