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  1. 1. Perugino: Entrega de las llaves a San Pedro (1481) Capilla Sixtina. Vaticano. La imagen que analizamos es una pintura realizada al fresco en la pared norte de la Capilla Sixtina. Por la postura de San Pedro aceptando la ofrenda o el uso de la perspectiva puntos de fuga, podríamos estar hablando de la Entrega de las llaves a San Pedro, del autor Perugino. Se trata de una pintura de carácter religioso. Podemos observar en un primer plano como Cristo entrega las llaves de la Iglesia al apóstol San Pedro, que las recibe arrodillado. Esto representa nada menos que la que la interpretación pictórica del pasaje bíblico donde Jesús elige al apóstol Pedro para conducir a la Iglesia. Finalmente sería nombrado como el primer Papa. Sin embargo, la representación de esta escena no tiene lugar en Jerusalén, sino en un espacio ficticio conformado por una gran plaza embaldosada cuyo punto de fuga nos lleva a la línea del horizonte. Aquí se hallan dos arcos del triunfo a los laterales y en el centro un edificio de planta centralizada de estilo renacentista. Perugino no trata, por tanto, una contextualización histórica, sino realzar la importancia de la escena mediante elementos de prestigio como el templo y los arcos del triunfo. Por lo que se refiere a su composición es equilibrada y simétrica. Las líneas de fuga ya nombradas dirigen nuestra vista al centro de la obra: las llaves; y si dividiésemos la obra en dos mitades, podríamos observar que su obsesión por esta simetría nos lleva a contar el mismo número de santos en un lado que en el otro. También aparecen retratos de algunos de los personajes más influyentes de la corte papal e incluso la convicción de que el personaje que mira directamente al espectador es un autorretrato el propio pintor. Entre las figuras del segundo plano, que acentúan la sensación de profundidad del espacio, se encuentran otros dos episodios bíblicos: el pago del tributo a la izquierda, y a la derecha el intento de lapidación de Cristo tras su revelación a los judíos que lo acusaban de blasfemo. En cuanto al fondo del cuadro, se establecen como ya hemos dicho un templo octogonal en el centro y los dos arcos del triunfo inspirados en el famoso arco de Constantino, aportando equilibrio a la escena. Tras este despliegue urbanístico, Perugino sitúa un paisaje de suaves colinas azuladas con árboles descritos en detalle: especies propias de la región de Umbría, donde estaba su ciudad natal. Por lo que respecta al color y a la luz, predomina una luminosidad serena y poética, posee entonces una atmósfera apacible y claridad compositiva. Además, el cuadro está bañado en colores cálidos y sin estridencias entre ellos. La célebre Entrega de las llaves a San Pedro es una de las mejores obras de Perugino. Aunque de orígenes humildes, su formación en el taller de Andrea Verrochio y las influencias de grandes referentes como Masaccio, le habían procurado cierto renombre en el ambiente artístico florentino y romano. Pronto alcanza un estilo personal caracterizado por la armonía, dulzura y acentuado sentido geométrico, así como tipos y posturas elegantes. En 1481 Fue llamado por el Papa Sixto IV para decorar los muros de la capilla Sixtina con el encargo de procurar una cohesión estilística y respetando una serie de instrucciones previas
  2. 2. con junto a otros artistas como Botticelli o Pinturicchio. También cabe destacar, que se convirtió en unos de los más apreciados pintores de temas religiosos, pionero en la técnica del óleo y fue maestro del genial Rafael. Durante la primera mitad del siglo XV se mantuvo la pintura al temple, aunque en la segunda mitad del siglo se introdujo desde Flandes el Óleo, que permitiría pinturas mucho más luminosas. La mayoría de la producción siguió siendo pintura sobre tabla, pero aparece un nuevo soporte: el lienzo. Para la pintura mural se siguió utilizando la técnica al fresco. Las mayores temáticas se realizaron en temática y composición. Las influencias grecorromanas y los clásicos se hicieron presentes (el llamado neoplatonismo). También se produjo el uso de la perspectiva y puntos de fuga, así como avances en la utilización de la luz y profundidad. Al contrario que en el gótico, los autores salen del anonimato gracias al mecenazgo y su propio talento. Para finalizar y cómo curiosidad, durante el Renacimiento existía la creencia de que ubicarse bajo este fresco durante el cónclave era propicio para ser elegido Papa. De hecho, fue el caso de Julio II, Clemente VII y Paulo III. Otros ejemplos de pintura renacentista podrían ser el Nacimiento de Venus o La Santísima Trinidad.

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