El siglo XVII fue un periodo de transición y reajustes en la
economía del virreinato peruano. Más de tres generaciones
habían transcurrido desde los turbulentos años de la
Conquista.
Para 1600, los españoles habían sometido a la población
amerindia, puesto fin a las perturbadoras guerras civiles entre
los primeros conquistadores, e impuesto una gran burocracia
imperial para así asegurar su dominio.
Una sociedad española
esencialmente completa fue
transplantada al virreinato
durante estos años
formativos, y este variado
grupo de colonizadores había
sentado las bases de una
próspera economía de
mercado ligada a Europa.
Los ricos depósitos de plata en las sierras del Perú y el Alto Perú
brindaron las bases para esta economía colonial y suministraron el
capital necesario para financiar sectores de apoyo como la agricultura, el
pastoreo y las manufacturas. El capital de inversión fue fluyendo a estas
otras empresas productivas a medida que la productividad de las vetas de
plata caía y que los vínculos comerciales con España se iban debilitando
La minería continuó dominando la economía colonial, pero el desarrollo
más extensivo de las industrias vinatera, textil y artesanal, juntamente
con la producción de algodón, aceituna, granos, azúcar, uvas y cacao le
otorgó una base económica más diversificada al virreinato. Al mismo
tiempo fueron surgiendo vínculos comerciales —en bienes tanto legales
como
Una amplia gama de factores contribuyó a estimular la
demanda agregada y promover el cambio económico en el
virreinato del Perú. El crecimiento de los centros urbanos y
la participación más activa de los amerindios en la economía
de mercado colonial produjo un alza en la demanda de los
consumidores de bienes producidos localmente.
Aun más, las organizaciones eclesiásticas desempeñaron un
papel importante invirtiendo en tierras y extendiendo
crédito a los productores locales, así como al gobierno.
los cambios económicos internos a lo largo del siglo XVII
les presentaron a las élites coloniales una nueva gama de
oportunidades y de problemas. Los cambios económicos
también trajeron consigo dificultades políticas.
Durante gran parte del siglo, la monarquía de los
Habsburgo intentó superar una crisis fiscal sostenida, y en
Madrid los funcionarios comenzaron a exigir mayores
contribuciones de los gobiernos virreinales para así evitar la
decadencia económica y militar de la Corona en Europa.
Al mismo tiempo, en el virreinato, las élites se opusieron
vigorosamente a unos impuestos más altos que amenazaban con
drenar un importante capital de inversión, necesario durante este
periodo de transición de una economía dominada por la minería a
otra de base más diversificada.
Estos cambios económicos producidos en el virreinato del Perú,
juntamente con los problemas financieros del rey en Europa,
llevaron a una lucha política entre el gobierno de Madrid y los
magnates coloniales.
Su desenlace habría de tener un impacto decisivo sobre la relación
política y económica existente entre España y el virreinato peruano
a lo largo del siglo XVII
LA METRÓPOLI DE LA PLATA
Al iniciarse el siglo XVII, la economía y la sociedad
virreinales giraban en torno a las minas del Perú y del Alto
Perú, así como de la red comercial transatlántica que tenía
su centro en Lima. Sin embargo, estas regiones económicas
centrales contaban con el respaldo de una serie de empresas
agrícolas, ganaderas y manufactureras en las provincias
vecinas, así como en zonas más lejanas como Quito, Chile,
Paraguay, Tucumán y el Río de la Plata. El eslabón clave en
esta economía colonial integrada del Perú hispano lo
conformaban los comerciantes de Lima.
Estos emprendedores comerciantes facilitaban el intercambio de
plata y otros bienes coloniales por productos europeos, abastecían
a la mayor parte de los mercados del interior y, en general,
controlaban gran parte de la vida comercial del Perú hispano.
Para 1600, la minería seguía siendo la fuerza impulsora de la
economía virreinal. Las minas de oro de Carabaya, Cotabambas y
Condesuyos tenían un alto nivel de producción, pero este jamás se
comparó con el de las vetas clave de plata de Castrovirreyna,
Cailloma, Chachapoyas, Bombón, Pasco, San Antonio de
Esquilache, Carangas, Laicacota, Oruro y, claro está, Potosí.
Esta última anualmente produjo por sí sola casi 50.000.000 de
marcos de plata durante el siglo XVII, y durante su apogeo la mina
de La Fragua, en San Antonio de Esquilache, diariamente arrojaba
ella sola depósitos de plata por valor de más de 1.400 pesos.
Las minas del Perú hispano produjeron a niveles sumamente
superiores a los de sus contrapartes de la Nueva España hasta bien
avanzado el siglo XVII, cuando la producción de plata del
virreinato septentrional finalmente comenzó a superar al Perú
como fuente de metales preciosos.
El Perú no fue el único reino del imperio español que experimentó
problemas políticos y financieros durante el siglo XVII.
Para apoyar sus compromisos militares en Europa, Madrid diseñó
una serie de nuevos y controvertidos impuestos que buscaban
recaudar nuevos ingresos en Perú y otras partes del imperio.
Lo que estos nuevos impuestos indicaban era un desplazamiento en
la asignación tradicional de los recursos económicos y el poder
político en el imperio español; era inevitable que esto provocara
descontento, en particular en las posesiones menos cargadas de
impuestos fuera de Castilla.
El incremento en la presión fiscal contribuyó al estallido de revueltas
armadas tanto en Cataluña como en Portugal en 1640, a las que
siguieron los levantamientos populares de Sicilia y Nápoles en 1647 y
1648.
Hasta México sufrió una periódica inestabilidad política entre 1621 y
1660.
Las demandas que el rey hacía no provocaron un descontento similar
en Perú, en gran parte debido a que los oficiales reales lograron
mantener un equilibrio del poder político operable que preservó la
unidad imperial.
A diferencia de sus contrapartes en Cataluña, Portugal,
Sicilia, Nápoles e incluso México, estos burócratas lograron
reducir las tensiones implementando medidas que
producían temporalmente los fondos deseados, pero que no
tocaban los intereses económicos vitales de las élites
peruanas.
Sin embargo, una crisis fiscal se desarrolló hacia la década de
1660, cuando estas políticas fiscales ya no lograron
compensar la caída de los impuestos mineros, que socavó el
sistema imperial a ambos lados del Atlántico.
Cambio económico y crisis fiscal
Los cambios económicos que tuvieron lugar en Perú a lo largo del siglo XVII
reforzaron la antipatía normal que las élites locales tenían para con impuestos
más altos y las rígidas regulaciones comerciales que Madrid exigió e impuso
durante el reinado de Felipe IV.
En el transcurso de la primera mitad del siglo, la economía virreinal estaba
experimentando un proceso de cambio evolutivo, de una dependencia en la
minería de la plata y el comercio transatlántico a otra base más diversificada
La minería aún conservaba un lugar importante, pero los sistemas agrícolas
cada vez más regionales, las empresas industriales locales y las redes
comerciales intercoloniales se convirtieron en los principales motores del
desarrollo económico.
El crecimiento de la población española, en particular en centros
urbanos como Lima; la gradual integración de la población indígena a
la economía de mercado; las mayores inversiones efectuadas por la
Iglesia, los comerciantes banqueros y el gobierno virreinal; y el
surgimiento del comercio en el Pacífico: todo esto se combinó para
estimular la demanda agregada y promover el desarrollo económico.
el impulso reformador de Felipe IV y el Conde Duque de Olivares
colocó a la Corona en curso de colisión con unos poderosos grupos
de interés virreinales. Se avecinaba una amarga lucha en torno a la
política impositiva, y el Perú parecía estar destinado a vivir los
conflictos en que se hundieron México, Italia y la Península Ibérica.
Sin embargo, los oficiales de hacienda encargados de implementar las políticas
fiscales impuestas por Madrid no cumplieron con sus responsabilidades con el
rey. El examen de las cuentas del tesoro en este periodo revela que tanto los
niveles totales de ingreso como las remesas enviadas a España se mantuvieron
relativamente estables hasta la década de 1660, cuando se inició una seria
tendencia descendente.
Si bien esta caída en las reales rentas en Perú no se hizo aguda sino hasta la
década de 1660, podemos remontar las raíces del problema hasta el decenio de
1620, cuando el declive minero se hizo pronunciado.
Entre 1607 y 1622, casi el 70% del ingreso virreinal provino de las provincias
fuera de Lima, y de los centros mineros en particular . La productividad
decreciente de las vetas de plata en Potosí y otros lugares amenazaba con minar
la solvencia fiscal del tesoro, precisamente cuando Madrid comenzaba a exigir
más dinero del Perú
REFORMAS Y RESISTENCIA
La reforma financiera fue una cuestión política dominante en el
imperio español durante la mayor parte del reinado de Felipe IV.
Al igual que los reformadores Borbón un siglo más tarde, el rey y el
Conde Duque de Olivares tuvieron que diseñar un programa
coherente de impuestos capaces de aprovechar con mayor
efectividad la riqueza económica del imperio.
En el Perú, la clave de este programa fue la unión de armas, un
proyecto favorecido por el Conde Duque mismo para apoyar la
defensa común del imperio. Pero, al igual que en Cataluña, la Corona
subestimó el vigor de la oposición virreinal y su influencia sobre la
burocracia colonial
Los reformadores Borbónes tuvieron un mayor éxito
en estas metas un siglo más tarde, en gran medida
porque unieron la reforma tributaria con un conjunto
global de cambios comerciales y administrativos.
LA DECADENCIA IMPERIAL
La decadencia global de España en Europa a lo largo del siglo
XVII se debió, en gran medida, a la incapacidad del rey para
incrementar su control sobre los recursos económicos de la
monarquía. Hasta los vacilantes esfuerzos de Olivares por
establecer “un rey, un reino y una moneda” despertaron una amplia
oposición en los reinos españoles.
Aunque las perturbaciones producidas en Cataluña, Portugal,
Sicilia, Nápoles y México tuvieron todas sus propias causas, un
factor común en todas ellas fue el incremento en la presión fiscal
de Madrid. En el virreinato peruano, estas demandas regias
generaron descontento político, mas no una perturbación seria de
la paz. Tales medidas, simplemente, no fueron necesarias.
Las élites peruanas y sus aliados en la burocracia real vencieron al
impulso reformador del rey sin tener que recurrir a medidas tan
extremas. Sin embargo, el fracaso de los nuevos impuestos y la crisis
fiscal resultante, llevaron a la pérdida de control del rey sobre gran
parte de los recursos del virreinato.
Los decrecientes niveles de ingreso de la caja de Lima hicieron que los
oficiales redujeran las remesas de plata enviada a Sevilla, de un
promedio anual de 1.483.849 pesos en el decenio de 1630, a un mínimo
de 127.189 pesos en los años ochenta Esta drástica caída tuvo lugar
cuando el rey estaba luchando por la hegemonía en Europa; ella,
indudablemente, contribuyó a la eventual decadencia militar y política
de España, juntamente con la pérdida de dinero de las provincias
rebeldes en Italia y la Península Ibérica.